“Estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción”

“Estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción”

A los 29 años, Santiago Martínez Cartier publicó «Palermo Dead», su sexta novela de ciencia ficción. Una obra distópica inspirada en la crisis climática y la gentrificación de Buenos Aires.

La cita que da título a esta nota pertenece a Santiago Martínez Cartier, escritor de ciencia ficción que con apenas 29 años acaba de publicar Palermo Dead, su sexta novela. En ella aparece relatado un futuro distópico plagado de mundos posibles, donde el negociado inmobiliario y el calentamiento global desnudan la avaricia capitalista que, tarde o temprano, terminará con las clases sociales y junto con ellas, con ¿la humanidad?

Diversos relatos dan vida a esta nueva obra del autor, que ofrece un futuro negro donde el canibalismo aparece como opción ante la falta de lugares para producir alimentos.

Editado por Casa de criaturas, el libro ya se encuentra disponible para su comercialización. Una buena oportunidad para leer en vacaciones antes de que nos tape el agua.

 

¿Qué edad tenías cuando arrancaste con la escritura?

En verdad de chico ya escribía. Ya en la escuela primaria empecé a escribir cuentos, ficciones y de hecho ya escribía cosas con elementos de ciencia ficción. Después, más cerca de los 19 años, seguí escribiendo cuentos. En su momento me hice amigo de un librero y ahí fue cuando empecé también a tener otras influencias, leyendo mucha ciencia ficción y ahí, un poco de casualidad, terminé escribiendo la primera novela: Manuscritos del tiempo (Expreso Nova, 2014), que empecé como un cuento y lo fui alargando hasta terminar en una novela cortita que escribí a los 19 y se publicó cuando tenía 21.

 

¿Todas tus obras son ciencia ficción?

Sí, o al menos todas tienen elementos que remiten a la ciencia ficción, tal vez no necesariamente son tramas 100% del género pero en todas se juega algún aspecto como el tiempo, o siempre hago intervenciones de Buenos Aires. Voy siempre para adelante buscando distintas versiones de Buenos Aires, cómo sería en el futuro, distintos fenómenos que pueden terminar con diferentes versiones de la ciudad.

¿Cómo fuiste definiendo a la ciencia ficción como tu género preferido?

No fue una decisión voluntaria, yo en ese momento funcionaba de una forma más intuitiva. Ahora pienso un poco más las cosas pero en su momento era lo que salía y realmente lo que me salía era pensar el mundo en base a los códigos de la ciencia ficción. Siempre sentí que es más fácil hablar sobre los problemas contemporáneos del mundo actual a través de ficciones que generen una suerte de espejo. A veces, esa distancia hace que las cosas sean más claras, por eso funcionan tanto las distopías porque en realidad son como hipérboles, son como una exageración o una apuesta al máximo de los paradigmas del mundo contemporáneo. Y eso también es muy característico del cyberpunk, de ese mundo distópico donde el mundo de la vida está regido por las megas corporaciones. Entonces, se me hacía ya que estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción, que el futuro llegó hace rato y me fue más fácil hacer lo evidente a través de los libros. Me surgió orgánicamente y siento que fue porque la ciencia ficción la siento más contemporánea que nunca.

 

En Palermo Dead planteas un Buenos Aires bajo agua: ¿Cómo se puede relacionar con los problemas que trae aparejado el cambio climático?

Palermo Dead está inspirado en dos tendencias claras que estamos viendo hoy en día: una es el deshielo de los glaciares. Se estima que de acá a cinco años se va a terminar derretir un glaciar del tamaño de la isla de Gran Bretaña y que puede dejar a la Ciudad bajo agua en un futuro no tan lejano. Y la otra tendencia es el negociado inmobiliario que está generando un proceso de gentrificación en muchos barrios porteños expulsando a los vecinos históricos de su barrio por el aumento del valor del metro cuadrado. Esas dos tendencias terminan generando el mundo de Palermo Dead. Llegado el momento, no va a quedar lugar donde construir y el cementerio va a estar ahí, enorme, con un espacio verde divino para clavar una mega torre.

 

¿Palermo Dead recupera elementos históricos combinados con el presente para configurar un futuro distópico?

Tiene cosas del presente pero también tiene historia y por supuesto, futuro. El movimiento poblacional que ocurre en el libro está un poco inspirado en el que ocurrió justo antes de la fundación del cementerio de la Chacarita, a partir de la epidemia de la fiebre amarilla durante la guerra del Paraguay. Con la fiebre amarilla se produce otro gran movimiento poblacional donde las clases adineradas se tienen que ir de San Telmo y se mudan al norte de la ciudad y ahí es cuando las clases populares empiezan a ocupar las grandes mansiones partidas en mil que convirtieron en conventillos. Esos hechos son los que inspiraron un poco el movimiento demográfico que ocurre en el libro: un edificio primero construido para ser utilizado transitoriamente por la clases adineradas y que luego los subarriendan, lo parten en mil ambientes, engañando a las clases populares con la promesa que “esto no se va a inundar todavía”.

Planteas un futuro donde ¿nos comemos?

Hay un poco de esto también. El canibalismo aparece como uno de los motivos de la novela. Siento que tiene una carga simbólica enorme el tema de la antropofagia.

 

¿Cómo es tu proceso de creación de personajes?

En Palermo Dead justamente me divertí un poco jugando con eso, siento que cada vez pienso más justamente desde donde estoy narrando. Cada uno de los relatos de Palermo Dead está narrado desde un personaje distinto, no son un reflejo mío, o tal vez algunas cosas sí, pero los personajes están construidos para adjetivar o para construir sus mundos. El primer capítulo, “Los fundadores”, está narrado desde una suerte de mente colmena del grupo de personas, que narra a la vez en un nosotros inclusivo y que son como una suerte de antigua oligarquía que sostienen los valores de Sarmiento en 1850.

El segundo cuento (y no sigo para no spoilear), que es el de la chica que se escapa, es simplemente un recurso que adjetiva un punto de vista político, de una revolucionaria que se está escapando de las instituciones. Entonces cada uno de los cuentos está construido desde una subjetividad distinta, que nada tiene que ver conmigo o que en algunos casos empatizo más que con otros, pero están pensados más en función de nuestras subjetividades distintas dentro de este mundo.

 

¿Cómo se pone en juego la relación narrador-autor?

Yo creo que ya me saqué las ganas de la literatura del yo. Justamente en Palermo Dead intenté alejarme lo más posible de lo autobiográfico. Lágrimas invisibles (Milena Caserola, 2016), que es el segundo libro escribí, sí es casi todo autobiográfico. Manuscritos del tiempo está basada en un hecho autobiográfico que usé para la ficción, pero ya me cansé de ese tipo de ejercicio y ahora busco lo contrario, cómo crear personajes que sean cien por ciento ficcionales.

 

¿Cuáles son los autores que te influencian?

Hay un poco de todo y además me gusta mucho el cine. Son lenguajes distintos. Es muy distinto escribir un guión que escribir una novela pero siento que me inspiran las atmósferas de las películas y para escribir esta novela estuve viendo mucho cine de terror y estuve leyendo esta nueva ola de terror argentino que me parece muy interesante: Luciano Lamberti, Mariana Enriquez, Samanta Schweblin. Hay también mucho de Philip K. Dick, Manuel Puig y Bioy Casares, entre otros.

Cuando la realidad supera a la ciencia ficción

Cuando la realidad supera a la ciencia ficción

 

«Cuando la realidad alcanza a la ciencia ficción, el género tiene que huir de nuevo hacia delante”, opina Ruocco.

La pandemia hizo que la realidad se pusiera en contacto con situaciones solo antes retratadas por la ciencia ficción. En un contexto que mezcla buenas dosis de incertidumbre con otras tantas de paranoia, tres autores del género se muestran optimistas, aunque no logran imaginar el futuro. Los años más recientes de la ciencia ficción se caracterizaron por la profusión de escenarios posapocalípticos. “La industria del entretenimiento nos venía llenando de distopías”, dice el escritor, filósofo y crítico italo-argentino Pablo Capanna, cuya obra explora el género desde 1965, “como para halagar ese nihilismo que le atribuía al público, que había dejado de creer en los ideales de la modernidad y no atinaba a imaginar un futuro atractivo. El cine y las series producían y vendían ese material en gran escala, porque el miedo puede ser negocio”.

Pero, ¿estamos al borde del colapso? La ciencia ficción se ocupa de imaginar qué pasaría si. El género, comenta Laura Ponce, escritora especializada, crítica, divulgadora y editora argentina, refleja los temores y anhelos de la época y sociedad que la produce, pero siempre con los pies en la realidad: “Toma la información conocida por la ciencia y la estira hasta el máximo de sus posibilidades lógicas.

«Desde la Peste Negra del siglo XIV la pandemia es un terror que asoma en el imaginario cultural», acota Capanna, quien recuerda que la literatura trata ese miedo por lo menos desde 1826, cuando Mary Shelley publica El último hombre tres años después de su famoso Frankenstein. «No es que la ciencia ficción se haya hecho eco de las preocupaciones que asediaban a la opinión pública –señala-. Por el contrario, fue ella la que puso en circulación la mayoría de ellas, ya sea como anticipación o como advertencia». Capanna está convencido de que la ciencia ficción contribuyó, por ejemplo, a disuadir una guerra nuclear.

El peor de los mundos

Juan Ruocco es escritor, guionista y estudiante de Filosofía. Desde 2014 conduce un podcast y escribe artículos donde explora temas de ciencia y cultura pop. «La idea del fin del mundo tiene que ver con una forma muy cristiana de pensar el tiempo», opina Ruocco. Y detalla: “El Génesis y el Apocalipsis. Empieza y termina. Esperamos ese momento culminante de la historia, y en realidad no tenés esos momentos terminales de crisis absoluta. Siempre prima un principio de realidad. En los momentos más álgidos terminó primando el no autodestruirse”.

La ciencia ficción construye distopías para jugar con el peor de los escenarios. “Rara vez en los relatos se consigue una cura o vacuna”, detalla Ponce. “Y no antes de que la humanidad sea diezmada. Incluso si se viaja atrás en el tiempo, para evitar el surgimiento de la pandemia, ese viaje implica una paradoja que puede ser el motivo de que se produzca”. Para Capanna, concluir un relato con el apocalipsis es hacer trampa: “Los buenos escritores de ciencia ficción son los que siempre supieron escapar de las normas comerciales y en el fondo nunca dejaron de ser optimistas. Hasta alguien como Philip K. Dick, que imaginó futuros peores que el presente, siempre daba por superada la catástrofe y trataba de imaginar un mundo empobrecido pero con la esperanza puesta en la reconstrucción”.

“Rara vez en los relatos se consigue una cura o vacuna”, detalla Ponce.

El año después

Capanna blande un realismo optimista: «Si la civilización sobrevivió a la Peste Negra, que mató a más de un tercio de los europeos, y lo hizo sin contar con la medicina científica, es seguro que sobreviviremos». Ponce, mientras tanto, anuncia que “esta pandemia es un evento de escala planetaria, de alcance global: la humanidad nunca vivió algo de estas características. Estamos asistiendo al inicio de una Nueva Era. Qué hagamos con eso depende de nosotros”.

Pero una vez descartado en gran medida el miedo a la extinción de la especie, comienza la desconfianza en el nuevo mundo. El qué pasaría si de la ciencia ficción imagina situaciones para recordarnos que en las situaciones extremas nunca deja de salir a luz lo peor y lo mejor del ser humano: “El tema del control político y social -dice Capanna- ha sido muy trabajado en el género, más con las herramientas de vigilancia que provee la tecnología. Seguramente es una de las preocupaciones prospectivas actuales. Cuando está en juego la supervivencia, nunca falta quien justifique una suspensión de la ética, la solidaridad y las costumbres civilizadas”.

“Cuando la realidad alcanza la ciencia ficción, el género tiene que huir de nuevo hacia delante”, opina Ruocco. Y admite: “De parte de los autores más tétricos, entre los que me incluyo, hay una subestimación de la capacidad del ser humano de autopreservarse”. Para Ruocco, la ciencia ficción esperaba un escenario más grave: “No esta guerra de baja intensidad. Ahora vamos a tener que pensar otros futuros porque el tema empieza a saturar a los autores”.

La respuesta a qué futuro nos depara puede encontrarse en el espíritu de Phillip Dick. Una alternativa disruptiva que contrarreste la crisis futura. La producción de bienes y servicios ha disminuido hasta casi detenerse. Ponce reflexiona que “en un momento donde muchas dinámicas como el egoísmo de la meritocracia y el sálvese quien pueda se ponen en duda, se pueden pensar nuevas formas de asociación colaborativa. Porque el mundo al que vamos a volver no va a ser el mundo del que nos retiramos”.