Entre fotos y fotogramas

Entre fotos y fotogramas

En el Teatro General San Martín se inauguró Memoria Fotográfica: una selección de imágenes tomadas por Oscar Pintor que, junto al documental de su hijo Pablo, evocan recuerdos de toda una vida.

Cada uno con su cámara y pasión por la imagen. Oscar Pintor, fotógrafo. Pablo, su hijo,  cineasta. Juntos arriban al Teatro San Martín e inauguran Memoria Fotográfica, una muestra de las mejores obras de uno de los principales referentes de la fotografía de nuestro país y estrena al mismo tiempo la película homónima que relata su odisea al pasado y a su provincia natal, San Juan.

De la misma forma que su padre utilizó la estética del blanco y negro, el juego de luces y sombras, Pablo y Julián (hermano gemelo del cineasta) utilizan música y silencios para acompañar las imágenes de un viaje familiar por la geografía sanjuanina, siguiendo las pistas para llegar a los escenarios donde Pintor tomó sus reconocidas fotografías, que ahora son paisajes muy diferentes e irreconocibles. Hacen de los recuerdos y memorias paternas un proyecto familiar, narran la pérdida, las faltas y muestran la ausencia como tiempo atrás supo hacerlo Oscar Pintor con la fotografía de autor.
Previo a la proyección de su película, y con la voz entrecortada, Pablo Pintor contó que “se unen la pasión por lo que uno hace y el amor” y, en el retrato de lo propio, deja un registro del “gran fotógrafo, que también es mi viejo”.

En la pantalla de la Sala Leopoldo Lugones se suceden recortes de videos caseros y fotos de Oscar Pintor: de vacaciones, de visitas a la antigua casa familiar, de la peluquería de su padre, mientras la voz del fotógrafo, a veces en off, relata el sentimiento de pérdida y cuenta su propia excursión a otros tiempos: “Me recuerda a una ciudad abandonada de la que se fueron todos y quedaron las cosas como estaban”, expresa. Y se marca el contraste entre una zona urbana que parece detenida en el tiempo y la mutación de los paisajes autóctonos, tan cambiados.

Un arco de fútbol en medio de un baldío, un pullover transparente en el alambrado, un perro esquelético olvidado que duerme en la sombra. Oscar Pintor encuadra y prolonga en sus imágenes la estela de lo humano que aún permanece en lo abandonado, en la ausencia. El “poeta de la fotografía argentina” hace de ambientes y objetos que son conocidos, una composición simétrica y organizada, pero también tranquila y nostálgica, suspendida en el momento indicado, que se vuelca viva en la experiencia de compartir un origen común, interiores de provincias y recuerdos propios.

La Fotogalería del teatro, convertida en reunion familiar, expone “lo mejor que nos dejó la epifanía de la fotografía” en palabras del curador de la muestra y tambien fotógrafo Claudio Larrea.

En los últimos instantes del documental, las imágenes muestran al reconocido fotógrafo mientras acomoda su Rolleiflex frente a una silla desvencijada paralela a una pared no en mejor estado. Pintor camina a su cámara y hacia la pantalla grande, mira por el visor y toma una foto. “Hay que buscar el negativo. Seguro está”, le dice a su hijo Pablo refiriéndose a una foto en particular de la extensa memoria familiar y visual de la familia Pintor.

 

La muestra, libre y gratuita, se puede visitar de martes a domingos, de 14 a 20 horas, en la Fotogalería del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530, CABA.

Vida y obra

Oscar Pintor comenzó en 1979 a incursionar en la fotografía de autor. Alguna vez contó que se retiró hacia 1996 porque “dejé de verlas”. Sin embargo, en 2005 encontró la puerta de regreso en un conjunto de imágenes y negativos afectados por una inundación, en las cuales trabajó y finalmente llamó Restos de la Inundación. Fundó y dirigió FotoEspacio, la galería permanente del actual Centro Cultural Recoleta. Participó de la fundación, junto a otros 12 fotógrafos, del Núcleo de Autores Fotográficos, un espacio colectivo y abierto que buscaba revitalizar a la imagen como forma de expresión, y que fue fundamental para la disciplina en Argentina y Latinoamérica. Expone en diversas galerías y museos alrededor del mundo. Y es que, afortunadamente, las volvió a ver.

Oscar Pintor, de la emoción al vuelo

Oscar Pintor, de la emoción al vuelo

Durante diez años estuvo alejado de la fotografía y una inundación en su casa, que afectó parte de su archivo en negativos, le despertó nuevamente el interés por sus imágenes. Oscar Pintor, miembro del Núcleo de Autores Fotográficos y referente dentro de su generación, dice ser «un fotógrafo que nunca se la jugó». Discípulo de Humberto Rivas y ganador de premios Petrobras, Konex y Salón Nacional en 1985, Pintor creó y dirigió FotoEspacio, la galería del Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires. Sus trabajos hoy forman parte de patrimonios culturales en Argentina,  España, Bélgica, Francia y Estados Unidos. Y hasta el domingo 11 de septiembre puede verse, en la Fototeca Latinoamericana, la retrospectiva Pintor Inédito B&N, curada por Julieta Escardó y Marcos Zimmermann. Junto a la muestra, este sanjuanino nacido en 1941 presentó Pintor fotógrafo, el libro que repasa toda su obra en blanco y negro. En las imágenes de Pintor se advierte un mismo clima que se sostiene en toda su obra. Escenas precisas llenas de espontaneidad selladas con calma. Cada recorte tiene una función individual y en él, el tiempo, silencioso y cálido, transcurre más lentamente. Cada encuadre es parte de un mismo relato que, al mismo tiempo, tiene una historia entera dentro de sí. Cada imagen de 6×6 insinúa la presencia de alguien que observa serena y minuciosamente.

Puerta y ventana. San Luis, 1984.

Pintor, reconocido como figura en la fotografía, un día dejó de sentir ese no sé qué y colgó la cámara. Ahora, despreocupado de las exigencias del mercado, disfruta de volver a encontrarse con su propia mirada y reflexiona sobre su actitud frente a la fotografía, que fue «más de esperar que de ir y mostrar». Dice Pintor: “La fotografía es encuadrar la realidad y encuadrarla la transforma en otra cosa, en algo mágico. Hay algo más que no sé qué es pero me emociona, me hace volar». ¿Qué tiene que tener una foto para que la elijas? ¿Sos muy exigente? Sí, era muy exigente. Ahora también, de alguna forma eso no se pierde. Me entusiasmó empezar a revisar el archivo y rescatar fotos que yo había rechazado por autocrítico. Por otro lado, algunas me parecía que estaban bárbaras pero ahora las veo y nada. Es difícil. A veces hacés fotos que te gustan y después te das cuenta de que son insustanciales, y otras que nunca les di bola, las muestro y todo el mundo: “¡Ay wow!”  Y digo: «Bueno, si a todos les gusta algo debe tener». Pero es difícil la autocrítica, decir “esto sí», “esto no».   

Vaca en la selva. Jujuy, 1994.

¿Cuando llegaste de San Juan a Buenos Aires empezaste a fotografiar de otra forma? No, porque no me consideraba fotógrafo en ese momento. Yo hacía fotos. No sabía lo que era la fotografía de autor. Veía fotos en revistas, ni siquiera sabía que había libros. Estaba tan alejado del ambiente que hacía fotos sólo porque me gustaba el simple hecho de hacerlas y revelarlas. ¿Cambió mucho tu forma de ver la fotografía con el tiempo? No, pero lo que confieso es que estoy totalmente desorientado con la fotografía. No sé para dónde va, ni qué es, ni qué significa hoy. Cambio tanto y hay tanta imagen dando vueltas que es muy difícil. Estuve diez años sin hacer fotografía porque me parecía que todo lo que quería hacer o podía hacer ya lo había hecho. Me empecé a trabar hasta que dije «basta». Volví a la fotografía con las series de la inundación, que no tienen nada que ver con mis fotos.
La Fortaleza, Uruguay, 1988.

La Fortaleza, Uruguay, 1988.

¿Pensás en qué dicen tus fotos, de qué hablan?   Trabajé siempre con el momento, con el instante. Ver la imagen y encontrar un encuadre que me dijera algo más de lo que estaba viendo. Así es como trabajo en general. Siempre me interesaron los interiores, los climas, la luz. ¿Sabés qué es lo que le gusta a la gente de tus fotos? No, pero creo que en algún punto la gente se emociona. El valor que puede tener una imagen es que le emocione a alguien. Hay trabajos, cosas que son perfectas y fantásticas, pero no funcionan. Tipos que hacen cosas muy bonitas y lindas pero se quedan en eso. El tema de las segundas lecturas siempre me interesó y a lo mejor es eso lo que tienen mis fotos, que te enganchan para volar un poco.
Bombacha 1. Buenos Aires, 1993.

Bombacha 1. Buenos Aires, 1993.

¿Cómo fue tu vínculo con Humberto Rivas? Yo hacía fotografía desde los 18 años porque me servía para mi trabajo como diseñador. No había descubierto lo que era realmente la fotografía de autor. Conocí a Juan Travnik, a Sara Facio y a Humberto Rivas -que desgraciadamente se fue antes de que llegaran los milicos- a través de la fotografía publicitaria, porque había hecho algunos trabajos con él como fotógrafo. Empecé a ver sus fotografías y él para mí fue un maestro. Me movilizó muchísimo y me llevó a trabajar. Cuando me pongo a ver y analizar mi fotografía encuentro partes bastante influenciadas por él. Lo conocí más en mis viajes a Europa porque él vivía allá y cuando él venía acá nos veíamos e intercambiábamos fotos. Yo tenía una admiración hacia él también como persona, era un tipo muy generoso para brindarse. ¿Hay autores nuevos que te gusten? Sí, hay muchos que están trabajando bien. Creo que a los autores hay que verlos con un poco más de perspectiva y de tiempo. La fotografía es un poco exitista. Hay gente que trabaja un año y chau. Pocos siguen consecuentemente produciendo. De golpe ves tipos muy interesantes, pero hay que ver si siguen. Cualquiera hace una foto. El tema es quién tiene una mirada consecuente en el tiempo. En el Buenos Aires Photo ves miles de imágenes y no son muchos los que siguen y empiezan a tener una obra fuerte. ¿Sentís que te faltó hacer alguna foto? A la distancia, ahora que las veo -porque las tuve que plasmar en un libro- en general con la mayoría estoy conforme. No es que sean gran cosa pero tampoco pretendo ser «el” fotógrafo. Pero sí me conformo, sino no lo haría. Algunas me gustan mucho. Pero yo siempre digo que si te tengo que elegir fotos que realmente valen la pena, son diez. Tengo ciento cincuenta en el libro pero si me dijeran «tenés que elegir cuales pueden quedar», no creo que sean más.   Pintor Inédito B&N puede verse hasta el 11 de septiembre en la Fototeca Latinoamericana, Godoy Cruz 2626. www.fola.com.ar