La Biblia del Rock

La Biblia del Rock

Willy Quiroga en el Cosquín Rock.  

Su DNI dice: Wilfrido Aníbal Quiroga, -nacido en el pueblo Alberdi de la ciudad de Río Cuarto, Córdoba, el 17 de mayo de 1940-, pero todos lo conocemos como Willy Quiroga. Fundador, bajista, cantante, líder, y compositor de Vox Dei, una de las bandas legendarias del rock argentino. Un artista con una trayectoria única, Willy es un guerrero infatigable. A sus ochenta años, sigue firme dando batalla y ahora se viene con un nuevo proyecto solista.

Hace pocos días estrenó su single “Mamá Ambición” [con Ricardo Tapia, la voz de la Mississippi, de invitado], que ya está disponible en las playlists de diversas plataformas digitales, en Spotify se incluyó en la lista Novedades Rock y en Deezer se encuentra en Clásicos del Rock Argentino. También se puede escuchar en YouTube.

“Mamá Ambición” es la primera canción de otras que están próximas a su lanzamiento y cuya difusión frenó la pandemia. La producción completa estará compuesta por diez o doce canciones, incluirá temas inéditos y otros reversionados. Por otra parte, 2021 comenzará con un show presencial confirmado para el 9 de enero en el Teatro Coliseo de Lomas de Zamora. De todo esto y de su pensamiento y anécdotas varias habla Quiroga en esta entrevista.

¿Cómo es este nuevo proyecto en el que estás metido?

Estoy armando otra banda, para un proyecto solista, con Jonathan Burgos, Sergio Pessina, (ambos guitarristas) Raúl Gutta (batería y percusión). Voy a hacer reversiones de algunos temas propios, por ejemplo, de mi antigua banda de los ochenta Destroyer. También hay otros temas que son todos nuevos. Todos con otro enfoque. Quise darle otra impronta. Son pibes que tienen una onda muy moderna para tocar, tienen muy buen sonido y muy buen criterio musical. Esto va a ir en paralelo con Vox Dei porque la gente quiere seguir escuchan a la banda. En el proyecto solista no se incluirán temas de Vox Dei.

 

¿Qué se siente ser el primer rockero argentino en llegar a los 80 años?

No sé bien que se siente pero siento que la vida me dio un premio.

 

¿Y cómo hiciste para llegar tan activo?

Por empezar, me cuidé. A partir de los 45, 50 años, empecé a dejar de fumar, y a los 60 dejé totalmente. Trato de no tomar demasiado alcohol. Uno se tiene que cuidar, si no te cuidas después hacete cargo. Si uno no para a tiempo, la vida después te pasa la factura.

 

¿Qué bajistas admirás del rock?

El primer bajista groso que escuché y me gustó fue Paul McCartney. Aparte, los Beatles me encantan. De Argentina, me gustan Alejandro Medina, Guille Vadalá, Gustavo Giles, el Tete de La Renga, Beto Ceriotti…

 

¿Por qué elegiste el bajo?

Porque la guitarra me quedaba muy chica. Yo empecé con la guitarra criolla haciendo folklore a los 17 años. Le compré, por una botella de vino, la guitarra a un hombre que tomaba mucho y la trataba mal. Yo siempre lo veía borracho, en un boliche, y con una guitarra a la que golpeaba. La guitarra se le caía, alguno la pateaba, no sé… Y un día se me dio por decirle –no sé porque, ya que yo no tocaba ningún instrumento, lo único que hacía era cantar-:“Eh, la vas a romper” Y él me contestó:“¡Qué importa..!.” y le pregunté: “¿No me la vendés?”. Y así fue. La llevé a un Luthier a que la arregle, y un profesor me enseñó piezas típicas del folklore como “Zamba de Vargas”. Como soy una persona bastante intuitiva, aprendí muy rápido. Tengo la suerte de ser muy observador y tener buena memoria, por eso, en menos de un año de estar tocando la guitarra, ya estaba en un grupo folklórico. Después, cuando tenía 20 años, un amigo me preguntó si no quería aprender a tocar el bajo y me enseñó con uno que había hecho un amigo suyo que, en realidad, era un cacho de madera con unas cuerdas… Con este chico aprendí a tocar algunos rocks, unas cumbias lindas de aquella época, cosas de Los Wawancó, Los Cinco del Ritmo. Armamos un grupo de rock instrumental tipo The Ventures. Así, conseguimos unos shows en los carnavales donde tocábamos dos secciones: empezábamos tocando cumbia y luego rock. Cuando llega el 62 –yo tenía 22 años-, escuché a los Beatles y me enloquecí de la misma forma que le pasó a todo el mundo, al punto de comprarme una guitarra eléctrica. Entonces, me compraba las partituras de sus canciones y cantaba los temas en inglés. En esa época, también, empecé a componer temas. Seguí con eso hasta que por el 64, 65, me mudé a Berazategui. Ahí armé una banda donde con otro chico hacíamos temas de los Beatles mientras que, con mi amigo Chango Castro (muy buen cantante y compositor), hacía folklore. A la gente le gustaba mucho lo que hacíamos cuando tocábamos en vivo pero, económicamente, lo único que conseguíamos era comida y bebida, desgraciadamente. De todas formas, eso me sirvió porque cuando llegué a Vox Dei ya tenía 10 años de experiencia como músico.

¿Cómo surgió la banda?

Ellos estaban armando un grupo y les faltaba un integrante y yo había estado buscando banda. Así fue como una noche me vinieron a buscar. Por eso sigo presentándome como “Willy Quiroga – Vox Dei”, me siento dueño de la banda.

 

Aparte fuiste el único que estuvo siempre en Vox Dei…

Sí, con [el baterista] Rubén [Basoalto]… Hasta que murió [en 2010], fueron 43 años tocando juntos… Éramos familia…

 

Debe ser una de las bases históricas del rock argentino que más duró…

Sí… fue un bajón… [Se quiebra]. Mirá, se me murieron muchos amigos: Luis Valenti, que era tecladista de El Reloj. Después se me fue el Negro García López, ahora se fue Gady [Pampillón]… Yo le digo a los chicos: “Los cohetazos pegan cada vez más cerca, tengo que estar esquivándolos…”.

 

¿Cómo era estar en una banda sureña como Vox Dei en el principio del rock argentino?

Nos sentíamos bien. Sabíamos que no había otras bandas de la zona pero nos costó dos años llegar a ser reconocidos. Nosotros empezamos en la primavera de 1967 y recién pudimos conocer a la gente de [el sello discográfico] Mandioca en el 69. Ahí nos llevaron a grabar nuestro primer álbum, Caliente.

 

¿Qué canción creés que es la que más te representa de todas las que hiciste?

Hay dos: “A nadie le interesa si quedás atrás”, porque yo soy así, voy para adelante no miro para atrás; y “Tan solo un hombre”, porque la escribí con el corazón después de haberme mandado una gran cagada…

 

“No, ni por equivocación” [de Vox Dei para Vox Dei, 1974] ¿es una canción que está dedicada a alguien en particular? 

Y sí, era un tiro por elevación. Fíjate que decía: “Que difícil que es el hablar con vos, no escuchás nada más que tu propia voz…” Así empezaron los problemas Es más, esa vez [Ricardo Soulé, la otra parte fundamental de Vox Dei] no vino a grabar, y la guitarra la tuve que grabar yo…

 

Había mucho de eso en esa época, un cortocircuito entre ambos…

Sí, sí, pero vos fíjate que eso pasa en todos lados. Mirá el caso de Gilmour y Waters [en Pink Floyd], Blackmore y Gillan en Deep Purple… En las grandes bandas pasan este tipo de cosas, especialmente cuando hay dos personas “alfa”, dos tipos que van para adelante. Entonces, a veces chocábamos pero tampoco llegamos a las trompadas ni nada que se le parezca. Simplemente, las cosas se fueron poniendo más tensas hasta que él decidió irse. Incluso, cuando él se fue a España la primera vez, me dijo: “Vámonos”; y yo le respondí: “No, de acá no me voy”. No quería dejar a mi familia e irme a la aventura a probar suerte. 

 

¿Qué música escuchás?

De todo. Me gustan mucho los Foo Fighters, después escucho una banda que acá mucho no la conocen: King´s X, y lo de siempre: Deep Purple, Led Zeppelin, Pink Floyd, Larry Carlton, George Benson, Stanley Clarke, Doobie Brothers, y mil más. Todos los de los 60 y 70. Algunos de los 80, como Huey Lewis and the News; hasta, por ahí, un poquito de los 90. Después, lo demás, olvídalo… Aparte, mi grupo de cabecera es, y será, los Beatles. A los Rolling Stones los reconozco pero soy de los Beatles…… También entro a YouTube y escucho bandas nuevas. También me gusta el tango… Incluso grabé el tango “Niebla del Riachuelo”, también grabé una chacarera: “Añorando”…

 

¿Qué te inspira a la hora de componer?

Todo. A veces una palabra, a veces una situación que veo o imagino… El compositor es una especie de fotógrafo que ve una escena y “pum”, se le tiene que ocurrir algo… Eso me lo dijo Eladia Blázquez cuando me tomó la prueba para entrar a SADAIC.

 

Uno de tus nuevos temas se llama “Archipiélago de almas”.  Tiene que ver con la hipercomunicación que nos rodea…

Sí, lo grabé con los chicos ahora y estoy muy contento con cómo quedó. Exactamente, ese es el mensaje: “Nadie parece darse cuenta de estar solo. Será quizás que hay tanta gente alrededor”. Es un archipiélago de almas. Está lleno de almas pero muy separaditas, casi sin tocarse…

 

¿Cómo ves al rock en la actualidad?

No escucho mucho de lo nuevo. Me copo con La Renga, me gusta lo que hacen y la polenta que tienen. Son muy buena gente. También me gusta mucho Divididos. Y después no soy de escuchar… Igual, siempre me pongo a buscar en YouTube y después si encuentro algo que me gusta lo guardo en la computadora.

 

¿Entre los actuales grupos masivos hay alguno que te guste? 
Una banda puede ser masiva porque vende muchos discos, y todo eso, pero también hay un refrán muy típico que tenemos acá que es “los pingos se ven en la cancha”. Porque cuando ves tocar en vivo a muchas de esas bandas no entendés porque son tan masivas. Capaz que no suenan como corresponde pero, sin embargo, la gente está tan enceguecida y, prácticamente, ni escuchan lo que estos grupos hacen. Tampoco me quiero poner en un papel crítico e incisivo pero te puedo asegurar que nosotros, cuando nos vamos de gira, nos encontramos con grupos del interior que suenan muy bien, que tienen letras muy importantes pero que no van a llegar jamás a ser conocidos. Entonces, los termina rodeando una sensación de frustración increíble y, culturalmente, es una lástima que esas bandas no puedan trascender. Porque, si eso pasara, pienso que cambiarían muchas cosas.  

¿Ahora es más difícil llegar a ser conocido que antes?

Pienso que siempre fue difícil. En la época que empezamos nosotros era difícil porque no había instrumentos ni equipos. Y tampoco había medios de difusión ni discográficas que se ocuparan de promover las bandas. Y hoy, hay tantas bandas que se hace difícil que alguna saque la cabeza y se destaque. Algunas suenan bien, nosotros somos amigos de varias, pero hay muchas que se parecen entre sí. Aparte no existen más las grabadoras. Todo ha cambiado. También, se acabó eso de tener toda la discografía de una banda. Ahora se escuchan temas salteados, no un disco entero.

 

Tantos años, tanta vida, ¿no pensaste en escribir tu biografía?

Sí, lo estoy planeando. La voy a escribir junto a Luis Digiano, que es un periodista que estuvo en Télam. Un montón de gente me lo pidió. Es todo un rollo… 80 años de vida y 65 de músico, nada menos…

¿El tango es el nuevo under?

El tango, en pleno siglo XXI, está más vivo que nunca. Desde hace 25 años, la movida tanguera argentina es un espacio en permanente expansión, repleto de nuevos músicos, intérpretes y compositores. Cantores y cantoras que revitalizan al género con sus voces e instrumentaciones. Orquestas que no le temen a la experimentación, tanto en la música como en las letras de sus nuevas canciones. Es marcada la incorporación de una lírica referida a la ciudad y un lenguaje completamente nuevos pero sin llegar a desvincularse del tango tradicional, con raíz lunfarda, con capacidad para decir cosas de la actualidad pero sin forzar ni la contemporaneidad ni lo histórico.

La lírica clásica del tango, bastante más nítida, hoy es actualizada en un registro más oscuro y con problemáticas abiertas que pueden hablar incluso de derechos humanos o de lo urbano como algo alienante.

Según el filósofo, ensayista y músico Gustavo Varela, “el tango actual tiene idas y vueltas. Tiene una vocación de salir hacia adelante que viene de los años 90, marcados por el cosmopolitismo. En ese universo de reunión, aparece como una novedad y a partir de ahí empieza a desplegarse un tango que es nuevo y un tango viejo pero está interpretado por los nuevos. Así se abrió una buena puerta para el género que posibilitó la aparición de figuras importantes, como Lidia Borda, el Chino Laborde o el Negro Falótico, y después hay orquestas muy buenas que traen una novedad musical inédita”.

Diego De Charras, guitarrista de La Trifulca, profesor y exdirector de la Carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA) plantea: “No hay tantos relatos de historias que empiezan y terminan en una canción como había en el tango clásico. Hoy, las letras son un poco más oníricas y cercanas a las letras de rock, más compuestas sobre la base de imágenes y puesta en escena que, necesariamente, de relatos de una narrativa lineal de acciones”.

¿Qué es lo que atrae a tantos jóvenes al tango desde los 2000 hasta acá? De acuerdo a Julián Peralta, pianista y compositor y uno de los principales referentes del tango contemporáneo, ex Orquesta Fernández Fierro y actual director de Astillero, “lo que sucedió es que en los 90 aquello que se suponía que era lo que teníamos que escuchar, el rock, fue perdiendo su rol contestatario y parte de mi generación lo notó y optó por otras alternativas musicales como manera de plantarse ante la vida. En mi caso particular se dio con el tango”.

Por supuesto, hay experimentaciones. tangos de ruptura, orquestas con búsquedas musicales que se distancian del tango tradicional, no solo porque no tocan tangos clásicos sino, también, porque su composición se distancia de ellos en lo que respecta a estructura musical y rítmica. En este punto se puede ubicar a Astillero, La Orquesta Julián Peralta o a Alto Bondi. También distintas formaciones de voces, letras y composiciones que pueden ser con guitarras o con otros tipos de instrumentos en donde se plasma una nueva búsqueda de la canción tanguera, letras humorísticas o políticas que juegan con temáticas que no son clásicas del tango.

Por ejemplo, el Quinteto Negro La Boca elabora las letras de aguda crítica social, intencionadamente, política y metafórica pero siempre girando en lo social, llegando incluso a musicalizar textos de Osvaldo Bayer o mixturando su música con la de grupos y solistas de otros géneros. También, en artistas como China Cruel o Marisa Vázquez, se puede oír una disposición feminista en sus letras. En este sentido, en los últimos años, también tuvo lugar una impugnación a tangos clásicos. “Hay muchos tangos que se han dejado de cantar, por ejemplo ´Tortazos´ o ´Cuando me entrés a fallar´. Podríamos hacer una larga lista de tangos clásicos que ya, prácticamente, no se cantan más por su fuerte contenido machista”, cuenta De Charras.

En cuanto al acceso efectivo de las mujeres en el ámbito del tango, la cantora y compositora Vicky Di Raimondo considera que “el ambiente del tango no es más machista que una oficina o que un grupo de rock. Pero creo que eso ya cambió y no hay vuelta atrás. Yo no quisiera que hubiera que sacar una ley para que las mujeres tuvieran participación equitativa en festivales pero entiendo que esas discusiones son necesarias. La Ley de Cupo Femenino en los festivales vino a equilibrar”. La cantora agrega: “No creo que el creciente acercamiento de las chicas al tango tenga que ver con que ha dejado de ser machista sino con que, desde unos años a esta parte, hay un acercamiento a la música popular en general. Hoy podés ver orquestas que tienen igual cantidad de hombres que de mujeres. Incluso, Altertango que es un proyecto en el que estuve muchos años, estaba liderado por dos mujeres. Hace unos años no era tan común”.

 

A pesar de todo lo que se señala, aún existe un imaginario social que relaciona al tango con un género representativo de épocas pasadas. Eso genera que a muchos de los protagonistas de hoy no se los aprecie en su justa medida. Como reflexiona el cantor y compositor Alfredo Tape Rubín: “Todo depende de dónde te pares: si para vos el tango terminó en 1950, todo lo demás te va a parecer de baja calidad. Pero, aunque hay oportunistas, hay gente que trabaja muy bien, con mucha honestidad. Al tanguero tradicional el oportunismo y lo que no suena bien no le gusta porque en el tango tradicional, hasta 1950 o 60, hubo una alta calidad interpretativa”. El artista explica: “Las condiciones de trabajo actuales nos hacen más difícil mantener en ese nivel la calidad interpretativa. Esto se debe a que se han naturalizado ciertas maneras de trabajar, en las cuales los músicos, aunque hagan bien lo suyo, no ganen guita”.

¿Y cuál es el público del tango de hoy? Según De Charras “hay un público joven que viene siguiendo a las orquestas y ese es uno de los rasgos más interesantes, porque es un público que no consume exclusivamente tango, es un público que generalmente consume rock y tango.”

En este punto, Pablo Bernaba, bandoneonista, director y compositor del Quinteto Negro La Boca, detalla: “El público es muy heterogéneo. Lamentablemente, la cantidad de público no es acorde a la cantidad de producción que hay. A veces hay más músicos que gente. Romper con el estigma de que ‘el tango es cosa de viejos’, es una batalla que esta nueva generación del tango viene dando hace 20 años. Algo que se está dando pero que en la sociedad no se leyó mayoritariamente.”

En ese sentido, el músico señala: “El tango en la actualidad es un género under, por eso, marco la similitud con el punk. Tenemos que ver más con eso que con la estética de los locales de tango for export o lo que propone Tinelli”.

Otro de los problemas que se evidencia es el de la falta de difusión en medios masivos, como señala Julián Peralta: “Hay páginas en Internet que tienen sus programas de radio pero todo es muy under en estos momentos. A mí me gustaría que hubiera formas de comunicación masiva pero en los medios no hay esa búsqueda de difundir cultura”. Ni siquiera en la principal FM del tango, La 2×4 (92.7 MHz), el tango actual puede romper el cerco para alcanzar la masividad. Al respecto, el cantor y compositor Juan Pablo Serén cuenta que en este contexto de pandemia: “[A la 2×4] le acercamos la propuesta de cubrir material de tango nuevo porque eso implicaba un ingreso para los artistas por SADAIC, y nos dijeron que la línea artística de la radio tiene que ver con el tango clásico y lo nuevo va recién en la trasnoche. En nuestro caso, el material está disponible en todas las redes sociales para quien está en la búsqueda”. 

Como sea, el tango sigue siendo esa música que nos define como ninguna otra y es, al decir de Peralta, “una música sincera y profunda, un lenguaje que nos puede representar como ninguno. De la primera a la última nota habla, claramente, de nosotros. Me parece una música súper potente e interesante para indagarnos. Es increíble que un género popular tenga esa profundidad”.

 

Y, se puede agregar, que esté tan vivo, latiendo en cada compás del bandoneón o el tañido de las guitarras y en las gargantas de sus cantores y cantoras. A pesar de los siglos, nos sigue esperando en los arrabales oscuros de los paisajes urbanos. Estemos atentos para redescubrirlo.

El covid 19 profundiza la crisis de los centros culturales

El covid 19 profundiza la crisis de los centros culturales

Salón Pueyrredón.

La llegada del Covid-19 a Argentina,  casi como si fuera un tsunami, arrasa con todo. En el caso de los boliches y bares de AMBA, con el paso de los días la situación se agrava porque el hecho de no poder abrir sus puertas convierte a los locales nocturnos en un proyecto no sustentable. Una situación que golpea a todos por igual, desde pequeños centros culturales hasta bares rockeros tradicionales y muy reconocidos. Ante el futuro incierto de la pandemia, a todos los amenaza el cierre como la salida final ante la imposibilidad de solventar el pago de los gastos fijos por la falta de ingresos.

Tal es el caso del Salón Pueyrredón (situado en Santa Fe 4560). La mítica sala punk rock existe desde 1997, y ha atravesado varias crisis, tal como cuenta uno de sus dueños, Horacio Batra Luna: “Corralito, Cromañón, y la del último gobierno macrista. Antes de la pandemia, ya veníamos de un verano de mierda, luego de cuatro años en donde fue bajando el consumo un 50% anual, más una inflación desbordada, entonces se fue haciendo insostenible la situación”.

Y a todo lo malo que ya venía sucediendo ahora se le suma la dura realidad del párate de la cuarentena, en donde se acumulan las deudas (alquiler, servicio eléctrico, gas…): “Estamos a la espera del apoyo de la Secretaria de Cultura de la Ciudad con los subsidios que están aprobados para pagar lo que ya debo y si alcanza seguir pagando a futuro algo para ir viendo. Si no fuese así ya tendría que haber cerrado. Es una lógica, no podés estar seis meses sin trabajar endeudándote para un futuro incierto”, explica Batra y continúa: “Si vos me preguntás que voy a hacer a futuro, no tengo idea. Porque esta es una situación que se vive semana a semana. Nadie puede programar nada a futuro, nadie sabe que va a pasar, cómo va a reaccionar la gente después de la cuarentena. Si va a salir a la calle, si se van a juntar, si van a tener plata. Hay miles de factores, como siempre marcados por la economía del país, y en este caso también por las medidas sanitarias.”

Horacio Batra, dueño de Salón Pueyrredón.

El Bar Rodney en el barrio Chacarita tiene mucha historia. Con más de 41 años a cuestas se ha convertido en un referente de la bohemia y la escena rock porteña. Ha albergado a bandas de rock, jazz, tango y reggae, también, actividades literarias y exposiciones. Sin embargo, estos pergaminos no le permitieron esquivar la crisis actual por la pandemia. El músico y productor Harry Igualador es la palabra autorizada a la hora de hablar del momento actual del bar ya que es el que está al frente del emprendimiento desde 2006: “Estamos piloteando la situación como podemos. La luz y el gas no los pago hace tiempo. Lo que nos permite sobrevivir es que, afortunadamente, el gobierno no autoriza el corte del suministro del servicio. Debo unos meses de alquiler pero las dueñas del lugar, que tienen empatía conmigo, me permiten no pagarlos hasta que pueda hacerlo. Logramos protocolos para transmitir por streaming y estamos con unos proyectos de hacer un montón de movidas artísticas. La gente nos apoya comprando una entrada muy económica. El músico se lleva una moneda, el resto se reparte entre la productora y nosotros. Esto nos ayuda a atravesar este momento para seguir vivos.”  

El Rodney, incluso, se adhirió al take away: “Yo también reparto. En un radio de 4 kilómetros, les llevo el pedido a los clientes con mi propio auto. Sin embargo, no llegamos ni al 20% de la facturación real. Claramente, estamos lejísimos de lo que necesitamos facturar. Veremos ahora que sacamos unas mesitas a la vereda”, comenta Igualador.

Durante el gobierno macrista el productor había vendido su vehículo particular para afrontar pagos: “Los aumentos de los servicios habían sido de 1.000% y no podía subir un 1.000% la cerveza que vendo”, agrega Harry.

En Martínez, zona norte del Gran Buenos Aires, se ubica el City Bar que funciona desde hace 23 años ofreciendo shows en vivo. Allí llegaron a tocar más de 20 bandas por fin de semana. Su dueño, Alejandro Polako Salvatore, plantea su delicada situación: “Lo único que espero es que aparezca la vacuna cuanto antes. Cuando empezó la cuarentena, tenía una plata ahorrada hasta fin de mes que ya usamos. Cuando vi que esto no funcionaba, mi suegro nos empezó a prestar dinero de su jubilación porque tenemos dos nenes chicos. Mi mujer, que es psicóloga, empezó a trabajar online pero no alcanzaba así que, también, vendí la camioneta Suran que tenía. Con eso pude comer y cancelar el colegio de los chicos hasta fin de año. Di de baja la obra social. Contacté a un amigo y me puse a vender pantuflas de Disney, y con eso estamos comiendo. Por suerte nos alcanza para pagar el gas y la luz pero nada más. La única ventaja que tengo es que el local es propio”.

No todos cuentan con el alivio de ser propietarios de su local, como en el caso del Bar Serse de Ramos Mejía, que funcionaba desde hace cuatro años y cerró porque no pudo aguantar tantos meses cerrados. Como cuenta Maximiliano Eliseiri, dueño del lugar: “Éramos un bar cultural. Teníamos una grilla de entre tres a cuatro bandas por día de jueves a domingo. Los domingos metíamos festivales desde temprano. Antes de la pandemia, iba a renovar el contrato por tres años más. Pero esto se estiró y el dueño del local me exigió el pago de los alquileres. Había una posibilidad de refinanciar los meses atrasados pero el día que abriéramos lo haríamos con una deuda de más de 200 mil pesos que no sé si iba a poder levantar. Por eso quedamos en una rescisión de común acuerdo. Acá en la zona ya cerraron sus puertas alrededor de diez locales, algunos con mucha antigüedad”.

Los centros culturales tampoco saldrán ilesos de esta crisis. Silvina Marcelino, una de las referentes principales de Casa Elefante, espacio cultural que está enfrente de la estación de Burzaco desde hace 5 años, señala: “Casa Elefante es un multiespacio donde se hacen muchísimas actividades de carácter más social y otras de contenido cultural. Veníamos trabajando con bandas los sábados a la noche, barra de bebidas y comidas. Generalmente se cobraba un bono contribución o algunas bandas iban a la visera”.

En la actualidad, el Centro Cultural forma parte de la Asamblea de Trabajadores de la Cultura Conurbano Sur que engloba a gestores culturales, músicos, camareros, personal de limpieza y mantenimiento, operadores, sonidistas, teatreros, profes, etc. Un amplio espacio que reúne a la mayoría de los trabajadores de la cultura que trabajan, generalmente, en negro, y que, en este contexto, tienen que generar otras formas de ingresos. Por otra parte los espacios culturales también se configuraron como escenario de ollas populares y de una red de sostenimiento alimentario para la comunidad artística. Esto se genera sin apoyo estatal, de manera autogestiva con la colaboración de vecinos y amigos.

En este punto, Marcelino es contundente: “Ahora estamos sobreviviendo pero si seguimos acumulando deudas no hay centro que aguante. Es una lucha diaria y los meses van pasando. Nosotras tenemos un tope de deudas y si llegamos a pasarlo quizás tendremos que pensar en cerrar. Estamos gestionando todo para no hacerlo pero es una posibilidad. No estamos exentos de eso”.

La complejidad del presente no necesariamente sea más que sencilla que la del futuro. Los efectos del Covid-19 sobrepasan la crisis sanitaria y se trasladan al tejido sociocultural de nuestro país. Dentro de este panorama, la pandemia ha dejado un tendal de crisis y problemas irresolutos para los bares y boliches, ni hablar de los centros culturales. El futuro es incierto y quedará saber cómo se reconstruyen todos ellos.