Oración a la justicia

Oración a la justicia

«Seguimos esperando que la Cámara de Apelaciones de Comodoro Rivadavia nos responda si la causa expirará o si se reabre», señala Sergio Maldonado.

“La investigación fue cerrada el 29 de noviembre de 2018, no sigue en curso actualmente”, expresa Sergio Maldonado, hermano de Santiago, en diálogo con ANCCOM en vísperas de lo que hubiese sido su cumpleaños número 30 -el 25 de julio- y, paradójicamente, del segundo aniversario de su forzosa desaparición en Chubut ,el 1° de agosto de 2017. “El 29 de enero apelamos para que se reabra la causa. Este mes van a cumplirse seis meses y seguimos esperando que la Cámara de Apelaciones de Comodoro Rivadavia nos responda su dictamen: si la causa expirará o si se reabre y pasa a la siguiente etapa. Es ahí, cuando se deberá empezar a investigar porque, hasta ahora, no se hizo y si sucedió fue a destiempo y mal efectuada”, subraya Sergio Maldonado. 

“Nosotros realizamos un pedido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos desde 2017 cuando aún se lo estaba buscando a Santiago. Su respuesta fue la exigencia a las autoridades oficiales de investigar, lo cual no se realizó sino que, por el contrario, cerraron la causa en una primera instancia”, reclama Maldonado.

La aparición del cuerpo de Santiago Maldonado el 17 de octubre de 2017 no evitó que desde su desaparición hasta el momento tanto él, como su familia y allegados, hayan sufrido las más variadas tergiversaciones por parte de los grandes medios de comunicación: desde poner en duda su desaparición, adjudicando que había escapado de las fuerzas de Gendarmería y construyendo la imagen de un terrorista, hasta el entrometimiento en la vida de la familia y la difamación acerca de la asistencia económica que legítimamente reciben por parte del Estado.

Tras la autopsia realizada por más de 50 peritos y la junta médica y la posterior confirmación de que murió por asfixia e hipotermia luego de su sumersión en el río Chubut, la causa tomó otra dirección para la familia Maldonado: “Nosotros pedimos un grupo de expertos independientes que garantizaran la investigación misma de forma exhaustiva, efectiva e imparcial. Nunca lo pudimos conformar, la Corte Suprema de Justicia no lo avaló.” 

Lo que para el juez federal de Rawson, Gustavo Lleral fue ahogamiento e hipotermia, y caso cerrado, para la familia fue producto de una muerte violenta, lo que se menciona en el informe de la autopsia pero no se ha ahondado. ”El juez ni siquiera hizo una reconstrucción de lo que pasó aquel 1° de agosto, por lo tanto, no puede dictaminar sin haber investigado y sin realizar un juicio para ver el grado de responsabilidad de las Fuerzas de Seguridad”, enfatiza Sergio Maldonado, y agrega “luego de la aparición del cuerpo de Santiago, el 17 de octubre, en vez de preservar el lugar del hecho en ese preciso momento, asistió al río Chubut recién el 12 de diciembre para entender, finalmente, qué había pasado. Lo único que efectúo fue la medición del río.”

Según relata Sergio, «las únicas veces que (el juez Lleral) brindó explicaciones, fueron a conveniencia del gobierno. Cada vez que nosotros le pedimos ampliar puntos de las pericias o profundizar en elementos la autopsia, todos los puntos fueron rechazados constantemente. La respuesta del juez indicaba que se realizarían cuando sea oportuno. Así fue cómo terminó cerrando la causa, sin haber accedido a nuestras muchas solicitudes para determinar y avanzar, de modo de saber qué le había pasado a mi hermano.” El 17 de octubre también aparecieron los objetos que contenía Santiago en su ropa, entre ellos, su DNI y algunos billetes. Estos últimos se encontraban en buen estado, a pesar de encontrarse sumergidos por 78 días. Entonces la familia Maldonado solicitó su peritaje. Como respuesta, se peritaron más de diez documentos de identidad, colocándolos 78 días en agua, reconstruyendo las mismas características del río Chubut. De este modo, determinaron que si el documento puede no modificarse en ese período, el cuerpo tampoco, obviando que el plástico tarda años en degradarse y no así un cuerpo orgánico. La familia desestimó dicha prueba, sumándole que no se efectuó la misma examinación, como ellos exigieron, con los billetes que tenía en el bolsillo Santiago.

«Las únicas veces que el juez Lleral brindó explicaciones fueron a conveniencia del gobierno», denuncia Maldonado.

A dos años de este trágico y violento suceso, todavía la familia Maldonado espera justicia. A pesar de que su madre conmemora el cumpleaños número 30 de su hijo con el dolor de la pérdida, no hay aún culpables ni responsables condenados por el Poder Judicial. El próximo jueves 1° de agosto a las 17 horas marchará junto a su familia en Plaza de Mayo para pedir justicia y exigir que no se cierre la causa bajo la carátula establecida actualmente sino que se continúe investigando la pista que se menciona en el informe de la autopsia y que sostiene que la muerte del joven responde a una “muerte violenta”.

En tiempos de gatillo fácil, represión policial, pistolas Taser, presos sin juicio previo, doctrina Chocobar, mano dura y baja de la imputabilidad, la familia Maldonado exige la clarificación de la absurda y temprana muerte de Santiago. 

“La cumbia puede ser la fuerza de una pueblada por venir”

“La cumbia puede ser la fuerza de una pueblada por venir”

«Las pibas nos invitan, pero los chongos de las organizaciones políticas tradicionales no tienen muy en claro quiénes somos», dice Nahuel Puyaps.

Gestada en Dock Sud y conformada por siete músicxs y dos bailarines, Sudor Marika se constituyó como una banda de cumbia anti-patriarcal que milita, desde sus canciones, las luchas de la comunidad LGTBIQ+. El proyecto comenzó a crearse desde la pareja conformada por Vicente Quintreleo (guitarra y voz) y Sebastián Zasali (teclado y voz), quienes invitaron a Nahuel Puyaps (bajo), compañero de la facultad de Rocío Tirita (voz y Güiro). Pronto llegó la sugerencia para ella y conformaron, lo que la banda llama llama, la Unidad Básica, quienes estuvieron desde el inicio, toman las decisiones, escriben y producen las canciones. Después se sumaron Carolina Piccarreta (Octapad), Lautaro Pane (timbaletas) y Nicolás Gabioud (trompeta).

En el escritorio del departamento de Nahue está el primer disco lanzado en 2017, Las yeguas del apocalipsis. En ese trabajo participaron varios artistas, como Susy Shock, Kumbia Queers y Chocolate Remix, que hicieron posible un álbum que invita a bailar, sudar, pensar y resistir. Mientras Nahuel le ceba un mate a Vicente y explica el motivo del nombre: “Toma de referencia al movimiento chileno de Pedro Lemebel y Francisco Casas. Nos gustan sus ideas. Ellos armaban una instalación pública contestataria a la dictadura pero, también, a los movimientos de izquierda y su machismo. Nos encantó sumarnos a ese linaje de crítica. El hecho de que Las yeguas del apocalipsis salga después de que se termine el kirchnerismo, para nosotros era muy significativo. “La yegua” fue el insulto a Cristina por excelencia y el Apocalipsis es el macrismo, ya lo supimos y lo vivimos. Un fin del mundo en donde nos sentimos alojadas.”

El nombre de la banda, Sudor Marika, genera tensión en muchos ámbitos pero eso no lxs frena a la hora de intervenir en nuevos ámbitos y públicos. Si bien al principio les aterraba estar ante 300 personas, y por ello decidieron hacer sus propias fiestas, hoy el Teatro Mandril les queda chico. “Hacer una fiesta también es una forma de resistir, es generar espacios de encuentro, donde las ideas se intercambian y donde empezamos a pensar otros sueños”, agregó Vicente. La banda, desde 2017, intenta poner en circulación y celebrar el encuentro entre bandas amigas del under. Además, junto a Kumbia Queers, llevan adelante la fiesta KQMbiaMarika, que gira a lo largo del país.

“De alguna manera, el arte estaba en manos de los machos, como las bandas de rock. Las producciones son machistas. Las escuchemos o no era lo único que circulaba. Todos esos discursos fueron cuestionados por la ola verde de manera masiva y justo nosotras estábamos haciendo cumbia con lo que teníamos ganas de decir”, expresó Nahuel con entusiasmo. En su ManiFiesta rosa –que acompañó al segundo disco de la banda, Populismo rosa– cuentan la anécdota de cómo un varón cis heterosexual, antes del lanzamiento de su primer disco, les pregunta vía comentario de Facebook con ánimos de no obtener una respuesta: -“¿Qué es esto? ¿Qué es esta mierda de Sudor Marika?”

El apocalipsis no solo es un concepto, sino que los atraviesa en todos los sentidos, es por ello que hoy su reconocida fiesta lo lleva como nombre: «La apocalíptica». Y no es una casualidad. Es un guiño al primer álbum. “Dentro de ese mismo apocalipsis, tuvimos actividad y acción. Es decir, como galopando al igual que las yeguas, sobre el fuego y haciendo resistencia a este macrismo nefasto, en todos los lugares donde nos lo permitía”, dijo Vicente, guitarrista y voz de la banda.

“¿Qué es eso que tanto molesta? Eso que provoca el odio visceral, la respuesta reactiva, el deseo de extinción. ¿Será acaso lo mismo que suscita ese desborde gozoso que palpita en las fiestas? Un derroche irreverente que jamás pide permiso. Puro despilfarro, berreta y popular”, enuncia la ManiFiesta rosa. Sobre el contexto de las fiestas, Nahuel planteó: Para nosotros lo más interesante de participar es lo disruptivo de estar en una bailanta donde no nos imaginábamos la tensión que se produce ahí.” El inicio –cuentan- no fue fácil.

“Los boliches cuentan con patovicas que son un horror siempre, por más que les den una charla antes, son un desastre”, cuenta Sebastián Zasali.

Desde fines de 2018, Sudor Marika es parte también de “La mágica”, fiesta emblema de la movida tropical local, junto a conjuntos reconocidos como Damas Gratis, Sonora Master y Los Gedes. “Hace tres años, la fiesta no nos sumaba ni en una fecha” contó Vicente y Nahuel agregó: “Ahora estamos evaluando ir, por todo lo que implica la mezcla de nuestro público con el que está habituado a ir a ‘La mágica’. Tenemos que evaluar esa convivencia.”

Militar desde sus canciones las luchas de la comunidad LGTBIQ+ no es menor a la hora de presentarse en festivales más grandes, cuyo público no es exclusivamente el mismo al que apunta la banda. Nahuel, convencido de su militancia, relató: Me parece interesante contaminar todos los espacios, que Sudor Marika no sea una banda que solo toca donde todos nos sentimos resguardados, aunque son espacios a los que queremos porque los construimos nosotros.” Aún así, no todos son “amigables” y es por ello que todavía hoy eligen lugares como Teatro Mandril: “Los boliches tienen características de seguridad obligadas, cuentan con patovicas que son un horror siempre, por más que les den una charla antes, son un desastre”, contó Sebastián. En estos espacios, la heteronormatividad y el binarismo son la única regla a seguir y eso es lo que la banda quiere romper para que los encuentros sean más libres. Sebastián completó su relato: “Los baños son violentos” y Nahuel agregó: “Pueden ir a sacar a una lesbiana de un baño pensando que es un varón. La misma violencia que están acostumbrados a ejercer pero redoblada porque no entienden qué es ese ser que está ahí.”

Para Vicente, “venimos haciendo un laburo en estos cuatro años que está dando sus frutos, como estar en espacios de militancia y las fiestas”. Tal como lo indica la ManiFiesta rosa: “La cumbia puede ser la fuerza de una pueblada por venir” esto se comprueba con la gran recepción que tuvieron sus dos discos.

En sus próximos proyectos se encuentra el lanzamiento, a mediados de noviembre, de un videoclip filmado en Avellaneda, a diferencia de los anteriores que fueron grabados en Dock Sud, donde son oriundos Vicente y Sebastián. “También, vamos a contar con la ayuda del Municipio en la logística y la producción”, contaba Vicente muy motivado. Este rodaje estuvo acompañado por una acción social: una olla popular. La banda almorzó con familias de Zona Sur e hizo del rodaje un pueblo y del pueblo una fiesta.

Desde la campaña #Macriyafue, Sudor Marika es motivo de encuentro entre padres e hijos. Hoy son escuchados tanto por adolescentes como por adultos mayores y es una de las bandas más buscadas en las plataformas de música online. “Cuando leo notas o escucho gente opinando acerca del Si vos querés, se entiende que recuperamos la felicidad, salimos a la calle y nos encontramos con otros. Nosotras estuvimos cuatro años armando un encuentro, nuestras fiestas, donde también resistimos contra la tristeza, la resignación y el aplastamiento. No estuvimos detrás de una pantalla sufriendo porque el mundo se venía abajo, sino que intervinimos sobre la realidad, juntándonos y reuniéndonos. En nuestros recitales, siempre hay un clima de marcha. Entre tema y tema, la gente canta canciones porque nuestras consignas generan eso: un ida y vuelta con las personas que vinieron a vernos y siempre armaron de la fiesta una marcha y de la marcha una fiesta”. Tal como relata Nahuel, “nos llegan mensajes contándonos que antes las madres no dejaban a los pibes ir a un lugar donde toquemos nosotros, pero ahora ellas también lo bailan”. Con motivo del Si vos querés, la banda fue invitada a diversas localidades alrededor de la provincia de Buenos Aires pero cuando comenzaron a tocar sus temas de Las yeguas del apocalipsis y Populismo rosa recordó Sebastián que “hubo reacción de incomodidad en el público”. Nahuel explicó: “Las disidencias y feministas siempre nos han llamado. A veces hacemos un chiste con la imagen del caballo de Troya y lo cambiamos por la yegua de Troya. Pero en las organizaciones políticas tradicionales, el feminismo hasta hace poco era la sala de atrás, un cuartito o una comisión. Al tomar las calles, son las pibas las que proponen que vayamos, pero los chongos de las organizaciones no tienen muy en claro quiénes somos. Es interesante esa cuestión disruptiva”.

 

“Bullrich se parece cada vez más a un personaje de Capusotto”

“Bullrich se parece cada vez más a un personaje de Capusotto”

«Cuando a Bullrich le preguntaron si leyó mi libro, se le transformó la cara y huyó», cuenta Ragendorfer.

Nació el 30 de julio de 1957 en Bolivia, pero viaja con pasaporte de la Comunidad Europea. Se hizo periodista en México, pero está radicado en Argentina desde hace años. Y, como expresa en su cuenta de Twitter -que utiliza asiduamente-, el nacionalismo no es su fuerte. Confiesa no darse vuelta en la calle si gritan “Ricardo”, aunque se reconoce en su apodo, “Patán”: “Es un sobrenombre que arrastro del secundario, por mi forma de reírme. Nunca me lo pude sacar de encima y ya se convirtió en mi piel. Si me dicen ‘Patán’, soy yo”, cuenta Ragendorfer, entre risas.

En los primeros días de septiembre, el periodista especializado en temáticas policiales y escritor de La Bonaerense, Los doblados y la novela La maldición de Salsipuedes -entre otros- lanzó su última investigación periodística: Patricia. De la lucha armada a la Seguridad. El libro recorre -como así lo sugiere la bajada del título- los años políticos de Patricia Bullrich, desde su ingreso a la militancia en Montoneros hasta su actualidad como ministra de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri. Pero, lejos de ser solo una biografía -no autorizada-, la historia recorre también distintos sucesos de la historia argentina que, además de contextualizar la vida de la funcionaria, construyen un clima de época.

Siendo un referente del periodismo policial, Ragendorfer no tiene pelos en la lengua para criticar no sólo el accionar de Bullrich, sino también las políticas de seguridad del gobierno actual y el accionar de las fuerzas de seguridad en general.

¿Cómo fue que se le ocurrió escribir sobre Patricia Bullrich?

Confieso que no fue una iniciativa mía sino que fue una propuesta editorial. Al principio, no sentí demasiado entusiasmo por escribir un libro sobre ella porque me resultaba farragoso tener que dedicarle algunos meses de mi vida a esa mujer. Pero, después, sentí entusiasmo porque, de algún modo, escribir sobre su zigzagueante trayectoria me permitía también explorar, desde la perspectiva de su existencia y desde los lugares que atravesó, no menos de 45 años de historia argentina, por un lado; y también, me permitía hacer lo que la industria editorial llama un “libro urgente” y explorar sobre hechos que estaban sucediendo mientras los escribía: concretamente, el aspecto más extremo y más criminal del macrismo. Y eso me pareció una aventura periodística que merecía ser vivida.

¿Cuándo fue que comenzó a escribir el libro?

Toda la investigación y la escritura me habrá llevado seis meses. Pero, en realidad, tal vez se pueda considerar como el origen de este libro las primeras notas que escribí sobre Bullrich ni bien empezó su gestión. Mi especialización dentro del periodismo, que es el policial con una inclinación hacia las políticas oficiales al respecto, incluye también la criminalidad de las fuerzas de seguridad. De algún modo, ese libro fue empezado a escribir, aunque yo no lo sabía todavía, a comienzos del 2016.

¿Cómo llevó a cabo la investigación?

Por empezar, esta era la primera vez que hacía una biografía; pero mi idea no era volcar toda una serie de hechos y circunstancias sobre una línea de tiempo, sino explorar determinados aspectos que van más allá de eso. En consecuencia, traté -inconscientemente, no me lo propuse- de que fuese un libro cuya perspectiva superase al personaje que los inspiraba. Porque el personaje, pese a la gravitación que tiene en el presente, tal vez en unos meses sea olvidado. Entonces, ante esa fatalidad, de algún modo traté de escribir algo que se pueda leer en un futuro no tan cercano y que siga teniendo gravitación: un texto que sea una referencia sobre el pasado de este país y sobre el presente.

¿A qué documentos y fuentes recurrió para la investigación?

La investigación en sí incluyó no solo pruebas documentales, archivos periodísticos, documentos políticos, documentos y materiales históricos -porque también abarco determinados aspectos del siglo XIX que tienen que ver con los Bullrich, los Pueyrredón, los Luro y con la historia del país-; sino también incluye toda una serie de testimonios de gente que estuvo muy cerca de ella en todas las épocas que yo describo. Además de tener un conocimiento directo de ciertos hechos y circunstancias que tienen que ver fundamentalmente en los detalles de su vida durante la década de 1970, en los cuales frecuentábamos casi la misma gente.

¿Cuáles fueron las hipótesis con las que se acercó a la vida de Patricia Bullrich?

Más que hipótesis yo me hacía preguntas. Desde luego, el rasgo más sobresaliente de su personalidad es su constante zigzagueo alrededor del arco político e ideológico. Pero ese es un hecho que ya se conocía, no es un hecho por revelar. En consecuencia, lo que a mí me interesaba era explorar el trasfondo de esos cambios y sus bordes más extremos para tratar de responder a esas preguntas: ¿Se trata de una persona que con notable frecuencia -más notable que el resto de los ciudadanos- cambia de formas de pensar, de formas de ver el mundo? ¿O siempre fue la misma? Y creo que sí, siempre fue la misma, en el sentido de que en cada una de las escalas de su viaje, ella siempre tuvo los mismos patrones de conducta: el alpinismo político y la acumulación de poder, siempre ocupando el lugar de ladera del ganador de turno.

Durante la investigación, al adentrarse en la vida de Patricia Bullrich y los sucesos y épocas que estudió, ¿qué fue lo que más lo sorprendió o le llamó la atención?

Varias cosas. Tal vez, lo que más me sorprendió fue un hecho muy particular: durante el secuestro de los Born -que fue una operación de la Columna Norte dirigida por su cuñado, (Rodolfo) Galimberti, y en donde ella realiza una tarea de inteligencia previa-; pierde la vida el chofer de los Born por una ráfaga de ametralladora que también acaba con la vida del que estaba al lado, que era un tipo que no tenía que estar ahí. Recién a la noche salta públicamente que se trataba de un gerente de Molinos Río de la Plata, una de las empresas del holding, llamado Alberto Bosch. Y no sé por qué me llamó la curiosidad este pobre desgraciado, pero comienzo a cruzar su apellido con los árboles genealógicos de su familia, y resulta que era el tío de Patricia. Fue un hecho que a mí me impresionó mucho y que estuvo oculto durante 45 años. Otra de las cosas que me sorprendieron fue que gran parte de la relación que hubo entre Galimberti -y por añadidura con Patricia, que era una especie de garrote de Galimberti-, a partir de los años 1974 y1975, y la Conducción Nacional, su ruptura en 1979 y el posterior acercamiento durante la época de Alfonsín, tenía de trasfondo la guita de ese secuestro. El tipo estaba obsesionado con esa guita y Patricia, estando al tanto, lo acompañó, lo secundó y lo sirvió todo lo que pudo. Me impresionó que, en realidad, las diferencias políticas que tenía Galimberti con la Conducción Nacional y las críticas que podía hacer acerca del militarismo no fueran por motivos genuinos y honestos, sino por el tema de la guita. Y después, desde luego, también es impresionante el acercamiento, en la década del 1980, hacia sectores carapintadas y hacia determinados represores. Galimberti estaba con pedido de captura y en la clandestinidad porque Alfonsín había hecho, por un lado, el Juicio a las Juntas, y por el otro había pedido el procesamiento de las cúpulas guerrilleras; la teoría de los dos demonios en estado puro. Éstos, en respuesta, hacen lo que se podría llamar -que no se me ocurrió en el momento del libro, se me ocurrió después- la teoría de los ángeles caídos, donde ponen en un mismo plano de inocencia penal a los represores y a los guerrilleros, lo cual es una locura. Galimberti y Patricia comienzan a ranchear con esa gente. Entonces no es raro que ahora haga las cosas que hace, diga las cosas que dice. Incluso viene a mi memoria un programa de Mirtha Legrand donde estaba ella, hace un par de años, en el cual dice “bueno, los demonios no eran tan demonios”.

En el libro hace mención a miradas de reojo o de sospecha desde los compañeros a Patricia. ¿Por qué agrega esos momentos?

Carlos Menem, que fue uno de los ganadores a los que ella se acercó y después se alejó, decía de ella que era de esas personas que le muerden la mano a quien le da de comer. En consecuencia, había una sensación de desconfianza bastante grande hacia ella. Es por eso también que, como toda conversa, asume las tareas de los nuevos espacios que ocupa con un grado de resolución, con un grado de obediencia y una sobreactuación propia de los conversos. En ese sentido, todo converso es una persona a la cual hay que mirar de reojo. Además, era una persona a la cual, en determinados momentos, se le veían los hilos; y en esos momentos se la miraba de reojo. Por ejemplo, a mí me llamaba mucho la atención -yo soy muy de observar la gestualidad de los personajes- esa expresión de solemnidad casi caricaturesca que asume en determinados actos particularmente litúrgicos. Por ejemplo, cuando era pendeja y ve por televisión a Francisco Franco condecorando a Isabel Perón, cuando escucha un discurso de Fidel Castro en Cuba, y en otros momentos así. En esos momentos hay miradas de reojo.

¿Cómo cree que los comienzos militantes de Patricia Bullrich se ven en lo que es hoy como personaje político?

Se trata de una persona que nunca cambió, entre ese momento y el actual existe la misma pulsión que es el poder. Desde luego, si vemos ese viraje desprovisto de todo una serie de circunstancias políticas, personales y hasta psicológicas, parece la travesía de una persona que no está en sus cabales. Pero es un producto de su época. Hay una anécdota que yo vi personalmente, cuando se presentó como candidata a Jefa de Gobierno: yo estaba desayunando en el Tortoni y ella entró a hacer campaña solo acompañada por algún asesor o asistente -se ve que no tenía un mango para hacer campaña-; y de pronto se detiene en la mesa de al lado mío donde había un señor mayor muy bien trajeado, leyendo el diario La Nación, y el tipo la mira y le dice: “Discúlpeme, señora, ¿no le da vergüenza ir de mesa en mesa ponderándose a sí misma?” Y la mina no supo qué contestarle.

Bullrich es una de las figuras que todavía se mantienen junto al presidente, incluso cuando está en un declive político que parece insalvable. ¿Cómo lee esa permanencia junto a Macri, teniendo en cuenta su ir y venir político?

En la época de De la Rúa, que también fue un gobierno que empezó a caerse a pedazos, ella mantuvo esa fidelidad hasta que, siendo ministra de Trabajo, De la Rúa se ve en la obligación de negociar con la CGT; entonces se convierte en fusible. La saca del Ministerio de Trabajo y le da una especie de consulado de cabotaje que no tenía ninguna gravitación, y ella no se la banca y se va. Renuncia, tal vez, olfateando el fin inminente del asunto que, de todas maneras, la arrastró al ostracismo durante algunos años y la confinó en ese espacio de la derecha del cual no puede salir. Por otro lado, es posible que eso le suceda también en la actualidad, por toda esa sobreactuación que continúa articulando, por ejemplo, con la resolución para pedir documento en los trenes. No tiene ninguna necesidad. Pero la impunidad inyecta a sus actores de negación ante la realidad, y la energía que sigue poniendo en su tarea es la energía de quien está seguro de que dentro de 10 años va a seguir en el mismo lugar. Es algo que se va a recordar como una perlita más de una persona que cada vez más se parece a un personaje de Capusotto.

¿El libro tuvo alguna repercusión de ella o de algún allegado?

Por un lado sé que lo leyó, y me da la impresión de que la actitud que decidió tomar es silencio absoluto. Pero en YouTube colgaron un video del acto en Barrancas de Belgrano, en el cual ella está rodeada de un montón de personas, algunos de ellos periodistas, en un clima de algarabía, de fiesta y de triunfalismo. Y de pronto alguien le pregunta: “¿Leyó el libro de Ragendorfer?” Y en ese momento se le transfigura la cara y huye. A mí me da mucho placer que la sola mención de mi nombre haya hecho que se dé a la fuga.

El libro menciona los objetivos de la política de seguridad macrista: el control del espacio público y el disciplinamiento social. ¿Esto supone, también, un sentimiento de impunidad para la Policía?

Si en algo se caracterizó esta gestión es en un su defensa y su confianza a ultranza en las fuerzas de seguridad, alentando determinadas barbaridades que son de dominio público. Esa actitud resalta, otra vez más, por su sobreactuación, pero no es diferente a determinados pactos que hicieron otros gobiernos con las fuerzas de seguridad. Esta es la versión extrema del viejo pacto que consiste en negociar demagogia punitiva a cambio de vista gorda con los negocios sucios de los uniformados. Lo cierto es que eso deriva en el autogobierno policial en estado puro, que es fruto de la autofinanciación policial a través de las cajas delictivas. O sea, la policía gerencia el delito mientras sobreactúe o cause en la población una ilusión de orden a través de su presencia en las calles y a través de persecuciones visibles como a trapitos, niños indigentes y manteros.

¿Considera que el poner en el centro de la escena casos de represión y gatillo fácil como ideales del accionar policial fue una estrategia política fallida?

Sí, porque eso ha sido una cosa bastante perversa, no solamente hacia las víctimas sino hacia los victimarios que eran incentivados a matar no ofreciéndoles ningún paraguas legal para eso. Entonces, los tipos se sentían impunes, mataban a uno y terminaban presos. Terminan presos. Pero lo que sucede también es que, a diferencia de todas la oleadas represivas que hubo desde mediados del siglo XX hasta la fecha en gobierno democráticos- donde se incentivaba tanto por motivos inherentes a la represión política, como por reacciones desesperadas de  gobiernos agónicos-; la represión macrista le da otra vuelta al asunto, convirtiendo la represión en una cuestión de marketing porque, lamentablemente, hay un vasto sector del padrón electoral que le gusta la represión..

En esto de la sobreactuación que menciona ¿también entraría la persecución al narcotráfico?

Sí. Patricia Bullrich desde el comienzo empezó a hablar de la guerra contra el narcotráfico en un país donde no existe el narcotráfico: existen ventas al menudeo, existe triangulación de cargamentos colombianos o mexicanos hacia otros países, cosas así; pero este no es un país productor ni es un país donde hay carteles. Ese es un problema que tiene: si le querés declarar la guerra a alguien tenés que tener, por lo menos, un enemigo enfrente. Pero, lo cierto es que eso también forma parte de la teatralización de la guerra al narcotráfico, forma parte de la subordinación de este gobierno y de las políticas de seguridad a la doctrina norteamericana de las “Nuevas Amenazas”, que es una versión aggiornada de la Doctrina de la Seguridad Nacional: se habla de amenazas asimétricas, que incluyen amenazas tan disímiles como el narcotráfico, el terrorismo, las protestas sociales y hasta -y no es un chiste mío- las catástrofes climáticas. En ese sentido, en un país donde no hay narcotráfico, donde no hay terrorismo, donde -salvo las inundaciones que no logra remediar Macri- no existen catástrofes climáticas, hay que inventar un enemigo interno. Y con esa concepción del enemigo interno tiene un poco que ver la campaña de Bullrich contra las comunidades mapuches en la Patagonia.

¿Esto se relaciona con la fijación de Bullrich con la figura de Julio Argentino Roca, que menciona en el libro?

Roca es una figura omnipresente en la historia del linaje familiar de ellos porque es un lazo entre los Bullrich y los Luro. Y, de algún modo, que casi un siglo y medio después de la Campaña del Desierto, ella haga una especie de remake es una circunstancia altamente simbólica. Pero lo que hicieron contra los mapuches no es sólo eso, sino es, para el gobierno de Macri, lo que para el gobierno de Isabel Perón fue el operativo Independencia en Tucumán: un laboratorio represivo.

¿Cómo cree que, a partir de diciembre, van a trabajar las fuerzas de seguridad con un nuevo gobierno?

Desde luego es un tema con el que el próximo gobierno va a tener que lidiar, porque es un problema con el cual todos los gobiernos tienen que lidiar, porque si estamos hablando de autogobierno policial estamos hablando de Estados dentro del Estado, ante los cuales las autoridades civiles tienen que negociar. Es un tema que en su momento el kirchnerismo no pudo solucionar, y que lo llevó a la desgracia a Eduardo Duhalde, siendo gobernador y siendo presidente. Desde luego quiero creer que el próximo gobierno viene con otra intención al respecto.

¿Qué transformaciones observa en el periodismo policial durante los años de Bullrich como ministra de Seguridad?

Una de las más notables, y que no es tanto fruto de este gobierno sino es una cuestión que ya se viene arrastrando desde hace mucho, es la irrupción de un subgénero dentro del género policial que gira en torno a la inseguridad. En ese sentido, en la mayoría de los medios, en vez de tener el contenido investigativo que tuvieron algunos cultores del género, o en vez de tener el contenido “amarillista” que tuvo el género -cosa que a mí, particularmente, me fascina, me parece lo más cercano que hay a la literatura-, el periodismo policial en los últimos años no se aboca ni a la información ni al sensacionalismo, sino a la construcción del miedo social. Esto termina reforzando y justificando el discurso del gobierno: si vos pasás por un noticiero la misma información sobre un remisero que asesinaron para afanarle el coche en Laferrere, en Barrio Norte van a pensar que las calles están tapizada de cadáveres. Y ahí se empieza a pedir la militarización de las calles.

¿Considera que la inseguridad es un tema central en la Argentina, más allá del discurso mediático?

Este país no es un país inseguro, tiene estándares normales de delito. No es lindo que te afanen, no es una experiencia agradable, pero tampoco es un país que tenga demasiados homicidios. Es un país que tiene, te digo exactamente 5,6 homicidios por cada 100 mil habitantes, es una estadística baja, tal vez una de las más bajas de Latinoamérica, solamente superior a la de Uruguay. Pero lo curioso es que, del 100%, solamente el 20% es en ocasión de robo, o sea solamente el 20% son fruto de la llamada inseguridad, que en realidad tendría que llamarse violencia urbana. La inseguridad es violencia urbana, porque cuando hablás de inseguridad, ¿qué inseguridad? ¿Inseguridad social, inseguridad impositiva, etc? Es violencia urbana. Pero, entonces, el 80% son crímenes entre personas que se conocían previamente: crímenes de género, crímenes intrafamiliares, intravecinales, entre personas que se pelean por temas de tránsito, etc. El 80% de los homicidas no son personas que pertenecen o que tienen educación dentro del mundo del delito, sino que pertenecen a la parte “sana” de la población.

¿Qué considera que es lo más importante al momento de escribir?

Para mí, lo fundamental -y eso no es una cosa que uno se impone sino es algo que a uno le sale-, una de las cosas fundamentales del periodismo, de cualquier manifestación expresiva, es el encuadre. Si hay algo que me gusta de determinados periodistas, determinados escritores, cineastas o pintores, es el encuadre. Y si hay algo que no me gusta de ellos es también el encuadre. Porque todos encuadran. Y, en ese sentido, realzo la importancia de eso, porque cuando uno encuadra, en realidad está mostrando quién es. Porque no hay nada en el mundo que defina más a una persona que su forma de mirar

Malvinas, la memoria de los huesos

Malvinas, la memoria de los huesos

Luis Fondebrider, presidente del EAAF en Malvinas. Foto gentileza EAAF.

“El 12 de marzo de este año estábamos en el hotel, preparados para viajar a Malvinas al otro día. Dos familias estaban ahí; ellos no iban a buscar a los restos de sus familiares, pues las identificaciones no se habían hecho todavía. Pero para sorpresa de todos, esa misma noche tuve la fortuna de contarles que los habíamos encontrado. Viajaron sabiendo la ubicación exacta de sus seres queridos. En el camino preparamos unos papelitos con sus nombres, porque la placa no alcanzó a estar lista, y ellos mismos los pusieron con piedras sobre las tumbas. La distancia se había acortado”, relata Virginia Urquiza, coordinadora de la Unidad de Casos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Dedicado desde 1984 a recuperar cuerpos de desaparecidos y reestablecerles la identidad, primero en la Argentina y luego en otros 50 países, hace siete años que el EAAF comenzó con la identificación de más de un centenar de combatientes enterrados en el Cementerio de Darwin. Noventa han recuperado sus nombres y en sus sepulturas ya no se lee “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. “El recuerdo y la memoria son necesarios”, dice Virginia en la sede del EAAF, en la ex ESMA, donde recibió a ANCCOM.

¿Cómo se inició el trabajo de exhumación en Malvinas?

Fuimos convocados por la Cruz Roja, en el marco del Proyecto Plan Humanitario Malvinas. El Equipo trabaja hace muchos años en misiones internacionales y, dentro de la Argentina, es la única organización de su estilo (trabajando con desaparecidos y casos actuales). Somos muy rigurosos y hemos ido ganando prestigio. La Cruz Roja convocó a tres especialistas de Argentina, tres de gran Bretaña y otros tres de países neutrales, por lo que enseguida pusimos a disposición a nuestros compañeros, que fueron aprobados para ser partícipes de la iniciativa.

¿Cómo se manejó la relación con Gran Bretaña?

La comunicación con el Gobierno de Gran Bretaña fue realizada desde la Cancillería, que se puso en contacto hasta llegar a un acuerdo. El tema excedía la dimensión política y de soberanía, estábamos hablando de algo más grande: el derecho internacional humanitario, es decir, cumplir con los protocolos que demandan que toda persona que muere en un conflicto armado esté enterrada como corresponde, con su nombre y bajo los rituales que su familia o cultura dispongan. Eso permitió que los dos países se pudieran sentar a charlar. Cuando comenzamos a  trabajar con las muestras en 2012, no sabíamos si en algún momento íbamos a poder ir a Malvinas para cotejarlas. Y finalmente, en 2017, el Equipo arribó a las islas, después de años de negociaciones entre los dos países. El trabajo contrarreloj comenzó el primer día, pues una de las condiciones impuestas era que ningún cuerpo o resto podía permanecer fuera de su tumba por más de un día.

¿Cómo fue el trabajo de campo en el cementerio?

Fueron tres meses muy intensos, de junio hasta agosto. Se montó un laboratorio móvil en el cementerio de Darwin: un container con toda la maquinaria que la Cruz Roja puso a disposición. El trabajo diario consistía en abrir la sepultura, llevar los restos al laboratorio, tomar las muestras para hacer el análisis antropológico, determinando la edad, altura, lesiones. Muchas veces estudiar objetos personales. Se pudo comprobar que efectivamente los soldados estaban en cajones, aunque el paso del tiempo los deterioró. Parte de nuestro trabajo también consistió en darles cajones nuevos.

Visita de familiares y miembros del EAAF a Malvinas en 2018. Foto gentileza EAAF

¿Cuál es la relación del EAAF con los familiares de los ex combatientes?

Los familiares son nuestros jefes. Trabajamos cuando ellos quieren que lo hagamos y quieren tener la posibilidad de una respuesta y un resultado, aunque no sea de identificación, porque se dieron casos en donde los restos no estaban dentro del universo de muestras, es algo increíble. Las familias tienen la certeza de si está, o no. Es un momento muy especial porque la mayoría ha estado más de 35 años esperando. Nunca tuvieron información oficial respecto al fallecimiento; se enteraron de lo sucedido por los testimonios de los que volvían. Tuvieron que reconstruir ellos mismos la historia y la posibilidad de tener una lápida con el nombre de su familiar hace la diferencia. Ya no tienen que adoptar cualquier cruz. El equipo ha identificado exitosamente a 112 de 122. Las dos últimas familias notificadas viajaron el último 13 de marzo y pudieron ponerle nombre a las tumbas de sus seres queridos.

¿Qué supone que una persona sea enterrada con su nombre?

En Malvinas se dio una situación de separación de un cuerpo y su identidad. El Estado argentino no identificó a sus muertos, el cuerpo se separó de su historia, de todo lo que esa persona era. Ahora las familias tienen un lugar donde pueden ver el nombre y apellido de los suyos, lo que no es menor. Esto les permite comenzar la etapa de despedida, el duelo. Volver al lugar donde la persona descansa es fundamental. Para el familiar, el nombre le devuelve la historia que se había perdido. Todo lo que esa persona fue antes de morir. La memoria es un derecho humano que merece ser respetado.

¿Qué queda por hacer en Malvinas?

Faltan diez identificaciones, pues hay algunas familias que han sido difíciles de encontrar. Hay una sepultura que fue mal nombrada, y nos dimos cuenta recientemente. Hay tres personas que se suman a las que deben identificarse. Esperamos que las familias se contacten con nosotros o con la Secretaría de Derechos Humanos. Además, también estamos esperando los resultados de las últimas muestras que tomamos. A medida que se va acotando, se va poniendo más difícil. Es un trabajo complejo pero esperamos que se pueda hacer pronto.

¿Cómo atraviesa Malvinas a la memoria colectiva?

Malvinas es un tema reciente en nuestra historia. Las consecuencias de la guerra se ven en el presente y cuando tuvimos que ir a entrevistar a las familias. El ejercicio de acompañarlos, de estar para ellos, supone cuestionarse muchas cosas propias. Más allá de que se intente separar la vida privada y la profesional, no se logra. Cuando viajás con las familias, cuando ves sus caras, cuando les das la noticia, hay algo que te atraviesa: como argentina, como mujer que recuerda la guerra, como humana. Se genera empatía con las personas que tenés enfrente. La dictadura operó ocultando y escondiendo. Solo hay que mirar cómo volvieron los ex combatientes; silenciados, en la mitad de la noche. No fuimos a vivarlos a ninguna plaza. Recuperar todo esto, volver a mencionarlos, darles nombre, recordarlos, y todo este trabajo, permite empezar a poner en valor ciertos hechos históricos. Esto sucedió, ¿qué nos queda? Hacer lo que podamos para repararlo. La incertidumbre no es justa para ningún ser humano.

Foto gentileza EAAF

“Los docentes tenemos que ser anacrónicos”

“Los docentes tenemos que ser anacrónicos”

«Yo no planteo un ludismo bobo. No es que hay que destruir la máquina. Lo que hay que reivindicar es la capacidad crítica.» 

En el amplio salón de profesores del Colegio Nacional de Buenos Aires, bajo luces tenues, un hombre anfibio habla sobre el oficio del docente en un mundo hiperconectado y la necesidad de recuperar la escala humana de la enseñanza en las aulas.

Federico Lorenz es profesor de historia, investigador, autor y ex-director del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Y es en las páginas de Elogio de la docencia, publicada en marzo de este año, que toda esa experiencia anfibia confluye.

Para los que todavía no pudieron leer Elogio de la docencia, ¿cuál sería la premisa fundamental del libro?

El libro es, antes que nada, una reivindicación del oficio docente: una tarea artesanal, que tiene que ver con construir y preservar espacios de intercambios entre las generaciones a partir de una noción que es la ‘escala humana’. Es decir, la capacidad que nosotros tenemos para modificar históricamente las situaciones en las que vivimos.

En el libro surge el tema de la hiperconectividad, la desjerarquización de la información, el presentismo y la instrumentalización que se aplica en la educación. En este contexto, ¿cómo ves las políticas gubernamentales de introducir las nuevas tecnologías en las aulas?

La tecnología no es un enemigo per se. Al contrario. Hoy, las mitad de mis alumnos leen los materiales en sus teléfonos. Yo no planteo un ludismo bobo. No es que hay que destruir la máquina. Lo que hay que reivindicar es la capacidad crítica. La posibilidad de tener un acceso mucho mayor a contenidos, a información, tiene que ir de la mano de la capacidad y el deseo de interpelarlos críticamente. Eso ninguna tecnología te lo resuelve. Eso tiene que ver con las habilidades que vos estimules en la formación. La tecnología sola no es nada. Ni siquiera es un paliativo, y ahí entramos en lo que para mí son los grandes adversarios del conocimiento crítico: el presentismo y la cuestión de la posverdad. Los docentes tenemos que ser anacrónicos, en el sentido de decir que hay otra escala temporal para los procesos de intercambio y de enseñanza-aprendizaje. Cuando las nuevas tecnologías están montadas en este clima presentista y de hiperconectividad, son un problema. Ahora, también es cierto que hacerle referencia a los chicos en una clase a una película y que, al segundo, alguien la encuentre en el teléfono y podamos ver el fragmento, eso potencia el trabajo. Pero está en un contexto de trabajo que es de construcción. La cuestión es la instrumentalidad de las herramientas, la política que hay detrás de ellas, no las herramientas como tales.

Con el problema que representan la posverdad, el presentismo y la desjerarquización de la información, ¿qué herramientas serán necesarias para romper con ellas en la enseñanza de la historia reciente?

La enseñanza de la historia reciente tiene la ventaja de que es muy difícil que no se genere una discusión sobre el tópico de historia reciente en un colegio. Si no es con los chicos en un primer momento, es cuando los chicos comentan con los padres lo que dijiste en clase y traen después la controversia. Desde mi punto de vista de la disciplina, la historia reciente es formidable porque la cuestión de la perspectiva, de la subjetividad, del recorte temático que uno hace es explícito. De repente, la subjetividad es mucho más difícil de ver cuando trabajás las sociedades hidráulicas. Pero cuando estás trabajando con la última dictadura militar en la Argentina o con el peronismo, es muy difícil que la subjetividad no aparezca en un sentido o en otro. Eso es muy bueno porque mostrás los límites de la construcción del conocimiento histórico y las potencialidades. El trabajo ahí es ser muy explícito y muy honesto intelectualmente, en términos de plantear desde dónde uno está hablando. Trabajar con los chicos sobre el 2001, por ejemplo, es algo muy lejano, pero para mí es un acontecimiento más dentro de varios. O ahora, que hay inflación, para mis alumnos es la primera vez, pero para los que nos acercamos a los cincuenta es la tercera o cuarta. Trabajar sobre la acumulación, la experiencia histórica, permite instalar nociones que en otros tal vez son más planas. Pero claro, te devuelve a la cuestión de la politicidad del conocimiento histórico y los usos públicos del pasado, por ponerlo en términos más rimbombantes o menos conflictivos. Enseñar historia es hacer un uso público del pasado también. En distintos contextos eso puede estar mucho más o menos sesgado o condicionado por el Estado, y entonces también se problematiza eso.

«Cuando las nuevas tecnologías están montadas en este clima presentista y de hiperconectividad, son un problema».

Como historiador y como docente, ¿cómo trabajás a partir del concepto que rescatás en el libro de una ‘cultura vital’?

Partiendo del hecho de decirles a los estudiantes que el espacio que compartimos en el aula es parte de un proceso, de recuperar la noción de pensar históricamente. Puede parecer una obviedad, pero creo que eso es lo que hay que trabajar: que hay pasado, hay presente y hay futuro. Cuando trabajás siglo veinte, es evidente, por lo menos desde mi perspectiva, que tenés que trabajar desde la asunción de una gran cantidad de proyectos que fueron derrotados. Llamalos X de acuerdo al país del que estés hablando, pero claramente hay un modelo que ha vencido, adentro del cual estamos, pero eso no quiere decir que eso sea una cuestión definitiva. Reinstalar esa idea de la contingencia, por más que para los tiempos de una persona a lo mejor involucre la mayoría de su vida, es algo muy difícil. A veces lo que más cuesta, por ejemplo, cuando uno trabaja con los chicos, es trabajar sobre esta idea de que en la inmediata segunda posguerra, en los años sesenta y setenta, la posibilidad del cambio revolucionario, en sus distintas formas, era algo tangible. Esto es muy difícil de explicar hoy porque si hay algo que no es tangible es eso. Pero eso es histórico, no en un sentido nostálgico -lejos de mí eso-, sino en un sentido de que lo que pudo ser volverá a ser. No de la misma manera, obviamente, pero sí discutir ese tipo de cuestiones. El principal trabajo es no tomar lo dado por determinante, sino por condicionante. Y ahí está la cuestión de la vitalidad: saber que somos parte de un proceso histórico. Después cada uno elegirá, por supuesto. Uno no va a una clase a bajar línea. No es una escuela de formación de cuadros. Son escuelas públicas. Tenés que ser muy respetuoso también de la diversidad de posiciones de los chicos. Por eso vos tenés que ser muy explícito en la tuya, no en un sentido partidario, sino en un sentido de cuál es tu mirada sobre la historia. Reinstalar esa noción para mí es una pequeña victoria, pero es lo que puedo hacer.

En los últimos meses resurgió el debate por la educación sexual integral (ESI), que pone en tela de juicio el lugar del aula y el docente en la discusión con los jóvenes sobre la intimidad. ¿Cómo se encuadra la ESI dentro del marco de esta visión de la docencia con escala humana y la noción de enseñanza circular?

Además de profesor en la escuela media soy padre de adolescentes, con lo cual es una situación del cotidiano. A esto me refiero también con cambio de paradigmas, cambio de escenario. Requiere una flexibilidad enorme. Requiere del amparo institucional y de la ley. No hay otra manera. No te podés mandar sólo en esas cuestiones porque tienen que ver con la integridad y la intimidad de las personas. Creo que requiere muchísima exposición mutua. Hay que ser muy cuidadoso porque, otra vez, estás trabajando con menores. Tenés que respetar una cantidad de derechos, entre ellos el derecho a la educación sexual integral. Es un lugar muy desafiante para el que la mayoría, y me incluyo, no estamos completamente preparados, porque implica, no solamente formarte y actualizarte profesionalmente, sino deconstruirte personalmente. Es un ejercicio que no tiene que ver solamente con la práctica profesional, sino también con cómo te pensás como individuo. Yo decía que uno aprende de sus alumnos, y creo que en lo que más aprendí fue en esta cuestión. Tenés que preguntar, y tenés que estar muy atento para luego informarte y volver al aula preparado. Ahí es donde menos el Estado tiene que dejarte en banda.