Agronomía defiende su pulmón verde

Agronomía defiende su pulmón verde

Personas mostrando carteles a favor del pulmón verde de Agronomía.El 31 de octubre, en el recinto de la Legislatura de Ciudad, comenzó la audiencia
pública para la sanción del Nuevo Código Urbanístico, el cual habilita la construcción de un
estadio para 20 mil personas y la apertura de la calle Zamudio, en el predio de Agronomía, de la Universidad de Buenos Aires. El tratamiento del tema continuará durante tres jornadas más, hasta el 7 de noviembre.

“No es grito la participación, es el ejercicio de la ciudadanía. Todos los barrios tienen grupos organizados de vecinos que hicieron propuestas para este Código. Ignorar el sistema de participación local de los vecinos, se traduce hoy en un proyecto de ley que tiene una legitimidad muy cuestionada, en términos políticos y sociales. Hoy en día la propuesta tiene solo el apoyo del PRO”, dijo Paloma Garay Santaló, oradora en la audiencia, licenciada en Geografía, planificadora y gestora de inmuebles.

Los artículos del Código estipulan la apertura de la calle Zamudio, entre la Avenida
Beiró y Tinogasta, que comprende un tramo de 400 metros, de territorio federal y la
construcción de un estadio, dentro del Club Comunicaciones, que está ubicado dentro del
predio de Agronomía. El artículo especifica: “Se reservarán hasta 6 hectáreas para la
construcción de un estadio cubierto de hasta 20 mil personas, en un sector de la Fracción ‘F’ de la Manzana 54A, Sección 71, Circunscripción 15”.

La Facultad de Agronomía y la de Ciencias Veterinarias de la UBA, junto con los
vecinos del barrio, se unieron para luchar por la conservación del tercer pulmón verde de la
ciudad. “Nosotros no estamos peleando porque están haciendo un estadio, ya que no hay
nadie que lo esté construyendo hoy. Nos dicen que ese no es un plan. Pero lo están
habilitando en el Código y una vez que empiecen a construir, con esas nuevas concesiones,
no habrá marcha atrás. Por eso, lo que estamos pidiendo, es que lo quiten del Código”, dijo
Beto Caletti, integrante del Colectivo Barrio Rawson.

La decana de la Facultad de Agronomía de la UBA, Marcela Gally, presentó, junto al
equipo directivo, una nota de rechazo a la apertura de la calle Zamudio, en la Legislatura
porteña. La nota especifica que la calle atraviesa un tramo de 400 metros que se encuentra en tierra federal, por lo tanto, no pertenecen a la Ciudad, sino a la Casa de Estudios que ella representa: “Los artículos afectarían el normal funcionamiento de la Facultad, en una clara vulneración a la Constitución Nacional”, dice la carta de FAUBA.

La Facultad expresa que los proyectos perjudicarían a seis cátedras de investigación y
a las actividades docentes. Además, remarca el escrito: “La apertura de la calle sería un serio obstáculo para el acceso de los estudiantes a siete aulas y se vería afectado el Jardín Maternal e Infantil que funciona en el entorno”. Es por esto, que piden la derogación de los artículos que afectarían el normal funcionamiento de la institución.

Paloma Garay Santaló como oradora durante la audiencia.

Paloma Garay Santaló, oradora en la audiencia, licenciada en Geografía, planificadora y gestora de inmuebles.

La apertura de la calle generaría polución sonora y produciría tránsito vehicular en
una zona de protección histórica y de gran biodiversidad, con más de cien especies de
pájaros. Además, implicaría la construcción de un túnel por debajo de las vías del tren, que
partiría el pulmón verde en dos. “Es una cuestión de densidad, si vos tenés casas muy bajas y metés 20 mil personas que vienen a un estadio, tenés una cantidad de gente para la que no hay servicios, para la que no dan las calles, para la que no dan los estacionamientos”, expresó Caletti, vecino de la zona. “Hay una cuestión muy concreta de contaminación a nivel sonido, ya tenemos un estadio a 10 cuadras de acá (el Malvinas Argentinas) y escuchamos lo que allí sucede, cada vez que hay un concierto. Esto afecta a la zona, a todos los hospitales que hay alrededor y concretamente a la Facultad y su funcionamiento”, continuó Caletti.

El Club Comunicaciones entró en quiebra en 2010, el Gobierno de la Ciudad se hizo
cargo de la deuda, pero se guardó el derecho de construir un estadio dentro de sus
instalaciones.

Beto Caletti explicó: “El gobierno levanta la quiebra, pero no lo hace gratuitamente,
sino a cambio de poder construir el estadio. Pero el club ya tiene su estadio deportivo, su
cancha y un microestadio de básquet. Entonces no es una cuestión del Club, lo hace la
Ciudad, concesionándolo”.

Los vecinos juntaron más de 32 mil firmas, hicieron un video de protesta, mandaron
un pedido de acceso a la información pública, se contactaron con los legisladores y se
asesoraron con abogados. Estas son, entre otras, las acciones que realizaron los vecinos desde el Colectivo Barrio Rawson, luego de hacer asambleas y de no obtener respuesta por parte del gobierno porteño. Caletti expresó: “Decidimos que la única forma que había de que nos escucharan era con presión popular, para que tuviera un peso político y les afectara, porque fuera de eso no les interesó el tema, para quitarlo del Código”.

“Los padres del jardín de infantes estamos involucrados por las modificaciones que se
pretenden incluir, porque usamos el espacio verde, por la fauna del lugar y por la
contaminación sonora. Estamos juntando firmas, difundiendo el tema vía redes sociales,
visualizando la problemática”, dijo Maia, mamá de un niño de 4 años del Jardín estatal “Los
Árboles”, ubicado en el predio de Agronomía. “A nosotros nos parece fundamental el orden
de las cosas, las prioridades, hay lugares que todavía no tienen cloacas, ni instalación de gas, pensamos que la prioridad es la urbanización de las villas y barrios carenciados”, expresó Maia.

“La apertura de la calle Zamudio nos perjudica a los estudiantes y a los vecinos,
porque afecta negativamente a nuestras actividades estudiantiles, como también a los talleresy las ferias”, señala Estefanía Ferrazza, becaria del Centro de Estudiantes de Ciencias Veterinarias. “Además, la apertura de la calle implicaría el acceso irrestricto a la Facultad y ya estuvimos teniendo problemas de inseguridad y acoso, por lo tanto, esto no colaboraría con la situación”, continúa Ferrazza. Por esta razón, el Centro de Estudiantes y los directivos de la Facultad buscan evitar la sanción del Código mediante petitorios y firmas para presentar ante el Gobierno de la Ciudad.

Auditorio para el Nuevo código urbanístico junto con los oradores y escuchas.

La Facultad de Agronomía expresa que los proyectos perjudicarían a seis cátedras de investigación y a las actividades docentes.

Desde la Legislatura porteña remarcan que no está en sus planes la construcción del
estadio, y que la apertura de la calle Zamudio es una opción, pero que no están tratándolo por el momento. “Nos contestaron lo que sabemos, que lo de Zamudio está en estudio, pero que no tienen planes por ahora, porque es complejo hacer un túnel por debajo de las vías del tren, y que lo del estadio no está en la intención del Gobierno de la Ciudad. Por eso nosotros decimos: ‘Entonces quítenlo del Código’”, dice Caletti.

A la espera del dictamen, que en principio se extenderá a la próxima semana, el
colectivo de vecinos y las autoridades educativas, sostienen su postura de defensa del espacio verde, con flora y fauna, sin concesiones y con el respeto al funcionamiento de un barrio con actividades múltiples.

La patria ruralista

La patria ruralista

En la entrada al predio de La Rural hay una gigantografía con un toro Hereford, de perfil, que da la bienvenida a los visitantes. “¿Esta fila es para el acto?”, pregunta una mujer de unos 40 años y les cuenta a sus hijos que “todas las cosas buenas del país vienen del campo”

En la cola para los palcos espera gente con ponchos, cintos negros y marrones con hebillas de plata, botas de cuero sin arrugas, mates diversos, alpargatas de suela blanca. En las cabezas, llevan inscriptas sus procedencias: descendientes de italianos con sus boinas negras y discretas, de las que abundan en el oeste de la provincia de Buenos Aires y el este pampeano; los gallegos del sur bonaerense con sus boinas rojas más llamativas; los del norte con sombreros, y los del conurbano con sus boinas caídas y de costado. Algunos es la forma en que se visten habitualmente, otros están disfrazados para la ocasión, y muchos, a pesar de no ser una fecha patria, tienen la escarapela puesta.

A las 10.20, a diez minutos del inicio del acto oficial –que como cada año se realiza el penúltimo día de la Feria–, un hombre de seguridad con borcegos, gorra y chaleco antibalas recorre la interminable fila anunciando que “los palcos están llenos”. María Julia, que vino de Castelar, se acerca a las vallas. “Hace una hora que pagué la entrada. Me dijeron que no era necesario hacer fila”, dice enojada. Otro custodio, ante el reclamo, le responde: “No hay más lugar, córrase por favor”. Unos pocos elegidos consiguen pasar mostrando un papel, lo cual hace enojar más a la mujer: “¡¿Ven que hay lugar?!”.

Los visitantes vestidos para la ocasión.

 

Pasadas las 10:30, en el pabellón bautizado José Alfredo Martínez de Hoz -fundador de la histórica familia que dio a luz al primer ministro de Economía de la última dictadura militar- los caballos se inquietan por el fuerte ruido de las hélices de un helicóptero que empieza a descender sobre el predio. Un hombre, de unos 35 años, señala la nave. “Ahí viene”, les dice a sus hijos.

Desde un atril con la leyenda “El campo es mucho más que campo”, el titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Luis Miguel Etchevehere, da comienzo a la ceremonia homenajeando al ex secretario general del Sindicato de Trabajadores Rurales, Gerónimo “Momo” Venegas. A nadie parece llamarle la atención que uno de los mayores terratenientes cite textualmente al sindicalista que acompañó a Mauricio Macri en la campaña presidencial: “La Argentina tiene que producir, producir y producir”. “Tomemos su bandera y honremos su memoria”, añade. Los que están en los palcos aplauden y los que están afuera, que apenas escuchan, también. Etchevehere subraya la necesidad de “crecer afrontando nuevos desafíos” y concluye: “Tenemos claro que no queremos volver al pasado, porque volver al pasado es tener a Venezuela como modelo”. El remate le vale a Etchevehere un aplauso ensordecedor.

La ceremonia en homenaje al ex secretario general del Sindicato de Trabajadores Rurales, Gerónimo “Momo” Venegas.

La ceremonia en homenaje al ex secretario general del Sindicato de Trabajadores Rurales, Gerónimo “Momo” Venegas.

A continuación, el presidente Macri, el orador más esperado de la jornada, saluda a su público: “¡Qué lindo es volver a encontrarnos!”. Su breve discurso es interrumpido por aplausos cada vez que se refiere a “corrupción”, “esperanza” y “optimismo”. Para no perder la costumbre, cuenta una anécdota con un ciudadano “común”, un campesino que, según él, le dijo: “Heredaste el país como un carro encajado con las gomas desinfladas, y todos juntos, como decimos en el campo, te decimos empujemos, dale que sale, dale que sale”. Antes de despedirse, Macri promete “una reforma impositiva para bajar más impuestos” al campo y, acompañado de una gran ovación, pide seguir construyendo un mejor país “todos juntos”. Pegada a las vallas, María Julia, a quien se le pasó el enojo, aplaude con frenesí al mandatario y terminado el acto se va a pasear por la Feria.

Durante los once días que dura el evento, pueden verse más animales en La Rural que en el zoológico porteño, ubicado enfrente. Entre las razas vacunas destacan la Holando Argentina, la noble Hereford, la poderosa Aberdeen Angus, la extraña Brahman, originaria de la India, y el gran campeón de este año, el Brangus, mezcla de cebú y Angus. Todos especímenes producidos en el país que irán a parar afuera.

En el pabellón central, un enorme corral exhibe lo mejor del futuro ganadero argentino, los padrillos. Secadoras, cepillos, mangueras y palas mantienen a los más de 100 toros perfumados, limpios, suaves y brillosos. A diez metros, el principal restaurante del predio, con sus más de cincuenta mesas armadas, aguarda a los comensales que degustarán la carne más selecta bajo la atenta mirada de los vacunos. “Del campo a su mesa” en su máxima expresión.

Las largas filas para entrar al predio de La Rural.

Las largas filas para entrar al predio de La Rural.

Los carteles publicitarios de Clarín, Radio Mitre, La Nación, Banco Provincia y Canal Rural marcan el ingreso al pabellón de ventas. Se ven casi tantos globos amarillos –con la inscripción “Vamos juntos”– como personas. Los puestos son variados: tejidos, cueros, artesanías, juguetes, máquinas, tractores para cortar el pasto y calzado, en su mayoría artículos de campo para quienes no viven en el campo.

Los niños también tienen su sector: “La granja de los chicos”, donde pueden ver e interactuar con gallinas, conejos, ponis, ovejas, cabras, chanchos, llamas y hasta presenciar el nacimiento de los pollitos. En el pabellón, rodeado por siete grandes carteles con la etiqueta #MeGustaElCampo, una madre le cuenta a sus dos hijos que “el abuelo tenía todos estos animalitos en su estancia”.

A pasos de allí se encuentra una de las atracciones de la Feria, “Lanata”, bautizado así por su dueño a sabiendas de que un simple toro es incapaz de repudiar su propio nombre. Aunque “inquieto y caprichoso”, aclara el propietario, este Lanata “no se dedica a combatir la corrupción”. El objetivo, como el del resto de los criadores, es alzarse con algún premio y así cotizar más alto su semen en el mercado, ya que un campeón aumenta su valor entre cinco y diez veces.

Finalizado el acto, las vallas se hicieron a un lado para dar lugar al desfile de los campeones, bajo la figura de un toro Hereford, la imagen oficial de la Feria que en esta edición le ganó la pulseada a nuestra autóctona vaca lechera, la Holando Argentina. El toro Payanquén, con sus orgullosos más de mil kilos y una circunferencia escrotal de 43 centímetros, camina detrás de su dueño. Su esperma será el más codiciado el próximo año y todos querrán un hijo de él. Las ventas reflejan la importancia de los machos: se pagaron 940.000 pesos por el “Reservado Gran Campeón Macho” de Cabaña La Sultana, mientras que la más cotizada de las hembras alcanzó los 545.000 pesos. Luego de Payanquén, desfilan un tractor cargado de pollos y otro de chanchos, este último con tres de los mejores machos reproductores del país. Sus tres dueños, sentados en la parte posterior del carro, saludan al público como próceres de la patria. Un hombre de unos 40 años mira la escena y dice: “Mirá, el tractor lo está manejando una mina”.

Actualizada 01/08/2017

Consumo cuidado

Consumo cuidado

Hay una feria en la Ciudad de Buenos Aires donde la relación compra y venta es más justa para las partes involucradas y donde se construye un feedback más enriquecedor que el del frío hábito de proveerse en el supermercado, con sus productos industrializados a precios remarcados. Se halla un tanto escondida en la inmensa urbanidad. Por eso hay que buscarla guarecida en un enorme pulmón verde. La Feria del Productor al Consumidor cobra vida el segundo fin de semana de cada mes en el predio que comparten las facultades de Agronomía y de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El acceso es gratuito, de 10 a 19, por Avenida San Martín 4453 o por Avenida de los Constituyentes 3454.

La iniciativa se lanzó en octubre de 2013, fruto de la articulación de profesores y estudiantes de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CALISA) con los productores que se animaron a vender, sin intermediarios, su mercadería. “La feria se rige bajo las bases de una economía social y solidaria, una producción artesanal y responsable con el medio ambiente, la soberanía alimentaria y la alimentación saludable”, comenta Pablo Callegaris, uno de los organizadores.

El segundo fin de semana de cada mes en el predio que comparten las facultades de Agronomía y de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires (UBA), se puede visitar la feria.

Los feriantes deciden todo en una asamblea mensual y, a su vez, se dividen en distintas comisiones para garantizar el mejor funcionamiento del espacio.

Todos los caminos del inmenso terreno fueron bautizados con el nombre de las plantas que los bordean. En el llamado Las Casuarinas se extienden, de lado a lado, a través de unos 150 metros, los puestos de unos cien expositores. A mitad de esta calle, protegida por una larga cortina forestal, se ubica la Carpa Cultural, en cuyo interior se emite el programa de radio abierta “Feriate Conmigo”. La transmisión anuncia charlas informativas para los adultos y actividades culturales para que jueguen los chicos mientras aprenden sobre derechos humanos.

Detrás de esta tienda roja, están distribuidas ­a izquierda y a derecha del mástil del Pabellón Central­ mesas y bancos de madera. Sentados allí están los comensales que hace un momento retiraron de los puestos gastronómicos hamburguesas, tartas, empanadas, panes rellenos, cerveza casera, jugos, licuados de fruta fresca y tés saborizados. “Se come rico, saludable y barato”, comenta Florencia, quien es habitué del mercado, y añade: “Sentís que estás siendo parte de un colectivo de consumo y que además terminás favoreciéndote con productos que no se consiguen en cualquier lado”.

En esta feria, «se construye un feedback más enriquecedor que el del frío hábito de proveerse en el supermercado, con sus productos industrializados a precios remarcados».

También hay familias y grupos de amigos que se acomodan en el amplio césped del establecimiento. Toman mate, juegan a la pelota, pasean a sus perros o practican capoeira. Para ellos, durante ese día, el mundo se condensa allí; parecen ajenos a la bocina que anuncia el arribo del tren del Ferrocarril Urquiza a la estación Arata, cuyas vías delimitan la extensión de la feria.

Callegaris explica la razón de los precios justos que pueden encontrarse en este mercado social: “Al acortar la cadena de comercialización hay una repercusión menor en el precio final. Son precios acordes con los costos de producción. Le permiten al visitante llevarse un producto a precio justo y al productor le garantiza condiciones de vida aceptables, que van de acuerdo a su esfuerzo y su trabajo”, explica el miembro de CALISA.

Yésica Diomedi es egresada de Agronomía, hace artesanías de cerámica e integra la Cooperativa Morón SurCo Huerta Agroecológica. Para ella este “es un espacio de revalorización de los vínculos y de reencuentro con la universidad que tantos buenos recuerdos me ha dejado”. También constituye la posibilidad de desarrollar proyectos de trabajo a partir del vínculo que pudo establecer con otros productores. “Y así se ramifican los sueños en ideas, un esfuerzo que más tarde dará trabajo”, sintetiza Yésica.

“Al acortar la cadena de comercialización hay una repercusión menor en el precio final. Son precios acordes con los costos de producción», explica uno de los organizadores.

En la mayoría de estos puestos el visitante se lleva algo más valioso que mercadería a buen precio. El stand del Taller Reverdecer vende productos que han sido elaborados por internos de la Unidad Penal número 47 de San Martín. María Marta Bunge explica que se trata de acercar al público y a los estudiantes el esfuerzo de grupos que permanecen indiferentes para la mayor parte del conjunto social. “Ofrecemos productos elaborados a partir del trabajo de jardinería, costura y cerámica, y ­somos sinceros­ no ofrecemos productos de gran calidad, pero esto sirve para visibilizar la realidad de los presos: ellos no son violencia”, puntualiza la secretaria de CALISA.

En el Kiosko Saludable Veni­UBA, Lucía improvisa unos acordes con su ukelele. Su amiga Mariel Sposato, mientras, dialoga con ANCCOM: “Llevamos a la práctica una concientización sobre el tipo de alimentos que ingerimos. Mostrar que es posible una alternativa alimenticia por fuera de la industria y del envasado”. El kiosco nació del trabajo en conjunto de estudiantes de Nutrición y de los docentes de CALISA. “Buscamos preparaciones sencillas y accesibles que puedan ser realizadas en cualquier hogar. También tenemos el proyecto de un recetario”, comenta Mariel. Consideran este espacio, además, un medio para poder terminarsus estudios. “Nos sirve como experiencia laboral y nos da ganancia porque lo que vendemos es para cada uno de nosotros”, concluye.

Detrás de Carina Centurión se observa el enorme cartel esmeralda de la organización El Puente Verde, la cual desde el 2000 trabaja con personas con problemas psíquicos, económicos y sociales, y que encuentran dificultades para insertarse al mercado laboral. “Apostamos por una agroeconomía social y solidaria que suponga un cambio de paradigma y una alternativa frente al agronegocio expulsivo y destructivo. Para esto necesitamos políticas públicas que acompañen”, comenta Carina, integrante también de la comisión de Prensa y Difusión de la feria.

«En la mayoría de estos puestos el visitante se lleva algo más valioso que mercadería a buen precio».

María Elena Salas vino desde Chile en su juventud, hoy es miembro de esta cooperativa y asegura que el tipo de público que asiste a este mercado está asociado con los ideales de la organización y “suele ser afín a los proyectos sociales”.

Los libros también están presentes a través de las cooperativa Muchas Nueces, dedicada a la literatura infantil con temática social y solidaria, y la Editorial Tierra del Sur, con un catálogo de autores con orientación anarquista, izquierdista, y en favor de los derechos de género.

Claudia Nigro ejerce la docencia en Medicina Veterinaria y participó como invitada en CALISA. En esta oportunidad, acudió a la feria como visitante y destaca la importancia del contacto fluido, cara a cara, entre los ciudadanos que se dan cita para evaluar la posibilidad de consumir alimentos sanos, seguros y soberanos.

“Estos productos provienen de una matriz productiva diferente a la de los alimentos industrializados y que se hace a costa del planeta”, explica. Claudia proviene del sur de Santa Fe y considera que los porteños deberían apreciar la existencia de una feria como la de Agronomía. “En Casilda, mi ciudad, este tipo de ferias no existe porque las tierras están siendo utilizadas para la agroexplotación intensiva. Es por eso que espero que la aprovechen”, remarca.

El sol ha caído con su luz, las sombras de los feriantes se desvanecen al tiempo que sus coloridos puestos se desarman en caballetes, hierros y tornillos.

Hasta el próximo mes, los visitantes saciaron su necesidad de más alternativas comerciales solidarias, a precios justos y en beneficio del planeta.

La iniciativa se lanzó en octubre de 2013, fruto de la articulación de profesores y estudiantes de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CALISA) con los productores que se animaron a vender, sin intermediarios, su mercadería.