Abr 13, 2016 | inicio
Huesos que fueron cuerpos. Cuerpos que fueron padres, hermanos, hijos. “El Estado los hizo desaparecer y encima no te deja el cuerpo. Atrás de eso hay familiares que llevan muchos años buscando la verdad. Buscan saber dónde cojones los enterraron, dónde están y qué les pasó. Es tan sencillo y tan bestial como eso”. Con esas palabras, tan directas y concisas como las imágenes de su ópera prima, Facundo Beraudi refiere a La memoria de los huesos, un documental que sigue el trabajo de los científicos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) quienes, como cazadores del horror, buscan huellas de aquellas historias para que las familias puedan, finalmente, hacer su duelo. El trabajo fue seleccionado para participar en la Competencia Oficial de Derechos Humanos del 18° Buenos Aires Festival de Cine Independiente (BAFICI) y la premiere mundial será el próximo domingo 17 de abril.
“El día que nos dieron los restos hicimos como una ceremonia, un entierro en Tandil: ése día fue como que murió para mí, el duelo fue ahí”, se emociona un hijo mientras pinta un mural colaborativo junto a otros familiares en la ex Esma. La memoria de los huesos indaga en la necesidad de encontrar e identificar el cuerpo de un desaparecido y, de esa manera, intenta hacer un aporte diferencial en el amplio mapa de películas sobre la temática. “Quería contar historias desde el estómago, no desde la cabeza. Es una película que habla de sensaciones”, comentó el director y destacó su intención de “escapar” de un enfoque que considera repetido. Para eso, Beraudi pensó que era importante evitar las voces más conocidas y buscar otros testimonios: “Nos llevó más tiempo porque no hicimos el camino que se suele hacer, no fuimos a asociaciones que nuclean familiares de desaparecidos –explicó-. Por ejemplo, a David lo conocimos en un acto que fuimos a filmar y nos dijo que esa misma semana lo habían llamado para identificar al padre”.
Beraudi se define como “un hijo del exilio”: nació en Argentina pero creció en España porque sus padres emigraron en 1974 de manera forzosa. “Voy y vengo”, explicó. Mientras investigaba a pedido de una productora conoció el trabajo del EAAF, a partir del caso del primer español identificado: Manuel Coley Robles, obrero de la fábrica de vidrios Rigolleau. El EAAF se formó en 1984 -bajo la supervisión y entrenamiento del norteamericano Clyde Snow, quien supo ser uno de los mayores expertos en antropología forense para investigar los casos de personas desaparecidas por el terrorismo de Estado durante la última dictadura argentina (1976-1983). Hoy el Equipo lleva más de 30 años de un trabajo paciente y esperanzador, que recupera e identifica los restos de víctimas de violaciones a los derechos humanos en todo el mundo. Aunque el proyecto para la televisión catalana no prosperó, Beraudi se quedó “con la sensación de que ahí había algo muy interesante” para contar.
“Para un familiar de desaparecidos, la problemática es la misma en el Congo, en El Salvador o en Argentina”, señaló Beraudi. Por ese motivo, la película no se centra únicamente en el genocidio argentino sino que incluye, también, el caso de Rosa, cuya madre murió en un bombardeo del ejército durante la Guerra Civil salvadaoreña (1980-1992). «Ya no la recuerdo como ella era –dice Rosa en el filme-. Soñé que estaba muerta en una cama y quería que la fuéramos a enterrar. A veces los sueños son avisos». En La memoria de los huesos las historias y las búsquedas se reconstruyen a partir de los testimonios directos de familiares de desaparecidos. Los procedimientos del EAAF, por su parte, están a la vista. El proceso de trabajo se desprende de situaciones reales documentadas por Beraudi; no hay entrevistas explicativas, en sintonía con el bajo perfil que han conservado los especialistas del EAAF a pesar del renombre internacional de su labor científica.
El proceso total de realización del film tomó dos años; durante ese período, el proyecto fue cambiando. “Se fue despojando de contenido gratuito de información pero se fue cargando de contenido visual y de contenido emotivo –explicó Beraudi-. La película se fue haciendo más sencilla pero más fuerte por otro lado”. Además, al llevar adelante el proyecto durante tantos meses, el equipo de producción pudo establecer una relación de confianza con los familiares. “Es un trabajo muy de hormiga, y eso era algo que requería la película, no se podía hacer de otra manera”, reflexionó el director y confesó que, de otro modo, no se hubiera atrevido a registrar la secuencia donde David se reencuentra con los restos de su padre desaparecido por la última dictadura argentina: “Si yo no hubiera tenido todo ese bagaje, no hubiera sabido cómo hacerlo ni cómo enfrentarme a eso. Porque cuando fui a ver esa escena, yo ya había visto esqueletos, ya había visto cómo el Equipo los ponía, ya conocía ese ámbito”. Es un momento íntimo que Beraudi “espió” con su cámara procurando intervenir lo menos posible: “Ese día fui yo solo con una cámara pequeña y casi no hablé con David. No hubo sonidistas, no hubo plaqueta ni nada que distrajera. Le puse el micrófono a él y a Pato (Patricia Bernardi, de EAAF) que lo recibió de parte del Equipo y la cosa sucedió”.
A lo largo de la entrevista con ANCCOM, Beraudi valoró el hecho de no perder de vista la delicadeza del tema y la honestidad con que fue realizada La memoria de los huesos. Y, aunque aclaró que la política él la hace desde otro lado, fue tajante respecto de las polémicas declaraciones del ministro de cultura porteño Darío Lopérfido acerca del número de desaparecidos: “¿Qué cambia si son treinta, si son veinte o si son diez? ¿Qué es lo que cambia? He visto a tipos excavando, he visto la forma de una rueda de neumático calcinada a un metro bajo tierra con huesos alrededor, calcinados, ni huesos, eran fragmentos, ¿qué importa si fueron 30 mil o 20 mil? Si hicieron eso con 15 mil, con 10 mil, con 5 mil ya es una salvajada. No entiendo eso de la cifra. Pero me da igual Lopérfido, que se vaya él a dormir con esas frases”.
Los huesos son el último bastión de la memoria. Sucede que, como decía el prestigioso antropólogo forense Clyde Snow, “los huesos no olvidan”. Y no desaparecen. Los huesos están. Y están esperando ser encontrados para contar su historia y descansar identificados. La ópera prima de Facundo Beraudi permite entender la necesidad de esos reencuentros, que son posibles gracias a la incansable labor de los científicos del Equipo Argentino de Antropología Forense. Sin embargo, tal como se escucha en el acto por el 30° aniversario del EAAF, recuperar los restos parece ser “un privilegio” para los familiares de desaparecidos. Pero el horror dejó sus huellas y el amor, tarde o temprano, las encuentra.
Actualización 14/04/2016
Mar 22, 2016 | destacadas
Todos los nombres de la lista tienen su retrato, rostros jóvenes, y no tanto, en los que será sencillo verse identificado. Inevitable resulta conjeturar sobre sus textos no escritos, sus voces enmudecidas, sus rollos fotográficos vencidos o velados. “Podría hablar de Roberto Santoro, poeta, periodista, escritor, fundador junto a otros de la revista Barrilete, que se distribuía en sobres dentro de los que incluían poemas y garabatos impresos en los recortes sobrantes de las resmas. O de sus compañeros Lucina Álvarez y Oscar Barros. También de Miguel Ángel Bustos, que escribía columnas sobre arte y literatura y él mismo era artista plástico y poeta surrealista”, cuenta María Rosa Gómez. Ella también es periodista, docente y trabaja –“por ahora”, dice con preocupación e incertidumbre- en el área de investigación de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. De esa área depende el Registro Unificado de Víctimas de Terrorismo de Estado (RUVTE), que presentó el listado actualizado de 171 periodistas, trabajadores de prensa y reporteros gráficos víctimas de desaparición forzada y asesinato por el accionar represivo del Estado argentino durante la Dictadura Militar.
“Este listado es el resultado de cruzar los datos que vienen desde la época de la CONADEP con los listados de los gremios, más lo que surgió de los juicios y de prontuarios de desaparecidos aportados por la Policía Federal, además de otros tipos de datos como las investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense que -junto a la Secretaría de Derechos Humanos- han identificado cuerpos pertenecientes a periodistas”, explica Gómez, quien además colaboró en las búsquedas de datos que permitieron ampliar los listados de la Secretaría de Derechos Humanos del gremio de prensa, primero con la Asociación de Periodistas de Buenos Aires (APBA) y luego con la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA).
Los casos más recientes incorporados son los de algunos corresponsales de la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA). Por ejemplo, Norma Leticia Batsche y Carlos Enrique Bayón, desaparecidos en diciembre de 1976, cuyos datos tienen como fuente el libro ANCLA, Rodolfo Walsh y la Agencia de Noticias Clandestina (Bufano y Lotersztain, 2012) y el juicio llevado a cabo en 2014 donde declaró la hija de ambos: Leticia Eva Locio, que no cumplía tres años, fue llevada dos veces a la ESMA y uno de sus primeros recuerdos es el asesinato de su padre en plena calle. El testimonio también rescata un hábito de su niñez cuando jugaba con botones imitando a su madre, quien utilizaba aparatos para comunicarse o hablaba con “el tío Esteban” que no era otro que Rodolfo Walsh.
La nómina también incluye algunos casos de obreros gráficos: “En realidad pertenecen al Sindicato Gráfico Argentino pero, como trabajaban en diarios o revistas, decidimos dejarlos en este listado”, detalló Gómez.
La historia del listado
El primer listado de periodistas desaparecidos fue impulsado por Catalina Guagnini, dirigente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, y madre de Luis Guagnini, periodista de amplia trayectoria secuestrado en 1977. Junto a otros periodistas y familiares, conformaron la Comisión de Periodistas Desaparecidos y llevaron el registro primitivo de los casos, aún en época de dictadura. Los 84 nombres de la lista fueron publicados en la primera edición del Nunca Más.
Cuando en 1986 la APBA editó el libro Con vida los queremos, el número de trabajadores de prensa asesinados alcanzaba poco más de 90. “En algunos casos, sólo se tenía una fecha aproximada o no se tenía el nombre completo”, recuerda María Rosa Gómez, quien participó en la redacción de aquél primer libro del gremio sobre la vida de cada uno de los periodistas desaparecidos. En 1998, la reedición del libro –con modificación y ampliación de datos– estuvo a cargo de la nueva organización, la UTPBA, y la cantidad de desaparecidos superó los 100 casos. “El del 2005 fue el último listado en el que participé en la UTPBA; en una nueva reedición y cruce de datos, llegamos a 131 periodistas desaparecidos”, recapitula Gómez y destaca, a su vez, que en los últimos años se han incorporado nuevas informaciones gracias a la reapertura de los juicios de lesa humanidad y, en general, a las políticas de Estado dirigidas a los derechos humanos que brindan confianza y contención a familias.
El registro actual brinda toda la información que se tiene hasta el momento sobre cada uno de los casos. Con formato de ficha, los datos -siempre que estén disponibles- son: nombre y apellido, apodo, fecha de nacimiento, lugar de trabajo, fecha de secuestro, fecha de asesinato, centro/s clandestino/s de detención donde el/la periodista haya sido visto/a, y sitio donde fue hallado el cuerpo si ha sido identificado.
“Información en proceso de ampliación, corrección y actualización permanente”, dice al final del documento elaborado por el RUVTE. María Rosa Gómez aclara que este listado “siempre está en construcción, faltan muchos datos todavía”.
Mar 15, 2016 | Entrevistas
“Si estás por subirte a un avión y un grupo de ingenieros aeronáuticos te dice: ´No te subas porque este avión no vuela’; mientras que un grupo de políticos te dice: ‘Este vuela, este es mejor’, ¿a quién le creés?”. El dilema lo propone Joaquín Sorianello, el programador cuya casa fue allanada por la División Cibercrimen de la Policía Metropolitana en julio de 2015, luego de haber reportado un error en el sistema de voto electrónico que se utilizó en la Ciudad de Buenos Aires durante las últimas elecciones. Ahora, el gobierno impulsa la implementación de dicho sistema a nivel nacional. En el discurso de apertura del 134° período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, el presidente Mauricio Macri aseguró que hay consenso entre todos los partidos políticos acerca de la reforma política y dejó claro que “terminar con la boleta papel” es uno de los ítems innegociables.
El consenso técnico alrededor del voto electrónico, sin embargo, no existe en Argentina. Y a nivel internacional, tampoco: en la actualidad sólo lo utilizan cinco países (Brasil, Venezuela, India, Filipinas y Bélgica) y otros, como Holanda, lo abandonaron por comprobarse vulnerabilidades que atentaban contra el carácter secreto de las votaciones. El caso alemán es paradigmático: el sistema electrónico fue declarado “inconstitucional” en 2009 por un fallo de la Corte Constitucional de ese país que alegó la escasez de control ciudadano sobre el proceso de sufragio.
Sorianello creció en los años ’90, rodeado de docentes y cerca de computadoras que al principio no estaban en su casa sino en la biblioteca y en la escuela donde trabajaba su mamá. A los 7 años “jugaba a las asambleas porque era lo que veía”. Y a los 18 fue autoridad de mesa. Recuerda que tomó su rol con mucha seriedad e “iba a denunciar cualquier cosa oscura” que ocurriera. Cuando encontró un error en el sistema de voto electrónico, no dudó en informar a la empresa Magic Software Argentina S.A. (MSA), proveedora del servicio. Dos días antes de las elecciones, la Policía Metropolitana allanó su casa y se llevó computadoras y dispositivos de almacenamiento que –ocho meses después– continúan en depósito judicial. Hoy, su deseo es que se dé un debate amplio acerca del sistema electoral y que los técnicos informáticos tengan más espacios para explicarle a la sociedad por qué el voto electrónico es una mala idea.
¿Por qué empezaste a investigar sobre el voto electrónico?
Todo empezó cuando me enteré por las noticias que se iba a implementar el sistema de boleta única electrónica. Vendían al sistema como “rápido y fácil”, pero no hablaban de la transparencia ni de la seguridad. Lo que me sorprendió en ese momento fue el contexto en que se tomó la decisión, querer implementar un sistema de voto electrónico a las apuradas es súper sospechoso. Cuatro o cinco semanas antes de las elecciones se filtró por Internet el código fuente que hace funcionar a las máquinas de MSA. Un montón de gente lo empezó a leer y a encontrar bugs [errores de programación]. También se filtraron los manuales de capacitación para los técnicos, esa persona mágica en la que hay que confiar para que la máquina funcione en la escuela. Y ahí encontramos cosas como que las passwords (contraseñas) de los técnicos para ingresar a ciertas partes críticas eran direcciones de e-mail. Los nombres y los DNI de los técnicos están publicados en el Boletín Oficial, con un poco de paciencia podés conseguir sus direcciones. Pero estas cosas se reportaban y no pasaba nada. Había montones de problemáticas sobre los que se discutía solamente en Twitter. Yo iba superando mi nivel de sorpresa. Me acuerdo de haber escrito: “Che, esto está roto, no podemos garantizar el secreto del voto”. Y nos ninguneaban, nos bloqueaban en todas las redes sociales.
¿Qué fue exactamente lo que encontraste?
Cuando se filtraron las direcciones de los certificados SSL -los que se iban a usar para transmitir la información desde las escuelas al centro de cómputos- dije: “Esto tiene que tener un password para que esté protegido”. Pero no, ¡no tenía! Nunca me había encontrado en un momento así en mi vida: “¿Y ahora qué hago con esto?”. Si no lo arreglaban, no se iban a poder hacer las votaciones. Sabía que no darían marcha atrás con el voto electrónico y lo único que podía hacer era reportar a la empresa, avisarles, para que las cosas no salieran tan mal. Le avisé a un contacto amigo que trabajaba ahí y al principio me decía que seguro era una boludez hasta que vio bien de qué se trataba. En ese momento sentí mucho miedo, no por la empresa ni por la justicia, pero por ahí alguien quería hacer algún chanchullo y lo cagué. Yo pensaba: “Van a venir y me van a matar”.
¿Cuándo ocurrió el allanamiento?
Dos días antes de las elecciones. Yo no estaba en la Ciudad de Buenos Aires, me llamaron por teléfono: “Che, tenés que venir a abrir la puerta de tu casa”. Llamé a la Policía para confirmar y sí, la Metropolitana tenía una orden de allanamiento. Le avisé a mi novia, que por suerte no estaba en casa en ese momento porque se hubiese pegado el susto de su vida, y ella fue con un abogado. Lo hicieron a la noche porque en el expediente se veía claro que no querían afectar las elecciones. Y desde ese día, todo un periplo judicial para tratar de entender qué pasaba con la causa que en un primer momento no nos dejaban ver.
¿Qué se llevaron de tu casa?
Una computadora, montones de microcomputadoras que yo usaba para el laburo que tenía en ese momento, Kindles, memorias, discos duros que tenía de back-ups históricos. Un montón de cosas. ¿Qué hay ahí? Nada que a ellos les sirva.
¿De qué se te acusa?
La causa es por daño informático, por alterar su sistema. Eso lo deberá probar la justicia pero yo no hice nada que afectase a la empresa. Hasta tuve el altruismo de avisar. Una información que en malas manos podría haber sido desastroso, y yo se los avisé. En ese momento nadie de la empresa intentó hablar conmigo. En la causa, no se presentaron a ninguna audiencia; tampoco presentaron ningún escrito. La sensación que tengo es que lo hicieron para asustar. Había gente trabajando en otras vulnerabilidades que se encontraron, y esas personas de repente se asustaron y desaparecieron. Todos se escondieron porque tenían miedo, nadie quiere que lo allanen.
¿En qué estado está la causa?
La causa no avanza. La vienen pateando. Y mis cosas siguen en depósito judicial. Hace meses que dicen que no tienen DVDs para hacer las copias. Nunca recuperé nada.
¿Tenés esperanza de recuperarlas?
No, la verdad que ya no. Ya está, está perdido. La computadora que se llevaron, por ejemplo, no podría usarla porque no sé si la alteraron o si me van a estar espiando. Antes de que pase esto yo me reía de alguna gente de la comunidad de la seguridad informática y decía: “Son re paranoicos”. Después de haberme interiorizado mucho más, entiendo porqué son paranoicos. Porque el sistema tecnológico sobre el que vivimos e interactuamos todo el tiempo está atado con alambres y hay una ilusión de que no lo está. Y bueno, si vamos a hacer marketing diciendo que no está atado con alambres y en realidad sí lo está, nos vamos a chocar.
¿Es más fácil hacer fraude en un sistema electrónico que en un sistema tradicional?
Es mucho más barato. Una vez que encontraste una vulnerabilidad, explotarla en una máquina o en 400 es lo mismo. Pero es imposible saber si hubo fraude o no. Es totalmente incomprobable.
¿Por qué no se puede saber si hubo fraude?
Para ver qué hacen los sistemas, los informáticos escribimos lo que llamamos logs, que son archivos que dicen todo lo que hace un sistema, después vos vas y lo mirás. La máquina de voto electrónico no puede tener logs porque podría filtrar información que permitiría identificar qué votó cada persona. Si la máquina no puede registrar nada, no podés ver qué pasó en esa máquina. Tenés que confiar. Confiar, confiar, confiar. Nunca antes nadie me pidió que confíe tanto en empresas, empleados, técnicos, trabajadores temporales. Es muy riesgoso delegar en una máquina cosas que tenemos que hacer los ciudadanos. No deberíamos poner ningún artefacto en el que tengamos que confiar en el medio de nosotros y lo que votamos. Pero hay todo un tema ahora con respecto a la modernización del Estado, que es como muy cool. Están tan convencidos de que quieren eso que razonar con un fanático es imposible. Las empresas que hacen voto electrónico lo vendieron muy bien, o por ahí son los mismos. MSA es una sociedad anónima. ¿Vamos a dejar nuestro sistema electoral en manos de una sociedad anónima? Es muy raro, a mí no me gusta para nada lo que está pasando.
Desde la empresa MSA y desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se repitió que la máquina era una impresora y no una computadora. Incluso se llegó a decir que se trataba de una caja boba. ¿Esto es así?
La máquina Vot.Ar de MSA tiene dos computadoras. Una computadora que es la que alimenta la pantalla, con la que la gente interactúa, tiene memoria y capacidad de almacenamiento, y no chequea si el CD que corre es el que la junta electoral realmente aprobó. Lo más fuerte de todo es que los errores que se encontraron fueron problemas de principiantes, cosas básicas. Y hay una segunda computadora de la que MSA nunca habló que es la que se encarga de manejar la impresión de la boleta y el lector de chips RFID, que es donde se guarda la información. Esa computadora no la auditó nadie, no se sabe qué software tiene, por ahí la hizo un fabricante chino y tiene un software que graba todo lo que se votó en esa mesa, no sabemos; de algunas incluso salía un cable que no sabemos para qué estaba. Pero no se habló de eso. Le cambiaron el nombre e hicieron una campaña publicitaria muy fuerte diciendo que no era voto electrónico. Para uno, que se dedica a desarrollar sistemas, es ridículo. La “Boleta Única Electrónica” es un sistema de voto electrónico como cualquier otro. Incluso la patente de invención que tiene MSA dice que es un sistema de voto electrónico.
Antes mencionaste que se encontraron otras vulnerabilidades, ¿cuáles son?
Una es el multi-voto. En el chip de una sola boleta podías escribir muchos votos para un mismo candidato, y la máquina que los contaba no verificaba si había más de un voto, simplemente los contaba. Esa vulnerabilidad fue explotada; en muchas mesas de la primera vuelta hubo más votos que votantes. Y hoy en día, con un smartphone podés leer los chips de las boletas. La tecnología se conoce como NFC (Near Field Communication, o Comunicación de Campo Cercano), es una tecnología que se utiliza para un montón de cosas. Un pibe desarrolló una aplicación que decía que es “el nuevo compra-votos”. Se acercaba el teléfono a la boleta y la pantalla se ponía roja o verde según lo que había votado; si la persona votó al candidato que se había marcado, le pagan. Y se puede hacer eso mismo pero que además ese teléfono publique en internet qué voto es, entonces vas teniendo boca de urna en tiempo real y podés saber si necesitás comprar más votos o no.
Después aparecen cosas terribles como el voto no leído por motivos técnicos, que es una categoría nueva. ¿Qué pasa con esos votos? ¿Valen? ¿No valen? Eso pasó, hubo un montón de votos no leídos por motivos técnicos. No existen. Tu voto no vale porque la solución tecnológica de turno decidió no funcionar. Pusieron en riesgo la seguridad del sistema electoral por implementar un sistema de voto electrónico y de eso se habla muy poco. Se habla muy poco de que el día de las elecciones, 400 y pico de urnas electrónicas no se pudieron escrutar y las tuvieron que llevar en taxi de las escuelas al centro de cómputos. De eso no dijeron nada.
¿Y qué pasó con las auditorías?
Para hacer una auditoría a un software podés tardar semanas en mirar todo el código para ver que no haya vulnerabilidades. Y, aún así, no tenés certezas de que las encontraste todas. Acá la UBA hizo una auditoría en dos días que salió 1 millón y medio de pesos. La hizo [Claudio Enrique] Righetti, un tipo ligado a Fibertel. Y es una vergüenza. Les mostraban el código fuente en una pantalla, lo iban pasando. En Ekoparty -la conferencia de seguridad informática que se realiza cada año en la Ciudad de Buenos Aires-, discutíamos acerca de que las universidades no son las más capacitadas para hablar de seguridad informática porque todavía no lo entienden como una disciplina. Ninguna empresa que se dedica seriamente a la seguridad informática auditó el sistema Vot.Ar. ¿Por qué? Porque no le convenía a la empresa MSA. Y la licitación también fue muy rápida, fue hecha a medida de lo que tenía MSA para proveer.
Este año se cumplen 100 años del inicio de la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, la primera en el país elegida bajo la Ley Sáenz Peña que estableció que el voto debe ser universal, secreto y obligatorio. ¿El sistema de voto electrónico respeta estas características de nuestro sistema democrático?
La Ley Sáenz Peña en ningún lado dice que el voto tiene que ser fácil y rápido. Y con este método no hay forma de garantizar el secreto del voto. En la cadena de producción de una máquina de voto electrónico y del software que ejecuta hay muchos eslabones, desde los fabricantes de los chips y de los componentes que tiene la máquina hasta la gente que provee las herramientas que usan los desarrolladores para escribir el código. El argumento de Alemania para declararlo inconstitucional es que deja en muy pocas manos la capacidad de auditar las elecciones. “Muy pocas manos” es élite técnica. Y, en el fondo, somos una élite que puede hacer desastres. Yo no quiero eso, no quiero tener la responsabilidad de que colegas míos rompan la democracia. Ninguna persona por no saber informática tiene que dejar de auditar un proceso electoral. Privatizar el voto no es una buena idea, no lo es en absoluto. Perdemos el control los ciudadanos. Tenemos que creer que una sociedad anónima va a hacer las cosas bien, que sus empleados no van a ser comprados por políticos.
¿Cuáles son los riesgos del voto electrónico?
- Es imposible de auditar al 100%. No se puede dar garantía de que es seguro, de que no es vulnerable. Nadie que sea sensato y sincero te va a decir que el sistema de voto puede estar auditado.
- Es imposible garantizar el secreto del voto. Tendrías que ir a la fábrica de chips chinos y ver qué pasa ahí. Y eso tengo la certeza de que MSA no lo hizo.
- La facilidad de destrucción de las boletas. Podrías “quemarlas sin quemarlas”. Con un impulso electromagnético se pueden destruir todos los chips.
- Una vez que se encuentra una vulnerabilidad, explotarla es muy barato. Y el punto es que uno no tiene que pensar que una persona desde su casa va a usar una vulnerabilidad para romper las elecciones. Puede haber políticos que busquen eso.
- La gente deja de prestar atención. Cuando tenés un sistema que te asiste, uno presta menos atención cuando en realidad tendría que prestar mucha más. La capacidad de fiscalización se ve reducida porque las personas procedemos a cierta velocidad pero los sistemas informáticos van mucho más rápido. Nuestros ojos no alcanzan para ver todo.
- La gente tiene que confiar en una máquina. Si no confiás, no sabés si la máquina va a actuar bien o mal, no sabés si tu voto va a ser confiable.
- Y después hay problemas interesantes: supongamos que MSA las próximas diez elecciones no hace nada, todo funciona realmente bien, y en la número once decide que va a hacer fraude. ¿La gente va a desconfiar? No.
- Hay gobiernos que tienen equipos para hacer ciberataques. Estados Unidos y China los tienen. Supongamos que a China le serviría que gane tal o cual candidato en Argentina, ¿pensás que no van a intentar hackear un sistema de voto electrónico? Sí, lo van a hacer porque es barato.
¿Por qué creés que no se habla abiertamente de los riesgos del voto electrónico?
Porque no les conviene. Es un negoción para las empresas que lo proveen. Y a los medios también les sirve porque las elecciones se resuelven en pocas horas, en un prime time cortito. Generan la ilusión de que hay que modernizar el Estado. Pero, más que modernizar el Estado, lo que sucede es que los ciudadanos pierden control sobre el pilar de toda la sociedad. Es muy difícil darle visibilidad, el poder de los medios es muy grande. Los que tenemos argumentos y estamos en contra del voto electrónico no tenemos lugar. Somos varios, ojalá seamos más. Fundación Vía Libre hace un laburo tremendo. Ojalá más organismos de derechos humanos se den cuenta de que es una amenaza real, yo lo puedo ver porque es mi terreno pero esto es una amenaza real. El voto electrónico no es una cuestión partidaria, los ciudadanos tendríamos que darnos cuenta de que no sirve. Una de mis principales ambiciones en este momento es que se dé un debate amplio por el voto electrónico. Ojalá tengamos un sistema electoral que sea transparente, que garantice el secreto. Hace un tiempo vi No, una película que habla del laburo de los publicistas que hicieron una campaña para que Pinochet no siga. Pensé mucho en esa película. Le dieron la oportunidad al pueblo de votar algo importante en un referéndum. Sería interesante que se diera un debate con el tema del voto electrónico. Tenemos la capacidad técnica y las personas técnicas indicadas para poder explicarle a la sociedad argentina por qué el voto electrónico es una mala idea, pero necesitamos los espacios. Están vendiendo la partecita de la historia que ellos quieren, no la foto completa. Ojalá podamos dar un debate y tengamos recursos para hacerlo. Pero a los organismos oficiales no les interesa y a muchas ONGs parece que el voto electrónico les gusta y les conviene. El panorama es terrible, hay una desinformación para con la sociedad y los ciudadanos que es grotesca.
¿Cuál es, para vos, la mejora que debe hacerse en el sistema electoral de nuestro país?
La boleta única de papel es, hasta ahora, el mejor sistema de voto que conocemos. Pero la base de encontrar buenas soluciones a los problemas que tenemos como humanidad es hacerse preguntas. No caer en confiar, en creer. El fraude se evita con la gente, que se involucre, que decida gastar uno, dos, tres, cuatro días de su vida cada cuatro años en ser fiscal o autoridad de mesa y hacer un trabajo serio. Hay que incentivar eso, la democracia es una construcción colectiva, pero las construcciones colectivas hoy en día están devaluadas. Algo muy interesante que dice Beatriz Busaniche (presidenta de Fundación Vía Libre) es que las cosas que se intentan resolver con el voto electrónico son problemas políticos. Los problemas políticos se resuelven haciendo política, no con electrónica y computadoras. El esfuerzo lo tenemos que poner en otro lado: en que el sistema educativo sea mucho más eficiente y que los ciudadanos puedan ver la importancia que tiene involucrarse en auditar un escrutinio. El gobierno nacional no tiene poder el día de las elecciones, el poder está en los ciudadanos; y eso, cuando uno lo piensa, es muy fuerte. Con un sistema de voto electrónico, el presidente de mesa tendrá que rezarle a alguien para que la elección sea transparente.
¿Por qué es mejor la boleta única de papel?
No hay robo de boletas. Es una boleta donde la gente hace una cruz. Sólo hay que elegir un buen lápiz; creo que en Inglaterra tienen una normativa muy fuerte sobre cómo elegir un buen lápiz para que, si se mojan las boletas, no se borre. Cualquier persona que sepa leer, escribir y contar puede auditar. ¿Qué más necesitamos que eso? Nada. Evidentemente para algunos hace falta que sea fácil, rápido y electrónico.
¿La boleta única de papel es más ecológica que la electrónica?
Sí, el papel se recicla. Las boletas que usan estas máquinas de Vot.Ar no se pueden reciclar tan fácil porque es papel térmico, y tienen un chip que tampoco es reciclable. Además, para evitar inconvenientes en caso de que se corte la luz, las máquinas tienen unas baterías que se arruinan en menos de cuatro años; entonces para la próxima elección no sirven, hay que tirar todas esas baterías. Pero es rápido, simple, bonito.
¿Cómo cambió tu vida a partir de lo sucedido?
En el momento para mí fue un impacto terrible, mucho miedo, mucha paranoia. Llegaba a mi casa y daba tres vueltas a la manzana antes de entrar porque tenía miedo de que alguien me lastime. Perdí mucha ingenuidad, me di cuenta cómo se manejan en la política y cómo se maneja la justicia en la Argentina. Entendí el riesgo real que tiene denunciar cosas que tocan intereses de gente muy poderosa. La justicia no quiere defender a los ciudadanos. No hay ninguna causa abierta por mala praxis de la empresa MSA. Nadie está preocupado por eso. Y eso es, probablemente, un precedente lamentable.
Ene 11, 2016 | inicio
“Si tenés miedo, podés caminar por las tablas del lado derecho”, advierte una guía al valiente de turno. El tambaleo del puente, al cruzarlo, hace dudar de su resistencia; sin embargo, grandes y chicos forman fila para experimentar “Prueba de tensión” de la artista Luciana Lamothe, la primera obra adquirida para la Colección MAR, del Museo de Arte Contemporáneo de la Provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Mar del Plata.
El ya célebre “Lobo de alfajores” de Marta Minujín da la bienvenida en la explanada mientras que, en el hall del museo, la espectacular instalación de Martín Huberman invita a niños y no tanto a buscar su imagen reflejada en un espejo al final de un túnel de 68 mil broches colgantes. Hasta una abuela se atreve a mirar(se). Un puente que desafía al vértigo, una escenografía de olas psicodélicas, y bichos de luz que conquistan siluetas en una sala a oscuras son algunas de las obras que completan la cuarta muestra de MAR.
El célebre “Lobo de alfajores” de Marta Minujín da la bienvenida en la explanada mientras que, en el hall del museo.
Incorporaciones. Museo para armar repasa los universos que habitaron el Museo MAR en sus casi dos años de vida –El espíritu pop (diciembre 2013); El museo de los mundos imaginarios (julio 2014); y Horizontes de deseo (diciembre 2014)– al tiempo que presenta las primeras obras de la colección permanente. Pero los protagonistas del MAR son, una vez más, los asistentes. Desde su inauguración, en diciembre de 2013, fue visitado por 2.700.000 personas quienes, con su curiosidad, completaron las propuestas de este polo cultural de Mar del Plata donde la interactividad juega un rol fundamental. “Todos los proyectos que se llevaron adelante en el MAR tuvieron el objetivo de incitar interés, asombro y emoción. Buscaron en la gente el eco imprescindible a las funciones de una institución que pretende ser verdaderamente pública».
Los protagonistas del MAR son, una vez más, los asistentes. Desde su inauguración, en diciembre de 2013, fue visitado por 2.700.000 personas
El eje ha sido, y continúa siendo, el espectador. Las paredes de las salas citan fragmentos de 62, modelo para armar, novela de Julio Cortázar que inspiró el título y el espíritu experimental de la muestra. «¿Se acordaría de que esa tarde Marrast iba a llevarla al museo del que tantas maravillas se decían en esos días?» puede leerse, por ejemplo, a un costado de la instalación Los neuróticos, reconstrucción del escenógrafo Edgardo Giménez de las olas sobre las que Norman Briski “psexoanalizaba” a sus pacientes en la película de 1968. Mientras que la entrada a una sala a oscuras promete: “Si vamos al caso yo le invento la noche”; en su interior “Osedax”, de Proyecto Biopus, recrea un ecosistema visual y sonoro con una constante demanda de interacción por parte del público.
“Economía de cristal” es una especie de móvil de sueños y recuerdos enhebrados, en el que se mezclan colores y adornos de infancias y adolescencias. Una obra colectiva, imaginada por Diana Aisenberg, para la que recolectó bijouterie en desuso que luego fue montada durante una performance participativa. Los visitantes buscan entre esos objetos ajenos algún deseo olvidado, personas o lugares, una emoción en común. Y, claro, se toman fotos enredados en esos mundos de fantasías.
“Todos los proyectos que se llevaron adelante en el MAR tuvieron el objetivo de incitar interés, asombro y emoción».
La autora de “Somos el límite de las cosas”, Mariana Tellería, obliga al espectador a preguntarse si esas partes que parecen de un barco conforman o no un barco. Se suman también a Incorporaciones. Museo para armar, “En una balanza”, de Manuel Archain; “Cromo Somos”, de Mariano Molina; “El sireno del Río de la Plata”, de Marcos López; la serie de óleos “Playing the game” de Cynthia Cohen; y “Quarks, paisajes lumínicos” exposición fotográfica de Ricardo Asch, entre otras.
En este polo cultural de Mar del Plata donde la interactividad juega un rol fundamental.
En MAR, la experiencia del aquí y ahora se impone. Como la mirada renovada y singular frente a las olas. Como Mar del Plata, adonde uno puede volver una y otra vez y siempre será la misma pero nunca será igual. La apuesta de MAR hace explícito el carácter abierto de toda obra de arte. Sus espacios mutan, dialogan según el recorrido elegido. Es un museo abierto, vivo. Sus obras se miran y se tocan. Se conversan, se comparten. Sin límite de edad, MAR anima a sus visitantes a zambullirse en las obras y volver a jugar.
Dic 2, 2015 | inicio
Experimentar la sensación de volar a través de un simulador de ala delta y combinar compases al azar en la máquina del vals de Mozart. Decodificar la comunicación de las abejas y recorrer un laberinto a ciegas guiándose con sonidos como hacen los murciélagos. Crear música con formas geométricas y dirigir tu propia película animada en stop motion. Estas son algunas de las actividades que propone “Lugar a dudas”, el espacio interactivo del Centro Cultural de la Ciencia (C3), perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT), que invita a los visitantes a hacerse preguntas sobre física, química, biología, computación y matemática, entre otras disciplinas.
“El Polo Científico y Tecnológico siempre se pensó con tres patas principales, la gestión de la ciencia, la investigación, y faltaba la comunicación pública desde el Ministerio: eso es lo que representa el Centro Cultural de la Ciencia”, explicó a ANCCOM Diego Golombek, investigador del Conicet y responsable de los contenidos científicos del Centro Cultural.
El C3 es el primer museo interactivo de ciencia nacional. Se trata del único centro cultural del país creado para acercar la ciencia y la tecnología a la sociedad y llevarlas al plano de lo cotidiano. “Dentro de ‘Lugar a dudas’ lo más interesante era pensar cómo queríamos contar la ciencia –señaló Golombek –. La mayoría de los museos científicos lo hacen desde las disciplinas; acá quisimos contarla de otra manera, a partir de conceptos de las Ciencias Naturales y, después de mucho discutir, nos quedamos con el Tiempo, la Información y el Azar”. Esos son los nombres de las tres salas de muestra permanente, donde los visitantes eligen su propio recorrido con la asistencia de los “copilotos”, un equipo de estudiantes de Ciencias Exactas de la UBA que fueron seleccionados y capacitados para guiar al público y responder inquietudes sobre la percepción del tiempo, la transmisión de señales y las múltiples posibilidades del azar.
“El Polo Científico y Tecnológico siempre se pensó con tres patas principales, la gestión de la ciencia, la investigación, y faltaba la comunicación pública desde el Ministerio: eso es lo que representa el Centro Cultural de la Ciencia”
Todos los módulos interactivos fueron pensados y realizados por científicos, diseñadores y museógrafos locales, a partir de licitaciones públicas y convenios con los departamentos de arte de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Maimónides. “El proyecto tiene poco menos de tres años –detalló Golombek-. Desde el diseño general de la idea, de los lugares, hasta el contenido y la realización, todo fue hecho acá. Nos asociamos con artistas, diseñadores y escenógrafos, para que, además, fuera algo estéticamente muy lindo para recorrer”. Así, “Lugar a dudas” resulta una mezcla de parque de diversiones, cine retro y una sala de entretenimientos donde jugar didácticamente es beneficioso para el conocimiento.
Los engranajes de un reloj dan la bienvenida a la sala El Tiempo, donde las butacas del microcine ya representan un viaje a otra época. Allí dentro, pedalear una especie de sillón-bicicleta permite avanzar y retroceder en el tiempo, mientras que otras propuestas como el Tren Relativo –decorado con asientos del viejo subte A–, un simulador de realidad aumentada y videos que le hacen “zoom” al fenómeno temporal, contrastan el tiempo subjetivo con los minutos efectivamente transcurridos. Además, se pueden comparar los distintos tipos de relojes, y recorrer el calendario cósmico del físico Carl Sagan, una escala que comprime proporcionalmente la historia del universo en un año y pone en perspectiva el desarrollo de la humanidad: si el Big Bang ocurriese el 1° de enero, el origen del hombre se vería recién el 31 de diciembre a las 23 horas.
Una reproducción de la Cueva de las Manos como metáfora de señales que perduran en el tiempo invita a ingresar a la sala La Información, donde también es posible encriptar y descifrar mensajes, aprender a leer la comunicación no verbal y experimentar cómo comparten información los animales.
El C3 es el primer museo interactivo de ciencia nacional. Se trata del único centro cultural del país creado para acercar la ciencia y la tecnología a la sociedad y llevarlas al plano de lo cotidiano.
La máquina generadora de valses le da vida al juego de dados inventado por Wolfgang Amadeus Mozart que combina de manera azarosa 16 de los 176 compases escritos por el músico hace dos siglos y medio; se obtiene una melodía única si se tiene en cuenta que para escuchar todas posibilidades se necesitarían unos 40 mil millones de años. La sala El Azar aborda el universo de las probabilidades, las estadísticas, las intuiciones, las predicciones y el caos. ¿Podemos estimar el peso de una moto? ¿Cuántas personas comparten nuestra información genética? Desde los asientos automatizados de Las Puertas de la Percepción es posible, además, viajar por el espacio al ritmo del satélite nacional Arsat.
Por su carácter lúdico, las actividades pueden ser disfrutadas por un público amplio y de todas las edades pero la propuesta está especialmente orientada a chicos y chicas de 12 a 18 años. “Queremos apelar al público adolescente, que es complicado porque o no le interesa o piensa que es para nenes –expresó Golombek-. Para nosotros es muy importante ese público porque queremos fomentar vocaciones científicas”. Promover el interés por carreras científico-tecnológicas es uno de los objetivos principales de la creación del C3 como parte del Programa Nacional de Popularización de la Ciencia y la Innovación. Además del espacio interactivo, el edificio alberga un laboratorio de libre uso para estudiantes de nivel primario y secundario; un taller para desarrollo de proyectos; una biblioteca con material de divulgación científica; un aula digital; un auditorio; y dos salas para muestras temporarias sobre ciencia, arte y tecnología.
Por su carácter lúdico, las actividades pueden ser disfrutadas por un público amplio y de todas las edades pero la propuesta está especialmente orientada a chicos y chicas de 12 a 18 años.
“Sin el proyecto de ciencia y tecnología que hemos tenido en los últimos diez años, ni Tecnópolis ni este espacio hubieran sido posibles –reflexionó Golombek-. Tecnópolis marcó un terreno de masividad y de inclusión absoluta. Es una mega feria de ciencia y tecnología que ha tenido un efecto impresionante, han pasado como 20 millones de personas, un delirio. Todavía no sabemos valorar lo importantísimo que ha sido y la influencia que tiene en nosotros como divulgadores y en el público en general”. La continuidad del ministro Lino Barañao durante el próximo gobierno permite pensar que este tipo de acciones continuarán vigentes y surgirán nuevas propuestas que fortalezcan el camino que se ha empezado a recorrer desde la creación del MinCyT en diciembre de 2007. “Este es un espacio más chico pero permanente que esperamos que continúe en el tiempo –señaló Golombek-. Sería muy miope no mantener lo muy bueno que hemos hecho desde el Ministerio; hasta la oposición está de acuerdo en que estos espacios han sido importantísimos y han funcionado bien. Va a haber cambios, creemos que no serán cambios presupuestarios ni tremendos; esperamos que lo fundamental dentro del proyecto se mantenga”.
El C3 está en el Polo Científico Tecnológico, ubicado en Godoy Cruz 2270 en el barrio porteño de Palermo. El espacio interactivo “Lugar a dudas” está abierto sábados y domingos de 13 a 19:30 horas para público general, con entrada libre y gratuita. Las instituciones educativas de todo el país podrán solicitar recorridos guiados en visitasescolares@ccciencia.gob.ar