Al rescate de la memoria cinematográfica

Al rescate de la memoria cinematográfica

“En la Argentina no es fácil conseguir copias fílmicas de películas de otras épocas. Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, advierte Daniela Kozak en la introducción del libro La imagen recobrada. La memoria del cine argentino en el Festival de Mar del Plata, publicado y presentado en el reciente 30° Festival cinematográfico de la Costa Atlántica.

Desde sus inicios, la única muestra Clase A de toda Latinoamérica ha sido una activa defensora de la historia del cine argentino. Y la trigésima edición no fue la excepción. “Este año hemos logrado comunicar que nos interesa el cine del pasado con la misma intensidad con el que nos interesa el del presente, y mucha gente ha respondido a eso”, comentó Fernando Martín Peña, director artístico del Festival en diálogo con ANCCOM. Además de la publicación de libros y folletos, la reciente edición propuso un abanico de homenajes a cineastas como Hugo del Carril, Ralph Pappier y Leonardo Favio. También sobresalió el Programa de Recuperación del Patrimonio Audiovisual. En total, se proyectaron más de 100 copias en 35mm., entre las que se destacaron la restauración de Los venerables todos, de Manuel Antín, que finalmente pudo exhibirse como estreno mundial después de 50 años; y Sangre Negra, de Pierre Chenal, que se proyectó en el Teatro Colón de Mar del Plata, espacio que este año –y gracias al Festival– recuperó dos proyectores que le pertenecían.

Daniela Kozak, Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza en la presentación del libro.

Con retrospectivas, charlas, exposiciones, homenajes a directores, proyecciones de películas restauradas y numerosas publicaciones, el Festival de Cine de Mar del Plata ha reforzado su rol de salvaguarda de la memoria histórica del cine nacional, principalmente en los últimos años bajo la presidencia de José Martínez Suárez. Sin embargo, estas acciones no estaban documentadas de una forma que permitiese ver y entender su importancia, hasta que Daniela Kozak, periodista e investigadora especializada en cine, organizó el recorrido histórico en La imagen recobrada, junto a los aportes de Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza.

“El Festival había sido un núcleo alrededor del cual habían participado investigadores e  interesados en el cine argentino –recordó Peña-. Hay un antecedente fantástico de esta voluntad de rescate historiográfico, una charla que dio Josué Quesada, pionero del cine mudo, en la muestra no competitiva de 1948”. Luego señaló que el ejemplo más importante de rescate fue Nobleza gaucha -foto de tapa del libro editado por Kozak- que hoy existe porque en 1965, cuando se cumplieron 50 años del estreno de la película, el Festival hizo una copia del único negativo que había en ese momento para exhibirla como homenaje. “La dificultad en todo esto estriba en que el Festival parece un evento efímero, lo hemos querido creer efímero durante años –reflexionó Peña-. Pasa un torbellino de películas durante 10 días, fugazmente, y se acabó. Pero resulta que no es así, quedan un montón de cosas”.

El crítico de cine Roger Koza, por su parte, destacó la función de los festivales en la construcción de espectadores y la labor de Mar del Plata en dicho sentido: “Si el presente no se entiende en función de ciertas cuestiones vinculadas al pasado, los festivales pueden terminar planteando preguntas y dando respuestas respecto del cine que, si no son incompletas, hasta pueden ser erróneas”, señaló. También mencionó su preocupación por la experiencia cinematográfica en relación al cambio epocal: “Hay una cantidad de personas que ya no tienen el conocimiento de distinguir una imagen digital a una imagen analógica, no es sólo un problema de distinción, se ha perdido un criterio y un saber para poder reconocer. Y hay una diferencia en la experiencia perceptiva de lo analógico y lo digital que implica un cambio en el sistema de parpadear frente a la imagen –continuó Koza–, una forma de experiencia material del cine que se trastoca. Esto ni siquiera se piensa, simplemente se lo vive como tal”.

Ante estas problemáticas, el espacio de los festivales -y el Festival de Mar del Plata en particular- se presenta, también, como un lugar de aprendizaje y formador de espectadores que tienen la posibilidad de contrastar tanto las materialidades como las temáticas y los recursos del cine actual y del cine del pasado. De allí la importancia de abrir las puertas de estos espacios para invitar a una diversidad de públicos y evitar caer en la parodia del regodeo festivalero. Los expositores enfatizaron, además, la importancia de la voluntad pública y la necesidad de una activa política de estado para garantizar el acceso, profundizar la historicidad y asegurar que el patrimonio audiovisual perdure en el tiempo.

«Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, explicita Kozak en su libro.

Conservar, preservar, restaurar, rescatar, exhibir

La historiadora Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken de la Ciudad de Buenos Aires, detalló las diferencias entre los conceptos asociados a la problemática de la preservación audiovisual, “una tarea constante que empieza con la búsqueda de los materiales y termina en la exhibición para llegar a la mayor cantidad de gente posible”.

La primera de las labores de archivo es la conservación, a lo largo del tiempo, del material tal como fue recibido. La duración, en este punto, depende del material. En un contexto de temperatura y humedad controladas, el fílmico dura 150 años; mientras que el magnético y el digital no superan los 30 años. Pero existe otra posibilidad, la preservación, que consiste en obtener un nuevo máster ya sea un negativo en el caso del fílmico o una nueva copia digital.

“La tarea más conocida pero la que menos hacemos en los archivos es la de restaurar -explicó Félix-Didier-. Primero porque es la que necesita más recursos y segundo porque no es fácil llegar a la restauración de una película, que implica devolverle la calidad original, aquella que tuvo en el momento en que se estrenó”. En ese sentido, la historiadora señaló la necesidad de pensar y debatir una ética de la restauración: “Cuándo estamos devolviendo la calidad original y cuándo estamos aportando algo que no estaba. Hasta dónde eso está bien y si corresponde la pregunta de si está bien”, se cuestionó Félix-Didier.

Lo que más se realiza, en cambio, es rescatar. “Del olvido y, a veces, de la negligencia”, agregó Félix-Didier. Olvidada o mal etiquetada, en muchos casos, la copia estaba. En esos casos, no es necesario otro proceso sino el de reencontrar las películas con el público. “La actividad del festival tiene que ver con eso, volver a darle un contexto y un sentido a películas que hace tiempo que no se ven, eso puede implicar una restauración o no”, explicó la autora del capítulo “Que el viento no se lo lleve”, de La imagen recobrada, donde se pone en evidencia la dificultad de las acciones de rescate que realiza el Festival de Mar del Plata.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados.

El extraño caso de Sangre Negra

“Una película de ambientación norteamericana, hablada en inglés, situada en Chicago, sobre una problemática esencialmente norteamericana. Protagonizada por un escritor fundamental de la literatura norteamericana contemporánea, el pionero Richard Wright. Dirigida por Pierre Chenal, un director francés que supo ser internacional. Pero filmada y producida íntegramente en Argentina, entre 1950 y 1951”. Así presentó Fernando Martín Peña la primera proyección de Sangre Negra, una de las películas más raras de la historia del cine realizado en nuestro país.

Argentina, el país que cobijó a su director perseguido por el nazismo y, por tanto, hizo posible su rodaje, fue partícipe activo del rescate de Sangre negra, junto a Mike Mashon, de la Biblioteca del Congreso de Virginia, Estados Unidos, figura central en la preservación del film en 35mm. “Sangre negra aborda el tema del racismo de una manera muy franca, lo cual es muy inusual para la época y también debemos decir que se atiene mucho al texto original”, señaló Mashon durante la presentación del libro Sangre negra. Breve historia de una película perdida, una minuciosa investigación del antropólogo argentino Edgardo Krebs sobre las peripecias del film.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados. Y la versión internacional, más extensa, cuya exhibición fue muy limitada. Pero incluso a la versión internacional le faltaban unos minutos que sí estaban en una copia en 16mm que había adquirido Fernando Martín Peña en Uruguay a principios de los 2000 y que completará la versión restaurada en progreso.

La película está basada en Native Son, la novela escrita por el autor afroamericano que más se lee en los colegios de Estados Unidos; el propio Mashon, de hecho, la había leído durante su secundaria. El libro -prohibido en muchos lugares del sur estadounidense por su carácter controversial- fue escrito por Richard Wright, quien además ocupa el rol protagónico de Bigger Thomas en el film, un joven negro de Chicago que mata por accidente a la hija de sus empleadores y decide ocultar el crimen. “Una cuestión fundamental era el miedo –explicó Peña–. Efectivamente el protagonista es culpable, ha matado a otra persona, pero esa violencia se justifica por años de violencia que se han ejercido sobre él y su raza. En cualquier película hollywoodense convencional, el protagonista negro si es una víctima de la sociedad racista sería inocente de cualquier crimen que se lo acuse. Éste es culpable pero al mismo tiempo no lo es”.

La copia en 35mm que se proyectó en Mar del Plata, además de respetar la versión original, permite apreciar la excelente escenografía de Gori Muñoz que, si no se conoce esta historia, jamás se podría decir que fue filmada en los estudios de Argentina Sono Film. “Es una película muy importante. Me pone muy feliz que podamos proyectarla y de cierto modo revivir las escenas de la película. Tengo que decir que la calidad fílmica es muy buena. Y espero que el hecho de que se proyecte aquí, que se empiece a hablar de esta película, contagie a otros lugares del mundo y quieran también proyectarla. Esperamos que ahora más personas tengan la oportunidad de verla”, se ilusionó Mashon.

Luis Ormaechea, docente de Historia del Cine en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y editor del libro acerca de Sangre negra que publicó el Festival de Mar del Plata, indicó que el mismo incluye una historia sobre la segregación racial en Estados Unidos y el contexto en el que se crió Richard Wright, un capítulo acerca de la obra de teatro dirigida y protagonizada por Narciso Ibáñez Menta en 1944, y otro capítulo que recorre los avatares que atravesó el rodaje de la película; además de una ficha técnica detallada por el mismísimo Pierre Chenal, posters del estreno en Argentina, historietas que promocionaban el film en las revistas de la época, y fragmentos de Recuerdos de cineasta, donde Pierre Chenal narra anécdotas relativas a su oficio.

 

La mar en cine

La mar en cine

Las olas, la arena y el sol intentaron –en vano– competir por las miradas de los visitantes. Pero durante los días que duró el 30° Festival de Cine de Mar del Plata, los protagonistas indiscutidos fueron las 400 películas exhibidas y sus más de 120.000 espectadores, que llenaron las salas ávidos de imágenes y de historias. La variedad en la programación permitió que convivieran producciones de consagrados maestros del cine con óperas primas de jóvenes cineastas, y dio lugar a las siempre bienvenidas sorpresas y descubrimientos. El evento se complementó con más de 70 actividades paralelas: charlas, presentaciones de libros, conferencias, cine gratis en la playa y hasta un recital “reencuentro” de la mítica banda Suárez, liderada por Rosario Bléfari, que sonó intacta después de 14 años.

Dentro de la amplia presencia de films argentinos se destacó La luz incidente, bellísima película que marcó la vuelta de Ariel Rotter a la dirección cinematográfica y que le valió el Astor de Plata como mejor actriz a una sutil y a la vez profunda Érica Rivas. La cinta, además, arrasó en los Premios No Oficiales: Mejor película de la competencia internacional por la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina (ACCA) y por la Federación Internacional de Prensa Cinematográfica (FIPRESCI). Además, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI) premió a Susana Pampin como Actriz Revelación.

El evento de clausura del Festival, a sala llena. PH Quique Mazzarino.

El regreso de Agresti -con la pretenciosa y mareada Mecánica popular-, en cambio, fue ignorado por todos los jurados. La Revelación Masculina fue para Ernesto Suárez por su entrañable debut a los 75 años en la pantalla grande de Camino a la paz, la road movie de Francisco Varone que protagoniza junto a Rodrigo de la Serna y que se estrenará comercialmente en enero de 2016. Cómo funcionan casi todas las cosas fue rodada en San Juan bajo la sensible dirección de Fernando Salem, quien obtuvo la distinción del INCAA, y este jueves 12 ya se estrena en cines. Otra producción argentina que se proyectó en Mar del Plata y ya puede verse en salas es la polémica Eva no duerme, que el actor Daniel Fanego definió como “una película rockera y peronista”. El film de Pablo Agüero, que versa sobre las numerosas profanaciones del cuerpo de Eva Perón, corre el riesgo de quedarse en el impacto de las imágenes fuertes.

El Club, del chileno Pablo Larraín, se llevó el premio Astor al Mejor Actor; el mejor director de la Competencia Internacional fue Ivan Ostrochovsky por la paciente Koza; y finalmente el Astor de Oro fue para “El abrazo de la serpiente”, rodada en la selva amazónica. En contrapartida, la frenética e imperdible Tangerine, filmada de manera íntegra con un iPhone 5s, pasó injustamente desapercibida. Una perlita fuera de competencia fue la hermosa Heart of a dog, un duelo en clave onírica donde la compositora Laurie Anderson reflexiona acerca de la vida y la muerte, al tiempo que se despide de su perra Lolabelle, de su madre y de su esposo Lou Reed.

La 30° edición, voluminosa en cantidad de títulos, resultó posible mediante la incorporación de ocho pantallas entre las que se destacan las pertenecientes al complejo Aldrey -inaugurado con motivo del Festival en la vieja terminal de ómnibus- que se ubica a la vanguardia del sonido por contar con la primera sala en toda Latinoamérica equipada con tecnología Dolby atmos.

Proyección de «El Clan», en «Cine en la Playa». PH Quique Mazzarino.

La presencia de invitados de lujo como el francés Arnaud Desplechin –Tres recuerdos de mi juventud fue la película de apertura- y el hongkonés Johnnie To -que presentó Office, su última producción- subsanó las innegables improvisaciones en cuestiones organizativas de los primeros días, como la falta de grillas y los evidentes cruces en la comunicación interna. Y el valioso trabajo –aún en proceso– de rescate de la memoria del propio Festival, que puede consultarse en la web oficial, así como la proyección de 100 copias en 35mm (mientras que en la edición anterior fueron sólo 10 los títulos restaurados por el INCAA con estas características) revelaron la voluntad de los programadores de establecer un diálogo entre el cine contemporáneo y el cine del pasado, y de poner sobre las pantallas la problemática por la materialidad del cine.

Otro lujo fue, sin lugar a dudas, la presidencia por octavo año consecutivo de José Martínez Suárez quien, a sus 90 años, recorrió todas las salas del Festival, participó en numerosas actividades especiales y, por supuesto, estuvo en la proyección de muchas de las películas seleccionadas. Presenció, incluso, la Competencia de Cortometrajes Argentinos. Y allí donde estuvo, su anécdota oportuna no se hizo esperar. “El Festival de Cine de Mar del Plata significa el 100% de mis actividades. El 100% de mi pasión. El 100% del uso del ingenio, de la memoria, de la labor”, confesó Martínez Suárez a ANCCOM.

Paradojas de la memoria

Paradojas de la memoria

La abuela señala fotos antiguas de la familia y menciona los nombres de las personas retratadas. A algunos no los reconoce, a otros los confunde. Esas personas son sus hijos. A su lado, la nieta los nombra en el orden correcto. El terrorismo de Estado le arrebató, a esta anciana, tres de sus cuatro hijos, a dos de sus yernos, y a su marido. Y el tiempo le arrancó sus recuerdos. La foto fue una bandera que Laura Bonaparte levantó durante su infatigable búsqueda como integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Bonaparte luchó de manera incansable contra el olvido y hacia el final de su vida, como una paradoja de su propia historia, fue perdiendo la memoria. Tiempo Suspendido documenta ese período y pone el foco en la importancia de la memoria social, aspecto por el que Bonaparte trabajó tanto. La ópera prima de Natalia Bruschtein participa en la Competencia Latinoamericana del 30° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde fue recibida con numerosos agradecimientos por parte de un público visiblemente emocionado.

“Hay muchas buenas películas que se han hecho sobre lo que ha pasado en Argentina, sobre la dictadura, sobre los desaparecidos, sobre las Madres de Plaza de Mayo –explicó la directora a ANCCOM-. Yo no quise hacer otra película sobre eso. Quise hacer un documental sobre la memoria, porque es un tema muy importante en todas las sociedades. Que fuera algo más general donde cualquiera pudiera identificarse en cualquier parte del mundo con esta historia, una persona que pierde la memoria después de haber vivido una situación trágica”.

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Como en una inversión de roles, ahora es su nieta -y toda su familia- quienes preservan la historia de quien supo ser una fiel guardiana de la memoria de sus seres más queridos. A través de este movimiento, Bruschtein invita al espectador a reflexionar sobre la necesidad de recordar y se hace eco de las palabras de su abuela. “Una sociedad sin memoria es una sociedad sin identidad”, se puede escuchar desde la propia voz de Bonaparte.

Bruschtein filmó a su abuela entre noviembre de 2011 y abril de 2013 y pudo captar algunos momentos de lucidez antes de su fallecimiento. “Nada es muy lógico con ese tipo de enfermedades –continuó Bruschtein-. No es que la memoria se borró sino que la consciencia va y viene. A medida que iba avanzando era más lo que se olvidaba, pero tenía momentos muy racionales. Algo muy lindo era su memoria afectiva. Por ahí no sabía quién era yo pero entendía que había una relación entre nosotras, durante el rodaje todo el tiempo me buscaba a mí”. En una de esas reflexiones, Bonaparte afirma que “desaparecidos” es una palabra cruel: “La materia no puede desaparecer. Los cuerpos no pueden desaparecer”, dice, en una de las valiosas imágenes que registró su nieta.

Laura Bonaparte se crió en Paraná, Entre Ríos, donde su padre, el abogado socialista José Guillermo Bonaparte, le inculcó la pasión por el agua y por la militancia. Militó por los derechos humanos desde sus 18 años, cuando empezó a trabajar como vendedora en la tienda Gath & Chaves. Allí empezó una lucha por el derecho a la silla y contra la imposición a los empleados de tener que pagar sus propios uniformes de trabajo. Más tarde, cuando los hijos que tuvo con Santiago Bruschtein habían crecido, se recibió de psicóloga en la Universidad de Buenos Aires y comenzó con un profundo trabajo en las villas, hasta que el 25 de diciembre de 1975 se enteró de que su hija Aída había sido secuestrada por las fuerzas armadas en Monte Chingolo y comenzó su lucha que, lejos de cesar, se acrecentó con el asesinato de su marido y las detenciones de Irene y Víctor, el padre de Natalia.

 

“¿Cómo me voy a suicidar? Si me mato, la estaría matando también a mi hija: ¿quién se va a acordar de ella?”, razona Laura en una de las tantas imágenes de archivo con las que el film contrasta la desmemoria y la fortaleza de su pasado. El material fue donado por los cineastas Humberto Ríos (Esta voz entre muchas) y Alejandro Fernández Mouján, a quien la misma Bonaparte pidió, en 1993, que la grabara, porque no quería seguir repitiendo una y otra vez su historia.

“En 37 años que compartí con ella nunca la vi llorar –contó Bruschtein al finalizar la proyección–. Es un ejemplo de mujer. Ese dolor fue lo que la hizo impulsarse por los derechos de los demás también, porque no sólo buscaba a sus hijos sino que también ayudaba a los demás. Siempre pensó en los derechos humanos”. En Argentina realizó uno de los primeros juicios por asesinato a las Fuerzas Armadas, cuando un juez de La Plata quiso entregarle un frasco con las manos de su hija. También fue precursora de la campaña internacional para que la desaparición forzada de personas fuera declarada delito de lesa humanidad. En México, ayudó a grupos de madres e hijos de desaparecidos políticos, fue observadora de Amnistía Internacional en campos de refugiados en El Salvador y en la frontera con Guatemala, y rechazó las violaciones a los derechos humanos en el Líbano y en Bosnia. Además, fue feminista y estuvo a favor del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.

A pesar de todo, Bonaparte también se hacía tiempo para escribir. Algunos fragmentos de los numerosos textos reflexivos que atesoraba en un baúl son compartidos en el film por la voz en off de su nieta. “Tenía muy mala letra pero, por suerte para nosotros, escribía todo a máquina, corregía y volvía a escribir –detalló la directora a ANCCOM-. Guardó todas las versiones. Todo, todo. Cuando tuvo computadora era un desastre y tenía miles de copias también. Para la película contraté una archivista que se encargó de leer el material completo. De esa preselección, escogí las estrofas que sentí que iban a funcionar para la película”.

Natalia Bruschtein, directora de la película Tiempo Suspendido. Fotos de Prensa del Festival de Mar del Plata

Natalia Bruschtein, directora de la pelicula Tiempo Suspendido.

Tiempo Suspendido es un documental necesario y oportuno. Y la historia de Laura Bonaparte es imprescindible para entender por qué no hay que olvidar y que la memoria es un derecho pero también una responsabilidad de las sociedades.

El film se estrenó en el Festival de Guadalajara en marzo de este año, y también se proyectó en Brasil, Budapest, Francia, Chicago y España. “La recepción en cada lugar es diferente,  pero lo que remarco es que en todos lados tenemos historia y que no podemos olvidarnos lo que ha pasado”, concluyó Bruschtein. Luego de la competir en Mar del Plata, se proyectará en Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 04 de diciembre en Ventana Sur, el mercado latinoamericano de cine, donde su directora espera contactar distribuidores para su exhibición en los Espacios INCAA de Argentina.

Durax, toda la vida

Durax, toda la vida

“Me parece un caso muy interesante de los trabajadores que se pusieron al hombro la recuperación de la fábrica”, explicó el candidato a Presidente Daniel Scioli a ANCCOM sobre la ex Cristalux.  La experiencia fue elegida por el gobernador bonaerense Daniel Scioli para realizar su tesis de grado de la Licenciatura de Comercialización en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). En la fábrica desconocían que dicha tesis estaba en proceso. Antonio Bucci, gerente general de la cooperativa, se enteró el mismo día de la presentación por un llamado telefónico del propio Scioli: “Me comentó toda la información que tenía, estaba muy bien informado de algunas cuestiones y me preguntó si había algo más que agregar. Le conté del nuevo proyecto que tenemos en marcha, una máquina que vamos a recibir en diciembre, la estamos comprando de Italia para fabricar frascos. Es un producto distinto, con las mismas características de la vajilla, a precio razonable y con la mejor calidad. Seguramente vamos a tener éxito y le vamos a servir al mercado”, detalló Bucci. Scioli, además, visitó la fábrica el pasado 17 de octubre de 2014. “Quizás algo de lo que vio o de lo que le comentaron los funcionaron lo motivaron para desarrollar la tesis”, agregó Bucci.

La vajilla Durax es un ícono de la industria nacional y hoy sigue en pie gracias a los trabajadores que sin certezas de éxito pero tomando como bandera el eslogan de la marca, apostaron con sus cuerpos por la recuperación de una fábrica que había sido saqueada, producto de la decadencia de los años ‘90. En 2002, luego de una vigilia de dos meses en carpa y a partir de la expropiación por parte de la provincia de Buenos Aires, formaron la Cooperativa Cristal Avellaneda, ejemplo de lucha y reconstrucción que hoy continúa viva y en constante crecimiento.

Hace dos años, la cooperativa también había participado de un proyecto de la Gobernación de Buenos Aires que se llamó Experiencia Exportadora. Junto a otras nueve empresas, recibieron ayuda profesional para armar un departamento de exportación: “Le pusimos mucha garra, mucho empuje –enfatizó Bucci–. Aceptamos todas las sugerencias del profesional para hacer las modificaciones aconsejadas. Viajamos, ofrecimos, insistimos. Hoy estamos exportando activamente a Uruguay y Paraguay, y en diálogo con la gente de Bolivia”.

Otro impulso importante para el crecimiento de la fábrica fue la sustitución de importaciones que establece un porcentaje de compra nacional. Empresas grandes se acercaron a Durax para cumplir con esta obligación. “Nos utilizaban, éramos su pasaporte para poder importar. Nosotros que podíamos abusar de esa situación, hicimos todo lo contrario, tratamos de afianzar un vínculo para que les sirva el negocio como negocio. Y hoy siguen con nosotros”, explicó Bucci.

 

Osvaldo Donato, asociado de la  Cooperativa de trabajo.

Osvaldo Donato, asociado de la Cooperativa de trabajo.

Hasta el ruido se habían llevado”

Osvaldo Donato, secretario de la cooperativa, entró a Cristalux en 1979 cuando había 2.200 obreros trabajando, cuatro hornos y una docena de máquinas en funcionamiento. Lejos estaban esas épocas de esplendor cuando, en 1999, se decretó la quiebra y 600 personas quedaron sin trabajo.

Durante los dos años que estuvo abandonada, la fábrica fue completamente saqueada. “Los vecinos nos avisaron de los supuestos saqueos pero nosotros no podíamos saber si era verdad o no”, contó Donato. Los obreros decidieron instalar un campamento en el portón del frente del edificio, sobre la avenida Hipólito Yrigoyen al 2008 en la ciudad de Avellaneda. En la carpa estuvieron desde el 25 de mayo hasta el 19 de julio de 2002 (“a las cinco menos cuarto”, recordó Donato) cuando se otorgó la tenencia del predio a la Cooperativa Cristal Avellaneda. “Cuando ingresamos, hasta el ruido se habían llevado –graficó Donato casi gritando sobre el ruido actual de la fábrica–. Este ruidaje siempre fue parte nuestro, lo teníamos como camiseta”.

Las imágenes de ese momento, que pueden verse en un DVD editado por la cooperativa en 2010, son desoladoras. Una voz en off, notoriamente dolida, relata los faltantes y los destrozos con los que se va topando mientras recorre el edificio con una cámara en mano. Las máquinas estaban rotas, se habían robado las herramientas, los motores; los bancos de trabajo estaban destruidos. “Los trabajadores pasaron de la alegría de la posibilidad de ingresar a su lugar de trabajo a la desazón de ver en qué condiciones estaba todo. Les habían sacado el estaño, el cobre, el bronce, todo lo valioso que encontraron lo sacaron y lo que no sacaron lo destrozaron. Fueron saqueos dañinos”, resumió Bucci.

 

Fueron 200 los obreros que participaron del primer ingreso pero, luego de ver el estado de destrucción y saqueo, sólo 40 obreros continuaron con el proceso de resistencia. “Acá los inicios fueron muy bravos. Teníamos la fábrica hecha pedazos y un país hecho pedazos”, recordó con tristeza Donato y contó anécdotas propias de cuando salían a “manguear” y no les creían que “semejante fábrica” no estaba funcionado, e historias de compañeros que simulaban ser vendedores ambulantes para viajar en tren sin pagar.

“Mucha gente dice que fue arrancar de cero o de menos diez pero fue mucho más abajo. Las mujeres estaban incansablemente picando porque el vidrio se pega al bloque y lo tenían que dejar liso”, contó Donato. Lo que tenían que dejar en condiciones eran bloques de las paredes del horno para reutilizarlos porque estaba arruinado. “Cerrar los grifos del gas es destruir los hornos. Los hornos funden a 1550 grados de temperatura y tanto el encendido como el apagado tienen que ser muy paulatinos, a través de los días, porque los ladrillos que lo forman no soportan un cambio de temperatura tan brusco. Ellos cerraron el gas con toda la materia prima adentro. Como se dice en la jerga, se congeló el vidrio adentro del horno y quedó inutilizado”, explicó Bucci.

Primero construyeron varios hornos chicos con los materiales reciclables de los hornos viejos, así trabajaron el vidrio de forma artesanal para juntar algo de plata vendiendo adornos. En 2005 consiguieron armar un horno de 32 toneladas y dos líneas de fabricación automática para fabricar platos y vasos. Pero se empezó a deteriorar y tuvieron que volver a los hornos más chicos, mientras acumulaban deudas cada vez más grandes.

El horno es el corazón vital de toda fábrica de vidrio. Los trabajadores pusieron el cuerpo para recuperarlo y defenderlo. En algún caso, incluso, llegaron a amenazar con prenderse fuego. Pero, independientemente de las deudas con Metrogas, la planta era insegura porque la precaria instalación de gas estaba llena de pérdidas y el servicio fue cortado por precaución.

En un acto en el año 2009 y durante un descuido de la custodia, Osvaldo Donato logró acercarse a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner para decirle: “Presidenta, somos la gente de Durax, necesitamos ayuda, se nos cae la fábrica a pedazos”, mientras la tomaba del brazo. “Se me salía el corazón por la boca –recordó el secretario de la cooperativa–. Son palabras que no me voy a olvidar. La presidenta ya nos conocía porque había estado con nosotros en la exposición de Fábricas Recuperadas en 2008. ¡Gracias a Dios se acordó!”. De esta manera, los obreros consiguieron una cita con Guillermo Moreno, el entonces secretario de Comercio Interior. A partir de esa reunión, se organizó un gerenciamiento encabezado por Antonio Bucci. “Lo que noté desde el primer día en que empecé a caminar la fábrica es que había una necesidad y unas ganas de no quedarse sin trabajo. Yo contaba con esa ventaja enorme de las ganas de salir adelante de la gente y nos pusimos a trabajar. Fue fundamental la ayuda de Moreno en ese momento, que nos abrió la puerta para negociar con Metrogas el tema de la deuda”, contó Bucci quien, una vez cumplido el ordenamiento principal, eligió quedarse en la cooperativa al tiempo que se incorporó un equipo de profesionales para fortalecer el área de administración – la licenciada Cora Pena, el contador Jesús Barral Sánchez-. “Se quedaron en una fábrica que todavía estaba hecha pedazos, no es que estaba funcionando. Siempre digo la misma frase: se cargaron una fábrica al hombro”, destacó Donato.

Volver al origen

Cuando el único servicio que tenían era una canilla de agua, Amalia fue una de las cocineras que hacía magia en una olla grande que les habían prestado. Con lo poco que iban consiguiendo, sobrantes de carnes, bolsones de verduras y pan duro que recalentaban, fueron sobrellevando los peores momentos. “Ella era una de las cocineras –contó Donato–, estaba colorada porque se quemaban para que nosotros pudiéramos comer, rescatábamos lo que sea. Nos cagamos de hambre, de frío… Me saco el sombrero varias veces mientras respire y esté de pie por todo lo que se hizo acá”.

Amalia hace 32 años que trabaja en la fábrica: “Me siento orgullosa por lo que hicimos y le agradezco a mi familia que me apoyó muchísimo”, dijo con una sonrisa. Hoy ella arma las cajas que rezan “Hecho en Argentina” mientras de la comida se encarga Lucas, un cocinero que hasta abril estuvo trabajando en España y ahora organiza el menú semanal de la cooperativa: un almuerzo y una cena nutricionalmente equilibrados, que se sirven cada día en platos y vasos Durax.

Un desafío actual de la gerencia es no perder ese espíritu que los caracterizó: “Sobre todo al comienzo, se vivió el verdadero sentido de la palabra cooperativismo. Cuando el hombre se encuentra herido, vulnerable, es cuando más se abraza al resto para hacer un frente común al problema. Hoy en día nuestro principal objetivo es tratar de rescatar esa esencia. Por eso el nombre del comedor: ‘Volver al origen’ –explicó Bucci–. Hoy el comedor tiene dos plasmas, pero me gustaría recuperar la mística de cuando había una olla y lo poquito que había se compartía. El ser humano, a medida que va solucionando los problemas, se torna más individualista y egoísta. Se hace a veces difícil concientizar y no perder de vista cuales son los objetivos”.

Cooperativa de trabajo Cristal Avellaneda (Durax).

Cooperativa de trabajo Cristal Avellaneda (Durax).

En el momento de la quiebra fue difícil reinsertarse, el oficio del trabajador de vidrio es muy específico. Los obreros más calificados tuvieron mayores posibilidades de inserción en otras fábricas. En este sentido, es interesante observar que, en muchos casos, esas personas están volviendo de a poco a Durax. “Reincorporamos a Félix que se había formado en la época de Cristalux. Nunca había participado en la cooperativa pero es una de las personas que más saben de vidrio en Argentina y hoy está feliz de estar con nosotros”, señaló Bucci. O el caso de Daniel Canosa, que trabajó diez años en Cristalux, cuando quebró estuvo trabajando en empresas multinacionales y desde hace tres años volvió para desempeñarse como coordinador de Calidad. “Cuando yo me fui la fábrica estaba caminando bien. Y uno se emociona mucho por lo que era la fábrica y cómo la encontró después. Cuando todavía uno recorre algunos rincones de la fábrica da mucha pena. Cuando llegué, lo que ahora es mi oficina estaba llena de gatos, de mugre, toda derrumbada. Y hoy hay cuatro computadoras, microscopios, sala de ensayos. No había nada y hoy ver todo eso armado da mucha alegría”, detalló Canosa visiblemente emocionado.

Y es que la profesionalización del oficio y el compromiso con un proyecto que fuera más allá de la productividad debieron ir de la mano en este camino de recuperación. Mientras Bucci subrayó el importante crecimiento de la cooperativa, Donato rescató la libertad con la que van a trabajar y el amor por la camiseta: “En un momento donde las empresas crecen poco, nosotros estamos creciendo enormemente, porque no tenemos la especulación que existe en una empresa de capital donde el dueño regula todo”.

Recorrer la planta de la cooperativa Cristal Avellaneda es descubrir una historia de esfuerzo compartido que se esconde detrás de cada vaso y plato de vidrio. La emoción está a flor de piel en las paredes de una fábrica que está viva gracias a los trabajadores que decidieron hacerle frente a las leyes más violentas del mercado neoliberal de los ´90. Allí donde se intentaron saquear capitales y esperanzas y romper los lazos sociales es donde comienza la reconstrucción de un tejido que se apoya en la ayuda mutua, la responsabilidad, la democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad.

Cuéntame un cuento

Cuéntame un cuento

Audioteca presentó la primera colección de treinta cuentos argentinos interpretados por actores nacionales. El proyecto, que desafía la primacía de la imagen y apuesta por el viejo hábito de la narración oral, fue dirigido por la cineasta Lucrecia Martel y curado por la guionista Graciela Speranza. Desde su sencilla interfaz, devuelve el placer de los cuentos leídos en voz alta a cualquiera que acceda de manera gratuita desde la plataforma online o a través de la aplicación para dispositivos móviles.

A partir de ciertas dificultades en la visión de algunos integrantes de su familia, y ante la escasa disponibilidad de literatura argentina en formato de audiolibros, surgió esta idea que Martel propuso al Ministerio de Cultura de la Nación hace dos años y que luego fue desarrollada por la acción Cultura Accesible a través de la Dirección Nacional de Industrias Culturales. La iniciativa se enmarca en el art. 66 de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual que predica la accesibilidad a los contenidos culturales.

Speranza explica que para la colección Lugares, que inaugura el proyecto, buscaron una “selección imprevisible”, que se alejara de las antologías de siempre. Para ello, se aventuraron a releer sus bibliotecas y a encontrar cuentos que cumplieran con los criterios elegidos. “Siempre tengo la idea de que las constricciones en el arte ayudan porque permiten que aparezca lo inesperado”, señala Speranza.

La Ministra estuvo acompañada por el secretario de Gestión Cultural, Jorge Espiñeira, la coordinadora de “Audioteca”, Lucrecia Martel, y la curadora de la colección de cuentos, Graciela Speranza.

 

El recorte final reúne treinta cuentos argentinos contemporáneos, escritos en primera persona y de extensión corta, que invitan al receptor a viajar y habitar distintos lugares durante la escucha. El origen salteño de Martel y su sensibilidad a las distintas hablas se evidencian en el carácter federal del proyecto: la selección incluye textos de escritores consagrados y también de escritores más jóvenes, de todo el país.

A la hora de elegir a los actores narradores, el objetivo de las coordinadoras fue, en palabras de Speranza, “agregar variedad a la variedad”. Martel primero hizo un casting mental, luego realizó pruebas de grabación, algunas de las cuales no funcionaron y la decisión final fue responsabilidad de la cineasta en conjunto con  María Onis, quien realizó la producción artística y la edición de sonido. El trabajo sobre la dirección de actores dio como resultado un abanico de riquísimas interpretaciones que, lejos de voces impostadas, permiten renovar la lectura de cuentos tan conocidos por todos como “Final de juego” o “Funes el memorioso”.

En muchos casos, la voz elegida busca generar un contraste o una sensación de extrañeza que sorprenda al oyente. Para dar un ejemplo, Speranza menciona el “efecto increíble” que tiene la entonación cordobesa del actor Maximiliano Gallo sobre el cuento de Patricio Pron (“Como una cabeza enloquecida vaciada de su contenido”), cuyo eje es la mancha de basura del Atlántico. “Una voz mirando al mundo desde arriba con tonada cordobesa me parece que le da un efecto interesante –destaca Speranza-. El cuento de Marcelo Cohen leído por Humberto Tortonese también tiene un efecto curioso, como el de César Aira leído por Fernando Noy”. Lo mismo ocurre con la voz de Cristina Banegas interpretando el misterioso narrador masculino de “La casa de azúcar”, de Silvina Ocampo.

La coordinadora de Audioteca, Martel, acompañada por Graciela Speranza, Cristina Banegas, Luis Ziembrowski, Alejandro Awada, entre otros.

 

Audioteca promueve la literatura más allá de su propia plataforma al ser una puerta de acceso a la obra de los autores seleccionados. Cada audio está acompañado de las fotografías y las biografías, tanto del actor como del escritor. Éstas últimas fueron cuidadosamente trabajadas por Graciela Speranza para dar indicios de cada poética en particular. En la sección “Extras” los más curiosos podrán encontrar una variedad de contenido para acompañar el audiolibro: fragmentos de otros cuentos, entrevistas, textos inéditos escritos especialmente por cada autor o links que permiten explorar otras facetas de los escritores. En la aplicación móvil, además, se puede explorar un mapa de Google Maps donde está indicado el lugar en el que transcurre la historia; aunque, en muchos casos, se trata de lugares imaginarios.

Con la idea de despertar un hábito de escucha, el equipo coordinado por Martel y Speranza logró abrir un espacio que, esperan, será continuado por próximas colecciones de audiolibros. En definitiva, Audioteca demuestra que las pantallas también pueden acercarnos una propuesta que se rebela contra la vorágine y nos invita a cerrar los ojos para rendirnos ante los encantos de una voz contando una historia. Porque, admitámoslo, ¿a quién no le gusta que le lean un cuento?

Los cuentos de la colección “Lugares” – AUDIOTECA

«As de espada», de Juan Filloy, por Alejandro Awada.

«Asiático», de Federico Falco, por Alberto Ajaka.

«Ay Enrique!», de Elvira Orphee, por Verónica Llinás.

«Bajo cero», de Damián Ríos, por Claudia Cantero.

«Caballo en el salitral», de Antonio Di Benedetto, por Marco Antonio Caponi.

«Como una cabeza enloquecida vaciada de su contenido», de Patricio Pron, por Maximiliano Gallo.

«Diario de un explorador», de Jorge Accame, por Capullo Medina.

«El cerebro musical», de César Aira, por Fernando Noy.

«El diario, de Ana Basualdo, por Stella Galazzi.

«El pianista», de Ricardo Piglia, por Iván Moshner.

«El rescate», de Daniel Moyano, por Norma Argentina.

«Ferrocarriles Argentinos», de Elvio Gandolfo, por Osvaldo Santoro.

«Final de Juego», de Julio Cortázar, por Érica Rivas.

«Funes el memorioso», de Jorge Luis Borges, por Guillermo Arengo.

«Habrá que matar a los perros», de Miguel Briante, por Manuel Callau.

«Japonés», de Rodolfo Fogwill, por Luis Ziembrovsky.

«La casa de azúcar», de Silvina Ocampo, por Cristina Banegas.

«La gata», de Héctor Tizón, por Jaime Torres.

«La gran bola de pelusa», de Marcelo Cohen, por Humberto Tortonese.

«La gran noche de los trenes», de Sara Gallardo, por Adriana Aizemberg.

«La tardecita», de Juan José Saer, por Mario Alarcón.

«Las doce a Bragado», de Haroldo Conti, por Tata Cedrón.

«Los bultos», de Carlos Hugo Aparicio, por Roly Serrano.

«Nada que ver conmigo», de Carolina Bruck, por Alejandra Flechner.

«Oficina», de Leticia Obeid, por Eva Bianco.

«Pirovano», de Matilde Sánchez, por Marta Lubos.

«Tratado de fitolingüística», de Mario Ortiz, por Esteban Bigliardi.

«Un día cualquiera», de Hebe Uhart, por Mónica Cabrera.

«Una mañana con el hombre casco azul», de Washington Cucurto, por Erasmo Olivera.

«Velcro y yo», de Martín Rejtman, por Fabián Arenillas.