“No podemos hacer otra cosa que ser coherentes”

“No podemos hacer otra cosa que ser coherentes”

“Mi nombre es Miguel El Tano  Santucho, lo puedo decir porque conozco mi identidad”, empieza Miguel. “Es como un cassette que tengo grabado”, dice entre risas mientras le hace señas al mozo para pedir un café.
Miguel es hijo de Cristina Navajas, desaparecida en 1976, y busca a su hermano o hermana nacida en cautiverio. Junto con su abuela, se dedicaron a la búsqueda y a difundir la consigna de Memoria, Verdad y Justicia.
En un bar del barrio de Once, invita a sumergirse en lo más profundo de su historia personal, que hace eco en la historia y actualidad nacional. “Me llamaron Miguel porque tenía un tío que fue abatido en la Selva Tucumana unos meses antes de que naciera y su nombre de guerra era Miguel”, comienza.

 

O sea que ya tu nombre viene bastante cargado.

 

Sí, y sobre todo el apellido: Santucho es el apellido de una familia que, lamentablemente, fue víctima directa del terrorismo de Estado.

 

¿Cómo entrás vos en la historia de los Santucho?

 

Yo nací en octubre del 75 y en julio del 76 secuestraron a mi mamá,Cristina Navajas. En la casa nos dejaron a nosotros, de casualidad. Estábamos con mi hermano más grande y mi primo, tuvimos la suerte o la desgracia de que nos dejaran ahí. Mi abuela Nélida nos pudo ira buscar y un tiempo después nos establecimos en Roma con mi papá, Julio Santucho. Junto con nuestras pertenencias había cartas que mi vieja le escribía a mi viejo. Él se había exiliado, militaban en el PRT y estaba en el extranjero. Ella ahí contaba que daba por seguro que estaba embarazada. Esa información después la pudimos confirmar con testimonios. Uno de ellos diceq ue en un traslado estaban tiradas en el piso varias compañeras y mi vieja le dijo a una, desoyendo las órdenes de hacer silencio, su nombre, donde militaba y que estaba embarazada. Eso para mí fue una indicación clara de mi vieja de decir: “Búsquenme y busquen a mi hijo”. 

 

¿Tenés alguna información certera sobre la vida y el paradero de tu hermano?

 

No, lo que sí sé es que los últimos nietos recuperados pertenecen al mismo rango de edad y tuvieron circuitos parecidos al que debería haber tenido mi hermano. Estoy ansioso por saber si aparece.
También sé que ella mantuvo el embarazo y fue vista hasta los 6 meses de gestación en el Protobanco y después, en el 77 en el Pozo de Banfield, la vieron ya sin embarazo. En el medio, posiblemente pasó por Campo de Mayo, así que esos dos últimos lugares pueden ser los de nacimiento.

 

Decías que sentiste una indicación clara de tu mamá para que los busquen, ¿cuándo decidiste volver al país y responder a su pedido?

 

Volví en el 92. Siempre supe que hubo desaparecidos pero para mí era un relato, yo no lo vivía, no lo sentía. Me hablaban de una familia numerosa, de los primos, pero hasta que no los ves es como que no están. Además, mi viejo se volvió a juntar y tuvo una hija, así que vivíamos en una familia aparentemente normal. Cada tanto mi abuela viajaba, por la militancia en Abuelas, y aprovechaba para visitarnos. Hasta que a los 15 años se generaron las condiciones para volver. Yo siempre quise venir a Argentina y empecé a insistir. El año que volví fui a una marcha de secundarios y me pasó algo que marcó mi adolescencia y mi vida: en la desconcentración, un pibe hizo una pintada que decía: «Santucho vive», junto con la estrella roja. Ahí sentí que entré al túnel del tiempo y volví a mi casa pensando: “Tengo que vivir acá, hay algo que no conozco y que me pertenece”. Finalmente, al año siguiente volví al país definitivamente, fui a parar a la casa de mi abuela -que mucho no la conocía- y a esa edad no era el mejor plan. Mi hermano mayor se quedó en el extranjero y hasta el día de hoy sigue allá.

 

¿La relación con tu abuela se ligó mucho con la causa de la desaparición?

 

Tuve una relación muy linda con mi abuela, porque ella derivó en mí muchas cosas. Me veía interesado y con ganas de reconstruir, así que ella delegó mucho en mí. Además, mi familia materna es muy chica, así que mi abuela concentraba toda la figura que había estado buscando realmente. Ella falleció sin saber nada de su nieto y yo sentí la necesidad de retomar la búsqueda y ocupar su lugar. Me presenté a la Asociación y dije que quería seguir la búsqueda que había comenzado ella. En realidad, Abuelas es una gran familia, se maneja todo a través de la conexión afectiva y emocional. No entras por mérito, sino por pertenencia.

 

Las relaciones trascienden lo político y se ligan más a lo emocional.

 

Totalmente, también me pasó en  H.I.J.O.S, donde después de haber vivido mucho tiempo ser hijo de desaparecidos de una manera conflictiva, de repente pude darme cuenta del valor que tenía, de los muchos que éramos. También nos generó un tipo de relación particular, donde lo afectivo tiene un valor primordial. 

 

¿Qué te pasa cuando encuentran un nieto que no es tu hermano? ¿Te genera un sentimiento agridulce?

 

En un momento utilizaba el término «envidia sana» y después me di cuenta de que no existe. Para mi pasó a ser una alegría compartida. Obviamente espero que me toque, para cumplir con mi abuela y cerrar un ciclo. Pero el compromiso seguiría: mi hermano está entre todos los que faltan,y aunque lo encontrara no podría dar la búsqueda por terminada. Así que es un poco como una hermandad. En un espacio donde hay tantas ausencias por encontrar, tantos vacíos para llenar, cada vez que encuentran a uno es como llenar mi vacío también. 

 

¿Cómo se hace para que las generaciones que nacen en un país con desaparecidos no lo naturalicen y lo tomen como un proceso cerrado?

 

En las charlas resalto ese aspecto. Es tan presente este tema, que el hecho de que haya personas con la identidad falseada salta generaciones. Yo tengo una hija en el secundario, que podría tener un compañero con un apellido que no es de él, porque su padre puede haber sido apropiado. Tu compañero puede estar viviendo con una identidad que no le corresponde. Siempre hablo en primera persona, contar la experiencia propia genera más identificación y creo que funciona mejor. En general siempre me llamó la atención el interés y la recepción que hay. 

 

A pesar de las respuestas positivas que recibiste, sigue habiendo una parte de la sociedad que no cree en su lucha, ¿qué pensas de esa postura?

 

Me molestan las cosas con intencionalidad política como lo que dijo (el exministro de Cultura porteño Darío) Lopérfido o (el secretario de Derechos Humanos de la Nación Claudio) Avruj, porque están queriendo deslegitimar algo que está comprobado: hubo un genocidio perpetrado por el Estado y es el Estado el que tiene que asumir la responsabilidad de recuperar a los nietos y poner el nombre de cada uno de los desaparecidos. Ahora, sobre las opiniones que puede haber en el sentido común, creo que esa es la batalla cultural que hay que ganar, ahí está lo pendiente. He tenido discusiones con gente que me planteaba que tenía que superarlo, como si fuera un problema mío. Lo que queda por instaurar en el sentido común es que nuestra búsqueda es un reclamo legítimo y necesario para todos. El legado de las Madres debería ser tomado por el conjunto de la sociedad, garantizarle una continuidad colectiva.

 

Bajo un gobierno como el actual, ¿crees que puede subsistir esa idea?

 

Cuando yo empecé a militar en el 96 nos parecía imposible todo lo que tenemos hoy, pero nosotros recuperábamos la consigna del Mayo Francés: Seamos realistas, pidamos lo imposible. No podemos hacer otra cosa que ser coherentes con nosotros mismos, y tuvimos la capacidad de llegar a la gente con pedidos desde el sentido común. ¿Qué persona no puede entender que una madre busca a su hijo secuestrado? Son cosas tan básicas que se destruye todo el castillo de sospechas, de dudas. Siempre fueron buscados con amor, para recuperar historias, con un sentimiento positivo. Esa es la batalla que hay que dar, instalar que hay una necesidad real para nosotros y el colectivo de personas, de poner un contrapeso a lo que fue la dictadura y el terror.

 

¿Te parece que es posible ganar esa batalla cultural?

 

Siento que eso sigue siendo un desafío. Hay amplios sectores de la sociedad argentina que son reaccionarios y no se puede luchar contra una herencia de generaciones y generaciones centradas en el individualismo. Son defectos arraigados que no se pueden cambiar en cinco años. Pero si creo que hay una lectura distinta de lo que pasó, a partir de los juicios, del trabajo de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y del encuentro del nieto de Estela (de Carlotto). Pero sigo sosteniendo que la batalla cultural la tenemos que dar nosotros. Hay muchísimas expresiones que se suman, los artistas, los profesores, vos que decidís hacer la entrevista sobre este tema también la estás dando. Sigue pendiente pero no tan lejos. 

 

¿Cómo impregna tu vida  la desaparición de tu mamá y de tu hermano?

 

Creo que marcó mi vida, sin duda. Sobre todo porque canalicé mucho. Mi hermano se quedó en el exterior y no se interiorizó en el tema y mi viejo por mucho tiempo prefirió negar la posibilidad de que tuviera un hijo desaparecido. Siento que de alguna manera tengo una carga más grande, pero no es el centro de mi vida. No siento que me diferencie de los demás, hago todo esto porque asumí la responsabilidad, pero si nunca lo encuentro al menos puedo sentir que lo intenté.

 

¿Nunca le planteaste este tema a tu familia? El hecho de encargarte casi solo de la búsqueda.

 

Yo le dije a mi hermano y un poco lo sabe, que somos la contracara de la misma moneda. Lo que él hace de quedarse allá, es una forma de procesar el sufrimiento. También es una pérdida la de él, no pienso que yo asumí una carga y él está feliz allá, no tengo rencor en ese sentido. No me arrepiento de las decisiones que tomé, haber venido a la Argentina no fue un error. 

17/01/2017

El hombre que secuestró un avión y aterrizó en Malvinas

El hombre que secuestró un avión y aterrizó en Malvinas

Andrés Castillo fue el primero en pisar las Islas Malvinas de los 18 jóvenes militantes que el 28 de setiembre de 1966 desviaron un vuelo comercial hacia el archipiélago, en lo que se conoció como Operativo Cóndor. Medio siglo después,  recibe a ANCCOM en su oficina de la Asociación Bancaria, donde es secretario general adjunto. Detrás de su escritorio, luce una serie de fotografías emblemáticas, que mucho dicen sobre él: un retrato de Evita, la imagen que tomaron cuando izaban la bandera argentina en Malvinas, una foto con Cristina Kirchner y otra de él con su pequeña nieta y Néstor Kirchner a su lado.

¿En dónde militaba y cómo conoció a Dardo Cabo, el líder de la Operación Cóndor?

Con Dardo nos conocíamos desde los 15 años y con otros compañeros teníamos una relación desde hacía tiempo. Éramos compañeros de militancia en la Juventud Peronista, en una agrupación que se llamaba MLA. Nos reuníamos en cafés, donde siempre la cuestión Malvinas aparecía como una cosa inconclusa, como algo pendiente de esa Argentina que había perdido el territorio en manos de la invasión de los ingleses. Yo además recién empezaba a militar en el gremio de la Caja de Ahorro y Seguros, que en ese momento era del Estado.

Usted tenía 23 años, acababa de comenzar la dictadura de Juan Carlos Onganía y se definía como peronista. ¿Qué lo impulsó a integrar un grupo que tenía por objetivo llegar a Malvinas?

Muchas veces escuchábamos fantasías sobre qué hacer y un día yo estaba con Rodolfo, “Rudy” Pfaffendorf, un compañero que está muerto, y nos encontramos con Dardo, quien nos contó que realmente estaba organizando un viaje a Malvinas. En ese momento, mucha bola no le di. Era algo secreto, pero conversado entre muchos. Hoy, con toda la tecnología que hay, hubiéramos caído en cana en dos minutos.

¿Y cómo termina subiendo a ese avión?

Un día que Rudy me llama y me dice: “¿Te acordás del viaje de Dardo al sur? Bueno se va esta noche”. Yo no sabía ni cómo ni cuándo, traté de ubicarlo todo el día y después de llamar a mucha gente, ese mismo 27, doy con un compañero que me dice:Yo lo veo hoy, venite”. Nos encontramos en el Correo Central y tomamos el colectivo azul a Munro. En el local de la UOM estaban los compañeros y Dardo, en un bar, comiendo un sándwich, antes de partir. Nos abrazamos, porque hacía mucho tiempo que no nos veíamos y me preguntó si quería ir. Le dije que sí. Le avisé a mi novia que le pidiera a mi papá que fuera a pedir licencia a mi trabajo, por unos días. Y así viajamos los 18, desde Munro a Retiro en tren y desde ahí en un colectivo más, hasta Aeroparque. Llevábamos algunas armas y algunos de nosotros tenían una especie de uniforme verde y borceguíes. Yo en cambio, estaba de mocasines, camisa y corbata, lo que usaba en el trabajo. Después, allá, me re cagué de frío. En esa época no había control de nada, ni siquiera te pedían el documento. Subí al avión con un nombre ficticio.

Entonces, usted se sumó al Comando apenas unas horas antes, ¿qué sabía de lo que iba a suceder para la toma del avión?

Había roles, pero yo no tenía ninguno definido, entonces Dardo me dijo: “Subí y pegate al lado mío”. Yo lo único que sabía era que en un momento dado el vuelo iba a ser desviado y que había que tomar el rumbo 105. Un rato antes del desvío Dardo se fue a la cabina del avión con Alejandro Giovenco, mientras que Pedro Tursi y Juan Carlos Rodríguez se fueron a la cola y le dijeron a la azafata: “El avión está tomado”. “Ya sé lo que quieren”, les contestó la chica y les sirvió un whisky, haciéndose la graciosa. Nunca había habido un secuestro de un avión en nuestro país, era algo impensable. Lo primero que hizo el Comandante, Ernesto Fernández García, fue anunciar por los parlantes, que por mal tiempo se volaría a Río Gallegos. Pero dos personas que estaban al lado mío, uno aviador y otro que tenía aviones, empezaron a decir que no podía ser que hubiera mar de los dos lados y se pusieron muy inquietos. Ahí decidí ir adelante y avisarle a Dardo. Finalmente, el Comandante le dijo a la azafata que efectivamente estaba tomado y ella les avisó a los pasajeros. Entre ellos estaba el Gobernador Guzmán, de lo que era el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, que se quedó como los demás, bien quietito, vale aclarar.

¿Qué pasó cuando el Comandante les pidió las cartas de aeronavegación?

Nosotros teníamos sólo cartas marinas, que no eran lo mismo, pero hasta ese momento no lo sabíamos. Así que volamos más o menos hacia donde teníamos que ir.

¿Y esa historia de que el Comandante alegó falta de combustible?

No, ahí hubo muchas mentiras. Clarín miente y en esa época también mentía como ahora. El Comandante le pidió al copiloto que le diera el estado del combustible, que se toma midiendo un tramo de ida y vuelta. En nuestro caso se achicó a 4 minutos y ahí Dardo tenía que tomar una decisión antes de llegar a cero. No se veía nada, estaba todo encapotado, con nubes negras, como suele estar en esa zona, hasta que se vio un haz de luz y de pronto se vio tierra. No sabíamos al principio en qué isla estábamos. Entramos a seguir una huella y ahí vimos que estábamos en la Isla Soledad. En el descenso carreteamos en una zona donde estaba muy cerca la casa del Gobernador inglés, Cosmo Haskard, que en ese momento no estaba en la isla. La verdad no tuvimos dificultad para aterrizar.

¿Por qué decidieron el nombre Cóndor?

El cóndor tradicionalmente ha sido un símbolo del antiimperialismo y del nacionalismo. Elegimos la palabra Cóndor por ser, en alguna medida, un símbolo de la soberanía. Y durante esa época se usaron tanto las palabras ‘operativo’ como ‘comando’ Cóndor. Ambas me gustan.

¿Qué significaba ser nacionalista en 1966 y qué significa serlo hoy?

Lo mismo, es querer la Patria. Yo soy peronista y el peronismo es, incluso, algo más que el nacionalismo, porque es lo nacional junto a lo popular. Todas las épocas son complejas, pensá en el Gaucho Rivero subiéndose a un bote para llegar a Malvinas…siempre es difícil, en cada época está el hombre con su inteligencia.

¿Cómo es que Héctor Ricardo García, el director del diario Crónica, se convierte en unos de los pasajeros?

Héctor Ricardo García sabía exactamente del plan y, en realidad, Dardo se encuentra con él porque le iba a presentar un fotógrafo para el viaje. Pero cuando llegó, García sacó una credencial y le dijo: “Yo soy fotógrafo profesional”. No se la quería perder, quería viajar y viajó.

¿Qué sintió usted al pisar la isla?

Yo fui el primero en bajar, así que lo que sentí fue muy importante, muy grande para mí. Pusimos una soga, yo no tenía ninguna instrucción militar, ni siquiera había hecho la conscripción, me agarré de la soga y me tiré. Me quemé las manos de una forma que me las “enllagué” durante un tiempo. Caí con los pies en las Malvinas y la sensación fue muy impresionante, tanto que lo recuerdo como si fuera hoy y en parte es como si lo viviera de nuevo.

¿Qué pasó inmediatamente después?

Se acercaron unas siete personas y las tomamos prisioneras. Entre ellos, el Jefe de Policía, que estaba desarmado, mujeres, niños y un belga que era uno de los mercenarios que daban entrenamiento a la pequeña fuerza de defensa, que tenía la isla en ese momento. Los subimos adentro del avión y después desplegamos las siete banderas que habíamos llevado y cantamos el himno nacional. La bandera más famosa, por la foto, se izó a un poste de hierro que estaba ahí, las otras las desplegamos en alambrados. A última hora, cuando anocheció, cantamos el himno nuevamente, luego las bajamos y nos replegamos dentro de la nave con ellas.

¿Qué hacían los ingleses?

Nos rodearon, pero a unos 500 metros de distancia. Hicieron fuego e instalaron carpas, como para evitar que nos fuéramos de esa zona. Nosotros de día caminamos un área de 200 por 400 metros y llegamos a un lugar donde había agua. Pensábamos que, si la cosa duraba, sería muy necesaria.

¿Cómo llegó el cura de la Isla, Rodolfo Roel, a negociar con ustedes?

La misma mañana que nosotros llegamos, vino a pedirnos que liberáramos a los prisioneros. Nosotros le dijimos que se podía ir con las mujeres y los niños que estaban en el avión. A la noche dejamos ir al resto, junto con los prisioneros, que se llevaron unos volantes en inglés. Los argentinos se hospedaron en casas de familia.

¿Qué decían los pasajeros durante esas primeras horas?

Lo tomaron todos muy bien, tal es así que varios nos pidieron armas, pero no se las dimos. Por supuesto, el que estaba enojadísimo era el Gobernador de Tierra del Fuego. Yo le ofrecí el micrófono para que hablara por la radio del avión, que transmitía a Buenos Aires y lo único que atinó a decir era que pedía frazadas para las mujeres y los niños, a quienes ya habíamos dejado ir hacía varias horas. El tipo estaba perdido.

María Cristina Verrier fue la única mujer del Comando, ¿qué puede decir de ella en esos momentos?

Supongo que tanto ella, como Dardo, habían ideado este operativo. Cristina se comportó de forma muy correcta. Como ella era periodista, había viajado tiempo antes al territorio para hacer unas notas y participó en la inteligencia, conociendo el lugar.

¿Cómo llegó a darse esa confianza que permitió que Roel, el sacerdote holandés, diera una misa dentro del avión?

No era inglés y se hacía sentir. Te podría decir que hasta había una simpatía mutua. Era muy ameno y estaba preocupado porque hubiera un acuerdo final, que no hubiera tiros. Al principio vino un anglicano también y ese nos trataba mal, estaba furioso con nosotros. Con Roel, en cambio, hubo una buena relación a pesar de la dificultad del idioma. Pero no fue una misa, creo yo, fue más bien una oración. La mayoría de los compañeros, y yo también en ese momento, éramos católicos. Sí hubo una misa que se hizo en Buenos Aires, en la que yo no participé, que la dio el padre salesiano Chindemi.

¿El objetivo final del Operativo era tomar las islas?

En realidad, el objetivo era reivindicar la soberanía, era un hecho simbólico. No estábamos en condiciones de algo así.

¿Cómo depusieron las armas?

Al día siguiente, el 29. Pedimos que viniera el Comandante y dijimos que íbamos a deponer armas. Fernández García vino, con una caja y ahí las dejamos y le expresamos que lo hacíamos responsable del armamento porque él, como comandante, era responsable del avión y de todo lo que estaba dentro. El cura ofreció la iglesia como un lugar neutral y hacia allí nos dirigimos.

¿Se realizó algún trato con el Gobernador de las Islas?

Dardo y el Gobernador firmaron un pacto escrito, que decía que no había rendición y que no iban a tomar represalias, que seríamos entregados a las autoridades argentinas. Se suponía no iban a hacernos nada, pero en el momento nos empezaron a revisar y empujar. Nosotros, por las dudas, nos habíamos atado las banderas, yo me había puesto una debajo de la ropa como un pañal. Claro que esos grandotes, tranquilamente nos podrían haber molido a palos y robarnos las banderas, pero no lo hicieron. Lo que sí, nos rodearon y nos hicieron sentir que estábamos prisioneros. Permanecimos en la iglesia sólo un día más, los ingleses querían sacarse a nosotros de encima. Al otro día nos llevaron en el Buque Bahía Buen Suceso a Tierra del Fuego y nos bajaron de madrugada, a escondidas, para que nadie nos viera.

En la confirmación de sentencia, un año después, se ordenó la devolución de las banderas a Dardo Cabo. ¿Sintieron, en alguna medida, que ese hecho fue una pequeña victoria?

Sí, por supuesto, Dardo como jefe del grupo, hizo la apelación al juez y pidió las banderas. Se las quedó él y nadie lo cuestionó. Viajó a España y se las ofreció a Perón, pero el General le dijo que era mejor que las tuviera él. Luego vinieron momentos duros, Montoneros, la lucha armada, la dictadura. Dardo fue preso a fines del 1975 y las banderas quedaron en manos de Cristina Verrier, su mujer. En 1977 lo mataron a Dardo, así que durante todos estos años las tuvo Cristina.

¿Cómo fue el proceso legal que tuvieron que afrontar tras el regreso de las Islas?

El abogado era Torres, de la CGT y la UOM, y había un abogado de Tierra del Fuego también que, cuando nos dieron nueve meses, nos decía que no apeláramos. Pero nosotros nos sentíamos obligados a apelar, aunque nos quedáramos en cana por eso, porque reivindicábamos el hecho, no como delictivo, sino como patriótico. Así que fuimos a Bahía Blanca con la apelación y como ni siquiera estaba legislado el secuestro de un avión, el fiscal de la cámara nos quería inventar el delito de robo al descampado en el que aterrizamos, una cosa totalmente tirada de los pelos. En el ínterin yo me casé con la que era mi novia, estando detenido. Después el caso volvió a Ushuaia y ahí el juez nos condenó a dos años, por lo que obtenemos la libertad condicional casi todos, menos Rodríguez, Cabo y Giovenco. Cristina no pidió la libertad, para quedarse con Cabo. El cura Chindemi los casó religiosamente en la Jefatura de Policía.

¿Siguieron en contacto al volver?

Terminado Malvinas nos disolvimos como grupo. Los años nos fueron ubicando donde a cada uno le parecía que tenía que estar. Con Dardo, yo tenía discusiones porque él estaba con Vandor, pero después nos reencontramos en Montoneros y eso quedó atrás.

A 50 años del operativo, ¿mantiene vínculo con alguno de los integrantes ?

Reivindico a mis 17 compañeros cuando fuimos a Malvinas, sabíamos lo que queríamos y en eso estábamos juntos. Yo estuve en la ESMA y sobreviví, pero muchos fueron asesinados durante la dictadura, como Salcedo y Ramírez. Sigo en contacto con algunos, como compañeros, sobre todo.

¿Y cómo recuerda a Dardo Cabo?

Como un gran compañero. Fui muy amigo de él desde chicos. Su papá, Armando, era un dirigente metalúrgico muy importante, fue Secretario de la UOM y es a quien Evita le encarga la creación de la Milicia Peronista, algo que fue abortado. Cuando la CGT interviene el gran diario opositor de la época, La Prensa, nombra a Armando como director del periódico. La mamá de Dardo muere en el bombardeo de Plaza de Mayo. Me sorprendió mucho ver a Cristina Verrier con la Presidenta, porque todos estos años no había querido aparecer en nada político.

Usted fue reivindicado por la Presidenta Cristina Fernández y hubo otros hechos significativos, como tener un billete con la imagen del Gaucho Rivero, la instalación de las vitrinas con cada una de las 7 banderas en espacios tan significativos como la Ex Esma, el Patio Islas Malvinas en Casa Rosada, el Salón de los Pasos Perdidos del Senado de la Nación, la Basílica de Luján, el mausoleo de Néstor Kirchner, ¿qué sensación le causaron estos reconocimientos por parte del Estado?

Te lo sintetizo: Cristina nos metió dentro de la historia. Nosotros estábamos afuera, no existíamos, el ninguneo era total. Pero hay que decir que todo Malvinas estaba escondido. Fue ella la que movilizó el tema permanentemente en Organismos Internacionales, cuando viajó a la ONU, con todos los recordatorios que se hicieron. Lo que más me emociona es el libro de texto de las escuelas públicas. Yo tengo uno que se los llevé a mis nietos que están en Chile, donde se reivindica el Operativo Cóndor.

La semana pasada hubo una cantidad de dichos y desdichos por parte del presidente Mauricio Macri y de la canciller de la Nación, Susana Malcorra, sobre la relación con Gran Bretaña, ¿qué mirada tiene sobre la política actual en materia de soberanía?

No es coherente con el pensamiento argentino. Lo único que le interesa a este hombre es hacer un negocio en el cual el pueblo se queda con la peor parte, porque de última es legalizar el robo de petróleo y de la pesca, mediante un acuerdo comercial que no es más que un reconocimiento al imperio de que tiene derecho sobre nuestras tierras. No puede ser que un argentino vuele a las Islas y le pongan un sello en el pasaporte.

¿Cómo ve los años que se vienen?

El año que viene no sólo que no se va a poder pagar la deuda, sino que vamos a tener que financiar la cuota que no se podrá pagar. Se está tomando dinero prestado no para infraestructura, sino para gastos corrientes. Entonces después no tenés para pagar los gastos corrientes, ni la deuda. No hace falta que te manden marines, te tienen agarrado con la plata.

¿Fueron invitados a algún acto para este aniversario?

El 30 va a haber un acto en la ex ESMA, por la mañana. No en el Museo Malvinas, porque el director no nos permite realizarlo ahí, dice que somos subversivos, pero se va a hacer en el local de las Abuelas de Plaza de Mayo. Se está viviendo mucho revanchismo, quieren sacar incluso las banderas. Me hace acordar a lo que viví en el ´55.
Actualizado 28/09/2016

Quince años después

Quince años después

Quince años después, aquel miércoles 19 es lunes. El asfalto está igual de caliente y las escalinatas del Congreso ahora se escudan detrás de gruesas rejas. Organizaciones sociales, políticas y estudiantiles se movilizaron desde Congreso a Plaza de Mayo para conmemorar las oscuras jornadas del estallido social de diciembre de 2001 y actualizar reclamos y reivindicaciones.

“Los de abajo no teníamos la organización y la fuerza para imponer un gobierno propio. Los de arriba, las clases dominantes, tuvieron que hacer serias concesiones para recomponer la gobernabilidad”, reflexionan las organizaciones convocantes como la CTA Autónoma, la Corriente Clasista Combativa (CCC) y el Movimiento Evita, entre otras. El diagnóstico pone el foco en el final trágico del fallido gobierno de la Alianza, pero también intenta dar la perspectiva histórica. El secretario general de ATE nacional, Hugo “Cachorro” Godoy, profundiza esa evaluación. “Ya se venían produciendo políticas de ajuste con el gobierno anterior pero evidentemente este las ha profundizado y las está llevando a limites extremadamente peligrosos para el cuerpo social de la Argentina. Por eso convocamos permanentemente a movilizar a las calles para obligar al gobierno a modificar esas políticas”, le explicó a ANCCOM.

Quince años después es martes 20 y las convocatorias continúan. Un sector encabezado por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores llamó a marchar por las mismas cuadras que otros transitaron el día anterior. José Castillo, referente de Izquierda Socialista, evaluó la convocatoria: “Se trata de no olvidar lo que denominamos las brasas del argentinazo que siguen encendidas por más que ahora buscan caracterizar ese momento como un período negro de la historia. Y a esa conmemoración que venimos sosteniendo a lo largo de los años, se le suman las consigas propias contra el ajuste macrista”, puntualizó.

Quince años después de aquellas jornadas la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) registra un número frío de 38 muertos por la represión estatal durante el 19, 20 y 21 de diciembre de 2001. En la Ciudad de Buenos Aires fueron Carlos “Petete” Almirón (24 años), Rubén Aredes (24 años), Gustavo Benedetto (30 años), Jorge Cárdenas (52 años), Diego Lamagna (26 años), Alberto Márquez (57 años), y Gastón Marcelo Riva (30 años). Algunos familiares de las víctimas se movilizaron en las jornadas recordatorias y además de las citas en Capital Federal, se hizo un acto en Paraná, capital de Entre Ríos, provincia que registró tres muertos, y en Rosario, donde los familiares de las nueve víctimas -entre ellas, Claudio “Pocho” Leprati- se movilizaron a los tribunales provinciales con una bandera que exigía “juicio y castigo a todos los culpables”. Uno de los señalados como responsable fue quien entonces gobernaba la provincia, Carlos Reutemann. Según CORREPI, las víctimas en otras provincias llegaron a once en Buenos Aires, tres en Córdoba, dos en Corrientes, una en Río Negro y otra en Tucumán.

Juan Carlos Alderete, dirigente de la CCC, reivindicó el rol de esta organización como “una de las protagonistas” del 19 y 20. “En ese momento salimos más de cinco mil compañeros de la CCC de los barrios populares en La Matanza. Tomamos la Ruta 3, para ir a la Capital Federal, pero ahí la policía nos esperó para reprimir, y terminamos con 110 heridos de balas de goma, tres de ello con balas de plomo muy graves. Hubo una orden política, de parte del gobernador Carlos Ruckauf, de que me mataran, pero gracias a algunas compañeras que me tiraron al piso, me salvé. No es casual que el gobierno en ese momento, y la justicia también, nos hayan abierto una causa donde me acusaron junto a Luis D´elía -con el que estábamos en ese momento- de ser los responsables de la caída del gobierno de De la Rúa”, recordó.

Christian “Chipi” Castillo, dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e integrante del Frente de Izquierda, destacó a esta agencia la importancia de homenajear a “los 38 compañeros asesinados por la represión estatal y recordar lo que fue una gran rebelión popular que terminó con un gobierno hambreador».                  

                                   

El pasado que vuelve

El pasado se actualiza con los reclamos de condena para los culpables de la represión y de atención a las demandas que no fueron saldadas a lo largo de esos 15 años. “Ahora es importante no sólo conmemorar sino también seguir pidiendo justicia, porque no se ha hecho justicia con todos los compañeros que asesinaron en esos días. Junto con eso -y si bien estamos en otro contexto político, otro momento histórico- también están los reclamos por derechos que venimos exigiendo desde el 2001”, remarcó Alderete. El pasado también se actualiza por las políticas de ajuste. «Hoy estamos soportando ataques a los trabajadores tanto por parte del gobierno nacional como los gobiernos provinciales, con el crecimiento de la deuda externa y la pérdida de puestos de trabajo, caída del salario, aumento del nivel de pobreza. Es importante recordar la fuerza de la movilización popular porque si (Mauricio) Macri ha podido avanzar hasta ahora es gracias a la tregua de las conducciones sindicales”, dijo Castillo.

Alderete, al igual que el referente del PTS, también señala el desempleo como uno de los principales problemas actuales. “En los barrios, la falta de trabajo la sentimos en carne propia con los compañeros que viven de changa hace muchos años, y que es difícil que entren a la producción. Ahí se nota mucho más, y de forma inmediata, la diferencia con aquellos que tienen un trabajo regular y que por lo menos hacen cortar el pasto o hacen una habitación más. Entonces cuando hay una crisis económica a quienes afecta es a ellos”, subrayó.

En tanto, “Cachorro” Godoy aseguró que «las políticas de ajuste de este gobierno han generado mayor pobreza y desocupación, y la continuidad de estas políticas han provocado recesión, transferencia de recursos desde los sectores que menos tenemos a los más concentrados de la economía, fundamentalmente empresas trasnacionales”. Y advirtió: “En síntesis, un gobierno de ricos para ricos en desmedro de los pobres, que si no se cambian esas políticas nos van a llevar a un nuevo abismo y eso es lo que la mayor parte de los argentinos no queremos”.

La movilización popular en las calles sigue siendo la señal de aliento para las organizaciones que esta semana volvieron a reclamar en el centro porteño. “Durante todo este año el pueblo estuvo en la calle enfrentando esta política. Ni la represión a los trabajadores de Cresta Roja, ni las amenazas, ni el fracasado protocolo antipiquetes, que sólo aplicaron a los jubilados que heroicamente resistieron la represión, ni el violento desalojo de los medieros y campesinos pobres del cinturón verde de La Plata, ni la criminalización de la protesta, ni la existencia de presos políticos, lograron frenar la respuesta popular”, indicaron en el documento firmado por CTA Autónoma, Movimiento Evita, CCC y otros.

Figuritas repetidas

Quince años atrás, durante aquella semana de diciembre, los pasillos y despachos del Congreso eran testigos de los debates en torno a la extensión del período de sesiones ordinaria. La oposición pretendía aprobar la derogación de las facultades legislativas cedidas al Ejecutivo a través de la Ley 25.414 y anular el decreto 1570/2001 que impuso el denominado “corralito”. El 19 de diciembre el Congreso sesionó y terminó por asestar un golpe a los superpoderes y a las restricciones para los ahorristas. El  desmoronamiento del corralito del ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, terminó por sugerirle al ex funcionario menemista que presente su renuncia ese mismo día. Mientras Cavallo preparaba su retirada, De la Rúa se maquillaba para hablar por cadena nacional. Esa tarde, anticipó lo que quedaría impreso en el decreto 1678/01 publicado un día después en el Boletín Oficial: la declaración del Estado de sitio. En los considerandos del decreto se argumentaba que “encontrándose el Honorable Congreso de la Nación en receso de sus sesiones ordinarias” correspondía al Ejecutivo resolver lo que el documento caracteriza como “actos de violencia colectiva que han provocado daños y puesto en peligro personas y bienes”.

“Hace 15 años hubo un rebelión popular que enfrentó el Estado de sitio y logró derrocar al gobierno. Pero el “que se vayan todos” sigue planteado en la Argentina porque la reflexión hoy es que finalmente volvieron todos, ahora con el macrismo volvieron los radicales directos de De la Rúa”, dijo el diputado nacional del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, Nestor Pitrola, en la marcha del martes. Y si la reiteración de funcionarios no es un dato novedoso para ninguna administración, cualquiera sea su color, algunas coincidencias no dejan de ser significativas. A nivel nacional, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, hoy interesada en prevenir saqueos a través de la vigilancia de las redes sociales, en aquel año fue ministra de Trabajo, Empleo y Formación de Recursos Humanos y titular del Ministerio de Seguridad Social. Hernán Lombardi, quien hoy lidera el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos de la República Argentina, fue el ministro de Turismo, Cultura y Deportes de De la Rúa. El actual presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, fue hasta el 20 de diciembre secretario de Política Económica. Capítulo aparte merecería Oscar Aguad, quien encabeza el Ministerio de Comunicación, y por entonces se desempeñaba como interventor en la ciudad de Corrientes, cargo que le valió su procesamiento por defraudación en perjuicio de la administración pública que logró eludir una vez que la Corte Suprema lo sobreseyera, no por haber comprobado su inocencia, sino porque consideró que se había excedido el “plazo razonable» para llegar a una sentencia definitiva. En la Ciudad de Buenos Aires, este año cumplió funciones -luego debió renunciar por sus declaraciones negacionistas- como Ministro de Cultura, Darío Loperfido. El actual director del Teatro Colón fue, al comienzo del gobierno de la Alianza, vocero de Fernando de la Rúa.

 A mediados de diciembre de 2001, el entonces presidente del bloque de diputados radicales, Horacio Pernasetti, argumentó que el proyecto de Presupuesto que había enviado el Ejecutivo planteaba “mantener el déficit cero y la reducción del 13 por ciento sobre salarios de estatales y jubilados, pero incluye la hipótesis de que en caso de no mejorar la recaudación ese porcentaje debería ser aumentado o tomar algún otro rubro significativo en el gasto, como es el caso del aguinaldo”. El 19 de diciembre, las tapas de los diarios imprimían los detalles del ajuste: “El recorte es de 6.000 millones”, “las podas más grandes son la caída del incentivo docente”, “a la ANSeS le sacan 657 millones y se eliminan 24.000 empleos públicos”. La reducción de los fondos para educación, y el «esfuerzo fiscal» que pedía el ex ministro Ricardo Lopez Murphy a las Universidades está en la memoria de los estudiantes que se movilizaron a Plaza de Mayo. Axel Bracht, presidente del centro de estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UBA tendió puentes con la situación actual. “El año graficó mucho cómo se profundizó el ajuste que venía del año pasado. El reclamo tuvo expresión en mayo, con la marcha que terminó en esta plaza con 70 mil personas, con un nivel de movilización que no se veía hace tiempo. Lo que hoy está pasando en el CONICET es otro cimbronazo que afecta al campo de la Ciencia y Técnica, y también la situación crítica en la que está el Hospital de Clínicas (dependiente de la UBA), es otra parte del ajuste”, le dijo a ANCCOM durante la movilización del martes. Y agregó: “Hoy marchamos, acercamos un saludo a este acto, porque entendemos que hay que rememorar todo lo que pasó para hacer crecer el movimiento y reivindicaciones del pueblo que en 2001 sacó a cinco presidentes en una semana. Hoy, una vez más, tenemos que reforzar en todos los lugares a las comisiones internas y centros de estudiantes  que expresen un programa popular”.

 

Actualizado 22/12/2016

Los elegidos de Santoro

Los elegidos de Santoro

La palabra real puede significar muchas cosas, pero esta vez es el nombre de una muestra que combina la obra de tres artistas plásticos: Bettina Bauer, Cinthia Rched y Federico Juan Rubi. “Real 3: tres pintorxs en la emergencia de lo real” fue curada por Daniel Santoro y se puede visitar de manera gratuita en la Biblioteca del Congreso (Alsina 1835) hasta fin de año.

“Con Cinthia lo conocimos a Santoro en un workshop que dió en la Cárcova. Al tiempo de haber terminado el curso, nos escribió para proponernos ser parte de esta muestra porque la Biblioteca del Congreso lo había convocado para presentar a algunos pintores que eligiera”, contó Bauer. En el caso de Rubi, Santoro fue a una de sus muestras y lo convocó para formar parte del proyecto. Cada uno hizo una selección de sus obras y se las mostró a al artista-ícono del peronismo, quien editó el material.

Hoy las pinturas, grandes, medianas y pequeñas, cuelgan en el descanso de la escalera de la planta baja de la Biblioteca y llevan al visitante hasta el subsuelo. La producción de los tres se intercala y, si bien cada uno tiene su estilo particular, la disposición es armoniosa. “Nosotros, por más que sea en imágenes diferentes, usamos un lenguaje parecido que tiene que ver con la composición, con ciertas elementos del lenguaje que tiene que saber un pintor. Me parece que eso es lo que rescató Santoro,  cómo estos pintores, como se ha hecho a lo largo de la historia del arte, representan ciertas cosas de sus realidades o de la realidad, o de lo real cada uno con sus particularidades”, opinó Rched.

Nacida en Resistencia, Chaco, Cinthia vino a Buenos Aires a los doce años para tratar una enfermedad que comprometía su crecimiento óseo. Y algunas de esas estadías en el hospital quedaron plasmadas en oscuros y poderosos autorretratos, al mejor estilo Frida Khalo. “Yo pinto mi vida, todo lo que me rodea, y eso también es parte de mi vida. Tanto el dolor como la felicidad. A mí me parece que saco mi veta más expresiva con esos trabajos que con otros. He intentado hacer retratos de otras personas y no me salen con tanta fuerza”. Estos cuadros están basados en fotografías que le sacaron su madre o sus amigos durante las internaciones.

Federico Juan Rubi

Federico Juan Rubi

Otros óleos de la autora muestran diversos momentos de su vida: paisajes, vistas de la ciudad, el cumpleaños de una amiga y Chicha, la perra del pintor con quien Cinthia comparte estudio en Belgrano. “A ella la pinté en vivo. Le tiro unos almohadones y se queda ahí tranquila”. Al no usar paleta, la parte inferior de las imágenes funciona como el espacio donde mezcla los colores y esto queda enmarcado, formando parte de la pintura.

Cinthia conoció a Bettina Bauer en un círculo de pintores y se hicieron amigas. La serie que presenta en “Real 3” muestra espacios y personas del Colegio Hipólito Vieytes, uno de los establecimientos donde da clases. Se ven la fachada de la escuela, sus pasillos, alumnos, el busto de Sarmiento y, gracias a una puerta entreabierta, un docente que mira desde su escritorio. “Son bastante realistas porque me gusta lo que hay, cómo está. No quería generar cambios en algo que me gusta así como lo veo. Lo que muestran es más que nada mi sensación de esos espacios”, dijo Bauer y agregó: “Los docentes de esta escuela tienen veinte años trabajando ahí adentro y lo que tiene de poderoso es que hay algo del espacio público que te alberga y cada uno ahí fabrica como una especie de micromundo. Me parece que eso lo rico”.

Bettina le pidió permiso a los docentes para ser fotografiados y, luego, usar esas imágenes para plasmarlas con óleo sobre papel. “La pintura trata de eso que me pasa a mí con lugares o con gente. Más que ponerlo en palabras me gustaría que eso se viera reflejado en la pintura, que cada uno encuentre esa sensación”.

A Federico también le cuesta expresar en palabras qué le genera aquello que pinta y le da vía libre a la interpretación del espectador. “Con este conjunto de pinturas laburé bastante con preguntas que le hice a la pintura como medio”. Durante un tiempo, Rubi cambió el pincel por la cámara de fotos. Al volver a pintar, quiso evitar dibujar al máximo y, en las obras que expone en esta muestra, eligió proyectar fotografías sobre la tela, trazar líneas básicas y luego pintar. “Para mí ahí había una pregunta muy importante como pintor que es: ¿Hacía falta que yo pintara? Porque yo podría haber expuesto, no sé si acá, pero en otro lado, las fotos. A medida que iba pintando, en cada elección de color, en cada pincelada, en cada cambio dentro de la composición está la pregunta de por qué estoy haciendo esto”.

Sus inmensos cuadros plasman sacos prolijamente colgados en un placard, un piano cubierto, un mingitorio, entre otras cosas. En el caso de la muestra, Federico opina que “lo real” es una forma de agrupar tres formas de trabajar la pintura, con ciertas similitudes. “Nosotros trabajamos con ciertos estímulos visuales, pero no trabajamos con la realidad, no hay realidad. Para mí lo interesante es que el pintor viene a poner en duda, a preguntarse sobre eso que normalmente se llama “real” o “la realidad”, que son un conjunto de convenciones sociales. Nosotros renovamos algo de esa mirada hacia afuera, eso es un trabajo artístico, es un punto de vista único y nadie más lo puede hacer”.

 

Actualizado 20/12/2016