«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

El proyecto impulsado por Jacobo Timerman tuvo la perspicacia de ser la contracara de “el diario del lunes”, paradójicamente o no, el único día en que La Opinión no se imprimía. Lejos de las publicaciones circunstanciales o anecdóticas, el periódico marcó un quiebre en el periodismo argentino e introdujo ideas innovadoras para la profesión, siguiendo el formato de la tradición francesa de Le Monde.

A 50 años del nacimiento de La Opinión, Abrasha Rotenberg, administrador y director -por un tiempo- del diario y socio de esa legendaria camada de personalidades, cuenta sobre el corto e intenso período de subsistencia de la publicación, de la intervención en manos de la dictadura militar, el legado en el campo del periodismo y la cultura del país. También analiza el presente de la profesión, la pandemia y se anima incluso a avizorar un futuro que describe con detalle y elocuencia. 

¿Qué significa La Opinión?

El diario se propuso elegir, en primer lugar, las noticias que eran trascendentes según su concepto y, en segundo lugar, entre las miles de noticias que hay en el día, tratar de detectar aquellas que verdaderamente eran importantes y no anécdotas o circunstanciales, que lo único que hacían era llenar páginas. En segundo término, el papel de los periodistas en los periódicos de esa época era absolutamente anónimo. No se conocía quiénes eran los autores. En La Opinión eso era distinto. Y en tercer lugar, el diario buscaba un público muy especial, lo que se llamó «la inmensa minoría», que era parte del público interesado en lo que sucedía afuera de la Argentina, interesado en el lugar que la Argentina ocupaba en el mundo. Eran intelectuales, leían mucho, y La Opinión buscó a ese público para que se enterara de lo que pasaba en el mundo según la visión de sus periodistas o, mejor dicho, según los periodistas que interpretaban la línea del periódico.

¿Y cuál era esa línea?

En primer lugar, la inteligencia. En La Opinión los que colaboraban no eran solamente periodistas, eran a veces intelectuales, a veces poetas, a veces escritores o gente de la política. Lo importante era que tuvieran la capacidad de medir inteligentemente, según su criterio, el significado de las noticias, qué ocurría, por qué ocurría, a qué conducía lo que había sucedido. En ese sentido, incluso a veces había hechos que dentro de La Opinión eran interpretados por los periodistas de distinta forma. La novedad era que firmaban. En ese momento eso era una revolución. Y si mirás los periódicos hoy, ese hábito, esa revolución existe ahora, ya dejaron de ser anónimos los periodistas. La gente habla de los periodistas como de un jugador de fútbol. Empieza a tener preponderancia no solamente el periódico donde trabajan, sino ellos mismos, que hoy se han transformado en personajes cuya opinión trasciende e importa.

La Opinión se imprimió por primera vez el 4 de mayo de 1971, ese mismo día, pero cinco años después, salió a las calles de España el diario El País, con una impronta muy similar a la del periódico argentino. El azar impuso su agenda, en esa fecha cumple años Javier Timerman, hijo menor de Jacobo y testigo privilegiado de lo que ocurría en las redacciones. Curiosidades del destino, el mismo día de mayo, el propio Abrasha Rotenberg, este 2021, cumplió 95.  

¿Cómo se mentó esta idea tan disruptiva del periodismo? 

Viene de una tradición francesa. Esto lo inventó el periódico Le Monde, que trajo esta innovación. Por ejemplo, La Opinión no tuvo nunca fotos. En vez de fotografías había caricaturas de Sabat, que era un hombre de un ingenio extraordinario, interpretaba la realidad con sus ilustraciones. La Opinión se definió justamente por eso, por esa presencia. Y también por la ausencia de fútbol, por eso no salía los lunes. También hay que entender en qué momento aparece el diario, en un tiempo muy duro. Nació el 4 de mayo de 1971 y fue confiscado por el gobierno militar en mayo de 1977. Vivió seis años nada más. En esos seis años tuvo como presidente a Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón; cinco presidentes en seis años, y los cinco presidentes en tiempos muy tormentosos. Justamente, esos periodistas tan singulares, tan abiertos eran políticamente muy combativos y combatían no solamente por el cambio de la sociedad, sino también por el cambio de la ideología. Así que tuvimos una vida muy agitada. Y sin embargo, hoy todavía, después de cincuenta años, independientemente de esos conflictos, fue muy importante lo que marcaron Jacobo Timerman y unos meses yo, que fui director, sin tener la preparación necesaria, pero bueno. Me tocó una época muy complicada. Había que manejarse con mucho cuidado porque la vida no valía nada. La función que yo cumplía tenía que ver con cuidar a la empresa. No era fácil manejar una economía en épocas tan turbulentas, donde todos los días te preguntabas: «¿Por qué no vino este? No sabés, lo mataron ayer». Naturalizamos la muerte. Es un horror lo que nos pasó.

En una entrevista decís «La Opinión es un desaparecido más»…

Bueno, porque se apoderaron y siguió saliendo un año o dos más, pero era otro diario, no tenía nada que ver con La Opinión. Eso que era antes desapareció. Es una metáfora, pero ocurrió eso. La Opinión original murió en mayo del 77. Después hubo mucha gente que colaboró, y algunos cuyos nombres vi hace unos años cuando fui a la Biblioteca Nacional para ver quién había participado con el diario intervenido. Te vas a encontrar con nombres de gente que anda hablando de la democracia y se metió a La Opinión intervenida por los militares. Antes, todo el mundo quería que apareciera su nombre en La Opinión, imaginate, era un prestigio. Era el «prestigio axilar», llevabas bajo la axila La Opinión y ya estabas identificado como el gran personaje. Era un signo de identidad.

Luego de la intervención del diario, Abrasha Rotenberg y Jacobo Timerman intentaron revivir la idea en España, pero ese espacio ya estaba ocupado por El País. Rotenberg había llegado a Madrid en 1976 con su familia (su esposa, la cantante y pianista Dina Rot, y sus hijos Cecilia Roth y Ariel Rot, actriz y músico, respectivamente). Por su parte, Timerman había arribado a la misma ciudad luego de vivir un tiempo en Israel, país al que viajó después de haber estado detenido por la dictadura en Argentina. 

Otra de las frases de esa entrevista es «no sé si hoy podría haber un diario como La Opinión«. ¿En qué sentido no podría existir un diario así hoy?

Mirá, es lo que siento, no te podría decir que tengo una estadística. En los años 60, 70, este era un país de clase media muy inquieta, muy apasionada por la lectura, por la discusión, por la innovación. No estar en Buenos Aires no me da a mí el derecho de ser absoluto en lo que digo, pero desapareció esa clase media, se empobreció, no solamente económicamente, se empobreció intelectualmente. Se publican libros, pero ahora hay escritores que me han confesado que vender 500 ejemplares, con los nombres que tienen, es su consuelo. Antes tres mil ejemplares era lo mínimo. La tecnología te permite a un costo bajo editar 200 ejemplares, y las editoriales con muchos libros hacen eso. Ahora el gran éxito no es vender 300 mil ejemplares, solamente venden los temas políticos, pero la literatura no sé. Debe haber, pero es más limitado el público.

¿Hay algo que se conserve actualmente, en cuanto al estilo del periodismo, en relación a esa época?

Yo creo que hay innovación. No hay que desdeñar. Cada uno vive su época. Pero el lector ya no tiene la capacidad de sentarse y leer. ¿Sabés cuál era el problema de La Opinión?¿Sabés por qué mucha gente lo dejaba de leer? Por rabia, por bronca, porque tenía tanto material que no podía leerlo todos los días, porque al final era en realidad una revista que salía todos los días, con artículos e interpretaciones. Era la forma de un diario, pero el contenido interpretativo tenía parte de revista. Era la noticia con la interpretación de esa noticia, y otros temas. Eso lo hacen muchos diarios ahora, no hay que desdeñar eso, y hay periodistas extraordinarios en esta época. Pero ver un periódico como La Opinión ahora no es necesario. Apretando el dedito ves lo que está ocurriendo.

Fracaso

Abrasha Rotenberg nació el 4 de mayo de 1926 “en un lugar que ya no existe”, comenta: la Unión Soviética. También cuenta que hoy utiliza su tiempo en leer e informarse. Se define como un hombre de radio, incluso aprendió a hablar español por ese medio cuando llegó al país con tan solo ocho años. “Aprendí escuchando novelas camperas”, agrega. La amenaza (2020) es el nombre del último libro de Rotenberg. Se trata de una novela que cuenta, en dos tiempos, la historia de Travin, un joven culto e interesado por la política, y también un periodista adulto perseguido por la dictadura militar. En el sitio web del autor y en su perfil de Instagram se destaca una frase de presentación:

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo. Fracasamos, el mundo nos cambió a nosotros». 

«Mirá -dice Rotenberg-, nací en 1926, es decir, hace 95 años. Era un mundo de esperanza, en 1917 se produjo la Revolución Rusa, iba a nacer el hombre nuevo, una sociedad equitativa, un mundo de distribución de la educación igualitaria, de los ingresos igualitarios, iba a desaparecer la explotación del hombre por el hombre. En 1922, Mussolini toma el poder en Italia, todo lo opuesto, el Estado es lo más importante, el hombre es un elemento nada más, el hombre tiene que trabajar para un Estado fuerte, la patria, el ejército, la bandera; nacionalismo puro. En 1933, sube Adolfo Hitler, la violencia, la guerra, la persecución a los judíos, a los gitanos, a los homosexuales. 1936, Guerra Civil Española. 1939, Guerra Mundial. Y luego, Corea, Vietnam, ni un solo día dejó de sonar un cañón. ¿Y qué pasó con ese sueño del hombre? El hombre nuevo nació con Lenin en la Unión Soviética, y termina con Putin. Volvemos a la prehistoria. El sueño de una generación que iba a cambiar el mundo se transformó en absoluto fracaso. ¿Estamos mejor que antes? Sí, mucho mejor. ¿Conseguimos algo de lo que queríamos? Un poquito».

¿Qué nos espera?

Estamos en medio de una revolución cuyo significado no entendemos. Estamos en el final de la era industrial y en los principios de la era de la inteligencia artificial, y no nos damos cuenta de que para esa revolución que viene no tenemos ni el lenguaje, ni sabemos cómo interpretarla, porque va a una velocidad mucho más rápida que la de nuestra inteligencia para captar su sentido. La Revolución Industrial tardó 200 años en desarrollarse y en llegar a su cúspide. Esta tarda días. La mente no se acostumbra a eso. Estamos perdidos, pero yo creo en la inteligencia del hombre, a pesar de esto inesperado que nos está ocurriendo, de este virus asesino, porque igual lo vamos a superar. Tuvimos la peste negra, la peste española, muchas cosas, pero no teníamos los elementos tecnológicos para combatirlas. En un año el hombre descubrió cómo pelear contra un enemigo desconocido, así que yo voy a morir con el desencanto, pero con la esperanza.

Me hizo acordar un poco a una frase de Pepe Mujica que dice algo similar, y agrega: «Pero sigo soñando que vale la pena luchar»…

Yo voy a ser más modesto. Yo digo que vale la pena vivir, vale la pena vivir, y con los ojos abiertos, porque hay muchos vendedores de fantasías entre nosotros, muchos, y son muy hábiles. A lo que yo le temo es a la fe, porque no admite argumentos. Esa cosa basada en la irracionalidad me preocupa, pero los sueños son necesarios. El hombre sin sueños se parece mucho a un animal. Técnicamente, del hombre de las cavernas estamos a cien mil kilómetros, pero espiritualmente, emotivamente, estamos a medio metro. 

Los kilómetros que nos separan del hombre de las cavernas se plasman en la virtualidad del Zoom, plataforma que Abrasha maneja a la perfección. Sumado a esto, el autor de La amenaza (2020) hace transmisiones en vivo por Instagram para seguir difundiendo su última obra, publicada a sus 93 años.

En cuanto a La Opinión, muchas y muy variadas son las interpretaciones de este diario que se desarrolló en las puertas de la época más trágica de la historia de nuestro país. El principal legado del periódico fue el de marcar un quiebre y una innovación en la práctica periodística. ANCCOM tuvo el privilegio de conversar con una de las principales figuras de ese legado. 

Impulsan una ley para fomentar la pluralidad informativa

Impulsan una ley para fomentar la pluralidad informativa

Este lunes se presentó de forma virtual un proyecto de Ley para el Fomento de la Pluralidad y la Diversidad Informativa. La transmisión se realizó por Youtube con representantes de distintos sectores que participaron en su elaboración: medios cooperativos, comunitarios, populares y micro-pymes de todo el país. También participó el SiPreBA, el Sindicato de Prensa de Buenos Aires. La propuesta “se gestó a partir de las demandas concretas del sector de pequeños medios, en su mayoría gestionados por sus trabajadores, con el acompañamiento y la participación muy activa de los sindicatos”, dice Natalia Romé, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y, además, integrante de FM La Patriada. Y agrega: “Surge de entender que la democracia informativa requiere que el Estado garantice condiciones materiales para que eso sea posible”.

“El espíritu central del proyecto busca equilibrar la cancha en el mapa de los medios y generar un paisaje más igualitario, por una serie de mecanismos directos e indirectos”, dice Federico Amigo, presidente de la cooperativa que edita Tiempo Argentino. Las medidas indirectas que se proponen tienen que ver con cuestiones impositivas. Por un lado, busca permitir que los medios pequeños y sin fines de lucro sean beneficiarios de ciertas facilidades tributarias con las cuales ya cuentan las grandes empresas mediáticas comerciales.

Además, el proyecto plantea la posibilidad de que quienes hagan aportes económicos a estos medios comunitarios puedan recibir una exención del impuesto a las ganancias, “como en otros casos de donaciones, como las que reciben los partidos políticos y las instituciones educativas”, aclara Romé. Y plantea: “Tiene que ver con promover la solidaridad, con un objetivo mayor que es la promoción de pluralismo y la diversidad informativa. Hay una consideración del Estado de promover que la sociedad civil se involucre acompañando materialmente a las iniciativas que tienen que ver con el enriquecimiento de la formación ciudadana y el incremento de la democracia. La idea es incluir a los pequeños medios en esa posibilidad”.

Las medidas directas se basan en la creación de un fondo de fomento para ayudar a medios sin fines de lucro y micropymes. “Tiene que ver con recapturar lo que el Estado ya recauda con el cobro de IVA a servicios digitales extranjeros, como Netflix, Facebook, servicios de publicidad y hosting: redireccionar el 5% a una partida que va a ser destinada para los medios que cumplan con el fomento de la diversidad y el pluralismo informativo”, dice Amigo. La creación de este fondo compromete a los medios beneficiarios a potenciar la diversidad interna en su composición. Es decir, que tengan políticas activas para reparar la desigualdad de género e incluir disidencias.

“El proyecto busca saldar una cuestión central en cualquier democracia que es una esfera pública con información plural y diversa. El sistema de medios argentinos se caracteriza por una altísima concentración y muy poco apoyo estatal histórico a los medios no comerciales. Un modo posible de limitar un sistema de medios concentrados es regular o limitar la concentración y el otro modo es fomentar a los medios más pequeños. En este caso, sería la segunda opción”, aporta Diego De Charras, Presidente de la Red de Carreras de Comunicación (REDCOM), docente e investigador en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Y suma: “De alguna manera viene a saldar algo que ya preveía la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aunque esta ley apuntaba directamente a lo que es servicios de radio y televisión, y en este caso estamos hablando de todos los soportes. Hoy estamos teniendo una buena parte de la información circulante a través de otro tipo de medios. Este proyecto abrió un abanico desde las radios, que ya tienen una historia muy larga de militancia, a medios gráficos autogestivos, participación de sindicatos y  portales en Internet”.

El proyecto propone redireccionar lo que el Estado recauda a través del  IVA a servicios digitales extranjeros, como Netflix.

Silvina Tamous es integrante de El Ciudadano, periódico rosarino que funciona en modalidad cooperativa. Ella formó parte de la gestación del proyecto de ley y estuvo durante su presentación virtual el lunes 17. Al respecto, reflexiona: “Me pareció interesante la cantidad de participación de organizaciones sociales, ONGs, sindicatos, gremios, gente de universidades, mas allá de todos los medios que integramos la propuesta. Me interesa esta construcción colectiva porque puede llegar a ser el germen para tratar otros problemas. Las inequidades entre cooperativas y empresas son terribles”. Y también afirma: “Creo que cuando salgamos de la pandemia va a haber muchas más cooperativas, entonces hay un montón de cuestiones que repensar. Por ejemplo, cuál va a ser la jubilación de una persona que es cooperativista. Quedamos en una especie de limbo porque no somos el sector que se busca rescatar, no nos están dando la importancia que creo que tenemos. Hoy las cooperativas no somos un medio pobrecito, sino medios que generamos contenidos, que generamos visitas, que buscamos competir, pero desde una mirada social, por supuesto”.

Al respecto, Romé habla de que la ley permitiría un fortalecimiento institucional: “Muchos casos de medios cooperativos no tienen sus cuestiones administrativas y legales regularizadas. Todo el proceso de institucionalización es un proceso de reconocimiento de su lugar, de su función pública y también de su capacidad productiva; que se reconozca que es un sector que crea trabajo. No es solamente un sector que cumple una función pública y cultural importante”.

En la presentación del lunes estuvo el diputado cordobés Pablo Carro, del Frente de Todos, que integra la Comisión de Comunicaciones de la Cámara de Diputados, que ha presentado previamente varios proyectos vinculados al mundo de la comunicación. En cuanto a este proyecto de ley, “ahora sigue la presentación formal en comisiones y luego se verán los grados de consenso que se vayan alcanzando. Confiamos en que próximamente va a tener el apoyo de legisladores de distintas bancadas”, concluye De Charras.

“El monocultivo más peligroso es el monocultivo de las mentes”

“El monocultivo más peligroso es el monocultivo de las mentes”

Mitad de semana en el barrio porteño de San Telmo. Verano que de a poco comienza a despedirse y regala una tarde agradable. Un hombre de jóvenes 86 años atiende en su modesta oficina. Saluda con un apretón de manos y lanza: “¿Con qué puedo ayudar?”.

Son las oficinas del Servicio Paz y Justicia y ese señor es el Premio Nobel de la Paz 1980, activista y defensor de la lucha pacífica por los derechos humanos, Adolfo Pérez Esquivel. Tiene muchas ganas de hablar: en vez de los 20 minutos pautados con su secretario de prensa, terminará hablando 50. Para cada pregunta, sus respuestas son largas y abarcativas. Derechos humanos, kirchnerismo, Cambiemos, derecho al aborto y el Papa Francisco, son algunos de los tópicos por los que transita la conversación.

Adolfo Pérez Esquivel sosteniendo una cartel con la imagen de Santiago Maldonado.

Adolfo Pérez Esquivel, activista y defensor de la lucha pacífica por los derechos humanos, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1980.

Se habla mucho de la política de derechos humanos del kirchnerismo. ¿Qué destaca usted sobre ese tema?

Néstor Kirchner abrió las puertas al juicio a los criminales que violaron los derechos humanos. Con una particularidad: aquí en Argentina, que ha sentado jurisprudencia, los juicios de lesa humanidad se desarrollaron a través de los Tribunales Ordinarios, es decir, la Justicia Federal, y no mediante juicios ad-hoc, como en los casos de Núremberg, Tokio, o los Balcanes. Siempre fueron constituidos tribunales específicos para juzgar crímenes determinados. En cambio aquí por primera vez un país a través de su justicia ordinaria lleva adelante crímenes de lesa humanidad.

¿Cree que fue suficiente el aporte? ¿O qué faltó?

Tanto Néstor como Cristina pusieron mucho acento en los derechos humanos. Desde aquí apoyamos esa iniciativa, pero se quedaron mucho en la época de la dictadura militar. Hicieron poco con los derechos humanos de la actualidad. Por ejemplo, lo que ocurre con los pueblos originarios, la megaminería, la destrucción de los bosques, la contaminación. Hubo una suerte de reduccionismo.

¿Piensa que esas falencias dieron el pie para que Cambiemos haga lo que está haciendo?

Exacto, todo este desastre. El kirchnerismo enredó mucho las cosas, pensando que iba a estar eternamente en el poder. Yo siempre relaciono derechos humanos y construcción democrática como valores indivisibles: si se violan los derechos humanos, la democracia se debilita, pasa a ser más formal que real.

Uno de los casos más paradigmáticos de esta etapa es el caso Santiago Maldonado.

Nosotros siempre estuvimos muy cerca de la familia Maldonado, y hasta el día de hoy el juicio quedó colgado de alfileres, Creo que va a ir a punto muerto. El actual gobierno ha provocado un retroceso increíble en políticas de derechos humanos: han aumentado las violaciones en forma de muerte, persecución, represión.

¿Cómo definiría  a este gobierno?

A este gobierno te lo podría definir de la siguiente manera: un gobierno neoliberal cuya política principal consiste en privilegiar el capital financiero sobre la vida del pueblo. Está destruyendo al pequeño y mediano productor, tanto rural como industrial, ha abierto las importaciones, ha aumentado la deuda externa que se sigue haciendo eterna. No quiere aumentar a los maestros pero aumenta los intereses de la deuda. Sin embargo hay un hecho que me preocupa muchísimo, y es que la gobernadora de la Provincia (María Eugenia Vidal) fue a Israel con las tropas de la policía bonaerense para que sea entrenada por el Mossad. Sabemos que en Israel está justificada, incluso parlamentariamente, la tortura. Entonces, si aquí la policía se forma con esos parámetros, ya sabemos cuáles serán las consecuencias.

Adolfo Pérez Esquivel, en su oficina, mientras realiza la entrevista con ANCCOM.

«El actual gobierno ha provocado un retroceso increíble en políticas de derechos humanos».

¿Qué rol ocupan los grandes medios de comunicación a la hora de informar al pueblo?

Hay un problema serio, es lo que llamo la prensa canalla. Siempre apoyé la idea de entender a la comunicación desde una idea más integradora y pluralista. Siempre comparo esto con los agrotóxicos y los monocultivos, entonces digo que el monocultivo más peligroso es el monocultivo de las mentes, y los agrotóxicos son los medios de comunicación que concentran la información, tergiversan la verdad y las consecuencias son las que vivimos hoy. Tenemos medios alternativos pero no es suficiente, hay que trabajar en redes que realmente permitan que la información que se oculta, llegue.

¿Hay temas sobre los cuales no se habla mucho?

Absolutamente. El gobierno actual quiere dejar a un lado la ley  que impide que las Fuerzas Armadas tengan intervención interna. La experiencia nos dice que esto es fatal. Es algo que vemos en Brasil. Temer mandó el ejército a las favelas de Rio. Esto no mejora en nada las condiciones de vida del pueblo, al contrario: es persecución, muerte y torturas. La otra experiencia de intervención de Fuerzas Armadas en asuntos internos es la de México. Tenemos el caso de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa, que después de tres años la justicia sigue sin querer investigar porque ahí intervino el ejército. Es uno de los países junto con Honduras, con más violaciones a derechos humanos en todo el continente. Pero Macri solo critica a Venezuela.

Recientemente usted propuso al ex presidente Lula como candidato a ganar el Nobel de la Paz. ¿Por qué?

Acabo de venir de Brasil, de apoyar a Lula. Durante su gobierno logró que más de 30 millones de personas salgan de la pobreza con programas y centros de salud, bolsas de trabajo, escuelas, en resumen la dignificación del pueblo. Esto está reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), e incluso los propios medios opositores. Treinta millones que en pocos años pasan de una situación de pobreza a ser una clase media estable, con otras condiciones de vida: ahí es donde se construye la paz, no con la represión a los pueblos. Lula mismo en su discurso dice: “Aquí no vengo a luchar para que se pierdan vidas, sino para salvarlas”.

Estamos en un momento histórico de la discusión sobre el derecho al aborto.  ¿Cuál es su postura al respecto?

Es cierto que mueren muchas mujeres por abortos ilegales, y que eso se debe regularizar. Yo soy un defensor de la vida, y no quiero el mal para ninguna mujer ni ningún ser que esté naciendo. Hay hechos terribles como maltratos o violaciones, mujeres que no se sienten capacitadas para ser madres: lo que habría que implementar antes de todo esto es una correcta educación sexual en las escuelas, en las universidades. Yo creo que ninguna mujer quiere abortar, no está en la naturaleza de la mujer la idea del aborto. Por eso me parece muy importante la educación sexual responsable.

Y esto no es solo un problema de la mujer, es un problema del hombre, de la pareja. No dejarnos guiar solamente por estas cerrazones religiosas, que dicen “defendemos la vida desde la concepción” ¿Qué vida y cómo? Hay una responsabilidad muy grande de la salud pública y la medicina. Tiene que haber un análisis más profundo en el Congreso.

Adolfo Pérez Esquivel, de perfil, mientras habla con ANCCOM.

“La política de derechos humanos no es para paliar el dolor de los sufrientes, es una acción política, liberadora y transformadora».

¿Qué opinión le merece la figura del Papa Francisco?

Cuando designan al Papa yo estaba en Padua, que son más de 200 kilómetros de Roma, y apareció la BBC de Londres porque Horacio Verbitsky había disparado una serie de acusaciones contra Jorge Bergoglio, y yo salí en su defensa. Es cierto que hay unas cartas de dos jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics, que eran críticas a Bergoglio, cuando el aún no era obispo sino el superior de los jesuitas. Allí dicen que no hizo nada por sacarlos, ahora yo digo: Bergoglio logró sacarlos de la prisión en cinco meses. Yo estuve más de dos años con un apoyo internacional terrible, ¡y nadie me pudo sacar! Francisco en ese entonces había ayudado a mucha gente, silenciosamente y sin levantar la perdiz. Bergoglio a diferencia de otros papas es un pastor. Es un hombre que terminaba su trabajo aquí como arzobispo o cardenal de Buenos Aires y se iba a trabajar a la villa. Y se tomaba el colectivo, el subte, el tren. Esta política la continúa como papa, y lógicamente se encuentra con una estructura dentro del Vaticano muy compleja.

Este Papa pareciera tener otra forma de pararse y hablar a las grandes instituciones y poderes mundiales.

Es un hombre con una visión muy amplia, es un político también. Fijate que estuvo en la isla de Lesbos en Grecia, estuvo en Lampedusa, llamando la atención a los europeos sobre la cuestión de los refugiados. Ese Mediterráneo del que canta el “Nano” (Serrat), hoy es una fosa común. Va a los lugares más calientes, e intenta que la Iglesia tenga un rostro más humano, junto a los pobres y los más necesitados. Antes los cardenales eran los príncipes de la Iglesia, ahora tienen que ser los servidores.

Hay muchos tabúes en la Iglesia aún.

El celibato de los curas es un tema tabú. Uno de mis grandes amigos que falleció, el ex obispo de Avellaneda Jerónimo Podestá, estaba casado con Clelia. Claro, tuvo que salir de la Iglesia, lo persiguieron pero formó la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados. ¡Hoy son más de 10.000 sacerdotes! Y si uno va más en profundidad, Jesús nunca eligió célibes. Pedro era un hombre casado y Jesús cura a su suegra. Y todos tenían sus familias. En el siglo XII, en el Concilio de Letrán se impone el celibato. Entonces esto no es un dogma, es una mera decisión de un concilio.

Antes de despedirse, Adolfo dispara una reflexión de cara al futuro: “La política de derechos humanos no es para paliar el dolor de los sufrientes, es una acción política, liberadora y transformadora. Y nosotros le tenemos que pasar la posta a las nuevas generaciones, porque no lo vamos a resolver nosotros solos, lo van a resolver los pueblos a partir del diálogo”.

“Facebook sabe mejor qué hacemos y quiénes somos que nosotros mismos”

“Facebook sabe mejor qué hacemos y quiénes somos que nosotros mismos”

En su primera visita a la Argentina, la catedrática holandesa José van Dijck, profesora de Estudios Comparativos de Medios en la Universidad de Ámsterdam e investigadora sobre cultura digital y tecnología, resume y actualiza los principales aportes de su libro La cultura de la conectividad: una historia crítica de las redes sociales, publicado por Siglo XXI, y anticipa los ejes de su próxima obra: “La sociedad de las plataformas”.

Usted habla de medios conectivos cuando se refiere a lo que comúnmente llamamos redes sociales. ¿Por qué esa diferenciación?

Creo que usé el término “redes sociales” al principio, cuando apareció Facebook, en 2004. En ese momento había una serie de redes que establecían contactos sociales. Pero luego de los ocho o diez años que estudio en el libro, esas redes sociales empezaron a hacer otras cosas, además de establecer conexiones. Por ejemplo, el botón de “me gusta” genera una serie de publicidades de aquello que a uno le gusta. Es bastante más que establecer conexiones entre personas, es comprar y vender; subir videos; pedir servicios…Quince años después, prácticamente todo lo que está en Internet, todas las actividades económicas están mediadas por esas redes. Facebook ya no es una red social, YouTube no es una red de videos, sino que todas realizan diferentes actividades que son mediadas por las redes. Google tiene 50 plataformas distintas a través de las cuales interconectan diferentes actividades, ya sean noticias, publicidades, publicación de artículos. Así que todas estas conexiones son lo que yo llamo conectividad. Hoy son medios masivos de comunicación denominados medios conectivos.

Más de una vez, en su libro menciona las tácticas que los usuarios pueden desarrollar frente a las estrategias pergeñadas por las corporaciones. ¿Hay una forma de aprovecharse de los medios conectivos sin correr demasiado peligro?

Es muy difícil esperar que la red a la cual uno le entrega todos sus datos no los vaya a utilizar para personalizar nuestro perfil. Básicamente uno intercambia la conveniencia de usar esa red por la privacidad que uno entrega. Se paga con datos. Hay más de una forma de pagar: con datos, con atención, puesto que le envían publicidad, con usuarios que uno recomienda, o, quizás, en algunos casos, con dinero. La dificultad de esto es que uno no puede no pagar y conservar su privacidad. Es decir que uno compra todo el paquete o no recibe nada. Por el otro lado, los usuarios, por ejemplo en Facebook, no son impotentes, no siempre lo han sido.  Y han exigido cosas en casos recientes. Estuvieron muy activos en contra de que Facebook distribuyera noticias falsas y creara burbujas de filtro. El problema es que con casi dos mil millones de usuarios activos es casi imposible que los grupos de consumidores puedan influir sobre Facebook para que cambie sus estrategias.

«Facebook ya no es una red social, YouTube no es una red de videos, sino que todas realizan diferentes actividades que son mediadas por las redes».

Usted diferencia la conexión humana de la conectividad automática y dice que las empresas propietarias de estos medios han armado un discurso sobre la conexión humana pero siempre han trabajado a favor de una mayor conectividad automática. ¿Cuál es el objetivo de esa búsqueda?

Tener casi dos mil millones de usuarios genera la necesidad de automatizar todo. Por ejemplo, en enero, a Facebook se lo acusó de distribuir noticias falsas y tuvieron que contratar a 3.000 editores para que le enseñaran a los algoritmos a diferenciarlas de las verdaderas. A esa escala no se puede controlar todo, como haría un diario, entonces se automatiza. El problema es que, más allá de los avances de la inteligencia artificial, no podemos tercerizar la responsabilidad sobre los valores públicos en un robot que no los conoce. Qué es contenido terrorista, qué es una noticia inventada, qué es contenido sexual explícito…son decisiones muy sutiles.

De la lectura del libro se desprende que todo en Internet tiende a ser efímero, pero en su investigación usted encuentra plataformas exitosas que llevan más de diez años creciendo. ¿Piensa que en el futuro cercano el mapa de medios conectivos tenderá a multiplicarse o a concentrarse cada vez más?

Creo que lo que hemos visto en los últimos cinco años es una tendencia hacia la concentración. Hoy tenemos cinco grandes compañías: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft. Esas son las empresas propietarias de las principales plataformas del mundo. El problema es que cuanto más grandes se vuelven, tienen más poder, porque tienen más usuarios y generan más efectos en la red, y esos efectos generan más noticias, más publicidad, y así. Es un mecanismo de auto-perpetuación eterna. Es una enorme concentración de poder en esas cinco grandes.

Esto, como usted analiza en el libro, parecía no ser así a principios de siglo. Muchos vieron en estas plataformas una experiencia colectiva, comunitaria. Incluso se hablaba del triunfo del usuario. ¿Esta concentración actual demuestra que esto ha cambiado definitivamente o podemos pensar en una Nueva Internet?

Es muy cierto que cuando los medios sociales comenzaron a surgir a principios del 2000 todo era conectibilidad. Yo lo llamo conectibilidad (connectedness) para diferenciarlo de conectividad (conectivity). Conectibilidad empodera a todos para hacer cosas juntos y esa es la fuerza empoderante de la Internet. Ese fue el espíritu a principios de siglo. Sin embargo, después de 2010, la conectividad reemplazó a la conectibilidad, lo que significó que todas estas actividades que hacíamos y hacemos juntos se agrupen en plataformas que son propiedad de corporaciones que median entre todo lo que hacemos y aquello que somos. Y al hacerlo, han creado tanto poder que saben quiénes somos porque saben qué cliqueamos. Facebook sabe mejor qué hacemos y quiénes somos que nosotros mismos. Cuando uno recibe un resumen de la propia actividad en línea durante un día, uno se sorprende, porque puede aprender muchísimo sobre uno mismo, cosas que no sabía realmente. No es solo Facebook o YouTube, sino que a eso se suma lo que compra en línea, las ubicaciones de Google Maps, los libros que lee…No depende de lo que publicamos sino de lo que hacemos. Todos los días, muchos de los datos que uno produce son entregados en forma inconsciente. Y tras bambalinas, toda esta información está interconectada y es compartida con otras compañías, y puede ser conectada a través de intermediarios llamados data-brokers, que producen información enormemente valiosa acerca de su situación financiera, su estado de salud, las cosas que compra, dónde trabaja, y demás. Es información por la que se pagarían fortunas y uno la regala cuando hace clic y acepta las condiciones de uso, esas que nadie lee. Y nadie las lee porque son demasiado largas, incomprensibles incluso para los abogados. Son casi imposibles de leer y cambian casi todas las semanas. Uno cede sus derechos por usar el software gratis.

Me olvido entonces de una nueva Internet…

No digo eso, pero lo que trato de argumentar es que tenemos que tener conciencia de lo que pasa en Internet. Tenemos que comprometernos y no lo tenemos que dejar en manos de las empresas. Hay que pensar en la posibilidad de un mundo en línea más habitable, más democrático y seguro. Hay valores públicos que tienen que ser tenidos en cuenta y anclados en una nueva Internet.

Actualizada 04/07/2017