Justicia, un siglo después

Justicia, un siglo después

Hace un año y tres meses, la unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal del Chaco inició una investigación sobre la Masacre de Napalpí, crimen donde murieron al menos 400 personas de las comunidades Qom y Mocoví, con el objetivo de llegar a juicio para que se la juzgue como crimen de lesa humanidad.

El hecho

En 1924, la Reducción Napalpí (a 120 kilómetros de la ciudad de Resistencia) albergaba a las comunidades Qom y Mocoví, quienes eran obligadas a trabajar en las plantaciones de algodón en condiciones de semiesclavitud. Les pagaban con alimentos vencidos y ropas usadas, además de los maltratos que sufrían todos los días. Como si esto fuese poco, el gobierno de entonces quiso instalar un impuesto del 15% de lo percibido, lo cual llevaría la situación de pobreza a una extrema hambruna. Ante esto, las comunidades decidieron partir hacia las provincias de Salta y Jujuy para trabajar en los ingenios azucareros. El entonces gobernador Fernando Centeno les prohibió abandonar el territorio y, ante la persistencia indígena, ordenó la represión.  El 19 de julio de 1924, alrededor de 130 policías llegaron a la Reducción Napalpí  y dispararon con rifles. Alrededor de 400 personas murieron, entre ellos mujeres, niños y ancianos. Los que habían sobrevivido a las balas, luego fueron degollados.

A la ferocidad del ataque se le sumó la conspiración de los diferentes poderes del Estado para encubrir el hecho a través de una versión oficial asentada en el expediente. Se dejó establecido que el suceso se había tratado de un enfrentamiento entre Tobas y Mocovíes con un saldo de cuatro muertos. Al mismo tiempo, los medios de la época se hicieron eco de la versión oficial, con la excepción de El Heraldo, único diario que llevó adelante una investigación y denunció la matanza. Hubo también un fiscal que planteó que en el expediente faltaba la versión de los sobrevivientes y solicitó formalmente la exhumación de los cadáveres para profundizar la investigación. Su compromiso le valió un traslado a la provincia de Entre Ríos, con lo cual fue separado de la causa. Desde entonces, la masacre de Napalpí permanece impune.

En diálogo con ANCCOM, Diego Vigay, actual fiscal de la causa, explica que el hecho se enmarca en un “contexto de genocidio de los pueblos originarios en todo el país” y que existió un “trasfondo económico, étnico, ideológico y cultural” que avaló la masacre. Sin embargo, el hecho no tuvo la trascendencia ni la cobertura mediática de otras matanzas. Para Vigay, esto se debe a los prejuicios que circulan socialmente en torno a las comunidades de los pueblos originarios: “Tiene que ver con una cuestión cultural, con una mirada blanca de lo que han sido los genocidios”.

La masacre de Napalpí se inserta en un contexto histórico donde ese tipo de acciones contra los pueblos originarios eran moneda corriente. No era una práctica aislada sino sistemática llevada a cabo en conjunto por el poder político y los terratenientes. Al respecto, Vigay explica que la Reducción Napalpí “había sido creada con el objetivo de concentrar a las comunidades de los pueblos originarios del Chaco para adueñarse de esas tierras” y que esto se relaciona con que “el territorio del Chaco pasó a ser proclive a la plantación de algodón”, lo cual “se vincula a nivel mundial con la necesidad de la vestimenta de buena parte de los obreros que se iban incorporando a las fábricas en la época de la revolución industrial”.

Napalpí (a 120 kilómetros de la ciudad de Resistencia) albergaba a las comunidades Qom y Mocoví, quienes eran obligadas a trabajar en las plantaciones de algodón en condiciones de semiesclavitud.

 

El silencio

Una de las consecuencias que dejó la matanza de Napalpí es un profundo silencio en la comunidad alrededor del hecho. Silencio que responde tanto a una necesidad de olvidar para poder seguir adelante como a una fuerte presión social. Juan Chico es miembro de la comunidad Qom y, llevado por la necesidad de entender aquel hecho atroz, inició una investigación y escribió el libro “Napalpí. La voz de la sangre”. Para él, las matanzas de Napalpí y de El Zapallar, ocurrida en 1933, “marcaron profundamente la identidad, la historia y la memoria de la vida” de la comunidad. Por eso, resulta difícil hablar. A esto se le suman los estereotipos y prejuicios que circulan socialmente acerca de los pueblos originarios: “En la sociedad hay instalada una mirada y un estigma sobre los pueblos indígenas que identifica al indígena con el vago, el haragán, el que no quiere trabajar”, explica Chico y continúa: “La gente piensa que los indios están buscando venganza y no pasa por ahí, no hay rencor, los viejos quieren contar lo que pasó con cierta esperanza de que se haga justicia”.

Una de las cosas que más le impactó a Chico al comenzar su investigación fue el silencio que había alrededor del tema. Los viejos “nos decían que había que tener cuidado con lo que se habla. Fue tan fuerte ese miedo que quedó instalado. Lo que me impactó era el temor de hablar de Napalpí. Estaba prohibido, era un tema tabú. La comunidad, para sobrevivir, no hablaba”. Sin embargo, Juan Chico pudo más que ese silencio y logró llevar a cabo su investigación. Cuenta que había muchas otras investigaciones pero que se caracterizaban por tener una “mirada foránea y lastimera sobre el indígena”. Por su parte, Chico quería reivindicar la lucha de los pueblos y remarcar la importancia de los testimonios de los viejos.

La investigación

Diego Vigay es el fiscal a cargo de la investigación y cuenta con el apoyo de los fiscales federales Carlos Amad, Federico Carniel y Patricio Sabadini. Vigay cuenta que han recabado mucho material durante el proceso de investigación: “Una serie de investigaciones y de publicaciones alrededor de Napalpí que se complementan unas a otras, documentos históricos, expediente judicial y administrativo, diarios de la época, sesión de la Cámara de Diputados donde hubo una interpelación al ministro de esa época y, a la vez, existe una serie de investigaciones científicas que tienen que ver con una prueba de contexto. Hay mucho trabajo de investigación hecho alrededor de Napalpí, lo cual a nosotros nos facilitó mucho la tarea”.

El único sobreviviente es Pedro Balquinta, quien tiene 107 años y ya ha prestado declaración ante la fiscalía. Además, han incorporado los testimonios de Melitona Enrique y Rosa Chará, “a través de la voz de sus hijos”. Debido a la cultura del relato oral, esos testimonios “eran la voz de su madre contando lo que había padecido en la masacre”, explica Vigay.

En este momento, Vigay y sus colaboradores han incorporado los testimonios y la documentación relevada en la investigación y sólo les falta alguna prueba más: “Una cuestión es la posibilidad de exhumar las fosas comunes, eso se puede realizar”. Después queda presentar la causa ante un juzgado federal “solicitando que se lleve adelante un juicio por la verdad”, enfatiza Vigay.

Un juicio simbólico

La matanza de Napalpí no tuvo el tratamiento judicial necesario pero ya no quedan culpables vivos. Por eso es que la fiscalía plantea llevar adelante un juicio por la verdad, que “es la herramienta válida para juzgar un crimen de lesa humanidad donde no tenemos imputados vivos”, sostiene Vigay y explica: “El juicio por la verdad es un juicio sui generis. La idea es que el juicio pueda ser oral y público y que se puedan traducir los testimonios, que puedan hablar los investigadores, que se pueda leer la documentación, que exista una sentencia de la justicia federal que pueda reconstruir los hechos y el contexto económico y cultural, que la comunidad pueda conocer la verdad de lo sucedido”. En definitiva,  “trasuntar en una reparación simbólica a los pueblos originarios”.

Sin embargo, no todos los miembros del Poder Judicial ven con buenos ojos la realización de este tipo de juicios, ya que argumentan que ha pasado mucho tiempo y que implica volver a abrir una herida. “Pero a la par uno encuentra funcionarios con sensibilidad, que entienden que estamos ante crímenes de lesa humanidad y que hay una obligación del Estado de juzgarlos”, cuenta Vigay. Además, plantea  que si existe un proceso de juzgamiento de los crímenes de la última dictadura, debería también haber uno de los crímenes contra los pueblos originarios. “Tenemos mucha expectativa en que funcionarios con una sensibilidad especial puedan llevar adelante este juicio por la verdad”, dice.

Para Juan Chico, esa posibilidad “es un anhelo” porque “tiene que ver con un cambio cultural”. Agrega que existe una gran resistencia a que se juzgue como crimen de lesa humanidad porque hay “sectores que todavía no ven a los indígenas como personas sujetas de derechos”. Para Chico se trata de “una justicia muy conservadora, que siempre estuvo al servicio de determinados intereses y que fue cómplice de lo que pasó en la dictadura”. Por lo tanto, el juicio por la verdad “va a marcar un antecedente para seguir pensando el futuro y que las nuevas generaciones realmente nos vean como personas con nuestra diversidad cultural”.  Para los miembros de la comunidad es esperanzador. “El tiempo histórico y político que vive el país hace que podamos hablar de estas cosas”, concluye Chico.

“La gente piensa que los indios están buscando venganza y no pasa por ahí, no hay rencor, los viejos quieren contar lo que pasó con cierta esperanza de que se haga justicia”, dice el fiscal Diego Vigay.

 

 

El cambio cultural

Para Juan Chico, “el exterminio de los pueblos indígenas fue una cuestión de Estado”. Así, “la única forma de reparar el daño también tiene que ser una política de Estado”. Esto va a llevar tiempo pero lo fundamental es el cambio cultural, es decir, “ver al indígena como sujeto de derechos, porque durante mucho tiempo fue objeto de estudio. A lo que apostamos es a un cambio cultural, que todos tengamos igualdad de oportunidades y de derechos”. En tanto, para Diego Vigay, las dos palabras que resumen la masacre de Napalpí son “sangre y dinero”.

Textuales

En el marco de la investigación, prestaron declaración los hijos de Rosa Chará y Melitona Enrique, sobrevivientes de la masacre. Como parte de la tradición oral que forma parte importante de la cultura de los pueblos originarios, la fiscalía entendió que ellos pueden dar testimonio en función de lo que han escuchado de sus padres.

Sabino Irigoyen, hijo de Melitona Enrique, contó: “Una mañana muy temprano era sábado, casi al salir el sol, vinieron los policías (…) y empezaron a tirar y a matar. Tiraban todos juntos. No le dieron tiempo a salir. Muchos murieron con la primera descarga. Tiraban sin ninguna contemplación. Había ancianos, niños, jóvenes, mujeres embarazadas. Los heridos trataban de correr. La policía avanzaba y seguía tirando, para aniquilar, para fundirle a todos los que estaban haciendo el reclamo…”

Mario Irigoyen, hermano de Sabino, narró: “Los que se escaparon se iban al monte. Mataron como 400 o 500 según lo que contaban mis padres. (…) Mi madre y sus padres estuvieron escondidos en el monte y no podían salir por los policías que los estaban siguiendo, no se podían acercar a la toldería. Le jugaron a mi pueblo, no les dejaron enterrar cristianamente a mis seres queridos, bajaban los pájaros que comen los cadáveres. Es algo muy triste esta historia por eso no quiero casi hablar. A los caciques les sacaron los testículos, las orejas, le hicieron trofeos. Todo esto me contaron mis padres…”

Carmen Delgado, hija de Rosa Chará, relató: “ Los hombres de la familia (…) fueron tomados como rehenes y le hicieron hacer los pozos para enterrar los cadáveres. En las fosas enterraban a niños, mujeres, hombres asesinados de las etnias toba, mocovíes y también algunos los criollos. (…). Asesinaron como a 450 aborígenes y algunos criollos pedían compasión pero que los mataban igual…”.

“La Mesa de la Cocina”

“La Mesa de la Cocina”

Agrupaciones argentinas que integran el Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia -una red de organizaciones de todo el país que trabaja de manera horizontal- presentaron este mes, en el Congreso de la Nación, la mini serie La Mesa de la Cocina: “Es un esfuerzo muy grande para darle voz a los chicos, y está muy bueno que ellos puedan expresarse y caminar junto con nosotros para aportar a que sean reconocidos los derechos de los chicos”, aseguró Facundo Hernández, miembro fundador del Colectivo. La producción a la que se refiere es el primer proyecto comunicacional co-producido y realizado por adolescentes de países que forman parte de la Red de Coaliciones Sur: Brasil, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay. La saga cuenta con la característica de ser multi-soporte, es decir, está preparado para ser difundido en cualquier espacio audiovisual.

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“Es un esfuerzo muy grande para darle voz a los chicos, y está muy bueno que ellos puedan expresarse y caminar junto con nosotros para aportar a que sean reconocidos los derechos de los chicos”.

La Mesa de la Cocina se filmó a principios de 2015 con el objetivo de promover una campaña que diera difusión a las problemáticas que viven niños, niñas y adolescentes de los diferentes países de la región y para contribuir al cumplimiento efectivo de sus derechos. “Es una serie de micro programas para televisión o webisodios, episodios para Internet, que está hecha en 4K, una calidad muy buena, cuatro veces mayor al HD”, explicó Nicolás Font, uno de los realizadores de Alta Productora, encargada del trabajo en cada país. “Es el primer trabajo, quizás, hecho por adolescentes en esa calidad. Es la mejor que existe hasta ahora y esto sirve para que la serie no pierda temporalidad, es decir, cuando los celulares vengan con pantallas 4K o los televisores vengan con 4K, vamos a poder seguir promocionando la serie”, aseguró Font.

El primer capítulo funciona como presentación: se muestran imágenes aleatorias de diferentes lugares de Latinoamérica y, luego, en una escuela de cada país, los maestros proponen a los chicos realizar como tarea un trabajo grupal en el que deben investigar sobre los derechos de los niños y niñas, para finalmente exponerlos en clase. Los chicos arman diferentes grupos, se presentan, y dan lugar a los cuatro capítulos siguientes en los que cada colectivo debate, en la mesa de la cocina de sus casas, sobre el tema que le tocó.

Es una serie de micro programas para televisión o webisodios, episodios para Internet, que está hecha en 4K, una calidad muy buena, cuatro veces mayor al HD”, explicó Nicolás Font, uno de los realizadores de Alta Productora.

Cada capítulo corresponde a un país y tiene una duración de entre cinco y seis minutos. Marcela Val es miembro de la Fundación Che Pibe -que integra el Colectivo de Drechos- y fue la facilitadora de la Comisión Participación Protagónica de Niños, Niñas y Adolescentes que llevó a cabo el capítulo realizado en Argentina. Val contó que en una reunión regional se decidió qué temática trataría cada país. A Argentina le tocó el Derecho a la participación protagónica, a Brasil el derecho a vivir sin ningún tipo de violencia, a Uruguay el derecho a la Educación y a Paraguay el derecho a la Salud y el Medio Ambiente.

“El proyecto lo venimos planeando hace cuatro años, pero se empezó a ejecutar hace dos. Primero con encuentros y reuniones entre los chicos, y después con el encuentro internacional de las redes. A fines del año pasado definieron los temas a tratar y la división de los capítulos. Esos fueron los primeros trazos, después vino todo un año de rodaje por los distintos países, en donde tomábamos informes de lo que iban haciendo los otros países en simultáneo. Todo el tiempo nos estuvimos manejando por Skype, en coordinación, y al final logramos este resultado del que estamos muy contentos”, contó Val a ANCCOM.

La producción a la que se refiere es el primer proyecto comunicacional co-producido y realizado por adolescentes de países que forman parte de la Red de Coaliciones Sur: Brasil, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay.

El capítulo que tocó realizar a Argentina se filmó en Tucumán y sus protagonistas fueron chicos de esa provincia. También contó con la participación de adolescentes de otros distritos que colaboraron en la actuación, la adaptación del guión y el vestuario: “Todo eso estuvo hecho en un trabajo de taller con los chicos que definieron qué planos querían, qué lugares querían, cómo tenían que ser los personajes, cómo se tenían que vestir, qué tipo de tono tenían que tener, las cosas que tenían en la mesa, porque algunos tenían objetos pero también alimentos relacionados con el lugar de cada país. Así que esa fue una construcción muy colectiva, y después en el momento de la actuación también fueron los verdaderos protagonistas”, dijo Font.

Al terminar la proyección durante la presentación, varios chicos contaron sus experiencias en la realización. Los protagonistas de Paraguay detallaron cómo decidieron incorporar diálogos en Guaraní para “mostrar algo que sea significativo de nuestro país”, y los chicos de Uruguay propusieron cambios en el guión que recibieron para que se adaptara a sus modos de hablar, y para que tuviera “un estilo más joven”. Entre todos elaboraron diferentes maneras posibles para la difusión, como llevar la serie a los barrios, o publicarla en las redes sociales, y también impulsar el proyecto para que pueda llegar a ser transmitido entre las publicidades de cine y televisión.

Desde la productora anunciaron que próximamente los capítulos estarán disponibles en una página web, en donde además, la idea es “generar que en esa web puedan hacer video-minutos, o videos rápidos, para contar cuáles son los problemas, o los deseos, y cuáles son las búsquedas que tiene cada uno desde su lugar. La idea es que puedan seguir en contacto, como en una especie de asamblea permanente entre las distintas regiones del mismo país y entre los distintos países”, aseguró el productor y concluyó: “Esperemos que la serie no quede obsoleta por la calidad, sino que quede obsoleta porque todos los derechos de los que habla la serie, se hayan resuelto”.

Al rescate de la memoria cinematográfica

Al rescate de la memoria cinematográfica

“En la Argentina no es fácil conseguir copias fílmicas de películas de otras épocas. Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, advierte Daniela Kozak en la introducción del libro La imagen recobrada. La memoria del cine argentino en el Festival de Mar del Plata, publicado y presentado en el reciente 30° Festival cinematográfico de la Costa Atlántica.

Desde sus inicios, la única muestra Clase A de toda Latinoamérica ha sido una activa defensora de la historia del cine argentino. Y la trigésima edición no fue la excepción. “Este año hemos logrado comunicar que nos interesa el cine del pasado con la misma intensidad con el que nos interesa el del presente, y mucha gente ha respondido a eso”, comentó Fernando Martín Peña, director artístico del Festival en diálogo con ANCCOM. Además de la publicación de libros y folletos, la reciente edición propuso un abanico de homenajes a cineastas como Hugo del Carril, Ralph Pappier y Leonardo Favio. También sobresalió el Programa de Recuperación del Patrimonio Audiovisual. En total, se proyectaron más de 100 copias en 35mm., entre las que se destacaron la restauración de Los venerables todos, de Manuel Antín, que finalmente pudo exhibirse como estreno mundial después de 50 años; y Sangre Negra, de Pierre Chenal, que se proyectó en el Teatro Colón de Mar del Plata, espacio que este año –y gracias al Festival– recuperó dos proyectores que le pertenecían.

Daniela Kozak, Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza en la presentación del libro.

Con retrospectivas, charlas, exposiciones, homenajes a directores, proyecciones de películas restauradas y numerosas publicaciones, el Festival de Cine de Mar del Plata ha reforzado su rol de salvaguarda de la memoria histórica del cine nacional, principalmente en los últimos años bajo la presidencia de José Martínez Suárez. Sin embargo, estas acciones no estaban documentadas de una forma que permitiese ver y entender su importancia, hasta que Daniela Kozak, periodista e investigadora especializada en cine, organizó el recorrido histórico en La imagen recobrada, junto a los aportes de Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza.

“El Festival había sido un núcleo alrededor del cual habían participado investigadores e  interesados en el cine argentino –recordó Peña-. Hay un antecedente fantástico de esta voluntad de rescate historiográfico, una charla que dio Josué Quesada, pionero del cine mudo, en la muestra no competitiva de 1948”. Luego señaló que el ejemplo más importante de rescate fue Nobleza gaucha -foto de tapa del libro editado por Kozak- que hoy existe porque en 1965, cuando se cumplieron 50 años del estreno de la película, el Festival hizo una copia del único negativo que había en ese momento para exhibirla como homenaje. “La dificultad en todo esto estriba en que el Festival parece un evento efímero, lo hemos querido creer efímero durante años –reflexionó Peña-. Pasa un torbellino de películas durante 10 días, fugazmente, y se acabó. Pero resulta que no es así, quedan un montón de cosas”.

El crítico de cine Roger Koza, por su parte, destacó la función de los festivales en la construcción de espectadores y la labor de Mar del Plata en dicho sentido: “Si el presente no se entiende en función de ciertas cuestiones vinculadas al pasado, los festivales pueden terminar planteando preguntas y dando respuestas respecto del cine que, si no son incompletas, hasta pueden ser erróneas”, señaló. También mencionó su preocupación por la experiencia cinematográfica en relación al cambio epocal: “Hay una cantidad de personas que ya no tienen el conocimiento de distinguir una imagen digital a una imagen analógica, no es sólo un problema de distinción, se ha perdido un criterio y un saber para poder reconocer. Y hay una diferencia en la experiencia perceptiva de lo analógico y lo digital que implica un cambio en el sistema de parpadear frente a la imagen –continuó Koza–, una forma de experiencia material del cine que se trastoca. Esto ni siquiera se piensa, simplemente se lo vive como tal”.

Ante estas problemáticas, el espacio de los festivales -y el Festival de Mar del Plata en particular- se presenta, también, como un lugar de aprendizaje y formador de espectadores que tienen la posibilidad de contrastar tanto las materialidades como las temáticas y los recursos del cine actual y del cine del pasado. De allí la importancia de abrir las puertas de estos espacios para invitar a una diversidad de públicos y evitar caer en la parodia del regodeo festivalero. Los expositores enfatizaron, además, la importancia de la voluntad pública y la necesidad de una activa política de estado para garantizar el acceso, profundizar la historicidad y asegurar que el patrimonio audiovisual perdure en el tiempo.

«Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, explicita Kozak en su libro.

Conservar, preservar, restaurar, rescatar, exhibir

La historiadora Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken de la Ciudad de Buenos Aires, detalló las diferencias entre los conceptos asociados a la problemática de la preservación audiovisual, “una tarea constante que empieza con la búsqueda de los materiales y termina en la exhibición para llegar a la mayor cantidad de gente posible”.

La primera de las labores de archivo es la conservación, a lo largo del tiempo, del material tal como fue recibido. La duración, en este punto, depende del material. En un contexto de temperatura y humedad controladas, el fílmico dura 150 años; mientras que el magnético y el digital no superan los 30 años. Pero existe otra posibilidad, la preservación, que consiste en obtener un nuevo máster ya sea un negativo en el caso del fílmico o una nueva copia digital.

“La tarea más conocida pero la que menos hacemos en los archivos es la de restaurar -explicó Félix-Didier-. Primero porque es la que necesita más recursos y segundo porque no es fácil llegar a la restauración de una película, que implica devolverle la calidad original, aquella que tuvo en el momento en que se estrenó”. En ese sentido, la historiadora señaló la necesidad de pensar y debatir una ética de la restauración: “Cuándo estamos devolviendo la calidad original y cuándo estamos aportando algo que no estaba. Hasta dónde eso está bien y si corresponde la pregunta de si está bien”, se cuestionó Félix-Didier.

Lo que más se realiza, en cambio, es rescatar. “Del olvido y, a veces, de la negligencia”, agregó Félix-Didier. Olvidada o mal etiquetada, en muchos casos, la copia estaba. En esos casos, no es necesario otro proceso sino el de reencontrar las películas con el público. “La actividad del festival tiene que ver con eso, volver a darle un contexto y un sentido a películas que hace tiempo que no se ven, eso puede implicar una restauración o no”, explicó la autora del capítulo “Que el viento no se lo lleve”, de La imagen recobrada, donde se pone en evidencia la dificultad de las acciones de rescate que realiza el Festival de Mar del Plata.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados.

El extraño caso de Sangre Negra

“Una película de ambientación norteamericana, hablada en inglés, situada en Chicago, sobre una problemática esencialmente norteamericana. Protagonizada por un escritor fundamental de la literatura norteamericana contemporánea, el pionero Richard Wright. Dirigida por Pierre Chenal, un director francés que supo ser internacional. Pero filmada y producida íntegramente en Argentina, entre 1950 y 1951”. Así presentó Fernando Martín Peña la primera proyección de Sangre Negra, una de las películas más raras de la historia del cine realizado en nuestro país.

Argentina, el país que cobijó a su director perseguido por el nazismo y, por tanto, hizo posible su rodaje, fue partícipe activo del rescate de Sangre negra, junto a Mike Mashon, de la Biblioteca del Congreso de Virginia, Estados Unidos, figura central en la preservación del film en 35mm. “Sangre negra aborda el tema del racismo de una manera muy franca, lo cual es muy inusual para la época y también debemos decir que se atiene mucho al texto original”, señaló Mashon durante la presentación del libro Sangre negra. Breve historia de una película perdida, una minuciosa investigación del antropólogo argentino Edgardo Krebs sobre las peripecias del film.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados. Y la versión internacional, más extensa, cuya exhibición fue muy limitada. Pero incluso a la versión internacional le faltaban unos minutos que sí estaban en una copia en 16mm que había adquirido Fernando Martín Peña en Uruguay a principios de los 2000 y que completará la versión restaurada en progreso.

La película está basada en Native Son, la novela escrita por el autor afroamericano que más se lee en los colegios de Estados Unidos; el propio Mashon, de hecho, la había leído durante su secundaria. El libro -prohibido en muchos lugares del sur estadounidense por su carácter controversial- fue escrito por Richard Wright, quien además ocupa el rol protagónico de Bigger Thomas en el film, un joven negro de Chicago que mata por accidente a la hija de sus empleadores y decide ocultar el crimen. “Una cuestión fundamental era el miedo –explicó Peña–. Efectivamente el protagonista es culpable, ha matado a otra persona, pero esa violencia se justifica por años de violencia que se han ejercido sobre él y su raza. En cualquier película hollywoodense convencional, el protagonista negro si es una víctima de la sociedad racista sería inocente de cualquier crimen que se lo acuse. Éste es culpable pero al mismo tiempo no lo es”.

La copia en 35mm que se proyectó en Mar del Plata, además de respetar la versión original, permite apreciar la excelente escenografía de Gori Muñoz que, si no se conoce esta historia, jamás se podría decir que fue filmada en los estudios de Argentina Sono Film. “Es una película muy importante. Me pone muy feliz que podamos proyectarla y de cierto modo revivir las escenas de la película. Tengo que decir que la calidad fílmica es muy buena. Y espero que el hecho de que se proyecte aquí, que se empiece a hablar de esta película, contagie a otros lugares del mundo y quieran también proyectarla. Esperamos que ahora más personas tengan la oportunidad de verla”, se ilusionó Mashon.

Luis Ormaechea, docente de Historia del Cine en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y editor del libro acerca de Sangre negra que publicó el Festival de Mar del Plata, indicó que el mismo incluye una historia sobre la segregación racial en Estados Unidos y el contexto en el que se crió Richard Wright, un capítulo acerca de la obra de teatro dirigida y protagonizada por Narciso Ibáñez Menta en 1944, y otro capítulo que recorre los avatares que atravesó el rodaje de la película; además de una ficha técnica detallada por el mismísimo Pierre Chenal, posters del estreno en Argentina, historietas que promocionaban el film en las revistas de la época, y fragmentos de Recuerdos de cineasta, donde Pierre Chenal narra anécdotas relativas a su oficio.

 

La mar en cine

La mar en cine

Las olas, la arena y el sol intentaron –en vano– competir por las miradas de los visitantes. Pero durante los días que duró el 30° Festival de Cine de Mar del Plata, los protagonistas indiscutidos fueron las 400 películas exhibidas y sus más de 120.000 espectadores, que llenaron las salas ávidos de imágenes y de historias. La variedad en la programación permitió que convivieran producciones de consagrados maestros del cine con óperas primas de jóvenes cineastas, y dio lugar a las siempre bienvenidas sorpresas y descubrimientos. El evento se complementó con más de 70 actividades paralelas: charlas, presentaciones de libros, conferencias, cine gratis en la playa y hasta un recital “reencuentro” de la mítica banda Suárez, liderada por Rosario Bléfari, que sonó intacta después de 14 años.

Dentro de la amplia presencia de films argentinos se destacó La luz incidente, bellísima película que marcó la vuelta de Ariel Rotter a la dirección cinematográfica y que le valió el Astor de Plata como mejor actriz a una sutil y a la vez profunda Érica Rivas. La cinta, además, arrasó en los Premios No Oficiales: Mejor película de la competencia internacional por la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina (ACCA) y por la Federación Internacional de Prensa Cinematográfica (FIPRESCI). Además, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI) premió a Susana Pampin como Actriz Revelación.

El evento de clausura del Festival, a sala llena. PH Quique Mazzarino.

El regreso de Agresti -con la pretenciosa y mareada Mecánica popular-, en cambio, fue ignorado por todos los jurados. La Revelación Masculina fue para Ernesto Suárez por su entrañable debut a los 75 años en la pantalla grande de Camino a la paz, la road movie de Francisco Varone que protagoniza junto a Rodrigo de la Serna y que se estrenará comercialmente en enero de 2016. Cómo funcionan casi todas las cosas fue rodada en San Juan bajo la sensible dirección de Fernando Salem, quien obtuvo la distinción del INCAA, y este jueves 12 ya se estrena en cines. Otra producción argentina que se proyectó en Mar del Plata y ya puede verse en salas es la polémica Eva no duerme, que el actor Daniel Fanego definió como “una película rockera y peronista”. El film de Pablo Agüero, que versa sobre las numerosas profanaciones del cuerpo de Eva Perón, corre el riesgo de quedarse en el impacto de las imágenes fuertes.

El Club, del chileno Pablo Larraín, se llevó el premio Astor al Mejor Actor; el mejor director de la Competencia Internacional fue Ivan Ostrochovsky por la paciente Koza; y finalmente el Astor de Oro fue para “El abrazo de la serpiente”, rodada en la selva amazónica. En contrapartida, la frenética e imperdible Tangerine, filmada de manera íntegra con un iPhone 5s, pasó injustamente desapercibida. Una perlita fuera de competencia fue la hermosa Heart of a dog, un duelo en clave onírica donde la compositora Laurie Anderson reflexiona acerca de la vida y la muerte, al tiempo que se despide de su perra Lolabelle, de su madre y de su esposo Lou Reed.

La 30° edición, voluminosa en cantidad de títulos, resultó posible mediante la incorporación de ocho pantallas entre las que se destacan las pertenecientes al complejo Aldrey -inaugurado con motivo del Festival en la vieja terminal de ómnibus- que se ubica a la vanguardia del sonido por contar con la primera sala en toda Latinoamérica equipada con tecnología Dolby atmos.

Proyección de «El Clan», en «Cine en la Playa». PH Quique Mazzarino.

La presencia de invitados de lujo como el francés Arnaud Desplechin –Tres recuerdos de mi juventud fue la película de apertura- y el hongkonés Johnnie To -que presentó Office, su última producción- subsanó las innegables improvisaciones en cuestiones organizativas de los primeros días, como la falta de grillas y los evidentes cruces en la comunicación interna. Y el valioso trabajo –aún en proceso– de rescate de la memoria del propio Festival, que puede consultarse en la web oficial, así como la proyección de 100 copias en 35mm (mientras que en la edición anterior fueron sólo 10 los títulos restaurados por el INCAA con estas características) revelaron la voluntad de los programadores de establecer un diálogo entre el cine contemporáneo y el cine del pasado, y de poner sobre las pantallas la problemática por la materialidad del cine.

Otro lujo fue, sin lugar a dudas, la presidencia por octavo año consecutivo de José Martínez Suárez quien, a sus 90 años, recorrió todas las salas del Festival, participó en numerosas actividades especiales y, por supuesto, estuvo en la proyección de muchas de las películas seleccionadas. Presenció, incluso, la Competencia de Cortometrajes Argentinos. Y allí donde estuvo, su anécdota oportuna no se hizo esperar. “El Festival de Cine de Mar del Plata significa el 100% de mis actividades. El 100% de mi pasión. El 100% del uso del ingenio, de la memoria, de la labor”, confesó Martínez Suárez a ANCCOM.

Elecciones 2015 en imágenes

Elecciones 2015 en imágenes

ANCCOM estuvo presente a lo largo de toda la jornada electoral, recolectando testimonios e imágenes exclusivas. A continuación postales de la elección presidencial 2015.