Por Carla Farinola
Fotografía: Pamela Pezo Malpica

El aumento del precio de la carne vacuna es superior al de la inflación general. En un año, su consumo bajó un siete por ciento. Las hamburguesería deberieron bajar su margen de ganancias para no perder clientela.

La aceleración inflacionaria dio un fuerte batacazo en el corazón de la mesa argentina: la carne vacuna, central en la dieta nacional, tuvo aumentos desorbitantes y sostenidos. ¿Cómo afecta el alza de precios en los hábitos de consumo de las y los argentinos.

Según el último informe del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), elaborado en enero de 2024, el incremento en los precios de la carne superó el 330% interanual. Esta cifra récord se ubica muy por encima de la inflación general presentada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), que registró un aumento del 254% en comparación con enero de 2023.

Ante un panorama generalizado de encarecimiento y descenso de demanda en el rubro Alimentos, la carne vacuna no es excepción. Según estadísticas de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra), en enero el nivel de consumo  fue equivalente a 186.300 toneladas de res con hueso, ubicándose casi 7% por debajo del nivel registrado en el mismo periodo de 2023.

El proceso inflacionario, la fuerte devaluación de la moneda nacional, la desregulación de las exportaciones y la pérdida del poder adquisitivo real constituyen una combinación trágica en la tierra del asado y las empanadas criollas. ¿Cómo gambetean los y las argentinas la escalonada de precios?

Constanza Confino es biotecnóloga y vive en el barrio de Monte Castro, en la Ciudad de Buenos Aires. Cuenta que adapta su rutina de compras en función a los descuentos que proporcionan los distintos comercios: “En mi casa compramos carne sólo los días que hay descuentos y solo en los lugares que los tienen. Nos limitamos a comprar sólo lo que entra hasta el tope de reintegro, no gastamos más que eso y lo frizamos  para no quedarnos sin stock”.

Siguiendo los datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), el aumento de precios en el mes de enero se dio de forma diferente en supermercados, subiendo un 28.2%, y en carnicerías, rondando alzas de 15.8%. Esto lleva, inevitablemente, a la comparación de productos en diferentes locales tal como cuenta Constanza “Algo que hacemos ahora, que antes no, es mucha búsqueda de precios. Sólo elegimos los cortes que podemos pagar en el lugar que esté más barato”.

Agustín Capelli tiene una cadena de carnicerías llamada “La Ñata”, que cuenta con varias sucursales distribuidas en la zona sur de la Provincia de Buenos Aires. “Hace 20 años estamos en el rubro, nuestra idea siempre fue crecer y darle el mejor producto con el mejor precio y calidad a la gente. Obviamente con el país en el que estamos a veces es complicado. La carne vacuna, y también el pollo, aumentaron bastante este último año y eso te marca mucho a la hora de vender. En este último tiempo la venta cayó”.

Los cortes que registraron mayor alza de precios durante el primer mes del año fueron la tapa de asado, el lomo y la colita de cuadril, superando el 23% de aumento respecto de diciembre según informa el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA). Como sostiene Capelli, esto afecta directamente en la decisión de compra: “Ahora la gente se lleva todo lo que es promoción: el espinazo, puchero, picada común. Bajó mucho la venta de los cortes que tienen hueso, como el asado o el bife, porque rinden mucho menos para una familia. Hoy, lamentablemente, las personas tratan de buscar el precio y no la calidad. Antes era al revés”.

Liliana Castellano es jubilada pero sigue trabajando en su local de indumentaria que fundó hace más de 15 años en el barrio de Bernal, Provincia de Buenos Aires. “En casa fuimos siempre muy carnívoros, casi todos los días comíamos carne. Con los aumentos estamos comiendo mucho menos, dos o tres veces por semana. Ya no elijo qué corte quiero, ahora comparo precios, busco ofertas y cocino en base a eso porque si no es imposible acceder a la carne. Me da risa porque la médica me dijo que tampoco es bueno comer tanta carne por semana por los triglicéridos, al final la miseria me hizo bien”.

Con su experiencia y largos años de vida, vio las variaciones sostenidas en el precio de los alimentos y el cambio en la composición de comidas tipo en nuestro país: “Antes se comía más carne, no era tan cara. Mi vieja hacía casi todos los días, la base de las comidas era la carne. El pollo era más caro, lo guardabas para alguna fiesta o evento. Costaba todo, pero no era tan caro comprar comida en general”.

Santiago Chiarelli es dueño de “El Birrón”, un bar de tragos y comida rápida, como hamburguesas, sandwiches y lomitos,  que abrió sus puertas en julio del 2023. “Desde que abrimos básicamente se triplicó el precio de la carne. Eso afecta directamente al precio y a nuestra ganancia  porque yo no puedo cobrar, por ejemplo, una hamburguesa a $10.000 porque nadie la va a consumir, tengo que tener un precio competitivo, que se ajuste a la clientela y a la ubicación geográfica.”

“El Birrón” crece rápidamente y se adapta a los bolsillos de la gente: “En cuanto al consumo de nuestros productos con base de carne, notamos que subió en estos últimos meses. Eso si, tuvimos que reducir la ganancia. Primero venía siendo del 33% pero vimos que era insostenible porque el precio de la carne se disparó. Ahora estamos ganando un 20% aproximadamente, que igual rinde, pero seguramente vamos a seguir bajando porque con lo que está pasando ahora no creo que se pueda mantener. Cuando abrimos, una hamburguesa estaba alrededor de $3.000. Ahora están entre $5.500 y $6.800. No podemos cobrar muy caro porque no se va a consumir y queremos que los clientes puedan seguir viniendo y comiendo lo que quieran.”.

El popurrí de historias nos habla de gastos y costos que se ajustan para que el consumo de carne no se convierta solo en un lujo esporádico. La base de la dieta de los y las habitantes de nuestro país se encarece mientras los ingresos se congelan. Cada vez parece más costoso, en una tierra productora, acceder a la carne. Una espiral de incertidumbre, nuevos aumentos previstos y pocos asados que compartir acecha en el corazón de la mesa argentina.