El plato vacío

El plato vacío

Más gente que van a comer y menos recursos para cocinar, una combinación que estrangula a los comedores populares.

En el conurbano bonaerense la crisis se hace sentir, y mucho. Los índices de pobreza, desempleo e indigencia crecen sin pausa. Un reciente informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) resalta que uno de cada cuatro chicos bonaerenses tiene que asistir a comedores para garantizarse comida y que un 14 por ciento del total de los niños pasa hambre.

Eva Rojas, cofundadora del Comedor Ángel Guardián, ubicado en Mariano Acosta, partido de Merlo, cuenta: “La cantidad de gente aumentó enormemente. Cuando comenzamos con el comedor, hace unos cinco años, asistían 35 chicos, hoy ya son más de 100 los que vienen a comer. Lo más impactante es que no son solo chicos, sino familias enteras. Esto llevó a que tengamos que abrir dos merenderos más, no damos abasto con la situación.”

La cantidad de bocas para alimentar se incrementa, pero los ingresos de los comedores no. En este caso, las redes sociales se vuelven un nexo fundamental para las donaciones de particulares. Pamela Gómez, fundadora del Comedor Tata 88, en Moreno, explica cómo salen adelante: “Conseguimos alimentos a través de donaciones que recibimos por las redes sociales. Tenemos la página, y por ahí solicitamos. Hemos hecho peñas, tocan algunas bandas, siempre nos las rebuscamos para conseguir mercadería. Pero ingresos fijos por mes o por semana, no tenemos. Hacemos rifas también en ocasiones.”

Algunos centros reciben aportes de empresas. Ese es el caso de Manos a la Olla, también en Moreno. La presidenta interina de la entidad, Iara Luján, comenta que “hemos recibido donaciones de empresas, hemos recibido pastas y grandes donaciones de sindicatos, pero tratamos de no nombrar a ninguna de estas organizaciones, por una cuestión de que no queremos involucrarnos con la política, ni que nadie de la política nos obligue a tener que nombrarlo porque nos done.”

El problema reside en que la crisis económica también afecta a aquellos que antes aportaban su ayuda al comedor. Pamela recuerda que “teníamos la donaciones de alguna carnicería o verdulería de barrio que nos ayudaba en algo y ahora ya no. Hace un tiempo venimos cocinando siempre lo mismo. Nosotros teníamos desayuno y almuerzo, y ahora el desayuno es té o mate cocido. Antes teníamos leche y una variedad bastante amplia con respecto a las comidas. Ahora  ya no. Hace más o menos medio año que venimos con alitas de pollo. La calidad nutritiva bajó un montón.”

El cambio en el menú es una de las formas de recortar gastos. Las consecuencias en este caso se verán reflejadas en la salud. Juan Carlos Sancheta, referente nacional de la Mesa por la Economía Social y Popular (MESyP), revela algunos datos sobre los problemas nutritivos que reflejó un estudio realizado en Moreno. En este sentido señala : “Hicimos un censo, y de 200 pibes había 175 que estaban malnutridos. Nosotros relevamos mil familias, y de estas mil, 30 desayunan con leche, solo 105 comen dos veces al día, y solo 50 comieron carne la última semana.”

En tanto, Emanuel Alvarez, médico perteneciente a la agrupación “La Dignidad”, realiza trabajos de salud en distintos comedores comunitarios en Zona Oeste. Álvarez comenta el efecto y los riegos de sobrevivir a base de  harinas debido a la crisis. Al respecto, dice: “Algunas familias dependen básicamente del merendero y del comedor para sobrevivir. Tal vez sea su única comida diaria. Hay una cuestión de malnutrición, es decir, que hay niños que se alimentan dos o tres veces al día, pero viven de azúcares y de harina, no tienen accesos ni a frutas, ni verduras, ni a carne, es decir a proteínas. Lo que vimos en Moreno son niños que comen una vez por día y mal, no llegaban a cubrir la cuota alimentaria necesaria como para poder crecer y entonces comienzan con bajo peso.”

Una dieta equilibrada que contemple frutas, verduras y carne, es un factor crucial en el desarrollo de los niños. No se puede culpabilizar al comedor, cuando hay ausencia de otros sectores. El acceso a una sola comida por día refleja que hay familias enteras que no podrían subsistir sin la presencia de esas instituciones. Álvarez opina: “Estamos viendo que hay falta de acceso a los alimentos, no se accede a la leche, no se accede a la carne, porque el aumento de los precios es tremendo. Ya estamos hablando de otro nivel. Esto sumado a que en la mayor parte de las escuelas no están dando el almuerzo. No hay acceso a la comida.”

Desde el Ministerio de Desarrollo Social provincial comentan que más de un millón 700 mil alumnos almuerzan y meriendan en las escuelas. Además, mencionan al programa alimentario “Más vida”, al que acceden 300 mil familias, y la iniciativa “Un vaso de leche”, donde se les otorga leche a 434 mil embarazadas y niños. En cuanto a financiamiento a los comedores, también se creó en 2018 el Programa de Fortalecimiento a la Red de Espacios Comunitarios, mediante el cual otorgan un monto mensual de 5 mil pesos para la compra de alimentos, equipos de cocina, y pago de servicios.

Sin embargo, esa ayuda no parece suficiente. La mayoría de los comedores, o merenderos, sólo abren sus puertas tres veces por semana, o sábados y domingos, con el objetivo de reemplazar la ausencia del comedor escolar. Llegado el invierno, los comedores también llevan adelante otro tipo de asistencia: la donación de elementos de calefacción, y ropa o zapatos.

Natalia Alegría es la fundadora del Comedor “Organización Popular Alondra”, y del merendero “Semillas del Futuro”, en Moreno. Consultada, señaló los tipos de ayuda que se brinda en ambos espacios: “Consigo vestimenta y calzado, todo el año trabajamos con eso. El nombre que le pusimos fue ‘Ropero Comunitario Social y Móvil’, porque una vez que en nuestro barrio se solucionó esta cuestión (nuestros vecinos se visten, tanto chicos como grandes), se traslada a otro lugar. No hay una edad para decirle ‘a este le damos, a este no’, es para todos. Hay barrios en los que tenés una cantidad de abuelos, pero por ahí en otro barrio no, entonces se va trasladando, y así hemos ayudado a un montón de barrios. A veces me donan una tele, una cama, una heladera, y alguien la necesita, entonces yo se la doy. En lo que es colegio también trabajamos un montón, con los profes y directivos hicimos muchas conexiones. Por ejemplo, me traen ropa, calzado, útiles, y se los alcanzamos.”

María Nichea, coordinadora de Comedores Comunitarios en la Municipalidad de Moreno, define el panorama como complejo y comenta: “En comunicación con Desarrollo Social, sabemos que existen alrededor de 400 y 500 comedores, más o menos. Pero es probable que dentro de los barrios haya más de los que se estiman oficialmente.” La presencia del Estado no alcanza para la alta demanda que se sufre en los comedores. Nichea añade: “Provincia entrega mercadería cada 45 días y son solamente productos secos, nada de frescos, nada de verduras.”

Los reclamos no han tenido buenos resultados. En un distrito donde hay muchas carencias, donde la emergencia alimentaria está declarada desde 2017, una solución se ve lejana. Níchea sostiene: “Nosotros seguimos con la emergencia alimentaria y tratamos de que se implemente. No tuvimos muchas respuestas, más allá de decir ‘les doy un par de kilos más de mercadería’ y nada más. La verdad que eso no nos sirve de nada. Nos han dado merenderos reforzados, es decir, te dan mercadería para nada más que cincuenta niños. Esta alimentación viene con cereales, azúcar, cacao, frutas, una vez a la semana, y se supone que eso les tiene que durar a los niños toda la semana. El tema es que solamente son para cincuenta, en esos merenderos en donde nosotros tenemos más de cien pibes.”

 

 

 

 

Del “hambre cero” al hambre para todos

Del “hambre cero” al hambre para todos

Figura de perfil de un niño llevándose a la boca un tenedor con comida. Frente a un plato de fideos humeando

Comedor Copa de leche «El Maná» Libertad, Merlo, Provincia de Buenos Aires.

Mientras en la calle diferentes organizaciones sociales reclaman al Congreso Nacional la sanción de una Ley de Emergencia Alimentaria, la anulación de los tarifazos y la creación de puestos de trabajo para los miles de desempleados del país, en los diferentes partidos del Gran Buenos Aires los comedores comunitarios tratan de brindar ayuda a aquellos que más la necesitan.

Sandra Sierra ofrece su hogar para el funcionamiento del comedor comunitario “El Maná”, ubicado en la localidad de Libertad, Merlo. Allí da almuerzo y merienda a 70 chicos y respectivas madres los martes, jueves y sábados. También provee apoyo escolar, entre otras múltiples actividades. Sandra está desempleada y el principal sostén del lugar es su marido -albañil de oficio- ya que las ayudas que recibe de los vecinos y de la Municipalidad de Merlo no sacian la creciente demanda de alimentos. En esta línea afirma que “desde que todo está más caro viene más gente” y que cerca de su casa “mucha gente tomó varios terrenos y vienen a comer acá”. Como resultado, otro comedor abrió sus puertas cerca del suyo. A él asisten más de 100 personas.

Sobre las familias que ayuda, Sandra agrega que “varios vecinos están presos, otros desempleados y las mamás quedan solas.” Una de ellas es Natalia, que acude con sus dos hijos desde hace un año. “Mi marido no trabaja, desde hace un año vamos al comedor porque no nos alcanza la plata”, cuenta. Asiste a El Maná sólo el fin de semana porque se dedica a la venta callejera, la cual le es insuficiente. Similar es lo que le ocurre a Nélida, que lleva a sus pequeñas hijas todos los días y está a cargo de dos hermanos. “El papá de mis hijos es albañil y hace changas, pero no sale mucho trabajo. Todo está mal”, expresa.

Dentro de un ambiente de ladrillo a la vista, se puede observar, mesas con jarras de jugo y vasos de plástico. Alrededor de las mesas, algunos niños y mujeres sentados.

Sandra Sierra ofrece su hogar para el funcionamiento del comedor comunitario “El Maná”.

Mientras que el Ejecutivo nacional celebró a fines del año pasado que el INDEC haya registrado una reducción del índice de pobreza durante 2017, el Instituto de Investigación, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi) estima que en el Gran Buenos Aires la pobreza hoy es más alta con respecto a las cifras de diciembre de 2015. Además, un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), indica que en el país 6 de cada 10 niños son pobres, sufriendo privaciones de derechos como el acceso a una vivienda, alimentación, salud y educación. Al respecto de esto, Sandra observó el estado de salud de los chicos: “Con una nutricionista comprobamos que algunos están desnutridos”.

Para el economista Emiliano Arévalo “los comedores son una señal de qué es lo que sucede en la sociedad en materia de pobreza”. En este sentido, considera que la crecida de la inflación “perjudica a los sectores de ingresos más bajos” y le atribuye un origen monetario, una consecuencia de la emisión de dinero por parte del Estado. Si bien cree que los ajustes en la economía “tienden a aumentar la pobreza”, asegura que “la reducen paulatinamente en el largo plazo”. No obstante, reconoce que en los meses venideros se espera un alza del costo de la Canasta Básica de Alimentos y de la pobreza a “niveles un poco superiores a los actuales”.

Olla popular que contiene fideos con salsa. De la que se una mano levanta una cuchara con el alimento.

En el lugar se da almuerzo y merienda a 70 chicos y respectivas madres los martes, jueves y sábados.

Desde otro posicionamiento ideológico, el economista e investigador del Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Moreno (UNM), Esteban Sánchez, afirma que “la inflación es producto de los aumentos tarifarios, la devaluación y la falta de control sobre los formadores de precios”. Incluso, piensa que las políticas económicas del actual gobierno “han generado la caída de los salarios reales, del consumo y de la producción, lo que incide negativamente en la economía de muchas familias, que terminan por ir a los comedores”.

“Veo el hambre en sus caritas”, cuenta una trabajadora de un merendero creado el pasado año en la localidad de Mariano Acosta, en el partido de Merlo, que pidió reserva de su identidad. Los martes y viernes recibe a 74 niños, aunque hace pocos meses eran 17. Todas son familias de bajos recursos que sólo cuentan con ayudas sociales y envían a sus hijos al comedor escolar. Sin embargo, hasta este último se ve limitado frente a las necesidades de esos niños: “Los sábados y domingos, los chicos no tienen comedor escolar. Por eso los viernes queremos que se lleven la panza bien llena porque tienen mucha escasez de comida en la casa”, describe la mujer.

En 2016, Pamela Gómez y Alejandra Ruiz fundaron “Tatas 88”, un comedor del partido de Moreno que cada fin de semana acoge a 50 chicos y 15 madres. Su base de apoyo son los vecinos, cuya contribución actualmente se ve limitada.  “Ahora la gente no te puede donar mucho. Antes recibíamos carne y hoy te pueden dar alitas de pollo”, enfatizó Pamela, y Alejandra sumó que “los nenes antes comían un plato y ahora repiten tres”. La situación de ambas no evade este panorama, ya que trabajan en escuelas públicas –Pamela es psicopedagoga y Alejandra maestra- y no perciben su sueldo desde hace meses. Debido a ello, en poco tiempo pasaron de contar con una reserva de alimentos a tener que arreglarse con lo justo. Muchas veces, cuando falta la papa para el guiso o las facturas de la merienda, justo aparece un voluntario para aportarlas.

Niña sentada a la mesa con un plato de comida

El Instituto de Investigación, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi) estima que en el Gran Buenos Aires la pobreza hoy es más alta con respecto a las cifras de diciembre de 2015.

Martín Gianico, encargado del “Programa de Desarrollo Infantil” de la Municipalidad de Moreno, comenta: “En los comedores la matrícula es mayor. De 30 personas por cada uno pasamos a 60 para arriba y los merenderos saltaron de 25 en 2015 a 241 en 2018”. En localidades como Cuartel V, la obesidad infantil se elevó, siendo el 80% de estos casos niños enfermos, debido al auge de la ingesta de harina. Sus pares del Departamento de Acción Social del Municipio de Merlo, Federico Bachino y Elio Curto, dijeron que en el partido hay más de 100 comedores y 5000 chicos acuden a ellos. También aseguraron que esta demanda es nueva, puesto que antes había 25 por comedor y hoy son más del doble, a la vez que “se están sumando algunas mamás y abuelos”.

Mientras entidades como el ISEPCi estiman para todo 2018 una suba de la Canasta Básica de Alimentos del 28,37%, el incremento del precio de servicios elementales como gas, electricidad, agua y transporte no hacen más que arrojar combustible al fuego. Al respecto, Sánchez es determinante: “Los aumentos de tarifas han sido uno de los principales motores de la inflación, deterioran el ingreso de los hogares y encarecen los costos de la producción local. Todo esto repercute en la caída general del consumo, lo que es muy recesivo en términos económicos”.

Mujer sosteniendo tela, en donde se lee "copa de leche El Maná"

Para el economista Emiliano Arévalo “los comedores son una señal de qué es lo que sucede en la sociedad en materia de pobreza”.

“En la cuadra a todos nos sacaron el medidor de luz porque no podemos pagar. Acá cerca hay un señor al que le vinieron 3.600 pesos de gas”, enfatiza Sandra, que sufrió la quita de su medidor por no poder abonar la boleta. Lo mismo le ocurrió a Natalia: “No puedo pagar y por eso me quitaron el medidor. Tenía uno prepago, pero le ponés 500 pesos y no alcanza”, declara. Si bien el contexto de Pamela y Alejandra es distinto porque afrontan los gastos del servicio eléctrico a medias con otros integrantes de la sociedad de fomento, no por eso es más fácil: “Antes les dábamos 200 o 300 pesos por la parte que nos correspondía y ahora tenemos que pagar entre 1.000 o 1.500”, explicó Pamela.

¿Qué depara el futuro? Ante la negativa del oficialismo a retroceder con su programa de ajuste económico, parece que las condiciones de las capas sociales más vulnerables no cambiarán demasiado. Entre tanto, los comedores en el conurbano bonaerense se erigen como los principales contenedores de la complicada situación social de miles de familias.

Entidades como el ISEPCi estiman para todo 2018 una suba de la Canasta Básica de Alimentos del 28,37%.

El ajuste en el cercano oeste

El ajuste en el cercano oeste

 

Emergencia Social y Alimentaria en el distrito de Moreno. La medida, que ilustra la dureza de la situación socioeconómica en el Conurbano, fue aprobada por el Concejo Deliberante local. ANCCOM dialogó con distintos actores para explicar el panorama y las implicancias de esa declaración.

José Santinelli, subsecretario de Comercio y Actividades Rurales, explicó: “El intendente Walter Festa los juntó a todos, para buscar una solución en conjunto”. Primero dialogó con el empresariado. “A ellos el gobierno provincial les garantizó Gendarmería en caso que se desmadre la situación”, advirtió.  Por otra parte, en negociaciones con el Municipio se llegó a acordar una canasta básica que cubra todas las necesidades, y apoyar a las organizaciones sociales ya que “los comedores y merenderos se han cuadruplicado”, según el funcionario

El proyecto de declaración de Emergencia Social y Alimentaria fue elaborado como resultado de una serie encuentros de la Mesa Intersectorial para la Promoción del Diálogo Social. Johana Morinigo,  responsable de Barrios de Pie en Moreno, asegura que no fueron invitados a ese espacio, aunque manifiesta que la situación que viven los comedores en Moreno “es lamentable”. En ese sentido, Morinigo señaló: “El problema es que los chicos tienen que comer a diario, uno no puede esperar a que se pongan de acuerdo, no alcanza con el dialogo, se necesitan soluciones.”

Las situaciones en los barrios son variadas, pero en algo coinciden: los bolsillos necesitan un poco más de dinero. Alicia Hernández,  directora y fundadora del hogar de niños SIAND (Servicio Integral al Niño Desamparado), reveló: “Yo administro correctamente, no se tira ni un gramo de nada, y nos alcanza. Si digo que no me alcanza mentiría, pero si nos dan más, mejor”.

 La situación no es la misma para Gloria Páez, cocinera y fundadora del comedor “Carlitos”, ubicado en San Lorenzo 1275 del Barrio de Cascallares. Cuenta que hace dos años que trabaja en este proyecto, que en principio le daba de comer a 20 chicos y ahora son más de 50. Las necesidades son muchas: “Hay chicos que no conocían la carne”, asegura, ya que en esos hogares  “comen papas, fideos, guisitos con dos o tres ingredientes”. Gloria aclara que “los comedores se han cuadruplicado en el municipio”.

 El problema de la Emergencia Alimentaria es un problema que involucra la responsabilidad de diferentes jurisdicciones: “El municipio se propone seguir asistiendo a los comedores, a través de asistencia social.  El diálogo con Provincia es difícil y muchas veces no existe la coordinación necesaria para entender la situación.”

  Por otra parte, la declaración de Emergencia Alimentaria necesita, para ser operativa,  la difusión a través de los organismos municipales de los bolsones o canastas de productos básicos acordados con los comerciantes, para que puedan ser comercializados barrio adentro, en los típicos almacenes de la zona. Con la medida, los mayoristas contarán con beneficios impositivos y los minoristas podrán acceder a un mejor precio. La cadena Maxiconsumo, por caso, ya tiene esa canasta.

  María Trinidad Acosta es una flamante ama de casa; no es que sea una recién casada, es una recién desocupada. “Antes era comerciante” dijo con un dejo de nostalgia, Era dueña de un supermercado ubicado en Galileo Galilei esquina O’ Brien, en Barrio Parque. Durante más de veinte años se conoció el negocio como el “súper de “Yesi”, con cinco empleados, carnicería, fiambrería, productos de almacén y cotillón. “Me empezó a ir mal en el último periodo de Cristina y con este gobierno me terminé de fundir. No hay plata en la calle”, afirmó. Un corte de calle por una obra municipal que se demoró cien días, combinado con la recesión y la caída del consumo, hizo cerrar las persianas de su local. Otros tres comercios de esa cuadra cerraron por los mismos motivos.

Lucas Chedrese, jefe de Gabinete del Municipio de Moreno,  aporta datos duros: “Los comedores en 2015 eran 39, ahora son 84 y los merenderos pasaron de 36 a 125. Sobre las estadísticas sanitarias no hay indicadores concretos ya que hay que realizarlos año a año. Solo hipótesis: se redujo la ingesta de proteínas a la vez que se incrementó la de carbohidratos. Desde la Secretaria de Salud indican que se incrementaron los nacimientos con bajo peso. Pero habrá que esperar para los indicadores concretos. Son temas muy delicados”, aclaró.

  Yolanda Britos forma parte de la estadística; manda a sus hijos al comedor de la Escuela Primara N°19, en Paso del Rey. “Al mediodía comen en la escuela y a la noche nos arreglamos”,  Cuenta que su esposo hace changas, pero que no todos los días tiene trabajo y que la Asignación Universal por Hijo le dura unos días nada más.

— ¿Y después?  

— Después hay que esperar. Esperar que todo pase.

 

Actualizada 12/07/2017

Lanús, Estado policial

Lanús, Estado policial

Yo estaba sentado en la esquina con unos amigos cuando veo que la policía le pega a mi hermano, ahí afuera, y me vengocuenta Nahuel Sebastián Maydana, de 17 años-. Me empiezan a golpear y me llevan adentro del patrullero no sé a dónde”.

Nahuel y Matías recién fueron liberados a la madrugada. La mayor parte del tiempo, permanecieron en el móvil. Pero en el medio los trasladaron a un descampado, abrieron el coche y, mientras los golpeaban, llenaron la cabina con gas pimienta y volvieron a cerrar las ventanillas hasta convertir el vehículo en un lugar casi irrespirable.

“No sabíamos lo que estaba pasando, nos tenían retenidos sin motivo. Son así ellos, te meten causas… En un momento, un policía dice: ´Yo le doy un tiro y le doy el fierro al otro´. Como si mi hermano me matara a mí, así querían hacer”, relata Nahuel.

Un rato antes, cerca de las 19, la policía había comenzado un operativo en la esquina de Coronel Murguiondo y José León Suárez, en Villa Caraza, partido de Lanús. Sin previo aviso ni orden judicial, irrumpieron en el comedor Sueños Bajitos, ubicado a media cuadra, un espacio que nació hace seis meses.

“Los chicos quedaron traumados”.

Entraron a la fuerza por la puerta principal y por la ventana donde las familias hacen fila para servirse su vianda. De casualidad, dicen los testigos, los policías no se cayeron dentro de las ollas con comida. A Gabriela Salazar, ayudante de cocina, le dieron un culatazo atrás de la cabeza porque intentó cerrar la puerta para proteger a los chicos -de entre 3 y 12 años- que estaban por cenar.

A Maximiliano Maydana lo detuvieron por tratar de resguardar a su hijo, de dos años, que dormía en el comedor. “Cuando se llevaron a Maxi sentí mucha tristeza, él es un hermano para mí, es quien me cuida”, cuenta su cuñada Juliana, de 12 años. En la vorágine, los agentes atropellaron a niños, embarazadas y ancianos, hirieron con un balazo de goma a un chico de 12 años y tiraron a una nena de su silla de ruedas.

“Los chicos quedaron traumados”, afirma Aurora Zaracho, que trabaja hace seis años como cocinera de los cartoneros en el centro de reciclado que tiene el MTE en Barracas, y desde hace seis meses en el comedor de Lanús.

«Nosotros no teníamos a ningún pibe escondido, eran todas criaturas», cuenta María Gilda Aurora Zaracho.

“Esa noche se quedaron sin cenar”, cuenta Zaracho y se indigna: “Lo que hicieron no tiene nombre. Nosotros no teníamos a ningún pibe escondido, eran todas criaturas. El jefe de calle sabe quién roba, saben todo, pero perjudica a la gente más humilde, a los cartoneros. Por eso, llevé las ollas enfrente de la comisaría para que vean que no eran delincuentes a los que estábamos resguardando sino a los chicos que estaban por comer. Me duele la comida que tiramos”.

Una mujer llegó a filmar toda la secuencia con su celular pero la policía se lo sacó. Rápidamente, la fuerza dio su versión: que el patrullero venía persiguiendo a una travesti, sospechosa de homicidio, que se metió en el comedor.

El secretario de Seguridad de Lanús, Diego Kravetz, estuvo presente en el operativo. “No es la primera vez que (Kravetz) encabeza un hecho como este, es la segunda vez que pasa, porque busca política y agarra a los que no tiene que agarrar. Molesta a las personas que están trabajando”, sostiene Salazar.

Los peritos aparecieron en escena a poco del operativo y limpiaron todo. Más tarde se acercó gente del Municipio y les ofreció comida. “No me interesa que la Municipalidad me traiga mercadería –dice Zaracho–. Vinieron a pedirme si yo aceptaba las disculpas y ayuda del Municipio. ¿Qué arreglan con un fideo o arroz?”.

Según Diego Marqués, referente del MTE, las prácticas intimidatorias siempre existieron en la zona. Sin embargo, desde la asunción de Néstor Grindetti como intendente de Lanús, se volvieron más frecuentes. “El MTE siempre tiene presión porque es un movimiento que nació ahí, en los barrios, es algo histórico. Pero últimamente, con Kravetz, hay mayor tensión”.

Sin previo aviso ni orden judicial, la policía irrumpió en el comedor Sueños Bajitos, ubicado a media cuadra, un espacio que nació hace seis meses.

En el barrio padecen el hostigamiento constante de la Policía, los mismos adolescentes que trabajan recolectando cartón y reciben una mano en merenderos como el del MTE, son acosados.  Hasta ahora no había “ninguna denuncia de un hecho preciso porque es algo que se vive en el barrio y no se puede visibilizar, pero esta vez sobrepasaron un límite”, subraya Marqués.

El intendente Grindetti negó que los pibes hayan estado secuestrados y desaparecidos la noche del jueves al viernes. Sin embargo, Nahuel y Maxi estuvieron dentro de un móvil policial durante cuatro horas. “Los estaban llevando a la Comisaría 5ta pero suponen que, porque estaba llena, los llevan a la 9na”, explica Marqués. Sin embargo, este cambio no fue informado al abogado del movimiento, Juan Grabois.

“¿Y dónde están los derechos del niño?”, se pregunta Gabriela Salazar y agrega: “Todo lo que se hace acá es hecho con amor y para los chicos, para las personas que en verdad tienen ganas de trabajar y ayudar. De eso se trata”. A su lado, Aurora Zaracho añade: “No fue justo lo que sufrimos. No vale un perdón, los chicos necesitan una explicación, y nosotros vamos a reclamar nuestros derechos”. En busca de respuestas y de respeto, hoy marchan a la Municipalidad de Lanús.

 

Actualizado 4/04/2017

Comedores populares, versión 2016

Comedores populares, versión 2016

“Lo que falta no es trabajo, es plata. No se consume nada y te pagan menos por las changas”, se queja Federico, de 45 años, que desde hace un año asiste al comedor de la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé, en el barrio de Caballito. Mariano, Alejandro y Leonardo, sus compañeros de mesa, asienten y coinciden en que “la calle está peor que nunca”. Federico se encuentra en situación de calle. Cuenta que una pieza en una pensión, para una sola persona, cuesta 4200 pesos por mes, con baño y cocina compartidos. Con estos precios y sin un empleo fijo, es muy difícil acceder a un techo.

De los 50 asistentes, en promedio, que concurren al comedor de Caacupé, entre cinco y diez están en situación de calle, el resto son jubilados o trabajadores. El comedor existe desde la crisis de 2001 y de manera ininterrumpida brinda el almuerzo de lunes a viernes. En 2015 fijaron un límite de 50 personas por día –antes recibían hasta 160–, por las dificultades que les generaba, al momento de preparar la comida, no saber cuántos comensales iba a haber. Mientras explica esto, Alfredo Quirós, cocinero desde los inicios, recuerda que entre 2002 y 2003 le daban de comer a 210 por día, algunas que incluso llegaban desde el Conurbano para recibir un plato de sopa y fideos con estofado.

En la Basílica Sagrado Corazón de Jesús funciona un comedor y, desde marzo, un servicio de duchas para personas carenciadas, abierto los martes y los sábados.

La solidaridad de la comunidad es fundamental para el Caacupé, hay vecinos que dona carne, otra verduras, y “la providencia siempre ayuda para nunca falte nada”, asegura Alfredo, aunque reconoce que la ayuda se ha visto reducida en el último tiempo. Uno de los donantes, por ejemplo, pasó de enviar 100 kilos de carne por mes a 50, exactamente la mitad. Con el ingenio de los voluntarios organizan actividades para recaudar fondos, como venta de choripanes o de pollos que hoy generan el grueso de los ingresos del comedor.

Otra voluntaria de Caacupé, Fernanda Alcalá,  presenta a Alan, de 25 años, quien junto con su hermano mellizo concurre de manera esporádica. Alan se acerca con una olla en una bolsa que trae de su casa. Vive con su hermano y su papá a cinco cuadras. Es estudiante de segundo año del profesorado de Historia en el Joaquín V. González, y allí también estudia su hermano, que está en segundo de Letras. Su padre es taxista y ellos buscan trabajo constantemente. Pero “está muy jodido –dice-: te tienen tres meses y te rajan”. Alan y su hermano concurren desde 2008 al comedor. Cuando tienen trabajo dejan de ir. Hace dos meses tuvieron que volver porque no les alcanza con lo que gana su papá. “De 2008 a 2015 la situación estaba mejor, ahora no. La inflación y la desocupación es mucha”, señala Alan.

El Observatorio de Derecho Social de la CTA, que periódicamente releva la situación del empleo en el país, le da la razón a Alan. Entre octubre de 2015 y enero de 2016 se registraron 57.868 empleos perdidos en el sector privado. En el público, en tanto, se estiman 41.000 trabajadores menos desde diciembre 2015 hasta marzo 2016. Frente a esta realidad, la gente recurre a diferentes estrategias para subsistir, y una de ellas es, sin dudas, los comedores populares.

De los 50 asistentes, en promedio, que concurren al comedor de Caacupé, entre cinco y diez están en situación de calle, el resto son jubilados o trabajadores. El comedor existe desde la crisis de 2001 y de manera ininterrumpida brinda el almuerzo de lunes a viernes.

En la Avenida Vélez Sársfield 1351, en Barracas, se ubica la Basílica Sagrado Corazón de Jesús. Allí funciona un comedor y, desde marzo, un servicio de duchas para personas carenciadas, abierto los martes y los sábados. Aquí se brinda asistencia a unas 30 personas por día aunque están anotadas alrededor de 200. José D´Onofrio, de 42 años, es licenciado y magíster en Administración de empresas y voluntario en el Sagrado Corazón: “Treinta es un límite que ponemos porque tenemos que elegir entre caridad y calidad; así logramos desarrollar el vínculo que queremos para ayudarlo en otros aspectos. Sin la restricción han venido 60 o 70 personas –explica–, muchas para sociabilizar, tienen trabajo y siguen viniendo para continuar el vínculo”. Para José, el alimento y la ducha son claves, pero destaca que también se ofrece ayuda para trámites legales, asesoramiento laboral, y hay atención de psicólogos, trabajadores sociales y hasta peluquero, algo muy importante según José porque “hace a la dignidad de la persona”.

En un salón de 20 metros por 6, el párroco de la iglesia, Sebastián García, organiza a 15 voluntarios. Con un tono de arenga, los pone al día de los avances del proyecto de asistencia, que incluye a otras dos entidades católicas, la Cátedra del Diálogo y la Cultura del Encuentro y la Asociación Miserando, encargadas de llevar adelante la logística del servicio. El cura comenta las donaciones que se van consiguiendo y las instituciones que prometen ayuda. Divididos en tres equipos (cocina, duchas y ropería), los “servidores” brindan el desayuno (mate cocido con tostadas), el almuerzo, la posibilidad de higienizarse y ropa limpia. Pero, sobre todo, como destacan ellos, tratan de conocer las vidas de los asistentes para ayudarlos mejor.

La mayoría se entera del lugar a través del “boca a boca” en los hospedajes donde viven y dan fe del vínculo “humano” que se crea con los voluntarios. “Te dan de comer y te tratan bien”, subrayan.

 

Actualizada 12/12/2016