¿Sequía o ecocidio?

¿Sequía o ecocidio?

Tres especialistas analizan el creciente fenómeno de las sequías bajo perspectivas que escapan al dominante enfoque de la merma de la renta agropecuaria: contaminación, desmontes, aumento global de la temperatura, lagunas que desaparecen, incendios, destrucción de ecosistemas. “Nuestra casa está en llamas”, advierten los activistas.

Las sequías fueron noticia en todo lo que va del año, aunque para muchos no sean noticia en un sentido más sustancial. Que siempre las hubo, dicen. Cuando los grandes portales de noticias hablan sobre ellas, lo que salta directamente a la vista es cómo la escasez de agua golpea a la producción agropecuaria, cómo amenaza al PBI, cómo parece ir a reducir las exportaciones y a desmoronar el rendimiento económico agrícola y ganadero.

Cuando el Estado habla sobre la sequía, cosa que estuvo haciendo, y mucho, anuncia respuestas: subsidios, beneficios crediticios y otras medidas para compensar la pérdida de ganancias que genera la falta de agua. Pero, parece, la falta de agua hace otras cosas, y tiene razones más profundas que el fenómeno de La Niña o el simple “siempre pasó”.

El fenómeno de La Niña nos antecede y es un fenómeno “natural, por así decirlo”. Eso el activista ambiental César Massi lo sabe muy bien. Pero “una cosa es una Niña hace un montón de años y otra cosa es la Niña ahora con un terreno mucho más degradado, con incendios, con desmonte, con otro tipo de temperatura, porque ahora la temperatura es claramente más elevada, el planeta se va calentando. Así que el efecto de la sequía obviamente se va magnificando”, explica.

En la misma línea, el sociólogo José Seoane aporta que “aunque aparentemente son fenómenos que tienen una historia anterior, hay una intensificación de ellos en un contexto de elevación de la temperatura global”. En términos prácticos, lo que nos está pasando parece ser idéntico a lo que dice la frase que repiten cada vez más activistas: “Nuestra casa está en llamas”.

En el norte de Santa Fe, como seguramente en muchas otras partes del país, las vacas se mueren bajo el sol, tiradas por el campo, de hambre o de sed, después de intentar beber lo que deja el goteo de los camiones que transportan agua limpia. Pérdida de ganado, le llaman. La vegetación se seca, la diversidad de la flora amenaza con desaparecer. “Los pastizales no alcanzan a cumplir su ciclo biológico”, alertan desde el INTA. Las lagunas El Palmar y El Cristal, reservorios de vida de animales y plantas, desaparecieron por completo, al igual que muchos otros cuerpos de agua en todas partes.

“En algunos casos es un daño que a veces no se revierte, porque las poblaciones de algunos peces son escasas, las de otros animales también. En los bajos submeridionales hay especies en extinción que dependen de lagunas que hoy están secas hace tres años”, advierte Massi.

Mientras tanto, en Corrientes ya ardieron miles de hectáreas por los incendios que comprometen a los Esteros del Iberá y la provincia está en situación de sequía extrema. Otro tanto pasa en Salta, donde los habitantes de Tartagal viven sin agua potable hace semanas, con temperaturas que muchas veces superan los 40 grados. La sequía golpea a casi todas las provincias del país mientras se multiplican los incendios forestales como el que consume al Parque Nacional Los Alerces. Y no es sólo acá, es en todo el mundo, porque el calentamiento global es precisamente eso: un fenómeno global que no tiene nada de natural ni de accidental.

¿Por qué hay sequía?

“La sequía que viven Argentina y otras partes de América Latina hoy se reproduce en las sequías dramáticas que atraviesan particularmente el cuerno del África, con una hambruna y una amenaza de la muerte de miles de personas, y con sequías similares que están aconteciendo en China. Es un fenómeno global que está vinculado al cambio climático, que justamente lo que supone es una elevación de la temperatura de la Tierra y la intensificación de los fenómenos meteorológicos”, explica Seoane.

El sociólogo recuerda que el “incremento sostenido de la temperatura mundial” que se intensificó en las últimas décadas tiene dos razones principales: “Una es la emisión de gases de efecto invernadero, particularmente el dióxido de carbono vinculado al uso de los combustibles fósiles, pero la otra es la destrucción de las selvas y los bosques nativos que son la forma natural que tiene el planeta para reatrapar este dióxido de carbono y transformarlo en oxígeno”.

A continuación, Seoane enumera una serie de datos que estuvo revisando previo a la conversación: “El propio Ministerio de Ambiente reconoce que entre 1998 y 2020 se deforestaron siete millones de hectáreas en la Argentina. Un informe reciente de la FAO ubica a la Argentina entre los países con mayor deforestación entre 1990 y 2015. Una ONG ambientalista refiere que en el noroeste argentino se han deforestado más de 110 mil hectáreas en 2021”, pasando por encima de la siempre ignorada Ley de Bosques.

Aunque ya suena a información repetida, la realidad detrás de estas estadísticas es menos abstracta de lo que podrían sonar un par de números: “La destrucción de los bosques y selvas nativos es una de las principales contribuciones al cambio climático”, resume Seoane. Estas son “las causas reales” de la destrucción que atestiguamos.

“La sequía puede ser circunstancial, a lo mejor el año que viene tenemos Niño y nos sobra el agua”, agrega Massi. “Pero la relación de nuestra forma de producir y consumir con lo que le pasa al planeta es total, sobre todo en América Latina”, donde la deforestación es una constante.

“Los bajos submeridionales han sido canalizados, tienen una red extensa de canales que hoy se están llevando la poca agua de napa que hay, por ejemplo, con una idea fantasiosa de poder duplicar la carga ganadera”, ilustra el activista para señalar la estrecha relación que existe entre nuestro modelo de consumo y la crisis climática. “Las sequías y las inundaciones son circunstanciales, pero la crisis climática está patente entre nosotros”, asegura.

Malena Blanco, cofundadora de Voicot, organización defensora de los animales, se refiere al papel protagónico que tiene el sistema de producción de alimentos en el cambio climático: “La sequía que está padeciendo gran parte de la Argentina está relacionada a la producción agrícola, a la forma en la que se produce en este planeta”.

Blanco explica, a grandes rasgos, que este modelo sacrifica la biodiversidad para dar paso a los “cultivos de soja que están destinados a alimentar al ganado”, con lo cual “se genera un avance hacia el calentamiento global y eso hace que estemos como estamos”. Para la activista, “las sequías están completamente relacionadas” con las mismas personas cuyas ganancias el Estado pretende proteger con sus “soluciones” y sus compensaciones económicas: los empresarios agrícolas y ganaderos.

La muerte de animales y de vegetación, el grave daño en la salud de un montón de comunidades que tienen que vivir los días más calurosos en los últimos tiempos muriendo de sed y el deterioro irreversible del lugar en el que todos vivimos son realidades que no agotan sus causas en la carencia de agua. Malena Blanco asegura que, aunque esta sequía no nos hubiera golpeado, nuestro problema, en lo sustancial, seguiría siendo el mismo: “El sistema está manejado por humanos que se creen por fuera de toda la naturaleza”.

Blanco ilustra su punto refiriéndose a los animales muertos por falta de agua: en este caso, “en vez de ser el cuchillo cortando la garganta, o el mazazo en la nuca, o el perno cautivo”, la razón de la muerte es la sed: “Los animales, en vez de morir en los mataderos, mueren de sed en el campo”.

“La mayor cantidad de los mamíferos de la Tierra son justamente animales de granja. La biodiversidad y los animales salvajes desaparecen al mismo ritmo al que crece la ganadería: mientras más humanos haya en la Tierra hay más repetición de este mismo sistema que ofrece este tipo de producción y este tipo de comida, este tipo de deseos”, evalúa Blanco.

La cofundadora de Voicot explica que “el sistema de producción necesita ser rápido y barato, y que “por eso se crían un montón de animales que son matados de una forma muy de fábrica, uno tras otro”, como “cosas desarmándose en un matadero” en el marco de una “cosificación total”. Para alimentar a esos animales sacrificados en masa, hace falta grano. “Y para cosechar ese grano, este sistema necesita espacio. Y para tener ese espacio, este sistema necesita talar. Y talan bosques, queman humedales, que son unos grandes colaboradores del equilibrio en el planeta Tierra, junto con los mares”, expone la activista, y concluye: “Los destruyen para plantar en su gran mayoría soja, en la Argentina el 80% de la soja está destinada a alimentar al ganado”.

«En algún momento tiene que caer la ficha de que esto es sistémico: va a llegar el tiempo en que no van a alcanzar los recursos para subsidiar a todo el mundo que pierda su producción por los efectos del clima», dice Massi.

El papel del Estado

Los anuncios de “medidas de alivio” de parte del Estado tienen el mismo espíritu que sus cantos al “desarrollo” y el “progreso”: la prioridad siguen siendo, entre otras cosas similares, el crecimiento del PBI, el volumen de las exportaciones y el cumplimiento de las metas del FMI. Es decir, el sostén y fortalecimiento del mismo modelo productivo.

“En el contexto de la crisis económica que padecemos se suele enarbolar, incluso por diferentes gobiernos de distintos signos, la salida extractivista como la gran solución a los problemas de la Argentina”, recuerda Seoane. “Y la salida extractivista no sólo no garantiza una mejora en el nivel de vida de la población, sino todo lo contrario: además es factor central del deterioro socioambiental”, completa antes de concluir que “sin duda hay que pensar las alternativas en otra dirección”.

Antecedentes y proyectos reales tenemos: “Las propias organizaciones que son numerosas e importantes, de la agricultura familiar, de lo que se llama hoy la economía popular, incluso de los técnicos y científicos que trabajan vinculados a estas problemáticas, de los campesinos, de los movimientos indígenas, todas estas organizaciones han planteado propuestas alternativas para construir un camino de salida frente a esta lógica extractivista”, ejemplifica el sociólogo.

Para él, la política “compensatoria” del Estado es necesaria para los pequeños productores, la economía familiar y la agricultura campesina, de muy bajos recursos. Sin embargo, se trata de “una respuesta parcial” y es necesario “avanzar en una normativa socioambiental efectiva que controle las causas que inciden sobre el cambio climático y la elevación de las temperaturas”.

Por su parte, Massi tampoco cree que la sequía “se pueda solucionar con parches, porque los daños de la crisis climática cada vez van a ser más evidentes y en algún momento tiene que caer la ficha de que esto es sistémico: en algún momento no van a alcanzar los recursos para subsidiar a todo el mundo que pierde su producción por los efectos del clima”.

En cambio, “lo que sí serviría es sentarse a discutir cuáles van a ser las condiciones de producción, cuál es el panorama climático a largo plazo, si es que se puede predecir, y empezar a buscar algunas soluciones como por ejemplo protegerse del viento, hacer cortinas, gestionar mejor el agua”, propone el ambientalista.

“Tenemos que ser consecuentes con ese mundo que queremos”, reflexiona, finalmente, Malena Blanco. “¿Yo estoy creando con mis acciones ese mundo?”, se cuestiona a modo de conclusión, no sin antes remarcar que la respuesta a esa pregunta tendrá que ser una construcción colectiva.

De granero a chiquero del mundo

De granero a chiquero del mundo

China. Fines de 2019. Surge un nuevo virus zoonótico extremadamente contagioso: el SARS-CoV-2. La principal hipótesis de la fuente de su transmisión se localiza en un mercado de la ciudad de Wuhan, donde miles de animales permanecen enjaulados en condiciones de hacinamiento. Las consecuencias sanitarias y económicas globales resultan devastadoras: hasta hoy, más de un millón de muertos y 47 millones de personas infectadas. 

Un año antes, también en China, se produjo un rebrote de la peste porcina africana entre los cerdos criados para la fabricación de alimentos. Para detenerlo, debieron sacrificarse entre 180 y 250 millones de chanchos y esto determinó una disminución del 30% de la producción del sector en el gigante asiático, el país con más consumo de carne porcina del mundo.

La rápida propagación del virus entre los animales y la preocupación por una eventual escasez, provocaron que el gobierno de Xi Jinping comenzara una búsqueda de nuevos mercados. La Argentina apareció como una de las primeras opciones debido a sus bajos costos de operación: la producción de un kilo de carne de cerdo en el país cuesta 0,80 dólares, frente a los dos dólares en China.

 

Detalles del acuerdo 

El 6 de julio pasado, la Cancillería argentina reconoció la posibilidad de realizar un memorándum de entendimiento con China, pero a partir de ese momento los detalles del acuerdo estuvieron signados por la confusión y el hermetismo. La información que se conoce habla de la instalación de 25 granjas productivas de aproximadamente 12.500 cerdas cada una, donde se estima que se producirán unas 900 mil toneladas de carne destinadas exclusivamente al país asiático durante los próximos cuatro años. También se anuncia que cada granja tendrá una planta integrada que incluirá el procesamiento de granos para la alimentación de los animales, la cría de los cerdos, el matadero y el envasado.

El memorándum se presenta en paralelo al marcado crecimiento de la producción porcina en la Argentina. Según la Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP), se quintuplicó en los últimos 18 años, pasando de 136 mil toneladas a 774 mil. Al mismo tiempo, el consumo interno de carne de cerdo fue récord en 2019: unos 15 kilos por habitante al año, más del doble per cápita que en 2007. 

La motivación central para impulsar el acuerdo con China es la rápida inyección de dólares que recibiría la Argentina en plena restricción externa. Se estima una inversión de 3.800 millones de dólares para los próximos 4 años, aportada por capitales chinos y nacionales. Un documento elaborado por Cancillería revela que posibilitará “un incremento del stock de madres de 300 mil cabezas en un plazo de cuatro años” y “la creación de 9.500 nuevos puestos de trabajo”. 

Sin embargo, la firma del tratado intranquiliza a los pequeños y medianos productores –que constituyen el 96 por ciento del sector–, por el peligro de una hiperconcentración del rubro. “Sería muy doloroso que las decisiones queden en manos de unos pocos y nuestro destino sea hipotecado”,  remarcó la Asociación de Pequeños y Medianos Productores de Porcinos de la Provincia de Buenos Aires (APROPORBA) en un comunicado.

Durante las últimas semanas, el acuerdo bilateral dio varios pasos hacia adelante y su concreción parece inminente. El 29 de octubre, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, firmó un convenio de cooperación con empresas chinas que permitirán la puesta en marcha en la provincia de tres megafactorías. El Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Solá ratificó una misión empresaria a la Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE2020) que tendrá lugar entre el 5 y el 10 de este mes en Shanghai. Al respecto, Solá declaró: «Desde que el presidente Alberto Fernández tomó el gobierno hay una determinación muy clara de estrechar la colaboración con el Gobierno de la República Popular China con quien mantenemos una misma visión sobre el mundo y que esperamos se dé en todos los planos”. 

El principal impulsor privado del memorándum es Biogénesis Bagó, una de las empresas de biotecnología más poderosas de América latina. En diálogo con ANCCOM, la periodista especialista en industria alimentaria Soledad Barruti advierte que la intervención de compañías como Biogénesis son “un paso más hacia la entrega absoluta al agronegocio”. Y los antecedentes de Solá demuestran una actitud favorable a este tipo de acuerdos: en 1996, como secretario de Agricultura de Carlos Menem, autorizó la siembra de semillas transgénicas en nuestro país, lo que derivó en una vertiginosa concentración de la propiedad y el uso de la tierra. 

 

¿Cómo es una granja industrial?

En las megafactorías, el maltrato a los cerdos es parte del proceso de producción. A cada uno se le asigna el menor espacio posible con el fin de que engorde rápidamente la mayor cantidad de kilos. Con frecuencia, el estrés causado por el hacinamiento desemboca en el canibalismo entre los animales. “Debido a que estas conductas dañan la carne que se espera vender, les sacan los colmillos y les cortan la cola. Todo sin anestesia”, explica Barruti y opina: “No hay forma de hacer granjas industriales de otra manera, la única es esta”.

La aglomeración, además, tiende a deprimir los sistemas inmunes de los animales. Por eso, son sometidos a aplicaciones de antibióticos y antivirales para prevenir enfermedades. Pero esta práctica genera mutaciones en los microorganismos, los cuales se fortalecen provocando nuevas infecciones. Se trata de un alto riesgo, ya que los virus zoonóticos pueden realizar un salto interespecie hacia los seres humanos: según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), una agencia dependiente del Departamento de Salud de los Estados Unidos, se calcula que tres de cada cuatro enfermedades infecciosas nuevas o emergentes en las personas provienen de animales. Esta situación, junto a los fenómenos migratorios globales, pueden desencadenar una veloz propagación de un virus de transmisión zoonótica a gran escala y, así, originar pandemias.

Las megafactorías son las responsables del 15 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, y de caldos de cultivo que contaminan miles de litros de agua y propician enfermedades en humanos. “Lo que está en juego también es la salud de las comunidades vecinas. No hay que pensar que no hay nada a cambio”, afirma el biólogo, filósofo e investigador del CONICET Guillermo Folguera

El secretario de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores, Jorge Neme, confirmó que al menos dos de las granjas industriales se ubicarán en Santiago del Estero. Ante este anuncio, Greenpeace advirtió que “la situación generará un crecimiento exponencial de la demanda de maíz y soja para alimentar los cerdos, provocando deforestación y desalojos de campesinos”. 

De firmarse el tratado, los especialistas en medio ambiente argumentan que las consecuencias negativas se harían sentir en múltiples dimensiones. Folguera sintetiza la situación: “Hay tres ejes principales: el primero es estar discutiendo algo con riesgo de zoonosis durante una zoonosis; en segundo lugar, avalar un proyecto que consume agua en lugares de sequía; y, por último, instalar un modelo productivo que genera mayor desigualdad social en el actual contexto de degradación social”.

 

Repudio masivo y prórroga 

En julio, tras el conocimiento público de algunas cláusulas del acuerdo, se abrió una fuerte discusión que contrapuso la necesidad económica del país con la sustentabilidad ambiental del proyecto. “Cancillería impulsó la propuesta en plena pandemia y a partir de ahí empezamos a movilizarnos”, explica Folguera desde las agrupaciones ecologistas.

Organizaciones como Jóvenes por el Clima y Voicot difundieron detalles del pacto y el tema se viralizó, lo que motivó la creación de un documento para juntar firmas. “Se nos fue de las manos. Nos desbordó. No pudimos contabilizarlas todas”. El contexto en el que se dio el debate fue clave para potenciar el repudio. “Me suena a burla que mientras yo me tengo que quedar en casa para cuidar a la comunidad, traigan chanchos que generan enfermedades”, subraya Folguera. El abogado ambientalista Enrique Viale coincide con él: “No damos más y ellos quieren instalar una fábrica de pandemias como si nada. La gente iba a reaccionar, hasta quien no es ecologista”.

Numerosas figuras del espectáculo se sumaron al rechazo. En octubre, bajo el lema “La muerte no es negocio”, 28 celebridades –entre ellas, Julieta Díaz, Nicolás Pauls, Nacha Guevara, Liz Solari, Fede Bal, Oriana Sabatini, Cande Tinelli, Julián Weich, Nicole Neumann, Catherine Fulop y Luis Novaresio– participaron de un video coproducido por la Unión Vegana Argentina (UVA) y Conciencia Solidaria, donde alertan sobre las consecuencias negativas del proyecto e invitan a firmar la petición “¡Paren el negocio con China para ser sus fabricantes de cerdos y nuevas pandemias!”, publicada en la página Change.org. Hasta ahora, han reunido unas 471 mil firmas.

El mismo Felipe Solá expresó su sorpresa ante la reacción popular: “El tema ha sensibilizado sobre todo a la juventud urbana interesada en las cuestiones ambientales y con una mirada muy urbana sobre cómo se produce en el sector agropecuario”, declaró. Viale opina: “Me sorprendió la sorpresa de los funcionarios ante la oposición a un acuerdo que propone instalar megafactorías de cerdos en medio de una pandemia que tiene origen en un virus zoonótico”. 

El reclamo tuvo repercusiones inmediatas: el acuerdo, ideado para firmarse en agosto, fue prorrogado hasta noviembre. Cancillería justificó la postergación con el objetivo de incluir una cláusula ambiental, lo cual reconocía que este aspecto no estaba dentro de las prioridades. “No tengo dudas de que la postergación tuvo que ver con la reacción popular”, afirma Viale. 

Los especialistas confían en la fuerza de la presión social. Incluso hay antecedentes de manifestaciones que han hecho retroceder políticas que descuidan el medioambiente. En su nuevo libro El colapso climático ya llegó, Viale y la socióloga Maristella Svampa relatan “la mayor pueblada socioambiental de la historia argentina”, acontecida en diciembre del 2019, cuando más de 80 mil personas se movilizaron en Mendoza en defensa del agua y contra la minería metalífera con uso de sustancias tóxicas. Ante el rechazo popular, el gobernador Rodolfo Suárez, de Juntos por el Cambio, debió dar marcha atrás y poner en vigencia nuevamente la Ley 7222 que había modificado para habilitar la actividad minera. Basándose en este antecedente, Viale es optimista: “Tengo fe, no es fácil. Hay una sociedad mucho más preparada para discutir el acuerdo con China”.

 

Un modelo de saqueo

Las experiencias similares en otros países han causado un impacto ambiental muy negativo: por ejemplo, los casos de Albacete en España, Chile y México, donde los informes de salud y contaminación resultados preocupantes. Según Folguera, la expansión de la fiebre porcina africana en países europeos como Alemania representa una gran advertencia: “No tengo ninguna duda de que esto significa empezar a jugar con un encendedor al lado de un tanque de nafta. Me impresiona que Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Brasil no pusieran el grito en el cielo con el proyecto argentino. Es muy peligroso regionalmente”.

Esto se explica tal vez porque el país asiático sistemáticamente ha establecido alianzas con varios países latinoamericanos para adquirir recursos alimentarios. La periodista Soledad Barruti sostiene: “En este momento, América latina es una extensión de China porque ese país no tiene tierra fértil ni aguas de donde pueda sacar todo su pescado”.  El debate, ligado a poderosos intereses geopolíticos, encuentra su eje en el histórico papel de nuestra región como productor de materias primas para las metrópolis. Enrique Viale señala: “China es una potencia mundial, que tiene miles de millones de personas y uno de los ejércitos más grandes del mundo. Firmar un acuerdo de este estilo puede generar una relación tensa con Estados Unidos. El tema es que después no se puede ir para atrás con China porque les estás garantizando su seguridad alimentaria”.

Hay que discutir de una vez los modelos productivos de América latina. “Esa historia de ser exportadores de naturaleza como si estuviese predestinada, y no una decisión geopolítica mundial que nos pone en ese lugar”, destaca Viale. Es inevitable pensar en la Argentina como “granero del mundo”, tal cual la representación que los grupos de poder le han atribuido desde fines del siglo XIX. Si bien la disolución del tratado sería un logro, los especialistas insisten en la necesidad de formular una crítica más profunda. “Nos queda debatir sobre los modelos de producción. Sobre nuestro rol en el mundo. Sobre lo que creemos que es la agricultura. Sobre qué modelo energético y qué relación con los distintos países del planeta tenemos”, enfatiza Viale y concluye: “Nuestra propia riqueza genera nuestra propia pobreza, que es una historia de saqueos y contaminación”.