Un problema matemático

Un problema matemático

Matemática es una materia que está en todos los años del secundario de la provincia de Buenos Aires. Con el aislamiento, los docentes bonaerenses tuvieron que adaptarse a la virtualidad, pero ¿cómo hicieron para enseñar esta asignatura?

Algunos profesores no llegaron a conocer a sus estudiantes y así lo describió Marina Coussiur, profesora de matemática en la ciudad de Azul: “No conocer a los chicos es una gran dificultad, lleva mucho más tiempo detectar particularidades a través de la pantalla o leyendo producciones”. Soledad Quiroga, profesora de Matemática en el partido de Moreno, fue contundente al definir su experiencia en el aislamiento: “La enseñanza en la cuarentena fue terrible”.

En un momento en el que se habla tanto de “reinvertarse”, los profesores debieron modificar su forma de dar clases. “Tuvimos que transformarnos en autodidactas por obligación para aprender las herramientas que teníamos y sentirnos cómodos con alguna”, describió Carlos Catalá que es profesor de matemática en Moreno. Por su parte, su colega Patricia Chumbita que trabaja en General Rodríguez, afirmó: “Fue encontrarme con nuevas cosas y con la dificultad de que no sabía manejar mucho internet y tuve que aprender”.

La forma “tradicional” de enseñar Matemática cada vez se utiliza menos en las aulas. Es decir, la manera en que el docente explica, muestra un ejemplo y el estudiante realiza algunos ejercicios similares. Lo que se intenta es que el “hacer matemática” integre el desarrollo de habilidades en los alumnos. Así lo explica Rita Rivas, profesora de matemática en General Rodríguez: “Para comenzar un tema nosotros iniciamos con un problema que incluye o trata de traer los temas que ya hayan visto y hacer algo nuevo con eso”. Este año explicó con videos que graba ella misma filmando la hoja y se lo pasa por whatsapp a los chicos.  

Por su parte, Luciana Gómez, que trabaja en la ciudad de General Belgrano, Buenos Aires, también coincide en su forma de enseñar en el aula: “Considero que la Matemática debe ser aprendida por los alumnos en una construcción de sus conocimientos. En la resolución de problemas, ya sea que este venga de la misma matemática o no. Pero para poder hacerlo el alumno tiene que poder interactuar con otros compañeros o bien con el docente para poder discutir, confrontar ideas o pensamientos”. Ahora, durante “la interminable cuarentena”, como ella misma la define, reconoce que “envié un trabajo más bien de actividades a partir de un modelo, de una situación que uno le da y que resulta como un ejemplo a seguir para saber que se espera que hagan en las demás actividades propuestas”.

Marina describe que “en el aula utilicé bastante la deducción para llegar al contenido a partir de una situación problemática” y señaló la nueva manera de hacerlo: “Desde la virtualidad presento el contenido y luego se resuelven actividades y se aplica a algunos problemas”. La profesora de Azul preparó el material teórico con recortes de distintas bibliografías, pero haciendo aclaraciones y explicaciones puntuales. Además acompañó estas producciones con link de videos tutoriales de distintos canales de youtube y semanalmente se encontró a lo largo del año con sus estudiantes a través de classroom o zoom para realizar correcciones.

La posibilidad de tener clases a través de plataformas como zoom o meet no es algo accesible para todos los alumnos. Todos los profesores destacaron como una de las mayores dificultades la falta de conectividad. Ya que algunos estudiantes no poseen internet o computadora por su situación de vulnerabilidad y otros tienen un único dispositivo y tal vez son varios hermanos para compartirlo. Sin embargo, Soledad destaca que “con los grupos de whatsapp, de zoom, de meet o de Messenger empezó a ser un poco más enriquecido”, aunque la plataforma utilizada depende de cada grupo y la conectividad de los estudiantes.

Con el aislamiento se perdió la interacción docente-estudiantes e incluso entre ellos mismos. Así lo destaca Enrique Guirado, profesor en General Rodríguez, Buenos Aires: “Se ha perdido el dinamismo que tiene y necesita una clase de matemática en esa interacción con los chicos que tenemos en el aula”. Carlos también modificó su forma de enseñanza y destacó: “Salimos del docente que toma todas las dudas para ir al docente que va hacia cada punto, hacia cada uno de los chicos”. Y describió: “Los docentes hacíamos de guía, recopilábamos dudas en común para enseñarlas una sola vez en el pizarrón. Salimos de todo eso, a tratar de resolver sus dudas, muchas veces eran las mismas que otros compañeros pero había que explicarlo una y otra vez porque acá está cada uno por separado”.

Coincidiendo con su colega, Soledad señaló: “Los chicos en la presencialidad si no entienden, podés acercarte, te fijás la manera de explicárselo distinto, un montón de veces, hasta que el pibe lo pueda llegar a entender. Pero en esta cuestión virtual, y ellos teniendo este mito de que la Matemática es muy difícil, es complicado”. Mientras que Luciana reflexionó: “Debe haber cierta cuota de autonomía por parte del alumno para que pueda leer o escuchar, analizar y decodificar la situación que se le ha propuesto e iniciar la resolución y los chicos no tienen esa autonomía”. Enseguida, agregó: “Los docentes somos responsables de eso, no hemos sabido enseñarles a resolver las situaciones, o por lo menos iniciar un recorrido para resolverlas sin la necesidad de que los docentes estemos encima diciéndole las cosas”.

Catriel, estudiante de 6° año en General Rodríguez, diferenció la explicación del profesor en la presencialidad y en la virtualidad: “En la presencial la conexión es más directa y rápida. Los primeros dos meses no tuve contacto directo con la profesora más allá de los PDF y algún otro mail. Es distinto aprender con alguien cerca para recibir ayuda en el proceso que tener que esperar semanas o incluso más por una respuesta”. No sólo se tuvieron que adaptar los docentes, sino que “la adaptabilidad de los chicos fue enorme. Fue también difícil para ellos”, señaló Carlos, y reconoció: “Hubo que tratar de encontrar un consenso, un punto en común en el que todos estuvieran cómodos con las herramientas usadas. Fue bastante complicado. De hecho en la mayoría de los casos no se encontró”.

Catriel contó: “Básicamente todo lo hice leyendo en internet y viendo el tema en distintas páginas de Matemática. No tenemos clases por zoom”. En tanto, Lucas, alumno de 4° año de una escuela pública de Moreno, señaló: “La profesora de la escuela manda ejemplos pero hay veces que los entiendo mejor con un video en Youtube”. Soledad, como profesora reconoce que sus videos para explicar “tienen que ser cortos, que no le ocupen a ellos mucho espacio, que les guste y quieran mirarlos”.

Otra de las dificultades fue la corrección. “Los alumnos me mandan un ejercicio hecho y cuando está equivocado no hay posibilidad de tener ninguna didáctica para que se entienda de que se aprende del error. Por lo tanto, puede ser que alguien se enoje al escuchar o algo al recibir una corrección virtual porque no está el trato cara a cara”, aseveró Rita.

Los docentes de Moreno ya tenían una experiencia de suspensión de clases. El 2 de agosto de 2018 tras una explosión por un escape de gas en la escuela N°49, en la que lamentablemente perdieron la vida la vicedirectora Sandra Calamano y el auxiliar Rubén Rodríguez, los alumnos de las escuelas públicas del distrito no asistieron a las aulas durante ese año. Sin embargo, la situación era diferente. Porque como explica Soledad: “Vos podías ir a la escuela. Se armaban tutorías con horarios y les podías explicar, podías armarte láminas”. Carlos destaca otra gran diferencia con la situación actual: “Los chicos podían juntarse, reunirse para hacer los trabajos. Ahora cada uno tuvo que afrontar su realidad”.

Por último, los profesores hicieron referencia a los contenidos. Luciana contó que “se intentó dar contenidos nuevos pero fue muy difícil y también notamos que resultaba frustrante para los chicos el no entender. El pedir ayuda, el explicarle y seguir sin entender qué hacer con eso”.  Por su parte, Enrique reconoció: “Se ha hecho una selección de los temas que necesitamos dar para que los estudiantes estén preparados para el año siguiente”. Carlos también coincide en que “no digo que no hubo conocimientos nuevos. Pero fue tan a cuenta gota lo nuevo con respecto a lo que hubiese sido un año normal o un año con clases presenciales, que no se compara”.

No se compara una clase presencial con las explicaciones por video, audio o texto que puedan dar los profesores a sus estudiantes. Pero ahí está la matemática que sigue siendo la misma pero su enseñanza se trató de adaptar los tiempos que corren y claramente no es nada fácil.

No les dan pelota

No les dan pelota

A mediados de marzo, un comunicado de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) informaba la suspensión de todos los torneos  hasta finalizar el mes. Sin embargo, esos 15 días se convirtieron en más de seis meses. Mientras tanto, los jugadores del ascenso quedaron a la espera de las decisiones que se tomaran desde la calle Viamonte.  Una espera que implicaba buscar la forma de subsistir durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio.

El fin de semana del 14 de marzo se jugaron los últimos partidos. Esos encuentros se disputaron sin público, siguiendo las medidas de prevención ante el avance del Covid-19. Ya hacia el día 17, Matías Lammens, Ministro de Turismo y Deporte de la Nación, le sugirió al presidente de AFA, Claudio Tapia, que tuviese a bien considerar la suspensión del fútbol en todas sus categorías. Esto debido a un pedido de Futbolistas Argentinos Agremiados que mostraba la preocupación de los jugadores por la exposición a posibles contagios.

Los clubes del ascenso vieron entonces reducidos sus ingresos ante la interrupción de las actividades.  Así lo refleja Dante Majori, presidente del Club Social y Deportivo Yupanqui: “La masa societaria en su mayoría no está pudiendo cumplir con la cuota social. Hoy estamos en el orden de entre el 18 y 22% de gente que siguió pagando durante la pandemia. Tenemos casi un 80% menos de ingreso”.

Yupanqui fue uno de los clubes que se organizó para realizar donaciones de alimentos.

Las instituciones, además, cuentan con publicidad, tanto en camisetas como en el estadio y esa entrada de dinero también se vio reducida. “La cantidad de sponsor que siguió pagando ha mermado. En nuestra categoría, Primera D,  los sponsor no son grandes multinacionales. Sino que son pequeñas pymes, el autoservicio del barrio, los negocios cercanos al predio deportivo y a la sede y realmente se les ha hecho a ellos también muy difícil poder acompañarnos y seguir aportando todos los meses el canon por publicidad”, agrega Majori.

Los clubes del ascenso sobreviven con el aporte de los socios y la publicidad, y hacen el mayor esfuerzo para poder continuar al día con el pago a los jugadores de su sueldo o viático, dependiendo la categoría.  En la Primera B, los futbolistas tienen por ley contrato.  Al respecto, Agustín Dattola, jugador de Almirante Brown, destaca: “Los dirigentes hicieron el esfuerzo para completarnos todos los sueldos durante la cuarentena para tenernos al día”. Por su parte, las instituciones de la Primera C trataron de mantener el pago y fueron llegando a acuerdos con el avance de la suspensión.

En cambio, la Primera D es una categoría amateur y los futbolistas reciben solo un viático. La mayoría de ellos tiene otro trabajo pero algunos tampoco podían realizarlo por el aislamiento. Por lo tanto, desde la Mesa de la Divisional se acordó que recibieran el viático al menos durante el periodo de torneo tal como estaba pactado en el reglamento. Esto es hasta el 2 de mayo, luego los planteles quedaron licenciados como sucede habitualmente en la categoría. Ismael Rodríguez, ex jugador de Deportivo Paraguayo, sabe de la realidad de la D y cuando comenzó la pandemia se comunicó con compañeros futbolistas para saber en qué condiciones estaban o si necesitaban algo. “Organicé una rifa para salvar algunos viáticos que estaban incompletos”, cuenta Ismael,   que sorteó una conservadora con latas de cervezas hacia mediados de junio. Le costó vender los números pero lo recaudado lo destinó para colaborar con otros jugadores de Paraguayo.

Los jugadores de Almirante Brown volvieron a las prácticas.

Los primeros días de parate futbolístico se tomaron como un descanso. Sin embargo, a medida que avanzaba la pandemia se estiraba también la posibilidad de entrenar. Alejandro Acuña jugaba en Central Ballester al momento de la suspensión y hoy ya es incorporación de Juventud Unida, todos equipos de la D. El volante señala: “Tuvimos meses sin entrenar. Entrené al principio como para mantenerme por si volvía el campeonato pero esto es muy largo para todos”.  Desde hace unos meses, Alejandro trabaja en un emprendimiento familiar, una casa de comidas y parrilla, para poder subsistir durante la cuarentena.

Ismael Rodríguez, por su parte, se dedicó al cien por ciento a su trabajo en una distribuidora de bebidas y esto hizo que se acelerara su alejamiento de Deportivo Paraguayo y del fútbol.  “Tuve que poner más tiempo para estabilizar el trabajo y es ahí donde me alejé por completo de la actividad física y lejos está de poder volver”, fundamenta.

¿Pero qué sucede en el resto del país? Pablo Roselli es entrenador de arqueros en Ferro de General Pico, La Pampa, equipo que disputa el Torneo Argentino A. Él es de Burzaco, Buenos Aires, y quedó “varado” en La Pampa. “Yo viajé solamente a trabajar del fútbol y me tuve que quedar acá”, dice.

En su caso, la ciudad está en fase 5 hace un tiempo y esto habilita a la población a tener actividades físicas con hasta diez personas al aire libre, por  lo que Pablo pudo abrir su centro de entrenamiento específico para arqueros y continuar con su trabajo. Pero no ve a su familia desde el 2 de enero y la extraña aunque matiza: “Mis días acá se hicieron muy amenos, no sólo por la calidad de gente sino porque el club se portó bien”. 

Algunos equipos del ascenso tomaron la decisión de continuar entrenando a través de aplicaciones de videollamadas como sucede en Argentino de Merlo o en Almirante Brown. Aunque a veces los jugadores debían adaptar los trabajos técnicos a espacios reducidos, sobre todo para quienes viven en departamentos y sin espacios verdes. Dattola contó que primero entrenaba en su casa al aire libre con las rutinas que le pasaba el preparador físico y cuando se empezó a flexibilizar el aislamiento pudo continuar con los ejercicios en un parque.

Para los arqueros es más complicado mantener el ritmo de los entrenamientos. Rosellí explica: “Seguimos entrenando mediante zoom grupalmente. Pero individualmente con los arqueros ese tipo de entrenamientos no nos favoreció mucho por el tema de la medición de distancias, los remates”. Es decir, pudieron mantener la parte física pero no la parte técnica. Y agrega: “Aguantamos unos meses y cuando se siguió extendiendo no pudimos entrenar más”. Ya que la mayoría de los contratos de los jugadores rescindieron contrato el 30 de junio, algunos renovaron y otros buscaron nuevos destinos.

Argentino de Merlo retornó a las prácticas el 1 de octubre.

Más allá de las dificultades con la que se encontraron los futbolistas del ascenso para poder entrenar o trabajar, la solidaridad y el compromiso social siempre dice presente. Muchos clubes abrieron sus puertas para colaborar con la comunidad. Como es el caso de Yupanqui que brinda viandas a los vecinos del predio ubicado en Ciudad Evita y además reciben donaciones para un merendero de Lugano.

En Almirante Brown, sus hinchas se reunieron para realizar una olla popular y pidieron colaboración a los jugadores para juntar fondos y así poder comprar alimentos.  “Me fueron hablando para saber si yo tenía alguna camiseta o algún short para darles. Les di, pero me quedé sin ropa”, relata Dattola. Entonces, el defensor comenzó a organizar una campaña para que sus amigos colaboraran con un paquete de fideos o de arroz. Finalmente junto a su amigo Facundo Mater, jugador de Nueva Chicago, decidieron armar un bingo solidario sorteando camisetas de la Fragata y del equipo de Mataderos.  El jugador de Almirante afirma: “Todo lo recaudado lo donamos. Fuimos a comprar alimentos y lo donamos a distintos comedores”. Y luego agrega: “Al vivir en Matanza uno ve que la gente la está pasando mal de verdad y uno no debe mirar al costado si puede ayudar a la gente”.

Por su parte, Damián Achucarro,  jugador de Argentino de Merlo,  organiza la merienda en el barrio Santa Julia de Pontevedra. El futbolista cuenta: “Hace cuatro meses tuve la idea de hacer la merienda acá en el barrio, lo estoy haciendo en mi casa. Se sumó el Chiqui Carranza (también jugador de Argentino) que me está ayudando con la mercadería”. El merendero se llama Manos Solidarias y los jueves y sábados por la tarde brindan una infusión con algo rico para acompañar y reparten bolsones con alimentos para los vecinos. 

Los entrenamientos en el fútbol de ascenso retornan de a poco. La Primera B comenzó las prácticas el 28 de septiembre y la Primera C el 5 de octubre. Mientras que la Primera D arrancaría el 23 ya que modificaron la fecha para poder cumplir con los protocolos. Por otro lado, los trabajos empiezan con grupos reducidos en distintos horarios. Luego se entrena con grupos un poco más numerosos y después reanudarían la parte futbolística con amistosos. De cómo se definirán los torneos y cuándo se jugarán, es aún una incógnita.

De a poco, los jugadores regresan a sus trabajos de futbolistas con testeos y estrictos protocolos sanitarios. La ansiedad de poder volver a estar en una cancha es cada vez mayor. Aunque tanto sus ganas de entrenar como sus sueldos están pendientes de la cantidad de contagios por Covid-19.