Tu odio no es bienvenido aquí

Tu odio no es bienvenido aquí

En los momentos previos a la hora pactada, la Plaza de Mayo está medio vacía. Turistas y vendedores de pañuelos, prendedores, sandwiches y golosinas, casi superan en número a las organizaciones ya presentes ahí, con motivo de la movilización en repudio a la visita a la Argentina del presidente brasileño Jair Bolsonaro. Pero las mujeres del Nuevo MAS, con cinco bombos y un megáfono, se hacen notar con su canción de protesta mientras el aire a su alrededor se impregna del olor a garrapiñada. Sobre la Avenida de Mayo, ya comienzan a congregarse grupos diversos: estudiantes migrantes de la Facultad de Medicina de la UBA, veteranos afrodescendientes de Malvinas, La Simón Bolívar, Poder Popular y el MTL-CTA. A lo lejos, donde la Avenida de Mayo intersecta con la 9 de Julio, la militancia del FIT comienza su propia concentración en repudio contra Bolsonaro.

A las 19, empieza el festival con un círculo de percusionistas en medio de una multitud creciente, y hablan desde un escenario sobre un camión el trío de presentadoras. La concurrencia, en un principio modesta, se agranda y diversifica. Centenares de personas, muchas de ellas LGBT, responden al nombre de Bolsonaro con abucheos. En sus palabras, las presentadoras recuerdan todos y cada uno de los elementos que componen aquel odio que la marcha y el festival vienen a repudiar: el machismo, la homofobia, el racismo y la apología de la dictadura del mandatario brasileño se cristalizan en un listado de sus comentarios intolerantes, con sus respectivas fechas y lugares. Pero no sólo los prejuicios personales de Bolsonaro son el objeto de crítica. Las presentadoras hablan también de sus propuestas para reestructurar el Mercosur, de su política hacia Venezuela y su apoyo al presidente Macri en las próximas elecciones presidenciales. Para una de las presentadoras, Bolsonaro está llevando a Brasil “al peor de los futuros posibles”.

“No somos minorías y no nos someteremos”, contesta otra al llamado de Bolsonaro a las minorías brasileñas a someterse a la mayoría o desaparecer. Sus palabras confluyen finalmente en el lema de la movilización, hilo conductor de toda la velada: “Tu odio no es bienvenido aquí.”

La música comienza entonces, mientras más y más organizaciones se integran al festival. Los jóvenes de la FALGBT arriban a la vez que el humo de las parrillas se esparce por la Avenida de Mayo, y una banda brasileña toca sobre el escenario. Entre las banderas partidarias y los símbolos del orgullo LGBT, un puñado de mujeres lleva carteles con consignas a favor del veganismo y contra el maltrato animal. Con el paso de la primera hora, la política argentina comienza a tomar un protagonismo cada vez mayor. Luego del primer número musical, le sigue la proyección de un video que recopila los comentarios intolerantes de Bolsonaro, interrumpida por desperfectos técnicos.

Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo, llega al festival justo después del video, y su discurso marca el tono de las intervenciones de las figuras políticas argentinas que intervendrán a lo largo de la noche. Las denuncias contra Bolsonaro se entrelazan con el malestar frente a las políticas del gobierno de Cambiemos en Argentina. El público aplaude a la dirigente de derechos humanos con entusiasmo mientras recuerda a los desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar y reclama por la libertad de Lula y por la libertad en Argentina. “Basta de despidos, basta de hambre en nuestro país”, proclama Cortiñas. “Macri y Bolsonaro son lo mismo. Defendamos la Patria Grande todos juntos.”

Las personalidades de la mesa de organismos de Derechos Humanos y del Frente Patria Grande sobre el escenario continúan esa línea en sus discursos. La figura de Bolsonaro queda relegada, en las palabras de Pino Solanas y los que lo suceden, a un disparador para denuncias contra las políticas neoliberales del gobierno macrista y una convocatoria para la conformación de un Gran Frente Patriótico. El público acompaña con sus aplausos, pero no todos se unen a las consignas coreadas desde el escenario. La militancia del FIT se moviliza por la Avenida de Mayo, en dirección al festival, pero mantiene su distancia y su propio estilo, sin escenario, y priman los cantos de lucha en lugar de la música brasileña. Antes de las 20, la izquierda abandona las calles, pero arriba en su lugar una columna del Partido Piquetero, enarbolando sus propias banderas rojas.

 

Mientras tanto, en el festival, trabajadores argentinos despedidos ceden el escenario al retorno de las presentadoras, quienes centran el espíritu del evento nuevamente en su consigna original: “Bolsonaro, tu odio no es bienvenido”. De todas las consignas, esa es la única que recibe una respuesta universal de la multitud que, desde un comienzo, ha sido un crisol de varias causas distintas.

“No es Bolsonaro el problema de fondo, es la clase dominante”

“No es Bolsonaro el problema de fondo, es la clase dominante”

Militante de izquierda desde los 12 años, doctor en Historia Económica y profesor
de la Universidad Federal de ABC (UFABC) de San Pablo, Valter Pomar (52) ha
ocupado diversos cargos dentro del Partido de los Trabajadores (PT), adonde se
incorporó en 1982 y, con el tiempo, llegó a formar parte de la Dirección y de la
Comisión Ejecutiva Nacional. Fue vicepresidente tercero de la agrupación y de
2005 a 2010 se desempeñó como secretario de Relaciones Internacionales.
Actualmente sigue militando pero está más volcado a la docencia. Pomar –para
quien el PT es el principal partido de la izquierda del país porque representa a la
mayoría de los sectores de la vanguardia obrera, popular y juvenil– repasa los 14
años de gobierno Lula y Dilma, hace autocrítica y analiza los vaivenes de la tensa
relación con la derecha brasileña en las últimas cuatro décadas.

¿Cuáles fueron los principales logros del PT?

Desde el punto de vista estadístico, está más que probado que nuestro período en
el gobierno fue positivo para la inmensa mayoría del pueblo brasilero, teniendo
como telón de fondo que nuestro país es uno de los más desiguales del mundo.
Siempre puede haber un negacionista que crea que esto no fue así, pero los
hechos son testarudos. Está claro que en términos de empleo, salario, pensiones
y derechos civiles hubo una mejora general.

¿Y en toda su historia?

El mayor logro del PT fue que durante casi 40 años –desde 1980 hasta la
actualidad– la izquierda brasilera como un todo, con sus organizaciones y su
diversidad, pero en particular el PT, que es la principal expresión de la izquierda,
ha conseguido que la clase trabajadora tenga la mayor fuerza política, el mayor
nivel de organización y de conciencia de toda su historia.

¿En qué se refleja este empoderamiento?

Si lo comparamos con todo el período republicano, incluyendo las dictaduras pero
también las fases más o menos democráticas, nunca la izquierda tuvo tanta
expresión política como ahora. Es un gran logro haber sacado a la izquierda como
mera fuerza auxiliar de los sectores democráticos de la clase dominante, correrla
de ese lugar de fuerza minoritaria sin ninguna influencia en la lucha política. El PT
hizo de la clase trabajadora una protagonista de primera línea. Por eso lo que está
pasando estos días tiene tanta importancia.

¿Qué autocrítica debe hacer el PT?

Si hay alguna autocrítica que se debe hacer, es sobre la ilusión que amplios
sectores del partido se hicieron de la clase dominante brasileña. Creían que esta
clase, conformada por capitalistas, sus representantes políticos, medios de
comunicación, Fuerzas Armadas y la cúpula de la burocracia estatal, había hecho
las paces con la democracia y el bienestar social. Creyeron que estaban
dispuestos a aceptar que las capas populares tuvieran más derechos. Lo que pasó
de 2015 en adelante ha demostrado que aquello era sólo una ilusión. Entonces no
se prepararon para lo que está pasando ahora, para el momento en que la clase
dominante dice “ya basta, no más cambios, no más democracia, no más
bienestar”. La clase dominante está actuando como siempre actuó, de manera
antidemocrática, antisocial y antiderechos, sumisa a los intereses de los Estados
Unidos.

¿Bolsonaro sería sólo un títere de la clase dominante?

No es Bolsonaro el problema de fondo, es la clase dominante. Hace un par de
días, un reportero llamado Cristiano Romero ha publicado en Valor Económico, un
diario de mucha influencia entre los empresarios, una nota que dice que para los
sectores financieros sería muy útil que hubiera en Brasil una dictadura más o
menos como la de Augusto Pinochet en Chile. O sea, ellos creen que los niveles
de organización y de representatividad que ha alcanzado la izquierda no se
podrán revertir solamente con una derrota electoral. Por eso están cada vez más
dispuestos a invertir en una solución de tipo fascista. Porque esperan que el
fascismo haga acá lo mismo que en otros sitios, un amplio proceso de
exterminación política y física de la izquierda.

¿Física?

Quien ha hablado específicamente de eliminación física con todas las letras es un
cavernícola llamado Olavo de Carvalho, un ensayista y filósofo brasileño que
apoya la  candidatura de Bolsonaro y escribe desde Estados Unidos. Cuenta con
mucha influencia en los sectores de ultraderecha hace ya muchos años, y dijo
textualmente que al PT no basta con derrotarlo, hay que destruirlo. Al respecto, el
propio Caetano Veloso publicó una columna en la Folha de San Pablo en directo
repudio a este tipo de expresiones. El problema más grave es que Carvalho no es
un loco aislado, es el emergente de una opinión que comparte una amplia parte de
la clase dominante.

¿Cuál es la situación económica y social hoy?

Tras el golpe de Estado, el gobierno de Michel Temer ha implementado muchos
cambios para peor en la legislación laboral, la remuneración y las jubilaciones, así
como en los fondos para políticas sociales. La situación es muy mala y se puede
constatar recorriendo las ciudades y mirando la gran cantidad de personas que
están en la calle.

¿Qué implicancias puede tener una victoria de Bolsonaro?

Significaría un retroceso muy fuerte. La situación puede empeorar y mucho porque
Bolsonaro, además de los cambios que puede hacer en la legislación, va a
desencadenar una represión abierta contra todo tipo de organización vinculada a
la clase trabajadora. Esto va a reducir la capacidad de resistencia y va a autorizar
a los patrones, los capitalistas y los latifundistas y a todos aquellos que detenten
intereses económicos y poder, a que puedan explotarla todavía más.

Acerca de las declaraciones de Bolsonaro en materia de seguridad y su
apoyo a la última dictadura, ¿qué análisis hace?

Un eventual gobierno de Bolsonaro significaría una especie de aplauso de lo que
pasó en la dictadura militar brasileña y lo que pasa cotidianamente en la represión
a las capas populares de las grandes y pequeñas ciudades. Sería una especie de
autorización para reprimir y matar. No estamos delante de una derecha normal
porque lo que estos tipos pretenden no es solamente desencadenar una campaña
de mentiras o profundizar el neoliberalismo, van a imponer un nivel de regresión
social y de las libertades democráticas que será una especie de dictadura de
nuevo tipo.

«No es Bolsonaro el problema de fondo, es la clase dominante», afirma Pomar.

¿Qué diferencia a este avance fascista de otros?

A diferencia de los fascistas de Europa o Estados Unidos, este fascismo no es
industrializante: es neoliberal y desindustrializante. A nivel regional, será un
gobierno alineado con los Estados unidos y con lo que peor de la oligarquía
latinoamericana.

¿Qué lectura hace del contundente apoyo que recibió en primera vuelta?

Siempre hubo una porción importante de la población brasileña que ha votado
posiciones de derecha. Por ejemplo, en 2002, cuando Lula fue elegido por primera
vez para la presidencia, la candidatura de la derecha obtuvo 37% de los votos.
Siempre hubo un sector que ha apoyado políticas neoliberales, entreguistas y
conservadoras social, económica y políticamente.

¿Qué rol ha cumplido el Partido de la Socialdemocracia Brasilera (PSDB)?

Lo que sucedió en estos últimos años es que este sector más derechista de la
población estaba representado por el PSDB, que poco a poco fue moviéndose
más hacia la derecha. Hasta que en 2014, su candidato, Aécio Neves, no aceptó
el resultado de las elecciones y lanzó una campaña por el derrocamiento de Dilma
Rousseff. Y para hacerlo ha estimulado y movilizado a lo más cavernícola de la
sociedad. Contaron con el apoyo de los medios, del empresariado y de los
partidos de derecha tradicional. Todo esto ha impulsado a la ultraderecha a ocupar
las calles y a hacer discursos reaccionarios. Desde 2015, la derecha tradicional,
los medios hegemónicos y los capitalistas supuestamente modernos, han sido los
principales responsables de respaldar, difundir y financiar el fascismo.

Sin embargo el candidato del PSDB, Geraldo Alckmin,  sólo sacó el 4.76% en
primera vuelta…

Exacto, porque ellos no contaban con que los fascistas tuvieran una candidatura
que desbancaría a toda la centroderecha. Todos los partidos golpistas de la
derecha tradicional tuvieron una votación muy baja. Y la extrema derecha, que
originalmente fue estimulada por la “derecha normal”, hoy tiene todo el
protagonismo. Por lo tanto, los que tienen responsabilidad sobre esto son los
hombres de la socialdemocracia brasilera y sus aliados de centroderecha. El
número de los que apoyan esta candidatura de extrema derecha es similar al que
ha apoyado en 1989, en la segunda vuelta, a Fernando Collor de Mello, y en las
elecciones siguientes, las candidaturas apoyadas por el PSDB. Es un tercio de la
población. Tuvieron la posibilidad de vencer si hubieran contado con el apoyo del
centro. Este es el gran problema.

¿Por qué?

Porque muchos sectores del centro, como el ex presidente Fernando Henrique
Cardoso, responsable de la implementación del neoliberalismo en Brasil pero que
siempre se presenta como un demócrata, hoy no toma partido. Como si fuera lo
mismo, como si no estuviéramos delante de un fascista que una vez declaró que
“había que hacer el trabajo que la dictadura militar no hizo, matar a unos 30 mil
empezando por Fernando Henrique Cardoso”. Entonces, aunque no fuera por otro
motivo que la defensa de su propia vida, Cardoso y muchos de los próceres de la
socialdemocracia tuvieron y tienen el deber moral y político de tomar partido, pero
no lo hacen.

¿Se le fue de las manos a la derecha tradicional el proceso electoral?

Luego del golpe en Brasil en 2016, el plan de los golpistas era hacer una reforma
radical de derecha y neutralizar al PT y a Lula para ganar las elecciones
presidenciales de 2018 con una candidatura socialdemócrata, lo que acá en Brasil
significa decir centroderecha, pero eso no pasó. Iniciaron los trabajos de reforma
de derecha, golpearon duro a Lula y al PT, pero la segunda vuelta de las

elecciones no se da entre los socialdemócratas y el PT y sí entre la extrema
derecha y PT.

¿Qué es lo que llevó a Fernando Haddad al balotaje?

Hay muchos motivos, pero los dos principales son el apoyo popular, en especial
en los estados del noreste, por lo que hizo y por lo que representa Lula, y la
inmensa resistencia que ha demostrado tener el PT. Una gran parte de la
población se siente identificada porque nos opusimos al golpe, nos oponemos al
neoliberalismo y porque expresamos una crítica al sistema político.

¿Cómo caracteriza a Bolsonaro?

Es golpista y ultraneoliberal pero se presenta a la población con un perfil
antisistema, más o menos como hizo Trump. Pero es sólo un mito. Bolsonaro es
diputado hace 27 años, estuvo en todos los partidos de derecha y apoyó a todos
sus gobiernos. Es lobista de una fábrica de armas. Miente para dar un motivo que
lleve a muchos sectores, incluso a los más pobres, a votar por él. Ese motivo es el
mito de ser un hombre que lucha contra el sistema. Tanto Bolsonaro como
Haddad representan a partidos que tienen una fuerte crítica al sistema político.
Claro que la de Bolsonaro es una mentira, la del PT es una realidad.

“Bolsonaro será una dictadura de nuevo tipo”

“Bolsonaro será una dictadura de nuevo tipo”


Tras su triunfo en primera vuelta con el 46.03% de los votos –ganó en 17 estados del suroeste–, el ultraderechista Jair “Messias” Bolsonaro del Partido Social Liberal (PSL) está muy cerca de ser el nuevo presidente de Brasil. En segundo lugar, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), espera un vuelco masivo a su favor. Con el 29,28% y primero solo en nueve estados del noreste, necesita un milagro para dar vuelta la historia. El mundo entero tiene los ojos puestos en el balotaje del próximo 28 de octubre. ANCCOM dialogó con especialistas y referentes sociales y políticos del país latinoamericano para echar algo de luz sobre un presente que augura tiempos oscuros para todo el continente.

Como viene ocurriendo en los últimos tiempos en el terreno electoral, la principal batalla se libra más en las redes que en los medios tradicionales de comunicación. En el caso de Bolsonaro, quien se afilió en marzo a la agrupación que representa, apenas contaba con unos segundos de pauta gratuita en televisión para su campaña. Por ello optó por una estrategia de difusión basada en las redes y los grupos de WhatsApp. Estos, precisamente, han dado mucho de qué hablar por la proliferación de fake news (noticias falsas) en contra de Haddad y su vice, la comunista Manuela D´Ávila. Bia Barbosa, periodista de Intervozes, una de las organizaciones por una comunicación democrática más importantes de Brasil, señala que “en las dos semanas previas a la primera vuelta, Bolsonaro empezó a comunicarse por las redes con sus millones de seguidores con una estrategia de producción de fake news muy fuerte, enfocada sobre todo a la población evangélica, de arraigados valores conservadores y que ha crecido exponencialmente en los últimos años”. Frente a los avances en los derechos de las mujeres, la descriminalización del aborto, la inclusión de la comunidad LGBTI y la unión civil entre homosexuales, el equipo de Bolsonaro impulsó la idea de que es necesario “traer de vuelta el orden” al país. “El candidato logró asociarse con los valores morales de lo que él define como ‘familia’ y esto tocó a los evangélicos, sobre todo vía grupos de WhatsApp y en las iglesias por boca de pastores afines”, agrega Barbosa. De allí su decisión de ausentarse al tradicional debate de candidatos y, en cambio, casi en simultáneo, dar una entrevista de más de media hora en un programa de la Red Record, la segunda cadena después de O Globo y propiedad de un obispo evangélico. “Hubo denuncias de periodistas de Record y también del Grupo Bandeirantes -otro de los gigantes mediáticos de Brasil- por haber recibido órdenes desde la dirección de sus respectivas empresas de producir reportajes contra Haddad y el PT. Esto va en línea con lo que hemos vivido en los últimos años de una constante criminalización de la política en general y del PT en particular”, afirma Barbosa.

La negativa a debatir generó el hashtag #BolsonaroCagao (#BolsonaroCagón) que fue primera tendencia en Twitter Brasil y segunda a nivel mundial. Aun así, los sondeos lo siguen dando como ganador. El analista de la consultora XP Investimentimentos, Richard Back, subraya que en su encuesta del pasado jueves 11 de octubre, a 17 días del balotaje, la diferencia era amplia: un 59% a favor de Bolsonaro frente a un 41% de Haddad. “Para nosotros que convivimos a diario con miles de inversionistas, está claro que el mercado financiero apoya a Bolsonaro, no tanto por su figura en sí sino por el equipo de economistas muy reconocidos que lo acompaña. La principal pregunta, si bien los números le dan, es si contará o no con gobernabilidad”, aclara.

Haddad necesita del apoyo de un gran porcentaje de indecisos y de fuerzas de centroizquierda que hasta aquí no lo acompañaron. Según una encuesta realizada hace una semana por Datafolha, la mayoría de los votantes de los candidatos derrotados en primera vuelta se dice indiferente en relación a la recomendación de voto de los postulantes. En el PT no pierden las esperanzas. El líder de la bancada petista en el Parlamento, Paulo Pimenta, destacó en Twitter el acortamiento de la brecha de 17 a 8 puntos que reveló otra encuesta de la consultora Ideia Big Data en asociación con la revista Veja.

“Nuestra fuerza decidió aportar su apoyo incondicional a la candidatura de Fernando Haddad. Aunque tengamos muchas diferencias, ha conformado un frente democrático de varios partidos y sectores sociales para ser el contrapunto de esta ofensiva de la extrema derecha y de las fuerzas reaccionarias”, sostiene el presidente del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), Juliano Medeiros, en diálogo con ANCCOM. Pese a su escaso peso en las urnas –obtuvo el 0,58%– y sus divergencias con el PT, el PSOL llamó casi de inmediato a votar por Haddad. Medeiros opina que Bolsonaro ganó fuerza porque su proyecto movilizó a una parte importante de los ciudadanos cansados de los escándalos de corrupción y del crecimiento del desempleo. “Ante la crisis política, económica y social de grandes dimensiones que hemos vivido en los últimos años, emerge paradójicamente la figura de Bolsonaro, diputado hace 27 años con bajísima proyección en la Cámara, que defiende un programa aún más radicalmente liberal que el implementado por el gobierno de Temer: privatización de las compañías públicas, disminución de la carga impositiva a los grandes empresarios y una distribución aún más desigual de los impuestos sobre la renta de las personas físicas. Mientras tanto, en política exterior y en lo relativo a derechos y libertades individuales, mantiene una posición de extrema derecha ultraconservadora”, remarca Medeiros.

El doctor en Historia Económica, Valter Pomar, profesor de la Universidad Federal de ABC de San Pablo y ex miembro de la Comisión Ejecutiva Nacional del PT, observa que el éxito de la candidatura de Bolsonaro se basa en la construcción de un mito. “Miente a la población para ofrecer un motivo que lleve a muchos sectores, incluso a los más pobres, a votar por él. Ese motivo es el mito de ser un hombre que lucha contra el sistema. Él es golpista y ultraneoliberal pero se presenta con un perfil antisistémico, más o menos como hizo Trump”, reflexiona Pomar. Respecto a las consecuencias que puede tener una victoria de Bolsonaro, advierte que “va a desencadenar una represión abierta contra todo tipo de organización política y social vinculada a la clase trabajadora. Esto va a reducir la capacidad de resistencia y va a autorizar a los patrones, capitalistas y grandes latifundistas a explotarla mucho más. Además significaría una especie de aplauso a todo lo que pasó en la última dictadura militar brasilera y a la represión que padecen cotidianamente las capas populares de las grandes y pequeñas ciudades. Una especie de autorización para reprimir y matar. No estamos delante de una derecha normal, porque lo que pretenden no es solamente desencadenar una campaña de mentiras o profundizar el neoliberalismo, van a imponer un nivel de regresión social y de las libertades democráticas que será una especie de dictadura de nuevo tipo”, advierte Pomar.

Luego de las multitudinarias marchas bajo la consigna “Ele Não” (Él No) convocadas por redes sociales en rechazo a Bolsonaro, que pusieron a más de un millón de personas en las calles de Brasil (solo en San Pablo se congregaron unas 500 mil mujeres y 300 mil en Río de Janeiro), el movimiento feminista llama a una nueva movilización para el 20 de octubre. Cecilia “Checha” Merchán, diputada argentina por el Parlasur, sostiene que “Brasil tiene una historia de lucha feminista larga, intensa y popular. En Argentina, a fines de los 90 y principios de 2000, aprendíamos de las mujeres brasileñas. Ante esta fuerza tan inmensa y diversa es evidente que surgen reacciones, por ello definimos como reaccionarios a estos avances, muy potentes y violentos como lo expresa en sus declaraciones Bolsonaro y muchos de sus seguidores”, observa Merchán. “Las mujeres deben ganar menos porque quedan embarazadas”, llegó a decir el candidato ultraderechista, quien también es recordado por una sesión en el Congreso en la que le espetó a una diputada del PT: «No te voy a violar porque no te lo mereces». “Tenemos que prepararnos para redoblar ese sentido en común que hemos logrado construir –afirma Merchán–, y redoblar nuestra apuesta de seguir avanzando. Porque si bien ellos reaccionan de esta manera tan virulenta, somos nosotras las que estamos llevando la historia hacia adelante”.

Otro fenómeno que dejó al descubierto la primera vuelta es el alto respaldo a Bolsonaro entre los sub 34. Julia Louzada, directora de Políticas Educacionales de la Unión Nacional de los Estudiantes (UNI) y militante de la agrupación Levante Popular de la Juventud, está convencida de que una de las principales luchas que se deben dar es la de  “reencantar” a los jóvenes y al pueblo brasileño con la política y demostrar en lo cotidiano, en las conversaciones en escuelas, universidades, centros y periferias, lo que la política implica en sus vidas. “El voto a Bolsonaro en grandes sectores de la juventud es un voto de protesta, descreimiento y negación de la política”, analiza Louzada. Para ella, se trata de un proceso de crisis profunda del sistema capitalista de carácter económico pero también político, social y de valores, que trae aparejada una desconfianza hacia lo público y un cimbronazo para toda América Latina. “Más nos preocupa que un 20% de la población, el porcentaje más alto de la historia de Brasil, se haya retirado del proceso de votación y de la elección de su nuevo presidente entre votos blancos, nulos y ausencias en la primera vuelta”, puntualiza. Si bien en Brasil el voto es obligatorio para personas alfabetizadas de entre 18 y 70 años, y optativo para jóvenes de 16 y 17 años, la multa que se cobra por no hacerlo es irrisoria: de 1 a 3.51 reales por cada turno ausente.

La espiral de violencia en las calles y la multiplicación de agresiones físicas y verbales contra adversarios políticos, periodistas y homosexuales en distintos distritos del país, causa escalofríos. Uno de los casos más conmocionantes fue el del conocido maestro de capoeira y activista, Moa do Katendê, asesinado a puñaladas el lunes 8 de octubre en Salvador, Bahía, tras haber increpado a un simpatizante de Bolsonaro. También circuló en las redes la imagen de una joven de 19 años secuestrada y marcada con una esvástica en Porto Alegre por usar una polera con la frase “Ele Não”.

En dos semanas puede ser electo presidente un hombre que ha declarado que “los policías que no matan no son policías” y que “el error de la dictadura fue torturar y no matar”. Y que sigue subiendo la apuesta. Hace una semana, en una conferencia de prensa en Río, aseguró que va a garantizar la libre portación de armas para que la gente pueda ejercer su derecho a legítima defensa.

Él no, Brasil.