Por Sebastián Alonso
Fotografía: Mariel Bonino

Organizaciones ambientalistas y vecinales se manifestaron contra los daños naturales que genera Secret Garden, el evento de luces y sonidos que se realiza en el parque ideado por Carlos Thays. El predio fue alquilado en tres millones y medio de pesos y ya lleva recaudado 250 millones.

Organizaciones vecinales y ambientalistas se reunieron este domingo en la puerta del Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires para realizar un abrazo simbólico contra el evento lumínico Secret Garden que se desarrolla en ese parque público durante el mes de julio.

“Es importante la defensa de nuestro patrimonio arbóreo, natural, histórico y cultural. La enajenación de los espacios verdes públicos es una constante, pero no pensábamos que podían llegar hasta el Jardín Botánico. La verdad es que cada vez nos sorprenden porque van más allá”, sostiene en diálogo con ANCCOM María Angélica Di Giacomo, fundadora de Basta de mutilar nuestros árboles, una organización que tiene por objetivo la conservación y protección del patrimonio arbóreo de la Ciudad.

La convocatoria al abrazo estuvo gestada a través de una Carta Abierta en Defensa del Jardín Botánico Carlos Thays, redactada por organizaciones ambientalistas y defensoras del patrimonio porteño, que ya reunió más de 6.000 adhesiones. Entre los fundamentos del escrito se destaca que “desde la Secretaría de Ambiente, se informó oficialmente que se “valora y respeta de manera irrenunciable el patrimonio que representa el Jardín Botánico Carlos Thays para la Ciudad de Buenos Aires”. Pero las organizaciones piensan lo contrario: “Por lo que vemos, es un modo extraño de hacerlo. Nos preocupa sobremanera el antecedente de impunidad que quedará para el futuro y nos preguntamos cuánto costará revertir, en los jóvenes y niños que concurran a este espectáculo, la falsa idea de que han visto un Jardín Botánico”.

La muestra inmersiva lumínica denominada Secret Garden se realiza a nivel mundial, y propone un recorrido a través de postas con efectos sonoros y visuales, con luces led, de neón, y proyecciones a partir de video mappings. Esta actividad se presenta oficialmente como “una excelente oportunidad para conocer o volver al Jardín Botánico Carlos Thays en el marco de su 125° Aniversario con esta propuesta innovadora, 100% disruptiva y sustentable”, y se realiza en horario nocturno, luego de las 18, cuando el Botánico cierra sus puertas al público general.

El pago del canon por el uso del Botánico (dispuesto por el Banco Ciudad) para la realización de esta actividad durante las noches del mes de julio se ubicó alrededor de los tres millones de pesos, mientras que las ventas por entradas, que rondan entre los 3.500 y 4.500 pesos por persona, ya superaron la suma de 250 millones de pesos. En cuanto a las ganancias obtenidas por el alquiler, no está previsto que sean reinvertidas en el parque público, sino que en principio formarán parte del Tesoro de la Ciudad.

El reclamo no se presenta contra la propuesta artística en sí, sino en el espacio donde se autorizó su realización. El Jardín Botánico, inaugurado en 1898, cuenta con más de siete hectáreas de superficie, alberga más de 900 especies y 2000 ejemplares de árboles y plantas nativas y exóticas, y tiene entre sus misiones la conservación de la biodiversidad y la educación ambiental.

“El Jardín Botánico debiera ser una institución científica y educativa tal como la fundó hace 125 años Carlos Thays. Este evento tiene un impacto negativo en el ambiente de un patrimonio natural e histórico muy singular porque daña a la vegetación y a los animales que tienen hábitos nocturnos”, explica Fabio Márquez, conocido en sus redes sociales bajo el seudónimo Paisajeante. “Esto va a implicar un deterioro ambiental, es un ecocidio. Esto es una reserva de pájaros, de diversidad de aves, y 30 noches sin que las aves no puedan ni dormir con el ruido y las luces, las expone a un estrés altísimo, que, al ser durante todo un mes, va a implicar que muchas vayan a morir, porque son muy delicadas. La realidad es que este es una especie de santuario, que al entrar no se escucha el ruido de los coches, es un lugar de silencio, y las aves están acostumbradas a este ambiente”, comenta Marina Garrido, vecina, abogada e integrante de la Asociación Civil Lucha por la Integridad Social y el Derecho Animal (ALUISA).

El Botánico no sólo fue declarado como Monumento Histórico Nacional en 1996, sino que también es el primer pulmón verde seleccionado por el Gobierno de la Ciudad en marzo de este año, por su diferencia climática 4.8 grados menor respecto de la temperatura registrada en sus alrededores. “Es increíble pero fue declarado primer refugio climático de la Ciudad. En vez de replicar este esquema en todos los espacios verdes de la Ciudad, es al revés. Se trae acá lo que invade nuestras plazas: plásticos, metal y cemento”, sostiene Di Giacomo.

Desde la reglamentación de uso del Jardín Botánico se establece la prohibición de dañar plantas, carteles, esculturas, y no se permite pisar el césped. Además, se solicita colaboración para combatir la contaminación sonora, evitando los ruidos y la utilización de aparatos electrónicos con sonido exterior. “Acá adentro está prohibido hasta andar en bicicleta, y sin embargo tenemos filmado y fotografiado que han ingresado autos. Las raíces de los árboles que pasan por los senderos están siendo pisoteadas por autos y por la gente, por lo cual no hay lugar más inapropiado que este para hacer el evento”, agrega Di Giacomo.

Mientras reparte folletos para difundir el reclamo y sumar firmas a la Carta Abierta, Natalia Kerbabian, arquitecta e ilustradora de la arquitectura patrimonial demolida y en riesgo, cuenta que “la importancia del abrazo es para sostener una ciudadanía consciente, conectada a la vida, al respeto y a la palabra. El arrebatamiento y el avasallamiento de un espacio público declarado Patrimonio Histórico Nacional, de acceso gratuito, que alberga una cantidad de vida sintiente en estado puro, está siendo usufructuado por intereses privados, y hay una ciudadanía que recuerda que están faltos a la palabra y avasallando un derecho, una obligación y un cuidado que tiene que estar llevado adelante por quienes nos representan, los funcionarios”.

En ese sentido, Garrido reflexiona acerca de la cuestión: “No podemos decir que los porteños no tienen culpa, porque también avalan este tipo de espectáculos. Es un tema de educación, de que a la población no se la educa en estos temas, y es triste ver cómo la gente pide que se saquen y poden árboles como si se tratase de algo decorativo. Sería mejor una actividad para recorrer el Botánico de noche, en silencio, para escuchar a la naturaleza, porque sobran lugares ruidosos y luminosos. ¿Hay alguien en la política que esté pendiente de estos temas? Aparentemente no. Si buscaran asesorarse con gente de la ciencia, quizás podrían evitar acciones de este tipo”.