El rumbo necropolítico de Bolsonaro

El rumbo necropolítico de Bolsonaro

Brasil transmite desesperanza. Es el país más grande de la región y también el más afectado. Lula Da Silva manifestó hoy en twitter lo que debería decirse en las calles: “Bolsonaro se parece al capitán del Titanic. El barco se estaba hundiendo y continuó fingiendo que no estaba pasando nada. El país está a la deriva. Un barco sin rumbo”.

Desde que se confirmó el primer caso a fines de febrero, el número de infectados creció exponencialmente. En las últimas 24 horas murieron más de 200 personas. Oficialmente tiene 28.320 contagiados de coronavirus y 1.736 muertes. Mientras tanto, Jair Bolsonaro se tomó muy en serio su slogan electoral de “dios por encima de todo”, porque no asumió ninguna responsabilidad de los efectos de la pandemia en su país.

Aunque el total de víctimas represente número escalofriante, estas cifras podrían ser optimistas. “Hay una discrepancia escandalosa entre los datos oficiales y lo que sería el verdadero número que, acorde a instituciones de investigación de salud y a hospitales de primera línea, sería de quince veces más. De ser así habría alrededor de 400 mil contaminados y más de 24 mil muertos. En la comunidad científica está la certeza de que esto será una catástrofe de dimensiones inéditas. Esta es parte de la visión de Eric Nepomuceno, autor, periodista y traductor brasileño, que gentilmente habló con ANCCOM.

Estas palabras difieren considerablemente con las del gobierno de turno. “En mi caso particular, en el caso de ser contaminado por el virus, no necesitaría preocuparme. No sentiría nada, o a lo sumo sería una gripecita o un resfriadito”. El presidente brasilero se manifestó públicamente y en repetidas ocasiones en contra de las recomendaciones de la OMS. “El brasileño no se contagia. Se lo puede ver saltar a una alcantarilla, bucear y nunca le pasa nada”, decía. Estas declaraciones muestran su ferviente negacionismo. Rafael Dias, psicólogo, profesor de la Universidad Federal de Fluminense y coordinador del Observatorio de Derechos Humanos del Sur de Fluminense, colaboró con este medio para dar más luz a esta situación. Él considera que el primer mandatario está exponiendo a toda la población. “Sus declaraciones y actos son un enfrentamiento permanente con los derechos humanos y la salud mental de los brasileños. Lo que está sucediendo en Brasil es el proyecto de necropolítica. En este contexto, mantener el aislamiento social es un acto de desobediencia civil”.

La falta de un liderazgo sensato desde Brasilia provocó intensas batallas políticas en el contexto menos indicado, y ahora el poder presidencial pende de un hilo. “Fueron los gobernadores los que llenaron el vacío político. Ellos comenzaron a tomar medidas sanitarias de acuerdo con la situación e incluso coordinaron acciones para tener respiradores y equipos de protección para profesionales de la salud. Gracias a su accionar se logró evitar el colapso de los sistemas de salud”, agregó Dias. Ante la inacción federal, los jefes de cada estado brasilero tuvieron que determinar medidas preventivas y cuarentenas por su cuenta.

La crisis no tardó en llegar al seno del gabinete. La imbecilidad del primer mandatario lo llevó a distanciarse de su propio ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, quien hasta hace unas horas seguía en el cargo porque así lo quiso la cúpula militar que rodea al presidente, tras varios días de especulaciones sobre su continuidad; el propio Mandetta, según trascendió, consideraba que era imposible trabajar con Bolsonaro, porque acordaban una cosa y luego el presidente hacía otra, opuesta. Al cierre de esta nota, el presidente despidió al ministro. El general del Ejército Walter Braga Netto, Jefe de la Casa Civil, ganó influencia y está poniendo “orden en la casa”. Los militares tratan de contener las iniciativas absurdas y demenciales de Bolsonaro -explicó Nepomuceno-. Más allá de esto, no debe olvidarse que los generales de los que hablamos son reaccionarios de la peor especie, y temen un giro hacia el autogolpe. Pese a esto, por ahora no hay clima ni espacio para un juicio político”.

En el medio de la politiquería está el pueblo, confundido por los múltiples discursos que plantean la falsa dicotomía entre morir enfermo o morir de hambre. Eloa Lemos, estudiante que vive en Río de Janeiro donde cumple con su cuarentena, sufre en carne propia la locura que se está viviendo y teme por las futuras consecuencias. “Bolsonaro es el mayor responsable de la crisis que estamos atravesando, pero por suerte, mucha gente que antes lo apoyaba dejó de hacerlo”, dijo.

Nepomuceno advirtió que “Bolsonaro camina velozmente rumbo a un aislamiento que lo dejará con el respaldo resumido a sus seguidores más fanáticos. Pero ojo: en este momento, eso significa un 20 a 30 por ciento de la opinión pública”.

Esa porción del electorado parecería ser suficiente como para marchar y generar disturbios, mientras el presidente rompe su cuarentena para sacarse fotos.  Del otro lado responden desde las casas, caceroleando.

Mientras tanto, los médicos arriesgan su vida para salvar las de otros. ANCCOM se contactó con un médico residente del Hospital de Pronto Atendimiento Da Gloria, que prefirió no identificarse y denuncia la falta de protección del personal. “A pesar de que se han construido hospitales de campaña, todavía no hay insumos suficientes para la seguridad de los profesionales de la salud. Solo los pacientes hospitalizados y los profesionales de la salud son testeados, debido a la cantidad escasa de pruebas disponibles.”

Sin embargo, los recursos están siendo destinados a la producción de cloroquina e hidroxicloroquina, drogas que no fueron autorizadas por la OMS. Éstas fueron utilizadas para pruebas piloto, que dejaron un saldo de 11 pacientes muertos. “Que el laboratorio del Ejército produzca dos millones de comprimidos de inmediato es algo demencial. Si Bolsonaro antes seguía paso a paso los movimientos de su ídolo Donald Trump, ahora logró superarlo en términos de estupidez suprema”, aclaró Nepomuceno.

El presidente está muy alejado de la realidad. Por más que manifieste que impulsará la economía, los pronósticos no son nada favorables. El FMI prevé una caída de más del 5% para este año. Por más que envíe a la gente a trabajar, el número de desempleados es cada vez mayor. Menos mal que por lo menos el Congreso se preocupó por brindar una ayuda con el bono de 600 reales (115 dólares) a trabajadores informales y autónomos.

Es imposible determinar cuál será el futuro del país, como tampoco el del resto de los países del mundo. Lo que sí es evidente, es que en Brasil el impacto de la pandemia derribó la primera ficha del efecto dominó que poco a poco está volteando todo a su paso. El tiempo dirá si también se voltea el tablero.

 

“Bolsonaro será una dictadura de nuevo tipo”

“Bolsonaro será una dictadura de nuevo tipo”


Tras su triunfo en primera vuelta con el 46.03% de los votos –ganó en 17 estados del suroeste–, el ultraderechista Jair “Messias” Bolsonaro del Partido Social Liberal (PSL) está muy cerca de ser el nuevo presidente de Brasil. En segundo lugar, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), espera un vuelco masivo a su favor. Con el 29,28% y primero solo en nueve estados del noreste, necesita un milagro para dar vuelta la historia. El mundo entero tiene los ojos puestos en el balotaje del próximo 28 de octubre. ANCCOM dialogó con especialistas y referentes sociales y políticos del país latinoamericano para echar algo de luz sobre un presente que augura tiempos oscuros para todo el continente.

Como viene ocurriendo en los últimos tiempos en el terreno electoral, la principal batalla se libra más en las redes que en los medios tradicionales de comunicación. En el caso de Bolsonaro, quien se afilió en marzo a la agrupación que representa, apenas contaba con unos segundos de pauta gratuita en televisión para su campaña. Por ello optó por una estrategia de difusión basada en las redes y los grupos de WhatsApp. Estos, precisamente, han dado mucho de qué hablar por la proliferación de fake news (noticias falsas) en contra de Haddad y su vice, la comunista Manuela D´Ávila. Bia Barbosa, periodista de Intervozes, una de las organizaciones por una comunicación democrática más importantes de Brasil, señala que “en las dos semanas previas a la primera vuelta, Bolsonaro empezó a comunicarse por las redes con sus millones de seguidores con una estrategia de producción de fake news muy fuerte, enfocada sobre todo a la población evangélica, de arraigados valores conservadores y que ha crecido exponencialmente en los últimos años”. Frente a los avances en los derechos de las mujeres, la descriminalización del aborto, la inclusión de la comunidad LGBTI y la unión civil entre homosexuales, el equipo de Bolsonaro impulsó la idea de que es necesario “traer de vuelta el orden” al país. “El candidato logró asociarse con los valores morales de lo que él define como ‘familia’ y esto tocó a los evangélicos, sobre todo vía grupos de WhatsApp y en las iglesias por boca de pastores afines”, agrega Barbosa. De allí su decisión de ausentarse al tradicional debate de candidatos y, en cambio, casi en simultáneo, dar una entrevista de más de media hora en un programa de la Red Record, la segunda cadena después de O Globo y propiedad de un obispo evangélico. “Hubo denuncias de periodistas de Record y también del Grupo Bandeirantes -otro de los gigantes mediáticos de Brasil- por haber recibido órdenes desde la dirección de sus respectivas empresas de producir reportajes contra Haddad y el PT. Esto va en línea con lo que hemos vivido en los últimos años de una constante criminalización de la política en general y del PT en particular”, afirma Barbosa.

La negativa a debatir generó el hashtag #BolsonaroCagao (#BolsonaroCagón) que fue primera tendencia en Twitter Brasil y segunda a nivel mundial. Aun así, los sondeos lo siguen dando como ganador. El analista de la consultora XP Investimentimentos, Richard Back, subraya que en su encuesta del pasado jueves 11 de octubre, a 17 días del balotaje, la diferencia era amplia: un 59% a favor de Bolsonaro frente a un 41% de Haddad. “Para nosotros que convivimos a diario con miles de inversionistas, está claro que el mercado financiero apoya a Bolsonaro, no tanto por su figura en sí sino por el equipo de economistas muy reconocidos que lo acompaña. La principal pregunta, si bien los números le dan, es si contará o no con gobernabilidad”, aclara.

Haddad necesita del apoyo de un gran porcentaje de indecisos y de fuerzas de centroizquierda que hasta aquí no lo acompañaron. Según una encuesta realizada hace una semana por Datafolha, la mayoría de los votantes de los candidatos derrotados en primera vuelta se dice indiferente en relación a la recomendación de voto de los postulantes. En el PT no pierden las esperanzas. El líder de la bancada petista en el Parlamento, Paulo Pimenta, destacó en Twitter el acortamiento de la brecha de 17 a 8 puntos que reveló otra encuesta de la consultora Ideia Big Data en asociación con la revista Veja.

“Nuestra fuerza decidió aportar su apoyo incondicional a la candidatura de Fernando Haddad. Aunque tengamos muchas diferencias, ha conformado un frente democrático de varios partidos y sectores sociales para ser el contrapunto de esta ofensiva de la extrema derecha y de las fuerzas reaccionarias”, sostiene el presidente del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), Juliano Medeiros, en diálogo con ANCCOM. Pese a su escaso peso en las urnas –obtuvo el 0,58%– y sus divergencias con el PT, el PSOL llamó casi de inmediato a votar por Haddad. Medeiros opina que Bolsonaro ganó fuerza porque su proyecto movilizó a una parte importante de los ciudadanos cansados de los escándalos de corrupción y del crecimiento del desempleo. “Ante la crisis política, económica y social de grandes dimensiones que hemos vivido en los últimos años, emerge paradójicamente la figura de Bolsonaro, diputado hace 27 años con bajísima proyección en la Cámara, que defiende un programa aún más radicalmente liberal que el implementado por el gobierno de Temer: privatización de las compañías públicas, disminución de la carga impositiva a los grandes empresarios y una distribución aún más desigual de los impuestos sobre la renta de las personas físicas. Mientras tanto, en política exterior y en lo relativo a derechos y libertades individuales, mantiene una posición de extrema derecha ultraconservadora”, remarca Medeiros.

El doctor en Historia Económica, Valter Pomar, profesor de la Universidad Federal de ABC de San Pablo y ex miembro de la Comisión Ejecutiva Nacional del PT, observa que el éxito de la candidatura de Bolsonaro se basa en la construcción de un mito. “Miente a la población para ofrecer un motivo que lleve a muchos sectores, incluso a los más pobres, a votar por él. Ese motivo es el mito de ser un hombre que lucha contra el sistema. Él es golpista y ultraneoliberal pero se presenta con un perfil antisistémico, más o menos como hizo Trump”, reflexiona Pomar. Respecto a las consecuencias que puede tener una victoria de Bolsonaro, advierte que “va a desencadenar una represión abierta contra todo tipo de organización política y social vinculada a la clase trabajadora. Esto va a reducir la capacidad de resistencia y va a autorizar a los patrones, capitalistas y grandes latifundistas a explotarla mucho más. Además significaría una especie de aplauso a todo lo que pasó en la última dictadura militar brasilera y a la represión que padecen cotidianamente las capas populares de las grandes y pequeñas ciudades. Una especie de autorización para reprimir y matar. No estamos delante de una derecha normal, porque lo que pretenden no es solamente desencadenar una campaña de mentiras o profundizar el neoliberalismo, van a imponer un nivel de regresión social y de las libertades democráticas que será una especie de dictadura de nuevo tipo”, advierte Pomar.

Luego de las multitudinarias marchas bajo la consigna “Ele Não” (Él No) convocadas por redes sociales en rechazo a Bolsonaro, que pusieron a más de un millón de personas en las calles de Brasil (solo en San Pablo se congregaron unas 500 mil mujeres y 300 mil en Río de Janeiro), el movimiento feminista llama a una nueva movilización para el 20 de octubre. Cecilia “Checha” Merchán, diputada argentina por el Parlasur, sostiene que “Brasil tiene una historia de lucha feminista larga, intensa y popular. En Argentina, a fines de los 90 y principios de 2000, aprendíamos de las mujeres brasileñas. Ante esta fuerza tan inmensa y diversa es evidente que surgen reacciones, por ello definimos como reaccionarios a estos avances, muy potentes y violentos como lo expresa en sus declaraciones Bolsonaro y muchos de sus seguidores”, observa Merchán. “Las mujeres deben ganar menos porque quedan embarazadas”, llegó a decir el candidato ultraderechista, quien también es recordado por una sesión en el Congreso en la que le espetó a una diputada del PT: «No te voy a violar porque no te lo mereces». “Tenemos que prepararnos para redoblar ese sentido en común que hemos logrado construir –afirma Merchán–, y redoblar nuestra apuesta de seguir avanzando. Porque si bien ellos reaccionan de esta manera tan virulenta, somos nosotras las que estamos llevando la historia hacia adelante”.

Otro fenómeno que dejó al descubierto la primera vuelta es el alto respaldo a Bolsonaro entre los sub 34. Julia Louzada, directora de Políticas Educacionales de la Unión Nacional de los Estudiantes (UNI) y militante de la agrupación Levante Popular de la Juventud, está convencida de que una de las principales luchas que se deben dar es la de  “reencantar” a los jóvenes y al pueblo brasileño con la política y demostrar en lo cotidiano, en las conversaciones en escuelas, universidades, centros y periferias, lo que la política implica en sus vidas. “El voto a Bolsonaro en grandes sectores de la juventud es un voto de protesta, descreimiento y negación de la política”, analiza Louzada. Para ella, se trata de un proceso de crisis profunda del sistema capitalista de carácter económico pero también político, social y de valores, que trae aparejada una desconfianza hacia lo público y un cimbronazo para toda América Latina. “Más nos preocupa que un 20% de la población, el porcentaje más alto de la historia de Brasil, se haya retirado del proceso de votación y de la elección de su nuevo presidente entre votos blancos, nulos y ausencias en la primera vuelta”, puntualiza. Si bien en Brasil el voto es obligatorio para personas alfabetizadas de entre 18 y 70 años, y optativo para jóvenes de 16 y 17 años, la multa que se cobra por no hacerlo es irrisoria: de 1 a 3.51 reales por cada turno ausente.

La espiral de violencia en las calles y la multiplicación de agresiones físicas y verbales contra adversarios políticos, periodistas y homosexuales en distintos distritos del país, causa escalofríos. Uno de los casos más conmocionantes fue el del conocido maestro de capoeira y activista, Moa do Katendê, asesinado a puñaladas el lunes 8 de octubre en Salvador, Bahía, tras haber increpado a un simpatizante de Bolsonaro. También circuló en las redes la imagen de una joven de 19 años secuestrada y marcada con una esvástica en Porto Alegre por usar una polera con la frase “Ele Não”.

En dos semanas puede ser electo presidente un hombre que ha declarado que “los policías que no matan no son policías” y que “el error de la dictadura fue torturar y no matar”. Y que sigue subiendo la apuesta. Hace una semana, en una conferencia de prensa en Río, aseguró que va a garantizar la libre portación de armas para que la gente pueda ejercer su derecho a legítima defensa.

Él no, Brasil.