Si la Justicia es machista, que la reforma sea feminista

Si la Justicia es machista, que la reforma sea feminista

A menos de una semana de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, la celebración por las históricas luchas por los derechos de las mujeres terminará en un Paro Internacional Feminista. Mientras tanto, la justicia de la localidad de Malvinas Argentinas, en Córdoba, investiga si Kateherine Saavedra fue atropellada con un auto por su pareja el pasado domingo 28 de marzo. De confirmarse este hecho, la joven de 22 años sería otra víctima de un “noviazgo violento”.

 Durante este año, según el informe publicado por el Observatorio Lucía Pérez, se denunciaron 59 femicidios. Los casos de Úrsula Bahillo y Guadalupe Curual ponen en evidencia un patrón: mujeres que denuncian violencia de género y falta de respuesta del Estado y sus instituciones. Según el Observatorio mencionado, en 15 de los femicidios cometidos entre enero y febrero, las víctimas habían denunciado previamente a su agresor.

A seis años del primer “Ni Una Menos”

“Casos como el de Úrsula o Guadalupe resultan un punto de inflexión por sus características.  Son mujeres que toman conciencia de la violencia y hacen lo que se le reclama a la víctima, que es denunciar. Independientemente de los números estadísticos, lo que supone un agravamiento es que los mecanismos institucionales no funcionan y subestiman la situación de riesgo y peligro en que están las víctimas”, afirma Paula Rodriguez, periodista, escritora y autora del libro  Ni una Menos. 

Los femicidios de Úrsula y de Guadalupe pusieron en debate público, social y mediático el rol del Poder Judicial, con foco en los magistrados, fiscales e instituciones que deben tratar las violencias por cuestiones de género. 

“Estamos viendo un patrón que se repite. Las mujeres hacen las denuncias, piden protección y las instituciones no responden como deberían.  Desde 2015 hasta acá hay un cambio en la sociedad, no son las mismas historias que aparecen en el “Ni una Menos”, porque hay una conciencia del peligro e identificación de las violencias, que lleva a las víctimas a no quedarse pasivas. Lo que no hay es un acompañamiento ni reacción institucional ni comunitaria”, agrega Rodriguez.

Patricia Nasutti, mamá de Úrsula Bahillo frente a Tribunales.

 La agenda del gobierno y la del periodismo feminista por momentos coincide pero reclama más acciones concretas y políticas activas. La Ley Micaela sancionada en enero de 2019, que obliga a los funcionarios de los tres poderes y organismos públicos a capacitarse es sólo un punto de partida que no encuentra aún correlato en la práctica. 

El presidente Alberto Fernández insistió este 1 de marzo, durante la apertura de sesiones ordinarias, en continuar con la agenda por los derechos de las mujeres. Sostuvo que la batalla contra la violencia de género debe ser tomada como política de Estado. Asimismo, apuntó al rol desempeñado por el Poder Judicial para señalar la cultura patriarcal consolidada en sus funcionarios. “Se consuman sin que muchos jueces y fiscales hagan lo necesario para impedirlos”, sentenció.  

Este jueves la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner aprovechó su declaración por la causa “Dólar Futuro” para insistir en el tema: “que se despabilen los argentinos de una buena vez por todas. El Poder Judicial incide todos los días en la vida de los argentinos, en las mujeres que masacran en femicidios espantosos cuando ustedes, como jueces y fiscales, se quedan sentados y no pasa nada, y no hacen nada”.

Rodríguez asegura que aún “no hay un trabajo en cambiarle la cabeza a la Justicia ni una mirada puesta en las víctimas. De todas maneras [la respuesta] no sólo se agota en lo judicial o punitivo, hay una serie de apoyos que deberían existir para que no se llegue a estos niveles de riesgo. La obligación de los Estados es evitar la repetición de los hechos de violencia, no solamente dar una respuesta punitiva o de vigilancia como las tobilleras electrónicas”.

Por su parte, la periodista Claudia Acuña integrante del Observatorio de Femicidios Lucía Pérez y de la Cooperativa lavaca, entiende que “Todo femicidio es evitable. Con una política activa y con los elementos que se pueden detectar a partir de la información que disponemos, podemos de alguna manera establecer muchas políticas y formas de evitarlos”.

3 de junio de 2015. Primer Ni una menos frente al Congreso de la Nación. 

“El Estado puede disponer de la red que está creciendo gracias a las mujeres que trabajan en organizaciones sociales, en sindicatos, en movimientos sociales, en cooperativas, en territorios, en comedores. Todo eso es un ejército que con capacitación y un sueldo podría estar dando batalla a las violencias, acompañando a esas mujeres y atendiendo esas situaciones, cosa que no puede hacerse a partir de una oficina  o una línea de teléfono”, propone Acuña.

“Este año hubo 15 mujeres que hicieron denuncias previas y que terminaron muertas. Ahí está el primer grito que nosotras escuchamos de reclamo en cada barrio y en cada ciudad del país, eso es lo que nos están diciendo esas cifras, no son cifras, son pedidos concretos de alarma que suenan y que nos están diciendo que algo está fallando en el enfoque general y que no es un tema de este gobierno, de aquel funcionario o aquella ministra, sino que es un tema sistémico”, agrega la periodista.

Empoderar a las mujeres

A diferencia de la gestión anterior, el gobierno de Alberto Fernández avanzó en la creación de un Ministerio de Mujeres y Diversidades, a cargo de Elizabeth Gómez Alcorta, a través del cual se implementan el Programa Acompañar y el Programa Potenciar Trabajo, este último en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Sin embargo, las medidas resultan insuficientes y no conforman un plan integral contra la violencia de género.

El aumento en el número de casos recogidos este 2021 muestra que la paridad de género en los cargos electivos, entre otros derechos conseguidos por las luchas feministas no tienen un correlato con la deconstrucción de una sociedad machista que exige celeridad en la justicia y un trato no discriminatorio.

 

“El Estado argentino  anunció dos veces un Plan Integral contra la Violencia, la construcción de refugios y la unificación del registro de denuncias, inclusive hay un decreto que lo establece así. Y si bien, obviamente, creo que hay otra voluntad por cumplir con esta medida, también es cierto que son insuficientes. Construir refugios lleva años y necesitamos una solución ahora. Catorce refugios no dan una solución integral a este problema”, explica Acuña. 

Asimismo, remarca la necesidad de una alianza entre el Estado y las organizaciones sociales, entendiendo que esa red es la que va a garantizar poder llegar en tiempo y forma a los territorios y “eso significa también empoderar a las mujeres”, agrega. 

“El Estado tiene que abrir las orejas y los bolsillos, dar recursos y dar escucha. Escuchar que se pide especialmente por aquellas personas que sufrieron, porque son las que más conocen dónde está el sistema y dónde está hoy la clave para poder corregir las respuestas del sistema y después bajar los recursos”, completa Acuña.

Desde la primera marcha de “Ni una Menos” al 2021 hubo un cambio en la sociedad. Las mujeres ya no son pasivas ante la violencia machista y utilizan los recursos y herramientas disponibles para intentar contrarrestarla. El Estado y la Justicia parecen no estar a la altura de las circunstancias. Pensar una reforma política integral con perspectiva de género de estas instituciones es urgente.  

Los tiempos largos de la política y de la justicia no alcanzan. El caso número 60 de Katherine Saavedra confirma que las estructuras patriarcales anidadas en el poder son el principal problema.

La catarsis de una mala madre

La catarsis de una mala madre

La reconocida ilustradora y comunicadora feminista Ro Ferrer presenta su nuevo libro Mala madre en cuarentena. También aporta las ilustraciones en Barriletas cósmicas, escrito por Ayelén Pujol, ambos con el sello de la Editorial Chirimbote.  Sus inicios, presente y su vínculo con el arte político. “En el momento en que nos asignaron el género femenino, medio como que nos tiraron al bombo, bueno, tomá, para vos es el cochecito, la muñeca, el bebote, las cosas de cocina y basta; ni juegos de ciencia y la pelota no te corresponde”, explica Ro Ferrer, quien, por cierto, es fanática de Racing.

¿De qué tratan tus dos nuevos libros Mala Madre en cuarentena y Barriletas Cósmicas?

Mala madre en cuarentena es en clave de humor, un poco para largar la desesperación que tenemos quienes estamos maternando en cuarentena, con todo lo que implica, las 24 horas del día, todo el tiempo todes juntes, con los trabajos de home office y, además, las tareas virtuales, quienes tenemos el privilegio de poder hacerlo. Surgió durante el aislamiento, un poco para hacer catarsis, y terminó siendo como una unión entre el grupo “malas madres”, que somos todas las que nos vamos dando cuenta de que hay cosas que nos enseñaron que no nos cierran mucho. El segundo libro lo escribió Ayelén Pujol, que es periodista deportiva. Se llama Barriletas cósmicas y es la historia del fútbol femenino. Yo lo ilustré. Con Ayelén  nos conocimos porque ilustré un cuento de ella para Pelota de papel 3 y después nos terminamos haciendo amigas. En la Editorial Chirimbote ya vengo trabajando hace varios años. Estos serían el cuarto y quinto libro que hago con la editorial y Nadia Fink, que es una de las editoras, también terminó transformándose en una de mis grandes amigas. Son dos libros maravillosos, porque el de fútbol femenino cuenta que esto no surgió ahora. Justamente, muestra toda la lucha que se viene dando en todos los ámbitos de la vida, en lo social, lo político y lo económico, desde la lucha de mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries, intersex para ir ganando derechos. La verdad es que, en el momento en que nos asignaron el género femenino, medio como que nos tiraron al bombo:  “Bueno, tomá, para vos es el cochecito, la muñeca, el bebote, las cosas de cocina y basta; ni juegos de ciencia y la pelota no te corresponde”. Entonces ese libro, para mí, permite que las pibas sigan viendo que es posible hacer todo lo que tengamos ganas de hacer y ser como queramos ser. Esa es la línea que viene manejando también Chirimbote, con Antiprincesas y Antihéroes.

«En el momento en que nos asignaron el género femenino, medio como que nos tiraron al bombo», subraya Ro Ferrer.

¿Cómo surgió la idea de  Mala madre

Elegí el título un poco burlándome de qué es ser “mala madre”, quién te dice qué es ser mala madre. Mala madre es cuando vos te corrés de este rol tan específico de la madre abnegada, la que siente culpa cuando hace algo que le gusta, la madre que se pone siempre al final y está solucionándole la vida y siendo soporte psicológico del resto de la familia, esa madre que es la que encuentra las cosas, la madre que limpia, la madre que  se termina poniendo en un lugar de subyugación absoluta a los intereses familiares. Además, siendo la familia hegemónica, heterosexual, binaria el centro más poderoso de todas esas desigualdades culturales. Si vos ves el núcleo familiar, ya con eso podés detectar todas las violencias del resto de la sociedad. Ahí se aprenden todos esos roles, estereotipos, mandatos de género y esas asimetrías. Cuando hay asimetría, hay violencia. El rol de la mujer, cuando le asignan el género femenino, se transforma en un camino obligatorio, como un fin único hacia la maternidad. Desde que nacés te están diciendo que cuando sos madre te completás, cuando sos madre sos feliz, que aparentemente a partir de ese momento empezás a existir, como que tu existencia en este planeta realmente tiene una función. Mala madre, en el caso de mi libro, tiene que ver con exorcizar todos esos mandatos y entender que además no hay un solo modo de maternar, ni de percibir esa maternidad. Esto de “¿en qué te ayudo?”, no me estás ayudando en nada, si vos lo planteás como una ayuda, estás diciendo que es una responsabilidad mía, y “qué copado que sos que me venís a dar una mano”. Ahí hay un doble juego y es una especie de violencia, porque nos están colocando a vos en un lugar que no corresponde. No nacimos con el chip de la limpieza y de la crianza, eso lo aprendimos. Hay otra frase, “hoy me toca hacer de niñero”, pero, Rolando (Educando a Rolando, 2019), sos el padre, no estás haciendo de niñero, de qué niñero me hablás. 

«El rol de la mujer, cuando le asignan el género femenino, se transforma en un camino obligatorio hacia la maternidad».

Contra la discriminación

Actualmente, Ro Ferrer trabaja en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), en campañas de concientizacion como “Si el virus no discrimina, no discriminemos nosotros”, con el fin de promover y denunciar las actitudes violentas que sufren los y las trabajadoras de salud durante la pandemia de Covid 19. Con una mirada intersectorial en sus ilustraciones y textos, su usuario @roferrerilustradora, tiene más de 64,4 mil seguidores, y se ha ido transformando en una referente ineludible. 

¿Cómo empezaste con el dibujo y cómo fue la vinculación ilustración-feminismo? 

Dibujé siempre, no hay un momento en que pueda decir empecé a dibujar ahí, la verdad es que desde que me acuerdo dibujo. Tengo fotos de muy chiquita agarrando un lápiz. Creo que todas las personas tenemos la capacidad de dibujar, lo que pasa es que simplemente  en un momento vimos que alguien dibujaba mejor o alguien nos dijo “no entiendo qué estás dibujando” o nos dio vergüenza y ahí lo dejamos de lado. El dibujo y la palabra son herramientas poderosas de expresión, ahí encontré mi voz. Yo deseo que las otras personas puedan encontrar sus voces  de la manera que sea, pero la propia. Y ahora desde el feminismo me doy cuenta que desde chica había muchas cosas que me generaban bronca y me hacían ruido y no le podía poner nombre porque no sabía qué era. Con los años le pude poner nombre a todas esas cosas después de una situación personal  como víctima de violencia de género. Había dejado de dibujar, fue el único momento en que dejé de dibujar, yo me había desdibujado. Cuando entrás en un círculo de violencia vos desaparecés, empezás a actuar y te adaptas para que esa violencia disminuya. Dejás de ser vos, yo me había desconectado de quién era y del deseo y de la creatividad. En el 2015, con el #NiUnaMenos empecé a darme cuenta de que las cosas que a mí me pasaban le estaban pasando a un montón más y entendí que era cultural. Esto me llevó a investigar, a profundizar y me transformé en esto que soy ahora: una máquina de ver cosas por todos lados y no poder relajar nunca. Estoy todo el tiempo y es un problemón porque me despierto a las tres de la mañana y tengo un dibujo en la cabeza y a veces puede ser una tortura

«Trato de meterme en todas las luchas, no porque quiera apropiarme de ellas,  sino porque entiendo que sólo soy un canal».

Autora de los libros Será Ley. El fuego no se apaga (2018), Feminací… y no hay vuelta atrás (2019) y Educando a Rolando (2019), Ro Ferrer se define como “artivista”, esa mixtura de arte y militancia. 

¿Qué es el “artivismo”?

El “artivismo” tiene que ver con poner el cuerpo en tu arte. Es  fácil hacer feminismo o periodismo desde casa y hacer un dibujo y ya está. Hay que meterse en el territorio, hay que patear la calle, hay que acompañar a una compañera víctima de violencia por motivos de género. Yo trato de meterme en todas las luchas, no porque quiera apropiarme de ellas,  sino porque entiendo que sólo soy un canal, yo presto el lápiz para que hable el resto. Mi herramienta es desde el dibujo, desde la escritura pero también saliendo a la calle y poniendo el cuerpo, es también contestando mensajes, democratizando información a todes.

Con la publicación de Mala madre (en cuarentena) (2020) y las ilustraciones en Barriletas cósmicas. Historia del Fútbol femenino (2020), Ro Ferrer ratifica lo que hace a diario, aportar a las luchas del feminismo desde el arte, la militancia y el férreo compromiso por combatir los mandatos de género. 

 

 
 
 
 
 
 
 
 

 

La catarsis de una mala madre

La catarsis de una mala madre

La reconocida ilustradora y comunicadora feminista Ro Ferrer presenta su nuevo libro Mala madre en cuarentena. También aporta las ilustraciones en Barriletas cósmicas, escrito por Ayelén Pujol, ambos con el sello de la Editorial Chirimbote.  Sus inicios, presente y su vínculo con el arte político. “En el momento en que nos asignaron el género femenino, medio como que nos tiraron al bombo, bueno, tomá, para vos es el cochecito, la muñeca, el bebote, las cosas de cocina y basta; ni juegos de ciencia y la pelota no te corresponde”, explica Ro Ferrer, quien, por cierto, es fanática de Racing.

¿De qué tratan tus dos nuevos libros Mala Madre en cuarentena y Barriletas Cósmicas?

Mala madre en cuarentena es en clave de humor, un poco para largar la desesperación que tenemos quienes estamos maternando en cuarentena, con todo lo que implica, las 24 horas del día, todo el tiempo todes juntes, con los trabajos de home office y, además, las tareas virtuales, quienes tenemos el privilegio de poder hacerlo. Surgió durante el aislamiento, un poco para hacer catarsis, y terminó siendo como una unión entre el grupo “malas madres”, que somos todas las que nos vamos dando cuenta de que hay cosas que nos enseñaron que no nos cierran mucho. El segundo libro lo escribió Ayelén Pujol, que es periodista deportiva. Se llama Barriletas cósmicas y es la historia del fútbol femenino. Yo lo ilustré. Con Ayelén  nos conocimos porque ilustré un cuento de ella para Pelota de papel 3 y después nos terminamos haciendo amigas. En la Editorial Chirimbote ya vengo trabajando hace varios años. Estos serían el cuarto y quinto libro que hago con la editorial y Nadia Fink, que es una de las editoras, también terminó transformándose en una de mis grandes amigas. Son dos libros maravillosos, porque el de fútbol femenino cuenta que esto no surgió ahora. Justamente, muestra toda la lucha que se viene dando en todos los ámbitos de la vida, en lo social, lo político y lo económico, desde la lucha de mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries, intersex para ir ganando derechos. La verdad es que, en el momento en que nos asignaron el género femenino, medio como que nos tiraron al bombo:  “Bueno, tomá, para vos es el cochecito, la muñeca, el bebote, las cosas de cocina y basta; ni juegos de ciencia y la pelota no te corresponde”. Entonces ese libro, para mí, permite que las pibas sigan viendo que es posible hacer todo lo que tengamos ganas de hacer y ser como queramos ser. Esa es la línea que viene manejando también Chirimbote, con Antiprincesas y Antihéroes.

«En el momento en que nos asignaron el género femenino, medio como que nos tiraron al bombo», subraya Ro Ferrer.

¿Cómo surgió la idea de  Mala madre

Elegí el título un poco burlándome de qué es ser “mala madre”, quién te dice qué es ser mala madre. Mala madre es cuando vos te corrés de este rol tan específico de la madre abnegada, la que siente culpa cuando hace algo que le gusta, la madre que se pone siempre al final y está solucionándole la vida y siendo soporte psicológico del resto de la familia, esa madre que es la que encuentra las cosas, la madre que limpia, la madre que  se termina poniendo en un lugar de subyugación absoluta a los intereses familiares. Además, siendo la familia hegemónica, heterosexual, binaria el centro más poderoso de todas esas desigualdades culturales. Si vos ves el núcleo familiar, ya con eso podés detectar todas las violencias del resto de la sociedad. Ahí se aprenden todos esos roles, estereotipos, mandatos de género y esas asimetrías. Cuando hay asimetría, hay violencia. El rol de la mujer, cuando le asignan el género femenino, se transforma en un camino obligatorio, como un fin único hacia la maternidad. Desde que nacés te están diciendo que cuando sos madre te completás, cuando sos madre sos feliz, que aparentemente a partir de ese momento empezás a existir, como que tu existencia en este planeta realmente tiene una función. Mala madre, en el caso de mi libro, tiene que ver con exorcizar todos esos mandatos y entender que además no hay un solo modo de maternar, ni de percibir esa maternidad. Esto de “¿en qué te ayudo?”, no me estás ayudando en nada, si vos lo planteás como una ayuda, estás diciendo que es una responsabilidad mía, y “qué copado que sos que me venís a dar una mano”. Ahí hay un doble juego y es una especie de violencia, porque nos están colocando a vos en un lugar que no corresponde. No nacimos con el chip de la limpieza y de la crianza, eso lo aprendimos. Hay otra frase, “hoy me toca hacer de niñero”, pero, Rolando (Educando a Rolando, 2019), sos el padre, no estás haciendo de niñero, de qué niñero me hablás. 

«El rol de la mujer, cuando le asignan el género femenino, se transforma en un camino obligatorio hacia la maternidad».

Contra la discriminación

Actualmente, Ro Ferrer trabaja en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), en campañas de concientizacion como “Si el virus no discrimina, no discriminemos nosotros”, con el fin de promover y denunciar las actitudes violentas que sufren los y las trabajadoras de salud durante la pandemia de Covid 19. Con una mirada intersectorial en sus ilustraciones y textos, su usuario @roferrerilustradora, tiene más de 64,4 mil seguidores, y se ha ido transformando en una referente ineludible. 

¿Cómo empezaste con el dibujo y cómo fue la vinculación ilustración-feminismo? 

Dibujé siempre, no hay un momento en que pueda decir empecé a dibujar ahí, la verdad es que desde que me acuerdo dibujo. Tengo fotos de muy chiquita agarrando un lápiz. Creo que todas las personas tenemos la capacidad de dibujar, lo que pasa es que simplemente  en un momento vimos que alguien dibujaba mejor o alguien nos dijo “no entiendo qué estás dibujando” o nos dio vergüenza y ahí lo dejamos de lado. El dibujo y la palabra son herramientas poderosas de expresión, ahí encontré mi voz. Yo deseo que las otras personas puedan encontrar sus voces  de la manera que sea, pero la propia. Y ahora desde el feminismo me doy cuenta que desde chica había muchas cosas que me generaban bronca y me hacían ruido y no le podía poner nombre porque no sabía qué era. Con los años le pude poner nombre a todas esas cosas después de una situación personal  como víctima de violencia de género. Había dejado de dibujar, fue el único momento en que dejé de dibujar, yo me había desdibujado. Cuando entrás en un círculo de violencia vos desaparecés, empezás a actuar y te adaptas para que esa violencia disminuya. Dejás de ser vos, yo me había desconectado de quién era y del deseo y de la creatividad. En el 2015, con el #NiUnaMenos empecé a darme cuenta de que las cosas que a mí me pasaban le estaban pasando a un montón más y entendí que era cultural. Esto me llevó a investigar, a profundizar y me transformé en esto que soy ahora: una máquina de ver cosas por todos lados y no poder relajar nunca. Estoy todo el tiempo y es un problemón porque me despierto a las tres de la mañana y tengo un dibujo en la cabeza y a veces puede ser una tortura

«Trato de meterme en todas las luchas, no porque quiera apropiarme de ellas,  sino porque entiendo que sólo soy un canal».

Autora de los libros Será Ley. El fuego no se apaga (2018), Feminací… y no hay vuelta atrás (2019) y Educando a Rolando (2019), Ro Ferrer se define como “artivista”, esa mixtura de arte y militancia. 

¿Qué es el “artivismo”?

El “artivismo” tiene que ver con poner el cuerpo en tu arte. Es  fácil hacer feminismo o periodismo desde casa y hacer un dibujo y ya está. Hay que meterse en el territorio, hay que patear la calle, hay que acompañar a una compañera víctima de violencia por motivos de género. Yo trato de meterme en todas las luchas, no porque quiera apropiarme de ellas,  sino porque entiendo que sólo soy un canal, yo presto el lápiz para que hable el resto. Mi herramienta es desde el dibujo, desde la escritura pero también saliendo a la calle y poniendo el cuerpo, es también contestando mensajes, democratizando información a todes.

Con la publicación de Mala madre (en cuarentena) (2020) y las ilustraciones en Barriletas cósmicas. Historia del Fútbol femenino (2020), Ro Ferrer ratifica lo que hace a diario, aportar a las luchas del feminismo desde el arte, la militancia y el férreo compromiso por combatir los mandatos de género. 

El activismo «disca» y la discriminación laboral

El activismo «disca» y la discriminación laboral

Según Libertate, una empresa social que trabaja por la inclusión económica de las personas con discapacidad, el 80 por ciento de esta población en edad económicamente activa está desempleada, siendo las mujeres, disidencias y personas en situación de vulnerabilidad social las más afectadas. También afirma que el cupo laboral del 4 por ciento para el sector público, establecido por la Ley 22.431, de Protección Integral de los Discapacitados, está muy lejos de ser cumplido a pesar de haber pasado 18 años de su sanción.

“A veces se cataloga a las personas como población inactiva dando a entender que no están buscando trabajo y es algo muy peligroso. No es que no estén buscando trabajo porque no quieran, sino que las barreras son enormes. Veníamos de pensar que la pensión por discapacidad era incompatible con cualquier remuneración laboral, pero aún así muchas personas ante la inseguridad y las barreras que hay en el ámbito laboral preferían quedarse con esa pensión a riesgo de perderla”, afirma Gabriela Ferreiro, co-directora de Libertate. 

“Por otro lado, tenemos la ley de cupo para el sector público, que es del 4 por ciento y alcanza a todo el sector público nacional, incluyendo universidades y empresas prestatarias de servicios públicos; pero estamos lejos de alcanzarlo, llegamos a menos de la mitad desde el último informe que recibimos”, continúa Ferreiro.

De acuerdo al Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad, realizado en 2018 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el grupo de edad de 30 a 49 años es el que presenta mayores tasas de actividad y empleo, pero la tasa de inactividad del grupo de 65 años en adelante alcanza al 86,7 por ciento. A nivel regional, Gran Buenos Aires exhibe la tasa de empleo más elevada, con el 35,4 por ciento. Por otro lado, el 17,7 por ciento de la población que no trabaja y no busca trabajo afirma que el principal motivo por el cual no lo hace es porque es jubilado o pensionado, mientras que el 13,6 afirma que no va a conseguirlo a causa de su discapacidad. Un 9,8 por ciento declara que se debe a que se dedica al cuidado del hogar. Este motivo presenta grandes diferencias por sexo, y representa el 15,7 por ciento de las mujeres y el 1,1 por ciento de los varones.

“También es importante que no sólo el sector público sea el que brinde trabajo porque siempre se trata de una oferta muy acotada y muy específica. En general, las búsquedas son para trabajo administrativo y brindan muy pocas oportunidades de crecimiento laboral, entonces pasa que las personas, aunque estén estudiando una carrera universitaria o tengan un título, terminan quedándose con la seguridad de tener el puesto de trabajo”, afirma Celeste Pavez, encargada del área de Contenidos y comunicación inclusiva de Libertate. 

“Además, el último  informe de (la consultora laboral) Adecco  lanza que el 71 por ciento de las empresas no tiene contratación de personas con discapacidad y el 86 por ciento igual estarían interesados en incluir personas con discapacidad. En Argentina tenemos leyes de incentivo para empresas pero creemos que son bastantes ineficientes porque lleva un trabajo burocrático enorme a la empresa para reducir muy pocas cargas sociales”, agrega Gabriela Ferreiro.

Libertate es una organización que nació en 2015 con el desafío de asesorar a las compañías y organizaciones con las que trabaja para vencer las barreras culturales observadas desde el colectivo de discapacidad, abordando la temática desde una perspectiva social y desde los derechos humanos.

“Justamente ese es el gran desafío, correr el foco de las personas con discapacidad vinculado a un modelo rehabilitador”, enfatiza Ferreiro. En la organización trabaja un equipo interdisciplinario en donde también se desempeñan personas con discapacidad, que aportan su mirada desde sus propias experiencias. “Por lo general, en cuanto a la discapacidad lo que se escuchaba eran las voces de los «expertos», de los médicos y otros profesionales, pero nunca de la persona con discapacidad y eso está cambiando”, advierte Pavez.

Desde Libertate afirman la importancia de visibilizar y articular con el “activismo disca”, ya que entienden que es este colectivo el que releva de primera mano y conoce las barreras de forma concreta. 

“Si bien me siguen en Instagram personas con discapacidad, siempre apunté a la concientización colectiva, sobretodo a que las personas que no tienen discapacidad puedan acercarse un poco más  a la temática y vean cuestiones que vivimos las personas con discapacidad, que quizá no se dan cuenta, no por maldad sino por ignorancia, desconocimiento o por no tener alguien cercano”, sostiene Florencia Cambareri, referente del Activismo Disca Diverso, estudiante de Derecho y técnica en Recursos Humanos.

Desde la cuenta en Instagram @repensar.la.discapacidad, Florencia Cambareri difunde información relevante sobre la temática, incentiva reflexiones, invita a debates y comparte pensamientos. Actualmente, Florencia tiene más de 13 mil seguidores. “La verdad, me esperaba como mucho entre 200 y 500 seguidores pero nunca imaginé todo esto que está pasando. Mi idea era, «yo publico, y con que le sirva a una sola persona, ya soy feliz», pero sin demasiadas expectativas”, asegura.

Muchas de las problemáticas preexistentes a la pandemia por Covid-19 se acentuaron en este contexto de aislamiento obligatorio. La referente del activismo disca afirma que una de ellas tiene que ver con las dificultades administrativas o las trabas burocráticas que tienen que afrontar los pacientes con discapacidad a la hora de realizar tratamientos médicos virtuales. Más allá de esto, remarca que el mayor problema está asociado a la falta de trabajo.

De acuerdo al artículo 27 de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, se reconoce “el derecho de las personas con discapacidad a trabajar, en igualdad de condiciones con las demás; ello incluye el derecho a tener la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente elegido o aceptado en un mercado y un entorno laborales que sean abiertos, inclusivos y accesibles a las personas con discapacidad”.

“Además de la no regulación por parte del Estado, lo que está latente también es la idea de qué cuerpo sí y qué cuerpo no. Se tiende a pensar en términos de «normal, productivo» o «defectuoso, improductivo» y, ante ese prejuicio, no contratan a nadie. Y aunque en el sector privado tengas beneficios en cuanto al no pago de algunos impuestos, todavía la hegemonía de los cuerpos triunfa frente a lo esperable de los cuerpos, lo socialmente normalizado. Persiste la idea de que nuestros cuerpos tienen que ser corregidos para que funcionen bien”, afirma Cambareri.

La importancia del activismo disca radica en la amplificación de los reclamos de las personas con discapacidad. “La visibilización es súper importante y lo primero. Hoy en los medios de comunicación no hay personas con discapacidad, conduciendo un noticiero o actuando en novelas reconocidas”, reflexiona Cambareri, mientras insiste que “hay que educar desde la diversidad. Hace falta una perspectiva en discapacidad o diversidad funcional, que es un término con el cual muchas personas con discapacidad también nos identificamos, los términos correctos serían personas con discapacidad o personas con discapacidad funcional, esto depende de la identificación que la persona elija para sí. Que se entienda a la discapacidad por dentro de la diversidad”.

“Creo que la perspectiva de discapacidad tiene que ser transversal a todo, que todas las políticas públicas tengan un enfoque de discapacidad. Cuestionarse que si voy a un lugar y no hay personas con discapacidad algo está mal, porque somos casi el 13% de la población del país. Dar lugar a esta lógica que trae el nuevo activismo disca sobre la diversidad funcional es algo muy importante. Romper esa barrera cultural y que se contemple a la discapacidad por dentro del paraguas de la diversidad”, complementa Celeste Pavez.

El trabajo colectivo del activismo disca, en conjunto con organizaciones como Libertate, es la clave para el impulso de muchas transformaciones que se experimentan en la sociedad y, principalmente, para la visibilización y exigencia de todas las demandas que aún no son cumplidas, tanto a nivel estatal como a nivel social y cultural. Repensar la discapacidad es parte de este desafío.  

Hubo 181 femicidios en lo que va del año

Hubo 181 femicidios en lo que va del año

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A 30 años del caso de María Soledad Morales, asesinada en San Salvador del Valle de Catamarca, a pocos días del femicidio de la niña de 14 años Ludmila Pretti en Moreno, provincia de Buenos Aires, y a una semana de la liberación de Néstor Pavón en Entre Ríos, condenado por el encubrimiento del asesinato de Micaela García, -crimen que impulsó al Congreso de la Nación a sancionar la Ley de Capactación Obligatoria en Género y violencia contra las mujeres-, el Observatorio de “Mujeres, Disidencias, Derechos” de MuMaLa presentó el resultado de su Registro Nacional de Femicidios.

Un total de 181 son los femicidios que se relevaron en nuestro país entre el 1 de enero y el 30 de agosto de 2020. Según este registro, 118 casos fueron en contexto de pandemia. El informe revela un femicidio cada 32 horas. Además, hubo 167 ataques denunciados; y, 193 niñas, niños y adolescentes que quedaron sin madre. 

“Nosotras iniciamos el Observatorio como resultado de la demanda del 3 de junio de 2015, con la marcha histórica de Ni una Menos. Uno de los reclamos que se hacía en aquel momento tenía que ver con que no existían datos que dieran cuenta de la cantidad de femicidios por año”, cuenta Silvia Ferreyra. 

Las provincias con mayor número de casos son Tucumán, Misiones, Catamarca, Chaco, Salta y Santa Fe. 

Las estadísticas son elaboradas a partir de la información proporcionada por publicaciones gráficas y digitales de medios nacionales, provinciales y locales. 

“Tenemos un desarrollo territorial en todas las provincias del país. Hacemos el relevamiento en todas las provincias, 23 distritos, más la Ciudad de Buenos Aires”, explica Silvia para mostrar que se trata de un problema que no discrimina localidades. 

Desde el colectivo feminista se realizan acciones para concientizar, prevenir y actuar sobre la violencia de género. Sus integrantes explican cómo abordar los casos de femicidios, y cuáles son los mecanismos para proteger a las víctimas y dar a conocer herramientas del Estado en favor de ellas. 

“En el caso Ludmila se habla mucho sobre qué hacía una piba de esa edad en una fiesta, pero de lo que no terminamos hablando es respecto a la agresión en sí. En el caso de María Soledad Morales han pasado 30 años y, sin embargo, se repiten los mismos errores sistemáticos en los periodistas, revictimizando a las víctimas”, analiza Ferreyra haciendo foco en que son los propios medios de comunicación los que terminan naturalizando los hechos de violencia bajo una cultura machista.

El 41 por ciento de los femicidios lo comete la pareja de la víctima, un 22 por ciento lo ejecutan exparejas.

El informe del Observatorio detalla que de ese  total de 181 casos registrados, 161 fueron femicidios directos, 7 femicidios vinculados de niñas y mujeres, 9 femicidios fueron vinculados de niños y varones, y 4 trans/travesticidios. 

El agravamiento por el vínculo está incluido en los incisos 11 y 12 del artículo 80 del Código Penal recién desde 2012, con la modificación realizada por la Ley 26.791. Allí la norma es clara al tipificar la acción, cuando caracteriza  la agresión hacia “una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género” (…) “Con el propósito de causar sufrimiento a una persona con la que se mantiene o ha mantenido una relación”.

La mayor tasa de femicidios la tiene el Norte de nuestro país. Las provincias con mayor número de casos son: Tucumán, Misiones, Catamarca, Chaco y Salta, con  Santa Fe que se mete desde el litoral dentro de este grupo. 

Otro dato de importancia son las referencias al lugar en donde ocurren los hechos. El 36 por ciento lo ocupa la vivienda de la víctima, le sigue con el 32 por ciento la vivienda compartida con el agresor; mientras la vía pública baja a un 12. Lo cual demuestra que la violencia machista es mayor dentro de espacios privados y propios a un contexto de intimidad. Esto advierte que la problemática se agudiza en un escenario de aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Un 6 por ciento ocurre en la vivienda de un familiar, un 4 por ciento en la del femicida, otro 4 en propiedad privada de un tercero, y un 4 en descampados. El lugar de trabajo de la víctima se corresponde con el 2 por ciento de los casos.

El relevamiento incluye el tipo de vínculo entre la víctima y victimario. El 41 por ciento de los casos corresponde a la pareja, un 22 por ciento a exparejas y un 13 a familiares de la víctima. Un 12 por ciento corresponde a personas conocidas y un 6 a desconocidas. Queda otro 6 por ciento sin datos clasificables.

El informe también incorpora el mecanismo utilizado por los femicidas: los primeros lugares los ocupan las armas blancas (28 por ciento) y armas de fuego (24 por ciento). En casi una cuarta parte del total de los casos ha habido disparos y, en su mayoría, se realizaron con armas reglamentarias. 

“Siempre hay un porcentaje de agresores que son integrantes de las Fuerzas de Seguridad. A nuestro entender, esto tiene que derivar en alguna política pública como retirar el arma a aquellos agentes con denuncias de violencia de género. Estamos hablando que el 8 por ciento del total de los femicidas han sido miembros o pertenecen a las fuerzas”, afirma Ferreyra.

Las estadísticas destacan que el 45 por ciento de las víctimas tenía entre 19 y 40 años, el 56 por ciento de ellas ternía hijos o hijas y el 20 por ciento había denunciado a su agresor. En otras palabras, casi la mitad de los crímenes podrían haberse evitado por denuncias preexistentes.

Antes de marzo, se cometía un femicidio cada 29 horas y,  en la actualidad es uno cada 32, lo que implicaría una levísima mejora. 

En casi una cuarta parte del total de los casos ha habido disparos y, en su mayoría, se realizaron con armas reglamentarias. 

“Más del 60 por ciento de las víctimas han sido asesinadas en su hogar o en un hogar compartido por su agresor. Por esto, nos parece claro que las medidas de aislamiento lógicamente no favorecen las políticas de prevención de estos crímenes. El hogar no es un lugar seguro para las víctimas”, sostiene la Coordinadora de MuMaLa.

Durante la pandemia, desde el nuevo  Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, a cargo de Elizabeth Gómez Alcorta, se incorporó la resolución 15/2020 donde el Estado  tiene la obligación de garantizar a las mujeres y a las personas LGTBIQ el derecho a una vida libre de violencias. La misma posibilita el traslado de la víctima sin ningún permiso especial previo en caso de violencia de género. 

“Si bien existe la resolución 15/2020 que posibilita el traslado de la víctima, muchas veces es difícil su instrumentación porque depende de las medidas de aislamiento de cada jurisdicción. Tienen que existir organismos o espacios del ámbito del Estado con capacidad real, concreta, material para poder hacer un proceso de acompañamiento en situaciones críticas”, continúa Ferreyra.

Según cifras del Observatorio, más del 80 por ciento de las víctimas de femicidio no habían acudido al Estado en busca de asistencia. “La Justicia es una de las instituciones que más nos debe como sociedad y una de las instituciones que menos credibilidad genera. Las víctimas no ven a la Justicia como una herramienta que actúe a su favor. A 30 años del caso de María Soledad vemos todavía cómo la impunidad opera en altas esferas del poder. El caso de María Soledad es un caso testigo de todo esto”, agrega Ferreyra con atención a la matriz política que caracterizó ese caso conocido como el de “los hijos del poder”, y por el cual a los 14 años de ese asesinato no quedaba ninguno de los condenados presos. 

Del informe surge un reclamo abierto a los tres poderes del Estado para priorizar aún más la asignación de recursos destinados al abordaje integral de políticas para mujeres e integrantes del colectivo LGTBIQ, junto con la urgencia de avanzar con la implementación de la Ley Micaela, como principal herramienta en todas las instituciones del Estado.