«Es muy difícil entender cuando se llevan a una persona y te entregan un par de huesos»

«Es muy difícil entender cuando se llevan a una persona y te entregan un par de huesos»

Ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Pozo de Quilmes.

En una nueva audiencia del juicio de lesa humanidad que busca justicia por los crímenes cometidos en los ex Centros Clandestinos de Detención, Pozos de Banfield, Quilmes y Brigada de Lanús, declaró la familia de Miguel Ángel Soria, obrero naval del Astillero Río Santiago, secuestrado el 6 de junio de 1976 en su domicilio, en un operativo de detención ilegal a cargo del Primer Cuerpo del Ejército. En marzo de 2011 los restos de Miguel Ángel fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el Cementerio Municipal de General San Martín. Allí pudo reconstruirse que fue asesinado el 3 de febrero de 1977, en un simulacro de enfrentamiento.

El último día en que María Esther Buet vio a su esposo fue el 6 de junio de 1976.  Habían quedado en encontrarse en la casa de su suegra, porque ahí estaba la hija del matrimonio, Stella Soria, de cinco años. Miguel Ángel Soria, tenía 25 años y había nacido el 14 de mayo de 1951 en Berisso. Trabajaba en el Astillero Río Santiago de día, donde era delegado gremial, y de noche en un frigorífico. Aquel día cobraba y dijo a su compañera: “Nos encontramos antes para que vayas a pagar el alquiler”. Vivían en La Plata, en la calle 18 entre 66 y 67.

Unos días antes, María Esther había sido amenazada por un viejo amigo de la familia: “Si no renunciás, esta noche pasamos por vos”, le dijo y María tuvo que dejar su trabajo en el frigorífico donde también había sido elegida delegada por sus compañeras.

De camino a su departamento de La Plata, el verdulero del barrio le advirtió que no se le ocurriera ir a su casa, porque estaba lleno de policías. Un hombre de apellido Sotelo era quien le había alquilado la casa y ahora también se convertiría en el entregador. Con el tiempo se enteraron de que trabajaba en la comisaría 5ª de La Plata.

El miedo era constante. Terrible. Siempre pasaban por los lugares donde ella se escondía, pero nunca pudieron encontrarla: “Para ellos éramos subversivos”, describe hoy María, en la audiencia virtual del juicio que investiga entre otras la desaparición de su marido. Como excusándose, explica al Tribunal que cuando trabajó en el frigorífico no tenía una militancia partidaria, que lo que hacía era sólo apoyar a los compañeros, al igual que Miguel, quien sí militaba en la Juventud Peronista. 

La mamá de Miguel fue quien prácticamente crió a su hija. Era muy riesgoso que María tuviera contacto con ella. Se la arrancaron de los abrazos, nunca más pudo dormir con la niña. El terrorismo de Estado destruyó a su familia: “Cuando te pasan esas cosas siempre pasa que tenés la culpa, siempre te echan la culpa”.

En 2011, llamaron a su hija y le dijeron que habían encontrado los restos de su papá, recuerda María, en relación a la identificación que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) pudo hacer de los restos de Miguel Ángel. “Se lo entregan y hoy lo tenemos, pero tampoco puedo entender que se lleven a alguien y devuelvan esos huesitos. Nunca lo voy a entender. Trataré de hacer un esfuerzo para hacer el duelo. La verdad que no se puede vivir, es algo que me duele hasta el día de hoy”, cierra.

El recuerdo de la hija

Con un pañuelo blanco de fondo con el nombre de su padre, Miguel Ángel Soria, y su fecha de desaparición; y una remera con la leyenda “son 30 mil”, Stella Maris, comienza su declaración. Es que recuerda aquel 6 de junio como si fuera ayer. Tenía cinco años cuando unos hombres de traje irrumpieron en la casa de sus abuelos, que la estaban cuidando y que luego de ese día se convertiría para siempre en su casa.  Estaba mirando la televisión, miraba el dibujito furor de la época: La pantera rosa. “No me olvido más. Entra una cantidad grande de personas, uno me agarra upa, alguien que yo creí reconocer porque tenía un anillo y pensé que era mi abuelo. Era un hombre que estaba de traje. Después supimos que era el comisario (inspector Atilio Pascual) Viola, que estaba a cargo del operativo. Era de la brigada de operaciones de La Plata”. Su abuelo tenía un almacén delante de la casa y estaba atendiendo. Su abuela estaba planchando. ¿Su papá? había llegado del trabajo, porque allí se encontraría con su compañera para darle el dinero para pagar el alquiler. Los represores revolvieron toda la casa, pero aquellos hombres de traje no pudieron encontrarlo. Sí encontraron los documentos, pero su papá ya había salido por el fondo de la casa escapando de la cacería que sería inevitable. Según Stella, estuvieron un montón de tiempo, como hasta las siete u ocho de la noche. O quizás el tiempo se le hizo interminable en ese momento. “Ese 6 de junio nos cambió la vida a todos”, afirma.

“Mi abuela fue a hacer la denuncia a la Comisaría 1ª y no se la tomaron. Tuvo que ir como tres días y recién al tercero aceptaron la denuncia y a partir de ahí, empezó el peregrinaje: haciendo trámites, cartas al arzobispado, habeas corpus. En realidad, fue a todos lados, como hizo la mayoría de los familiares. Pero a casa siguieron viniendo. Hasta mayo del 77, vinieron todas las noches”. Su abuelo ponía el despertador y a las dos o tres de la mañana llegaban pateando la puerta. Era repetitivo. Sí, hasta mayo del 77 fueron todas las noches, hasta que desapareció María Seoane, la novia de su tío. Esos días fueron los últimos días que visitaron la casa de sus abuelos, su casa.

“A mi papá también fueron a buscarlo al departamento de la calle 18 donde en realidad estaban viviendo con mi mamá. Yo estaba en la casa de mis abuelos porque ellos trabajaban todo el día. El departamento era en la calle 18 entre 66 y 67. Ahí estuvieron también apostados dos días, los militares. Nunca encontramos la llave”, recuerda. “No supimos más nada de él hasta que en el año 2011, el Equipo de Antropología Forense lo reconoció, en el cementerio de San Martín, estaba en una fosa común. La antropóloga hizo el informe y decía que lo mataron un 3 de febrero de 1977. O sea, lo mataron y seguían viniendo a mi casa, eso es lo que yo nunca entendí. Por qué seguían viniendo a casa. Es muy difícil entender cuando se llevan a una persona y te entregan un par de huesos, un esqueleto incompleto, con un cráneo multifragmentado, sus fémures quebrados, cuando uno no tiene un cuerpo. Es muy difícil hacer ese duelo y es muy difícil entenderlo”.

En todos esos años, Stella acompañó a su abuela en la búsqueda de su padre, hasta el último día. “Mi papá estuvo detenido en La Plata, pero no sabíamos dónde porque lo buscaban de la Brigada de Investigaciones. Después sí supimos que estuvo en la Brigada de Lanús. Mi abuela fue a Lanús a hablar con Viola porque había sido traslado allí. Luego fuimos a San Martín. Este fue su último lugar donde estuvo detenido porque lo matan ahí, en Caseros, en un enfrentamiento. Eso es todo lo que sé”, describió. Un supuesto enfrentamiento, el eufemismo que utilizaba la dictadura para ocultar los fusilamientos. 

“Si estoy acá, es también por mis abuelos, por mis viejos, para que se haga justicia y para poder entender las cosas. Hoy yo tengo una hija y veo todo desde otra perspectiva. Le doy y me da un montón de cosas  unas ganas de vivir, de luchar, de buscarle la vuelta y es difícil entenderlo, pero es así en nuestra vida. Uno trata de reconstruirla, viviendo de otra manera. Es muy difícil de explicar. Una vida que en realidad le falta algo, pero una le va buscando la vuelta”.

Memoria fraterna

 “Nos dijeron que tenían que eliminarnos a nosotros y a toda la juventud, porque tenían que sacar toda la pudrición, nosotros éramos la pudrición”, recuerda Norma Soria, hermana de Miguel. Aquel 6 de junio, ella regresaba de la facultad y le advirtieron que no fuera para su casa porque se la podían llevar. “Mi hermano se dirigió al departamento de calle 66 y aparentemente en esa calle fue detenido por fuerzas conjuntas, el mismo día. De ahí en más lo empezamos a buscar con mi mamá y mi sobrina. Recorrimos todas las unidades carcelarias, regímenes abiertos, todos los distritos militares, sin encontrar nada. A mi casa fueron en tres oportunidades. 

Entre lágrimas los recuerdos pasan por su cabeza. En una oportunidad le apuntaron a mi sobrina que tenía solo cinco años. A mi mamá le estaba por agarrar un infarto y ellos no me dejaban ir a buscar las pastillas. Entonces me apuntaron a mí también, pero fui igual”. Desde el día 6 nunca más supieron de su hermano Miguel Ángel Soria. “Fue un detenido desaparecido porque fue así. A él no se lo tragó la tierra. El terror que generaba el haber salido a buscarlo por todos lados, en noches frías de inviernos, a las casas de sus amigos para ver si estaba con ellos. Todos los hermanos, hijos, madres y padres han quedado traumatizados por todo eso. Fue realmente una masacre”, expresa Norma.

“Es difícil seguir, tengo un tic que hace lastimarme de noche. Mi vida cambió mucho. Tengo miedo a las tormentas, porque cuando llegaban los militares eran días de lluvia, de tormenta y siempre con la luz apagada. Aunque lo encontramos después, nos desarmaron a todos. Mi mamá iba a llevarle flores al cementerio a los NN, porque pensaba que cualquiera podía ser su hijo. Nos destruyó totalmente”.

 En marzo de 2011 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Miguel Ángel y pudo reconstruir que fue asesinado el 3 de febrero de 1977 y su cuerpo hallado en la intersección de las calles Falucho y Besares en Ciudadela, partido de Tres de Febrero.

 

A 45 años, no es fácil declarar para María, ni para Stella, ni para Norma. Entre recuerdos, lagunas, emoción, pero sobre todo dolor, mucho dolor, igual pudieron hacerlo. Describieron todo lo que recuerdan de aquellos años que cambiaron sus vidas para siempre. Y gracias a ello, el martes, en una nueva audiencia virtual del Tribunal N°1 de La Plata, que juzga a 18 represores por los crímenes cometidos en Pozos de Banfield, Quilmes y Brigada de Lanús, se oyó un nuevo grito de memoria: por Miguel Ángel y por los 30.000 que aún esperan justicia.

 

Un pequeño planeta llamado Astillero Río Santiago

Un pequeño planeta llamado Astillero Río Santiago

El Astillero Río Santiago cuenta con 3.300 trabajadores.

Ensenada, junto a La Plata y Berisso, forman un polo industrial que, desde la década del 50, ha sido uno de los bastiones productivos más importantes de nuestro país. En distintos períodos históricos como la dictadura de los 70, el neoliberalismo de los 90 y la etapa macrista, se diezmó su potencial productivo. Pero, pese a todo, el Astillero Río Santiago (ARS) con sus 3.300 trabajadoras y trabajadores resiste como un verdadero emblema de memoria, verdad, justicia y soberanía.

ANCCOM conoció un planeta pequeño. Allí habitan orfebres de joyas de gran envergadura, buques, puentes y aerogeneradores que transforman la energía eólica en eléctrica.

En inmensos talleres confluyen maquinarias, mazas, calderas y computadoras y grandes grúas que de lejos parecen tener vida propia. Al acercarse, se observa que son las encargadas de trasladar las piezas de los buques. Los obreros, sobre los andamios, recuerdan a Gulliver en la isla de Liliput. Todo el complejo de estructuras ensambladas está destinado a la fabricación de las partes de los barcos, o la máquina de hélices para los aerogeneradores.

En ese pequeño planeta también funciona una escuela técnica que prepara a sus obreros en trabajos calificados. Además se encuentra el área de Derechos Humanos, porque el astillero fue un espacio de encuentro y organización de trabajadores durante la última dictadura cívico-militar, cuando medio centenar de ellos fueron detenidos desaparecidos.

El “#Ni una Menos” también entró al astillero. Ya son 360 las mujeres que forman parte de esa gran fábrica, no sólo en las áreas administrativas, sino además en las distintas secciones y talleres.

Los y las empeladas poseen atención médica las 24 horas, porque muchas de las secciones implican trabajos considerados de alto riesgo. Por esa razón, también, cuentan con su propio cuerpo de bomberos.

El gobierno bonaerense de María Eugenia Vidal retuvo las partidas del Astillero y paralizó su trabajo.

 

La última embestida

Durante 2018, el ARS vivió una de las ofensivas más fuertes, a cargo de un Presidente de la Nación hacia el sector obrero. Mauricio Macri lanzó la primera piedra: “Hay que dinamitar el Astillero Río Santiago”, dijo. Luego se instaló el tema en los medios masivos, considerando al sitio como un reservorio de vagos, que se colgaban del Estado. Bajo el lema #Donde hay que ajustar, se mostraban imágenes, tomadas desde drones, de un astillero desierto. A su vez se expresó que los obreros ganaban cifras siderales.

Los medios no contaban que el Gobierno provincial tenía retenidas las partidas completas de insumos desde hacía varios meses, cuestión que impedía continuar las trabajos. Tampoco se informó sobre los recortes salariales que sufrían los trabajadores, ni que muchos ya no llegaban a fin de mes, condenados a mirarse las caras, en el silencio insoportable de las máquinas paradas.

 

La suerte estaba echada

 La información se replicó en los medios con velocidad y se construyó un nuevo enemigo Frente a esa situación, los trabajadores del Astillero coparon las calles. Hubo gran cantidad de movilizaciones. Dos fueron emblemáticas.

Una fue la del 21 de agosto del 2018, cuando el ARS se manifestó con fuerza y el centro de La Plata se inundó de trabajadores. Se llegaron a concentrar más de 40.000 personas y la represión se instaló con balas de goma, gas pimienta, heridos y detenidos. La acción transcurrió frente al Rectorado de la Universidad de La Plata, mientras en su interior despedían los restos de Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo.

El 18 de septiembre hubo una manifestación importante. La policía cercó a los manifestantes del Astillero. Los trabajadores contaban con la información de que los esperaban las fuerzas de seguridad en la plaza San Martín, por lo que decidieron dirigirse al Ministerio de Economía y tomarlo de manera pacífica para negociar frente al aparato de Estado.

Los obreros accedieron a archivos internos y encontraron un plan de desmantelamiento del Astillero Río Santiago redactado e impreso. En el documento se detallaba de manera muy clara, cuáles serían los pasos a seguir. Todo estaba perfectamente sincronizado: desde el ámbito jurídico, con el armado de causas y desde lo mediático, con una campaña de desprestigio. En el aspecto gubernamental se expresaba la continuidad de los recortes presupuestados para las obras.

Con la certeza entre las manos, los trabajadores del ARS decidieron resistir en el Ministerio y lograr negociar una salida al conflicto, 12 horas después. La gobernadora María Eugenia Vidal se comprometió a dar respuesta a los reclamos, normalizar la entrega de insumos para reanudar la producción, pagar los sueldos sin descuento y respetar el convenio colectivo de trabajo, entre otras cuestiones.

Visita al astillero Río Santiago. Ensenada, 27 de septiembre de 2019. Fotos de Juli Ortiz / ANCCOM.

 

En el diario ya no hablaban de ti…

ANCCOM  entrevistó a Denis Bilardo, secretario del interior de ATE y delegado del ARS, al cumplirse un año del conflicto con el gobierno, en el que los trabajadores del Astillero Río Santiago lograron desbaratar la maniobra de desmantelamiento y cierre de una de las industrias más importantes del aparato productivo argentino.

 ¿Cómo empezó el conflicto?

Este conflicto comenzó en 2016, cuando inició sus gestiones el gobierno. Nosotros salimos a comunicarle a la sociedad por qué el Astillero no producía, qué era lo que necesitábamos para producir, qué podía fabricar el astillero para el país. Toda esa campaña se reflejó en movilizaciones y plenarios de delegados regionales. Y se evidenció el día después de la represión, cuando hubo 40.000 personas en la plaza San Martín, acompañándonos. Además hubo un paro regional en Ensenada y en Berisso.

¿El apoyo de la gente fue inmediato?

Sí y se dio en un momento donde se terminó el gradualismo, en el 2018. Evidentemente hay algunas cuestiones con el tema de la memoria, porque ese gobierno ganó diciendo que íbamos a estar mejor, con frases que tienen fuerza en una parte de la población y lograron ser hegemónicas. Gran parte de la sociedad lo legitimó. Yo creo que, más que en el terreno de la disputa ideológica, de las ideas, lo nuestro fue meter el tema del trabajo, de lo importante que era el Astillero como unidad productiva.

Lo que se hereda no se roba

¿Por qué en el Astillero se escucha hablar tanto de memoria?

Acá hay familias, compañeros, que son cuarta generación de trabajadores del ARS. Desde que se fundó el Astillero trabajaron abuelos, padres e hijos. También tenés algún nieto que va a la escuela. En la puerta, pasando la rotonda, se recuerda a Luciano Sanders, que era trabajador de este taller de estructura y que está desaparecido, asesinado por la última dictadura militar. Hoy trabaja el hijo, en el sector de buques militares y el nieto está estudiando en la escuela técnica del ARS. Hay una cosa muy fuerte en la transmisión de generación a generación. Y lo que es muy fuerte, también, es la memoria, que es muy importante, porque cuando vos salís a pelear y sos consciente de que hubo otros que pelearon antes, se genera un espíritu colectivo muy importante, que da la posibilidad a que otros, más adelante, peleen, por lo que es justo. Eso genera mucha identidad y fortaleza para pensar que no te pueden quebrar en una pelea, por más que, en este caso, hayan jugado muy, muy fuerte.

Denis Bilardo

Soberanía

¿Qué crees que está en juego, en términos de intereses, con respecto al Astillero?

Esto es una cuestión de soberanía. Tenés un país que tiene dos tercios de su territorio sumergido en el mar. Hoy nosotros exportamos 2.000 millones en riqueza ictícola y 1.800 millones de carne. Pero hay una cuestión ahí, parecería que lo que está en el mar, no se ve, lo que está en los ríos, no sucede para la sociedad argentina. Ese es el punto fundamental en el que perdés toda posibilidad de soberanía. Digamos que es una gran pelea, también en el terreno cultural.

¿Cómo se insertaría el ARS en nuestra rueda productiva?

Argentina tiene bajo la plataforma submarina 3 veces lo que tiene en Vaca Muerta. Y lo que tiene en Vaca Muerta se va a exportar en barcos. Si lo pensás, somos un país marítimo. Somos un país terminal, es decir que comercializamos con China y con India, que son naciones que están a 10.000 ó 15.000 km. Nosotros vemos la comunicación con el mundo como un bien estratégico, como un bien de desarrollo del país.

¿Cómo se refleja a nivel económico no contar con la flota que podría fabricarse en el ARS?

Hoy Argentina paga, según la cantidad que importa y exporta, entre 7.000 y 10.000 millones de dólares de flete. Y no hay ningún flete de bandera nacional que lo haga. Con lo cual la balanza de pagos es deficitaria. Y hoy Argentina tiene un déficit cercano a los 13.000 millones de dólares.

¿Y qué podría hacer el ARS para modificar esa situación u otra, relacionada con el desarrollo de nuestro país?

Lo explico en un caso. Las shaldags, son unas lanchas súper rápidas, de costa marítima y están diseñadas fundamentalmente para bombardear a la población civil en Palestina. Esas lanchas fueron compradas acá para patrullar el litoral fluvial. Lo que se sumerge del buque es mayor de lo que vos necesitás en tu hidrovía y eso erosiona las costas, genera un costo ambiental relativamente alto. A la vez, tiene cañones de 30 mm, que son para bombardear a la población civil desde el mar, y acá lo están usando para patrullar una hidrovía, supuestamente para combatir el narcotráfico. Imaginate, si disparás un cañón de esos sobre una población ribereña: hacés un desastre. Esas lanchas se pagaron 12 millones de dólares cada una y no es lo que necesitamos. En el ARS, planteamos hacer lanchas fluviales. Con 8 millones, podríamos haber hecho diez que nos permitirían patrullar 1.000 kilómetros. Yy serían otra cosa completamente distinta a lo que se compró, sería algo adecuado a nuestras necesidades.

¿Y en qué otra instancia se nota la problemática de la pérdida de soberanía?

En el tema del dragado. La Argentina hoy draga toda la hidrovía y le paga 300.000 millones de dólares a una de las concesiones más importantes que tiene el Estado argentino, a una empresa holandesa y esa empresa trae todas las dragas de Holanda. No solamente pagás carísimo el dragado de la hidrovía sino que, además, está operado por ellos. Encima en la hidrovía baja toda la producción de commodities del sur de Brasil, Bolivia y Paraguay y vos no tenés ningún buque de bandera en ese trayecto. Ponemos el río para que lo usen otros. Si vos agarrás, desde Malvinas hasta Barranqueras (Chaco), esa gran vía de comunicación que nosotros tenemos, está toda en manos de corporaciones extranjeras y Argentina no tiene soberanía sobre eso.

¿Cómo imaginás la reactivación del ARS?

Lo que está detrás de la reactivación del Astillero es muy importante. Etamos en el siglo XXI y el ARS es una empresa metal mecánica muy compleja, no es solamente una fábrica de buques. Acá se puede hacer todo tipo de material de metal mecánica de gran porte que podría aportar al país. En realidad, el Astillero debería tener una vinculación directa con la universidad, con el INTI, con el CONICET, un desarrollo de proyectos que avalen la construcción de buques navales, otros para la hidrovía, también para la defensa y para la investigación. Sería muy útil renovar la flota pesquera, porque la que tenés es una de las más obsoletas del mundo. En los últimos 20 años desaparecieron y murieron más de 100 trabajadores en el mar. Hay una cantidad de cosas para desarrollar que implicaría duplicar el plantel del ARS, ampliar su estructura productiva, darle trabajo a cientos de empresas Pymes, a decenas de astilleros nacionales. Es decir, el ARS podría ser la cabecera de un complejo industrial importante.