Ene 20, 2021 | Novedades, Trabajo

Cuando en marzo un virus desconocido paralizó al mundo, las prioridades comenzaron a cambiar. A medida que la cuarentena se extendía concluimos en que el término normalidad no era algo estanco. Como a casi todos, la situación perjudicó directamente a los actores, que vieron mermada su actividad, cuando apenas cuatro días antes de que el presidente Alberto Fernández decretara el aislamiento preventivo obligatorio, la Asociación Argentina de Actores (AAA) llamó al cese de actividades para toda la rama artística. En esta nota distintos intérpretes nos relatan cómo salieron adelante durante estos meses, hasta que se autorizó la vuelta de la ficción.
A Ana Águila la cuarentena la sorprendió y obligó a repensarse: “Me parece que esta pandemia nos puso a todos en una licuadora y nos removió cosas. No conozco persona que no me haya dicho que en este tiempo no aprendió algo”. La actriz se repartía entre cursos de improvisación y trabajos en televisión que cesaron repentinamente. Su primera reacción fue intentar seguir brindando cursos vía streaming, pero debió suspenderlos. Cuando vio que sus ahorros terminaban, salió a pedir ayuda a los comerciantes de su barrio, con quienes armó una tienda online, (@pandebanana). Entiende que su pasión sigue en lo actoral por lo que con la vuelta de algunas actividades de animación está retomando el oficio.
Nancy Gay se adelantó y comenzó a dar clases virtuales, observando cómo la realidad viraba. Luego le sumó funciones teatrales de la misma manera. Entiende que hay una emergencia cultural latente de la cual se debe encargar el Estado: “Esto es una dicotomía, porque la cultura pareciera ser algo no esencial, pero a la vez hizo que todo el mundo pueda pasar la pandemia de forma más amena”, dice.
Matías Alarcón coincide con Nancy. Es actor, autor, productor, director y comediante. Se encontraba estrenando una obra independiente cuando decretaron el aislamiento. Recibió un IFE por su cancelación y una ayuda por parte de la Asociación Argentina de Actores, por pertenecer a una cooperativa de teatro. Sostiene que el streaming, con sus costos fijos, no es para cualquiera, que está orientado más bien al teatro comercial. “Esta situación visibilizó lo desprotegido que está el teatro independiente. Si bien nos dan un subsidio, lo hacen después de que estrenamos y nos piden, como mínimo, doce funciones.” Explica que el 90% de sus colegas, incluso previo a la cuarentena, se encontraba desocupado. Agrega que las productoras de televisión siempre llaman a los mismos intérpretes y que las ayudas no son para todos. Aún así, es optimista y espera que el público acompañe este movimiento.

“Quizás fuimos algo ingenuos al pensar que esta situación no se extendería por más de dos meses,” considera Rincón.
Marina Lamarca al ser productora y dueña del espacio teatral Border y también actriz. Aporta una mirada híbrida. Allí impartían clases de danza, actuación, comedia musical, y eran anfitriones en eventos corporativos de grandes empresas. Todas estas actividades, salvo las clases de actuación que se realizan virtualmente, se frenaron. Ha recibido subsidios para sus salas (Proteatro, Fondo Desarrollar y el Instituto Nacional del Teatro), y una contribución de la AAA por su rol de actriz y directora a partir de una obra que logró estrenar. Comenta: “Estamos comiéndonos nuestros ahorros para que el impacto sea menor. Hoy no estamos viendo una perspectiva clara. A nivel económico el año que pasó fue desastroso para la industria en general, y para nosotros en particular.” A pesar de esto, siente que su posición es privilegiada. En noviembre pudieron regresar a celebrar pequeños eventos corporativos y prestar sus salas para que elencos externos puedan ensayar.
Federico Tombetti, brinda su mirada como docente, además de actor. Trabaja en la escuela que fundó Agustín Alezzo. Debido a que sus principales ingresos surgen de allí, su economía decayó. Recién están regresando a la actividad, ya que habían decidido no funcionar en la virtualidad y ahora optan por lanzar seminarios online. Además de los costos fijos, se les sumó la muerte de su mentor a causa de COVID y una mudanza. Lograron, a través de un ATP, solventar a sus dos empleados. Además, Alezzo había recibido un subsidio por su trayectoria de parte del Instituto Nacional del Teatro y el Fondo Desarrollar que consistió en un un apoyo económico concursable de hasta doscientos mil pesos que desde el Ministerio de Cultura de Nación busca sustentar espacios culturales a partir del contexto actual de emergencia sanitaria. Frente a la falta de un salario fijo, Tombetti ha subsistido a partir de préstamos familiares y de otras actividades.

«No conozco persona que no me haya dicho que en este tiempo no aprendió algo”, dice Aguilar.
Por su parte, Alejandra Rincón, secretaria adjunta y de organización de la AAA, cuenta que la actuación en el país ya venía en caída debido a las políticas del gobierno anterior y por un creciente déficit de inversión, a lo que se sumó la pandemia. “Quizás fuimos algo ingenuos al pensar que esta situación no se extendería por más de dos meses,” considera, mientras aclara que las medidas se tomaron siempre en pos de proteger la integridad física de sus miembros. El colectivo al que representa, que engloba también a bailarines y asistentes se está reactivando lentamente desde agosto, cuando se instituyó la vuelta a la actividad en teatros vía streaming, sin público. En noviembre pudieron volver a trabajar con público un puñado de teatros.
De todas maneras aún es poco el ingreso generado. Algunos de sus miembros se postularon con éxito para percibir un IFE o créditos a tasa cero. Por otro lado, realizaron una campaña “Actuemos juntos”, en donde actores reconocidos realizan videos que se reproducen en las redes de la Asociación a cambio de alimentos. “Sentimos a un gobierno presente, pero siempre falta”, dice Rincón
Tombetti parece tolerante en cuanto al rol sindical. Le hubiera gustado que mostraran mayor acción, pero acepta que la gravedad de los acontecimientos los excedieron. “Yo entiendo lo que quiso decir Alejandra (Darín, presidenta de la Asociación Argentina de Actores). Sí los actores tenemos que esperar para volver a trabajar, trataremos de articular los mecanismos para poder palear esta situación. Me pareció que era una respuesta de ella a cierto sector que estaba pidiendo volver a toda costa, cuando realmente había otras prioridades y necesitábamos cuidarnos.”

“Estamos comiéndonos nuestros ahorros para que el impacto sea menor», subraya Lamarca.
Aguilar y Alarcón son mucho más críticos. “Siento que nos soltó la mano. Solamente ayudó a ciertos actores. A quien sí aplaudo es a SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes), que llamó a todos los miembros de la asociación, los escuchó y ayudó”, señala Aguilar. Alarcón agrega: “Podrían luchar más por los que no tienen trabajo. Me revienta que no se ayude al actor independiente. Deberían pelear para que se sancione una ley que promueva más ficciones nacionales, de acuerdo a la Ley de Medios.”
Rincón defiende la postura del sindicato: “En realidad, a Darín, quizás al ser una figura pública y con más visibilidad mediática, se le adjudicó la voz, pero eso fue una decisión del Consejo General”. Agrega que se organizan bolsones de comida que se reparten en todo el país, acciones que serían parte del deber de la Asociación en este contexto. En cuanto a la situación de la Obra Social de Actores (OSA), coincide en que es caótica y tiene que ver con la falta de aportes por la inactividad de sus afiliados, culpando a grandes productoras y responsabilizando también al gobierno anterior por su apoyo a empresarios, en detrimento de actores: “A nosotros nos afectó la mala reglamentación de la Ley del Actor, que puso tope de contribuciones del sector empresario, haciendo que a la obra social se le sumara otro déficit por la baja de ingresos. Se corre riesgo de convocatoria de acreedores o quiebra”, explica.

«Me revienta que no se ayude al actor independienteE, se queja Alarcón.
Aguilar cuenta el caos en primera persona. Al verse sin recursos no pudo seguir pagando la OSA. A fines de agosto contrajo COVID y al no poder contar con cobertura debió confinarse en su casa. Respecto a los protocolos, se encuentra enojada con la AAA en cuanto a lo propuesto. Siente que en televisión se priorizan otro tipo de programas por fuera de la ficción.
Rincón ofrece una mirada oficial: “En cuanto a protocolos estamos avanzados. Empezamos trabajando con el propio para audiovisual. Llegamos a un acuerdo con las cámaras empresarias del sector, sindicatos y con el Ministerio de Cultura Nación y de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo. Nada va a garantizar la inmunidad, pero sí las medidas para reducir los riesgos. Se hizo con modelos del mundo, pero adaptándolos a la Argentina. Acordamos el mismo para la actividad en publicidad y consensuamos la teatral. Faltaría la rama doblaje.”

«Si tenemos que esperar para volver a trabajar, articularemos los mecanismos para palear esta situación», dice Tombetti.
Dic 23, 2020 | Comunidad, Novedades
Según un informe del Instituto Nacional del Cáncer (INC), el de mama es la principal causa de muerte por cáncer en las mujeres de nuestro país. Distintas instituciones y especialistas coinciden en la importancia de la detección temprana como método más efectivo para prevenir la enfermedad. Sin embargo, en un año dominado por una extensa cuarentena, el saldo fue un descenso en la cantidad de consultas, exámenes e intervenciones, así como también hubo una merma en los tratamientos. Ante este panorama ¿Qué recomiendan los especialistas?
Lo primero a tener en cuenta debe ser que cuando se habla de cáncer de mama se trata de la formación de células ubicadas en la mama que forman un tumor maligno. Por eso, desde el Ministerio de Salud advierten que ante la detección de anomalías es importante la consulta urgente a especialistas. Si bien existen varios factores de riesgo entre los que se encuentran la edad, los antecedentes familiares, la primera menstruación temprana o terapias de reemplazo hormonal entre otras, desde esa cartera informan que un porcentaje ubicado entre el 70 y 80% de los casos “se da en mujeres sin antecedentes familiares ni riesgo aumentado de tener la enfermedad”.
Claro que también existen varias alternativas para combatir y prevenir la enfermedad. Las recomendaciones van desde evitar el sedentarismo, “seguir una dieta rica en frutas y verduras y baja en grasas; realizar ejercicio físico; no fumar y moderar el consumo de alcohol”.
Matilde Yahni nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, y cuenta que desde chica aprendió a remar antes que andar en bicicleta. Se recibió de médica y se especializó en medicina familiar, nutrición y diabetes. Hoy, con 55 años, relata que hace un lustro le tocó remarla de otra manera: justo el día que cumplió los cincuenta se enteró de que tenía cáncer de mama. “Soy médica, hice los controles siempre a tiempo y a los cincuenta me tocó. Y por qué no me va a tocar a mi si a una de cada ocho mujeres en el mundo le toca tener cáncer de mama. Lo importante es la prevención, lo mío por suerte fue un diagnóstico temprano.” Ahora preside el equipo de “Bote Dragón Rosas del Plata, conformado por treinta y ocho mujeres remeras que pasaron por la enfermedad y encontraron en ese deporte una alternativa para mejorar la calidad de vida. Según cuenta Yahni a un medio local, “el remo puntualmente beneficia la recuperación de la musculatura del tronco y los brazos y ayuda al drenaje linfático afectado por la extirpación de los ganglios axilares.”
En un boletín editado por el Ministerio de Salud en el mes de abril, explican: “Las personas con cáncer son más susceptibles de contraer cualquier infección debido a que la enfermedad y algunos tratamientos (por ejemplo, la quimioterapia, la radioterapia extensa o los trasplantes de médula ósea) debilitan las defensas del organismo”. En tiempos de Covid-19, desde la cartera sanitaria recomiendan que se tomen mayores precauciones a la hora de controlarse aquellas personas que están en grupos de riesgo, pero que no dejen de hacerlo.
Justamente, las primeras recomendaciones de profesionales e instituciones coincidían en la prudencia a la hora de salir del hogar. Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo y la cuarentena se extendía, el debate sobre qué hacer fue avanzando y desde distintas organizaciones como la Liga Argentina de Lucha Contra el Cáncer (LALCEC) lanzaron la campaña de prevención “Si querés cuidarte, salí de tu casa”. Desde la institución explican que “no está para nada enfrentada con las directivas de las autoridades sanitarias”, sino que “se busca que todas aquellas personas que están en fecha de realizarse un control preventivo de cualquier potencial enfermedad oncológica o que ya habiendo sido diagnosticados de cáncer deben continuar con sus tratamientos, no dejen de acudir a la consulta a causa de la cuarentena.”
Es que la clave de esta enfermedad es la detección temprana. Para esto el Instituto Nacional del Cáncer (INC), en sus campañas de prevención, resalta la importancia de los chequeos anuales, que. consisten en mamografías a partir de los cincuenta años y hasta los setenta para personas sin antecedentes y asintomáticas. Estas deberán repetirse cada uno o dos años, dependiendo cada caso. Aquello no significa que las personas fuera de ese rango etario queden exentas del control. Y tampoco los hombres.
En nuestro país se registran aproximadamente veintiún mil casos anuales de cáncer de mama, sobre todo en mujeres, aunque cerca del 1% son en varones. Desde el INC recomiendan complementar los estudios con el examen clínico. En un dossier publicado en su web, desde la institución resaltan la importancia del auto examen como una forma de conocer el cuerpo propio, como una herramienta de empoderamiento que tienen las mujeres para conocer la fisonomía, densidad y textura de la mama.
Desde la Sociedad Argentina de Mastología (SAM) advierten que si la enfermedad es detectada a tiempo, existe hasta un 95% de posibilidades de cura y se utilizan tratamientos menos agresivos. Sin embargo, desde esa institución denuncian que en el contexto de pandemia “solo un 40% de las mujeres realizó sus controles mamarios, si se toma en cuenta los promedios de años anteriores.” Al mismo tiempo que “se está operando sólo el 35% de los cánceres de mama que habitualmente se operan durante el mismo período.” Juan Luis Uriburu, presidente de la SAM, señala que “seguramente en uno o dos años encontremos las lesiones que hoy no controlamos. Probablemente las veremos en estadíos más avanzados, necesiten tratamientos más intensivos y agresivos que los que indicaríamos ahora y, tal vez, disminuyan las probabilidades de cura».
Desde LALCEC prevén las mismas complicaciones en un futuro cercano y anticipan que “De prolongarse esos números será inevitable que veamos un aumento de diagnósticos tardíos y peores pronósticos de nuestros pacientes lo que redunda en un crecimiento en la mortalidad por cáncer.” Para evitar esta situación es fundamental ver el bosque tras el árbol. Si el coronavirus no posterga el cáncer, la falta de chequeos lo puede complicar. Como dice el dicho, más vale prevenir que lamentar.
Dic 23, 2020 | Comunidad, Novedades
Matemática es una materia que está en todos los años del secundario de la provincia de Buenos Aires. Con el aislamiento, los docentes bonaerenses tuvieron que adaptarse a la virtualidad, pero ¿cómo hicieron para enseñar esta asignatura?
Algunos profesores no llegaron a conocer a sus estudiantes y así lo describió Marina Coussiur, profesora de matemática en la ciudad de Azul: “No conocer a los chicos es una gran dificultad, lleva mucho más tiempo detectar particularidades a través de la pantalla o leyendo producciones”. Soledad Quiroga, profesora de Matemática en el partido de Moreno, fue contundente al definir su experiencia en el aislamiento: “La enseñanza en la cuarentena fue terrible”.
En un momento en el que se habla tanto de “reinvertarse”, los profesores debieron modificar su forma de dar clases. “Tuvimos que transformarnos en autodidactas por obligación para aprender las herramientas que teníamos y sentirnos cómodos con alguna”, describió Carlos Catalá que es profesor de matemática en Moreno. Por su parte, su colega Patricia Chumbita que trabaja en General Rodríguez, afirmó: “Fue encontrarme con nuevas cosas y con la dificultad de que no sabía manejar mucho internet y tuve que aprender”.
La forma “tradicional” de enseñar Matemática cada vez se utiliza menos en las aulas. Es decir, la manera en que el docente explica, muestra un ejemplo y el estudiante realiza algunos ejercicios similares. Lo que se intenta es que el “hacer matemática” integre el desarrollo de habilidades en los alumnos. Así lo explica Rita Rivas, profesora de matemática en General Rodríguez: “Para comenzar un tema nosotros iniciamos con un problema que incluye o trata de traer los temas que ya hayan visto y hacer algo nuevo con eso”. Este año explicó con videos que graba ella misma filmando la hoja y se lo pasa por whatsapp a los chicos.
Por su parte, Luciana Gómez, que trabaja en la ciudad de General Belgrano, Buenos Aires, también coincide en su forma de enseñar en el aula: “Considero que la Matemática debe ser aprendida por los alumnos en una construcción de sus conocimientos. En la resolución de problemas, ya sea que este venga de la misma matemática o no. Pero para poder hacerlo el alumno tiene que poder interactuar con otros compañeros o bien con el docente para poder discutir, confrontar ideas o pensamientos”. Ahora, durante “la interminable cuarentena”, como ella misma la define, reconoce que “envié un trabajo más bien de actividades a partir de un modelo, de una situación que uno le da y que resulta como un ejemplo a seguir para saber que se espera que hagan en las demás actividades propuestas”.
Marina describe que “en el aula utilicé bastante la deducción para llegar al contenido a partir de una situación problemática” y señaló la nueva manera de hacerlo: “Desde la virtualidad presento el contenido y luego se resuelven actividades y se aplica a algunos problemas”. La profesora de Azul preparó el material teórico con recortes de distintas bibliografías, pero haciendo aclaraciones y explicaciones puntuales. Además acompañó estas producciones con link de videos tutoriales de distintos canales de youtube y semanalmente se encontró a lo largo del año con sus estudiantes a través de classroom o zoom para realizar correcciones.
La posibilidad de tener clases a través de plataformas como zoom o meet no es algo accesible para todos los alumnos. Todos los profesores destacaron como una de las mayores dificultades la falta de conectividad. Ya que algunos estudiantes no poseen internet o computadora por su situación de vulnerabilidad y otros tienen un único dispositivo y tal vez son varios hermanos para compartirlo. Sin embargo, Soledad destaca que “con los grupos de whatsapp, de zoom, de meet o de Messenger empezó a ser un poco más enriquecido”, aunque la plataforma utilizada depende de cada grupo y la conectividad de los estudiantes.
Con el aislamiento se perdió la interacción docente-estudiantes e incluso entre ellos mismos. Así lo destaca Enrique Guirado, profesor en General Rodríguez, Buenos Aires: “Se ha perdido el dinamismo que tiene y necesita una clase de matemática en esa interacción con los chicos que tenemos en el aula”. Carlos también modificó su forma de enseñanza y destacó: “Salimos del docente que toma todas las dudas para ir al docente que va hacia cada punto, hacia cada uno de los chicos”. Y describió: “Los docentes hacíamos de guía, recopilábamos dudas en común para enseñarlas una sola vez en el pizarrón. Salimos de todo eso, a tratar de resolver sus dudas, muchas veces eran las mismas que otros compañeros pero había que explicarlo una y otra vez porque acá está cada uno por separado”.
Coincidiendo con su colega, Soledad señaló: “Los chicos en la presencialidad si no entienden, podés acercarte, te fijás la manera de explicárselo distinto, un montón de veces, hasta que el pibe lo pueda llegar a entender. Pero en esta cuestión virtual, y ellos teniendo este mito de que la Matemática es muy difícil, es complicado”. Mientras que Luciana reflexionó: “Debe haber cierta cuota de autonomía por parte del alumno para que pueda leer o escuchar, analizar y decodificar la situación que se le ha propuesto e iniciar la resolución y los chicos no tienen esa autonomía”. Enseguida, agregó: “Los docentes somos responsables de eso, no hemos sabido enseñarles a resolver las situaciones, o por lo menos iniciar un recorrido para resolverlas sin la necesidad de que los docentes estemos encima diciéndole las cosas”.
Catriel, estudiante de 6° año en General Rodríguez, diferenció la explicación del profesor en la presencialidad y en la virtualidad: “En la presencial la conexión es más directa y rápida. Los primeros dos meses no tuve contacto directo con la profesora más allá de los PDF y algún otro mail. Es distinto aprender con alguien cerca para recibir ayuda en el proceso que tener que esperar semanas o incluso más por una respuesta”. No sólo se tuvieron que adaptar los docentes, sino que “la adaptabilidad de los chicos fue enorme. Fue también difícil para ellos”, señaló Carlos, y reconoció: “Hubo que tratar de encontrar un consenso, un punto en común en el que todos estuvieran cómodos con las herramientas usadas. Fue bastante complicado. De hecho en la mayoría de los casos no se encontró”.
Catriel contó: “Básicamente todo lo hice leyendo en internet y viendo el tema en distintas páginas de Matemática. No tenemos clases por zoom”. En tanto, Lucas, alumno de 4° año de una escuela pública de Moreno, señaló: “La profesora de la escuela manda ejemplos pero hay veces que los entiendo mejor con un video en Youtube”. Soledad, como profesora reconoce que sus videos para explicar “tienen que ser cortos, que no le ocupen a ellos mucho espacio, que les guste y quieran mirarlos”.
Otra de las dificultades fue la corrección. “Los alumnos me mandan un ejercicio hecho y cuando está equivocado no hay posibilidad de tener ninguna didáctica para que se entienda de que se aprende del error. Por lo tanto, puede ser que alguien se enoje al escuchar o algo al recibir una corrección virtual porque no está el trato cara a cara”, aseveró Rita.
Los docentes de Moreno ya tenían una experiencia de suspensión de clases. El 2 de agosto de 2018 tras una explosión por un escape de gas en la escuela N°49, en la que lamentablemente perdieron la vida la vicedirectora Sandra Calamano y el auxiliar Rubén Rodríguez, los alumnos de las escuelas públicas del distrito no asistieron a las aulas durante ese año. Sin embargo, la situación era diferente. Porque como explica Soledad: “Vos podías ir a la escuela. Se armaban tutorías con horarios y les podías explicar, podías armarte láminas”. Carlos destaca otra gran diferencia con la situación actual: “Los chicos podían juntarse, reunirse para hacer los trabajos. Ahora cada uno tuvo que afrontar su realidad”.
Por último, los profesores hicieron referencia a los contenidos. Luciana contó que “se intentó dar contenidos nuevos pero fue muy difícil y también notamos que resultaba frustrante para los chicos el no entender. El pedir ayuda, el explicarle y seguir sin entender qué hacer con eso”. Por su parte, Enrique reconoció: “Se ha hecho una selección de los temas que necesitamos dar para que los estudiantes estén preparados para el año siguiente”. Carlos también coincide en que “no digo que no hubo conocimientos nuevos. Pero fue tan a cuenta gota lo nuevo con respecto a lo que hubiese sido un año normal o un año con clases presenciales, que no se compara”.
No se compara una clase presencial con las explicaciones por video, audio o texto que puedan dar los profesores a sus estudiantes. Pero ahí está la matemática que sigue siendo la misma pero su enseñanza se trató de adaptar los tiempos que corren y claramente no es nada fácil.
Dic 16, 2020 | Comunidad, Novedades

La pandemia y el aislamiento devenido con ella desestabilizaron la rutina diaria de las familias argentinas. Hubo que adaptarse y trasladar todas las actividades al seno del hogar, entre ellas la educación. El aula se transformó en virtual y la mayoría de los padres hicieron las veces de docentes. Si bien no fue fácil, el acceso a un dispositivo y al servicio de internet fue y es fundamental para que la escuela llegue al hogar. Pero, ¿qué sucede en las zonas rurales?
“Acá en la región, el acceso a internet es un problema. No llega a todos lados y además es muy caro”, explica Marina Cáceres, docente de la localidad de El Hoyo en Chubut, y agrega: “Además no todas las familias tienen la posibilidad de comprar una computadora o un teléfono celular”.
Por su parte, también en la Patagonia, Mónica Tubio, docente y supervisora en la ciudad neuquina de Junín de los Andes, cuenta: “En las comunidades que no hay señal se trabaja mucho con la radio. Cada escuela tiene un horario en la radio de la comunidad, y por allí les dan tarea adicional a los chicos”. Otra experiencia, a 60 kilómetros de esa misma ciudad, es la que relata Clara Radeljak, directora de un establecimiento educativo en la comunidad mapuche San Ignacio: “Durante el aislamiento logramos que nos conectaran internet, pero llega solo a la escuela. Les propusimos a los chicos que se acerquen al establecimiento y usen el wifi libre. Así, a través de WhatsApp, podíamos complementar con otros recursos digitales las tareas que ya les mandábamos en papel. Esa estrategia no tuvo mucho éxito, solo algunos chicos hicieron uso de esta posibilidad”
En el centro del país, en el Paraje Los Espinillos, a 20 kilómetros de Mina Clavero, en Córdoba, Zulma Curtet, directora y docente, comenta: “En la cuarentena trabajé con grupo de WhatsApp, aunque tengo tres familias que no tienen luz, y a veces me llegaban los trabajos a las doce de la noche. Esto ocurría cuando tenían la posibilidad de cargar el celular en la casa de algún familiar. Ahora el WhatsApp solo lo usamos para estar comunicados y que los chicos vean los mensajes cuando tengan señal. Tuvimos que empezar a trabajar de manera impresa. Esa metodología fue la que dio resultado”.
Por su parte y desde el norte, Cristian Paz, profesor de Educación Física en un grupo de escuelas de la comunidad ichiI en Salta, cuenta que “los parajes están retirados de los pueblos, a unos 50 o 60 kilómetros. Para llegar, los docentes tenemos que ir en auto o moto y ahí no hay señal, ni de teléfono y menos de internet. Trabajamos todo por medio de cartillas, se las damos a la directora y ella se encarga de entregarlas a los papás casa por casa”.
Con la emergencia sanitaria, los gobiernos debieron implementar medidas para que la escuela llegue a los hogares, pero no en todos los casos fueron efectivas. “Desde un principio nos enviaron cuadernillos y pusieron programas de televisión, no voy a negar que eso es importante, pero la realidad es que yo pude usar solo el primer cuadernillo, los demás no. Cada región tiene una realidad diferente en torno a la educación. No todos los alumnos están parados en los mismos saberes y aprendizajes. Eso es triste, entiendo la urgencia, pero homogenizan y no se detienen en las diferencias.”, reflexiona Cáceres, la docente de Chubut.
“Los cuadernillos con los que trabajé tuve que modificarlos. Había cosas que estaban bien, pero había otras que estaban muy contextualizadas a la zona del AMBA o las ciudades. Lo que me llama la atención es que cuando nos dan capacitaciones docentes, nos dicen que tengamos en cuenta las diferentes realidades, contextos y situaciones de los alumnos. Y cuando hacen una bajada de línea, como en los cuadernillos, eso no se respeta”, agrega Curtet, desde Córdoba.
También se presenta una gran diferencia en relación al periodo lectivo, ya que se define por las condiciones climáticas de la zona en la que se encuentra cada escuela. “En las zonas urbanas las clases son de marzo a diciembre y en las rurales de agosto a mayo, entonces ahí ya tenes una diferenciación obvia en el nivel que tienen los chicos”, explica Tubio.
“Está todo muy centralizado en el periodo marzo-diciembre. Están preocupados por saber si los chicos que terminan ahora van a recibir su certificado y nosotros, en mayo pasado, estuvimos en la misma situación y nadie nos dio una respuesta. Los certificados de séptimo grado de los chicos que egresaron en mayo, se los pude entregar recién este mes ¿Y por qué? Porque ahora están terminando los del periodo marzo-diciembre”, sentencia Radeljak.

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En algunas zonas rurales, las necesidades son múltiples e influyen en el desarrollo educativo. Francisco Vigo, presidente de la Fundación Manos Misioneras, recuerda que “cuando comenzamos a trabajar en 2001, en la zona del monte misionero, había una gran deserción escolar por la falta de calzado. Una familia con cinco hijos mandaba un día a uno, al otro día al otro, es decir, se iban pasando el único par de zapatillas que tenían para poder ir a la escuela. Esto sigue sucediendo pero cada vez son menos los casos”.
Pero subsisten otros problemas: “Muchos papás en la ciudad mandan a los chicos porque ven a la escuela como una guardería, acá principalmente los mandan por hambre. Con el establecimiento cerrado es muy duro, porque los alumnos desayunan, almuerzan y meriendan en la escuela. Hay mucha desnutrición entre los chicos de la comunidad”, se lamenta Paz.
En este sentido, Tubio explica que durante el aislamiento “afloraron cosas que el docente muchas veces suplía y no se visibilizaban. Las falencias del Estado se cubren por la vocación del docente. Si el chico no tiene zapatillas, el docente se las consigue. Si no tiene dinero para cargar crédito, el docente le carga, y esto muchas veces no se tiene en cuenta”.
“En esta pandemia hice trabajo pedagógico y también social. Estuve atenta a que la comuna le entregue a las familias los bolsones de comida, y me mantuve en contacto para asegurarme que estén bien”, afirma Curtet.
En esta misma línea, Vigo asegura que “el rol del docente es importantísimo en estos lugares, no solo para enseñar sino también para contener”, y agrega que durante el aislamiento “armamos bolsones de alimentos y los docentes, una vez por semana, iban casa por casa y los entregaban a las familias junto al cuadernillo con las tareas. Fue una labor en conjunto”
Finalizando el 2020 y haciendo un balance general de lo que significó la pandemia para la educación rural en particular, la ausencia de la escuela como espacio físico de aprendizaje tiene sus consecuencias. “Hay contenidos que requieren la presencialidad. No todo se puede enseñar virtualmente y los docentes tuvimos que hacer una selección muy fina de los contenidos y de nuestras estrategias pedagógicas. La herramienta fundamental en la enseñanza es la observación, es el contacto directo con los alumnos, y analizar el proceso de aprendizaje de cada uno. En este contexto, este proceso lo veo en diferido y a través de la interpretación de las padres”, explica Cáceres.
Para Radeljak “los contenidos no se pudieron enseñar de manera ideal. Nos piden que prioricemos el vínculo con las familias, que por supuesto es importante, pero cuando tengamos que evaluar a los chicos y ver lo que saben o no. Eso es lo que me genera preocupación”.
“Yo creo que con la cuarentena hubo un retroceso grande en la educación de los alumnos de mi comunidad. Además, los padres de estos chicos no tienen el tiempo ni la capacidad para ayudarlos con las tareas, ya que la mayoría son analfabetos”, reflexiona Paz.
Por su parte, Curtet afirma que se está “preparando para el año que viene. Vamos a tener muchísimo trabajo para acompañar a los alumnos. Seguramente se van a ver contenidos de primero en segundo y así en todos los grados. Los chicos que ingresen a primer grado estarán muy poco alfabetizados. En sala de cinco ya se empieza con ese proceso y este año no se pudo llevar adelante correctamente ese aprendizaje”. Y agrega: “Una de las cosas que me pareció injusta es que no se dejó volver a la presencialidad a las escuelas rurales. No se analizó la situación epidemiológica de cada localidad. Acá el primer caso se dio en octubre y no dejaron que los chicos asistan al menos dos veces por semana una hora. Yo creo que se podría haber hecho tranquilamente y no se hizo”.
Dic 2, 2020 | Novedades, Trabajo

Trabajadores de la Pizzería 1893.
Delivery, mesas en la calle, terrazas y salones a un cuarto de su capacidad. Desde el 20 de marzo hasta hoy, la Ciudad de Buenos Aires fue variando los protocolos de aislamiento y los restaurantes debieron adaptarse. También aquellos autogestionados por sus trabajadores, organizados en forma de cooperativa. Algunos pudieron sacar provecho de la situación, expandieron sus horizontes de reparto y hasta modificaron la carta. En otros casos, todavía no volvieron siquiera a un ritmo mínimo de facturación que les garantice las subsistencia.
De acuerdo con el último registro nacional de empresas recuperadas que se realizó este año, hay 13 locales gastronómicos en CABA que se encuentran bajo la gestión de sus trabajadores. Representan el 17% de las cooperativas de la ciudad. Una de ellas fue incorporada hace pocos meses al informe: la pizzería 1893, ubicada en Villa Crespo, que fue la primera (y única) empresa del rubro gastronómico que se recuperó durante la cuarentena.
Como si comenzar un proceso de rescate del lugar de trabajo no fuera lo suficientemente difícil, quienes solían ser empleados de 1893 tuvieron que sumarle un contexto de pandemia y aislamiento. “No es solo la rareza de vivir en cuarentena, sino también cambió toda nuestra forma de trabajo y todos los problemas que trajo el vínculo con el ex empleador”, comenta Ernesto De Arco, que solía ser camarero pero tuvo que incorporar tareas de reparto a domicilio durante algunos meses.
Actualmente trabajan con envíos, mesas en la vereda y algunas adentro. “Por suerte teníamos una buena clientela, la pizzería siempre trabajo bien. Lo que hicimos fue reforzar el delivery: antes hacíamos un radio de diez cuadras y ahora nos extendimos muchísimo, como 50. Vamos en auto, en moto, en bicicleta, lo que sea”, agrega De Arco.
Pero una vez que el Gobierno de la Ciudad habilitó el 25% de ocupación de los salones para comer, aparecieron algunos problemas: “Nos dimos cuenta de que la gente no tiene una buena costumbre. Tuvimos que poner carteles por todos lados porque se levantan y van al baño sin barbijo, nos hablan en la cara sin tapabocas y nos ponen en riesgo constantemente. Sentimos que no les importa la gente que está trabajando. Queremos tener cuidado porque si nos contagiamos vamos a tener que dejar de trabajar y sería bastante difícil en este momento”, comenta el trabajador de 1893.

Lalo de Buenos Aires, la cooperativa gastronómica que funciona en el complejo del Paseo la Plaza.
No todas las cooperativas de gastronómicos tienen la misma suerte. Lalo de Buenos Aires funciona administrado por sus trabajadores desde el año 2014 pero desde el 20 de marzo no pudo abrir sus puertas hasta fines de noviembre: «Con la pandemia tuvimos que cerrar. Estuvimos en el local arreglando cosas, pintando, remodelando. Tenemos un patio pero no pudimos ni hacer delivery porque si lo hacíamos teníamos que pagar el alquiler al complejo La Plaza. Lo mismo si habilitábamos la vereda. Así que recién hace 11 días, que se pudo usar el salón también, abrimos”, explica Rafael Heredia, secretario de la cooperativa.
¿Cómo resistieron durante la etapa en la que estaba prohibido abrir el salón? «Éramos 18 en la cooperativa y quedamos ocho. Muchos se bajaron porque esto es a pulmón, hay que poner mucha voluntad. La mano viene mal, muy lento. La noche está muerta, no hay gente. Al mediodía se ve un poco más de gente. Estamos en zona de Tribunales, que atienden sólo por turno, igual que los bancos. Eso quitó mucho movimiento. Bajó mucho, no sé si llegamos a hacer un 30% de lo que trabajábamos antes. Está complicado pero lo importante es que se logró abrir y de a poquito vamos a salir adelante», confía Heredia.
Lalo de Buenos Aires está localizado en Montevideo al 300, dentro del complejo teatral Paseo La Plaza. El reciente regreso de algunas funciones del teatro en vivo, con protocolos autorizados, fue lo que permitió que los trabajadores volvieran a reabrir el local. Claro que la situación es muy complicada. «Los teatros abrieron con el 30% de capacidad y una sola función, se achicó un montón. La noche es mortal, no hay nadie. A las diez ya no queda nada. Los fines de semana hay algo más de movimiento”, dice Heredia.

La pizza a la parrilla de 1893 se hizo famosa en Buenos Aires.
Otra empresa autogestionada es Los Cabritos, una parrilla de la zona de Mataderos. Lleva cinco años funcionando con esta modalidad y en el año 2018 apareció en el top ten de mejores parrillas porteñas. Su fuerte es el asador criollo pero en este contexto tuvieron que prescindir de él. “El delivery tiene una particularidad: el trabajo se comprime en un par de horas, no es como el salón que es más largo en el tiempo”, explica Jorge Jaian, que se ocupaba de la atención en el frente pero ahora se convirtió en telefonista tomando pedidos. “Tuvimos que reducir la carta para evitar desperdicios. Hicimos platos del día, económicos. Se volvió necesario porque todos estamos más complicados con los ingresos entonces tiene que ser una oferta tentadora”, agrega.
Aunque no parezca, destinar la mayor parte del servicio al envío a domicilio puede ser una tarea difícil. En el caso de Los Cabritos, su diferencial estaba en la atención en el salón, la calidez del contacto con los mozos de siempre, el ambiente tradicional y el asador a la vista. “Un montón de negocios se dedican al delivery y la competencia se hace difícil”, señala Jaian. Y en cuanto a los protocolos para atender en el lugar, explica: “Iniciamos el trámite de habilitación para sacar las mesas a la calle pero no está siendo tan rápido. En la semana está medio tranquilo, la gente todavía no esta tan dispuesta a salir. Tenemos un público de una edad media para arriba, no es juvenil. Y eso también influye porque son personas de riesgo. No es una cervecería que se maneja con jóvenes”.
Alé Alé es un caso paradigmático de las cooperativas gastronómicas en el país. Formaba parte de un grupo de restaurantes que pertenecían a OJA, junto a cinco locales más. Todos fueron vaciados por los empresarios a cargo y algunos encontraron su propio camino hacia la autogestión, a lo largo del 2012. Hoy, con pandemia incluida, se mantienen en pie.
“Desde el momento en que arrancó todo, en marzo, la decisión fue no atrasarnos con lo que respecta a servicios, impuestos y alquileres. Nos pusimos renovar la pintura, arreglamos baños, cambiamos la cerámica; compramos los materiales y lo hicimos nosotros. Hay cosas que no podemos hacer cuando el local está funcionando, entonces aprovechamos y usamos el dinero que teníamos guardado. Somos de ahorrar por cualquier cosa que pueda pasar y fue de mucha ayuda”, explica Andrés Toledo, presidente de la cooperativa Alé Alé.
Actualmente funcionan con mesas en la calle, en la terraza y el salón interno con distanciamiento, lo que da un total de casi 300 cubiertos (sin contar el delivery). “Ya se está acomodando todo y es otro aire, no es lo mismo que tres meses atrás”, dice Toledo. Y respecto a las normativas para poder funcionar, comenta: “Siempre respetamos bien los protocolos. Todas las personas que vienen se van muy contentos porque ven una responsabilidad nuestra en cuanto al distanciamiento de mesas. Nos terminan felicitando por cómo nos estamos manejando. De parte de la clientela hemos notado un comportamiento muy bueno. Fueron bastante fundamentales, sin ellos no hubiéramos resistido”.

Lalo de Buenos Aires pudo reabrir recién cuando finalizó el aislamiento obligatorio.
Andrés Toledo se mantiene en contacto con otros locales que funcionan con la misma modalidad: “Tengo contacto con todos, no le fue bien a nadie. Tendrían que haber priorizado no atrasarse con los pagos y no lo hicieron. Creo que cometieron un error. Dejaron caer el motor de todos que es la cooperativa. A algunos ya les pidieron el local y les dijeron que no renuevan el contrato”.
“Ahora estoy participando en el conflicto de Rodizio de Costanera, a ver si lo podemos transformar en cooperativa, si quieren los trabajadores”, agrega. Muchas veces recurren a él y sus compañeros cuando detectan un conflicto latente con los dueños. Así fue el caso de la pizzería 1893 a comienzos de la cuarentena. Y de la misma forma, cuando Alé Alé necesitó ayuda en el año 2012, recurrió a los trabajadores del Bauen, otro hito de las empresas recuperadas en el país que a principios de octubre anunció que ya no seguirían adelante con sus actividades en el tradicional edificio de la Avenida Callao. La pandemia y una larga lucha por adquirir la propiedad desembocaron en un final triste, tanto para el hotel como para el restaurant que manejaba la cooperativa.