May 30, 2017 | Culturas
Villa Crespo es un barrio de movimientos artísticos intensos: aloja teatros, salas de ensayo y centros culturales varios. Casi en la esquina de Scalabrini Ortiz y Camargo se encuentra Moscú Teatro: una puerta roja con escaleras verdes que conducen a una recepción que da a un telón, telón que da a una sala, sala que es escenario de diversidad de clases y obras de teatro.
El mundo que somos es una propuesta montada y dirigida por Lisandro Penelas, director, actor y profesor. El disparador para encarar el trabajo fue Augusto Boal, teatrista brasileño, quien desarrolló la concepción del Teatro del Oprimido. Propone que los participantes reflexionen sobre las relaciones de poder, mediante la exploración y representación de historias entre opresores y oprimidos. Boal afirma que busca “transformar al espectador en ‘espect-actor’, protagonista de la acción dramática, sujeto creador, estimulándolo a reflexionar sobre su pasado, modificar la realidad en el presente y crear su futuro. El espectador ve, asiste, mientras que el espect-actor ve y actúa, ve para actuar en la escena y en la vida”. Boal buscó subvertir las convenciones que reglamentaban la representación escénica a comienzos de los años 60’, explorando el teatro como vía de transformación y liberación social, en un contexto histórico marcado por los grandes movimientos revolucionarios de América Latina. Durante esos años, en Brasil, Boal vivió el golpe militar de 1964, la represión política y su propia experiencia de secuestro, encarcelamiento y tortura, que finalizó con su exilio en Argentina en el año 1971.
«En la obra hay algunas escenas donde se le hacen preguntas al público. No para que conteste, pero sí para que en ese momento se sienta incorporado y entonces, él mismo se haga esa pregunta», dice Julieta Eva Carunchio (actriz),
La puesta El mundo que somos nace como una creación colectiva de un grupo de actores que crearon dramatizaciones a partir del análisis y la discusión de notas periodísticas publicadas por distintos diarios durante 2016, una forma de trabajo vinculada al Teatro Periodístico, una modalidad, dentro de la vertiente. A partir de esos materiales, construyeron una secuencia dinámica de escenas, donde el espectador puede sumergirse y también ser parte. Son escenas que ponen en juego miradas respecto a conflictos políticos y sociales. La violencia, la discriminación, la marginalidad, la pobreza, la desigualdad de géneros, la clausura de espacios culturales y el negocio de la industria farmacéutica, son algunos de los temas que aborda la obra con la acidez de un humor que incomoda y cuestiona, frente a lo más aterrador.
Se trata de una fusión de varios conceptos, como la política, la militancia y la democratización en el acceso a la cultura, con el teatro como soporte artístico. El mundo que somos recupera la escena como un catalizador social y el diálogo, como un principio de inclusión, poniendo en primer plano al mundo construido colectivamente. Una pieza teatral que no resuelve, sino que abre el panorama a nuevas miradas y acciones.
La violencia, la discriminación, la marginalidad, la desigualdad de géneros, el negocio de la industria farmacéutica, son algunos de los temas que aborda la obra.
¿Cómo fue el proceso de trabajo de la obra con los actores?
Lisandro Penelas (director): Es un grupo de teatro que funciona desde hace cuatro o cinco años en la escuela Moscú Teatro. Tiene una fuerte impronta social y política. Varios militan. Ya sea en agrupaciones partidarias o sociales, pero la mayoría está vinculada con ese universo. Para el momento de arrancar un proceso de creación me parecía que había algo que al grupo le iba a venir bien. Por eso busqué poder construir un material que abordara ese espacio que ellos tenían tan propio, que les era personal y traían de afuera. A partir de eso les propuse trabajar con Augusto Boal. Leímos El Teatro del Oprimido y también hay otro libro que trabajé: 200 juegos para actores y no actores, del mismo autor. Profundizamos ejercicios de esos libros y también vimos documentales y leímos notas sobre Boal. Ya habíamos trabajado con Brecht. Para ellos había sido una instancia muy enriquecedora, algo de ese universo les había atraído. Entonces se me vino este material…
¿Qué fue lo que los impulsó a tomar a Boal como disparador?
L.P.: En su libro, Boal hace un racconto de la historia del teatro y en esencia, dice que el planteo aristotélico y el teatro clásico, apuntan a cierta catarsis que tiene que hacer el espectador sobre la obra. Hay una dimensión emocional, que le permite al espectador sentir cierta identificación con el personaje protagonista. Brecht quiso dar con eso también, pero con cierto distanciamiento. En sus obras, cuando el espectador está por emocionarse pone algún elemento disonante, así no se termina de emocionar y entonces puede reflexionar acerca de esa experiencia que está viviendo. Boal dice que eso está bueno, pero que no alcanza con que el espectador reflexione, sino que tiene que hacer cosas concretas. El objetivo es generar conciencia y más posibilidad de acción. Nosotros tomamos eso por alguien que pensó al teatro y la política de forma unida. Boal vivió mucho en Argentina, entonces también es bastante local en su impronta y forma de trabajar. Generó dinámicas que hoy se aplican en contextos que no son tan teatrales, sino en trabajos sociales, con ciertas problemáticas concretas, donde se registran situaciones de violencia, como, por ejemplo, las cárceles. También se trata de generar situaciones de debate en contextos públicos en donde hay actores que están representando personajes, pero que no se develan como tales. Entonces en un subte o en un bar surge cierta situación o comentario que termina generando una instancia de reflexión, que obliga a aquellos otros que son espectadores (que no saben que están siendo parte de una representación) a tomar decisiones, pensar, opinar o expresarse de otras formas, entre tantas dinámicas de intervención. Es como si yo te dijese que alguien en un bar insulta a otro o trata mal a una mujer y otro de otra mesa se levanta en complicidad diciendo: “Ey, querido, no podés tratar mal a esta chica…” Se genera una situación que parte de un momento teatral, pero que en realidad suscita una reacción y acción determinada.
Paula Mesonero (actriz): Por eso, nosotros buscamos en la realidad noticias que nos movilizaran y a partir de ahí hicimos dramaturgia, las fuimos elaborando. Boal nos sirvió para pensar la socialización del teatro, tomarlo como herramienta social, pensado en un tono participativo. Por esa razón la obra es a la gorra. Probamos primero en ser público y participar con los actores, para ver cómo podía ser la participación de quienes asistían a ver la obra, ya que estamos rompiendo con la cuarta pared.
La puesta nace como una creación colectiva de un grupo de actores que crearon dramatizaciones a partir del análisis y la discusión de notas periodísticas publicadas por distintos diarios durante 2016.
Además de Boal y las noticias, ¿tuvieron algún otro disparador?
L.P.: Hubo tres disparadores grandes: Boal, las noticias de los diarios y una búsqueda estética. Tomamos ciertas referencias que nos sirvieron para ir construyendo, como por ejemplo, los Monty Python. No sólo ellos, sino herederos de ellos, como Cha Cha Cha o como es actualmente Capusotto: cierto humor que apela al absurdo y con algo de lo social y político entremezclado.
Boal habla de un espectador activo. De una transformación social, ¿cómo ven esta posibilidad en el teatro?
Julieta Carunchio (actriz): En la obra hay algunas escenas donde se le hacen preguntas al público. No para que conteste, pero sí para que en ese momento se sienta incorporado y entonces, él mismo se haga esa pregunta. Nosotros entendemos al teatro como una herramienta de comunicación. Por eso partimos de noticias, para poder darle una vuelta y poder comunicarlo de otra manera. El espectador no es un simple recipiente que recibe lo que estamos haciendo, sino que también es parte de lo que estamos haciendo. Y queremos que se vaya pensando y sintiendo y siendo parte de todo lo que fuimos elaborando. Y fue en ese punto donde nos detuvimos, en que ninguna de las escenas sea una bajada de línea, sino que sea una pregunta que se transmita.
Adriana Krasinsky (actriz): Trabajamos con una pregunta inicial: “¿Qué nos impacta de la vida cotidiana?”. Y todo el año pasado había mucho en lo social que nos convocaba y no entendíamos cómo podía estar pasando. Por ejemplo, hacíamos escenas que hablaban del Ministerio de la Felicidad y ya eso solo era tan gracioso como triste. Al mismo tiempo era real. Nos era absurdo pensar, como dice el dicho, que la realidad supera la ficción. Son momentos donde te cambian de trabajo o lo perdés y ves a diario situaciones que no podés creer. Nosotros en estas escenas ponemos a jugar todo eso. Empezó como un trabajo muy propio y después en el grupo tuvimos que debatir, qué elegir entre todo lo que pasa. Boal nos permitió pensar lo cotidiano. Desde que empezamos este proceso hubo mucho debate y pudimos construir algo que sea propio con todo lo complejo que es lo colectivo.
«El objetivo es generar conciencia y más posibilidad de acción. Nosotros tomamos eso por alguien que pensó al teatro y la política de forma unida», comenta Lisandro Penelas, director de la obra.
¿Cómo es hacer teatro en la situación política actual?
Guadalupe Pullol (actriz): Estaba el modo particular de cómo comunicar cada tema. Desde el inicio enunciamos que somos actores que estamos actuando. Entonces está el conflicto entre los actores y la realidad que vamos viviendo.
L.P.: Toda actividad cultural no deja de ser una actividad política que genera movimiento. Para mí el teatro es un espacio de transformación. Hay ciertas premisas teatrales, como por ejemplo, si salís igual que como entraste, algo no terminó de pasar en ese momento. Y eso se aplica a todo y en ese punto me permito y me gusta hacer una obra de teatro donde la transformación pase por algo emocional. No creo en las ideas claras, ni en tener un mensaje que dar. En ningún aspecto creo en un mensaje político o humano. Sería algo muy pretencioso decir que yo tengo algo para decir al respecto. Lo que puedo dar, es una mirada del mundo. Y eso es para mí lo más difícil, pero rico de encontrar. Puede ser sobre un aspecto más humano, social, espiritual o político. Por eso hay algo de eso en el nombre de la obra. Algo inclusivo en el mundo que somos. Nosotros mismos, al hacer la obra, somos el mundo, no estamos por afuera para decirles a otros, lo que el mundo es. Nosotros somos esta parte también. Tratamos de no serlo y nos permitimos reírnos de nosotros. En esencia, creo que el teatro no es un espacio donde tener las cosas claras, sino de hacerse más preguntas. En este caso la obra es una mirada muy personal y al mismo tiempo es colectiva.
Juan Pablo Cicilio (actor): Lo vemos como una forma de resistencia. Estamos tratando de resaltar la miseria humana, lo que no nos gusta. El mundo del que formamos parte.
María Daniela Cohen (actriz): Creemos que estamos en un momento de coyuntura social muy complicado en lo cultural y político. Creemos que el arte es un arma de transformación social. ¿Qué hacemos en relación al dolor? Creemos que hoy lo más importante es crear desde el lugar que uno quiera, pueda y más le represente.
¿De qué manera abordan la complejidad que implica el ser humano?
L.P.: Se trata de desenmascarar y de dar cuenta de algunas problemáticas naturalizadas, que no lo son y desde ese punto humanizarlas. Tratar de poner la lupa sobre ciertas situaciones. Como dice Gabo Ferro: “La humanidad es un sueño inalcanzable”. Humanizar en la mejor acepción del término. La humanidad también podría ser el que tira bombas nucleares. Entonces hay algo de ver el costado negro para repensar y decir: “Hay otro costado que no es este, qué hacemos con esto, como nos reencontramos con ese otro costado”. En definitiva, el actor trabaja con su humanidad.
¿Qué lugar ocupa el humor en El mundo que somos?
L.P: Se trata de transitar la angustia de lo que está expuesto, tratando de reírse de eso también. Por ejemplo, dentro de la obra, en “Spaf”, una de las escenas, se comienza dentro de un spa con un grupo de fascistas que tiran tiros a lesbianas, que luego terminan matando a todos. Entonces, puede pasar que de la incomodidad uno se ría, pero al mismo tiempo, no quiere reírse de eso. La ironía y la comicidad se construyen a partir de redoblar la apuesta. Si llegamos hasta este límite es trágico, si redoblamos la apuesta, terminamos riéndonos y a la vez sigue siendo trágico. Algo de eso pasa en la obra. También es hacerse cargo de algo miserable dentro de la sociedad.
Viernes a las 23. A la gorra. Moscú Teatro: Camargo 506, CABA.
Actualizada 30/05/17
May 9, 2017 | Entrevistas
Desde hace 20 años, Fernando Soriano es periodista gráfico. Actualmente escribe en Infobae, hasta 2015 lo hizo en el diario Clarín. En paralelo, el reportero, oriundo de Avellaneda, defiende una causa de la que con orgullo e ironía se autodefine “periodista militante”: la legalización del cannabis, lo mismo que exigieron las 150,000 personas que el sábado pasado participaron de la Marcha Mundial de la Marihuana en su recorrido por el Centro porteño. En su libro Marihuana, la historia, Soriano combina el oficio, a través de una investigación rigurosa, con la causa. Desde los registros de los primeros cultivos de la planta en Asia, pasando por las oleadas prohibicionistas y llegando a los casos actuales de arrestos en Argentina por simple tenencia, Soriano muestra el valor del cannabis en la historia y sus diversos usos: comercial, medicinal, cultural. La obra, recientemente publicada por editorial Planeta, aporta al debate actual algo fundamental: información para argumentar.
¿Por qué decidiste contar esta historia?
Porque por ser una planta prohibida, y sacando las revistas THC y Haze, no hay mucho material formal. Faltaba un libro sobre el tema, como falta un gran documental. El segundo motivo es que en 2009 empecé a hacer notas en Clarín y comencé a ver casos de injusticia: pibes que caen presos por tener un porro, otros que son víctimas de la violencia institucional. Y me interesaba contar esas historias, para que el libro ayude a entender que la planta es una planta y que la prohibición es ridícula.
En el libro, esas microhistorias se mezclan con datos duros, ¿cómo le encontraste la vuelta al relato?
Me volví loco. Cambié varias veces la estructura narrativa hasta que un día me junté en un bar con Camilo Sánchez, periodista, poeta, y docente en TEA, y le dije: “No sé cómo estructurar esto”. Me dijo que siguiera trabajando, que se iba a acomodar solo, y así fue. Creí que esas historias personales tienen más fortaleza cuando se contrastan con las estadísticas que muestran lo absurdo de la prohibición. Por ejemplo, la historia de Miguel Ángel Durrels, que en 2013 aparece supuestamente suicidado en la celda de la Comisaría 1 de Pilar y que había caído por tener 70 gramos de porro paraguayo, una ridiculez. La ley de drogas (23.737) propició esa muerte.
El reportero, oriundo de Avellaneda, defiende una causa de la que con orgullo e ironía se autodefine “periodista militante”.
¿Cómo articulaste la investigación de archivos con las entrevistas?
En la primera parte, hay un trabajo de historiador aunque no estoy ni cerca de serlo. A veces tenía los relatos personales y después los articulaba con archivos, datos o hasta relatos paralelos. La segunda parte la laburé como lo hago con una crónica larga. Con digresiones, con diferentes temas que se van abriendo. Hay varias historias que han quedado afuera o que en principio daban para un capítulo entero y terminaron siendo dos párrafos dentro de un capítulo. La investigación duró dos años y dos meses, aunque a mí me parecieron dos décadas.
La lucha de las agrupaciones por la legalización está cruzada por el trabajo colectivo y el conocimiento compartido, ¿te nutriste de eso?
Sí. El laburo de las organizaciones es fundamental porque, como dice el subcomandante Marcos, “esto va de abajo hacia arriba”. Para mí, que nací en la dictadura y padecí el menemismo más horrendo en mi juventud, me dio una enorme satisfacción ver que, con esta ley, la democracia funcionó como nos enseñan en la escuela que tiene que funcionar: una idea que sale del pueblo y termina siendo aprobada por los que deciden gracias a que los ciudadanos los ayudamos a entender.
En el primer capítulo, contás el plan trunco de Manuel Belgrano de cultivar y comercializar cannabis en el siglo XIX. ¿Hay similitud con la negación actual en Argentina hacia la planta?
Es diferente porque en aquella época no se conocía su característica psicoactiva. Belgrano sufrió el desfinanciamiento de la Corona española por razones comerciales, no porque la planta estuviera demonizada. La cuestión cultural y el verso de la droga como flagelo, no existían. Sí hay similitud entre la negativa de la Corona hacia el proyecto económico de Belgrano y la actual de no ver la planta como integral, que puede ser usada para textiles, para medicina y para que dejen fumar a quien quiera hacerlo. ¿Por qué no se persigue al bebedor de whisky y sí al consumidor de cannabis si mata mucha más gente anualmente el alcohol que el porro?
¿Cuál es tu opinión sobre la ley que habilita su uso medicinal?
Es un avance importante. Tiene un grave problema: le falta el autocultivo. Pero es un punto de partida para seguir discutiendo con otro nivel de información, porque ayuda a naturalizarla. Es necesario hablar de la marihuana desde otro lado. ¿Por qué una planta se supone que destruye neuronas si ayuda a una nena a bajar sus convulsiones de 600 a cero por día? La ley ayuda a seguir dando esa discusión, porque nadie se va a detener acá, ni tampoco cuando se autorice el autocultivo. Hasta que no se legalice, los activistas van a seguir y yo, que en este caso hago periodismo militante, también.
Pero si no se autoriza el autocultivo, ¿de dónde sale el cannabis medicinal?
El gobierno habla de importar el aceite. Pero no se puede traer todo porque no hay uno solo para todas las enfermedades. Después está previsto investigar, cultivar y repartir en base a esas plantas que se cultiven. Pero para eso falta tiempo, además de que hay que crear organismos, entes de regulación… El gran problema es: ¿qué va a pasar en ese “período ventana” con la gente que necesita el cannabis medicinal? Nada, la gente va a seguir cultivando.
¿Qué se logra con la prohibición?
Un montón de cosas, todas negativas. La prohibición consigue que mueran chicos porque no tienen el cannabis para tratar sus enfermedades; que se muera gente en un calabozo o que los violen después de caer presos por tener 50 gramos de porro; que seguramente se enferme o muera gente por consumir el “paraguayo prensado” que no se sabe qué tiene. El otro día, en una charla en un centro cultural, el director de la revista Haze decía que el problema no es la ausencia del Estado en el tema, sino que está demasiado presente.
¿Cuál es el papel de los medios ante este panorama?
Son los más conservadores, a pesar de que la gente que los hace, en general, fuma. Están presos del peso de la opinión pública. No quieren ir contra el pensamiento ya formado de los lectores. Tendría que ser al revés. Y ese camino lo marcan dos hechos importantes. Una es la aparición de la revista THC, que logró que la gente se anime a leer del tema en el subte y no se esconda como si fuera una porno. Y por otro lado, la nota que me tocó hacer para Clarín en febrero de 2016 a Laura Alesi, la mamá de Josefina Vilumbrales, una nena con síndrome de West (epilepsia grave), cuyo título fue “La marihuana le permite vivir a mi hija”. Eso fue un golpe fuerte en la puerta de los despachos de los diputados y la ley tomó impulso. Eso marca que los medios podrían tener la cabeza más abierta y ayudar.
«¿Por qué una planta se supone que destruye neuronas si ayuda a una nena a bajar sus convulsiones de 600 a cero por día? La ley ayuda a seguir dando esa discusión», problemtiza Soriano.
¿Ahí aparece la importancia de lo que llamás “el periodismo cannábico”?
El rol de THC es fundamental porque rompe el paradigma. De hecho, cuando ya poca gente compra revistas, la THC se sigue vendiendo mucho porque es el lugar donde la gente va a buscar la información que necesita. Si vos le prohibís el porro a alguien, lo van a ir a comprar a otro lado. Con la THC pasó eso: sí el tema estaba prohibido en los grandes medios, la THC aparece para ser un espacio de discusión y de ida y vuelta.
Un sector de Cambiemos apoyó la ley de uso medicinal pero el Ministerio de Seguridad persigue a los autocultivadores, ¿qué opinás sobre esto?
Son diferencias lógicas de cualquier gobierno. Aunque alguno la puede entender como un doble discurso. No dudo de la defensa de la marihuana que hizo Alejandro Rozitchner. También veo la desinformación y el prejuicio de Patricia Bullrich. Sirve a la democracia que al interior de un gobierno haya discusiones. El problema es que las decisiones de Patricia Bullrich joden a la gente. Que no exista el autocultivo favorece al narcotráfico. Sólo Bullrich, aunque no es la única, puede pensar que quien tiene cinco plantas en su balcón o en el patio es narcotraficante. Eso es estar alejado de la realidad. Y, además, porque el narcotráfico financia la caja negra de la policía. Si quiere terminar de verdad con el tema, tiene que mirar hacia adentro, hacia los que la rodean.
¿Quiénes más demonizan a la marihuana?
El gran enemigo es la desinformación y el prejuicio. Y en esa bolsa entran políticos, periodistas, médicos. También la Iglesia, que no entiendo con qué cara condena al consumidor de marihuana y no a los curas pedófilos. En 2012, cuando el gobierno kirchnerista casi saca la despenalización del consumo de marihuana, uno de los grandes frenos fue la Iglesia. Respeto muchísimo a los curas villeros que dan una gran batalla, pero ellos dicen que en las villas la marihuana ya está legalizada y que eso no es bueno. Y yo me pregunto qué pasa con los narcos en las villas. Una gran batalla contra ellos sería si se les enseñara a cultivar a esos pibes, para que no tengan que comprarle a los narcos.
¿Qué rol juega la comunidad médica?
Fundamental. Estamos criados en una sociedad donde la palabra del médico es más que la de cualquier otro referente social. Es necesario que se informen para entender el tema. Pasa algo similar en la justicia, donde hay jueces y fiscales que no saben nada. Hay una frase de John Berger que me encanta: “Dejé de creer en los médicos cuando ellos dejaron de creer en los hombres”. Tal vez es momento para que los médicos y las médicas crean más en el ser humano y, en este caso, en la planta.
¿Alcanza con la decisión de un gobierno para legalizar la marihuana?
No, hace falta es que la sociedad entienda mejor. En 2012, cuando casi se legaliza el consumo, varios diputados y diputadas me dijeron que la sociedad no estaba preparada. La decisión final la tiene el poder político, pero los ciudadanos se tienen que educar informándose. Que lean el libro. No hace falta que lo compren, que lo fotocopien si quieren, pero que lo lean y haya más información para discutir.
¿Qué aporta tu libro a la causa?
Información que fue ocultada durante mucho tiempo. Me gustaría que se pueda discutir sobre la planta a partir de “la data” que está ahí. Esto es como cuando hay problemas en una casa, en una pareja o en un laburo, lo peor es negarlo. Los temas se hablan y se naturalizan. A la planta le falta naturalizarse. Estoy feliz de que haya un libro, que esté arriba de una mesa o una biblioteca a disposición de cualquiera, para que se siga discutiendo con más argumentos. Me gustaría que lo lean Patricia Bullrich, Eduardo Feinmann y todos los dinosaurios que no están entendiendo.
Actualizada 09/05/2017
Abr 5, 2017 | Entrevistas
La educación pública está en crisis. Desde la asunción de Mauricio Macri como presidente de la Nación, las medidas de ajuste presupuestario han atravesado las diferentes áreas del Estado y la educación no ha sido la excepción. En mayo del año pasado se sintieron las primeras reacciones cuando al conocerse el recorte en el presupuesto universitario y el salario docente, se desencadenaron distintas marchas docentes y estudiantiles. Ahora, el conflicto recrudeció ante la negativa del Gobierno nacional de llamar a paritarias. La propuesta de aumento salarial que cada provincia ofrece a los educadores no se condice con la suba de precios ocurrida durante 2016, excepto alguna que otra excepción.
En el marco del paro general convocado por la CGT para el próximo jueves, los docentes vuelven a la huelga para exigir, una vez más, que se llame a paritarias nacionales. Los estudiantes acompañan el reclamo. Para analizar el conflicto, ANCCOM dialogó con Abril Kravacek, la joven de 17 años que habló en la Marcha Federal Educativa del 22 de marzo junto a los principales referentes gremiales y frente a 400.000 personas. Dice que estaba nerviosa, aunque no se le notó. Habló con fuerza, con ganas, con actitud y con la convicción de sus ideales. “Un pueblo que tiene aprendizaje es un pueblo empoderado y esto no le conviene al Gobierno”, asegura Abril, que no es un mes de treinta días, sino una mujer con valentía. Estudia en la Escuela Técnica Fernando Fader, del barrio porteño de Flores, e integra el Centro de estudiantes donde participa con minuciosa responsabilidad.
¿Cómo nació tu interés por la militancia estudiantil?
Entrar al colegio fue un antes y un después en mi manera de pensar. Antes de entrar al colegio, escuchaba lo que decía la televisión y lo repetía como mi familia; me creía todo y estaba convencida de eso. Y hoy me digo: “Cómo pensaba tal cosa”. El Centro de Estudiantes tiene un rol muy importante, lo viví en carne propia. Yo entré al Centro en 2012, un año muy movido en el movimiento estudiantil. Y me llamó la atención esa idea de que pibes y pibas se juntaban a debatir con la indignación de las problemáticas que estaba teniendo la educación pública, poniéndole nombre y apellido a los culpables de eso, pero no solamente quedándose en esa indignación, sino viendo en conjunto qué medidas tomar al respecto. Cada vez más fui profundizando el tema, ya son seis los años que estoy en el Centro de Estudiantes, y eso no solo me llevó a militar en el Centro, sino que a sentirme cómoda con una organización política, a pesar de ese miedo a lo partidario. Me parece muy bueno encontrarse en un colectivo para organizarse, no sólo con la perspectiva de la educación, sino la idea de ir a otras áreas en las que se observan ciertas injusticias.
A partir de tu inserción en el Centro, ¿pudieron solucionar algunos de los problemas que se planteaban?
El mayor logro del Centro es concientizar a través de la información. Puede que haya gente que no opine lo mismo que nosotros, pero una cosa es opinar con información y otra muy distinta es opinar, repitiendo lo que dicen los demás. Contra los ataques que provienen del Gobierno de la Capital, desde la infraestructura, hasta el presupuesto, pasando por las becas y las viandas. Si bien nosotros pudimos darles batalla, algunas ganamos y otras, no. Y ganar ciertas luchas levanta la autoestima de los estudiantes, es decir, si nos organizamos, se puede. Por otro lado, con la Nueva Escuela Secundaria, a pesar de que nos parecía bien que se homologuen los colegios a nivel nacional, queríamos ser partícipes de eso y no que nos bajaran el contenido. Y eso lo logramos gracias a las más de sesenta tomas de colegios que hubo en el 2012, el año que me incentivó a formar parte del Centro de Estudiantes. Entonces, logramos estas jornadas participativas en las que pudimos subir el nivel.
¿El Centro tiene una inclinación partidaria?
Creemos que la mejor organización, al menos en el Fader, es tener un Centro horizontal. Es decir, que cualquiera pueda sumarse y tener la misma voz y voto que el resto. Cada persona vale como cualquier otra, y por lo tanto, todos son bienvenidos. Y por eso no está esa valorización política, que capaz en otros colegios existe y que termina siendo más importante que la lucha en común. Si bien no todos pensamos lo mismo, lo interesante es, a pesar de las diferencias, poder construir en conjunto y defender la educación, que es el objetivo principal que tenemos.
¿En qué condiciones se encuentra la escuela pública hoy?
Más allá de la nefasta frase del Gobierno Nacional diciendo que “caímos” en la escuela pública, y más allá de que algunos la elegimos o no, la terminamos revalidando, lo que está pasando en las escuelas públicas no es algo nuevo. Quizás hay nuevos ataques pero continúan siendo las mismas intenciones: parar con la escuela pública. Es decir, que el que es pobre, que no vaya a la escuela, que no aprenda, porque un pueblo que tiene aprendizaje es un pueblo empoderado y esto no le conviene al Gobierno. Entonces, por un lado, está la jugada para que la escuela pública desaparezca, y por otro, que las personas que tengan plata, puedan pagar por el aprendizaje, cuando esto no debería ser así, sino todo lo contrario. Se debería fomentar la escuela pública y no subsidiar a las privadas, para lograr una mayor calidad en la educación pública. Otro problema es la cuestión de las inscripciones online, ya que éstas deberían ser más abiertas, más accesibles al ingreso de los estudiantes. La inscripción online es una forma de cerrar el ingreso a lo público. Vemos que no hay una apuesta (del Gobierno) a la educación pública: no se crean nuevos establecimientos, no se mejoran los que ya existen. En mi colegio, por ejemplo, se cayó un pedazo de techo hace poco. Lo limpiaron y hacen como que no pasó nada. La intención del macrismo no me sorprende para nada, pero lo que es importante es que nosotros, como estudiantes, junto con los docentes, como una comunidad educativa, tenemos que hacernos cargo de la problemática. Si este gobierno nos quiere atacar, no podemos quedarnos de brazos cruzados, tenemos que salir a defender la educación en las calles, en las aulas y en cualquier lugar que sea posible.
¿Cuál creés que es el objetivo del macrismo para la educación pública?
Por un lado, desprestigiar, que a la vez, tiene que ver con un proyecto político de país: dejar excluidas de todo lo que debería brindar un Estado a las personas que menos tienen. El objetivo es ir excluyendo y hacer como que no existe cierta parte de la población, sin importar que esa parte se muera de hambre. Sin embargo, la cuestión no es solo que los pibes puedan tener una educación abierta, porque pueden tenerla, pero al mismo tiempo, no asistir ya que tienen que trabajar para ganarse la comida. Resumidamente, es un ataque a la clase baja y trabajadora y también rebajar las condiciones de vida de la clase media. Se nota en la calle, hoy la gente no está viviendo como vivía antes. Que suban las tarifas, que a uno le esté costando llegar a fin de mes, no es casualidad. Esto es el proyecto político que se plantea el macrismo. Y no solo el macrismo en sí, sino también la derecha a nivel regional. Latinoamérica está pasando por un proceso de viraje hacia la derecha, lo que implica una autocrítica del campo popular. Por qué no se pudo generar una temprana conciencia de lo que se venía. Es un error para aprender en las siguientes oportunidades y evitar así caer en un círculo vicioso de progresismo-derecha.
«Está la jugada para que la escuela pública desaparezca, y por otro, que las personas que tengan plata, puedan pagar por el aprendizaje, cuando esto no debería ser así, sino todo lo contrario».
¿Le ves una solución al conflicto docente?
El conflicto es una demostración de lo que quiere el Gobierno, porque si pueden con los docentes, van a venir por todo. Por eso, no hay que bajar los brazos hasta que las paritarias nacionales sean convocadas y que den por resultado un salario digno, porque esa es la lucha primera. La unión entre docentes, estudiantes y trabajadores no docentes no va a aflojar hasta conseguir la victoria en este conflicto. Y esto nos va a dejar muy bien preparados a la resistencia contra todos los ataques que vendrán del Gobierno, básicamente por su intención política. De todas maneras, nosotros seguimos pensando en propuestas, no es que pensamos en hacer paros solamente, sino que tenemos un proyecto o plan de lucha hasta que logremos las paritarias.
¿Qué pensás del tratamiento mediático del conflicto?
Una frase que me gusta mucho y que está relacionado a esto es “un docente que lucha, también está enseñando”. Por otro lado, los grandes medios intentan fomentar que los jóvenes no tenemos capacidad de pensar independientemente, es decir, no tenemos una opinión propia, sino que tenemos una opinión que se nos baja, y que cuando realizamos alguna medida, se dice que estamos arreglados por otras organizaciones políticas, o incluso con los docentes. Hay una creencia de que somos usados, cuando esto en realidad no es así. Es una lucha en conjunto, y el ataque a los docentes es un ataque a la educación pública. El poder que manejan los medios es muy fuerte, y a eso se le puede responder generando otras alternativas de información. Muchas veces, personas no alineadas con el macrismo, ven algo en la televisión y, como ningún medio es objetivo, terminan repitiendo lo que ese medio dice. Entonces, al no escuchar otros medios de información, debemos generar esas alternativas para que se enteren de la otra perspectiva del conflicto. Es decir, este es mi medio, esta es mi verdad, que la estoy viviendo ahora.
¿Qué opinás de quienes dicen que existen intereses desestabilizadores contra el Gobierno?
Que se diga eso es nefasto. Una cosa te lleva a la otra, no es que porque con este Gobierno no coincidís ideológicamente vas a salir a meterle tres marchas. Hoy, la realidad es otra, hoy es causa y consecuencia, hoy es ataque y defensa, y esto se opone a lo que dicen los medios. Nosotros nos defendemos y resistimos, y a la vez, denunciamos a quiénes están a cargo de este ataque a la educación pública.
¿Qué te pareció la “Marcha por la Democracia” del primero de abril?
Me parece bien que cualquier persona que quiera expresar algo, salga a la calle y lo exprese. Igualmente, no coincido con una de las consignas de las que se hablaba, esto de “Macri hasta el 2019”, porque ya sabemos que va a estar hasta el 2019. No queremos hacer un golpe de Estado, solo queremos hacernos respetar. Entonces me parece errado ese pensamiento, pero al mismo tiempo, esto es causa y consecuencia de lo que se habla en los medios, creer y repetir lo que ellos dicen.
¿El paro del 6 de abril puede ser un punto de quiebre para el conflicto?
Va a ser un paro muy importante, con fuerte participación estudiantil y muy masivo por la presencia de otros sectores. Espero que haya una solución por parte del Gobierno, y si no la hay, no es que este paro es el tope de nuestra lucha, sino que el plan de lucha continua.
¿Qué sensación tuviste al hablar ante tamaña cantidad de personas en la Marcha Educativa?
Siempre fui la que está del otro lado de las que marchan y escuchan el acto, y el cambio de panorama, de pasar de estar abajo a estar arriba del escenario fue muy fuerte. Me propusieron leer mientras estábamos camino a la Plaza y me puse muy nerviosa. Ni hablar cuando subí al escenario: tuve que esperar las palabras de otros compañeros que dijeron cosas muy interesantes y en ese momento miraba a la cantidad de personas y sabía que tarde o temprano me tocaba hablar a mí. Cuando fuimos al atril con mi compañera empecé a temblar y tuve que dejar la hoja de lectura en la mesa porque no podía sostenerla de los nervios. Veía la magnitud de la movilización y los drones que circulaban por el aire y era demasiado para mí. Pero traté de ponerle actitud, porque hay veces que el mensaje no llega si no se sienten las palabras, y esas palabras yo las sentí.
¿Cómo te ves el día de mañana sin el Centro?
El Centro tiene la característica de ir dejando lugar a los compañeros más nuevos para que se vayan haciendo cargo de ciertas tareas, que antes cumplíamos los antiguos. Voy a estudiar Derecho y junto con mi organización política, Proyecto Popular, quiero militar en las universidades. Y si se puede, abrir el campo hacia otras áreas ya que tenemos diferentes sedes que se ocupan de varias tareas. Por ejemplo, una sede va a Villa Soldati y cumple trabajos de infraestructura; otra suele ir al Borda a realizar actividades. Esto es lo importante, ir a los barrios y tener esa conexión con la realidad social para poder generar un cambio realmente.
Actualizado 04/04/2017
Mar 27, 2017 | DDHH, Entrevistas
“Mi memoria es una memoria del terror”, cuenta Ángela Urondo Raboy en alusión a sus días en cautiverio en el D2, el centro clandestino más grande de Mendoza. Ella, junto a sus padres, el escritor Francisco Paco Urondo, periodista y responsable de la Regional Cuyo de Montoneros y la periodista Alicia Raboy, fueron interceptados en un operativo cuando viajaban en un auto con otra militante, René Ahualli. Era el 17 de junio de 1976 en Guaymallén, Mendoza. Paco fue asesinado y las mujeres lograron escapar, hasta que Alicia y Ángela fueron luego secuestradas.
Ángela, que en ese entonces era una beba de once meses, estuvo secuestrada en el D2. Se desconoce cuánto tiempo permaneció allí. Luego la llevaron a la Casa Cuna de Mendoza, hasta que fue devuelta a su propia familia: una prima de su madre junto a su esposo la adoptaron legalmente y le ocultaron su verdadera historia hasta su adolescencia. Desde muy pequeña supo que sus padres biológicos habían muerto en un accidente de auto. Ese era el discurso. De su madre, había visto un par de fotos y le habían contado que era estudiante de Ingeniería. De su padre, jamás le hablaron. Al momento de descubrir la verdad, cuando su familia adoptiva decidió, a sus dieciocho años, empezar a contarle los hechos para que pueda cobrar la indemnización por ser hija de desaparecidos, supo la importancia pública que tenía la figura de su padre y descubrió también que además de su madre, tiene una hermana y un cuñado desaparecidos: Claudia Urondo y Mario Koncurat, ambos pasaron por la ESMA. Años más tarde, inició el juicio de desadopción y recuperó su identidad.
Para ella, es una vivencia especial tener como padre a Paco, es “el desaparecido reivindicado socialmente”, dice, pero considera que su mamá, su hermana y su cuñado son víctimas del Terrorismo de Estado anónimas como la gran mayoría: “Cuando pienso en la desaparición no pienso en la cuestión concreta de la desaparición de los cuerpos sino en la desaparición social, cuando uno deja de nombrar al desaparecido”, relata y concientiza en esto de que “desaparecer no es desexistir”.
Dibujante y performista, Ángela creó además los blogs Pedacitos -un espacio autorreferencial que escribió entre 2008 y 2011- e Infancia y dictadura -creado en 2010-, una colección de relatos simbólicos y visiones infantiles sobre el Terrorismo de Estado. Luego escribió el libro ¿Quién te creés que sos?, publicado por Capital Intelectual en 2012. En todos esos escritos, rememora y remarca la etapa de la niñez. “Elegí contar la infancia porque es el periodo en el que no pude hablar”, cuenta y reafirma que su impulso a la escritura fue su momento de maternidad.
«Cuando aparece la figura de mi viejo aparece con mucha fuerza y con la posibilidad de leerlo a él directamente. Tener claro cuál era su punto de vista, su tono, empecé a saberlo y a corroborarlo en sus relatos».
¿Cómo fueron tu infancia y tu adolescencia?
Quizás es la parte que más me cuesta procesar. Era de clase media, llevaba una vida cómoda, no puedo decir que la haya pasado mal en términos de violencia pero me cuesta pensar retrospectivamente esa etapa de mi vida. Muchas veces me doy cuenta que me resulta mucho más fácil hablar de cuestiones hipertrágicas como la desaparición forzada o el secuestro o la muerte que esos episodios grises donde estaba mezclada la vida cotidiana, con la mentira, con esconder la verdad. En la adolescencia tuve una explosión de rebeldía que no sabía de dónde venía y hacia dónde iba, fue como un momento de muchos cambios, quería salir al mundo y ahí me empecé a sentir distinta a las personas que tenía alrededor y empecé a significarme de manera distinta, circulaba por espacios alternativos muy mal vistos por mi familia de crianza. En esos lugares pude plantar una bandera soberana sobre mí misma, sobre mi vida y empezar a delinear. Y cuando supe la historia, todo eso empezó a tener un montón de sentido y una dirección.
¿Cómo fue que te enteraste de la verdad? ¿Por qué creés que tu familia adoptiva decidió contarlo en ese momento?
La que era mi madre adoptiva empezó a decirme muy a cuentagotas algunas cosas. Yo recuerdo varios episodios a los que me cuesta ubicarlos en el tiempo. En un momento, mis papás adoptivos se separaron y yo me quedé con ella, quien empezó a sentir un poco más de libertad de acción. Un episodio del montón fue uno muy gráfico: una vez, pasando por la ESMA, la que era mi madre adoptiva, largó una puteada a los milicos. “¡Milicos de mierda, la puta que los parió!” Nunca antes la había escuchado tener una expresión emocional política. Entonces le pregunté por qué decía eso (no porque no supiera eso de los milicos). La respuesta fue: “¿Cómo por qué? Si mataron a tus padres”. Ella manejaba, no me miraba y me decía que en otros momentos me lo había dicho. Es probable que me lo haya dicho, no te voy a decir que no me lo dijo antes, porque a veces la memoria tiene juegos complejos, pero esa vez sí recuerdo su actitud. Entonces, luego pensé todos estos años en las justificaciones. Una vez me dijeron que fueron a ver a un pediatra, le preguntaron cómo tenían que hablar de este tema conmigo y el médico les aconsejó no hablar de lo que yo no preguntara. Yo nunca pregunté nada y ellos no hablaron de nada pero con los años empecé a pensar que era mi responsabilidad preguntar pero era responsabilidad de ellos enseñarme a hacerme esas preguntas porque ellos me enseñaron a hablar. Otro punto de inflexión fue durante los años 90, cuando aparecen las leyes reparatorias. En ese momento, mi familia tomó la decisión de ir a consultar por esa posibilidad de ir a cobrar ese dinero y esa fue la primera vez que me llamaron a la mesa de diálogo: “Existe una ley reparatoria, ¿a vos te interesa?”. Cuando me dijeron eso dije que sí, no porque me interesase el dinero, incluso dije sí con mucho pudor, pero de algún modo, era la primera vez que ellos me permitían ser la hija de mis padres.
¿ Y el momento en que supiste quiénes eran tus padres y todo lo que vino después?
Cuando tenía 18 años, fuimos a la Secretaría de Derechos Humanos y la chica me preguntó si sabía quién era, súperacongojada. Yo pensaba: “¿Por qué lloras?” Ella me dijo que conocía a mi papá, claro, estaba emocionada. Yo de mi papá no sabía ni la edad, no entendía por qué esa chica había reaccionado así. Me miro a mí y a mi madre adoptiva y entendió que yo no sabía nada. Me dijo que lo había leído y que lo admiraba como escritor. El asunto es que yo sabía que él escribía sobre Economía y entonces me parecía ridículo que alguien se emocionara sobre eso. Ahí sentí que me faltaban un montón de elementos. Después, la chica me explicó que no era beneficiaria de esa ley porque “la adopción disolvía los vínculos con mi familia de origen”. De esa frase todavía no me repongo… La empleada de la Secretaría de Derechos Humanos, entonces, me aconsejó que me fijara en quiénes eran los herederos de mis padres. Ahí me di cuenta que, además de un padre desaparecido, tenía una familia detrás de ese padre, eso nunca antes los había pensado. Mi madre adoptiva, en el viaje de vuelta, empezó a decirme todo eso que toda la vida había dicho que no sabía. “Bueno, si vas a buscarlo, concentrate en buscar a tu hermano, porque tu hermana no sé si está viva, no te hagas ilusiones”. Yo ahí supe que tenía un hermano probablemente vivo y una hermana probablemente muerta. Me estaba habilitando la verdad después de tantos años. Pasó un tiempo largo y empezaron a abrirse puertas para que yo pudiera encontrarme con mi hermano (Javier Urondo, hijo del primer matrimonio de Paco con Chela Murúa, con quien también tuvo a Claudia, desaparecida en 1976).
¿Cómo fue el reconstruir las figuras de Paco y de Alicia, tus padres?
No lo puedo decir en pasado, eso ocurre todo el tiempo. Durante todos los años de la infancia y la adolescencia, de mi mamá yo sabía quién era, sabía su nombre, sabía su cara, yo había visto algunas pocas fotos. Yo sabía un montón sobre ella, entre comillas. Siempre supe lo del accidente, que había estado en la panza de mi mamá, pero de mi papá nadie hablaba. ¿Cómo se me iba a ocurrir que los hijos nacen de una madre y de un padre? La figura paterna estaba totalmente anulada. Pero cuando encontré a mi hermano y empecé a visitar al resto de mi familia paterna pude ver los libros, el archivo familiar, recortes de diarios, fotos y fue fundamental la transmisión oral: sentarme horas y horas con mi hermano, con amigos. Entonces, cuando aparece mi viejo aparece con mucha fuerza y con mucha presencia y… la posibilidad de leerlo a él directamente. Tener claro cuál era su punto de vista, su tono, empecé a saberlo y a corroborarlo en sus relatos. Me di cuenta, entonces, lo poco que sabía de mamá; empezó a ser muy notorio el silencio, incluso de su familia, de la que siempre había estado cerca. Sus hermanos no hablaban de ella, había una cuestión tácita de no hablar del pasado. Y hoy me pasa que mis hijos saben mucho más de su abuela de lo que yo sabía a la edad de ellos. Saben en qué se parecen, saben que pertenecen y yo pienso nuevamente en eso de que la desaparición no desexiste a las personas; eso fue lo que me dieron mis hijos como pensamiento.
¿Qué sabés de la historia de amor entre ellos? Se sabe que Montoneros los había condenado por su unión extramatrimonial…
Sé que se conocieron en la revista Noticias, se flecharon, no pudieron contenerlo. “El Perro” (Horacio) Verbitsky los vio una vez saliendo de un albergue transitorio, entonces papá le dijo que de ahí en más, como sabía de la relación amorosa, iban a poder encontrarse en su casa. Horacio siempre me cuenta algunas cosas, que me habían puesto un nombre de guerra, me llamaban Felipita. También están todas las teorías sobre la degradación dentro del Movimiento, el juicio político, el Código de Moral Revolucionario de los Montoneros y su artículo 16 que castigaba la “deslealtad amorosa”. Mi papá era un tipo muy abierto, de vanguardia en sus relaciones afectivas, hoy es mucho más fácil pensar en ese tipo de vínculos. Entonces pienso que para él, adaptarse a la rigidez de ciertas normativas conservadoras y no achicarse para caber en un molde, habla de un contraste, el de un tipo en busca de sus libertades y el tipo que es juzgado por sus propios compañeros por dejar una compañera y enamorarse de otra.
«Hay memorias traumáticas que no empiezan con la palabra. Yo no recuerdo a mis viejos, no recuerdo personas, sólo recuerdo recorridos arquitectónicos»
Fuiste una niña secuestrada, ¿tenés recuerdos de esos momentos?
Sí, pero no me acuerdo tanto, hay una laguna a propósito ahí. Tengo certeza de que estuve en Casa Cuna porque de ahí me retiran y tengo certeza que estuve en el D2 porque lo recuerdo y lo pude recorrer. Los papeles dicen que estuve un día en el D2 pero los papeles escritos por ellos dicen cualquier cosa. Hay muchas versiones de lo que pasó y mi memoria es una memoria del terror donde registré los espacios, los lugares donde estuve. En mis sueños, los dos sitios eran el mismo lugar: un pasillo continuo donde por momentos había ventanas alargadas y altas, después soñaba con unas escaleras, muchas puertas; soñaba que bajaba y había caras que no conocía, que nunca llegaba a ningún lado, que me perseguían. Había también unas habitaciones color celeste con una entrada de luz y un lugar que no podía definir. De grande, volví a ese sueño y cuando viajé a Mendoza fui a la Casa Cuna y encontré un pabellón, no estaban las escaleras, pero cuando fui al D2 busqué la escalera y me explicaron que esa escalera existía, que era la que conducía a la sala de tortura. Después, volví y vi una habitación celeste, esa que veía en mis sueños, con una claraboya en el techo, esa que en mis sueños era casi como una ventana. Supe que lo que había descrito en los juicios era exactamente como el lugar. Yo declaré mis sueños, que eran reiterativos. Tenía la sensación de que esos espacios verdaderamente existían, y realmente era así. Esto refuta toda la teoría que dice que la memoria empieza con la palabra; hay memorias traumáticas que no empiezan con la palabra. Yo no recuerdo a mis viejos, no recuerdo personas, sólo recuerdo recorridos arquitectónicos.
¿Cuál fue el puntapié que te hizo empezar a contar tu historia, tu intimidad? ¿Por qué hacerlo público?
Con el embarazo. Cuando supe que iba a ser madre empecé a escribir el blog. Empecé a escribir cosas que me pasaban cuando estaba embarazada y todo eso me hacía pensar en cómo habría sido el embarazo de mi madre, y el no poder hablar con ella. Yo hubiese querido saber si tenía antojos, dolor de pies, calambres, cosas que a las mujeres nos movilizan. También tuve sueños y empecé a sentir muy en el cuerpo la cuestión de la rama femenina de la familia, en esa cadena de mujeres. Ahí empecé con el blog Pedacitos y empecé el juicio para disolver la adopción y ese fue el punto de inflexión. En ese primer blog, que era algo íntimo, no me interesaba que nadie me entendiera, no necesitaba explicarle nada a nadie, eran unos jeroglíficos internos. De a poco, pude desarrollar el texto, articular la historia con palabras más ampliamente y ahí lo vi como una escalera. Podía bucear sobre los temas, encontré una herramienta gigante donde poder ordenar el pensamiento y para poder desarrollarme. Después, comenzados los juicios, tenía una necesidad de escribir sobre otros, y empecé a mirar para los costados, y a charlar mucho con los Hijos, empezamos a juntarnos y hubo una gran necesidad de compartir y recopilé pequeños relatos de las infancias de uno y de otro y ahí empiezo con el blog Infancia y dictadura, pensado para contar el impacto generacional de la dictadura sobre la infancia.
¿Por qué te interesa hacer tanto hincapié en la infancia?
Me parece que la violencia del Terrorismo de Estado pensado desde un cerebro adulto tiene un montón de lugares de apoyo, podés hilar las dictaduras previas, la lucha armada, cosas que te explican… Pero desde la visión de un niño, el impacto de la violencia de la dictadura es un absurdo extremo. Pensé que a los niños no nos tomaban en cuenta como testimoniantes, era como una memoria inmadura; el que podía decir era el que lo había vivido y, de pronto, me di cuenta que generacionalmente, en algún momento, los que fuimos niños en la dictadura vamos a ser los últimos que podamos dar cuenta en primera persona de esa vivencia. Yo quería un espacio donde se rescate subjetivamente la visión del niño. Otra cosa que me importaba es que cuando uno pone sobre la mesa el impacto de la dictadura sobre la infancia desaparece la Teoría de los Dos Demonios, de toda esta cuestión de la que hablan ahora, de la verdad completa, del revisionismo tendencioso, parece que éste es uno de los mejores argumentos que tenemos para explicar que no hubo dos demonios. Entonces, todas estas cosas terminan siendo de acompañamiento mutuo. Cuando yo veo que los maestros que se adhieren al paro aparecen en listados… nosotros ya conocemos esto. Me parece que estos testimonios nos sirven para fortalecernos como sociedad, cuando decimos “nunca más” decimos esto: nunca más a que vayan a buscar listados a las escuelas de los maestros que tienen una militancia política, nunca más que te echen del trabajo por tus ideas, nunca más persecución.
¿Qué opinión tenés al respecto de los dichos de varios funcionarios del Gobierno sobre la cantidad de desaparecidos y de los actos de provocación este último 24 de marzo?
Hay que tomarlo como de quien viene, este es un gobierno que hizo negocios con la dictadura; son los hijos, los nietos y los sobrinos de los dictadores. Hay apellidos como Massot, Bussi, Saint Jean… son una larga lista. Y esto no quiere decir que los familiares de los genocidas no puedan trabajar, pero es todo un símbolo. Me parece que cuando dicen “nunca más a los negociados con los Derechos Humanos y ese cartel lo tiene un Massot, es de un cinismo enorme. Porque si hay alguien que hizo negocios durante la dictadura pasando por encima de los Derechos Humanos fueron ellos: los Massot, los Blaquier, los Bussi, toda la pata civil y comercial y los empresarios que se beneficiaron con las políticas económicas de la dictadura. Ellos saben muy bien que los juicios de lesa humanidad siguen avanzando, que avanzan sobre los civiles, los jueces, los empresarios y esa es la parte en la que están más a la defensiva porque saben que son parte de la historia del genocidio, no son ajenos.
Actualizado 28/03/2017
Mar 16, 2017 | Entrevistas
Tras el recital brindado por el Indio Solari en el predio La Colmena de Olavarría, en el que murieron dos hombres, las miradas condenatorias sobre las víctimas y de quienes participan de este tipo de recitales no demoraron en aparecer. Pablo Semán, sociólogo, Doctor en Antropología Social e investigador del CONICET, analiza la mirada sobre la “cultura del aguante”, el rol del Estado, la organización del evento y la culpabilidad y el uso de alteradores de la conciencia.
Luego de las muertes del sábado en el recital del Indio Solari se evidencia que hay una mirada demonizadora de lo que se llama “cultura del aguante” ¿Por qué?
Yo creo que siempre es más complejo de lo que está creyendo todo el mundo, porque hay una mirada demonizadora de eso que tanto los detractores como los apologistas llaman la “cultura del aguante”,que en realidad es una fetichización que empieza ya con ponerle ese nombre para creer que se sabe algo cuando en realidad no se sabe nada. Pero lo que termina pasando es que se opaca u obtura la realidad que hay detrás. Entiendo que han sido demonizados con lo de cultura del aguante pero también han sido “embellecidos” con esa misma idea. Porque hay una representación apologética también y hay que preguntarse si una parte de quienes hablan de la cultura del aguante no exaltan en los otros lo que ellos no se animan a hacer o admiran secretamente. Hablan de usos de drogas, de éxtasis, de pogo, de la libertad de los cuerpos, de un montón de cosas refiriéndose un tanto elogiosamente.
¿Qué sería entonces lo que comúnmente llamamos como “cultura del aguante”?
Lo que llaman “cultura del aguante” es un conjunto de procesos muy complejos y de práctica muy diferentes que no son un conjunto cerrado. El público del Indio es más variado y combina esas prácticas en desarrollos muy diferentes. Tomar una parte aislada por el todo, privilegiando en esa parte lo que llama la atención de las miradas polémicas y opuestas, es profundamente reductivo.
«Hay una mirada demonizadora de eso que tanto los detractores como los apologistas llaman la cultura del aguante”.
¿Qué es lo que no se termina de ver por tener estas miradas acerca de esta cultura?
En este caso, los críticos de la cultura del aguante tienden a creer que la gente es autodestructiva, quilombera, que se excita y se descontrola y por eso que pasan las cosas que pasan.Y sin hacer ninguna concesión al término de “cultura del aguante”, lo que yo puedo decir es que la gente fue muy cuidadosa, es más, si la gente no hubiera sido muy cuidadosa hubiera terminado en un verdadero desastre. Creo que una buena parte del público, en las condiciones que fuera, hizo suya las palabras del Indio que tiene que ver con la idea de cuidarse uno mismo, pensar que nadie va a cuidar a uno mejor que uno mismo, más allá que en el discurso del Indio eso tiene un valor ambiguo.
De hecho en la semana anterior al recital, a través de Marcelo Figueras, el biógrafo personal del Indio, se difundió un mensaje donde se pedía que el público se cuidara y cuidara al de al lado. ¿Cuál sería el valor que tiene ese mensaje?
Yo creo que el Indio entiende a su público, sabe de dónde viene una parte y de las cosas que es capaz. Entonces, en diálogo con ese público, les propuso que bajaran un cambio. En ese sentido los ha instado: “Sí, hagamos fiesta pero tengamos un límite, un mínimo de disciplina para poder festejar y que no haga daño”. Pero por otro lado, creo que tiene otro valor que es el énfasis en una producción independiente, que se hace cargo del show y maneja el negocio. De alguna manera hay una relación, yo diría de hostilidad con el Estado, que tiene muy buenas razones de ser, por algunas cosas que pasaron, pero tiene la consecuencia de que se hace opaco frente el Estado. Y por otro lado el Estado es ciego. Así que es una combinación muy problemática: hay una organización que es opaca y un Estado que es ciego.
Igualmente hay cierta idea de que estos eventos son incontrolables, con esta misma idea del “pogo más grande del mundo”.
Yo partiría de lo siguiente: en Argentina hay mucho espectáculo masivo y no todos terminan en quilombos ni muertos, es posible hacerlo.Tanto los apologetas como los execradores del Indio tienen una idea como si una cultura fuese un tsunami, un fenómeno natural que es incoercible. Cuando en realidad la cultura es plástica, es flexible, y justamente funciona, entre otras cosas, regulada por instituciones. La segunda cuestión es algo que observa la antropóloga Guadalupe Gallo, que dice que nuestros espacios de diversión y ocio masivo se caracterizan por el escaso cuidado de los asistentes porque nunca hay baños suficientes, no hay agua, no hay ventilación, no hay cuidado para los trabajadores de la noche, pero tampoco para los clientes que tratan con esos trabajadores. O sea: lo que pudo ocurrir en Olavarría se enraiza en una larga tradición de degradación de los espacios de ocio, sobre todo, pero no únicamente, de los públicos menos pudientes económicamente.
¿Y que tendría que hacer el Estado para empezar a regular estos eventos entonces?
Yo no sé en qué grado el Estado está informado de cómo suceden estas cosas. Primero tiene que tener un sistema para informarse. El Estado no sabe que hay un cambio de escala de los eventos por razones tecnológicas, económicas y demográficas. Son cada vez más comunes estos eventos. Por eso digo que el Estado es ciego, porque no retiene para sí una idea contemporánea de qué es el consumo de música, que no es la música sino los eventos en donde se consume la música. Si se quiere controlar situaciones de público hay que saber cómo son los públicos y los eventos.Hay una segunda tarea del Estado, que creo que es complicada, pero que uno no puede abandonarse a la imposibilidad, que es cómo organizar la contención. De alguna manera hay que ver cómo actúa la policía, porque lo que pasa también en Argentina es que a la policía le dicen repriman o no repriman y esas dos órdenes las entienden. La policía tiene que saber no solamente cómo actuar represivamente, sino cómo promover ciertas reglas, ciertos comportamientos. Aparte la contención policial no tiene por qué necesariamente ser represión ilegal ni sangrienta, la contención del Estado puede no ser directamente una provocación.
Por ejemplo, ¿el Estado debería saber que en los recitales del Indio es común que vaya gente sin entradas porque sabe que pasan igual?
Ahí hay dos camadas de hechos, el Indio diciendo “bueno no hay cómo evitar que vaya todo el mundo todo el tiempo”, que para mí está mal. Y el Estado que si supiera y no estuviera ciego, diría “no me importa si vos pensás que hay sold out o no, te prohíbo hacer un solo recital, o nosotros vamos a controlar la cantidad de gente”. Se pone un perímetro policial en la ruta a 25 kilómetros, donde digan “miren ya entraron 150 mil, no entra más gente”. Tal vez esto que yo propongo no sea posible, pero no es posible que sea aceptable que no se pueda generar y consensuar una dinámica de concierto que entrañe menos riesgos.
«Yo creo que el Indio entiende a su público, sabe de dónde viene una parte y de las cosas que es capaz».
¿Y qué miradas en común hay sobre las víctimas en este caso en comparación de, por ejemplo, lo ocurrido en Time Warp?
En común hay, en los dos casos, que movilizan lo peor del resto de las sociedades, los peores prejuicios del sentido común. La propia descripción de la cultura del aguante enfatiza los mismos rasgos que el sentido común mira y yo no digo que eso rasgos no estén presentes pero no es solo eso lo que hay. El otro rasgo común es que hemos llegado a un tope de la agresividad simbólica. De un lado y del otro, participamos de experiencias de construcción del otro como un ajeno, como un demonio que tiene de los dos lados la misma intensidad, los mismos recursos, la misma falta de escrúpulos, eso me parece que también los iguala. Cuando fue lo de la Time Warp fue demencial que quisieran tratar de catalogar a los muertos de acuerdo a su supuesta orientación política y, de acuerdo al rótulo que se les pusiera, festejar la muerte. Esta vez pasó lo mismo desde lugares diferentes.Y después la otra cosa en común aunque en signo distinto, es que son miradas que tienden a ver las cosa de una forma relativamente clasista, entonces “estos son malvados porque son chetos, los otros son malvados porque son pobres”. Me parece que la cuarta cuestión es la más compleja de todas y la más difícil de abordar que es la cuestión de las drogas.
¿Qué cuestiones, respecto a la visión sobre el consumo de drogas, sale a relucir en estas ocasiones?
En los dos casos hay sustancias que alteran la conciencia y ambos casos los que miran demoníacamente esas experiencias creen que las drogas producen efectos que en realidad no necesariamente producen. Hay una la imaginación en común que tiene cada uno de estos grupos que creen que las drogas del otro te llevan a la muerte. Y no es así,la gente usa alteradores de conciencia y al mismo tiempo se cuida. La gente no salió estando borracha a tirarse contra las paredes el sábado y tampoco sucedió en Time Warp Entonces ahí hay toda una mirada sobre la relación drogas-ocio que quienes miran y acusan no la tienen muy clara.
Actualizado 16/03/2017