Por Juan Mercuri
Fotografía: TELAM

En la sexta jornada del juicio por la Masacre de Monte, el perito balístico Lucas Basanta no sólo desechó que los policías hayan disparado al piso, sino que además confirmó que las vainas servidas encontradas en la escena fueron accionadas por el capitán Ruben García.

El lunes se retomó el juicio por la Masacre de Monte en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de La Plata, fue la sexta y anteúltima audiencia previa a conocer, este miércoles 17 de mayo, el veredicto por parte del jurado popular y la jueza Carolina Crispiani. La fiscalía presentó tres testigos que complicarían aún más la situación de los policías enjuiciados por el asesinato de los cuatro jóvenes de San Miguel de Monte, ocurrido el 20 de Mayo de 2019. Por otro lado, cuando la audiencia parecía concluir, dos de los acusados, Mariano Ibañez y Manuel Monreal, declararon su versión de los hechos.

En una jornada marcada por las constantes interrupciones tanto de la jueza como la defensa, el fiscal, Mariano Sibuet, llamó a declarar a tres testigos fundamentales para exponer el accionar de los imputados. El primero de ellos fue el perito balístico, Lucas Mateo Basanta. A partir de los informes realizados por pedido de la Fiscalía, Basanta se centró sobre la bala calibre 9mm hallada en el muslo izquierdo de la víctima, Gonzalo Domínguez. El perito testimonió que la deformación del proyectil estaba en la nariz -la parte delantera- y no había una superficie “dura, áspera y rugosa”, lo que implicaría que los policías no apuntaron al piso tal como sostiene la defensa de los acusados. Basanta declaró: “La deformación está en la nariz y no está rugosa, puede ser que haya impactado contra un hueso, o contra un telón de interpuesto, como puede ser una chapa del automóvil, y después ingresa al cuerpo de la víctima. No me da la sensación de que haya impactado contra una superficie dura o plana”.

Mientras Susana Ríos se retiraba para no oír los detalles del disparo efectuado a su hijo Gonzálo, Lucas Basanta prosiguió. Planteó que el proyectil calibre 9mm, fue disparado por la pistola Bersa Thunder Pro N° 13-H57836, arma reglamentaria perteneciente al imputado, Manuel Monreal. Por último, explicó que las cuatro vainas servidas, que la policía descuidó al momento de limpiar la escena del crimen, fueron accionadas por la pistola Bersa Thunder Pro n° 13544188, arma reglamentaria del capitán Rubén García: “El estriado de los proyectiles permiten ver de manera fehaciente que esa bala atravesó el arma en cuestión”

La segunda testigo fue la médica Karina Cinquegrani, quien atendió a la víctima y única sobreviviente de la masacre, Rocío Quagliarello. La doctora afirma que Rocío ingresó al hospital El Cruce, ubicado en Florencio Varela, con riesgo de vida. La paciente presentaba un edema cerebral, múltiples fracturas (húmero, fémur, tibia, lado derecho del tobillo, clavícula, maxilar inferior) y una laceración del hígado. El tercer testigo en pasar fue el perito informático,y miembro del cuerpo de investigaciones judiciales de procuración, Jose Luis Sanchez, quien se encargó de abrir los aparatos móviles tanto de las víctimas como de los acusados, con el fin de obtener el grueso de la información. Mientras que en los teléfonos de los jóvenes no se encontraron más que videos divirtiéndose momentos antes de ser perseguidos por la policía, en uno de los celulares de los acusados se encontraron audios provenientes del subcomisario Franco Micucci, en los que pedía ordenar la escena de los hechos, así como también mantener la calma porque la culpa no era de ellos, sino de las víctimas por “resistirse” a las autoridades.

Hacia el final se leyó la transcripción realizada a la cámara Gesell de Rocío Quagliarello, debido a los inconvenientes técnicos surgidos durante su filmación.

Cuando todo parecía concluir, la defensa hizo claras las intenciones de los cuatro imputados -Manuel Monreal, Mariano Ibañez, Rubén García y Leandro Ecilapé- de declarar ante el tribunal oral.

Por cuestiones de tiempo, sólo Ibañez y Monreal pudieron llegar a declarar. El primero se desligó de cualquier responsabilidad, planteando que el Fiat 147 en el que iban los jóvenes se dio a la fuga, por medio de una maniobra en la que habría puesto en peligro la vida de los oficiales. El policía que estaba a cargo del volante del patrullero en el que también iba Monreal argumentó: “Mi trabajo fue hacer un cerrojo policial, yo no disparé, estoy preso hace cuatro años por un cerrojo”. Con respecto a la escena del crimen, en la cual los jóvenes Anibal Suarez (22), Gonzalo Domínguez (14), Camila López (13), Danilo Sansone (13) y Rocío Quagliarello (13) impactan contra un acoplado producto de la persecución policial, Ibañez sostiene haber estado a 15 cuadras de distancia de los hechos: “Cuando llegué al lugar pido inmediatamente una ambulancia”.

Manuel Monreal, por su parte, afirma haberse bajado del móvil con el arma desenfundada y disparar, con la justificación de ser una operación de riesgo: “Doy la voz de alto, veo al 147 haciendo caso omiso a mi alerta y me quiere embestir, me quiere matar, efectúo dos disparos a la rueda para detenerlos, jamás para lastimar a nadie”. Luego, insistió nuevamente: “Yo tiré, yo disparé, no quise matar  a nadie. Quise detener el auto. Fui instruido porque tengo que cumplir con mi deber”.

Para la séptima jornada del martes 16 de mayo, se esperan las dos declaraciones faltantes de Rubén García y Leandro Ecilapé, para luego proceder a los alegatos de las partes. Será transmitida por el canal de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, tal como se espera que suceda el miércoles con el veredicto final.