“Es una infantilización hacia nosotras creer que el talento no tiene una inversión detrás”

“Es una infantilización hacia nosotras creer que el talento no tiene una inversión detrás”

“Alumbrar la historia que permanece oculta”, dice Romina Zanellato en el prólogo de su último libro. Brilla la luz para ellas (Editorial Marea) que es parte de una búsqueda incasable por revelar las historias no contadas. En un género musical dominado por las voces masculinas, la autora pone el foco en aquellas mujeres y disidencias que también fueron parte del nacimiento del rock nacional y su desarrollo hasta estos días.

Como periodista especializada en música y militante feminista, Zanellato sabe bien lo difícil que es insertarse en un campo tomado por varones. Junto a otras compañeras, conforma el portal digital LatFem, donde a diario construyen un relato de acceso gratuito y con perspectiva de género. Brilla la luz para ellas es el segundo libro de la escritora y fue realizado a partir de un proceso artesanal para encontrar las voces que fueron calladas durante seis décadas. Esta genealogía de mujeres en el rock argentino está hecha “con el interés y la responsabilidad de saber de qué estoy hablando como militante y periodista musical”, dice Zanellato.

Respecto al panorama musical actual, resalta que los varones hacen música gracias a las inversiones de las discográficas. En cambio, las mujeres componen a pesar de no tenerlas. Y agrega: “Es una infantilización muy grande hacia nosotras creer que el talento no tiene una inversión detrás”. Sin embargo, destaca que cada vez son más los espacios donde se da lugar a nuevas voces e identidades, y eso “es a beneficio de todos”.

¿Cómo nació la idea de este libro?

En LatFem, con mis compañeras, intentamos siempre repensar la historia y todas las historias posibles desde una perspectiva feminista. Sostenemos que las historias oficiales fueron contadas por varones y si no hay mujeres es porque no se las consideró como voz válida. Entonces, el ejercicio que hacemos, comprometidas con crear una memoria feminista, es repensar quiénes fueron las que estuvieron y contar esa historia. Un poco eso fue lo que me motivó a escribir el libro. Y otro poco fue que yo, como periodista de música, no tenía tan clara la genealogía de las mujeres en el rock. Era un libro que quería leer y no lo encontraba. Hay un único libro anterior de mujeres en el rock, que salió en el ‘90, que es de una colega que se llama Karim Gonzalez, Mina de Rock. Entonces dije: “Bueno, tal vez lo tenga que escribir”. Con el interés y la responsabilidad de saber de qué estoy hablando, porque no puedo ser periodista de rock y feminista sin tener idea de quiénes son las primeras mujeres. Así nació.

Recién decías que la historia está escrita por varones. ¿Cómo es el proceso de encontrar esas otras historias que no están contadas?

Fue complejo y muy emocionante. Ese proceso de investigación fue la mejor parte. Hice unos afiches en la pared donde tenía una línea de tiempo por partes. Cada libro que leía y había el nombre de una mujer lo subrayaba, lo localizaba en esa línea de tiempo y me ponía a investigar a full quién era en los archivos de la revista Pelo, de las Pinap, del Expreso Imaginario, de Semana Gráfica. Agarraba los libros de los primeros años del rock nacional. Hay unos libros de Ezequiel Ábalos, que se llama Rock de Acá, que menciona a varias mujeres. Obviamente el de Marcelo Fernández Bitar, Historia del Rock en Argentina, también menciona algunas. Pero son apenas menciones; entonces, era tomar esa información y después ampliarla con lo que podía aparecer en alguna revista vieja, preguntándole a gente, escuchando los discos, localizarlas y entrevistarlas. Todo ese proceso fue muy lindo y me llevó mucho tiempo. Fue muy artesanal.

¿En qué momento decidís que es suficiente información y te pones a escribir?

En realidad escribí mucho más y tuve que borrar porque me pasé, me emocioné. El libro tiene 500 páginas, es muy extenso, y escribí 200 más que tuve que cortar porque si no era ilegible. El proceso de escritura tiene mucho de reescritura y edición. Yo me daba cuenta de que me estaba yendo a otro lugar y empezaba a cortar. El libro habla de las mujeres en el rock, de las mujeres músicas, las trabajadoras, de las periodistas, de la mujer en el rock. Y paralelamente es la historia de los feminismos porque tiene un corte feminista todo el texto, desde la primera palabra. No es un libro sobre los varones en el rock y eso lo tenía que recordar todo el tiempo. Porque hay tanta información y tanto que sabemos sobre esos momentos desde que existe el rock me iba sola ahí. Entonces me decía: “Esto ya fue contado millones de veces, volvé a tu eje”. Ese es un ejercicio que tenía que recordarme todo el tiempo: que estaba hablando de las mujeres, no de las canciones de los varones ni de cómo eran los vínculos entre hombres. Todo eso ya estaba retratado. Cada dos por tres tenía que volver al cauce porque uno tiene un montón de información que fue acumulándose en la vida y de las mujeres no hay prácticamente nada. Eso me costó pero creo que lo logré.

Y debe haber sido particularmente difícil en las primeras décadas que aborda el libro porque muchas mujeres aparecen gracias a que tienen vínculos con varones; esposas, por ejemplo.

Sí, igual eso hace a la historia de las mujeres. Por ejemplo, en la década del ‘70, las mujeres que logran grabar un disco son las que, en general, eran pareja o hermanas de ciertos músicos consagrados. Entonces eso lo tengo que contar porque en realidad lo que estoy diciendo es que el acceso al estudio de grabación estaba completamente limitado para las mujeres. Únicamente a través de sus novios, parejas o hermanos podían llegar a grabar un disco. Eso habla del techo de cristal, el inacceso a herramientas técnicas, a tecnología, a la inversión de dinero para grabar un disco.

¿Era una particularidad del rock? Porque había acceso de mujeres en otros géneros musicales.

Sí, por supuesto. Había muchas mujeres en el pop; por ejemplo, El club del clan. Siempre hubo mujeres haciendo música, ni hablar del folklore. El rock tiene esa característica: desde el inicio quienes fueron reconocidos como voces autorizadas eran varones. Todo el libro habla sobre eso, sobre la discriminación y sobre lo complejo que fue para esas mujeres que persistieron e igual quisieron hacer su música, hacerlo en un ambiente completamente hostil, machista y que las expulsaba.

En el libro mencionás la beatlemania y cómo eso le permitió a la mujer expresar su deseo sexual.

La sexualidad sigue siendo algo privado ahora, imaginate en los ‘60. Hasta ese momento las mujeres no podían llegar a la universidad, solamente eran maestras o enfermeras. Recién ahí empiezan a entrar a otras carreras no tradicionales para la mujer en ese momento. A partir de ahí empieza a producirse la independencia de la mujer, aparece la píldora anticonceptiva, coger por placer. Y aparece John Lennon. Me parece que fue muy revolucionaria esa demostración de histeria, de amor, de calentura en público. Lo ves en las filmaciones de esa época, como cuando Los Beatles bajan del avión en Nueva York y las imágenes de la BBC hacen un paneo del público. Las minas están gritando, también los tipos. Eso me parecía alucinante: una demostración pública de la lujuria sexual que antes no se posibilitaba. Pasó algo importante con el rock como cultura, no solo como música.

Al principio del libro hablás sobre cómo las letras describen a las mujeres. ¿Creés que se generó un estereotipo de mujer?

No sé, lo que quise hacer es el ejercicio de mostrar cómo fueron plasmadas, sin juzgar. Y menos bajo el paradigma de hoy, porque ya pasaron seis décadas y tenemos otra forma de pensar las cosas. Quería dejar un análisis o un retrato de cómo fueron contadas las primeras mujeres en el rock. Y lo que veo es que se reproducen esos estereotipos que estuvieron desde los Rolling Stones, Los Beatles, toda la historia del rock: la mujer musa, la groupie. Me parece que era la rendija donde una podía meterse en eso que le apasionaba. Ahora tenemos otro punto de vista pero en ese momento esas mujeres eran muy valientes. Por ejemplo, Silvita Lachupa, que podría ser la primera groupie, dentro de ese grupo del rock nacional, ejercía su libertad sexual como ella quería. Me parece valiente poder experimentar de esa forma. Ahora, cómo la retratan ellos habla del machismo.

No sólo hablás de los músicos y de la escena, sino también de los medios y el rol de las mujeres en el periodismo musical.

Sí, es parte de lo mismo: intentar analizar cómo llegamos a tener un ambiente tan hostil, machista y sesgado. Lo que terminó pasando en el rock, y sobre todo en el periodismo de rock, es que quienes están escribiendo, quienes están seleccionando la música, quienes hacen los rankings y quienes fichan a gente en la discográfica terminan siendo el mismo grupo poblacional: tipos blancos, de clase media alta, con ciertos privilegios. Y nadie más que ellos. No hay una pluralidad de voces ni de intereses, gustos o cultura. Entonces me parecía interesante retratar si eso fue así siempre y cómo se llegó a eso. Muchas de las músicas que entrevisté me dijeron que la mayor exclusión que ellas sufrieron no fue de parte de sus colegas músicos o sus amigos. Todo lo contrario, se sentían muy apoyadas por ellos. Pero sí sentían una infantilización de parte de los medios de comunicación, los periodistas, los empresarios de las discográficas. Les decían que no las iban a contratar porque las minas no venden.

Y eso también queda reflejado cuando Marilina Bertoldi recibe el Gardel de Oro en 2019 y en el libro vos decís que fue posible gracias a que cambió la distribución de quienes votaban.

Exacto. Antes votaban únicamente varones y ahora abrieron la representación a otras identidades y votaron de una manera más plural. Además de que es el mejor disco de ese año, no hay mucha más vuelta que darle. Pero pasa eso, cuando vos abrís las representaciones aparecen otras figuras y eso es una buena noticia. Porque el rock cada vez tiene menos público y que aparezcan nuevas caras que movilizan a otras personas es positivo. Pero al mismo tiempo hay una reacción muy conservadora de negar ese contexto. Lo mismo de siempre. Cuando creen que sus privilegios están siendo amenazados, reaccionan y no se trata de eso, es lo contrario. Es a beneficio de todos. Si hay más gente escuchando esa música va a haber más público para todos. No significa que solamente van a tocar mujeres, todo lo contrario. Pero no lo ven de esa forma, ven amenazado su lugar de privilegio, de toma de decisiones y validación.

En 2019 se aprobó la Ley de Cupo Femenino en Eventos Musicales y muchos productores rechazaron la idea, incluso diciendo que iban a tener que dejar afuera otros talentos.

Esa es la misma idea de los productores de que las mujeres no venden. Sabemos muy bien cómo funcionan todos los mercados: las discográficas invierten y le dan plata a un montón de músicos para que puedan hacer sus discos. Hay alguien que está poniendo plata para que la banda pueda grabar bien, que el disco tenga bueno sonido, una buena puesta en escena, buen vestuario, que tenga un buen productor, que pueda dedicarse a no trabajar formalmente y haga música. Y no lo hacen con las mujeres. Ellas hacen música a pesar de todo eso. Sabemos perfectamente que quienes están en los puestos mainstream son quienes reciben inversiones de las discográficas o incluso de tantos años de cobrar sus derechos de reproducción y autoría. Las mujeres no tienen plata para grabar sus discos de la mejor manera, ni cuatro meses para componer y no tener que hacer nada más que eso. Por eso los discos suenan distinto y no tienen la misma banca para sonar en radios y plataformas. Si invertís siempre en varones, siempre ellos van a ser rentables. Pero si empezás a invertir en otros grupos eso va a dar rédito. Porque así se generan los hits. Es una infatilización muy grande hacia nosotras creer que el talento no tiene una inversión detrás. Las mujeres no solo estamos en desventaja por ser mujeres sino que también cualquier música además tiene tareas de cuidado de sus hijos, cocinando, limpiando la casa. Hay un montón de tareas que los hombres no las tienen. Y ellas hacen música igual.

«El golpe se ha venido preparando hace dos años»

«El golpe se ha venido preparando hace dos años»

Marianela Paco Durán es periodista, abogada, comunicadora y política. Nació en Potosí, Bolivia, hija de dos docentes y la mayor de cinco hermanos. Estudió en la Universidad pública San Francisco Xavier. Se desempeñó como Diputada Plurinominal por el partido MAS a partir de 2009 y fue ministra de Comunicación de Evo Morales durante su tercer gobierno, entre 2015 y 2017. A la edad de 43 años se posiciona como una figura clave de la política boliviana y ha impulsado una gran cantidad de leyes para mejorar las condiciones de vida de mujeres e indígenas. Luego de una charla que ofreció en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, dialogó con ANCCOM.

¿Por qué decidió dedicarse a la comunicación?

Yo he estudiado Comunicación porque me indignaba ver lo que pasaba en mi pueblo. Cuando era niña, el Alcalde estaba construyendo su casa de lujo y al mismo tiempo la alcaldía. La segunda era cualquier cosa. Había un cura de sotana que daba misa en latín, en un lugar donde el 99% hablaba quechua y el otro 1% se sentaba adelante en la iglesia. Pero había otro cura que me regaló un libro y cuando leía era como abrir los ojos al mundo. Y yo pensaba cómo denunciar y ver que esas cosas cambien, como decía el libro.

¿Cree que se ha logrado ese cambio?

En 500 años de colonia, 180 de república y 20 de neoliberalismo, previos a nuestro gobierno, las brechas de justicia estaban dispares. Hay datos históricos sobre construcción de carreteras, acceso a la educación y tecnología. Hasta que llegamos nosotros no pasaba del 20%. Y cuando comenzamos la gestión logramos una cobertura del 95%. Tenemos datos objetivamente comparables, no solo de discurso. Teníamos un analfabetismo sobre el 35% y hemos bajado al 3%. En salud, por ejemplo, hasta que llegamos al gobierno, todas las enfermedades eran de extrema pobreza. Y cuando llegamos nosotros empezamos a vivir las enfermedades del neoliberalismo, generalmente producidas por la alimentación chatarra. Se les ha dado mayor poder adquisitivo y la gente no cocina, lo compra en la calle. Hay que recuperar el conocimiento ancestral para no enfermar y practicar medicina tradicional. Se olvidaron y no los acompañamos. La descolonización se volvió la quinta rueda del auto, cuando debió ser la primera, la delantera.

Entonces, hay tres momentos para comparar. En primer lugar, el rechazo que hemos hecho y constitucionalizado a la historia pasada de Bolivia. Dice en el preámbulo: “Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal”. En segundo lugar, está nuestro periodo plurinacional y después, el periodo golpista, que en tres meses han hecho lo inimaginable. Jeanine Áñez se aumentó su salario y sus gastos de representación. En 30 años no habíamos tenido muertos por dengue. Y la cantidad que ahora hay… han vuelto las filas a los hospitales porque han sacado la salud comunitaria. No va a haber crecimiento salarial, se ha congelado. Van a desregular el precio del dólar.

¿Cómo explica el proceso del golpe de Estado?

Se ha venido preparando hace dos años. Lo han estudiado a tal grado que saben qué van a decir, qué van a hacer. Les han tendido trampas a los dirigentes estos dos años. Un puñado de gente privilegiada se ha organizado y ha salido a manifestarse. El golpe es inconstitucional. El plan de la derecha fascista era cerrar el poder legislativo y prorrogar el mandato dos años por decreto, pero no lo hemos permitido. Si presentabas tu credencial de legislador del MAS no te daban paso. Entonces, ¿qué se ha hecho? Intentar calmar a la gente para generar un resquicio de democracia. Se deshicieron de nuestro líder, no podíamos permitir que nos pisaran. Que la gente que quiera manifestarse, lo haga. Es un periodo de luto: el papá se fue, algunos lloran, otros no. Pero los que no íbamos a llorar teníamos que idear una estrategia rápida porque sino iba a ser una matanza total, cada treinta minutos sobrevolaban aviones que se les había comprado a las FFAA y la policía. En los canales estatales, en el día han sacado a toda la gente, han cambiado los logos, el contenido, todo. Estaba todo planeado. A mí me han ofrecido salir del país, pero hay que hacer el aguante. Eso no le gusta a Evo, pero la responsabilidad, más que con el líder, está con el pueblo.

¿Recibió amenazas después del golpe de Estado?

Me han mandado a decir que limite mis apariciones mediáticas, porque soy un símbolo para la gente. Cuando yo salgo a hablar logro quebrar el miedo, porque no les temo. Les he mandado el mensaje de que si me hacen algo, les va a ir mal y no les conviene: porque soy mujer, porque soy indígena y porque no me han encontrado nada. Claro que han revisado las cuentas de mis hermanos, de mis papás. Les han mandado memes míos detenida, mensajes diciendo que me buscan, que tengo que ir a la cárcel. Amedrentamiento. Pero si a mí me amenazas, mi reacción es al revés. Si tienes miedo les das el gusto y les alimentas el poder. Si quieren callarme que lo hagan, que se atrevan.

¿Cuál es la situación de las mujeres en Bolivia?

Recientemente vi unas estadísticas que me dieron esperanza: han comenzado a descender las cifras comparativas respecto a los últimos diez años. Antes 7 de cada 10 mujeres sufríamos violencia. Ahora las mujeres cuentan con más protección del Estado. En el ámbito educativo las mujeres tienen mejores notas y se reciben más que los hombres, tienen mayor movilidad laboral. Que las mujeres aprendan a cuidar sus cuerpos ha reducido la cantidad de hijos que tienen. Todavía en los espacios de decisión los jefes siguen siendo ellos, pero se ha avanzado bastante. Hasta en deporte las mujeres han ido ganando más. Ahora hay un retroceso porque te meten la Biblia en el Palacio. La educación refuerza patrones de comportamiento y un ejercicio de abuso del poder que hemos llamado patriarcalismo. Y habíamos iniciado todo un proceso de despatriarcalización, más allá de las cuestiones de género, sino de desestructurar una sociedad donde realmente se cree que hay superiores e inferiores.

¿Cuál es el rol que le da a la Comunicación en la política?

La comunicación es una construcción colectiva. No es una ciencia perfecta. En 2010, en Bolivia, el 95% de los medios de comunicación eran privados, en manos de unas pocas familias. Entonces lo que se ha hecho, a pesar de que yo no estaba a favor de esto, fue negociar con los medios a través de las pautas. Cuando yo estaba en el Ministerio, iba a preguntar cuál era su plan de comunicación para el Estado. Yo no quiero medios que repitan enlatados, quiero medios que produzcan y muestren lo nuestro y crezcan con nosotros. Cuando me fui en 2017, volvió la otra lógica. Cuando compras conciencia, la gente puede venderse fácilmente a otro postor. Entonces, eso es lo que ha pasado. Parecía que estaban con nosotros. Durante las dos semanas del golpe, yo estaba viendo todos los canales. Dos segundos después de que renunció Evo, cambió totalmente el enfoque. Hasta ese momento se hablaba de democracia y diálogo. Después, que éramos los tiranos, terroristas, maleantes, salvajes. Según ellos provocamos que vengan y nos saquen con armas. Algo que ha funcionado es que haya periodistas argentinos cubriendo lo que los medios bolivianos no decían. Porque uno de los resultados que viene de la colonia es que lo que viene de afuera es cierto y es mejor. Nos han hecho creer que éramos lo último del continente. Éramos el país de los indios.

¿Cómo está posicionada la derecha boliviana actualmente?

Desde mi lectura, ha habido una pelea. A (Luis Fernando), dirigente derechista) Camacho lo han utilizado. La Embajada americana resulta utilizando a una de las logias. Inicialmente, gran parte del gabinete y quienes dirigen empresas estatales vienen de Camacho. La Ministra de Comunicación, Roxana Lizarraga, hace declaraciones inapropiadas para las circunstancias. Entonces, muchos jóvenes, cuando ven esas declaraciones se empiezan a desencantar. Estados Unidos se preocupa. Hasta ese momento, el nexo era a través de una fundación por los derechos humanos que dirige Carlos Sánchez Berzain, que vive allá. Pero ven que la señora es más voluble y se pueden manejar directamente. Le llevan a Erick Foronda, ex encargado de comunicación de la Embajada de EEUU en Bolivia, y desplaza al círculo de bolivianos que hacía de nexo. Se deshacen de los ministros de Camacho y él termina sin poder, sin respaldo. Foronda es el Secretario privado de comunicación de Jeanine Áñez. Todo lo que ella lee es lo que él escribe. Algunas veces ella no se da cuenta y lee en masculino lo que debería leer en femenino.

¿Y cuál es el panorama para las elecciones presidenciales del 3 de Mayo?

Nosotros tenemos un voto duro, por encima de un 30%. Sobre eso tenemos las izquierdas, que a veces se resienten. Y además hay voto nuevo, gente que sale de la pobreza. Ahí hay un colchón del 20% que conquistar. La derecha tiene como 13 partidos que no pasan del 40%, es su techo. Por cuestiones de clase, un 40% es izquierda y el otro 40% es derecha. Hay un 20% de gente nueva o indecisa. No queremos ir a ballotage porque ahí sí va a haber fraude. Ellos quieren forzar una segunda vuelta.

Los Kapanga del Streaming

Los Kapanga del Streaming

Miguel de Luna Campos, mejor conocido como Maikel, es el guitarrista de Kapanga, la banda argentina que cumple 25 años de éxitos. Un poco de rock, ska y cuarteto; varios son los géneros que pueden atribuírseles al grupo pero hay una palabra que sin duda los identifica: fiesta. La fusión de géneros, sus letras y la energía de sus shows son características que los distinguen en el gran mundo de la industria musical nacional. Aunque la cuarentena los obligó a ponerle pausa a la producción del nuevo álbum, ya van por su segundo recital por streaming, llamado Kapanga Night Show, una experiencia multiperformática con invitados y sorpresas. Maikel habló con ANCCOM y comentó algunos adelantos sobre la presentación que van a realizar el 24 de octubre junto a Pity Fernandez. Además, reflexiona sobre las nuevas movidas musicales, el feminismo en el rock y la situación económica de los músicos durante el aislamiento.

¿En qué consiste el Kapanga Night Show y cómo se diferencia de otros shows por streaming?

Los diferentes colegas o músiques tratan de aggionarse a la personalidad de cada uno. En nuestros shows participa mucho la gente y hay un feedback muy grande. Entonces, pensamos cómo quebrar la barrera entre la tele, la computadora, la pantalla del celular y la banda. Nosotros le pusimos de nombre Kapanga Night Show por la música que hacemos y por cómo son nuestros shows, que sencillamente un streaming no iba a ser efectivo. Lo que planteamos es como un programa de televisión donde hay un conductor, que es el Pollo Cerviño, un periodista amigo de la casa. Y nosotros somos la banda esclava, que musicaliza los remates, los chistes y todo eso. Después, en un momento nos convertimos en Kapanga y hacemos el show propiamente dicho. Son dos situaciones diferentes: cuando interactúa el periodista con la banda es una iluminación de estudio muy de televisión y cuando tocamos como banda cambia drásticamente a un show de rock.

Ya es la segunda fecha que hacen. ¿Qué la diferencia de la primera?

Lo primero que se renueva es el playlist, la lista de canciones es completamente diferente. En el primer show tuvimos un invitado, que es algo que queremos respetar, porque hay como ciertos bloques y juegos. En el primero fue Walter Meza, de Horcas, que no solamente vino a cantar con nosotros una canción que ya había grabado, sino que también se dedicó a hacer otro tipo de cosas, contar un poco lo que hacía con otras bandas y entonces podemos ver otras facetas artísticas. En este Kapanga Night Show el formato va a ser el mismo. El invitado va a ser Pity Fernández, de Las Pastillas del Abuelo, que va a hacer un par de canciones con nosotros y también se va a someter a ciertas trivias. Son dos puestas completamente diferentes desde la locación, el contenido, el playlist y la iluminación.

Y basándote en esta primera experiencia que tuvieron, ¿qué diferencias encontrás con lo presencial?

En realidad me pasó algo bastante simpático. Primero tuvimos dos meses de ensayo y nos acostumbramos a eso. Veníamos de meses sin ver gente y, cuando se empezaron a  aprobar los protocolos que se podía ir a ensayar, nos encontramos para el primer show que fue en el Estadio Malvinas. Cuando llegamos fue raro ver el estadio vacío pero como nosotros veníamos acostumbrados y veníamos ensayando eso, la verdad que no fue tan significativo. Si fue más raro en el Luna Park cuando hicimos Cosquín Rock. En un par de notas me preguntaron si me resultaba raro tocar en el Luna Park sin gente. La verdad, me hubiera parecido raro si hubiera gente. Hace seis o siete meses que no hay espectáculos. Así que estamos ensayando de esa manera y tratamos de concentrarnos en que el show es eso y el público está en la casa, como un ejercicio mental, porque si no es bastante extraño.

¿Cómo es el protocolo de ensayos?

Hicimos un par de Zooms, definimos las playlists. Tenemos como varios grupos de WhatsApp: en uno está lo que es producción, en otro más que nada la logística respecto a qué equipamiento se iba a utilizar, la iluminación. Y cada uno iba ensayando en su casa. Cuando se aprobaron los protocolos sencillamente fue juntarnos, mirarnos, contar hasta cuatro y empezar a ensayar.

¿Cómo fue ese reencuentro? ¿Cuánto tiempo estuvieron sin verse en persona?

Cuatro meses, o un poco más. Igual nunca perdimos el contacto. Las primeras llamadas ni siquiera tenían que ver con qué íbamos a hacer con la banda, era más que nada porque nos extrañábamos. Somos una banda que estamos cumpliendo 25 años y por suerte recuerdo pocos fines de semana en mi casa. Entonces, esa situación era bastante extraña: estar en tu casa de una manera forzada, no porque estabas de vacaciones con tu familia o porque era tu tiempo libre, sino por una situación externa como es la pandemia. El contacto lo teníamos igual, nos juntábamos virtualmente a tomar algo, como si estuviéramos en un bar pero por teléfono.

 ¿Alguna vez habían estado tanto tiempo sin verse?

No, jamás. De hecho nosotros, las vacaciones siempre paramos rigurosamente del 23 de diciembre, que es la última fecha hábil que puede haber show, hasta el 15 de enero. Ahí tomamos vacaciones y no puede haber contacto entre nosotros, es para dedicarnos a la familia puntualmente y porque es sano después de estar todo el año mucho tiempo juntos. Y aparte también para dar la oportunidad de extrañarnos. Siempre sucede así pero de esta manera no porque además es forzado, es muy extraño.

La banda ya tiene 25 años, ¿cómo es el recorrido? ¿Qué fueron cambiando en cuanto a letras y estética de la banda?

Un montón, porque son más de nueve discos de estudio, tres discos en vivo, filmamos una película. Fuimos cambiando con el tiempo, como cualquier banda que sea inquieta. Empezamos jovencitos y hoy en día todos tenemos hijos, pasaron muchas cosas que te hacen sí o sí cambiar, no es algo que uno se propone. Generalmente trabajamos de a tres discos, buscamos un contenido y una forma, y después de eso hacemos algo drásticamente diferente, dentro de nuestro mundo. Por ejemplo, decimos: “En este disco vamos a cambiar drásticamente la mirada desde las letras, quizás en vez de ser mas irónicas son mas introspectivas”. O la música, apostar en otros estilos o en sonidos más contemporáneos.

¿Y ahora están trabajando en algo nuevo?

Sí, de hecho estábamos por comenzar los ensayos para grabar lo que iba a ser el sucesor de Motor Música. Lo único que pudimos hacer fue un adelanto que se llama “Todavía”, que salió el año pasado con la participación de Nahuel Pennisi. Ahora estamos preparando lo del Night Show y después nos vamos a meter de lleno a ver si podemos aprovechar y empezar a grabar el disco. Si bien seguimos trabajando en eso cada uno desde su casa, mandando material por mail; para grabar discos, para terminar de componer y en especial para pre-producir, tiene que ser presencial.

Desde el 2015 surgió una oleada feminista muy fuerte en el país, ¿creés que eso les repercutió a la hora de componer y crear?

Hasta ahora no me sucedió de tener la necesidad de escribirlo. En el momento que me surja seguramente lo voy a utilizar. Desde hace años, cuando escribo trato que no tenga género, porque me gusta que interpele a cualquiera. Siempre intenté hacerlo. Por ejemplo, a mi me llaman de radios para musicalizar segmentos de programas. Si me piden 14 temas, lo primero que pienso es que tiene que haber contenido de género. La mitad tiene que ser de chicas y la otra mitad de chicos, para hacerme cargo de eso pero también para que culturalmente sea mucho más rico lo que se está mostrando.

¿Creés que el rock en Argentina es un ambiente machista?

Sí, totalmente. El rock, el futbol, la política. El mundo es machista. Lo que pasa es que ahora está más en boga el hablarlo y ponerlo sobre el tapete. Internacionalmente hubo más artistas femeninas y me parece que en el rock argentino eso costó muchísimo porque no había solistas. En el rock nacional al principio estaban Fabiana Cantilo o Hilda Lizarazu, pero siempre eran coristas y recién después podían hacer su carrera solista. Gracias a Dios eso está cambiando pero falta un trecho por caminar. Hay un paradigma que aparentemente se quebró: yo no creo que sea así, me parece que todavía falta muchísimo más para trabajar. Los femicidios siguen existiendo, la violencia de género sigue existiendo. Incluso con la diversidad sexual. Es algo que está muy institucionalizado en la sociedad y va a pasar un tiempo bastante largo hasta que se pueda quebrar ese paradigma. Mientras tanto hay que seguir trabajando y hacerse cargo.

¿Cómo ves el panorama musical en Argentina en los últimos años y las nuevas movidas como el trap?

Lo veo bárbaro. De todas las músicas nuevas y contemporáneas soy celebrador. De hecho, generalmente nos caracterizamos por eso. Siempre tratamos de generar complicidad con las nuevas generaciones. Es súper copada esa fusión de culturas. Después entiendo que hay una parte más dinosaurio de rock que terminan siendo como jueces: dicen qué es y qué no es rock, cuando el rock teóricamente es libertad. Dentro de la nueva movida del trap hay un montón de cosas que me gustan y un montón de cosas que me aburren, pero no por el género sino porque, al estar en boga y muy en los medios, hay una sobreinformación de artistas que están haciendo todos exactamente lo mismo. Entonces comienzan a repetirse las estructuras, las armonías, como le pasó también en su momento al rock and roll y al punk rock. Aparecieron millones de bandas que sonaban como Los Ramones y eso no quiere decir que el punk rock no estaban bueno.

¿Cómo ves la situación económica de los músicos en este periodo de cuarentena?

Es bastante caótica la situación en general, en todo lo que corresponde a nuestra profesión. No solamente los músicos: los managers, los técnicos de sonido, los iluminadores, el staff, los armadores de escenarios. Nosotros trabajamos mucho en fiestas privadas y en eventos: pienso también en mozos, DJ’s, seguridad. Es desalentador el panorama mirando hacia el futuro, porque fuimos los primeros que paramos y somos los últimos que vamos a comenzar a trabajar. Si bien están los streamings y empezaron los auto-conciertos, no dejan de ser paliativos. No podés hacer ni uno por mes porque también es generar contenido constantemente nuevo con tiempo que no hay. Es bastante difícil la situación, tengo un montón de amigos músicos que están haciendo repartos. También están los que tienen suerte, tienen ahorros y pueden vivir esperando a la nueva normalidad. Pero el panorama es bastante desolador. Y también el poder adquisitivo de la gente es mucho menor. Siempre es un problema pero en medio de una pandemia, la economía mundial está deprimida y se resiente mucho más en cosas que no son esenciales como comer o pagar la cuota del colegio.

Últimas imágenes de la vieja normalidad

Últimas imágenes de la vieja normalidad

Cada mes de julio se lleva a cabo la muestra de ARGRA, la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina, con cerca de 200 imágenes que forman el relato del año anterior. Debido a la pandemia, esta vez se realiza de manera virtual y con cierta postergación. El 1º de diciembre se realizó la apertura de la edición número 31 por el canal de YouTube con personajes de la cultura local como Jazmín Stuart, Cora Gamarnik y Claudia Piñeiro.

“Fue muy raro estar en mi casa durante la inauguración de la muestra. Hacía 15 años que no faltaba. La decisión era que había que mostrar las fotos, no podía pasar el año sin que la muestra tuviera su cosa pública, que llegara a la gente”, dice Daniel Vides, reportero gráfico y presidente de ARGRA. Las imágenes pueden verse en la galería de la web o en un video intercalado con testimonios que reflexionan sobre el recorrido del 2019.

¿Por qué es importante que se lleve a cabo esta exhibición? “Nos permite pensar nuestra práctica y nuestro laburo como reporteros gráficos desde otro lugar. Una dimensión distinta para la cual fue producida o pensada en su momento. Ahí vemos que nuestro trabajo no es solo para el diario de mañana o para el portal de hoy sino también es un primer relato del devenir de la historia en nuestra sociedad. Es un reflejo, la primera línea de lo que se va a convertir en relato histórico”, explica Vides.

“La muestra es una puesta en valor de nuestro laburo. Hay una elección nuestra. Los fotógrafos, fotógrafas y fotógrafes eligen qué mandar. Es algo propio, es nuestro y es un hecho colectivo. Creo que año tras año demuestra la excelencia que tenemos los trabajadores de prensa en la calidad de imágenes que quedan”, comenta Eva Cabrera, fotógrafa profesional y vicepresidenta de ARGRA.

A la convocatoria llegaron más de 2.500 fotos de reporteros y reporteras de todo el país, de las cuales quedaron seleccionadas 208. Además de la exposición virtual, se realizó un anuario impreso que está en preventa hasta el 15 de diciembre. “Fuimos tercos y analógicos con la decisión de imprimir el anuario. Es el objeto que queda de la muestra. Nos pareció importante que ese registro en el tiempo quedara también. Es lo único que quedó tal cual respecto a otros años”, agrega el presidente de la Asociación. Además, se realiza un ciclo de entrevistas y charlas a diversos autores en vivo por el Facebook Live de ARGRA.

La convocatoria de imágenes se realiza entre enero y febrero, y a mediados de marzo se lleva a cabo la selección por parte de un comité que alterna todos los años. “El día que nos íbamos a juntar a editar comenzó el ASPO. Así que quedamos frenados hasta que encontramos la forma de retomar la tarea de manera virtual”, dice Victoria Gesualdi, fotógrafa, editora del Área de Fotografía de ANCCOM y parte del Comité Editor 2020 de la muestra.

“Tuvimos la expectativa de poder inaugurar en alguna de las provincias pero las condiciones se fueron complicando en invierno, que es cuando suele estar la muestra colgada. Tuvimos que tomar la decisión de hacerlo de forma virtual, lo que nos permitió también (mas allá de extrañar el abrazo y compartir con los demás) que fuera más federal que nunca. Esas son las ventajas que nos dio esta época”, explica la vicepresidenta de la Asociación.

“La realidad nos fue llevando. Nunca había estado en nuestros planes y a medida que lo empezamos a organizar nos pareció piola. Estuvieron mirando la muestra y nos dejaron comentarios personas de otros países, tiene una masividad distinta. El video que está en YouTube lo subimos a Instagram y en un día tuvo 3.500 vistas. Nuestra muestra presencial en Buenos Aires tenía diez mil asistentes en un mes. Ojala pudiéramos tener las dos cosas. Sin duda algo de esto va a quedarse”, dice Vides.

Respecto al proceso de selección, Gesualdi manifiesta: “Queda afuera material que tiene nivel suficiente y merece estar en la edición general, pero hay que asumir decisiones para armar un relato. No sólo pesan de modo individual sino en relación a las imágenes que conforman la edición. Por un lado, es evaluar la imagen en su contenido, en su calidad técnica y estética, en su enfoque. Y por el otro lado es ver cómo funciona esa imagen en relación a otras que se presentaron sobre el tema. Es un proceso de discusión muy enriquecedor”.

La tapa del anuario es una foto del 10 de diciembre del 2019, durante la asunción presidencial. Alberto Fernández sostiene el bastón, mirando hacia adelante. Cristina Fernández de Kirchner lo observa y Mauricio Macri comienza a retirarse. Un reloj marca casi las doce del mediodía. “Este año uno de los grandes temas fueron las elecciones, la campaña presidencial y la asunción de Alberto. Y otro tema que tuvo altísima representación en las imágenes que mandaron los compañeros fueron los conflictos regionales en Chile, Ecuador y Bolivia”, explica Gesualdi.

Anahí De La Fuente y Jazmín Stuart se abrazan durante la conferencia de prensa de Actrices Argentinas sobre la denuncia de acoso sexual contra Diego Pimentel. Una familia vela al bebé no nacido de Camila Aparicio, que perdió su embarazo de seis meses durante un procedimiento policial en Salta. Tres mujeres con la camiseta de Boca festejan un gol en un partido de futbol femenino. La selección “va desde historias generales a historias particulares o mínimas. Esas historias que quizás no son grandes noticias pero merecen ser contadas”, dice Eva Cabrera.

“El año pasado en la inauguración estuvo Nora Cortiñas y nos agradecía porque cuando las Madres estaban en la plaza, en los peores momentos de la dictadura, que estuviésemos los reporteros gráficos les daba tranquilidad. Se sentían protegidas porque si pasaba algo estábamos ahí para hacer la foto. No éramos nosotros, eran los colegas de la época. Y eso me parece que nos da una identidad. ARGRA está muy ligada en su historia con los vaivenes de la institucionalidad y la política en argentina. No desde lo partidario sino de los climas”, recuerda Vides.

“Me sorprendió lo presente que está en el anuario la violencia institucional. El 2019 fue el año que detuvieron a dos compañeros nuestros: después de la famosa foto de la berenjena en el verdurazo de Constitución, a la semana siguiente lo detienen a Bernardino Ávila y a Juan Pablo Barrientos, sin justificación alguna”, reflexiona Vides. Y Cabrera agrega: “Cuando se trato la ley de reforma provisional tuvimos un montón de compañeros heridos, daba la sensación de que estaban tirando a propósito contra nosotros. Evidentemente hay algo que mostramos que al poder le disgusta”.

Con el cuchillo entre los dientes

Con el cuchillo entre los dientes

Trabajadores de la Pizzería 1893. 

Delivery, mesas en la calle, terrazas y salones a un cuarto de su capacidad. Desde el 20 de marzo hasta hoy, la Ciudad de Buenos Aires fue variando los protocolos de aislamiento y los restaurantes debieron adaptarse. También aquellos autogestionados por sus trabajadores, organizados en forma de cooperativa. Algunos pudieron sacar provecho de la situación, expandieron sus horizontes de reparto y hasta modificaron la carta. En otros casos, todavía no volvieron siquiera a un ritmo mínimo de facturación que les garantice las subsistencia.

De acuerdo con el último registro nacional de empresas recuperadas que se realizó este año, hay 13 locales gastronómicos en CABA que se encuentran bajo la gestión de sus trabajadores. Representan el 17% de las cooperativas de la ciudad. Una de ellas fue incorporada hace pocos meses al informe: la pizzería 1893, ubicada en Villa Crespo, que fue la primera (y única) empresa del rubro gastronómico que se recuperó durante la cuarentena.

Como si comenzar un proceso de rescate del lugar de trabajo no fuera lo suficientemente difícil, quienes solían ser empleados de 1893 tuvieron que sumarle un contexto de pandemia y aislamiento. “No es solo la rareza de vivir en cuarentena, sino también cambió toda nuestra forma de trabajo y todos los problemas que trajo el vínculo con el ex empleador”, comenta Ernesto De Arco, que solía ser camarero pero tuvo que incorporar tareas de reparto a domicilio durante algunos meses.

Actualmente trabajan con envíos, mesas en la vereda y algunas adentro. “Por suerte teníamos una buena clientela, la pizzería siempre trabajo bien. Lo que hicimos fue reforzar el delivery: antes hacíamos un radio de diez cuadras y ahora nos extendimos muchísimo, como 50. Vamos en auto, en moto, en bicicleta, lo que sea”, agrega De Arco.

Pero una vez que el Gobierno de la Ciudad habilitó el 25% de ocupación de los salones para comer, aparecieron algunos problemas: “Nos dimos cuenta de que la gente no tiene una buena costumbre. Tuvimos que poner carteles por todos lados porque se levantan y van al baño sin barbijo, nos hablan en la cara sin tapabocas y nos ponen en riesgo constantemente. Sentimos que no les importa la gente que está trabajando. Queremos tener cuidado porque si nos contagiamos vamos a tener que dejar de trabajar y sería bastante difícil en este momento”, comenta el trabajador de 1893.

Lalo de Buenos Aires, la cooperativa gastronómica que funciona en el complejo del Paseo la Plaza.

No todas las cooperativas de gastronómicos tienen la misma suerte. Lalo de Buenos Aires funciona administrado por sus trabajadores desde el año 2014 pero desde el 20 de marzo no pudo abrir sus puertas hasta fines de noviembre: «Con la pandemia tuvimos que cerrar. Estuvimos en el local arreglando cosas, pintando, remodelando. Tenemos un patio pero no pudimos ni hacer delivery porque si lo hacíamos teníamos que pagar el alquiler al complejo La Plaza. Lo mismo si habilitábamos la vereda. Así que recién hace 11 días, que se pudo usar el salón también, abrimos”, explica Rafael Heredia, secretario de la cooperativa.

¿Cómo resistieron durante la etapa en la que estaba prohibido abrir el salón? «Éramos 18 en la cooperativa y quedamos ocho. Muchos se bajaron porque esto es a pulmón, hay que poner mucha voluntad. La mano viene mal, muy lento. La noche está muerta, no hay gente. Al mediodía se ve un poco más de gente. Estamos en zona de Tribunales, que atienden sólo por turno, igual que los bancos. Eso quitó mucho movimiento. Bajó mucho, no sé si llegamos a hacer un 30% de lo que trabajábamos antes. Está complicado pero lo importante es que se logró abrir y de a poquito vamos a salir adelante», confía Heredia.

Lalo de Buenos Aires está localizado en Montevideo al 300, dentro del complejo teatral Paseo La Plaza. El reciente regreso de algunas funciones del teatro en vivo, con protocolos autorizados, fue lo que permitió que los trabajadores volvieran a reabrir el local. Claro que la situación es muy complicada. «Los teatros abrieron con el 30% de capacidad y una sola función, se achicó un montón. La noche es mortal, no hay nadie. A las diez ya no queda nada. Los fines de semana hay algo más de movimiento”, dice Heredia.

La pizza a la parrilla de 1893 se hizo famosa en Buenos Aires.

Otra empresa autogestionada es Los Cabritos, una parrilla de la zona de Mataderos. Lleva cinco años funcionando con esta modalidad y en el año 2018 apareció en el top ten de mejores parrillas porteñas. Su fuerte es el asador criollo pero en este contexto tuvieron que prescindir de él. “El delivery tiene una particularidad: el trabajo se comprime en un par de horas, no es como el salón que es más largo en el tiempo”, explica Jorge Jaian, que se ocupaba de la atención en el frente pero ahora se convirtió en telefonista tomando pedidos. “Tuvimos que reducir la carta para evitar desperdicios. Hicimos platos del día, económicos. Se volvió necesario porque todos estamos más complicados con los ingresos entonces tiene que ser una oferta tentadora”, agrega.

Aunque no parezca, destinar la mayor parte del servicio al envío a domicilio puede ser una tarea difícil. En el caso de Los Cabritos, su diferencial estaba en la atención en el salón, la calidez del contacto con los mozos de siempre, el ambiente tradicional y el asador a la vista. “Un montón de negocios se dedican al delivery y la competencia se hace difícil”, señala Jaian. Y en cuanto a los protocolos para atender en el lugar, explica: “Iniciamos el trámite de habilitación para sacar las mesas a la calle pero no está siendo tan rápido. En la semana está medio tranquilo, la gente todavía no esta tan dispuesta a salir. Tenemos un público de una edad media para arriba, no es juvenil. Y eso también influye porque son personas de riesgo. No es una cervecería que se maneja con jóvenes”.

Alé Alé es un caso paradigmático de las cooperativas gastronómicas en el país. Formaba parte de un grupo de restaurantes que pertenecían a OJA, junto a cinco locales más. Todos fueron vaciados por los empresarios a cargo y algunos encontraron su propio camino hacia la autogestión, a lo largo del 2012. Hoy, con pandemia incluida, se mantienen en pie.

“Desde el momento en que arrancó todo, en marzo, la decisión fue no atrasarnos con lo que respecta a servicios, impuestos y alquileres. Nos pusimos renovar la pintura, arreglamos baños, cambiamos la cerámica; compramos los materiales y lo hicimos nosotros. Hay cosas que no podemos hacer cuando el local está funcionando, entonces aprovechamos y usamos el dinero que teníamos guardado. Somos de ahorrar por cualquier cosa que pueda pasar y fue de mucha ayuda”, explica Andrés Toledo, presidente de la cooperativa Alé Alé.

Actualmente funcionan con mesas en la calle, en la terraza y el salón interno con distanciamiento, lo que da un total de casi 300 cubiertos (sin contar el delivery). “Ya se está acomodando todo y es otro aire, no es lo mismo que tres meses atrás”, dice Toledo. Y respecto a las normativas para poder funcionar, comenta: “Siempre respetamos bien los protocolos. Todas las personas que vienen se van muy contentos porque ven una responsabilidad nuestra en cuanto al distanciamiento de mesas. Nos terminan felicitando por cómo nos estamos manejando. De parte de la clientela hemos notado un comportamiento muy bueno. Fueron bastante fundamentales, sin ellos no hubiéramos resistido”.

Lalo de Buenos Aires pudo reabrir recién cuando finalizó el aislamiento obligatorio.

Andrés Toledo se mantiene en contacto con otros locales que funcionan con la misma modalidad: “Tengo contacto con todos, no le fue bien a nadie. Tendrían que haber priorizado no atrasarse con los pagos y no lo hicieron. Creo que cometieron un error. Dejaron caer el motor de todos que es la cooperativa. A algunos ya les pidieron el local y les dijeron que no renuevan el contrato”.

 “Ahora estoy participando en el conflicto de Rodizio de Costanera, a ver si lo podemos transformar en cooperativa, si quieren los trabajadores”, agrega. Muchas veces recurren a él y sus compañeros cuando detectan un conflicto latente con los dueños. Así fue el caso de la pizzería 1893 a comienzos de la cuarentena. Y de la misma forma, cuando Alé Alé necesitó ayuda en el año 2012, recurrió a los trabajadores del Bauen, otro hito de las empresas recuperadas en el país que a principios de octubre anunció que ya no seguirían adelante con sus actividades en el tradicional edificio de la Avenida Callao. La pandemia y una larga lucha por adquirir la propiedad desembocaron en un final triste, tanto para el hotel como para el restaurant que manejaba la cooperativa.