“Dinamitaron la salud”

“Dinamitaron la salud”

El reloj marca las doce y ante su escritorio en ISalud, la fundación que creó y preside, Ginés González García se sienta con un té y su tablet personal. Nació el 31 de agosto de 1945 en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, y en el ’76 se exilió en España. Luego, desde 1988 hasta 1991 fue el ministro de Salud bonaerense de Antonio Cafiero. En 2002, Eduardo Duhalde lo convocó para el mismo cargo a nivel nacional: “Me enteré por televisión de que me había elegido”, indica entre risas a ANCCOM. Tras la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia continuó en su gestión, hasta 2007. Al asumir Cristina Fernández fue electo legislador porteño por el Frente Para la Victoria pero no asumió, porque la expresidenta lo designó embajador en Santiago de Chile, donde permaneció hasta 2015. Fanático de Racing, señala que festejó la Superliga conquistada por la Academia hace pocas semanas, y cuenta que siempre lleva un pañuelo celeste y blanco en el bolsillo de la camisa.

González García afirma que nunca vivió de la política sino para la política. Cree que la ley para despenalizar el aborto saldrá “tarde o temprano, porque todos evolucionamos”. Y muestra severa preocupación por la actualidad de Argentina: “Estamos en una situación delicada y con posibilidad de una enorme regresión, puntualiza. La idea es que puede pasar una cosa trágica, como por ejemplo que esta generación tenga una esperanza de vida menor que la anterior. Eso es un indicador que asusta”.

Más allá de índices y estadísticas, ¿cómo percibís la sociedad argentina hoy?

La veo inmersa en un caos, con un estado de muchísima incertidumbre con respecto al futuro. La clásica idea de la evolución de las sociedades, que la generación siguiente va a estar mejor que la actual, está perdida y eso significa que hay una pérdida de esperanza. La peor devaluación que tiene hoy Argentina es la de nosotros mismos, incentivada por el gobierno. Están diciendo que durante los últimos setenta años se hicieron todas macanas y que en un cierto tiempo, que nunca sabemos cuál va a ser, vamos a estar mejor. Eso lleva a mucho desánimo. Argentina hoy es un país triste y violento, y por suerte ese enojo no se expresa.

¿Violencia verbal, física?

Sí, violencia que felizmente no es colectiva y hay contención de todo el mundo. Entre la tragedia de lo que fue la violencia en el 2001 más lo que significa la contención social de muchas formas. ¿Saben cuántos comedores hay en el Conurbano Bonaerense? Treinta y cinco mil. Hay mucha gente que no tiene para comer en su casa, y va una vez al día a comer a esos lugares. Es una cosa, a mi modo de ver, insólita. Habitamos una de las llanuras templadas más importantes del mundo, y que en realidad mucha gente no pueda acceder a la alimentación como consecuencia de los precios, la inflación y las cosas que sufrimos todos los días los argentinos, genera un estado colectivo en el que hay muy pocos beneficiados. Va a haber que luchar mucho para cambiar este clima. Argentina ha tenido situaciones similares. ´

Y teniendo en cuenta índices y estadísticas, ¿cuál es el indicador más preocupante? ¿En qué ámbito creés que hay que poner el foco urgente?

Millones de pibes debajo de la línea de pobreza. Cualquiera que uno agarre es trágico, y no me quiero refugiar en los indicadores, aunque son todos desfavorables. Estamos perdiendo muchas condiciones que teníamos y con menos impacto social por lo que fuimos.

¿Te imaginás una Argentina más justa y saludable?

Sí, claro. Para eso estoy luchando todos los días, tratando que esto sea así. Pero para eso hay que cambiar el gobierno.

¿Tenés aspiraciones políticas?

Ninguna, ninguna. Una aspiración política es que cambie el gobierno. Pero personalmente, no. Nunca he trabajado por los cargos. De hecho, la mayor parte de mi vida, no he estado en el gobierno. Estuve desde el 1991 hasta el 2002 sin ser nada. Nunca he vivido de la política, quizás sí para la política.

¿Por qué vemos un sistema de salud argentino que rara vez funciona como corresponde?

Porque es un proceso que no es nuevo, pero que esta gente lo dinamitó. Vivimos en una de las ciudades más ricas del mundo y con un presupuesto brutal. ¿Y cuáles son los déficits más brutales de esta ciudad? Educación y salud, y eso es una política de gobierno. Cualquier ciudad de este tamaño tiene en cualquier lugar del mundo un servicio de salud extraordinario.

El 3 de septiembre de 2018 el presidente Mauricio Macri degradó el Ministerio de Salud al rango de Secretaría dentro del Ministerio de Desarrollo Social, el cual fue renombrado como Ministerio de Salud y Desarrollo Social. ¿Qué opina de esta medida? ¿Cuánto, en la práctica, cambiaron las cosas?

Si bajaste todos los programas, si dejaste sin financiación. Nunca en la historia de la provincia de Buenos Aires el porcentaje destinado a la salud fue tan bajo. Nunca, nunca. Ha estado bien, mal, regular y ha pasado hiperinflaciones. Pero jamás hubo desinterés desde el gobierno. Nadie te va a decir que lo último es la salud, pero cuando ves un presupuesto y lo último es la salud, ahí es donde está la decisión.

¿Qué políticas, en cuanto a salud, rescatarías de este gobierno?

(Silencio) Quisiera decirte otra cosa, pero es tan la destrucción que han hecho, que no. Han llegado a límites que no creíamos que fueran posibles, ni los gobiernos militares hicieron eso. Las vacunas, por ejemplo. Hace meses que hay carencia y es porque no las compran. Toda la vida las compró el gobierno nacional y eso es traspasar cualquier límite. Lamentablemente lo digo con dolor, porque soy un tipo que para mí la salud es central. No rescato nada de este Gobierno y menos del Nacional.

¿Qué influencia cree que producen las organizaciones antivacunas?

No, eso es una pequeña influencia que se da básicamente en clases medias. Algunos por fanatismos o locuras religiosas. Otros por marketing, por ser distinto al resto de los pediatras. Y por último, porque el Gobierno no hace una campaña fuerte diciendo lo que significa. Si alguien tiene que elegir algo en la historia de la humanidad que haya significado un vuelco sustancial en la salud colectiva, son las vacunas.

Con respecto al debate sobre la legalización del aborto, ¿qué es lo que se discute? ¿Tu postura siempre fue la misma?

Siempre tuve la misma posición. Nunca fue ninguna especulación, nunca hice nada para ganar simpatías ni votos. Claramente lo digo en función de la salud pública, y la medida más concreta que habría para poner en blanco sobre negro y aceptar la tendencia mundial. Quitarle la precariedad en la cual se desarrolla en Argentina y que los sectores más débiles socioeconómicamente dejen de morirse. Hay que adoptar las tecnologías modernas, que son con medicamentos, como hace todo el mundo.

¿Por qué creés que el kirchnerismo nunca siquiera dio lugar al debate parlamentario?

Eso no es así. Yo fui ministro de Salud, fuimos paso a paso haciendo cosas. Al día de hoy el Gobierno no hizo nada para aplicar cosas que hicimos nosotros desde el 2002.

¿Cómo viviste el debate del año pasado en el Senado?

Debate que además se perdió. Se armó una guerra civil casi. La sociedad Argentina no está muy dispuesta a tratar con racionalidad este tema. Comenzó siendo un debate y terminó siendo un combate, donde se metieron las religiones y la política. Terminamos en una confrontación que era manifestaciones de un lado y del otro. Si yo tuviera que elegir una prioridad hoy, es que se cumpla la ley vigente, que en muchos lados no se cumple.

Tarde o temprano va a salir…

Claro que sí. Es un proceso de evolución de la historia. Pero este año por más que se presente, no va a ser tratado. Si yo tuviera la decisión, no pondría entre las prioridades desde un primer momento del próximo gobierno, porque va a tener que buscar coincidencias y adhesiones. Argentina tiene una hipoteca brutal sobre el futuro.

¿Qué opina sobre la negativa de María Eugenia Vidal para abrir los hospitales Néstor Kirchner, de Gregorio de Laferrere, y René Favaloro, de Rafael Castillo, que el anterior gobierno dejó casi finalizados?

Nosotros hacemos hospitales y ellos no lo abren. Ahí radica la diferencia.

En el 2018, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decretó la creación del «Complejo Hospitalario Sur». El mismo unificaría en el terreno del Hospital Muñiz a cinco hospitales de la zona: el propio Muñiz, Hospital Udaondo, Hospital Ferrer, el Hospital Municipal de Oncología «Marie Curie” y el Instituto de Rehabilitación Psicofísica. ¿Por qué creés que quieren armar esta unidad de alta complejidad y qué crees que pasaría con los edificios?

Lo que se está haciendo son maniobras inmobiliarias y de marketing. No hay una reforma de fondo y Argentina necesita profunda reforma hospitalaria. Los hospitales públicos tienen que funcionar mejorar. Eso va a llevar unos cuantos años. Tiene que cumplir con mejor satisfacción de la gente su enorme función.

“El arte urbano está en la calle para borrar intermediarios”

“El arte urbano está en la calle para borrar intermediarios”

Además de los tours callejeros, la organización realiza talleres de stencil e inauguró una galería online.

A través de tours que se realizan por diversos barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Graffitimundo busca difundir y apoyar a artistas urbanos como Amor, Cabaio, Corona, Roma, Soni, entre otros. “El arte urbano está en la calle para borrar intermediarios y hablar directo a la gente. Pero no todo lo que está pintado en la calle es arte urbano”. La que habla es Cecilia Quiles, una de las organizadoras de Graffitimundo, que en su oficina cuenta los principales objetivos de este colectivo formado por amigos con antecedentes en arte, diseño, marketing, comunicación y periodismo. 

  Los cuadros en las paredes, los libros y los pines en alusión a distintos barrios porteños sitúan el ambiente al aire libre que se respira en las oficinas de Graffitimundo. Además de las recorridas callejeras, la organización realiza talleres de stencil en su galería Unión, ubicada en el barrio de Palermo. También inauguró una galería online, apoya una offline (la galería Hollywood in Cambodia, en Thames 1885, piso 1)º, actualiza un blog semanalmente y estrenó el documental Las paredes blancas no dicen nada. “Hoy se busca más una construcción de sentido muy diversa, y los artistas buscan llamar tu atención y que los mires –plantea Quiles-. Que uno solo conecte y que no haya nadie para explicarte”.

“No pintamos en Graffitimundo. Somos una organización y manejamos el espacio”, agrega. Marina Charles y Jo Sharff, dos mujeres nacidas en Inglaterra, arrancaron con el proyecto en 2008. “Ellas se contactaron con los artistas, que les contaron sus formas de intervenir el espacio público, sin un permiso ni sponsor de materiales.  Desde su visión europea decían: ‘No entiendo, sin permiso, sin un boceto entregado que pasa por ochenta mil oficinas, y dicen sí, se puede realizar‘”, sitúa Quiles, para explicar el inicio de Graffitimundo. ¿A qué se debe el nombre? “Somos re malas poniendo nombre. Nunca nos gustó y fue tarde, señala entre risas. En la actualidad, los grafiti están sumamente incorporados dentro del paisaje urbano y actúan con el rol de lo imprevisible. Quizás tampoco nos damos cuenta de si un dibujo aparece en la pared de un kiosco y si a la semana siguiente se ubica uno nuevo. Cecilia detalla sobre el comienzo de la relación entre la organización y los diferentes artistas y cómo, en la actualidad, los grafiteros tocan la puerta, mandan por debajo de ela sus dibujos y le proponen a los dueños pintar su pared. Así es como arranca el primer contacto entre artista-pared-dueño del lugar. 

«Las imágenes de los murales viajan por todo el mundo, pero lo que las enriquece es el contexto», dice Quiles.

¿Tuvieron problemas legales por pintar en algunos lugares?

No, nunca. A los artistas los conocemos y nunca los representamos sin su consentimiento y sin conocer cómo trabajan. Al ser una plataforma de promoción y difusión, cuidamos mucho que el artista se sienta representado en la forma de presentarlo. Siempre fuimos un poco el jamón del sándwich. El arte en la calle es público, pero antes hay que contactarse y contarlo.

¿Un graffitero es un artista?

En redes sociales uno tiende a observar el arte urbano y asume que se ajusta a su contexto. Lo que sucede acá es distinto: si bien las imágenes de los murales viajan, en sí mismas, por todo el mundo, a veces lo que enriquece es la historia del contexto. Un grafitero no se considera artista, el grafiti no es arte. El arte urbano, en cambio, sí está legitimado en galerías artísticas y en exposiciones.

¿Qué importancia le dan los extranjeros al arte urbano?

Lo que más les sorprende es el artista con un compromiso social. El artista que no solo debe pintar cosas hermosas y elevar la realidad, sino que tiene algo para contar. El arte urbano está en la calle para borrar intermediarios y hablar directo a la gente. No todo lo que está pintado en la calle es arte urbano. 

«A veces falta apreciar y repensar la propia cultura», opina Quiles.

¿Creés que no le damos importancia al arte de Buenos Aires?

Sí, le damos. Lo que pasa es que cuando uno se cruza en su día a día está en está en otra cosa. Lo que los artistas intentan hacer es romper eso, llamar tu atención y que los mires. Que uno solo conecte y que no haya nadie para explicarte. A veces falta el apreciar y repensar tu propia cultura. Eso intentamos hacer en los recorridos que son para argentinos, intentar generar cierta distancia y repensar cómo nos manejamos en el espacio público. 

Por lo general, los graffiteros son portadores de identidad y cada uno tiene su propio estilo. 

Y eso es necesario. Expresan lo que expresan y les sale a todos de una forma única. El graffiti de letras, el tag,  se define por ser una firma de una pandilla o el apodo de un grupo, que ocultan necesariamente su identidad. Juegan con los colores para esconder su firma pero a la vez buscan que sea legible para otros grafiteros de letras. Es un diálogo como que “ésta es mi pared y acá nos movemos nosotros”.

¿Estuvieron interesados en relacionarse con algún movimiento político a través de los grafitis?

No, no. Somos una organización que sigue a los artistas. Sí estuvimos en proyectos o licitaciones con las gestiones públicas, pero siempre producimos lo que hace un artista. Intentamos que se respeten sus formas de trabajo y contenido. Graffitimundo no es partidaria (sin apoyo del gobierno) y nunca tuvo una sola cara.

Hay dos circuitos turísticos, uno en inglés para los extranjeros, y otro en español que se realiza por Palermo.

¿Cuándo se realizan los tours y cuánto cuestan?

Tenemos diferentes circuitos aceitados. Las formas varían porque hay dos tipos de circuitos. Hay una parte en inglés, que es más extranjero y comercial, y otra parte en español. En la parte más turística hay una agenda de recorridos anuales que se pueden sumar. Después hay un tour mensual que es en castellano, con una colaboración de cien pesos y a pie. Hacemos desde Villa Crespo hasta Palermo o Colegiales hasta Palermo. Además, vamos rumbeando de acuerdo a si hay algún evento. Lo que nos sirve es una mayor concentración de historias para contar en menos cantidad de metros. No estamos en la parte comercial de Palermo, estamos en la parte más residencial de Villa Crespo. Y terminamos en Palermo Soho, en la galería que abrieron los artistas de stencil hace once años. 

¿Cuál es el lugar en el mundo por excelencia del arte urbano?

Y, a mí me gusta este. Es muy distinto al de Berlín, que estuve ahí. Si bien la escala es similar, acá está genial la efervescencia y el recambio. Que sea un espacio tan cercano, que se puedan saltear muchos pasos burocráticos. El pibe que pinta toca el timbre, manda una carta por abajo y dice “yo pinto y me encanta tu pared”. Así empieza.