Dibujar la memoria, la verdad y la justicia

Dibujar la memoria, la verdad y la justicia

Eugenia Bekeris y María Paula Doberti son artistas visuales militantes. Cabría preguntarse qué artista no lo es, pero en su caso la labor artística al servicio de una causa ha sido tan sostenida y significativa que han creado una obra que se volvió un documento histórico vivo del ejercicio de hacer memoria. Desde hace diez años, ambas asisten a las audiencias públicas donde se juzgan los delitos de lesa humanidad, se sientan como oyentes y con sus manos, lápiz negro y un bloc de notas tamaño A4 dejan testimonio de los rostros y las palabras, diálogos, escenas y recuerdos que acontecen allí, a partir de las declaraciones de víctimas sobrevivientes, testigos y perpetradores del horror cometido durante la última dictadura militar argentina.

El fruto de esas horas y trazos militantes hoy puede palparse como un conjunto: 100 de esas piezas artísticas -en el sentido amplio del arte, en su dimensión política y creativa- fueron seleccionadas y forman parte de Dibujos Urgentes. Testimoniar en juicios de lesa humanidad, libro-archivo publicado por Mónadanomada ediciones que sus creadoras presentaron el miércoles 11 de marzo en el Centro Cultural de la Cooperación. El origen de sus prácticas, hace una década, fue la iniciativa que H.I.J.O.S. y la Universidad Nacional de las Artes (entonces IUNA) lanzaron con la idea de contrarrestar la decisión de la Corte Suprema de prohibir los registros fotográficos y fílmicos en los juicios, tras la desaparición de Jorge Julio López.

“No tiene nada que ver el dibujo de un retrato tradicional con uno de nuestros dibujos de las audiencias -dice Doberti, aún cuando el ojo lego percibe rostros y cuerpos en esas imágenes-. Lo que hacemos es dibujar durante toda la declaración del testimonio, sin metaforizar, sólo lo que vemos. Son dibujos textuales, porque solemos agregar fragmentos de las declaraciones. Es muy distinto, porque uno observa muchas horas a una persona, va corrigiendo el dibujo, tratando de encontrarle la expresión, y en ese detenimiento se convierte en algo diferente. Además, lo hacemos a través de una pantalla, a su vez mediatizada por el vidrio de la sala de la audiencia, y en el contexto de una declaración bastante dolorosa. Lo que hacemos es la visualización de un testimonio”.

Presentación del libro en el Centro Cultural de la Cooperación.

Este trabajo nació de la prohibición de fotografiar y filmar los juicios. ¿Qué diferencia creen que hay entre un dibujo y una fotografía o un video para registrar lo que se vive allí?

María Paula Doberti: El dibujo tiene algo que acerca más al espectador. No sé por qué motivo, pero algo lo hace más cercano. Hacerlo con la mano, sin la mediación que tiene una foto o un video, quizás. O el estar hechos de manera rápida, a lápiz negro, con el agujerito de bloc en el papel… Tal vez eso acerca a quien los mira, como algo que formó parte de su propia historia, porque todos dibujamos en algún momento de la vida.

¿De dónde nace esta idea de lo “urgente”?

MPD: Fuimos armando la idea de qué es un “dibujo urgente” mientras los íbamos dibujando.

Eugenia Bekeris: Lo urgente fue emergente de la práctica. Empezamos a notar la urgencia del dibujo en un ámbito judicial de quienes habían logrado sobrevivir. Era un ámbito delicado y allí la urgencia era una cualidad fundamental para atrapar y registrar estos juicios como hechos únicos.

¿Cómo empezaron a organizarse para hacer los dibujos?

EB: Nosotras no nos conocíamos. Al principio, cada una empezó a dibujar sola. Y sucedió que, estando en ese ámbito, en estos escenarios del horror, hacerlo en compañía de una colega era fundamental y necesario.

MPD: Juntas fuimos decidiendo qué hacer y qué no. Por empezar, resolvimos que los dibujos no se tocan. Si un dibujo queda por la mitad, porque una persona declaró poco y no lo terminamos, así queda. No los completamos porque los consideramos un testimonio. La relación con las palabras también la descubrimos en la práctica: al principio,  sólo dibujábamos por la necesidad de que esas palabras no se evaporaran, de no perder esos fragmentos de testimonios que atravesaban alma o daban escalofríos. Nos dimos cuenta de que, a veces, anotábamos lo mismo.

¿Fue difícil dibujar a los genocidas?

MPD: Sí, me costó. No sé si dibujarlos, me costó verlos. La primera vez que vimos a Videla, dije “guau, ese es Videla, ese viejecito anciano que casi no puede caminar”. Nos han preguntado si dibujamos igual a un genocida y a un sobreviviente, y la verdad es que sí: el dibujo es igual. Y eso lo hace más perverso: saber que es una persona como cualquiera. No tiene cara de genocida, tiene cara de persona común como la que te cruzás en la calle. Cuando se pone a hablar, se transforma en Videla. Ahí saca todo su demonio interno. Me pasó con Julio Poch, el aviador de los vuelos de la muerte. Realizó una declaración muy larga, como de cuatro horas. Al principio, estaba muy coacheado por sus abogados, usaba un vocabulario súper cuidado, y además estaba muy bien vestido, un tipo grande, pintón, te diría. Y en un momento, me dio miedo y se lo dije a Eugenia. ‘Este tipo me está dando miedo’, le dije. Y ella me dijo: ‘Te está seduciendo, por eso te da miedo’. Recuerdo también otra vez, ante un apropiador, en una sala muy pequeña. Yo estaba dibujándolo desde atrás, el rostro a tres cuartos, y se ve que él sintió mi mirada. Se dio vuelta y me miró fijamente a los ojos. Como si me dijera: “¿Qué estás haciendo?”. Me sostuvo la mirada y no pude seguir el dibujo, me atemorizó. Ese tipo, es capaz de hacer todo aquello por lo que hoy lo están juzgando, sólo mirándome me heló la sangre.

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Las escenas macabras y los dolores inconmensurables son parte de eso inaprensible que atraviesa sus dibujos, y que antes las atravesó a ellas. Son recuerdos que ahora les pertenecen y que su memoria invoca casi irracionalmente, a su puro antojo. Doberti trae la figura de Stella Calloni, testigo especialista en el juicio por el Plan Cóndor, cuando se le pregunta por el número de dibujos que acumularon en estos diez años. Y consultada por cuál fue la última audiencia que dibujaron, Bekeris detalla su último registro del dictador Jorge Rafael Videla, ese que guardó entre sus papeles hace siete años. Sus recuerdos, testimonios de virtual presencia ante aquel terror, también funcionan según la lógica de lo urgente: lo que conmueve, lo que dejó huella en su alma, es lo que sale a la superficie.

“Recuerdo muy bien la audiencia de Stella Calloni -la evoca Doberti-. Ella era una persona grande, pero cuando declaraba no tenía ni un ayuda-memoria. Tenía una memoria impresionante y hablaba sin parar, con mucha precisión. Me acuerdo que, durante el cuarto intermedio, me la crucé en el baño: era una anciana a la que ayudaban a caminar. Me impactó que fuera la misma persona. Y cuando se reanudó la audiencia, volvió a ser gigante y todopoderosa”.

Bekeris es la última persona que capturó una imagen pública del genocida que encabezó la junta militar que se alzó con el poder luego del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.  Aunque no había nadie en el sector asignado al público, estaban presentes miembros de la querella, el abogado del dictador y los jueces: sin embargo, en la memoria de Eugenia, el recuerdo es de él a solas frente a ella.

“Me acuerdo que entró al recinto vacío sostenido a cada lado por un hombre, arrastrándose -relata-. Se sentó a dar su alegato y parecía que no iba a poder hablar, tenía la boca pastosa. Tuvieron que acercarle un vaso de agua. Me provocó vértigo ver a ese anciano moribundo, con la nariz dilatada, los párpados caídos, los ojos vidriosos, balbuceando. Era un despojo. Le mandé un mensaje a María Paula: “Videla se va a morir”. Cuando por fin pudo hablar, repitió que no le daba a ese juicio ningún valor legal, que seguía acompañando a sus camaradas hasta el final. Junto al dibujo, tengo escrito lo que dijo: hablaba despacio, como si me lo estuviese dictando a mí. Yo dibujaba en mi cuaderno pequeño, con lápiz y goma, ese final: ese genocida tan temido y cruel estaba reducido frente a mí, sentadito ahí, muriendo. Como si fuera una venganza sutil, alejado de la escena de crueldad y condenado a cadena perpetua. A los tres días, murió”.

Su subjetividad, movilizada durante las audiencias, ¿cómo se conjuga al dibujar con la intención de registrar la escena?

MPD: Obviamente una siempre dibuja desde una. Es inevitable. Pero nosotras teníamos la claridad de saber que nuestro objetivo era darle visibilidad a los juicios: lo hacíamos y seguiremos haciendo desde esa tarea militante, no con el fin de exponerlos en una galería. Nos sentamos a dibujar desde otro lado, acompañando esos testimonios. Es distinto a estar en un taller componiendo más reflexivamente. Personalmente, en los dibujos de los juicios soy pura emoción. Es muy complicado dibujar ahí.

¿Por qué?

MPD: Porque los testimonios son muy crudos y duros. Me ha pasado no poder seguir dibujando porque tenía los ojos llenos de lágrimas y tener que parar y serenarme. O atemorizarme frente a un genocida. Son emocionalidades complejas a la hora de hacer un dibujo, que además vienen desde afuera. Cuando uno dibuja en taller, las emociones nacen desde el hacer. Acá, es lo que oís, que te puede dar un palazo o ganas de abrazar a alguien.

¿Es posible dibujar en esos momentos?

EB: Adquirimos práctica para abordar estos escenarios, encontrando estrategias para dibujar. Siempre uso una metáfora de lo que me pasaba a mí: iba de cacería a atrapar imágenes. Y eso genera una cierta distancia emocional. Era vertiginoso, urgente. Confrontadas al hecho con velocidad, teníamos que documentarlo con rapidez. Eran aterradores los testimonios de las víctimas testigos, pero no teníamos tiempo de aterrarnos. Aún cuando esos testimonios desoladores nos ponían a la vista una experiencia inabordable.

¿En qué sentido?

EB: Podríamos asociarlo al concepto que refiere a los sobrevivientes del Holocausto y a ese “otro lado” donde estuvieron, como otra dimensión de la realidad, a la que nosotros, que no estuvimos, no tendremos acceso nunca y de la que ellos no podrán salir. Es inabordable, inasible, difícil hasta de comprender. Te hace doler, te sorprende, te pone triste, pero nosotras no intentamos darle ningún tipo de emoción a nuestros dibujos. No agregamos fiereza ni tristeza, aunque en nuestro dibujos algo de eso trasciende.

Hay algo de lo sombrío en sus trabajos.

EB: Sí, hay algo que es inquietante. El día de la última aparición de Videla, me acuerdo que llegué a casa y dormí el resto de la tarde, como tres horas. Nos impactó en el cuerpo todo eso que vivimos.

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Los juicios por delitos de lesa humanidad que lleva adelante Argentina son un hecho único e inédito en todo el mundo: prácticamente no hay países que hayan saldado esos delitos con sus propios tribunales y con las leyes que se aplican a todos sus ciudadanos. En ese sentido, las autoras de Dibujos Urgentes lamentan la poca concurrencia de público que llega a las audiencias. “Los juicios no tienen ni la difusión ni la visibilidad que merecen, por eso nosotras subíamos siempre los dibujos a nuestras redes. A veces, la gente se enteraba de los juicios por nuestros dibujos. Durante mucho tiempo, ha sido un proceso judicial casi invisible”, se lamenta Bekeris.

Por el imprescindible ejercicio de la memoria, pero también para reivindicar unos procesos de justicia inéditos y originales en todo el mundo, es que su obra se agiganta en valor. “Creo que es muy importante este trabajo -agrega. Estos dibujos pequeños y en lápiz dan cuenta con sencillez de hechos muy importantes para las nuevas generaciones. Para quienes nacieron en post dictadura, el libro puede ser una estrategia poderosa de información. A veces la lectura no alcanza. Nosotras escuchamos e intuimos lo que les pasó a quienes declararon, más de eso no podemos hacer, pero los textos vuelven su palabra presente, la traen in situ, nada de lo que dijeron fue modificado. El testimonio intacto en dibujos es una posibilidad de acceder a otro fragmento de la verdad en esta lucha contra el olvido y el negacionismo”.

¿Por qué creen que se acerca poca gente a los juicios?

MPD: Un poco de todo. Al principio iba mucha gente, pero hay que sostener una práctica de tantos años… Siento que hay muy poca difusión y mucha gente no se entera. Los cuatro años del macrismo fueron tremendos en ese sentido, hubo un silenciamiento total. Además, creo que esta idea de preservar a los testigos y no poder fotografiarlos ni filmarlos, invisibilizó a los juicios, justamente cuando parece tan necesario que alguien acompañe en esos momentos.

Además de sus dibujos, su presencia debe haber sido importante en ese sentido. ¿Tuvieron devoluciones sobre eso?

MPD: Una vez, Eugenia le mandó uno de nuestros dibujos a una persona que había declarado y no los había podido ver, porque a veces, cuando salen del tribunal, les mostramos los dibujos o les pedimos sus mails para mandárselos. Esa vez, ella le preguntó a un sobreviviente si nuestros dibujos le parecían banales en el marco de todo lo que habían vivido. “Lo que nos importa es que ustedes estén ahí y que los dibujos sean como un testimonio”, le dijo. Imagino, por lo que nos cuentan, que no debe ser igual declarar frente a una sala llena que hacerlo cuando no hay nadie. A veces, cuando van personas que tienen una gran militancia, van muchos compañeros y se produce un diálogo con quien declara. Y otras veces, cuando está sola la persona declarando, es muy triste. Me pasó una vez que me quedé sola en la sala. Declaraba una mujer por la desaparición de su hermano. Llevó una foto de él, y no había nadie. Se fue muy angustiada, después de declarar, abrazada a la foto de su hermano. Está bien que se declara para que escuchen los jueces, pero también es necesario que haya alguien del otro lado, escuchando…

Estabas vos.

MPD: Sí, pero estaba yo sola. Y como ella estaba muy angustiada, no me dio para acercarme. Es que ella lloraba. Y yo también.

“El lápiz es nuestra herramienta de lucha”

“El lápiz es nuestra herramienta de lucha”

En septiembre de 2010 la agrupación HIJOS realizó una convocatoria ante la prohibición de fotografiar a los responsables de la última dictadura cívico-militar en los juicios de lesa humanidad que los tenía como acusados: “No se los puede fotografiar. Pero se los puede dibujar”, decía el llamado de la organización de derechos humanos. Tiempo después nacía Dibujos urgentes, una iniciativa novedosa integrada por Eugenia Bekeris y María Paula Doberti, cuyo objeto es dibujar a todos aquellos que asistieran a las audiencias en los juicios por crímenes de lesa humanidad. En tándem desde hace seis años, llevan realizados centenares de dibujos que han expuesto sobre todo en universidades y actualmente trabajan en un libro. Su especialidad: retratar asesinos genocidas.

Preparan el equipo. Un bloc de hojas, un puñado de lápices y alguna que otra goma. Están al acecho, van de cacería. Trabajan contra reloj: afinan el trazo, aprietan el lápiz y lo dejan hacer. No se detienen en el detalle. Los miran de reojo y tratan de plasmar en el papel toda su oscuridad. El tiempo, aquí, resulta una variable clave. Lo urgente tiene una doble acepción. “Por la urgencia de la temática y el modo en que trabajamos”, cuenta Doberti, quien llegó a los tribunales de Comodoro Py en 2010, acompañada por sus alumnos de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). “Dibujos testimoniales además de urgentes. Hay que escuchar los testimonios, estar ahí. Vivir un momento histórico, darle difusión a los juicios de lesa humanidad”, agrega.

Dibujos urgentes es una iniciativa novedosa integrada por Eugenia Bekeris y María Paula Doberti (FOTO), cuyo objeto es dibujar a todos aquellos que asistieran a las audiencias en los juicios por crímenes de lesa humanidad.

Dibujan lo que ven, sin filtros ni virtuosismos. No hay lugar para agregados. Lo que sale queda en el papel. Son retratos paridos de la inmediatez, de una lucha constante entre el pulso para sostener el trazo y el temperamento para contener las emociones.

“Fuimos aprendiendo a despojarnos de los lugares más cómodos y seguros, porque ahí no hay posibilidad de decorar. Desde el punto de vista de la ideología de la forma, decorar una forma con un contenido tan atroz es totalmente bizarro. Lo que hemos logrado es una ideología de la forma que contiene algo que no sería obsceno”, asegura Bekeris, convocada a los juicios como artista, quien en 1995 inauguró El Secreto, una muestra en homenaje a sus familiares asesinados en la Shoah.

“El beneficio del dos por uno que la Corte otorgó a los represores me parece aberrante -resalta Bekeris-, absolutamente obsceno. Un quiebre en el sistema institucional. Dejar a estos genocidas libres es intolerable. Imposibles ser indiferentes ante tanto agravio. Tenemos que evitar que esto se profundice”. “Nosotros no nos reconciliamos con asesinos, con violadores y apropiadores de niños –añade su compañera-. No hay reconciliación posible para eso. Hay cuestiones que están fuera de discusión”.

Para Bekeris y Doberti, el lápiz y el papel son una herramienta de lucha. Y su trabajo una tarea militante. “Es nuestra manera de crear imágenes en donde no pueden entrar las cámaras”. Por eso creen que desde Dibujos Urgentes deben redoblar la apuesta. “Vamos a seguir yendo hasta el último juicio, a seguir acompañando a las víctimas. Consideramos que nuestro trabajo tiene que ver con una actitud de confrontar contra el intento de invisibilizar los juicios, contra quienes buscan encubrir a estos pedófilos, violadores y torturadores a los que tienen como protegidos”.

Posiblemente, ambas sean de las últimas personas que vieron con vida al personaje más nefasto de la historia argentina. El 14 de mayo de 2013, tres días antes de su muerte en el penal de Marcos Paz, Jorge Rafael Videla se apersonó en los tribunales para declarar en la causa por el Plan Cóndor. Fue su última declaración pública. “Entró descompensado, había tenido una descompostura y estaba deshidratado. Lo llevaban de los dos lados, pero estaba impecable igual. Su traje, su pelo, su piel”. Bekeris lo dibujó sin pausa durante cuatro horas. “Provocaba una sensación ambigua. Veías un anciano vulnerable, hecho bolsa. De repente empieza a balbucear y luego su discurso cobra vuelo. Y dice exactamente lo mismo que dijo siempre, sin cambiar un punto o una coma. Entonces ahí pensás que esta gente ya no tiene arreglo”.    

En una ocasión similar a la declaración de Videla, Doberti recuerda el testimonio de Julio Alberto Poch, uno de los pilotos de los “vuelos de la muerte”. “Fue muy particular. Es un tipo relativamente joven, con pinta. Entró con un discurso muy armado, excéntrico. Pasaron tantas horas que el relato se le fue desarmando y físicamente se fue cayendo. Me dio mucho miedo, nos estaba seduciendo a todos”.    

"Lo que hemos logrado es una ideología de la forma que contiene algo que no sería obsceno”, asegura Bekeris, convocada a los juicios como artista.

«Lo que hemos logrado es una ideología de la forma que contiene algo que no sería obsceno”, asegura Bekeris, convocada a los juicios como artista.

Luego de haber presenciado infinidad de declaraciones, aseguran que han escuchado más víctimas y testigos, “porque los genocidas no siempre declaran”. A pesar de esto les sigue impresionando su perfil. “No son portadores de cara. No tiene cuernos ni cola de demonio, son tipos comunes pero profundamente negadores de los crímenes perpetrados. Apelan siempre a la reconciliación nacional y al orden. Sólo a través de los testimonios de las víctimas y los testigos empezás a redimensionarlos, a ver quiénes son”.

Hacen hincapié sobre la difusión de sus trabajos, pero aclaran: “Darle visibilidad no es una cuestión de ego del artista, tiene que ver con darle visibilidad a las palabras de esta gente”. Además, resaltan la necesidad de concurrir a los juicios porque entienden que hay situaciones que no están narradas en ningún lado. “Hay cosas que ni siquiera están contadas, quedan en la memoria, por eso la importancia de ir a presenciar esos momentos”.    

En la actualidad, la dupla Bekeris- Doberti trabaja en los juicios por encubrimiento en la causa AMIA y en el denominado ABO III (Atlético-Banco-Olimpo). También se enfocan en la preparación de su libro, en el que además de los dibujos piensan incluir todas sus vivencias. Han realizado muestras en Argentina y en países vecinos difundiendo sus trabajos. Casi siete años después, ante una coyuntura adversa y pujante, Dibujos Urgentes cobra más vigencia que nunca.

 

Actualizada 20/06/2017