May 8, 2018 | Culturas, Novedades, Te puede interesar

¿Sos fan de los Redondos? ¿Pero sos muy fan de los Redondos? Con estas preguntas empezaba el proyecto de Gabriel y Guadalupe. Todavía no tenía etiqueta y probablemente nunca la tendría. Poesía de Ricota finalmente tomó la forma de un experimento teatral que cargado de tragedia, contradicciones y paradojas del universo de Los Redondos funciona como una reversión de las canciones de Carlos El Indio Solari.
Gabriel Wolf se adentró en el mundo del teatro a través del grupo Los Macocos, emblemático conjunto teatral de los años 80. Ricotero de toda la vida, se preguntaba qué sucedería si se les sacara la música a las canciones del Indio. De la mano de Guadalupe Bervih, la co-directora, y con un elenco formado por Gabriela Biebel, Marina Garré, José Formento, Miriam Eva Rellán, Marcelo Saltal y Gustavo Slep, ambos directores comenzaron a formar diez micro-relatos , que , llenos de dramatismo, risas y metáforas, logran captar la atención del público en escasos minutos.

Poesía de Ricota se presenta todos los martes de mayo.
“Si se ríe, se conmociona de alguna manera, algo pasó en la función. Eso fue también el concepto con el que trabajamos. Tiene que pasar algo en esos dos o tres 3 minutos que dura el texto. Tiene que ser como un fósforo. El fósforo vos lo encendés y ¿cuánto dura prendido? Nada, dos minutos. Entonces esa imagen se la dimos a los actores. Que ellos tienen dos minutos para estar encendidos y que pase algo”, explica Gabriel.
“Es que en el minuto y medio que dura la representación tenés que generar un clima y un público que estén enganchados. ¿Para qué? Para que no decaiga la actuación. Porque vos no le podes entregar a tu compañero un público aburrido. Vos en esos minutos tenés que comunicar algo. Lo que se logra en 45 minutos de una obra, vos lo tenés que lograr en unos minutos”, agrega Miriam.

La obra se presenta en Pista Urbana, un bar ubicado en Chacabuco 874, San Telmo.
La interpretación de José Formento, una especie de maestro de ceremonia, se sale un poco de esa lógica del espectáculo, funciona como conector de los relatos. José comenta que la idea de su personaje -mucho más irónico y ácido- era romper con el código que establecía el resto del elenco, desde el vestuario, lo corporal y finalmente desde la dramaturgia con los textos. Nutriéndose de escritos del Indio Solari sacados de la revista Cerdos y Peces y de los discos, el personaje de José une a las distintas narraciones. “Buscábamos una suerte de comodín. Como que mi personaje se encarga de la costura, de ir cociendo, hilvanando. Soy como el puente entre los distintos bloques” expresa.
La locación fue otro de los factores que desencajaría a los actores. Tomando un lugar poco convencional, como Pista Urbana, un bar de San Telmo, los directores querían lograr que el espectador siempre estuviera cerca del actor; y que este se moviera entre las mesas, que no tuviera escenario estable y que llenara la sala de un dinamismo fugaz.

La interpretación de los actores busca romper los códigos del teatro convencional.
“A los actores, el escenario nos resulta un lugar muy seguro. Hacer un espectáculo donde se rompe con la idea de caja negra es todo un desafío porque uno está muchísimo más expuesto y eso también te modifica corporalmente. Es trabajar a 360 grados”, comenta José.
Miriam agrega: “Gabriel utiliza la imagen de pequeños atentados en un bar. Las canciones van surgiendo en distintos lugares del local y funcionan como atentados. Rompen con el espacio teatral. El espectador no sabe dónde tiene que dirigir la mirada, porque la voz sale de atrás o del costado. Entonces estas roturas hacen que la gente se vaya acomodando permanentemente. Y es lindo, porque implica tenerlos atentos a lo que va a venir”.

Las canciones rompen con el espacio teatral.
Poesía de ricota estará los martes de mayo a las 20 horas en Pista Urbana, Chacabuco 874.

Las interpretaciones buscan llevar al público a la conmoción.

Poesía de Ricota es un experimento teatral que reversiona las canciones ricoteras.
Mar 27, 2018 | Culturas, Novedades
Tres décadas atrás, un 26 de marzo, murió Miguel Abuelo, líder de una de las bandas fundacionales del rock nacional. Con una de las voces más destacadas de Argentina, una presencia hipnótica arriba del escenario y una personalidad y pluma arrasadoras, la muerte encontró a Miguel Ángel Peralta en el otoño del ‘88, a los 42 años y casi a la par de los otros dos grandes innovadores de esos tiempos: Luca Prodan y Federico Moura.

«Un poeta y un juglar», así el Flaco Spinetta había definido a Miguel.
En el ‘46, cuando todavía no había cumplido el mes de vida, su madre, Virginia Peralta, contrajo tuberculosis y Miguel fue internado en un orfanato, ya que nunca conoció la identidad de su padre. A los cinco años fue adoptado por el director de la institución, maravillado por la personalidad del pequeño. Y a los 12 regresó a vivir a Munro junto a su madre y a su hermana Norma, donde empezó a vincularse con la música, más precisamente con el folklore.
A fines de los ‘60 y a partir de una mentira, Miguel creó Los Abuelos de la Nada cuando acompañó a su amigo Alberto “Pipo” Lernoud a una reunión con Ben Molar, dueño de la discográfica Fermata. En aquel encuentro le aseguró al productor que tenía un conjunto. “Cuando le preguntaron sobre el nombre no tenía ni idea, entonces eligió algo del libro El banquete del Severo Arcángelo de Leopoldo Marechal, en el que en un momento se lee ‘padre de los piojos y abuelo de la nada’, y así surgió Los Abuelos de la Nada”, relata Marcelo “Chocolate” Fogo, bajista de la última formación y sobrino de Miguel Abuelo.
En Plaza Francia, lugar de reunión de hippies y bohemios de la época, nació la primera formación de Los Abuelos de la Nada. Estuvo integrada por Eduardo “Mayoneso” Fanacoa en teclados, los hermanos Lara, Miky en guitarra rítmica y Alberto “Abuelo” en bajo; y Héctor “Pomo” Lorenzo en batería. De esta temprana etapa, en la que graban en 1968 su primer simple Diana Divaga, también participaron otros músicos como Kubero Díaz, Miguel Cantilo, Claudio Gabis, Jorge Pinchevsky y un joven Norberto “Pappo” Napolitano. Pero la primera generación de Los Abuelos no duró demasiado, especialmente por problemas entre Miguel y Pappo, que generaron que la banda se disolviera un año después de su formación.
A principios de los 70, el entonces ex líder de la banda decidió exiliarse en Europa, escapando de la dictadura de Juan Carlos Onganía,. Allí vivió once años. “El rock estaba en un círculo vicioso de algunos pocos artistas, los que se habían callado la boca con el tema de la dictadura, un momento en el que las opciones eran o irse del país o empezar a hablar de otra cosa y Miguel fue uno de los que se fue”, recalca Chocolate Fogo, quien recuerda muy bien esos días. “Mi mamá (Norma Peralta) también tuvo que irse y lo hizo con Mercedes Sosa, que era su compañera de ruta. Al igual que cantidades de músicos que tuvieron que escapar de Argentina porque estaban en las listas negras”, agrega el músico.
En el Viejo Continente conoció a su esposa Krisha Bogdan, con quien tuvo a su único hijo, Gato Azul Peralta, y grabó un disco solista, Miguel Abuelo et nada. Pasó por Inglaterra, España, Holanda y Bélgica hasta que cruzó camino con el bajista Cachorro López, con quien surgió la idea de reflotar Los Abuelos de la Nada. De vuelta en Buenos Aires, rearmaron la banda con la que sería su formación más exitosa: Andrés Calamaro en teclados, Cachorro en bajo, Gustavo Bazterrica en guitarra, el saxofonista Daniel Melingo y Polo Corbella en batería.
Su primer álbum, Los Abuelos de la Nada, fue producido por Charly García, quién además los invitó a ser teloneros de su show de 1982 en Ferro. De ese primer trabajo, las canciones “Sin gamulán”, “Vasos y besos”, “Himno de mi corazón”, “No te enamores nunca de un marinero bengalí” y “Tristeza en la ciudad”, sin dudas marcaron la época. “Vi a Los Abuelos por primera vez con la segunda y mejor formación en el Cine Gran Ituzaingó y fue un show alucinante. Abuelo era increíble en el escenario, era pura energía”, recuerda con emoción José Moyano Prado, fanático de la banda.
La segunda formación editó en 1984 el segundo disco, Himno de mi Corazón y en paralelo Miguel lanzó un proyecto solista que bautizó Buen Día, Día. Por estos años, comenzaron en el grupo a producirse roces y desacuerdos. Como despedida, en 1985 editaron Los Abuelos en el Opera, un disco en vivo.
Ese año fue el último recital con esa formación en el festival Rock and Pop, que se llevó adelante en el estadio de Vélez, “famoso porque Miguel recibió un botellazo en la cara y después de ese episodio, tanto Andrés como Cachorro decidieron que era el momento de parar”, cuenta Fogo. Es así que a fines del 1985 Los Abuelos de la Nada se disuelven, una vez más.

Miguel Abuelo, Chocolate Fogo y Los Abuelos de la nada en 1987.
La tercera y última versión de Los Abuelos apareció en 1986: Juan del Barrio tomó los teclados, Marcelo “Chocolate” Fogo el bajo, continuó Polo Corbella en batería y se sumó el ya por entonces legendario guitarrista Kubero Díaz. Este último conjunto inició con el nombre de “Miguel Abuelo en banda”, “jugando un poco con la idea de que los otros habían dejado el proyecto abruptamente”, dispara Fogo, pero luego volvió al nombre original para lanzar el último disco de Los Abuelos: Cosas Mías. A esta altura la música de Miguel y los suyos llegaba a toda Latinoamérica.
“Formar parte de Los Abuelos de la Nada fue una experiencia única, una marca a fuego para el resto de mi carrera y de mi vida”, explica, emocionado, Fogo, quien se sumó a la banda siendo sólo un adolescente, pero de un talento prometedor. “Yo fui muy promiscuo con el tema del arte, específicamente con la música y la escritura, y Miguel detectó eso rápidamente, él era un gran buscador de cómplices para concretar sus obras”, rememora. Fogo se había formado no sólo viendo y escuchando a Los Abuelos y tomando clases con Cachorro López, sino trabajando en el “detrás de escena” con las formaciones anteriores.
En marzo de 1988, cinco días después de haber cumplido 42 años, Miguel Abuelo murió como consecuencia del VIH. Un poeta y un juglar, como lo definió el Flaco Spinetta, que irradió con su música y sus letras el valor de la libertad. Quizás las mejores palabras para recordarlo sean las que expresó su sobrino y amigo Chocolate Fogo: “Miguel era un personaje muy controvertido e impredecible, circense por momentos con toques líricos, un showman por supuesto, pero sobre todo fue un gran intérprete de su obra”.
Mar 12, 2018 | Culturas, Novedades
La primera mujer –ya que se esperan varias- se mueve sigilosamente hacia el micrófono ubicado en el punto medio del escenario e irrumpe sin previo aviso. Tiene en su mano izquierda un símil a unas castañas, con tiras de colores brillosos en contraste a la oscuridad del ambiente y de la noche de un jueves ocho de marzo. Las luces sobre el escenario se atenúan y ella, sonriente, canta a capela mientras da leves golpes a su pecho, cual latido de corazón o cajón peruano. Cierra los ojos y su voz se escucha, retumba en el Club Atlético Fernández Fierro abarcando los rincones y las mesas y vasos del público en silencio. La tonada es limpia, clara y acompaña la letra con escasos movimientos de sus brazos. A su alrededor: un piano, dos guitarras –criollas y eléctricas- un laúd, un bombo, y micrófonos para más compositoras invitadas. Quien está en escena culmina su primera interpretación, y acto siguiente convoca a otra mujer a cantar junto a ella una canción en honor a Violeta Parra. Antes de eso, menciona la importancia de la fecha, su significado, y resalta además la “coparticipación de todas las presentes, dentro y fuera del lugar, junto con las que vendrán en el resto de la noche”. Hay, efectivamente, trovadoras en escena.

Las Mujeres Trovadoras en escena.
Un trovador era aquel personaje poeta y cantautor del medioevo que componía su música con letras allegadas al amor, aunque también en ocasiones su prosa contenía discusiones políticas, o miradas críticas sobre lo social. Y aún característico de la Europa de los siglos XII y XIV, su labor como nexo entre la canción y los conflictos sociales se retoma actualmente desde una perspectiva contrahegemónica y disruptiva: la mirada femenina.
Mujertrova es un Movimiento de Mujeres Trovadoras de Argentina que se fundó en 2013 gracias al trabajo de Paula Ferré y Alejandra Rabinovich (esta última desvinculada actualmente), ambas trovadoras a nivel local. Si bien el concepto de trovadora no es comúnmente mencionado en los medios masivos de comunicación, para estas mujeres resignifica más que una forma de llamar a una cantora. Los padrinos del movimiento son el trovador cubano Vicente Feliú Miranda, y la trovadora local Teresa Parodi. Ambos fortalecieron el movimiento desde su nacimiento y contribuyeron al crecimiento colectivo.
Carolina Wajnerman es integrante del movimiento desde los inicios, y aclara ante todo la impronta latina de las trovadoras en su afán de visibilizar la canción creada por mujeres. “Nosotras nos plegamos a un movimiento a nivel latinoamericano de un género no solo musical, sino también social y político en relación a la canción y la música”. Ella fue la primera en subir al escenario a tocar en la última fecha de Mujertrova en Capital Federal por el Día Internacional de la Mujer. Ese mismo encuentro se dio en simultáneo junto a otro realizado en Córdoba y un tercero en San Rafael, Mendoza (con la presencia de Paula Ferré), lo que denota el perfil del movimiento como una red conectada en distintos puntos del país. “Siempre Mujertrova es principalmente un encuentro con las compañeras, con la canción, con el decir y el compromiso de todas con lo que sucede alrededor”, agrega Carolina.

Silvia Gers en el concierto del grupo Mujeres Trovadoras en el Club Atlético Fernández Fierro.
Hay ciertos rasgos que caracterizan a una trovadora. Que su música sea de su autoría, o que recorra nuevos lugares para que sus letras se esparzan entre la gente. Sin embargo, un aspecto se destaca y manifiesta como premisa ante toda trovadora: canta para hacer saber lo que sucede. Y es ahí donde reside un mensaje diferente a la frivolidad mediática y naturalizada.
Para Mijal Guinguis, pertenecer a Mujertrova es un punto de inflexión. Es una joven cuya dicción y pronunciación son predilectas, lo que anticipa su calidad como cantante y la prolijidad de la voz. “Encontré en esta agrupación –hace ya muchos años- algo muy significativo para mí, como grandes cambios en pequeñas acciones”. Ella es pianista, y como muchas otras integrantes lleva editados álbumes solistas de forma independiente.
Mijal fue la segunda en subir a escena en la noche en Buenos Aires, quien a cargo del piano y de espalda al público, le cantó a la crudeza de vivir y la simpleza de seguir luchando como trovadora –y como mujer- en el día a día. “Es bueno saber que si una flaquea, hay otra para sostenerla”, sostiene ferviente.
A las periódicas presentaciones de Mujertrova, se añade un “Encuentro Nacional de Mujeres Trovadoras”. Cada año se organiza un festival de dos o tres días con la participación de entre treinta y cincuenta trovadoras argentinas, en las que además de compartir su música, gestionan talleres gratuitos, realizan actividades comunitarias y se comprometen en contribuir a barrios carenciados. “Cada año se proponen diez trovadoras nuevas, diez integrantes nuevas para grabar un CD nuevo con la canción de cada trovadora”, añade Mariana Brito, asistente del movimiento y gestionadora de las redes sociales, una herramienta clave para la organización de los eventos.

A sala llena, en la noche en el Fernández Fierro
Mujertrova tiene además un reconocimiento estatal. En septiembre de 2017 el Congreso de la Nación Argentina otorgó al movimiento la distinción “Juana Azurduy” en conmemoración al trabajo colectivo, el compromiso por el bien común y su labor cultural. A casi seis años de su fundación, el Movimiento de Mujeres Trovadoras Argentinas se encuentra en la sazón de su momento, en un contexto de advenimiento y concientización sobre el rol de la mujer en sociedad. Y sus ejemplos se ejecutan con cuerdas o vientos en escena.
Sobre el final de la noche en el Fernández Fierro se presentaron Sara Mamani y Silvia Gers. Una es la contracara de la otra. Mientras Sara es callada y discreta, Silvia habla, y agrega aún más. Empero, ambas se complementan, son equidistantes al cantarle y tocar al nacimiento de una flor, o a una oleada de mujeres movilizadas en las calles. Sara es de Salta, la mayor de todas en escena, pero no flaquea ni un instante en transmitir la sequedad y la verdad de sus letras, acompañada por una guitarra eléctrica hueca y la voz como estandarte de protesta. “Una fecha movilizante la de hoy”, dice por lo bajo fuera de libreto. Silvia es la morocha de mechones con puntas rojizas. Se para desafiante en medio del escenario y rasguea acordes como si de rock crudo se tratase. Pero también invita al público una y otra vez a no quedarse de brazos cruzados. Vuelve a la crudeza, pero esta vez en las letras como baldazos de realidad y agua fría. De cualquier forma, ya se presencian tres trovadoras en los tablones y faltan más. Cuatro. Cinco, seis. Ocho y la trova comienza de nuevo.
Ene 17, 2018 | Entrevistas, slider
Hay una banda de cumbia que invita a sudar sin nombres ni moral, a entonar sus canciones con “lenguas insurrectas” y a agitar las caderas de “cuerpos castigados” por el patriarcado con el puño feminista en alto. Está “viva y furiosa”, lista para desafiar al machismo. Cuestiona la monogamia porque “es un cuento de la infancia” y el régimen de heterosexualidad obligatoria porque sabe que “revolución es que te pueda besar en cualquier lado, sin sentir la vergüenza”.
Se ríe de la inclusión a medias, de la hipocresía del “está todo bien con que cambien de nombre, pero en el fondo siguen siendo hombres”. Le canta con rabia a los CEOs del capitalismo, que “propagan talleres clandestinos, odian al pobre y a lo distinto”. Con el deseo de vivir en paz y el amor como el gran motor proponen “acabar bien pronto con estas violencias” y “cortar con tanta indiferencia”. Esto es Sudor Marika. Nicolás Gabioud, Nahuel Puyaps, Rocío Tirita, Vicente Quintreleo, Sebastián Sazali, Lautaro Pane y Carolina Piccarreta se juntan a ensayar en el Doke. Salen a escena con los rostros tuneados con gliter y los cuerpos semidesnudos decorados con accesorios propios de la estética BDSM (Bondage, dominación, sadismo, masoquismo). En sus shows entre tema y tema entonan a coro con el público “Macri no es, puto es liberal, hacete cargo él es heterosexual” y re versionan el clásico de Supermeka2: “que levanten las manos como yo la que quiera un misoprostol”. Tienen disco nuevo, Las yeguas del apocalipsis. Toda una declaración de principios.

Sudor Marika se presentó, junto a la banda Los Rusos Hijos de Puta, en el Teatro Mandril.
¿Cómo surgió la idea de cantar sobre los feminismos y las luchas LGTBIQ?
Vicente: Había algo que nos hermanaba que es la militancia de nuestras identidades disidentes. El hecho de ser una banda de cumbia integrada por personas que tenemos una base de empoderamiento de algunas causas hizo que supiéramos de entrada que no iba a ser una reproducción de lo que es la cumbia como género musical. Nuestras canciones son creaciones colectivas. Queremos ocupar este espacio, pero desde nuestra experiencia y forma de pensar un mundo posible, usando este género musical que es bastante machista como la mayoría de los géneros, misóginos, violentos.
Nahuel: No es que primero vino la idea y después las canciones, creemos que lo personal es político, para nosotras no está la vida por un lado y cuando vamos a hacer canciones vemos cuál es el tema políticamente correcto. Escribimos sobre lo que estamos hablando, deseando, pensando, amando.
¿Por qué tocan cumbia? ¿Qué significa para ustedes la cumbia?
Rocío: La mayoría ya veníamos escuchando cumbia, creemos que este género tiene algo de la celebración, de la fiesta, de trastocar algunos sentidos de las letras de las canciones.
Vicente: La propia cumbia fue la que nos hizo encontrarnos, todos los que integramos la banda tenemos en común que la cumbia es el género que elegimos por excelencia al momento de salir a bailar algo. Para nosotras tiene un sentido especial crear estas letras con una música popular, pensamos que es una música que tiene un montón de llegada a un público muy amplio.

«Creemos que este género tiene algo de la celebración, de la fiesta, de trastocar algunos sentidos de las letras de las canciones», dice Rocío Tirita sobre la cumbia.
En sus letras se refleja una visión muy crítica hacia el actual gobierno, ¿cómo se posicionan en lo políticamente partidario?
Nahuel: somos varias en la banda y hay posicionamientos heterogéneos, pero en esa línea que prevalece o que se ve hay algo que nos une.
Rocío: ¡Amor a Cristina, dale decílo! (Risas).
Nahuel: Pero entendemos que eso no obtura otras alianzas y de hecho en general son sectores de izquierda los que nos llaman para compartir espacios, porque tenemos una mirada anticapitalista y antipatriarcal que puede ser contradictorio con la figura de Cristina. Con ella tenemos un amor y una pasión porque es alguien que dijo las cosas en un tono como de una cumbia.
Rocío: También está la cercanía entre la cumbia y lo popular.
Nahuel: En un diario nos hicieron una entrevista y un pibe comentó que éramos “populismo rosa”. Me parece que eso que nombran como populismo rosa es chorrear y entender que los cuerpos puedan también comprender por dónde va la política y no dejarlo para los iluminados.
Vicente: Lo que nos importa destacar en este momento es que somos una banda antimacrista porque creemos que desde ese lugar generamos la posibilidad de establecer alianzas que hoy nos parecen mucho más trascendentales que decir banco a Cristina o no, a pesar de que nosotros la amamos. Hay personas o más bien trolls que nos bardean con un ejercicio del odio al que no le queremos dar cabida.

«Hay un deseo de pureza al que nosotros no queremos responder porque pensamos que somos seres que estamos en constante experimentación», dice Vicente Quintreleo.
“El estruendo siempre es fuerte cuando cae la moral” dice una de sus canciones. ¿Qué significa para ustedes derrocar la moral?
Vicente: Hay un deseo de pureza al que nosotros no queremos responder justamente porque pensamos que somos seres que estamos en constante experimentación, y nos referimos a todo tipo de discurso de pureza, de moralidad, incluso dentro de los feminismos y la disidencia sexual.
Nahuel: esta idea de la moral viene a romper con la idea de que la pelea no es solo con el capitalismo y el patriarcado, también va a ser cada vez que vengan a decirnos cómo tenemos que vivir porque el poliamor también se puede volver moralista. Si hay una receta a la que nos tenemos que someter para poder vivir, para ser más progres o más feministas, hay alguien de afuera que nos está diciendo cómo hay que vivir. Esa es una pelea constante y cuando das esa lucha, ya nunca estás tan cómodo y eso no te deja nunca descansar ni creértela que ya sos lo suficientemente rebelde o anarco porque la moral se te filtra siempre, es un trabajo deshacernos de ella. Como dice Rocío en una canción: “Dejame sentir que siento”. Para eso hay alguna voz que hay que callar y es la de la moral.
Rocío: También está la moral en las izquierdas, está en todos lados.

«Quieren que estemos tristes. Hay todo el tiempo un ataque para que eso suceda y nosotras en ese infierno estamos encontrando alianzas», dijo Nahuel Puyaps.
A través de sus letras cuestionan y denuncian ciertas de formas de opresión. ¿Creen que, desde el lugar del baile, la alegría, la celebración se puede llegar a cambiar ciertos pensamientos?
Rocío: Sí, pero no en términos megalómanos sino como un espacio donde quizás a los cuerpos bailando les pasa algo, al menos alegrarse, pero no a modo de placebo, sino que hay algo del contagio de lo que proponemos que se da por afinidad política; no sé si vamos a poder convencer a un macrista que deje de votar a Macri, sino más bien pensar cómo seguir juntándonos, haciendo cosas e irradiar esa alegría en otros espacios.
Nahuel: No vamos a convencer a nadie de nada, pero es verdad que estamos en un momento en que la política está trabajando sobre nuestras afectaciones, sobre la tristeza. Quieren que estemos tristes. Hay todo el tiempo un ataque para que eso suceda y nosotras en ese infierno estamos encontrando alianzas. Todo lo que nos va sucediendo es por alianzas afectivas que se van expandiendo. Y lo que estamos encontrando es que aún en el medio del infierno estamos produciendo y creando desde el orden de la alegría y no desde la alegría que impone el macrismo como un slogan, sino desde una alegría que aumenta la potencia de la gente que está participando de eso quiere más. Hay personas que hacen un dibujo, otros tocan nuestros temas, otros hacen una remera, otros no invitan a tocar; hay toda una producción de alegría que se expande y no es la alegría del macrismo, sin pedirle nada a nadie participamos de un encuentro potente.

Sudor Marika canta sobre feminismo y luchas LGTBIQ, desafía al machismo y al patriarcado, cuestionan la monogamia y el régimen de heterosexualidad obligatoria, y van en contra del capitalismo.
Nicolás: Es una disputa de la cumbia como discurso, de la noche, de la fiesta. La gente lo escucha y se siente interpelada, se ve representada en estos espacios y eso genera más encuentros con más personas y así vamos conquistando todos los espacios.
Rocío: cuando decimos más encuentros con más personas no lo decimos en el sentido que nuestro objetivo principal como banda es tener un millón de fans y generar esa distancia infinita entre los fans y la banda; cuando decimos que se producen encuentros es porque hay algo que se contagia y que no tiene que ver con la adoración y la fascinación sino con una figura que circula más horizontalmente.

La banda se apropia de la cumbia para convertirla en bandera de la lucha por la diversidad y la disidencia.
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Sebastián Zasali: Teclado y voz
Rocío Tirita: Güiro y voz
Vicente Quintreleo: Guitarra y voz
Nahuel Puyaps: Bajo
Nicolás Gabioud: Trompeta
Carolina Piccarreta: Octapad
Ene 9, 2018 | Entrevistas, Novedades
Para el folclorista Ramón Ayala, el actual es “un tiempo ayalesco”, en que nuevas generaciones llegan a su obra, y entonces se cumple el objetivo de su razón de ser como artista: “Llegar a un público anónimo con la mejor expresión”. Con una agenda abundante en próximas presentaciones, El Mensú hace un lugar en su tiempo para dialogar. Cuenta y reflexiona sobre su actualidad, sus proyectos, su encuentro con El Che Guevara, con Rodolfo Walsh, sobre el ritmo que inventó -el gualambao- y su secreto para lograr con 90 años tener la alegría, el optimismo y la expectativa vital de alguien que recién va a iniciar su carrera.
¿Hay un despertar hacia Ramón Ayala, se ha producido un “tiempo ayalesco”?
Hace poco tiempo existía un tal Ramón Ayala que hizo “El Mensú”, “El Jangadero”, “El Cosechero”, y por eso están aquí ustedes hoy, les ha despertado un interés. A mí me resulta hermoso. Y es la verdadera labor del artista: aportar al pueblo en pos de cultura para elevar al pueblo hacia estadios superiores del pensamiento o del conocimiento.
¿Hay un nuevo público de Ramón Ayala?
Sí. Me asombro de la cantidad de personas jóvenes que hay en mis presentaciones. En mis recitales hay más jóvenes que gente mayor. Y yo me siento un “pende…nciero”, por no decir un pendejo junto a ellos. Pero soy un tipo muy joven, digamos, mentalmente por lo menos, y me siento a la altura de ellos. Y a mí me halaga muchísimo que las personas se interesen por mi obra. Porque uno se esfuerza, se propicia para que la obra tenga dos buenas piernas: una de música y otra de palabras. Y vos ves verdaderamente que lo poco o mucho que has hecho tiene una razón de ser: que es llegar a un público anónimo con la mejor expresión; porque viene de él y va hacia él, a la manera de un búmeran.
Te fuiste de Misiones de muy chico. ¿Cómo sostuviste las imágenes de tu lugar de nacimiento y cómo las fortaleciste, estando tan lejos?
Hay una cosa: dicen que el árbol tapa el monte. Por ese motivo uno no ve ciertas cosas; vos te ponés la mano frente a tus ojos y no ves muchas cosas de la casa.
Pero cuando vos sacás el árbol de frente tuyo, o te vas más lejos, ya ves la casa en toda su dimensión. Y cuando te vas de tu tierra estás viendo a tu tierra, el paisaje, todo el bosque y lo que traés dentro de tus imágenes. Yo tengo imágenes de color, de hojas de árboles, recuerdo formas. Me acuerdo de cosas que se han grabado en mi interior y que obedecen tal vez a una psiquis interior, o a una forma, una necesidad de transformar cosas que no las tenía en su momento en las manos, pero que estaban dentro de mí.
Esas imágenes interiores, en algún momento, ¿se convierten en obras?
Sí, claro. Cobran coraje y salen. Como un parimiento. Hay que capturar las imágenes antes que se evaporen. Son imágenes que te da la naturaleza. Se transforman en un cuadro, en un poema, en una canción. El artista tiene dentro a un loco que está agazapado. Y en algún momento se lanza. Parece apenas una chispa, pero eso pasa luego a ser un fuego; y lo comparo un poco con el ímpetu que tienen los caballos cuando están encerrados en el stud, esperando el momento para salir y lanzarse al camino. Cuando el artista decide a lanzarse es porque vio una chispa, y esa chispa quiere decir fuego, porque se va a convertir en fuego.

«Hay que capturar las imágenes antes que se evaporen. Son imágenes que te da la naturaleza. Se transforman en un cuadro, en un poema, en una canción».
Cuando hablás de capturar el paisaje, las imágenes, cuando en tu obra se descubren esas vivencias, ¿considerás también las costumbres y las tradiciones?
Sí. Y les tengo un gran respeto. Porque hay cosas que no son elaboradas científicamente sino que han brotado por medio de la intuición. Es la intuición pura que sale a flor y quién lo crea ni se da cuenta tampoco. Yo jamás pensé que el gualambao era un ritmo de 12 por 8 –se refiere a un tipo de compás musical- y que dentro del 12 por 8 había otro ritmo interior. Y ese es el encanto de todo esto. Como lo es la metáfora en la palabra. Que vos digas, por ejemplo: “Algo se mueve en el fondo del Chaco boreal, sombra de bueyes y carro buscando el confín, lenta mortaja de luna sobre el cachapé, muerto el gigante del monte en su viaje final”. Entonces estás viendo una inmensidad en cuatro palabras. Está ahí, atrapada e inamovible. Ahora, para llegar a eso, hay que transitar mucha legua. Muchas huellas.
Cuando el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos te invitó a La Habana en 1962, ¿conociste al Che Guevara?.
Sí, lo conocí en La Habana. Él trabajaba de noche, porque los calores son tremendos allá. Y de día descansaba. A la tardecita se levantaba y comenzaba sus actividades. Me recibió en un hotel. Y estaba también Salvador Allende, que todavía no era presidente, estaba Rodolfo Walsh… En Cuba se dio un encuentro muy lindo. Cada uno de los que estaba presente contaba cosas. Fue hermoso conocer. Recuerdo que el Che contó sobre cómo organizó el movimiento de los pescadores y en un momento dijo “porque en Cuba esa actividad estaba dirigida por los norteamericanos. Empresas norteamericanas. En Cuba, donde metías tus manos en el mar y sacabas pescado, estaba eso dirigido por los norteamericanos. Todo eso pasaba en Cuba, pero ahora no. Ahora el mar es nuestro. Las manos que sacan el pescado del mar son nuestras, y las manos que los van a vender, también son nuestras”.
¿Cómo fue esa charla?
Guevara estaba sentado ahí -señala en la mesa la posición de todos los presentes esa noche- y yo justo frente a él. Había personas del Partido Comunista, peronistas, radicales, personas de todo el abanico del pensamiento popular. Yo era un muchacho y no estaba consustanciado aún con la presencia del Che como prócer. Tampoco él había trascendido tanto; pareciera que tenés que morirte para ser alguien, al menos se acostumbra eso por estos lares. Y me dice el Che: Ramón Ayala, yo he cantado tu canción en los fogones de la Sierra Maestra. ¿Sí comandante? Qué alegría. Es demasiado honor para mí. ¿Y cuál canción? Teníamos dos, “El Cosechero”, y “El Mensú”. Pero como “El Mensú” tiene más elementos revolucionarios, es más frontal, optamos por esa. Y yo la cantaba en los fogones. Bueno, esto viene a justificar la creación de esta obra, si no hubiera existido un Che Guevara, esta obra no podría haber salido, le dije. Y él se reía. Se reía más por mi ingenio verbal que por la verdad de ese ingenio.
¿Qué cosas te movilizan más, te “revolucionan”?
Todo me renueva. Yo estoy en ese camino del descubrimiento, del encuentro, del hallazgo. Estos acontecimientos políticos que están ocurriendo ahora, aquí, también todo eso me moviliza.
¿Cuándo sentiste que tu vida iba por el lado del arte?
¿Querés que te diga la verdad? No te das cuenta. Vos sos lo que tenés que ser, es un mandato de no sé quién. De pronto llega una voz que dice “levántate y anda, todo está en ti”. Y si no llega esa voz, empezás a hacer cosas. Pero está la intuición. Y de pronto estás en un caminito, que se convierte en una avenida. Con toda la responsabilidad que significa conducir bien tu vehículo.
Atravesaste nueve décadas de historia de la vida de esta tierra. ¿Cómo hacés para que la historia no te absorba, no te capture?
Si, que la historia no me lleve hacia ella. Pero nosotros también vamos haciendo la historia, porque así como la historia nos va llevando, nosotros también la vamos modelando, y le vamos dando color, y la vamos seccionando. La historia que seccionó San Martín en Los Andes, él dio una identidad: “De aquí hasta aquí se llamará San Martín de Los Andes” y el se dio cuenta de eso. Y yo lo veo prácticamente como un cuadro. Uno de mis próximos objetivos es el de hacer un disco que será “Cantando con los próceres”, para que muchos tontos, vivos que andan por la calle sepan que, por ejemplo, Moreno es una calle, pero que sepan también que ese tipo se murió para que nosotros hoy estemos acá. Decimos “San Martín cruzó los Andes”, pero no tenemos noción real de lo que es eso. Andá y cruzá los Andes ahora, y hasta en coche, ya así te vas a llenar de miedo. Bueno, andá a cruzarlo a pié, o en burro, como lo hicieron ellos. ¡Qué increíble! Y entonces algo que contaré en ese material que quiero realizar dedicado a los próceres, dice: “Detrás de este oleaje que me está llevando irremediablemente hacia las profundidades estoy viendo las lucecitas de mi Buenos Aires. Allá lejos, en el horizonte, casi. Y sé que ya no volveré, que voy hacia la muerte total. Pero también sé que en este momento están naciendo niños y jóvenes que van a llevar las banderas de mi canto. Las banderas de mi mensaje para mi Buenos Aires, para mi tierra gaucha. Para librar la soberanía de mi paisaje. Yo desapareceré, no importa. La obra está hecha”.
Actualizada 25/07/2017