Los discursos antivacunas hicieron mella

Los discursos antivacunas hicieron mella

Con la pandemia hablar de vacunas se volvió un tema de la vida cotidiana. Casi de un día para el otro nos fuimos enterando de procesos científicos que, en otro momento, quizás ni nos hubieran interesado. La urgencia sanitaria y la necesidad de inmunizar lo antes posible a la población, hizo que los científicos hallaran en tiempo record, una fórmula de inoculación contra el covid-19. Esto sembró dudas y esperanza, así como también género preocupación respecto a otras vacunas. 

En el mes de febrero, la fundación Bunge & Born dio a conocer los resultados de su segundo Índice de Confianza y Acceso a las Vacunas (ICAV). Se trata de un estudio interanual que permite analizar las variaciones en el nivel de confianza de la población respecto a las vacunas y determinar la presencia de barreras en el acceso a ellas.

“El proyecto surgió como una manera de generar información. En los últimos años se observó, en el mundo sobre todo, que muchas veces hay vacunas disponibles pero las personas no logran o no quieren vacunarse. Por supuesto, la vacunación es muy importante para poder proteger a la población, entonces la fundación empezó con este trabajo con el fin de conseguir información que pueda servir de insumo para mejorar el diseño de los programas de inmunización por parte del Estado” explica Guadalupe Nogues, doctora en Biología Molecular, docente y comunicadora científica.

El 87 por ciento de la población confía en la vacunación como estrategia sanitaria.

“Desarrollamos este proyecto en 2019 y tuvimos la fortuna de pensarlo en un momento pre-pandemia, por lo cual contamos con una línea de base sin ruido. Es decir, sin todo lo que trajo consigo el Covid. El año pasado repetimos el relevamiento y nuestra intención es sostenerlo en el tiempo. Partimos de un diagnóstico inicial en el que las tasas de cobertura en Argentina, en muchos de los casos, no son óptimas. Son muy altas pero no alcanzan los niveles deseables. Entonces nos preguntamos, cuales podrían ser las posibles causas por las que las personas no se vacunan” agrega Brenda Walter, coordinadora de Proyectos de la Fundación Bunge y Born.

El relevamiento se realizó entre octubre y diciembre del 2020 y los resultados se obtuvieron en base a 7.525 encuestas, realizadas a través de celulares, a personas mayores de 15 años de todas las regiones del país.

Haciendo una lectura comparativa entre los resultados de 2019 y los de 2020, Walter afirma que “se produjo una retracción del índice de confianza del 7.2%, no es muy alto pero es importante y es observable. Más allá de eso la buena noticia es que en Argentina, seguimos teniendo altos niveles de confianza en términos agregados de la población hacia las vacunas, pero habrá que ver qué sucede este año y si se confirma o no esa tendencia a la baja”.

En el 2020 el nivel de confianza resultó del 86,9 % a nivel país, mientras que en el 2019 fue del 93.7% Esta disminución se percibe en todos los grupos etarios pero se acentúa en la población mayor a 50 años. En cambio el grupo de 21 a 40 años es el que manifiesta una mayor confianza, siendo apenas un poco más elevado en las mujeres.

Por su parte, Nogues dice que la variación más significativa se dio en torno al acceso “en 2019 era de 76.6% pero para el 2020 ese valor bajó a 39.5%. Cuando indagamos sobre las posibles causas, además de las preguntas que hicimos en el 2019 sobre la confianza y el acceso, en este nuevo estudio incorporamos preguntas relacionadas con el contexto de pandemia. Una de ellas era si la cuarentena le impidió vacunarse o vacunar al más pequeño de la familia. El 35% de las personas dijo que si, con lo cual es importante entender que quizás el aislamiento resultó una nueva barrera de acceso y tuvo su impacto”. 

El 72 por ciento de los encuestados manifestó que se aplicaría la vacuna contra el covid 19.

En torno a la vacuna contra el Covid-19, un 72% de los encuestados contestó que se la aplicaría. Entre quienes dijeron que no, la justificación más recurrente es que aún faltan etapas de prueba. Mientras que otra porción argumenta que prefiere esperar, que tiene temor a efectos secundarios y que es innecesario. Como bien lo aclara el informe, hay que tener en cuenta el periodo en que se recabaron estos datos (entre octubre y diciembre del 2020).

Para Walter, “el año pasado, el contexto acompañó y le dio mucha más relevancia a este tema. Las vacunas pasaron a ser una cuestión pública. Se discutió no solo en medios y en el ambiente de los expertos, sino también en la población en general y repercutió sobre todo en la confianza. Los medios también han desinformado mucho al respecto. Hubo periodistas que asumieron con muchísima responsabilidad la comunicación en ese sentido, pero también hubo interlocutores que no contribuyeron a esta discusión. Entonces fue algo que a nosotros nos preocupó mucho y nos enfocamos con más esfuerzo aún, a repetir este relevamiento para tener una línea de tiempo y entender como varían estas dos dimensiones sobre las vacunas”.

En torno a los resultados y haciendo foco en la disminución de la confianza, Walter manifiesta la preocupación por parte de la fundación, a que se consolide esa tendencia. “En vistas de lo que ha ocurrido en otros países, esto a futuro puede ser un serio problema. Pero afortunadamente, en nuestro país tenemos uno de los calendarios más completos de América y contamos con más de 20 vacunas que son accesibles y gratuitas. Esto es muy importante en términos de salud pública y tiene un impacto altísimo en la prevalencia de ciertas enfermedades. Además somos una población con una confianza muy alta hacia las vacunas, lo cual también es una muy buena noticia, pero habrá que observar qué sucede este año y si se consolida esta tendencia, sin dudas habrá que trabajar en este sentido”. 

El próximo estudio se llevara a cabo en el segundo semestre de este año. Habrá que esperar los resultados para hacer un balance y evaluar, si la pandemia pudo tener o no, influencia en la confianza y acceso a las vacunas por parte de la población.

Cuando la realidad supera a la ciencia ficción

Cuando la realidad supera a la ciencia ficción

 

«Cuando la realidad alcanza a la ciencia ficción, el género tiene que huir de nuevo hacia delante”, opina Ruocco.

La pandemia hizo que la realidad se pusiera en contacto con situaciones solo antes retratadas por la ciencia ficción. En un contexto que mezcla buenas dosis de incertidumbre con otras tantas de paranoia, tres autores del género se muestran optimistas, aunque no logran imaginar el futuro. Los años más recientes de la ciencia ficción se caracterizaron por la profusión de escenarios posapocalípticos. “La industria del entretenimiento nos venía llenando de distopías”, dice el escritor, filósofo y crítico italo-argentino Pablo Capanna, cuya obra explora el género desde 1965, “como para halagar ese nihilismo que le atribuía al público, que había dejado de creer en los ideales de la modernidad y no atinaba a imaginar un futuro atractivo. El cine y las series producían y vendían ese material en gran escala, porque el miedo puede ser negocio”.

Pero, ¿estamos al borde del colapso? La ciencia ficción se ocupa de imaginar qué pasaría si. El género, comenta Laura Ponce, escritora especializada, crítica, divulgadora y editora argentina, refleja los temores y anhelos de la época y sociedad que la produce, pero siempre con los pies en la realidad: “Toma la información conocida por la ciencia y la estira hasta el máximo de sus posibilidades lógicas.

«Desde la Peste Negra del siglo XIV la pandemia es un terror que asoma en el imaginario cultural», acota Capanna, quien recuerda que la literatura trata ese miedo por lo menos desde 1826, cuando Mary Shelley publica El último hombre tres años después de su famoso Frankenstein. «No es que la ciencia ficción se haya hecho eco de las preocupaciones que asediaban a la opinión pública –señala-. Por el contrario, fue ella la que puso en circulación la mayoría de ellas, ya sea como anticipación o como advertencia». Capanna está convencido de que la ciencia ficción contribuyó, por ejemplo, a disuadir una guerra nuclear.

El peor de los mundos

Juan Ruocco es escritor, guionista y estudiante de Filosofía. Desde 2014 conduce un podcast y escribe artículos donde explora temas de ciencia y cultura pop. «La idea del fin del mundo tiene que ver con una forma muy cristiana de pensar el tiempo», opina Ruocco. Y detalla: “El Génesis y el Apocalipsis. Empieza y termina. Esperamos ese momento culminante de la historia, y en realidad no tenés esos momentos terminales de crisis absoluta. Siempre prima un principio de realidad. En los momentos más álgidos terminó primando el no autodestruirse”.

La ciencia ficción construye distopías para jugar con el peor de los escenarios. “Rara vez en los relatos se consigue una cura o vacuna”, detalla Ponce. “Y no antes de que la humanidad sea diezmada. Incluso si se viaja atrás en el tiempo, para evitar el surgimiento de la pandemia, ese viaje implica una paradoja que puede ser el motivo de que se produzca”. Para Capanna, concluir un relato con el apocalipsis es hacer trampa: “Los buenos escritores de ciencia ficción son los que siempre supieron escapar de las normas comerciales y en el fondo nunca dejaron de ser optimistas. Hasta alguien como Philip K. Dick, que imaginó futuros peores que el presente, siempre daba por superada la catástrofe y trataba de imaginar un mundo empobrecido pero con la esperanza puesta en la reconstrucción”.

“Rara vez en los relatos se consigue una cura o vacuna”, detalla Ponce.

El año después

Capanna blande un realismo optimista: «Si la civilización sobrevivió a la Peste Negra, que mató a más de un tercio de los europeos, y lo hizo sin contar con la medicina científica, es seguro que sobreviviremos». Ponce, mientras tanto, anuncia que “esta pandemia es un evento de escala planetaria, de alcance global: la humanidad nunca vivió algo de estas características. Estamos asistiendo al inicio de una Nueva Era. Qué hagamos con eso depende de nosotros”.

Pero una vez descartado en gran medida el miedo a la extinción de la especie, comienza la desconfianza en el nuevo mundo. El qué pasaría si de la ciencia ficción imagina situaciones para recordarnos que en las situaciones extremas nunca deja de salir a luz lo peor y lo mejor del ser humano: “El tema del control político y social -dice Capanna- ha sido muy trabajado en el género, más con las herramientas de vigilancia que provee la tecnología. Seguramente es una de las preocupaciones prospectivas actuales. Cuando está en juego la supervivencia, nunca falta quien justifique una suspensión de la ética, la solidaridad y las costumbres civilizadas”.

“Cuando la realidad alcanza la ciencia ficción, el género tiene que huir de nuevo hacia delante”, opina Ruocco. Y admite: “De parte de los autores más tétricos, entre los que me incluyo, hay una subestimación de la capacidad del ser humano de autopreservarse”. Para Ruocco, la ciencia ficción esperaba un escenario más grave: “No esta guerra de baja intensidad. Ahora vamos a tener que pensar otros futuros porque el tema empieza a saturar a los autores”.

La respuesta a qué futuro nos depara puede encontrarse en el espíritu de Phillip Dick. Una alternativa disruptiva que contrarreste la crisis futura. La producción de bienes y servicios ha disminuido hasta casi detenerse. Ponce reflexiona que “en un momento donde muchas dinámicas como el egoísmo de la meritocracia y el sálvese quien pueda se ponen en duda, se pueden pensar nuevas formas de asociación colaborativa. Porque el mundo al que vamos a volver no va a ser el mundo del que nos retiramos”.