Ramiro Menna: “Es pelado y tiene barba como yo”

Ramiro Menna: “Es pelado y tiene barba como yo”

“Tengo que comprarme un manual de hermano mayor”, pensó Ramiro Menna el lunes por la tarde, luego de conocer la noticia que había esperado durante casi 40 años: habían encontrado a su hermano, nacido en cautiverio durante la última dictadura militar. Entre sonrisas y lágrimas, Ramiro participó de la conferencia de prensa realizada en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo para anunciar la restitución del nieto número 121.

En junio, tras investigaciones llevadas a cabo por la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad CONADI y Abuelas, el hombre -de 40 años- había sido convocado a realizarse estudios en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Finalmente, el lunes se conocieron los resultados, y se anunció el hallazgo. “Qué mejor que encontrar a nuestros nietos, los desaparecidos con vida, los que nos están esperando”, dijo Estela de Carlotto, titular de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.

Alba Lanzillotto con Ramiro, hermano del nieto aparecido.

Alba Lanzillotto con Ramiro, hermano del nieto aparecido.

Dos generaciones de lucha

Ana María Lanzillotto nació en La Rioja 1947 junto con su hermana melliza María Cristina. Tenían otra hermana 19 años mayor, Alba. Las mellizas decidieron irse a Tucumán a estudiar. Ana estudió derecho y Cristina, escribanía. Ambas tomaron contacto con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y comenzaron su militancia. Más tarde, formaron pareja con compañeros de la agrupación.

Ana conoció a Domingo “el Gringo” Menna, quien había estado radicado en Tres Arroyos y, luego, viajó a Córdoba para estudiar Medicina. “El Gringo” participó del Cordobazo y de la fuga del penal de Rawson.

En 1974, Ana María y Domingo tuvieron su primer hijo: Ramiro. Ana María, embarazada de ocho meses, fue secuestrada junto a su pareja y otros compañeros militantes del PRT el 19 de julio de 1976 en Villa Martelli. Este operativo trascendió en los medios de la época como “un éxito en la lucha contra la subversión judeo-marxista”. Según testimonios de sobrevivientes, estuvieron detenidos en Campo de Mayo, y Ana también fue vista en el centro clandestino Puente 12.

Carlos Mario Lanzillotto, tío de Ramiro, desde La Rioja comenzó a averiguar dónde se encontraban los tres. Junto a su esposa Nidia viajaron el 8 de agosto de 1976 hacia Buenos Aires en busca de su sobrino, quien estaba en una guardería. Hasta ese momento, nada se sabía sobre Ana, Domingo y su bebé.

Ramiro vivió con sus tíos como si fueran sus padres, hasta que de a poco se fue informando sobre su verdadero origen. Creció y se formó en el movimiento juvenil de salesianos,  decidió hacerse cura y viajó a Etiopía. Luego se separó de la congregación y formó una pareja, con quien vive actualmente en Chepes, La Rioja, junto con cuatro hijos. Nunca supo nada sobre su hermano, incluso llegó a pensar que podría ser una mujer. Nunca, hasta el lunes.

La primera denuncia sobre el hecho la hizo Irma Ferrer de Menna, exiliada en México, en 1982. Denunció que su nuera había sido secuestrada embarazada.

La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo incorporó el caso y, más tarde, la hermana de Ana, Alba, pondría en marcha la búsqueda. Desde 2004 se investigó sobre la denuncia de su sobrino. Al mismo tiempo, la CONADI estaba realizando una investigación en colaboración con el Juzgado N° 3 de La Plata en el marco de una causa en la que Abuelas es querellante, sobre actas de nacimiento.

De común acuerdo entre Abuelas y CONADI, se decidió que la Comisión se contactara con el hombre, quien accedió voluntariamente a realizarse los estudios.

Así, el lunes se dio a conocer la noticia que Ramiro, Alba y el resto de sus familiares esperaban desde hacía años: la aparición del hijo de Ana y “El Gringo” nacido en cautiverio. “Es como que los chicos nacen de nuevo, porque nacen como debe ser, como personas libres”, expresó Alba.

40 años después

La conferencia de prensa comenzó con emoción y aplausos cerca de las 13 en la sede de Abuelas, ubicada en el centro porteño. Contó con la participación de Estela de Carlotto, Ramiro Menna, Alba Lanzillotto, el secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj, Leandro Despouy  -embajador extraordinario plenipotenciario y representante especial para los Derechos Humanos-, abuelas y nietos restituidos, entre otros.

Carlotto leyó un comunicado sobre la historia de la familia Lanzillotto-Menna, y resaltó: “El Estado es el responsable de reparar lo que hizo la dictadura. Van a haber respuestas, y hay que esperarlas y acompañarlas”.

Ramiro manifestó su alegría, aunque expresó que su hermano tiene que procesar toda la información. “No esperaba este resultado, tiene que hablar con su familia”, dijo, y contó los detalles del momento en el cual se enteró de la noticia. “El lunes a las 6 de la tarde estaba en Chepes haciendo cosas de mi laburo. Me llaman de Abuelas y me dicen ‘Ramiro, encontramos a tu hermano’. Así, ¡boom!”, explicó el flamante “hermano mayor”. “Me quedé helado. Me tiraron dos datos: es pelado y tiene barba como vos. De ahí, salí corriendo a contarle a mi mujer”.

Alba Lanzilloto, hermana de Ana María, conmovió al público con sus anécdotas sobre su familia, y se refirió a Domingo Menna: “’El Gringo’ era divino. Se complementaba perfectamente con la Ani”.

Cerca del final, ambos dedicaron unas palabras hacia el nieto: “Acá hay una familia que tiene 40 años de amor acumulado para darte, te queremos abrazar, te estamos esperando”, dijo su hermano.  

Estela de Carlotto remarcó la presencia de funcionarios del Estado en la conferencia y subrayó: “Estamos muy preocupadas por muchas cosas que están pasando, en relación a la violación a otros derechos humanos, como el trabajo y la vivienda, y hay que empujar para que se hagan las cosas”. Sin embargo, afirmó que la relación con el secretario de Derechos Humanos es “buena y constante”. Avruj, por su parte, expresó: “Estamos celebrando la vida. Esto nos hace crecer cada día más, como sociedad, como democracia”.

Dibujos que hablan

Hace cuatro años, el ilustrador Matías Trillo -hijo del reconocido guionista de historietas y escritor argentino, Carlos Trillo- había sido convocado por Abuelas de Plaza de Mayo para realizar con dibujos la historia de la familia Menna-Lanzilloto en el marco de “Historias por la identidad”, un proyecto que compiló treinta historias de hermanos que buscan a hermanos nacidos en cautiverio y que fueron editadas en un libro por el Archivo de Historietas y Humor Gráfico de la Biblioteca Nacional.  

En una historieta, Matías representó la vida de esta familia, resaltando el aparato represivo que hizo desaparecer a Ana María, Domingo, su bebé y a “decenas de miles de obreros, estudiantes, profesionales, docentes, amas de casa…”. En diálogo con ANCCOM, Trillo habló sobre la particularidad de realizar este tipo de ilustraciones: “Si vos me preguntás sobre ilustración, me puedo poner a hablar, pero en estos temas trabajás con gente real, con historias de verdad, es muy difícil”.

 

El hijo de la pareja Lanzillotto- Menna –el nieto número 121- nació luego del secuestro de su madre. “Vos podrías ser la hermana o el hermano que Ramiro está buscando”, dice la historieta.

Matías explicó cómo fue su contacto con Ramiro en ese momento: “Él acababa de ser papá, de lo único que me hablaba era de los ‘enanos’, y se me ocurrió poner a los chicos en la historieta, porque si no lo iba a encontrar el padre por ahí lo encontraban los chicos”.

En la última parte, la historieta dice: «Ellos también te buscan. Acércate a abuelas». Y ahora Matías agrega: «Que se arrimen a Abuelas sin ningún miedo. Y que se arrimen más allá de las ideologías políticas que tengan o que hayan construido porque eso no tiene nada que ver con esto. Esto es un realidad tremenda que nos tocó vivir como sociedad y que ahora hay que reconstruir. Nadie debería irse de este mundo sin saber de donde viene. Ramiro está recontento, me dio una alegría…”. Luego de casi 40 años de búsqueda, el hijo de Menna y Lanzillotto fue encontrado. A partir de hoy, esta historia se reescribe.

 

Actualizado 06/10/2016

“Prefiero mil veces ser la oprimida antes que la opresora”

“Prefiero mil veces ser la oprimida antes que la opresora”

Shirin Ebadi, la primera iraní y la primera mujer musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz, entró junto a su traductora a la Casa de las Abuelas de Plaza de Mayo con un ramo de flores amarillas. Saludó con afecto a Estela de Carlotto y le dijo: «No he podido traer un ramo como yo esperaba y quería». Estela contestó: «Estas flores son bellísimas, duran mucho y no se ponen tristes enseguida» a lo que Shirin retrucó buscando complicidad: «Cómo las mujeres».

La visita de la Premio Nobel a la Casa de Abuelas ocurrió el miércoles último y se dio fuera de lo planeado. Ella había participado de la IV Reunión Extraordinaria de la Red Iberoamericana de Organismos y Organización contra la Discriminación (RIOOD) que se hizo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y a la que Carlotto no había podido asistir. Ebadi quiso concretar un encuentro para poder conocerla personalmente por el respeto y admiración que tiene a Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, y porque considera que la intención y el espíritu de ellas es el mismo que el suyo.

Shirin Ebadi obtuvo el Nobel de la Paz en 2003 por su continua lucha para que se considere una nueva interpretación de la ley islámica, en la que se tenga en cuenta la democracia, los derechos humanos, la igualdad de hombres y mujeres, y la libertad de expresión. Considera que el Islam, como religión, está en contra de matar, pero las interpretaciones fundamentalistas y extremistas utilizan la creencia religiosa para obtener beneficios políticos en nombre de Dios. La galardonada iraní fue reconocida internacionalmente por la defensa legal que hizo, como abogada, de quienes fueron privados de la libertad por razones políticas o religiosas y por su labor en la protección de los Derechos Humanos de mujeres, niños y niñas. Además, con el dinero obtenido por su distinción, fundó una ONG junto a veinte abogados para ofrecer servicios legales a presos políticos. En 2009 el gobierno iraní cerró la ONG y  los encarceló a sus miembros. Ella logró salir por la presión internacional, pero no pudo volver más a Irán; desde entonces está amenazada de muerte. Un grupo de sus compañeros todavía continúa en la cárcel.

Tan sólo el mes pasado ejecutaron a veintidós jóvenes por su creencia religiosa. No entregan los cuerpos a los familiares de las víctimas, y si hacen ceremonias de duelo suelen ser detenidos», dijo la ganadora del Premio Nobel de la Paz.

«En Irán tenemos una situación parecida a la que tenían ustedes. Perdí a mi cuñado cuando él tenía diecisiete años. Tan sólo el mes pasado ejecutaron a veintidós jóvenes por su creencia religiosa. No entregan los cuerpos a los familiares de las víctimas, y si hacen ceremonias de duelo suelen ser detenidos», dijo Shirin.

Para la líder iraní, la diferencia que existe entre lo que vive su país y lo que padeció la Argentina radica en la riqueza que tiene Irán, “que hace al gobierno más impune”. El traslado de petróleo de todo el Oriente Medio tiene que pasar por esa nación del Golfo Pérsico para embarcarse y ser comercializado. El gobierno de Tehrán podría cerrar esa ruta y países como Arabia Saudita e Irak, entre otros, no podrían transportar su producción por el mar. “Eso ha hecho que el gobierno se sienta poderoso y no haya ninguna repercusión judicial sobre sus actos”, asegura Shirin.

Además, la defensora de los Derechos Humanos cree que el enfrentamiento de Irán con Estados Unidos engaña a los socialistas y a quienes no conocen la situación. “Hace pensar que en el país hay un buen gobierno”, señala. Ebadi asegura que se opone al capitalismo, se define como socialista, pero cree que para legitimar un gobierno no es suficiente con declarar su enemistad con Estados Unidos.

Estela De Carlotto asentía, comprensiva, mientras Shirin contaba cómo es la vida en Irán. Después, le dijo: «Es como la historia de nuestra Latinoamérica. Nosotros pasamos eso, con treinta mil desaparecidos. Todavía estamos buscando los muertos, y a más de trescientos nietos. Tenemos democracia hace más de treinta años pero igual hay un resabio de esa dictadura porque la justicia no funciona bien, porque hay grupos que no nos apoyan, que pretenden el olvido. Lo que nosotros hacemos es seguir luchando. Luchamos en paz porque no queremos ser iguales, nunca tomamos venganza, esperamos la justicia».

«Nuestro silencio es precisamente lo que hace que los que oprimen, opriman más», afirmó Ebadi.

Ebadi comparte el pensamiento de lucha pacífica que caracteriza a las Abuelas de Plaza de Mayo. Cuando la entristece la situación que vive su país y su historia se dice a sí misma que prefiere mil veces ser la oprimida antes que la opresora. En diálogo con ANCCOM manifestó su deseo para con las futuras generaciones: «Nuestro silencio es precisamente lo que hace que los que oprimen, opriman más. Si no tienen la capacidad o el poder para terminar con la opresión en la sociedad, al menos que hablen. Que cuenten qué injusticias han sufrido. Hablando pueden hacer sentir vergüenza al que comete un acto injusto».

Carlotto le obsequió un pañuelo de Abuelas. Shirin se acercó, en el sillón que compartían, para observar juntas el logotipo y la leyenda inscriptas en él: “Identidad, familia y libertad”. Le entregó también una bolsa con varios libros con la historia de la Asociación y muchas fotos, que la presidenta de Abuelas describió: «Acá están las casas bombardeadas», «él es un científico famoso (Clyde Snow) que ya murió, que acá está entregando un estudio sobre los desaparecidos», continuó. Corrieron la vista a la siguiente: «Estas somos las Abuelas», dijo Estela con una sonrisa. Luego la Premio Nobel iraní pidió una foto con ella. Las madres iraníes le habían dicho que querían verlas retratadas juntas. Estela De Carlotto pidió que le haga llegar su saludo a las demás madres de Irán y se ofreció para seguirlas acompañando. Shirin Ebadi le dijo: «Espero que algún día podamos invitarla a Tehrán, aunque yo ya no puedo ir». La Abuela de Plaza de Mayo respondió con una sonrisa: «Algún día iremos juntas, ¿por qué no? hay que tener fe».
Actualizada 6/09/2016

“Mi nieto me dio vida”

“Mi nieto me dio vida”

El 5 de agosto de 2014, Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, encontró a su nieto Ignacio Guido Montoya Carlotto, hijo de Oscar Montoya  y de su hija, Laura Carlotto. Nacido bajo el cautiverio de su madre, creció como Ignacio Hurban, en la ciudad de Olavarría, sin conocer su origen. Durante 36 años su abuela lo buscó, le escribió cartas en cada cumpleaños y lo esperó. Cuando las dudas lo desbordaron, Ignacio se acercó a Abuelas de Plaza de mayo y supo su verdad. Finalmente, hace un año, luego de ayudar a otras abuelas a encontrar a sus nietos, Estela recibió la gran noticia de que su nieto había aparecido. A partir de ese día comenzaron a construir juntos la relación que les habían impedido por tanto tiempo. Estela recuerda ese día como “una fecha de paz y de recompensa”. Lejos de abandonar su tarea en Abuelas, asegura: “Lo más importante es no abandonar la lucha”.

¿Cómo fue transcurrir este año con Ignacio?

Se me pasó volando, un año muy grato, muy lindo, lleno de esa luz que me dio el encuentro con mi nieto después de 36 años. Él ya está muy integrado, nos estamos conociendo. Estamos en ese proceso de afianzamiento, sobre todo de su identidad. Pero él es su identidad: es músico, compone, interpreta, está con la música, el jazz. Yo pensé, cuando le escribí aquella carta para su cumpleaños 18, que la música le iba a gustar, no sé por qué. Se me ocurrió. En vez de hablarle de poesía, le hablé de música, de ópera, del abuelo, de jazz, de la música de su mamá, todo eso le escribí. Y es así, le gusta. Hay cosas muy significativas, que no son casualidades. Parecen misterios de la vida que hacen que yo ahora sienta, por ejemplo, que en él está su mamá. Así yo estoy más cerca de Laura, y ella está más cerca de mí. Aunque siempre está y estuvo, pero ahora está más porque está él. En la sangre de él corre la sangre de Laura. Son emociones fuertes, pero muy lindas realmente. Esta es una fecha muy buena, muy linda, muy de paz y de recompensa. Yo ahora ya no voy a recordar la muerte de Laura, si no que quiero recordar el encuentro de la vida, que es mi nieto.

¿Haber acompañado a otras abuelas que encontraron antes a sus nietos, le ayudó a enfrentar el proceso?

Cada caso, de los 116 ya resueltos, es parecido y es diferente. Decimos casos resueltos porque no todos los encontramos con vida. Hubo bebés que murieron antes de nacer porque la mamá fue asesinada cuando estaba esperando el niño; otros fueron asesinados en operativos -bombardeos a las casas donde vivían-, y el resto los encontramos en sus tiempos. Los primeros fueron en el año 1979, eran chiquitos. Entonces, cada caso es diferente en cuanto la edad del nieto o nieta y las circunstancias de sus crianza. Hay más de quince casos que fueron adoptados por familias inocentes, que no los engañaron. No les dijeron que eran hijos de ellos ni los ocultaron, sino que creían que eran realmente chiquitos que estaban en juzgados de menores porque sus padres no habían podido criarlos; y les dieron amor. Entonces, la conducta institucional fue distinta con ellos que con los que fueron parte del aparato represivo. Mi nieto por ejemplo, fue entregado a quienes lo criaron, que eran peones de campo. Pero que la orden que recibieron del patrón fue que Guido nunca supiera que no era hijo de ellos. En un pueblo chiquito, todos sabían pero nadie hablaba. Porque había también una empresa patronal de la que vivían todos. Entonces aparecen los miedos, las incertidumbres. Todo eso hizo que esto se mantuviera en secreto, “de esto no se habla”. Pero hubo un momento en que se habló y ahí vino el encuentro. O sea que cada caso tiene sus similitudes y sus diferencias. Hubo casos de nietos encontrados que habían tenido un maltrato feroz, yo creo que sobrevivieron por la fuerza que traían de sus verdaderos padres. Lo bueno fue que institucionalmente supimos ir manejando la situación de acuerdo a los tiempos. Una cosa eran esos encuentros cuando nuestros nietos tenían pocos años de vida. Los primeros que encontramos eran lo que fueron robados, o separados de sus padres en el momento de detenerlos. Encontramos más chicos robados, ya nacidos, porque tenían una foto, una partida de nacimiento, o características físicas visibles como para que haciendo una propaganda de búsqueda, algún hombre o mujer, algún vecino diga: “Ah, pero este chico está en tal lado”. Y venían, nos lo decían y entonces lo encontrábamos.

Ignacio Guido Montoya Carlotto junto a Estela Carlotto en el Festival de la Municipalidad de Morón por el Día de la Memoria. 24 de marzo de 2015

Ignacio Guido Montoya Carlotto junto a Estela de Carlotto en el Festival de la Municipalidad de Morón por el Día de la Memoria. 24 de marzo de 2015. Foto: Noelia Pirsic / ANCCOM

¿Era más difícil apropiarse de un chico que ya tenía algún recuerdo?

No, la apropiación era la misma. A los chicos le mentían, tal vez si tenía dos años lo anotaban como recién nacido y le quitaban esos dos años. Han hecho de todo, las salvajadas más grandes. Por eso, cuando los encontrábamos varios años después, que ya estaban con otra historia aprendida, había que recapitular y traerlos al pasado muy dulcemente porque eran niños. Y para eso empezamos a crear el equipo de psicólogos, para que nos ayuden en el acompañamiento de la abuela que se iba con una nietita o nietito que había desaparecido cuando tenía dos años y lo reencontraba cuando tenía siete u ocho años. Había que recordarle que ella era su abuela, también el nombre que tenían sus papás… Había que sacarlos de esa mentira para llevarlos a la verdad. Esos fueron los primeros tiempos. Después la gran preocupación vino cuando decíamos cómo vamos a encontrar  a los que nunca vimos y nunca conocimos, qué elementos vamos a tener para decir: este es mi nieto. Y ahí fue cuando apareció el tema de la sangre, la creación del Banco de Datos Genéticos, y todo lo que conlleva la seguridad enorme de que con una comparación genética se sabe si es o no el nieto encontrado. Eso es fantástico. Estos que hicieron tanto daño no se imaginaron que íbamos a tener una inventiva permanente hasta el día de hoy. Siempre usamos los tiempos políticos y sociales, las circunstancias, y también la edad de los nietos. Ya ahora son hombres y mujeres, casados, con hijitos.

¿Y ahora cómo se hace para llegar a esos hombres y mujeres?

Ahora vamos a los jardines de infantes. Vamos hablar con los niñitos y les contamos que somos las abuelitas que nos robaron a chiquitos como ellos y a algunos recién nacidos, y que estamos buscándolos porque el amor es muy grande y no hay fecha,  que nuestros nietos ya son hombres y mujeres. Entonces ellos después van a la casa y hablan con los padres: “Y hoy vino una abuelita, mirá papá pobrecita”. Entonces el que tiene una duda en su interior empieza a moverse. O sea que a través de ese hijito, nosotros vemos como sacudimos al nieto posible. Son diferentes etapas. Hemos sabido reunirnos de gente joven y experta. Se han formado grupos que son equipos técnicos, de abogados, de genetistas, de psicólogos, de prensa y difusión. Todavía faltan encontrar a más de 300 nietos, hay muchas abuelas que todavía están con los brazos vacíos. Quiero que tengan la misma felicidad que tengo yo, en lo posible. Porque no es fácil, pero mientras no se olvide, mientras las cosas se hablen, se digan, se prediquen, mientras la sociedad no diga “basta”, el camino está abierto. Se tiene que hacer carne en la gente que la dictadura nos pasó a todos. Nosotros trabajaremos, mientras tengamos vida, en dejar lo mejor; con la esperanza de que para recuperar la identidad no hay edad.

"Nosotros trabajaremos, mientras tengamos vida, en dejar lo mejor; con la esperanza de que para recuperar la identidad no hay edad", dijo Estela de Carlotto.

«Nosotros trabajaremos, mientras tengamos vida, en dejar lo mejor; con la esperanza de que para recuperar la identidad no hay edad», dijo Estela de Carlotto a ANCCOM.

¿Cómo se enteró Ignacio, cómo se le cruzó la duda?

Él dice que tenía como unos ruidos adentro, que algo no andaba con quienes lo criaron. Porque era gente de campo, que no tenían aspiraciones culturales. No leían, y él quería leer, quería estar más allá de todo eso. Lo iba haciendo de todos modos, estudió en la secundaria y luego quiso ser músico. Y ahí también discutió hasta que se lo aceptaron y lo ayudaron, si se quiere. Se notaba distinto a ellos, no tenía parecidos físicos, pero no tuvo una percepción clara, sino intuitiva más que nada. Hasta que una persona del pueblo donde vive se animó a contarle a su compañera y ella le contó a él, por eso se animó a preguntarle a los que lo criaron y ahí le dijeron que efectivamente no era hijo de ellos. Y lo primero que pensó fue: “¿No seré hijo de desaparecidos?”. Y vino a Abuelas. Se hizo los análisis y rápidamente dio positivo, porque ya estaban los datos de las dos familias. Estaban los Carlotto y los Montoya. A partir de ahí vino la gran explosión familiar, mi explosión. La iluminación interna que tengo, me dio vida, me dio fuerza y una alegría enorme. Sobre todo porque él enseguida aceptó conocernos. Él acepta este crecimiento de relación que hay.

¿Qué fue lo más difícil, lo que más costó entre ustedes?

Más que nada tranquilizarnos. Porque era un alboroto, sobre todo mis nietos. Los Carlotto somos bien tanos, había que pedirles que se calmen. Me acuerdo que el día que él decidió venir a conocernos, a los tíos y a mí,  en la casa de mi hija Claudia, llegó con sus amigos y su compañera, fue el primer encuentro. Yo lo abracé y le dije: “Te busqué tanto, te quiero tanto”, no sé las cosas que le dije y él dijo: “Bueno, bueno, despacito”. O sea, distancia señora, pero cariñosamente. Lo cierto es que cuando se fue me dijo “Chau Abu”, ahí me di cuenta que era parte la familia. Ese día mis otros nietos estaban lejos y querían venirse en tropel. Yo les decía que no porque al día siguiente él ya iba a conocerlos a ellos. Y les dije: “Por favor, no se le vayan encima, no lo cargoseen, él no es agarrero, a mí me dijo `despacito´, calculo que a ustedes también”. Entonces los aleccioné tanto, que cuando él llegó parecían estatuas y ninguno se movía. Al final les tuve que decir: “Bueno vengan, abrácenlo”. Porque él llego y los otros estaban todos duros, mirando. Y ahora es un grupo hermanado de primos. Son catorce primos, más las novias o novios que tengan ellos, y la compañera de Guido, Celeste, que es encantadora.

¿Y a Ignacio cómo lo ve atravesando todo esto?

Él está más confiado, habla con confianza. Con los primos ni hablar, se dicen cada cosa… Con los tíos tiene mucha confianza y conmigo también. Ha venido a mi casa, me dice: “No abuela no cocines, cocino yo”. Y cocina él. Después dice: “Bueno, voy a mirar a ver qué me gusta para llevarme”. Y se lleva.  O sea que hay toda una cuestión familiar y en crecimiento. Olavarría no es lejos, pero son casi 400 kilómetros de distancia que hacen que sea difícil que él esté más cerca. A nosotros también se nos dificulta ir para allá. Cuando cumplió años, hace dos meses, hizo una fiesta para reunir las familias materna y paterna y a sus amigos. Éramos como 140 y él era un chico. Parecía que tenía 7 años, hizo piñatas. Y cumplía 37 años….

"Mi nieto por ejemplo, fue entregado a quienes lo criaron, que eran peones de campo. Pero que la orden que recibieron del patrón fue que Guido nunca supiera que no era hijo de ellos", contó Estela de Carlotto para ANCCOM.

«Mi nieto por ejemplo, fue entregado a quienes lo criaron, que eran peones de campo. Pero que la orden que recibieron del patrón fue que Guido nunca supiera que no era hijo de ellos», contó Estela de Carlotto para ANCCOM.

Y era su primera fiesta con todos…

Con nosotros sí. Yo creo que quiso festejar con todos. No sé si le habrán hecho cumpleaños cuando él vivía con esta otra gente, no sé ni quiero saberlo porque eso es de él. Y el respeto total por lo que él sienta. Él si los quiere, está bien.

¿Él habla de ellos?

Conmigo no, y con la familia creo que tampoco. No es que no se toque el tema por algo en particular, yo no lo quiero hablar porque no me interesa. A mí me importa él, que esté bien, que estemos  cerca, tratar de mimarlo, de hacer las cosas que hace una abuela con su nieto. De vez en cuando le compro algún juguete como si fuera un nene, le encantan. Es una relación muy linda, no hay nada que me haya dolido o algún rechazo. Él, si tiene que ponerte los puntos, te lo dice con el mismo cariño que te dice otras cosas. Hay una relación sana de una persona y de una familia. Nosotros no somos rebuscados, somos así, y yo creo que él se integró porque él también es así.

¿Cambió su trabajo en Abuelas?

No, yo sigo viniendo a la sede todos los días. Porque falta mucho todavía, y las otras abuelas también tienen derecho a que encontremos a sus nietos. Yo presido esta institución, soy la cabeza visible, o sea que no es cuestión de que ahora diga: “Ay basta”, porque sería súper injusto. Y de hecho que no soy la única, muchas de las que encontraron a sus nietos siguen viniendo. Acá es como una cita para toda la vida, no hay pausa. Ahora me estoy poniendo algunos plazos para no salir muy de noche, porque no me da el físico. Me siento joven pero no soy joven, ese es el tema. Uno dice “haría esto, haría aquello”, pero después no te da el físico. Hago lo que se pueda. Lo más importante es no abandonar la lucha.

La restitución de Ignacio y toda la difusión que tuvo el caso, ¿sirvió para los nietos que tienen dudas y no se animan a averiguar?

Claro. Cuando se deja de hablar se olvida. Acá no hay que olvidar nada, no solamente a los nietos, sino todo lo que hizo la dictadura. Tampoco hay que olvidar todo lo que falta por hacer ni todos los otros derechos humanos violentados: la vivienda, la educación, la salud, todo eso que también hay que recomponer porque la dictadura lo rompió y algunos malos gobiernos también. Esto es una constante, la democracia todavía no está completa, por todo lo que falta hacer, lo que falta encontrar, lo que falta responder. La pretensión es dejar lo mejor posible todo, que no se repita esta historia. Los chicos que nosotros vamos a ver a las escuelas, de once o doce años, son clarísimos. Nos preguntan qué pueden hacer y les aconsejamos realizar actividades grupales, solidarias… Todo lo que se hace en grupo a uno lo hace más generoso porque comparte.

Con la restitución de Ignacio hubo como un ejercicio colectivo de la memoria…

Sí, acá en Argentina fue increíble el boom emotivo: “Se encontró el nieto de Estela”, “Estela encontró a su nieto”, “Encontramos el nieto”. Esto acá era una romería y lo  sigue siendo. Cuando voy a ciertos lugares, la gente me abraza, llora, y se acuerdan lo que estaban haciendo cuando les dijeron, vieron, o leyeron la noticia de que apareció mi nieto. Y no se olvidan más.

¿Y  qué estaba haciendo cuando encontraron a Ignacio?

Yo estaba acá con santas pascuas en Abuelas (se ríe). Estaba con Raúl Porchetto y me dicen: “Estela, te llama la doctora Servini de Cubría”, mientras estábamos hablando digo: “Bueno, pasamela”, y ella me dice: “Estela, necesito verte”. “Mirá – le contesto- vamos a ver en qué momento”, “No, no. Quiero que vengas”, me apura. “Bueno, pero…”, “No Estela quiero que vengas ya”. Digo: “Uh, qué le pasará a esta mujer” .Yo pensaba: “Qué le habrán hecho, que querrá qué haga”. Finalmente le dije: “Voy para allá”. Me disculpé con Porchetto y fui para Tribunales. Entré pero estaba totalmente en Babia. Me recibió y hablamos de cualquier cosa. Estaba la directora del Banco de Datos Genéticos con otro empleado, yo los saludé, pero tampoco se me ocurrió pensar nada extrañp. Cuando ella me vio tranquila hablando de tonterías, me dijo: “Bueno Estela, te tenemos que dar una muy buena noticia, hemos encontrado a tu nieto”. Un segundo habrá sido de silencio y empecé a los gritos. Yo, que soy tranquila, empecé a gritar: “Ay, no puede ser, qué alegría”, me levanté, nos abrazamos, lloramos. Y empezaron a explicarme que la compatibilidad era del 99.99 por ciento. Hasta que después empecé a avisarle a mi familia, a las abuelas. En Abuelas a los gritos… Llegué acá, a la sede, esto era un mundo de gente. A partir de ahí todos los días que siguieron fueron de grandes emociones, el de la conferencia de prensa, el de la conferencia de prensa de él. La presidenta Cristina que quiso verlo y fuimos todos para la quinta de Olivos. Todo fue una vorágine.

¿Con los apropiadores qué va a pasar?

Ellos están siendo juzgados porque corresponde. Han cometido un delito que no prescribe, porque es de lesa humanidad. El caso de un chico víctima de la dictadura no es el robo de un bebé común, que existe y es muy grave, pero que tienen un tiempo en que la causa cae y no se puede condenar a los responsables después de 30 años. En este caso sí. Ya había denuncias, las tramitaba Servini de Cubría. Acá hubo una apropiación, una inscripción como hijo propio que es una falsedad. Las personas que criaron a mi nieto están siendo juzgadas. Porque el dueño del campo murió, pero hay que ver qué más surge sobre quiénes pueden haber sido los responsables. Ellos cuentan su historia: el patrón les trajo un chico, se los dio y les dijo: “Y ahora este es el hijo de ustedes, no le digan nunca que no es su hijo”. Y nunca le dijeron nada.

"Cuando se fue me dijo “Chau Abu”, ahí me di cuenta que era parte la familia" contó Estela de Carlotto sobre su nieto recuperado.

«Cuando se fue me dijo “Chau Abu”, ahí me di cuenta que era parte la familia» contó Estela de Carlotto sobre su nieto recuperado.

¿Cómo se imagina que van a ser los próximos tiempos en Abuelas?

La idea es seguir haciendo cosas. Si se conoce algo nuevo en genética, ahí vamos. Nosotros vamos caminando. Si vos me decís que fabricamos un plan anual de trabajo, no. Acá fabricamos un día de trabajo, y al día siguiente, otro y al día siguiente, otro. Y se va haciendo, por supuesto que orgánicamente. Lo que se hace, se hace bien ordenadamente. Acá estamos, ahora con nietos en la Comisión Directiva. Antes éramos solo Abuelas, ahora no alcanzan. Algunas están enfermas, viven lejos, otras se han muerto, quedamos pocas. Entonces, los nietos ya se están integrando. Ellos son los herederos, ya tenemos el relevo. El día que ninguna de nosotras esté, siguen ellos para lo que falte.

¿El contexto de estos últimos años impulsó el trabajo que ustedes venían haciendo?

El cambio ya viene cuando hay democracia, el primer gran festejo. Fue despacito, se hizo algo, después vinieron cosas malas y malos gobiernos. Si vos hablas de la última década, o de los últimos doce años, es bárbara la apertura del Estado como un Estado de derecho.  El Estado terrorista lo hizo, y el Estado de derecho lo recompone, lo repara. Es un cambio muy grande y de una efectividad concreta. No es fantasía, sino que es concreto: los campos de concentración convertidos en espacios de memoria. Los juicios orales y públicos en toda la República, que están condenando a centenares de genocidas que están en cárceles comunes. Y con la justicia ordinaria, no se creó un tribunal especial. Todo eso es un ejemplo para el mundo. En Latinoamérica no hay un solo país que haya podido alcanzar esta dimensión, ni siquiera han empezado. Acá ha habido un impulso social muy grande. Y ahora vamos a ver qué pasa, pero nada va a hacerse para atrás, no se va a poder retroceder ni un solo paso, porque no lo vamos a permitir y porque esto está consolidado. Hay ya una presencia social muy grande, de la sociedad en su conjunto. Yo soy muy optimista, creo que vamos bien, no tengo miedo.

Actualización 05/08/2015

“Ahora siento que el 24 de marzo me pasa a mí”

“Ahora siento que el 24 de marzo me pasa a mí”

Ignacio Montoya Carlotto hace un recorrido sobre sus vivencias, en las vísperas del 39º Aniversario del último golpe cívico militar que la sociedad Argentina aún sigue juzgando. Habla sobre el impacto de esta nueva etapa en su vida, de lo que quiere y busca, de los Montoya, de los Carlotto, del contexto histórico político actual y del modo en que se reafirma en sus logros a los 36 años cuando el reflejo de esas familias le devuelve certezas sobre gustos, rasgos y elecciones que antes no tenían demasiada explicación. La historia del nieto de la mujer cuya imagen es el emblema de la búsqueda de los niños apropiadas en la última dictadura militar, cuyo encuentro luego de 37 años de búsqueda, conmovió a toda la sociedad.

-¿Cómo vive el 24 de marzo con identidad restituida?

-Mi idea de la identidad tiene que ver con una construcción de 36 años a la que le puse mucho empeño en formar la persona que soy, por eso mi verdadera identidad es la de siempre, no siento que la de antes sea mentira. Había cosas que no eran correctas, la información que yo tenía, los papeles estaban mal, no sabía quiénes eran mis padres o que tenía una familia enorme y las circunstancias que me llevaron desde chico hasta donde estuve. En ese sentido, repensar mi identidad es un trabajo que hago a partir de las preguntas del afuera. Este 24 no será tan diferente a otros, pero ahora siento que el 24 de marzo me pasa a mí y lo vivo con ese compromiso. Voy a estar en el acto en Olavarría como todos los años, con mucha más repercusión, con mucho más bardo, si querés, pero va a ser el mismo 24.

-¿Qué suele pasar en Olavarría los 24 de marzo?

-Somos pocos (risas). Se hace una vigilia la noche anterior y se pasa todo el 24 en el Parque de la Memoria. Yo participo siempre y suele haber poca gente. Es un acto que a veces le falta un poco de rosca, por eso tomé la decisión de quedarme, hace falta que me quede.

-¿A aguantar los trapos allá?

-Sí, a aguantar los trapos en Olavarría, claro, allá en la plaza (de Mayo) va a haber miles de personas.

-Algo llamativo en su historia es que a largo de su vida, por lo que se conoce, nunca había dudado de su origen y, sin embargo, cuando aparece la información lo resuelve rápido. ¿Cómo evalúa esa reacción, tiene que ver con su personalidad?

-Es cierto que yo tenía cierto bagaje de información en cuanto a lo que sucedió, lo que significan los desaparecidos y que habían quedado hijos dando vueltas por ahí y no se sabía dónde estaban. No sé si es una cuestión personal, yo creo que es conciencia ciudadana. Y bueno, está la duda, sé todo esto y están estos mecanismos para esclarecer esta cuestión. Mecanismos que en cierta manera conocía, no de fondo pero sabía de la existencia de Abuelas, sabía de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), con todo, entonces, me pareció que tenía que actuar, creo que tuve conciencia ciudadana porque lo que había que resolver no tenía que ver estrictamente conmigo solamente. Si existe esta posibilidad por mi edad, hay que esclarecer esta situación porque no solamente me compete a mí, sino también a la gente que me está buscando. Además, después el proceso es rápido, viste, es fácil (bromea). Yo sé que hay muchos casos de pibes que están con estas dudas y están años hasta que se deciden a presentarse o completar una planilla. Yo me enteré el lunes y el martes estaba mandando todo, porque me pareció que había que hacerlo, que no había muchas vueltas, ¿por qué me iba a demorar? Creo que mi historia artística, que siempre es una búsqueda de la verdad en alguna medida, me ayudó, porque cuando tuve que buscar esa verdad estaba en el camino para hacerlo. La construcción mía a lo largo de todo este tiempo, me inclinó a tomar esta decisión de manera más fácil. También tiene que ver con mi circunstancia: en el lugar que caí, cómo fui criado, que siempre se me crió para resolver las cosas, para esforzarme. Creo que son muchas cosas que se articulan al momento de tomar una decisión. Para mí no era una decisión difícil, tranqui, me dije, vamos a averiguar. El miedo aparecía ante la posibilidad de no averiguar nada.

-¿Cree que el contexto histórico político propicia situaciones como la suya y ayuda a tomar la decisión de averiguar?

-Quizás sea más fácil, no sé. No lo pensé en esos términos cuando lo hice, pero creo que debe ser más fácil. No sé qué habría sucedido, por ahí entramos en un terreno de supuestos que no sabría como teorizar. Pero no sé qué hubiese pasado si yo me enteraba de esto hace diez años atrás, por ahí la cuestión era diferente, para mí ahora fue muy fácil. Tal vez la circunstancia general haya ayudado muchísimo, pero no sé qué podría haber pasado en otro momento.

-En otras entrevistas cuenta una anécdota en la que piensa en Guido antes de saber que era usted, ahí aparece como una disociación (interrumpe)

-Pensé el otro día en eso, cuando tomé la decisión de llamarme Ignacio. ¿Te referís a la anécdota en la que estando con mi mujer Celeste, veo a Estela hablando sobre la búsqueda de los nietos y habla de Guido? qué se yo… estaba ahí en esa situación y le dije: “Mirá esta mujer buscando el nieto, por ahí no lo encuentran nunca, ¿lo encontrará alguna vez? Qué bárbaro esta mina, qué fuerza” y resulta que era yo. También hay algo raro que pensaba en esta decisión del nombre Guido, yo jamás me asocié con el nombre. No tengo recuerdos del nombre con el que ella buscaba, yo sabía que era su nieto, me daba más familiar el nombre de su hija, mi mamá, pero jamás me acordé del nombre Guido. Cosa rara, la he pensado ahora, en este último tiempo, porque jamás asocié ese nombre conmigo y, sin embargo era.

-¿Cómo impacta todo este nuevo mundo que se abre, de saberse parte de una familia mucho más grande, y lo que sucedió a partir del reencuentro? ¿Cómo impacta esto en tus relaciones, en Olavarría en su entorno inmediato?

-Pasan muchas cosas, el que te conoce sabe cómo sos, sabe cómo vas a responder a ciertas cuestiones y entiende tus necesidades. Hay cosas con los afectos más cercanos que se han afianzado muchísimo y con los que no eran afectos tan cercanos pasan otras. Esto es como una lupa que agiganta todo, lo bueno y lo no tan bueno. Y salen cosas buenísimas y salen otras a luz que no están tan buenas. Porque esto es como un torbellino acá y en cualquier parte, con gratas sorpresas y algunas que no. Y más que nada está este entorno familiar que es maravilloso. Yo no estaba muy acostumbrado a familias grandes y a momentos afectivos de ese tipo y la verdad que es maravilloso. Con los Montoya, con los Carlotto, lo estoy disfrutando muchísimo, en ese sentido no hay contradicciones.

-¿Se va reconociendo en los Montoya y en los Carlotto?

-Tenemos una relación bastante fluida, aunque haya una distancia hay una relación fluida. Las cosas se han acomodado muy rápidamente, al menos para mí. Siento que es algo que no estaba pero de algún modo estaba, es cómodo y agradable. Como un auto nuevo, está todo en su lugar, todo donde vos creés que tiene que estar. Cuando me enteré de la adopción, una de las cosas que me impulsó a saber más de mí era saber quiénes habían sido mis padres, era verme en el espejo de mi familia. Viste que la familia a veces es un espejo que mira reflejando cosas de uno, porque eso te deja crecer. Ahora entendí cosas que no sabía de dónde venían. Entendí por qué soy músico y no soy tornero, por qué soy cabrón cuando me enojo, por qué reacciono de esa manera, por qué soy vueltero con algunas cosas y no con otras, por qué soy de esa forma. Lo veo en el espejo de la familia y eso es un valor incalculable para mi vida. Es algo que busqué con bastante conciencia, con el miedo de no encontrarlo. Entonces encontrar a la familia entera, que están casi todos, menos mis padres, obvio, pero es buenísimo porque es una manera de encontrarme. Y no sólo yo me doy cuenta, porque Celeste o mis amigos que me ven con mi familia encuentran cosas mías repartidas. Como una tribu de tarados que dicen los mismos chistes y es genial. El primer día que nos encontramos con mi tío Jorge y mi abuela Hortensia la cara de mis amigos, que me habían acompañado ahí, era fantástica porque no podían creer que había otro tipo enfrente parecido a mi papá, diciendo los mismos chistes que yo y que se reía de las mismas cosas que yo.

-Le iba a preguntar ¿de dónde viene el humor?

-No sabía de dónde venía la acidez, eso del humor ácido, y los Carlotto son así y los otros también tienen buen humor. Mi tío Jorge es actor, es el hermano de mi papá. Así que está presente en la familia lo artístico también. Lo descubrí de esa forma y me dí cuenta de un montón de cosas.

Ignacio Montoya Carlotto septeto - Festival Municipalidad de Mor

Ignacio Montoya Carlotto en el Festival del Municipio de Morón por el Día Nacional de la Memoria

-¿Cómo aparece en sus composiciones todo lo que va viviendo?

-Sin duda ha impactado pero como lo tengo tan en foco, como lo estoy viendo tan de cerca, por ahí no me estoy dando cuenta en cuánto ha cambiado. También es cierto que la identidad musical estaba más afianzada que la identidad del documento. Entonces cuando me encuentro ahora trabajando con la música, lo hago con los mismos materiales que trabajaba antes y en eso no hay mentira, es así. Hoy me encuentro mucho más abocado a la actividad artística, me encuentro trabajando un montón, eso hace que la cosa mejore, porque estoy componiendo bastante. La paleta de colores es más o menos la misma, con otras intensidades y otros niveles de profundidad, así que en ese sentido hay cierta continuidad.

-¿Cómo impacta el entorno de los derechos humanos, qué relación tiene con otros nietos, es de seguir otras historia como por ejemplo el juicio por la apropiación de Javier Penino Viñas?

-Sí, de alguna manera esas cosas me llegan más directamente, no podría evitarlo y es cierto que ser un nieto es como ingresar a un club que año a año, por suerte, va teniendo un miembro más. Es una especie de club, en el que tenemos nuestros códigos. Me he encontrado con varios con los que tenemos más afinidad y la verdad que está buenísimo, porque puedo encontrar en ellos cosas que me pasan. Si bien cada caso es particular y el que nombrás es relativamente opuesto, siento que mi aporte es acá a partir de esto que hago. Porque hay otras cosas que no sé hacer.
En este mes como imaginarás han llovido millones de propuestas, por ejemplo de realizar charlas de derechos humanos. Entonces me encuentro con que tengo que ser sincero y tuve que responder que no, porque no soy un activista de los derechos humanos, no soy un militante político y si bien tengo conciencia política, y la causa de derechos humanos es una causa que abrazo con toda la fuerza aún antes de todo esto, no tengo los recursos que tienen otros nietos para dar charlas, eso no lo sé hacer y me parece poco sincero hacerlo. En cambio, llegar con mi música a distintos lugares, me parece que es buenísimo y ese es mi aporte. Lo voy a hacer y voy a estar comprometido con esta causa siempre, pero no de la forma en que lo hacen otros nietos que se especializaron y a quienes respeto muchísimo.

-¿Siente otra responsabilidad pública, que tiene que mantenerse más informado?

-Sí, completamente. Igual era un tipo informado, no era un gil que estaba dentro de un agujero. Pero yo trato de hablar de lo que sé, me ha pasado que me han preguntado de actualidad política y les digo que no sé, que hay cosas de las que no puedo opinar, sino te transformás en un opinólogo. Tenés que estar informado pero hay temas sobre los que me siento identificado para hablar y otros la verdad prefiero callarme la boca, porque me parece que callarse la boca es una responsabilidad en algunos casos. Con algunas preguntas sí siento que hay una responsabilidad, porque hay muchas miradas y es lo que me tocó y no reniego de eso, pero también siento que tengo que administrar, no sólo la imposición pública, sino toda mi vida para no volverme loco, porque más allá de que yo muestre una condición de cordura, todo esto es una situación de quiebre que la tengo que pasar y sobre lo que tengo que elaborar un montón de cosas. Mientras lo voy elaborando, tengo que salir a trabajar y seguir mi vida.

-En alguna entrevista comentó que apenas se enteró que era el nieto de Estela y de Hortensia empezó a hacer terapia.

-Empecé antes en realidad, cuando supe que era adoptado, no mucho antes. Ya venía como preparándome. Nunca había hecho terapia y me vi en esa situación de decir bueno qué hago. Y la verdad es que me sirve. El cable a tierra real es lo que yo hago, seguir haciendo música es lo que a mí me hace bien. También aferrarme a los afectos y tratar de vivir esta vida que me tocó de la mejor manera posible. Mucho se ha sufrido para que esto suceda, por eso el objetivo es vivir bien.

-¿Cómo evalúa a la generación de los 70 y cómo evalúa la suya?

-Cuando evaluó mi generación, digo que fui joven en los 90 y que fue una época particular. Una generación que es casi contraria a la de los setentas. Ser joven en los 90 es toda una definición. Una generación apolítica, casi sin compromisos y a veces desapasionada en algunos temas en los que hubiera sido bueno ser apasionado; tal vez no tanto como lo fue la de los 70, porque la generación de los 70 tuvo un alto nivel de sufrimiento, de conflictos y de entrega. Es muy difícil opinar sin equivocarse y sobre todo cuando esa opinión es pública. Sin duda fue una generación que marcó algo en la Argentina con sus aciertos y terribles errores, pero siento que ahora hay una conciencia social que está volviendo.

-¿Y se sentía un bicho raro en los 90?

-Yo en los noventas no tenía aún un compromiso con estas causas. Sí tenía una mirada más social de la vida, pero fue el acercamiento a las cuestiones artísticas y ese ejercicio de la sensibilidad el que después se relaciona con un pensamiento y no con otro. Pero yo en los 90 era un ejemplar apolítico.

-¿Y en qué momento se da el quiebre?

-Cuando empecé con mi labor artística, ahí empezaron a cambiar muchas cosas. Me cambia la mirada y después en el conservatorio con las materias pedagógicas y sociales empecé a tener conciencia de otra realidad, ahí arranca un pensamiento más cercano al que tengo hoy, a tener una mirada política.

-¿Su entorno de amigos es más de Olavarría donde vive, o también tiene que ver con otros entornos?

-No, mi entorno amiguero es de todos lados. Yo le decía a mi mujer cuando nos conocimos “nunca vas a terminar de conocer a todos mis amigos” y fue de verdad (risas) soy muy amplio en eso y tengo amigos en muchos lugares.

Ignacio Montoya Carlotto septeto - Festival Municipalidad de Mor

Ignacio Montoya Carlotto septeto

-¿Cuáles son de ahora en más sus proyectos?

-La cosa va rápido evidentemente, pero no me desagrada. Los proyectos son los mismos que tenía con algunas cosas que se han sumado, naturalmente. Tampoco hay que perderse con esa velocidad, ni en la exposición. Entendí con esto que me pasó lo fácil que resulta, o que puede resultar, irse a los pastos, derrapar y hacer cualquier cosa, porque toda esta situación de exposición te puede llevar a hacer cosas que no están buenas. Ahora entiendo por qué a algunos que les llega de golpe la notoriedad lo arruinan, ahora entiendo que es fácil perderse porque hay cosas a mano, inclusive en el sentido sano. Por ejemplo, con algo tan sencillo como opinar de algo que no sabés. Estoy tratando de manejar esa velocidad de la mejor manera, con respecto a lo público y sobre todo en este mes complejo. También tratando de entender siempre quién soy yo y que eso que soy, a veces, no comprende las expectativas de los demás. Capaz tienen otra expectativa y hay que entender que son las expectativas de ellos y no son las mías.

-En este contexto de este mes pero también de este año donde los argentinos vamos a estar decidiendo cosas…

-Sí

-¿Le da cierta preocupación el devenir político o está tranquilo en ese sentido?

-Volviendo a eso de los 90, me parece que se ha convertido todo en una discusión política, se discute en todos los terrenos. Y creo que tanta participación juvenil en todos los espacios, desde los más de derecha hasta los más de izquierda, no puede ser nunca mala. Entonces creo que la decisión que tomemos los argentinos va ser con más participación y convicción política, que no será simplemente votar sólo una cara como ha pasado no hace tanto. Por eso me parece que el panorama que nos queda, sea cual sea la decisión que tomemos, va a ser de fortalecimiento de una democracia que es recontra joven y a la cual le tenemos que aportar desde todos los espacios. Realmente creo que va a ser positivo. Ya el hecho de tener otra elección, luego de un mandato concluido, me parece un salto enorme. No hace mucho tuvimos cinco presidentes en una semana, entonces concretar un mandato y darle la oportunidad a otro, me parece bárbaro. También es cierto que hay cuestiones logradas por este gobierno que se van a tener que mantener, que ya son parte. Eso me parece.

-¿Dice que hay cosas en las que ya no se retrocede?

-Sí eso creo, y eso espero. Es una mezcla de fe con esperanza. Creo que somos un país que tiene que estar alerta pero que hay cosas en las que hemos aprendido. Pienso que la participación de jóvenes en política y en temas sociales es un hecho que se ha dado en estos últimos diez años, quince, que no estaba cuando nosotros éramos jóvenes y me parece que eso es un acto superador para la Argentina como país.

-¿Y en lo personal, cómo visualiza este año?

-Este año vamos a estar grabando el material del septeto en un disco que ya estaba programado desde el año pasado. Hay unos cuantos conciertos y algunos viajes. Es un año con mucha actividad que yo agradezco, es muy lindo, es lo que venía haciendo y lo que quisiera hacer siempre. Estoy verdaderamente contento porque es un año con mucha expectativa. Y a seguir afianzando los lazos personales, los nuevos y los que había. A aportar, también, este grano de arena en lo que me toca, para ver cómo hacer de este país algo un poquitito mejor de cuando yo llegué.

Estela de Carlotto en el Festival por el Día de la Memoria en el municipio de Morón

Estela de Carlotto en el Festival por el Día de la Memoria en el municipio de Morón

-¿Y qué dice su abuela Estela de Carlotto, lo acompaña?

-Ella está muy contenta. Viene y me acompaña siempre que puede. Se interesa mucho y ha entendido esto que soy, lo que vengo siendo y lo que quiero ser, mucho antes que todos. Lo ha entendido muy rápidamente. Está contenta con eso y yo no puedo menos que agradecerle más todavía.

 

 

 

 

 

 

Ignacio y Estela conmemoraron en Morón el 24 de marzo

Ignacio Montoya Carlotto en la conferencia de prensa previa al recital por el Día de la Memoria

Ignacio Montoya Carlotto en la conferencia de prensa previa al recital por el Día de la Memoria

En las vísperas del 24 de marzo, Morón conmemora desde hace 15 años el aniversario del golpe cívico militar con el desarrollo de actividades culturales y deportivas a gran escala. Esta vez, Ignacio Montoya Carlotto acompañó la jornada con su música, en el escenario en el que luego tocó León Gieco con Agarrate Catalina. El entorno fue la actual Casa de la Memoria y la Vida, situada en el predio donde funcionó el Centro Clandestino de Detención conocido como Mansión Seré o Atila y que fue recuperado como espacio para la memoria en 2000, constituyéndose en el primero con esa impronta a escala nacional. Así Ignacio y Estela compartieron su primera conmemoración de un 24 de marzo, juntos, abrazados en un escenario frente a miles de espectadores que fueron testigos de un hecho de trascendencia histórica. “Es el primer acto de este tipo que vamos a estar juntos, la
verdad es que está buenísimo y es una gran emoción. Ayer pensaba que una de las últimas veces que toqué en el acto de Olavarría había una pantalla gigante en el escenario y estaban las imágenes de Estela y de las Abuelas, tengo esa foto y ahora tengo a la Abuela enfrente mientras toco, así que es una gran alegría. Yo voy a estar haciendo el acto en Olavarría, que es donde siento que me necesitan. Allí estaré con esta idea de federalizar un poco la causa, porque no todo está en Buenos Aires. Y como decía recién la Abuela, estoy pensando en esto como un hecho alegre que conmemora una cosa triste, pero que hoy tiene que ser alegre”, expresó Ignacio Montoya Carlotto a la prensa, minutos antes de subir al escenario con su música y festejar, luego, con su Abuela Estela, el reencuentro.