Educación a distancia

Educación a distancia

“¿Qué tan lejos le queda la escuela a cada alumno de Argentina?”, se pregunta la Fundación Bunge y Born a partir del interrogante sobre cómo mejorar el acceso a las escuelas en las zonas rurales.

Esa entidad, en alianza con la Fundación Perez Companc, lleva adelante, desde hace años, distintas iniciativas para potenciar la educación rural argentina a través del Programa Sembrador, el cual busca fortalecer a las escuelas de zonas rurales de todo el país. Una de las propuestas de este programa fue la de elaborar el Mapa de accesibilidad a las escuelas argentinas, cuyo principal objetivo es poder dar cuenta de la distribución geoespacial de la oferta educativa en el país para analizar en detalle las características del acceso al sistema educativo.

Es una herramienta que abre el juego a pensar nuevas soluciones a viejos problemas. Esto quiere decir, mostrar las oportunidades de acceso a los establecimientos educativos de niños, niñas y adolescentes en su lugar de residencia. A partir del relevamiento de todas las unidades educativas y su ubicación en los más de 52.000 radios censales en los que se encuentra dividido el territorio argentino, se observó en detalle el tiempo que deben recorrer a pie los estudiantes para concurrir al establecimiento más cercano.

En este sentido, uno de los principales resultados que arrojó el estudio fue que, a nivel país, mientras un alumno que vive en el ámbito urbano debe caminar, en promedio, 10 minutos para acceder a una escuela primaria, y 12 minutos a un establecimiento secundario; en el ámbito rural, en promedio, un alumno debe caminar 87 minutos para llegar a una escuela primaria y 138 a una secundaria. Hablamos de una diferencia de más de una hora para acceder al nivel primario y de más de dos horas para el nivel secundario en el ámbito rural.

De allí se desprende, según los investigadores, la necesidad de conocer en profundidad la oferta educativa existente y analizar las causas relacionadas con el abandono escolar, especialmente en el nivel secundario en zonas rurales.

Clara Gonzales Chaves, psicopedagoga y analista de la Fundación Bunge y Born, precisó que “el mapa es parte de un proyecto más grande en contextos rurales”. Manifestó que el abandono escolar en el contexto rural se produce, especialmente, luego del primer año del secundario: “El 19.8% en la ruralidad versus el 2.3% en la urbanidad”. A partir de estos datos, según explicó Gonzales Chaves, una de las hipótesis del proyecto es que “los alumnos abandonan la escolaridad por la distancia que tienen hasta las escuelas”. Explica que la forma de traslado que tomaron para medir las distancias fue la caminata porque es la realidad más igualitaria y representativa de todos los alumnos.

La investigadora asegura que “la inversión de tiempo y de dinero es mucho más grande en contextos rurales que urbanos”. Agrega que hay una distancia del doble o triple en el acceso al nivel secundario con respecto al primario. Por otro lado, señala que en la primera instancia del proyecto fue la de “mapear el acceso a los establecimientos educativos pero, en una segunda instancia, necesitamos empezar a profundizar en las necesidades de cada zona específica donde, muchas veces, el abandono no tiene que ver con la distancia sino con incentivos educativos, condiciones económicas, transportes y el valor que se le da al aprendizaje en cada lugar”.

María Ofelia Ferreyra, directora y docente de una escuela primaria en Villaguay, municipio de la provincia de Entre Ríos, se pregunta por el incentivo y el lugar que les dan los propios docentes a sus alumnos para que ellos puedan y quieran acceder a la escuela: “¿Qué estamos haciendo nosotros, como docentes, para que los alumnos lleguen a la escuela?”, manifestó. La docente rural cree que las condiciones de accesibilidad no son favorables y propicias para impulsar a los chicos a no abandonar su escolaridad, pero también hace énfasis en la falta de compromiso de algunos docentes en la educación de sus alumnos: la ausencia a clase sin previo aviso y el maltrato escolar son dos de las razones que, según Ferreyra, no ayudan a que los alumnos puedan continuar con sus estudios.

Ella contó la experiencia en la escuela rural a través del relato detallado del recorrido que debe hacer todos los días uno de sus alumnos para poder acceder al colegio secundario más cercano: “Leonardo tiene 11 años, vive a 20 kilómetros de la estancia Rancho Grande, donde queda el colegio. Se levanta a las 3 o 4 de la mañana, toma su caballo y cabalga tres kilómetros por camino de tierra (cuando no está embarrado por la lluvia y se puede transitar) hasta la parada de la Traffic que está justo en frente de su ex escuela primaria, amarra su caballo y espera la Traffic”.

La camioneta debe recorrer, luego de la parada de Leonardo, otras estancias en busca de otros niños y niñas que viven a 20 kilómetros de distancia de Leonardo. En total, entre todas las paradas, él viaja 80 km para llegar a su colegio secundario, al que ingresa a las 8 de la mañana. Es decir, este alumno tiene su primera clase del día, si es que su profesor no faltó, con varias horas de viaje encima.

“¿Cuál es la motivación de ellos para ir a la escuela?”, cuestiona Ferreyra al describir la odisea que significa para sus alumnos acceder al establecimiento de nivel medio. Con la pandemia esta situación se agravó aún más ya que el transporte público tiene capacidad reducida, por lo que la posibilidad de trasladarse se ve aún más limitada, los alumnos deben turnarse para asistir a clase.

La labor de un docente rural va mucho más allá de lo educativo, las escuelas funcionan como una red de contención para las familias, cuentan con un servicio interdisciplinario que da respuesta a las demandas de salud, económicas, sociales y psicológicas de los alumnos. Los docentes tienen el compromiso de especializarse en áreas y temáticas que exceden lo netamente pedagógico.

Carlos Aguilera, por otra parte, es docente de una escuela rural itinerante en el paraje El Ocultar, ubicado en Rivadavia Banda Sur, una localidad de la provincia de Salta. A la escuela asisten, además, alumnos de otros cuatro parajes lindantes: Pozo Verde, Pozo del Tigre, El Divisadero y  San José. En cada paraje no habitan más de diez familias que están a 12 km de distancia, aproximadamente, del paraje donde se encuentra la escuela, la que cubre la formación y educación de un extenso territorio de salteños.

Este establecimiento de nivel medio convive en el mismo edificio que una escuela primaria y eso le da su carácter, entre otras características, de “itinerante”. La diversidad del alumnado no sólo se debe a los lugares de donde provienen sino, también, a la heterogeneidad cultural y étnica, como la comunidad wichí que tiene una fuerte presencia en esta región del país. “La idea del colegio itinerante es que el chico tenga el menor desarraigo posible”, explica Aguilera. Esta novedad beneficia y ayuda a mejorar el acceso de los chicos y chicas a las escuelas. La mayoría concurren en moto y algunos pocos a caballo, entre los parajes no hay transporte público que los traslade, pero, cuenta Aguilera, las limitaciones en el acceso son mucho menores que hace varios años atrás cuando él era alumno de la escuela rural.

La otra voz que intenta reflejar los datos marcados en el mapa que trazó Bunge y Born es la de Estela Ledesma, docente de tres escuelas urbanas de nivel medio de la provincia de Santiago del Estero. Ledesma estima que una de las causas de deserción en su localidad es que muchos alumnos comienzan su edad laboral de forma prematura ante la necesidad de ser un sustento económico más en su marco familiar. El Bachillerato N°1 Perito Moreno, ubicado en la ciudad capital de la provincia, es un ejemplo de esta realidad donde muchos de los chicos y chicas que asisten son de zonas vulnerables y no tienen la posibilidad de sostener su educación secundaria.

Cada una de estas escuelas tejen su propio color en el entramado educativo de la Argentina, pero si buscamos un denominador común podríamos definirlo como el desafío de acceder a una educación que contemple la particularidad de cada comunidad y de cada región.

Los docentes coinciden que la pandemia dejo vislumbrar posibles soluciones a los problemas de accesibilidad, con un buen equipamiento y formación digital la educación a distancia es una opción más que efectiva para los alumnos que por distancia o ingresos no pueden asistir a la escuela. Si el mapa sirve como disparador para encontrar nuevas soluciones, que éstas contemplen la diversidad de experiencias que hoy coexisten en nuestra sociedad.

Los discursos antivacunas hicieron mella

Los discursos antivacunas hicieron mella

Con la pandemia hablar de vacunas se volvió un tema de la vida cotidiana. Casi de un día para el otro nos fuimos enterando de procesos científicos que, en otro momento, quizás ni nos hubieran interesado. La urgencia sanitaria y la necesidad de inmunizar lo antes posible a la población, hizo que los científicos hallaran en tiempo record, una fórmula de inoculación contra el covid-19. Esto sembró dudas y esperanza, así como también género preocupación respecto a otras vacunas. 

En el mes de febrero, la fundación Bunge & Born dio a conocer los resultados de su segundo Índice de Confianza y Acceso a las Vacunas (ICAV). Se trata de un estudio interanual que permite analizar las variaciones en el nivel de confianza de la población respecto a las vacunas y determinar la presencia de barreras en el acceso a ellas.

“El proyecto surgió como una manera de generar información. En los últimos años se observó, en el mundo sobre todo, que muchas veces hay vacunas disponibles pero las personas no logran o no quieren vacunarse. Por supuesto, la vacunación es muy importante para poder proteger a la población, entonces la fundación empezó con este trabajo con el fin de conseguir información que pueda servir de insumo para mejorar el diseño de los programas de inmunización por parte del Estado” explica Guadalupe Nogues, doctora en Biología Molecular, docente y comunicadora científica.

El 87 por ciento de la población confía en la vacunación como estrategia sanitaria.

“Desarrollamos este proyecto en 2019 y tuvimos la fortuna de pensarlo en un momento pre-pandemia, por lo cual contamos con una línea de base sin ruido. Es decir, sin todo lo que trajo consigo el Covid. El año pasado repetimos el relevamiento y nuestra intención es sostenerlo en el tiempo. Partimos de un diagnóstico inicial en el que las tasas de cobertura en Argentina, en muchos de los casos, no son óptimas. Son muy altas pero no alcanzan los niveles deseables. Entonces nos preguntamos, cuales podrían ser las posibles causas por las que las personas no se vacunan” agrega Brenda Walter, coordinadora de Proyectos de la Fundación Bunge y Born.

El relevamiento se realizó entre octubre y diciembre del 2020 y los resultados se obtuvieron en base a 7.525 encuestas, realizadas a través de celulares, a personas mayores de 15 años de todas las regiones del país.

Haciendo una lectura comparativa entre los resultados de 2019 y los de 2020, Walter afirma que “se produjo una retracción del índice de confianza del 7.2%, no es muy alto pero es importante y es observable. Más allá de eso la buena noticia es que en Argentina, seguimos teniendo altos niveles de confianza en términos agregados de la población hacia las vacunas, pero habrá que ver qué sucede este año y si se confirma o no esa tendencia a la baja”.

En el 2020 el nivel de confianza resultó del 86,9 % a nivel país, mientras que en el 2019 fue del 93.7% Esta disminución se percibe en todos los grupos etarios pero se acentúa en la población mayor a 50 años. En cambio el grupo de 21 a 40 años es el que manifiesta una mayor confianza, siendo apenas un poco más elevado en las mujeres.

Por su parte, Nogues dice que la variación más significativa se dio en torno al acceso “en 2019 era de 76.6% pero para el 2020 ese valor bajó a 39.5%. Cuando indagamos sobre las posibles causas, además de las preguntas que hicimos en el 2019 sobre la confianza y el acceso, en este nuevo estudio incorporamos preguntas relacionadas con el contexto de pandemia. Una de ellas era si la cuarentena le impidió vacunarse o vacunar al más pequeño de la familia. El 35% de las personas dijo que si, con lo cual es importante entender que quizás el aislamiento resultó una nueva barrera de acceso y tuvo su impacto”. 

El 72 por ciento de los encuestados manifestó que se aplicaría la vacuna contra el covid 19.

En torno a la vacuna contra el Covid-19, un 72% de los encuestados contestó que se la aplicaría. Entre quienes dijeron que no, la justificación más recurrente es que aún faltan etapas de prueba. Mientras que otra porción argumenta que prefiere esperar, que tiene temor a efectos secundarios y que es innecesario. Como bien lo aclara el informe, hay que tener en cuenta el periodo en que se recabaron estos datos (entre octubre y diciembre del 2020).

Para Walter, “el año pasado, el contexto acompañó y le dio mucha más relevancia a este tema. Las vacunas pasaron a ser una cuestión pública. Se discutió no solo en medios y en el ambiente de los expertos, sino también en la población en general y repercutió sobre todo en la confianza. Los medios también han desinformado mucho al respecto. Hubo periodistas que asumieron con muchísima responsabilidad la comunicación en ese sentido, pero también hubo interlocutores que no contribuyeron a esta discusión. Entonces fue algo que a nosotros nos preocupó mucho y nos enfocamos con más esfuerzo aún, a repetir este relevamiento para tener una línea de tiempo y entender como varían estas dos dimensiones sobre las vacunas”.

En torno a los resultados y haciendo foco en la disminución de la confianza, Walter manifiesta la preocupación por parte de la fundación, a que se consolide esa tendencia. “En vistas de lo que ha ocurrido en otros países, esto a futuro puede ser un serio problema. Pero afortunadamente, en nuestro país tenemos uno de los calendarios más completos de América y contamos con más de 20 vacunas que son accesibles y gratuitas. Esto es muy importante en términos de salud pública y tiene un impacto altísimo en la prevalencia de ciertas enfermedades. Además somos una población con una confianza muy alta hacia las vacunas, lo cual también es una muy buena noticia, pero habrá que observar qué sucede este año y si se consolida esta tendencia, sin dudas habrá que trabajar en este sentido”. 

El próximo estudio se llevara a cabo en el segundo semestre de este año. Habrá que esperar los resultados para hacer un balance y evaluar, si la pandemia pudo tener o no, influencia en la confianza y acceso a las vacunas por parte de la población.