La vacuna libera

La vacuna libera

La Provincia de Buenos Aires comenzó la vacunación para adultos mayores de 70 años el 17 de febrero último. Todos aquellos que se hayan registrado previamente en la web o en la app Buenos Aires Vacunate ya recibieron o están recibiendo las primeras dosis que los inmunizará contra el Covid-19. Se arrancó por 20 municipios bonaerenses y, rápidamente, se extendió a toda la jurisdicción.

Según el último comunicado del Gobierno de la Provincia, encabezado por Axel Kiciloff, para esta nueva fase del Plan Buenos Aires Vacunate se  suministran las nuevas dosis de la vacuna Covishield, que se fabrican en India con tecnología del laboratorio AstraZeneca y de la Universidad de Oxford. Además se sumaron 11 Unidades de Pronta Atención (UPA) y 13 universidades que funcionan como centros de vacunación masivos. También se pusieron en marcha postas de vacunación en estadios de fútbol, hipódromos y museos. Por primera vez, los hospitales provinciales a través de las UPA vacunan adultos ya que, antes solo estaban reservados a la vacunación del personal de salud. 

“La pandemia parece una pesadilla”, expresa Elvira Soria, de 76 años.

Uno de los nuevos centros de vacunación para adultos mayores es el UPA N°5 Meléndez de Longchamps, donde el personal de salud y sus coordinadores abrieron las puertas para recibir a todos aquellos que ya tenían un turno asignado. Entre quienes se acercaron a la jornada de vacunación se encontraba Elvira Soria de 76 años. Sentada en la carpa posvacunación –el espacio dispuesto para mantener a las personas durante 20 minutos en observación, ante posibles efectos adversos- esperaba  su ansiada libreta sanitaria. La mujer asegura haber tenido muchas enfermedades a lo largo de su vida, pero que esta situación de pandemia le fue impensada: “Esto parece una pesadilla”, expresa. No obstante, asegura haber estado muy tranquila todo este tiempo de cuarentena: “No sentí miedo porque ya viví mucho”.

En otra silla se encuentra Marcelo Infante, de 71 años, llegó desde el barrio de San José, Almirante Brown. Entre charla y risas cuenta: “Ahora que estoy vacunado voy a salir a jugar a la quiniela. No, en realidad haré lo normal, me voy a seguir cuidando porque quiero ver crecer a mis nietos. El mayor tiene 11 años y los otros dos, ocho. Mi satisfacción es poder ayudar a mi hija cuando  se va a trabajar. Yo los cuido, esa es la función de los abuelos, también malcriar a los nietos”.  A Marcelo le gusta salir, se dice “inquieto” por eso cuenta que a pesar de ser el mayor de su casa, fue el encargado de salir a hacer las compras y además no quería que a su hija y a sus nietos les pasara nada. Si bien tuvo familiares cercanos infectados con el coronavirus, ninguno pasó por terapia intensiva. A pesar de que toda esta situación lo sorprendió, sugirió nunca haber sentido miedo: “Yo pasé por muchas cosas, como el conflicto en de Beagle en 1978 -cuando se movilizaron las tropas argentinas a la frontera con Chile- y Malvinas. Nunca sentí miedo”.  Además, expresa que, como muchos adultos mayores, su hija fue quien lo anotó y expresa «la vacuna es una ayuda para progresar como país. Felicito a todos los que trabajan”.

“Ahora que estoy vacunado me voy a seguir cuidando porque quiero ver crecer a mis nietos», dice Marcelo Segundo Infante..

¡Qué calor!, exclama Petrona Rosa Ortiz mientras mueve su abanico tratando de aliviar la pesada jornada  de vacunación debido a las altas temperaturas del medio día y la espera en la carpa. Del barrio de Longchamps. Petrona tiene 76 años y llegó acompañada por su esposo Julio Cesar González, “el emperador” como le dice ella, quien fue su leal compañero en estos meses, además de su hijo, con quien también convive. Para Petrona la vacuna es sinónimo de salvación y tiene la esperanza de que la humanidad vuelva a la vida normal, aunque falte mucho. “No significa que porque me he vacunado hoy ya me libero de todo”, advierte y asegura: “Me seguiré cuidando exactamente igual y después de la segunda dosis también”. Si bien en los últimos días circularon por  distintos medios de comunicación rumores contra la vacuna rusa Sputnik V, a Petrona no le importan, e incluso bromea: «Hasta ahora no sentí nada. Confío totalmente en ella, lástima que me tocó la china, yo quería la rusa”. Si bien  su hijo fue quien la anotó, cuando la sobrina les informó sobre la pre inscripción, Petrona no se quedó quieta y empezó a difundir y compartir la página a toda su familia y amigas para que también se anotaran. “Maravillada” fue la palabra que utilizó en cuanto habló de la organización de la vacunación en la provincia. Mails, llamados telefónicos y ahora a partir de este mes se suman los mensajes de Whatsapp para la confirmación de turnos a los teléfonos móviles de las personas inscriptas que hubieran solicitado recibir información por este medio. Por otro lado, en estos largos meses de aislamiento, como muchas familias argentinas, también le tocó perder seres muy queridos a  causa del Covid-19: “Falleció una amiga mía diabética y eso fue dolorosísimo para mí, al igual que mi doctor de toda la vida. No entendía por qué pasó todo esto. Te tiene que tocar de cerca para darte cuenta que esto no es un juego, es peligroso. Entre todos hay que cuidarnos. Deseo que la vacunación sea más rápida. Toda mi familia está ansiosa por vacunarse”. A la fecha, son 52.453 los fallecidos por coronavirus en nuestro país y más de dos millones los contagiados.

“ Ahora que estoy vacunada vamos a ver si nos juntamos después de un año adentro”, dice Ester Riquelme, de 92 años.

Por la rampa se la ve bajar a Ester Riquelme, de 92 años quien, a pesar de tener dificultades propias de la edad, se acercó a la UPA acompañada de su hijo Guillermo y su nuera. “Toda la familia estaba al tanto de la vacunación de mi mamá. Deseábamos que llegara este día”, expresa con felicidad su hijo. Salir a vacunarse fue el primer paseo de Ester después de casi un año de aislamiento. “Todo el año estuve encerrada, no salí para nada. Me acostumbré a estar así, pero antes salía, hacía mis mandados, ahora nada. No pudimos ir de vacaciones”, lamenta y recuerda sus veranos pre pandémicos: “Todos los años nos íbamos, la llevaba conmigo», afirma Guillermo quien además asegura que al único lugar al que salió su madre fue al patio de la casa familiar. Desde su silla de ruedas, Ester agrega: “Para mí es todo distinto hoy, después de un año adentro. No me imaginaba esto, pero no tuve miedo, estuve tranquila. Tengo cinco hijos, sólo vivo con uno. Se extraña a todos los demás. Ahora que estoy vacunada vamos a ver si nos juntamos un poquito”.  A Guillermo se le caen las lágrimas mientras describe los duros momentos de incertidumbre, que el último año trajo, “como hijo estaba desesperado que llegue este día, que se vacune y nosotros también poder vacunarnos. Nos anotamos toda la familia a través de la aplicación. La alegría que sentimos al saber que le tocó a mi mamá, es enorme”. Guillermo además cuenta que tiene un hijo en edad escolar y la vacuna era algo necesario, una especie de pequeña dosis de tranquilidad en estos tiempos revueltos. «Todo el 2020 vivimos mal. Tenemos que seguir concientizados y cuidándonos a full para ayudarnos entre todos y para ayudar al personal de salud, porque ellos exponen su vida todos los días para cuidarnos a nosotros, pero nosotros tenemos que cuidarlos a ellos también. Hay que cuidarnos mucho para poder salir más rápido de esto sino vamos a tardar mucho más” además, resaltó la amabilidad de todo el personal de la Unidad Melendez, quienes estuvieron acompañando a la familia en todo el proceso vacunatorio.

«Se extraña mucho a la familia, a los nietos», confiesa Juan Ernesto Medina. 

Juan Ernesto Medina tiene 76 años y es de Burzaco. También se acercó a Longchamps para recibir su primera dosis, y a pesar de haberse anotado hace tan solo veinte días, asegura que todo el proceso de confirmación de turnos fue muy rápido. Se describe creyente y por eso cree que su turno fue un regalo de Dios. Juan cuenta que no ve a su hija desde el año pasado, cuando se juntaron por última vez para celebrar las fiestas: “Ella vive en Tres Arroyos y fuimos a pasar las fiestas allá y desde ese día no pudimos volver a encontrarnos. Se extraña mucho a la familia, a los nietos, sobre todo. Tengo otra hija que vive conmigo, pero por las chicas traté de hacerlo todo yo. No quería que les pasara nada, sobre todo a los chicos, mis otros nietos que vienen conmigo”. Además, confiesa: “Siempre fui sano y soy católico. Siempre voy a misa todos los domingos. Eso no quiere decir que no me vaya a pasar nada, pero creo mucho y nunca me pasó nada malo. Sé que la vacuna no me va a curar así que pienso seguir cuidándome con alcohol y con barbijo”.

Por otro lado, en estos últimos días, la provincia recibió 186.400 dosis de la  vacuna Sinopharm fabricada en China. Esto permite que sume a la vacunación a los docentes y los adultos menores de 60 años con enfermedades preexistentes. Por el momento, la vacuna Sinopharm  no se puede aplicar a mayores de 60 años, ya que aún se están terminando los estudios clínicos hacia esas edades, según explicó el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollan. Esto permite que el plan de vacunación puesto en marcha en la provincia de Buenos Aires, en sus distintas fases, avance en tiempo y forma. En total, el Ministerio de Salud bonaerense informó que ya se aplicaron 522.610 vacunas contra el COVID-19 en la provincia de Buenos Aires en sus distintas fases: 409.423 de la primera dosis y 113.187 de la segunda.

Operativo de vacunación de adultos mayores contra el COVID en la UPA de Longchamps, partido de Almirante Brown. 

A diferencia de la provincia de Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires comenzó la vacunación para adultos mayores de 80 años, el 22 de febrero último, sin pre inscripción. Durante la primera jornada, la web que habilitaba el sistema de turnos y la línea 147 estuvieron colapsadas por varias horas debido a la alta demanda de ingresos simultáneos. En esa primera inscripción, se registraron 40 mil adultos mayores de 80 años para poder darse la primera dosis de la vacuna. Hilda tiene 85 años y se acercó al predio de La Rural para recibir su primera dosis. Acompañada de un joven -ambos entusiasmados- cuentan que, como la mayoría, tuvieron muchos inconvenientes a la hora de solicitar un turno previo. “Nos anotamos el primer día y estaba todo saturado”. Su acompañante asegura que la página estuvo caída durante gran parte del día: “Con paciencia logramos sacarlo”, agrega. Por su parte, Hilda, asegura que la pandemia la chocó y le resultó muy triste. “Hoy estoy muy feliz porque ya hice algo contra eso”. Sobre su tiempo en aislamiento afirma que tiene una familia maravillosa que iba  a visitarla desde la puerta: “Hemos encontrado la manera para saber de ellos y ellos de verme a mí. Me quieren mucho y yo los adoro. Me sentí acompañada desde el amor y el cariño”. A partir de la segunda dosis espera poder retomar algunas actividades. Le gustaría estudiar francés otra vez.

Como en el resto del país, la primera etapa de vacunación en Ciudad Autónoma de Buenos Aires comenzó en diciembre con el personal de salud de primera línea. Según datos publicados por el gobierno de la Ciudad, agrupa un total de 24.208 personas con primera y segunda dosis aplicada de la vacuna Sputnik-V. Poco se sabía sobre el plan de vacunación al resto de la población hasta que el 16 de febrero la Ciudad recibió nuevamente un desembarque de vacunas Sputnik-V y anunció la vacunación a adultos mayores de 80 años. 

Hasta el momento, en la Ciudad de Buenos Aires, 140 mil personas han recibido, al menos, la primera dosis de la vacuna.  Aunque por el momento sólo están siendo vacunados personal de salud y adultos mayores de 80 años. Moisés, que asegura tener “más o menos 95 años, comenta a que la página estuvo caída durante siete horas hasta que logró conseguir un turno. “El sistema anda mal, lo que anda bien son los seres humanos. La organización un 10. Tratan bien a la gente. El ejército da una mano con la movilidad y pinchan bien”. Asegura que la vacuna para él es fundamental porque es lo que nos va a salvar de la pandemia que nos está manteniendo presos. El aislamiento le resultó difícil porque vive solo, pero asegura nunca haber sentido miedo y que está contento con la aplicación de la primera dosis, y cuando llegue en su momento, la segunda. “Supongo que nos va a permitir tener un poco más de libertad. Yo voy a un centro de adultos mayores, me gustaría volver a ir. Ahí se realizan muchas actividades no solamente físicas, sino intelectuales. Para mí eso es muy importante”. 

“El sistema (informático) anda mal, lo que anda bien son los seres humanos. Tratan bien a la gente», dice Moisés.

En Ciudad de Buenos Aires hay 29 centros de vacunación públicos y 7 correspondientes a seguridad social y privados. Los protocolos de vacunación, son similares a los de provincia. Una vez aplicada la dosis, se debe permanecer en el lugar durante 30 minutos para observación y luego se accede al certificado para poder salir del Centro con los papeles necesarios. Si un adulto mayor tiene problemas de movilidad puede empadronarse para solicitar la vacunación a domicilio. Helida tiene 84 años y se dirigió a la entrada de Av. Santa Fe del predio de La Rural para recibir la primera dosis de la vacuna. Por su parte, intentó acceder desde las 14 al empadronamiento para poder conseguir un turno. El aislamiento de los últimos meses los describe como bastante malos: “si bien nos podíamos comunicar por internet o teléfono con mis nietos, no nos podíamos mover de casa y para una persona que está acostumbrada a ir de aquí para allá es bastante difícil. Sobre todo, por la edad. Asegura no haber sentido miedo. “Uno se tiene que adaptar”, fue su respuesta inmediata. 

José Luis tiene 87 años, aunque asegura aparentar menos, y está satisfecho con la manera en que lo han atendido. “Nos han atendido con aptitud, eficiencia, esmero y cariño. Estoy muy satisfecho”. Como en los anteriores testimonios, tardó en sacar el turno, pero insistió. Sobre la pandemia, nunca se imaginó que podía pasar algo como lo que estamos atravesando. Por su parte, asegura que la vacuna significa tranquilidad y un paso muy importante para evitar la enfermedad. Sostiene no haber cambiado mucho su ritmo de vida porque previo a la pandemia no salía demasiado. Toma todas las precauciones cuando sale de su casa con el uso de barbijo y alcohol en gel. No concurre a lugares cerrados o que tengan gran cantidad de personas: “Miedo no tengo, precaución sí”. A partir de una segunda dosis le gustaría concurrir a un club al que iba seguido y además, volver a encontrarse con amigos y familiares. 

“Hoy es la primera vez que tomo colectivo después de un año”, subraya Nidia que se vacunó junto a Edgardo. 

Al igual que José Luis, Nidia y Edgardo se anotaron por la página web. Recién a partir de las 21 lograron conseguir un turno. Y así se dirigieron ambos, junto con su hija, a la entrada de Av. Santa Fe 4363 de La Rural. Aseguran que únicamente se movilizan por su barrio, no hacen o concurren a reuniones, y si se encuentran con su hija lo hacen en un espacio al aire libre: “Vamos a la terraza directamente”, agrega Nidia. El 3 de marzo de 2020 volvieron de vacaciones y no salieron más a partir de esa fecha. Edgardo, además, cuenta que desde agosto del año pasado hacen gimnasia juntos dos veces por semana por videollamada. “Los últimos meses fueron tranquilos. Uno ya tiene cierta edad entonces no tiene que salir a trabajar, fue bastante dulce. No sentimos miedo. Nos hemos cuidado”. Una vez recibida la segunda dosis les gustaría volver a salir a la calle tranquilos y viajar en colectivo. “Hoy es la primera vez que tomo colectivo después de un año”, agrega Nidia. Anhelan volver a la rutina. Nada más. 

Según cifras publicadas por el gobierno de la Ciudad, se estima que 459 mil adultos mayores de 70 viven en Ciudad de Buenos Aires y 16.542 adultos mayores viven en 498 residencias de la tercera edad. Debido a la alta demanda de turnos, y a la falta de vacunas disponibles, se habilitó un sistema de empadronamiento, en donde quienes no consiguieron turno en estas primeras etapas queden enlistados para poder otorgarles un turno cuando lleguen nuevos cargamentos de vacunas. En el caso de Nieves, fue a vacunarse con una de sus hijas. Prefirió no decir su edad porque no quiere que su novio se entere cuantos años tiene. Al momento de la vacunación asegura que la organización fue muy buena y resaltó el trabajo del personal de salud: “el personal me contuvo mucho porque me emocioné y me puse a llorar. Me contuvieron muy bien, con mucha ternura y dedicación. Para mí es una fiesta”. Nieves describe a la vacuna como la salvación para poder librarse del virus y describe la situación actual como una película de terror. “Es un año que estuvo en la nebulosa, para mí no existió”. Sobre su experiencia en aislamiento, por su parte, afirma haberla pasado bien. Tiene una familia que la contiene y dos hijas y nietos que la acompañaron. Hace distintos cursos de memoria, comedia musical y teatro. Asegura nunca haber tenido miedo al virus y con la segunda dosis espera poder retomar todas sus actividades. Lo que más le gustaría es volver a viajar. 

“Que me internaran y morir sola, ese era mi tema”, revela Susana, de 82 años, que se vacunó junto a Carlos la Rural. 

A Susana de 82 y Ricardo de 84 los llevó su nieto. Para Susana la vacuna significa ver a su familia, a quienes no ve desde hace un año o a la distancia. Además, cuenta que no quería separarse de su marido: “Que me internaran y morir sola, ese era mi tema”. Ricardo agrega que son situaciones muy difíciles en donde la soledad es un factor determinante: “que muera gente sin que le puedan sostener la mano. Eso es terrible, lo peor de todo”. Sobre el aislamiento Susana cuenta que la pasaron solos en su departamento con la tele y la computadora. Tienen una hija que vive en el mismo edificio y eso los ayudó mucho. “La veíamos desde la puerta del ascensor desde lejos, nunca pudo entrar. Tampoco pudimos comer juntos o festejar algún cumpleaños, absolutamente nada”. Ambos afirman haber tenido miedo, Ricardo cuenta que todos los días esperaba sentir los síntomas del virus. A partir de la segunda dosis les gustaría poder reunirse con su familia. “Tener a la familia sentada en la mesa”, expresa Susana esperanzada. A Ricardo le gustaría ver a sus nietos.

Al momento, Argentina cuenta con tres tipos de vacunas. La Sputnik-v -de origen ruso- cuenta con dos dosis que deberán aplicarse con 21 días de intervalo mínimo entre cada inyección, Astrazeneca (Covishield) -de origen indio y producida en colaboración con Oxford/AstraZeneca- cuenta con dos dosis idénticas que deberán aplicarse con un intervalo de 10-12 semanas y Sinopharm -con una solución de inyección intramuscular- cuenta de dos dosis con un intervalo de 21 a 28 días entre cada una. A diferencia de las anteriores, la vacuna de Sinopharm se recomienda para personas de 18 y 59 años.

Actuar frente a la crisis

Actuar frente a la crisis

Cuando en marzo un virus desconocido paralizó al mundo, las prioridades comenzaron a cambiar. A medida que la cuarentena se extendía concluimos en que el término normalidad no era algo estanco. Como a casi todos, la situación perjudicó directamente a los actores, que vieron mermada su actividad, cuando apenas cuatro días antes de que el presidente Alberto Fernández decretara el aislamiento preventivo obligatorio, la Asociación Argentina de Actores (AAA) llamó al cese de actividades para toda la rama artística. En esta nota distintos intérpretes nos relatan cómo salieron adelante durante estos meses, hasta que se autorizó la vuelta de la ficción.

A Ana Águila la cuarentena la sorprendió y obligó a repensarse: “Me parece que esta pandemia nos puso a todos en una licuadora y nos removió cosas. No conozco persona que no me haya dicho que en este tiempo no aprendió algo”. La actriz se repartía entre cursos de improvisación y trabajos en televisión que cesaron repentinamente. Su primera reacción fue intentar seguir brindando cursos vía streaming, pero debió suspenderlos. Cuando vio que sus ahorros terminaban, salió a pedir ayuda a los comerciantes de su barrio, con quienes armó una tienda online, (@pandebanana). Entiende que su pasión sigue en lo actoral por lo que con la vuelta de algunas actividades de animación está retomando el oficio.

Nancy Gay se adelantó y comenzó a dar clases virtuales, observando cómo la realidad viraba. Luego le sumó funciones teatrales de la misma manera. Entiende que hay una emergencia cultural latente de la cual se debe encargar el Estado: “Esto es una dicotomía, porque la cultura pareciera ser algo no esencial, pero a la vez hizo que todo el mundo pueda pasar la pandemia de forma más amena”, dice.

Matías Alarcón coincide con Nancy. Es actor, autor, productor, director y comediante. Se encontraba estrenando una obra independiente cuando decretaron el aislamiento. Recibió un IFE por su cancelación y una ayuda por parte de la Asociación Argentina de Actores, por pertenecer a una cooperativa de teatro. Sostiene que el streaming, con sus costos fijos, no es para cualquiera, que está orientado más bien al teatro comercial. “Esta situación visibilizó lo desprotegido que está el teatro independiente. Si bien nos dan un subsidio, lo hacen después de que estrenamos y nos piden, como mínimo, doce funciones.” Explica que el 90% de sus colegas, incluso previo a la cuarentena, se encontraba desocupado. Agrega que las productoras de televisión siempre llaman a los mismos intérpretes y que las ayudas no son para todos. Aún así, es optimista y espera que el público acompañe este movimiento.

“Quizás fuimos algo ingenuos al pensar que esta situación no se extendería por más de dos meses,” considera Rincón.

Marina Lamarca al ser productora y dueña del espacio teatral Border y también actriz. Aporta una mirada híbrida. Allí impartían clases de danza, actuación, comedia musical, y eran anfitriones en eventos corporativos de grandes empresas. Todas estas actividades, salvo las clases de actuación que se realizan virtualmente, se frenaron. Ha recibido subsidios para sus salas (Proteatro, Fondo Desarrollar y el Instituto Nacional del Teatro), y una contribución de la AAA por su rol de actriz y directora a partir de una obra que logró estrenar. Comenta: “Estamos comiéndonos nuestros ahorros para que el impacto sea menor. Hoy no estamos viendo una perspectiva clara. A nivel económico el año que pasó fue desastroso para la industria en general, y para nosotros en particular.” A pesar de esto, siente que su posición es privilegiada. En noviembre pudieron regresar a celebrar pequeños eventos corporativos y prestar sus salas para que elencos externos puedan ensayar.

Federico Tombetti, brinda su mirada como docente, además de actor. Trabaja en la escuela que fundó Agustín Alezzo. Debido a que sus principales ingresos surgen de allí, su economía decayó. Recién están regresando a la actividad, ya que habían decidido no funcionar en la virtualidad y ahora optan por lanzar seminarios online. Además de los costos fijos, se les sumó la muerte de su mentor a causa de COVID y una mudanza. Lograron, a través de un ATP, solventar a sus dos empleados. Además, Alezzo había recibido un subsidio por su trayectoria de parte del Instituto Nacional del Teatro y el Fondo Desarrollar que consistió en un un apoyo económico concursable de hasta doscientos mil pesos que desde el Ministerio de Cultura de Nación busca sustentar espacios culturales a partir del contexto actual de emergencia sanitaria. Frente a la falta de un salario fijo, Tombetti ha subsistido a partir de préstamos familiares y de otras actividades.

«No conozco persona que no me haya dicho que en este tiempo no aprendió algo”, dice Aguilar.

Por su parte, Alejandra Rincón, secretaria adjunta y de organización de la AAA, cuenta que la actuación en el país ya venía en caída debido a las políticas del gobierno anterior y por un creciente déficit de inversión, a lo que se sumó la pandemia. “Quizás fuimos algo ingenuos al pensar que esta situación no se extendería por más de dos meses,” considera, mientras aclara que las medidas se tomaron siempre en pos de proteger la integridad física de sus miembros. El colectivo al que representa, que engloba también a bailarines y asistentes se está reactivando lentamente desde agosto, cuando se instituyó la vuelta a la actividad en teatros vía streaming, sin público. En noviembre pudieron volver a trabajar con público un puñado de teatros.

De todas maneras aún es poco el ingreso generado. Algunos de sus miembros se postularon con éxito para percibir un IFE o créditos a tasa cero. Por otro lado, realizaron una campaña “Actuemos juntos”, en donde actores reconocidos realizan videos que se reproducen en las redes de la Asociación a cambio de alimentos. “Sentimos a un gobierno presente, pero siempre falta”, dice Rincón

Tombetti parece tolerante en cuanto al rol sindical. Le hubiera gustado que mostraran mayor acción, pero acepta que la gravedad de los acontecimientos los excedieron. “Yo entiendo lo que quiso decir Alejandra (Darín, presidenta de la Asociación Argentina de Actores). Sí los actores tenemos que esperar para volver a trabajar, trataremos de articular los mecanismos para poder palear esta situación. Me pareció que era una respuesta de ella a cierto sector que estaba pidiendo volver a toda costa, cuando realmente había otras prioridades y necesitábamos cuidarnos.”

“Estamos comiéndonos nuestros ahorros para que el impacto sea menor», subraya Lamarca.

Aguilar y Alarcón son mucho más críticos. “Siento que nos soltó la mano. Solamente ayudó a ciertos actores. A quien sí aplaudo es a SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes), que llamó a todos los miembros de la asociación, los escuchó y ayudó”, señala Aguilar. Alarcón agrega: “Podrían luchar más por los que no tienen trabajo. Me revienta que no se ayude al actor independiente. Deberían pelear para que se sancione una ley que promueva más ficciones nacionales, de acuerdo a la Ley de Medios.”

Rincón defiende la postura del sindicato: “En realidad, a Darín, quizás al ser una figura pública y con más visibilidad mediática, se le adjudicó la voz, pero eso fue una decisión del Consejo General”. Agrega que se organizan bolsones de comida que se reparten en todo el país, acciones que serían parte del deber de la Asociación en este contexto. En cuanto a la situación de la Obra Social de Actores (OSA), coincide en que es caótica y tiene que ver con la falta de aportes por la inactividad de sus afiliados, culpando a grandes productoras y responsabilizando también al gobierno anterior por su apoyo a empresarios, en detrimento de actores: “A nosotros nos afectó la mala reglamentación de la Ley del Actor, que puso tope de contribuciones del sector empresario, haciendo que a la obra social se le sumara otro déficit por la baja de ingresos. Se corre riesgo de convocatoria de acreedores o quiebra”, explica.

«Me revienta que no se ayude al actor independienteE, se queja Alarcón.

Aguilar cuenta el caos en primera persona. Al verse sin recursos no pudo seguir pagando la OSA. A fines de agosto contrajo COVID y al no poder contar con cobertura debió confinarse en su casa. Respecto a los protocolos, se encuentra enojada con la AAA en cuanto a lo propuesto. Siente que en televisión se priorizan otro tipo de programas por fuera de la ficción.

Rincón ofrece una mirada oficial: “En cuanto a protocolos estamos avanzados. Empezamos trabajando con el propio para audiovisual. Llegamos a un acuerdo con las cámaras empresarias del sector, sindicatos y con el Ministerio de Cultura Nación y de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo. Nada va a garantizar la inmunidad, pero sí las medidas para reducir los riesgos. Se hizo con modelos del mundo, pero adaptándolos a la Argentina. Acordamos el mismo para la actividad en publicidad y consensuamos la teatral. Faltaría la rama doblaje.”

«Si tenemos que esperar para volver a trabajar, articularemos los mecanismos para palear esta situación», dice Tombetti.

«Hay que salir a tiempo del personaje»

«Hay que salir a tiempo del personaje»

«Se me agotaron las formas de contar las cosas del sistema y me moví al género negro», cuenta Ferrari.

Kike Ferrari  nos recibe con un abrazo en su departamento de Balvanera. Se toma unos minutos para cambiarse y nos propone comprar “unos tubos” en el almacén que está a la vuelta de su casa. Ya con una caja de cartón de contiene seis latas de cerveza, volvemos a subir los once pisos por ascensor de un edificio antiguo renovado hasta parecerse a un hospital retrofuturista. En casa nos encontramos con su madre y sus tres hijos, que juegan a la Play Station en un living repleto de libros, parte de una biblioteca que continúa en el cuarto donde el autor tiene su estudio.

Entre el año pasado y este, Enrique publicó dos obras que se alejan del género al que se lo asocia: Todos Nosotros, una novela en la que un grupo de amigos de orientación trotskista viaja en el tiempo para matar a Ramón Mercader (el asesino de Trotsky) y El oficio de narrar, un pequeño libro ilustrado por Apo Apontinopla que conjuga el relato de la desintegración de una pareja con el arte de la escritura.

Con gestos veloces deposita dos latas y tres vasos en una mesita antes de acomodarse en el sofá. El disco Closing Time, de Tom Waits, suena en la computadora como un reflejo del espíritu presente en su obra. “Este fue el primer disco que compré en CD”, comenta. El ambiente familiar impregna la atmósfera en amalgama con su remera de Black Sabbath, un busto de Marx y el escudo de River Plate que adorna el vaso de cerámica donde nos sirve un trago mientras reflexiona:

El oficio de narrar es mejor que muchas de las cosas que escribí. Da un tono más poético porque es literatura de shock, una cosa que yo habitualmente no hago. Estaba atravesando una crisis de pareja que terminó en separación hace como ya dos años. No hago catarsis, no hago autoayuda. El poemita de lo que siento es una cosa que a mí me rompe las pelotas. Pero tiene un material subjetivo que muy pocos de mis otros textos tienen. Viene acompañado con unos dibujos alucinantes de Apo. Era la única forma de que ese libro funcionara, sino no es un libro, es un cuento largo. Debía tener esta forma-objeto.  Sentí como casi nunca en mi vida que esa separación era un evento de lo privado, así que empecé a escribir como un diario de crisis para mí mismo. Llené dos o tres cuadernos, releí y encontré material narrativo. Seleccioné de ese torrente una serie de entradas que me permitían contar vagamente la historia de una desintegración de pareja que ya no era la mía, sino la de alguien más con reflexiones sobre el oficio, destilar las cositas que aprendí de este trabajo. Por eso lo quise publicar por separado.

«El poemita de lo que siento es una cosa que a mí me rompe las pelotas», dice Ferrari.

En tus otras obras está mucho más oculta la cotidianeidad…

Es una instancia que no creo que se vaya a repetir. Estoy alejado del realismo minimalista. Este texto es como una última aproximación. A mí para contar lo que tengo ganas de contar no me sirve.

El género negro parece el que mejor te calza para contar lo que querés. ¿Lo elegiste o te llegó?

Las dos cosas. La mejor respuesta para retratar una sociedad criminal es hablando de los crímenes. Retratás una red de trata y así también el trabajo alienado en su peor versión. Retratás el narco (mis amigos mexicanos lo hacen mucho) y en realidad estás retratando el capitalismo posfordista. Pero la razón central porque llegué al género negro es porque me parece muy interesante de leer y muy interesante de escribir. En algún momento se me agotaron las formas de contar las cosas que yo quería contar del sistema o las hipótesis políticas que me interesaban contar y me moví a ese género.

Si no te quedabas en lo ensayístico.

Y la política se va conmigo a cualquier lado que vaya. Porque es un interés que ocupa un montón de horas de mi vida desde hace treinta años. A mí lo que me interesa es contar las mejores historias posibles. Divertirme escribiéndolas y averiguar si a mí me divertirían como lector. Los intereses más profundos que yo tengo están ahí.

¿Y cuáles son esos intereses?

En el 90% de mis textos está la pregunta por la personalidad, cómo juega la individualidad alrededor de lo colectivo, como uno se construye con los otros, la amistad como tabla de salvación al marasmo de una sociedad en retroceso. Porque son preocupaciones centrales de mi vida y cuelan en lo que escribís.

«En el 90% de mis textos está la pregunta por la personalidad, cómo juega la individualidad en lo colectivo».

En la ciencia ficción estadounidense del siglo XX había un gran temor al avance de la tecnología mientras que la ciencia ficción soviética y el movimiento beatnik más bien la abrazaba como una gran esperanza. ¿El género es determinante para contar lo que te interesa?

La hipótesis del gran capitalismo es que la tecnología va a remplazar al ser humano en el trabajo y dejarte en la miseria. Porque tu laburo es el de la máquina. La hipótesis de la utopía comunista es que la máquina va a reemplazar el trabajo para que vos puedas vivir una vida plena. Con el género negro pasa eso desde muy temprano. (Dashiell) Hammet es programático en eso. En Black Mask son programáticos de eso. “Queremos contar esto como nos parece que es la forma de contar este momento del capital”. El tema es que ese momento del capital pasó y el género fue mutando para sobrevivir. Para eso se fue poniendo cada vez más y más plebeyo. Más permeable. Más poroso. Las últimas mejores novelas policiales que leí no son novelas policiales. La mejor es  La ciudad y la ciudad, de China Miévile, un autor inglés que recomiendo enfáticamente. Y es una novela de ciencia ficción. Porque de hecho las mejores novelas de ciencia ficción son novelas de género negro.

Lo que pasa con el cyberpunk

Nigromante es una novela policial. Sueñan los androides con ovejas eléctricas es una novela policial. La saga de (Donald) Harrison, Luz y Nuevo Swing  son novelas de género negro. Y el género negro está haciendo el mismo recorrido. Todos nosotros no es solo una novela de género negro. Nos venimos olvidando  los apellidos de las cosas. Entonces decimos “géneros” y no decimos “géneros populares”, que es el nombre completo. Y los géneros populares, por definición, son bastardos. Son plebeyos. Mixturados, racialmente impuros. Porque es lo interesante. Sino es un bodrio. Los cruces entre el jazz y el rock, son géneros populares. Donde cristaliza y se transforma en una cosa única es un bodrio

 De otra forma no llega, no permea.

Deja de respirar.

Hace unos años te catalogaban como un escritor “proletario” que trabajaba limpiando los baños del subte. ¿Se impuso la literatura sobre ese personaje?

El plan que yo tenía en relación a los peligros del personaje se fue cumpliendo. Nunca más di la nota del mameluco. Nunca más me lo puse. Dejó de estar en la portada de mis libros.

 Además el subte es un espacio bastante afín a la política. Está la revista El Andén, la Radio del subte…

Los compañeros construyeron un sindicato distinto. Anacrónico. Más parecido a las viejas organizaciones obreras. Es un centro cultural, el lugar donde te juntás con amigos, donde vas a llorar cuando tenés un problema. Y donde prefigurás y peleás la paritaria de todos los años. El sindicato me permite esto. El laburo en el subte tiene la ventaja de no ser tan largo en horas. Permite ordenar tu vida, los horarios para poder hacerlo. “El escritor del subte”  no lo fui a buscar. Sucedió.

Sos escritor, fuiste a laburar al subte y alguien vendió una nota a un medio sobre eso.

Estuvo bien que yo lo haya aprovechado y está bien salir de ahí ni bien uno puede. Ahora mi libro está por salir en Estados Unidos. Si tengo que jugarles el personaje lo voy a  hacer otra vez. Porque sé para qué sirve y sé cuándo puedo salir de ahí. Hay un ámbito comercial con el que hay que laburar. También depende de cómo le vaya al libro. Si tiene un arranque espectacular sin necesidad de “hacerles el obrero”, excelente. Acá no lo hago más.

El mercado editorial argentino se sigue rigiendo por esas cosas.

Un montón. Una compañera que coló en el movimiento feminista se comió una bronca porque tiene varios hijos. Y se monta ella un personaje alrededor de eso. La novela de la piba se defiende sola. Sin embargo no usar eso es una estupidez. Pero es un oficio. Un trabajo. Hay unas herramientas que aprender, una serie de convenciones que hay que respetar o dejar de respetar. Y es un trabajo hermoso, además. Si uno no lo toma como un trabajo le está bajando el precio. El problema es que en este sistema de mierda el trabajo tiene muy mala prensa. Porque estamos pensando en el trabajo alienado, el que no es tuyo. Yo estoy adentro de mis textos y lo sabemos todos. Siendo un autor de mi tamaño es muy difícil estar tranquilo y decir “la literatura va a pagar esta parte y el trabajo asalariado va  a pagar esta otra”. Yo acabo de armar un taller desdoblado en dos días. Sábado y miércoles. Cuatro y cinco participantes. Esos talleres me pagan el alquiler. Pero si alguien tiene la receta para vender 15 mil ejemplares, le digo que la ponga en práctica. Si fuera re fácil vender algo usando el tema del momento, yo lo haría. Lo firmaría con el nombre de otro y no me empaño el nombre. No es tan fácil escribir un éxito. Pero hay que salir a tiempo del personaje. Si no, corrés el riesgo de que el personaje te coma. A mí me tienen que importar los libros que se vendan únicamente en el sentido en que me ayudan a pagar el alquiler. Después me interesan que los textos sean leídos. Pero la literatura está en otro lado. Está en el encuentro con los lectores. Si son un montón es mejor porque rebota más, el eco es más grande, lo que vuelve es más fuerte y te acomoda mejor. Pero los términos del mercado y los términos de la literatura son diferentes. Están en otro lugar. Nos tendría que importar menos.

“Hablar de memorias significa siempre hablar de un presente”

“Hablar de memorias significa siempre hablar de un presente”

“Estoy en contra de todos los fundamentalismos, inclusive los de la memoria”, afirma Jelin.

“Cuando se dice memoria en singular significa que hay alguien que va a decir lo que se tiene que recordar y pensar, y yo estoy absolutamente en contra de la idea de que eso tiene algo que ver con la democracia”, lanzó Elizabeth Jelin para dar cuenta de su postura sobre el tema. Las memorias son plurales y diversas y se desarrollan en diferentes temporalidades, convirtiéndose en el foco de luchas sociales y políticas. Hablar de una memoria es antidemocrático. “Estoy en contra de todos los fundamentalismos, inclusive los de la memoria”, afirmó con contundencia. Una sociedad democrática permite que todos los grupos tengan el espacio para expresarse y los límites tienen que ver con la violencia, no con la censura o la limitación de la palabra. Jelin agregó: “La noción de democracia implica que hay un adversario, y que éste tiene los mismos derechos que yo en expresarse en la esfera pública”.

En su último libro, La lucha por el pasado: cómo construimos la memoria social, Jelin dice que hablar de memorias significa siempre hablar de un presente. No se trata tanto del pasado, sino de la manera en que se construye un sentido del pasado, que se actualiza en el presente y también en relación al futuro deseado en los actos de rememorar, olvidar y silenciar. La historia se desarrolla con acontecimientos encadenados unos a otros, y las memorias también. “Lo que es significativo en un momento, puede dejar de serlo después, y a lo que nadie le prestó atención, puede ser importante luego. No hay manera de que podamos prever esto de manera clara, lineal y explícita”, advirtió Jelin. Y es que las memorias nunca son únicas, acabadas y definitivas, sino que, por el contrario, son disputadas, tanto las palabras como los silencios, en los debates políticos e ideológicos de sus épocas. 

En este contexto, Jelin habló sobre lo que significaron los juicios a las juntas y la importancia del funcionamiento del aparato institucional: “Me parece importantísimo y central que haya habido juicios a los represores de la Argentina dictatorial, y en ellos, como en toda institucionalidad jurídica, hay un ritual, normas y penas graduadas. Y en algún momento la gente sale de la cárcel. Eso hace a las prácticas democráticas y ciudadanas”. No es un tema que presta a debate ni que debería preocupar, dice Jelin, sino que indica que las instituciones democráticas funcionan y juzgan por casos específicos, no por una especie de ley del más fuerte. “Celebro que funcionen, aún cuando odio la idea de encontrarme a un represor por la calle”, enfatizó. Los juicios van a terminar en algún momento, pero no así las penas, que pueden seguir por mucho más. Jelin cree que gran parte de los represores se morirá antes de las sentencias y entonces, lo que es preocupante es la lentitud de la justicia. 

“Lo significativo este momento, puede no serlo después, y a lo que nadie le prestó atención, puede importar luego.»

Los silencios, los olvidos y los baches también ocupan un lugar central en las memorias. En su libro, Jelin asegura que lo que el pasado deja son huellas en documentos y papeles y en el mundo simbólico. Estas huellas no constituyen “memoria” hasta que no son evocadas y ubicadas en un marco que les otorgue sentido. La dificultad, entonces, radica no sólo en los pocos registros, sino en los impedimentos para acceder e interpretar esas huellas, ocasionadas a veces por mecanismos de represión y desplazamientos. Los juicios tienen una doble importancia ahí, además de juzgar y condenar según las leyes, también se ocupan de investigar lo que pasó en casos específicos para descubrir lo que sucedió con personas con nombre y apellido. “Va a haber cosas que no se sepan, pasa en todos los ámbitos de la vida. Silencios hay siempre. El asunto es cuando esos silencios son históricos, que impiden conocer. A esta altura, por los juicios, evidencias, materiales de la reconstrucción de los sitios de clandestinidad, por documentos y testimonios, sabemos un montón de cómo funcionó el aparato represivo durante la dictadura”, afirmó Jelin. Quedan huecos, no se sabe qué pasó exactamente con personas específicas, pero se sabe el patrón, lo sistemático. La verdad histórica general está, lo que falta es la verdad “jurídica”, que se maneja a través de casos, porque no se puede condenar en abstracto, sino por crímenes determinados. 

“La democracia implica libertad de palabra y de escucha”, afirmó Jelin. Libertad para escuchar diferentes voces y para expresarlas, donde toda censura es una limitación a los procesos democráticos. “La experiencia indica que prohibir ciertos discursos, llamados negacionistas, no garantiza nada. En cambio, en Alemania, Italia, España y Francia, los grupos de derecha están más fuertes que nunca. Muchos nos preguntamos si hay un efecto boomerang”, teorizó. En Argentina los discursos que relativizan la violencia de la dictadura no son negacionistas. No niegan lo que sucedió, sino que lo justifican o lo relativizan. “Si alguien sale a decir que no hubo vuelos de la muerte y se le prohíbe decirlo, ¿qué va a hacer? Lo va a gritar más fuerte”, explicó y puso un ejemplo: “Hace unos días vi una nota del que, para muchos, es el emblema de lo que llaman negacionismo, Darío Lopérfido. Decía lo mismo de siempre, que los derechos humanos son un curro. Si se le hubiese prohibido publicar eso, hubiese salido gritando y sería un escándalo. En cambio, así, pasó desapercibido”. El problema con la discusión sobre el negacionismo es que no se sabe claramente qué se dice cuando se habla del término. Es una zona gris de malentendidos, según la autora. 

Los temas que más le preocupan hoy a Jelin están lejos del negacionismo y tienen que ver con los derechos humanos. A casi cuarenta años de la transición democrática, la noción sigue estando restringida a la dictadura. “A mí me preocupa muchísimo los chicos wichis que se mueren de hambre, la desnutrición, los femicidios, las violencias extremas que vivimos hoy y que también son parte de la historia”, relató. Las marchas feministas, como la del 8M, estuvieron vinculadas a temas de género y fue de una magnitud enorme que afecta a lo que se vive hoy. “Si tenemos instituciones que se preocupan por los derechos humanos, necesitamos políticas activas que tengan que ver con estas preocupaciones actuales”, insistió. 

Hay continuidades con el pasado (el pañuelo verde y el blanco), desplazamientos de actores que han mutado (Nora Cortiñas en el escenario de la marcha del 8M), pero los dramas actuales son otros. Las muertes de mujeres por violencia de género, más de 70 en lo que va del 2020, embarazos no deseados, discriminación de diversidades sexuales, y más, son cosas que atañen a los derechos de las personas. “Por suerte tenemos una población que sabe movilizarse”, recalcó Jelin, aunque advirtió que pocas veces tiene resultados inmediatos y efectivos, y que sin embargo, hay que persistir. “La campaña del aborto tiene más de veinte años y recién hace uno se autorizó el debate”.

“Si alguien dice que no hubo vuelos de la muerte y se le prohíbe decirlo, ¿qué va a hacer? Va a gritarlo más fuerte.”

También hay otro debate que tiene que ver con el espacio público y de quién es, que se pone en juego cuando hay grafitis y pintadas, sobre todo de los movimientos sociales y feministas cuando marchan. “Siempre un derecho entra en colisión con otro. El debate se ve más claro con los piqueteros, que tienen su derecho a protestar, y los que reclaman su derecho a circular libremente”, mencionó. Los conflictos del espacio público se pueden poner en términos de comodidades cotidianas, por ejemplo un vecino escuchando música muy fuerte, o en términos de disputas políticas, que aparece en las marchas, las campañas electorales donde los partidos pegan sus carteles unos encima de otros. “Si el espacio es público, es para todos y todas”, concluyó.

“Mucha gente piensa que hay una pedagogía de la memoria, que hay que transmitir lo que ellos creen que hay que transmitir”, afirmó Jelin. Lo que cuestiona la socióloga no son los mecanismos pedagógicos, o los debates que plantean cómo enseñar la historia; sino la idea de que enseñar o decir algo va a llevar inexorablemente a que la gente sienta y piense eso. “Se pueden dar herramientas, que es lo que se hace en una sociedad democrática, para pensar: películas, ejercicios o visitas, pero cómo se apropia la nueva generación de esas herramientas es incierto y nada lo garantiza”. No habría una linealidad que indique que los chicos en las escuelas van pensar lo que sus maestros les enseñen, y esto se ve, para Jelin, en los casos europeos, como Italia, donde los jóvenes han sido educados desde la posguerra y sin embargo, el fascismo crece de una manera enorme. “Esa es una preocupación muy grande, quiero saber qué es lo que pasó como para que todo un período histórico democrático termine con tal crecimiento de las fuerzas de derecha”, finalizó.