Un mercado deshilachado

Un mercado deshilachado

Con la llegada de la pandemia a suelo argentino, el Gobierno nacional dispuso a la cuarentena como principal medida para combatir al coronavirus. Si bien tras correr los días esta medida fue cada vez más flexible, la situación económica de las familias y algunos sectores industriales, como el textil, se convirtió en dramática.

La sociedad se mostró a favor de la decisión de los gobernantes. Con el correr de los días, y posiblemente con el faltante de dinero producto de la imposibilidad de trabajar, el compromiso con la cuarentena se debilitó. “La medida la vi bien desde un principio hasta determinado momento donde parece que se convirtió en una encerrona. No saben cómo salir ni qué medidas tomar para no perjudicar la economía. Pero en su momento, la medida fue bien tomada. Ahora se está extendiendo y hay mucha incertidumbre y angustia”, expresa Brian Zaglul,  dueño de los locales Bross en el Municipio de Merlo.

“La decisión es correcta –considera el economista Juan Alberto Enrique-. Claramente es algo inédito en términos globales. Si no se hace una cuarentena puede colapsar todo el sistema de salud, incluso en peores condiciones de lo que pasó en los países más desarrollados dónde los sistemas de salud estaban preparados. Y es salud y economía, como lo dice el Gobierno, porque si hoy no tenés cuarentena la economía tampoco se va a recuperar”.

Por su parte, Pablo Tavilla, Director General y Decano del Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Moreno, dice: “La Argentina venía de un proceso recesivo muy largo que tenía mucho que ver con las políticas del gobierno anterior. Ya veníamos mal, y esto lo profundiza sin dudas. Con el solo hecho de quedarse en casa de forma preventiva, la actividad económica se empieza a detener, no hay consumo y no hay gasto fundamentalmente. Acá hay un problema grave que es la falta de demanda. El Estado ha hecho un esfuerzo, con una orientación correcta tratando de minimizar daños. Algunos pensamos que se podría haber sido menos cuidadoso de lo fiscal y más osado poniendo más dinero en la calle”.

Diferentes sectores laborales, y fundamentalmente trabajadores informales, se vieron profundamente afectados por el estancamiento económico. Dentro del sector textil, los locales de indumentaria sufrieron más de 75 días sin poder abrir sus puertas al público. “Me parece una competencia desigual que pueda permanecer un hipermercado con filas de personas expuestas a todo. Y que en un comercio de indumentaria no te permitan atender ni desde la puerta”, expresa Melisa Faia, administrativa de la marca B-Side, en Merlo. Ante esta dificultad, diferentes tiendas de ropa comenzaron, o profundizaron, las ventas online y comenzaron a exhibir la mercadería en redes sociales para captar algunos clientes. “Se está vendiendo online pero las ventas son menores. Es solo una boca de ingreso, nosotros teníamos cinco locales al público. Y obviamente que la gente no está acostumbrada a comprar de esta manera”, cuenta Faia.

La nueva modalidad no significó un salvataje de las finanzas del sector. Simplemente actuó como publicidad autorregulada para mantener la marca activa en los dispositivos de los ciudadanos. En esta línea, Zaglul, de los locales Bross,  manifiesta: “Prácticamente no vendía online y con ella puedo llegar a generar, con suerte, un 5% de lo que vendía normalmente en un mes. O sea, nada”.

La cuarentena también agudizó la dificultad de vestirse como uno quiere. Para muchas personas conseguir el talle o el color de la prenda siempre fue dificultoso. ¿Cómo comprar zapatillas del talle indicado sin la oportunidad de poder probarlas? Lucio Melián, quien tiene 25 años y reside en el partido de Ituzaingó, cuenta respecto de comprar a través de internet: Me resultó cómodo porque el formato de compra es sencillo. Pero voy a seguir prefiriendo acercarme al local. Salgo con la tranquilidad de saber qué es lo que llevo y además porque creo que la venta en el local abre más oportunidades de empleo que la online”. Por otro lado, Florencia Suarez, de 23 años y que vive en Merlo, señala: Si abren sus puertas los locales de ropa, seguiría comprando online sólo si el local está lejos”. En la era de lo digital sigue siendo una costumbre encontrarse con la ropa que se quiere adquirir, tocarla, mirarla y probarla en un vestidor.

Tampoco abrir las puertas del local será una solución inmediata. “Más allá de los cheques rechazados y las deudas, es también la angustia, lo anímico, la incertidumbre, el contexto diario de cada uno de nosotros. Otro problema es que cuando tengas que comprar ropa a los proveedores que no le pudiste pagar los cheques, ya no estarán en condiciones de fiarte nada, van a estar cobrando en efectivo. O sea ¿cómo llenar el local con mercadería teniéndola que pagar al contado? No tengo efectivo, me lo fui comiendo entre marzo, abril, mayo”, reflexiona Zaglul. Al mismo tiempo, Faia refleja su problemática: “Al abrir creo que proveedores, Municipalidad, servicios, bancos y todo lo que se adeude, va a ser un problema. Por otro lado, y más referido a nuestro rubro, vamos a empezar con la temporada primavera-verano sin mercadería, con proveedores que no nos van a querer vender por las deudas de la temporada anterior”.

Ante la incertidumbre sobre el futuro, Tavilla profundiza: “En estos periodos de crisis es la dinámica política la que define los términos de salida. Depende de las luchas políticas, del conflicto sociopolítico de las relaciones de fuerza para dar otro sentido del que veníamos. Es importante opinar e involucrarnos para aportar al debate y dar otro contenido a la vida económica y social que sea muy diferente a la que vivimos”. Al parecer, lejos están los días de tranquilidad social y monetaria. Juan Enrique, analiza: “Creo que va a venir prosperidad por necesidades de lo que tiene la Argentina para venderles al mundo. Soy optimista, pero no veo todavía los plazos. No tengo muy claro cuál puede ser el tiempo. Puede haber una solución para el Covid-19 recién entrado el año que viene, para marzo o abril del 2021 puedo empezar a ver una salida o un rebote de la economía. Espero estar equivocándome y que sea mucho antes”.

Pandemia y cuarentena fueron las variables troncales que llevaron a entender que no se puede hablar de salud y economía de forma disociable. Mover fichas en un tablero tan complejo siempre trajo consecuencias. Sin embargo, fue preferible perder en dinámica monetaria y ganar en vidas conservadas.

De los derechos a la caridad

De los derechos a la caridad

Tras cuatro meses de inactividad, el gobierno decidió poner fin a los contratos que mantenía con la Red Textil Cooperativa (RTC). La medida afectó a 74 cooperativas textiles que funcionaban como proveedores del Estado a nivel nacional. “Nos informaron telefónicamente que el programa no iba a continuar por cuestiones presupuestarias. Desde diciembre no teníamos órdenes de compra ni encargos, cuando nos pedían paciencia lo hacían para evitar conflictos, porque la decisión la tenían tomada hace tiempo”, relató Joaquín Fernández, presidente de la organización.

   Unos 3.000 trabajadores que se desempeñaban en la confección de guardapolvos, chalecos antibalas y uniformes varios, quedaron sin empleo. Las cooperativas trabajaban con encargos realizados por los ministerios de Desarrollo Social, Educación y Seguridad. Los afectados informaron que desde el Poder Ejecutivo les reconocieron que reemplazarían las prendas producidas con productos importados más económicos. El Ministerio dirigido por Patricia Bullrich, por ejemplo, comenzó a importar -desde enero- chalecos antibalas provenientes de Israel.

Bajo la consigna «Sí a la industria nacional y el trabajo cooperativo, no a las importaciones y la desocupación», las cooperativas textiles de todo el país se movilizaron en defensa de la industria nacional y en contra de las importaciones indiscriminadas.

El fin del programa se encuadra dentro del cambio de enfoque ideológico que se produjo en el Ministerio de Desarrollo Social. Antes, las políticas eran impulsadas desde la lógica de tomar al otro como “titular de derechos” y desde ese lugar se pensaban las políticas; ahora se piensa en términos de cómo “evitar un conflicto social”.

El jueves 21 de abril de 2016 la RTC organizo la jornada "Cocer en la Calle" como forma de protesta por la finalización del programa "proveedores del Estado".

El jueves 21 de abril de 2016 la RTC organizo la jornada «Cocer en la Calle» como forma de protesta por la finalización del programa «proveedores del Estado».

 

¿Herencia pesada?

    Desde 2003, por una decisión gubernamental, las cooperativas textiles y el Estado nacional establecieron una relación comercial. Los distintos ministerios comenzaron a comprar productos fabricados en ellas. El proyecto buscaba generar trabajo genuino, capacitar a los trabajadores y lograr su posterior inserción en el mercado formal. También se pretendía potenciar el crecimiento y desarrollo de la industria nacional. Este proceso fue acompañado por la creación del registro Nacional de Efectores Sociales y Economía Social (REDLES), creado en el 2004 desde el Ministerio de Desarrollo. Su función fue facilitar, a aquellas personas que realizaban una actividad productiva y que se encontraban en una situación de vulnerabilidad, el desarrollo de su actividad. Acompañada por el Estado, la lógica de producción en cooperativas proliferó y muchas pudieron registrarse y comenzar a producir, lo que les permitió a los emprendedores incorporarse al sistema previsional, recibir los servicios de una obra social y trabajar como proveedores del Estado.

Fernández explicó que “año tras año el nivel productivo de las cooperativas fue creciendo a través de incentivos para incorporar maquinaria, capacitaciones y cursos de formación” y agregó: “Ahora todo ese crecimiento se paró, el gobierno actual no ve a las cooperativas como empresas, sino como gestos de caridad. Ellos eligen la multinacional a lo nacional, cada rollo de tela que entra de afuera es un laburo que se pierde acá”.

La RTC forma parte de la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT), donde Andrés Quintana trabaja como coordinador. Desde su posición denunció que la situación actual de las cooperativas es crítica: “Con la importación de productos, las cooperativas quiebran, porque nuestro mercado de consumo es el interno. Hace meses que venimos sin encargos y los que pudimos conseguir son del ámbito privado que suelen ser mal pagos. Todo parece indicar que el gobierno quiere terminar con la producción en cooperativas”.

Daniel Arroyo, actual dirigente del Frente Renovador, fue ministro de Desarrollo Social durante el gobierno de Néstor Kirchner y opinó que lo peor que puede hacer la nueva gestión es pensar una política social fundacional, lo que significa desarmar y empezar de nuevo. “Si se produce una descontrolada apertura de las importaciones, habrá menos producción nacional y más pobreza. Es claro que el gobierno gobierna con un solo ojo y que se ha complicado la situación social, en su agenda no es prioridad cuidar el empleo”.

“Los guardapolvos más caros del mundo”

  Uno de los primeros contratos afectados fue el del Ministerio de Desarrollo Social, que todos los años compraba un millón de guardapolvos a las cooperativas textiles, para luego distribuirlos en escuelas públicas y sindicatos. “La confección de guardapolvos implicaba una política directa del Ministerio orientada a las cooperativas textiles, las cuales capacitaban a su gente y contaban con supervisión del INTI.  Terminar con los contratos no sólo significa el fin del trabajo en sí, sino también todo lo que eso generaba” aclaró Judith Barchetta, ex Directora Nacional de Asistencia Crítica del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Y añadió: “Ellos no piensan en el gasto social como inversión. Yo escuché a las nuevas autoridades decir que eran los guardapolvos más caros del mundo y preguntarse para qué se gastaba tanta plata, cuando era más fácil comprarle a privados.”

El “cambio” de mirada

El Ministerio de Desarrollo Social, a diferencia de otros ministerios, no sufrió pérdida de personal, a excepción hecha de los recientes despidos en la Dirección Nacional de Juventud. “De esto se pueden hacer distintas lecturas, una podría decir que fue producto de la dura pelea que dio la junta interna partir del mismo 10 de diciembre, o porque los trabajadores organizados de Desarrollo Social lo impidieron”, opinó Barchetta. Y añadió: “Otro dato objetivo es que desde los circuitos administrativos del Ministerio, al día de hoy,  no se han puesto en funcionamiento ninguna de las líneas de políticas públicas que se venían desarrollando. Las que son de rutina, como el pago a los cooperativistas de Argentina Trabaja, sí, pero todo lo que tiene que ver con poder gestionar recursos que tengan que ver con el presupuesto 2016 no está funcionando”.

Para Daniel Arroyo, el gobierno cree en la teoría del derrame, ecuación que no sería aplicable en la Argentina, porque “lo que produce actividad económica no produce trabajo. Los sectores pobres del país trabajan en lo textil y en la construcción. Sin la presencia del Estado no se crea trabajo para esos sectores.”

Las cooperativas como proveedores del Estado estaban enmarcadas dentro de los lineamientos del Ministerio de Desarrollo Social que buscaba generar la inclusión del individuo mediante el trabajo. “Para que alguien que no está dentro del mercado pueda ingresar, tiene que existir inversión pero también una política de intervención estatal. Y es esa inversión del Estado la que no comprenden los nuevos funcionarios. Tienen una mirada empresarial de lo público, para ellos sobra gente y hay un montón de empleados que son innecesarios”, remarcó Barchetta.

Actualizada 11/05/2016

 

Hombres y mujeres libres

Hombres y mujeres libres

“Autogestionada”, “Independiente”, “Del productor al consumidor”. Estos  carteles pueden leerse como una invitación para que los transeúntes se animen a entrar en la tienda Prisma, el comercio de ropa manejado por la Cooperativa Hombres y Mujeres Libres, ubicado en Federico Lacroze 4181, un espacio cedido por la Asociación Mutual Sentimiento que se halla pegado a la entrada de la estación del ferrocarril Urquiza, en el barrio porteño de Chacarita.

Allí, en el primer piso de la mutual, funciona el taller. Es un espacio amplio de unos cuarenta metros cuadrados, con luminosos ventanales –importantes para la meticulosa tarea del bordado y el estampado-, máquinas de coser distribuidas a los costados de las blancas paredes, tintas de muchos colores y telas de variados tipos que en poco tiempo se convertirán en blusas, pantalones, vestidos, bolsos y tantas otras prendas más. Un gato blanco remolonea entre unas bolsas, y, esparcidos en el piso, como si fuera una alfombra rala, están los juguetes de los hijos de los trabajadores y trabajadoras que integran la asociación. Una estampa de informalidad familiera y compromiso laboral.     

Hombres y Mujeres Libres es un emprendimiento cooperativo dedicado al rubro textil y está conformado por trabajadores que han vivido en contexto de encierro y por familiares de personas que se encuentran detenidas. Esta empresa cooperativa inició sus actividades en junio de 2013, luego de años de haber sido soñada por sus protagonistas, cuando todavía se encontraban privados de su libertad.

Marta Álvarez, Cooperativa Hombres y Mujeres Libres, 16 de febrero de 2016, Bs. As. Andrés Wittib, Anccom

Marta Álvarez, una de las artífices del proyecto cooperativo.

Lo que había comenzado como una charla informal entre Claudio Castaño y Marcelo García, amigos en distintas penitenciarías, germinó en un proyecto de vida para no volver a perder nunca más la libertad. En ese sentido, resultó fundamental el acompañamiento de Verónica Peloso, quien visitaba periódicamente a su actual esposo, Claudio. Más tarde se sumarían Marta Álvarez -mamá de una persona detenida y quien transmitió su conocimiento en la confección de prendas-, Diego Areco, y los hermanos Lorenzo y Lucas Monasterio.

Claudio, hoy de 44 años, rememora ese momento: “La idea nació en Marcos Paz (n. del r.: Complejo Penitenciario Federal II de Buenos Aires). Sabíamos que con antecedentes delincuenciales se nos iba a ser muy difícil conseguir trabajo. Partimos de la idea de buscar un trabajo con identidad y de encontrar un espacio que sea nuestro”.

Actual secretario de la cooperativa, Claudio conoce en carne propia las dificultades que tienen los liberados para revincularse en la comunidad: “Quienes pasamos por contexto de encierro somos súper estigmatizados y estamos en estado de vulnerabilidad emocional. La sociedad nos pega un cachetazo. Tenemos muchos compañeros que hoy están adentro de las cárceles y que querrían cambiar su modo de vida, pero salen y vuelven a entrar enseguida”, asegura.  Claudio está convencido además de que si hubiese un mejor acceso a la educación y mayores posibilidades de trabajo, las penitenciarías no tendrían una sobrepoblación compuesta por individuos de las clases más castigadas.

“Fue todo un aprendizaje, porque veníamos de otra realidad, otra cotidianidad y otra naturalidad”, dice Claudio. Por eso considera de suma importancia la ejecución de políticas de Estado que, “sin clientelismos de ningún tipo”, apuesten por la inclusión del preso a la comunidad. “El Estado debe visibilizar, transmitir y fomentar este tipo de prácticas, que son una buena alternativa para que entre todos incorporemos a las personas que hemos estado en contexto de encierro por diversos motivos”, explica Claudio.        

“La idea nació en Marcos Paz . Sabíamos que con antecedentes delincuenciales se nos iba a ser muy difícil conseguir trabajo”, explicó Claudio Castaño.

Verónica (44) no ha estado detenida, pero conoce con dolor propio las dificultades que padecen en particular los familiares de aquellos que se encuentran privados de su libertad. “Yo sabía que no quería volver a pasar por una situación parecida a la de la visita. Es muy feo la requisa, el maltrato, la prepotencia de las guardias”. Por esta razón, se propuso ir contra viento y marea con tal de que el proyecto de una cooperativa textil se haga realidad una vez que Claudio recobrara su libertad, “para nunca más volver”. Relata que los comienzos se hicieron cuesta arriba, sobre todo porque tenían pocos elementos para iniciar la actividad, apenas una sublimadora pequeña para realizar los estampados y una vieja máquina de coser que pertenecía a una tía de Claudio. Más tarde tuvieron acceso al Programa Empleo Independiente, otorgado por el Ministerio de Trabajo de la Nación, el cual les permitió capacitarse y comprar equipamiento e insumos. A ese período ella lo define como “todo un proceso de transición”.  

Los miembros de la cooperativa no dejan de agradecer el impulso -y el espacio- que les dio la Mutual Sentimiento, la cual está conformada por ex presos políticos y exiliados de la última dictadura cívico-militar argentina.

Marcelo tiene 49 años y pasó casi la mitad de su vida encerrado. Lo que él define como “el compromiso de militar por el beneficio de los demás y de uno mismo” empezó ni bien tuvo la posibilidad de acceder, junto a su amigo Claudio, al programa UBA XXII de la Universidad de Buenos Aires.

“Lo que a mí me manden hacer yo lo hago. Hay cosas que hago mejor y otras que no tanto, pero si hay que estampar, coser, arreglar las máquinas, atender el local, salir a la calle a vender, ir a buscar las telas, las tintas, a nada le digo que no”, detalla Marcelo García.

Marcelo, asegura, siempre tuvo predisposición para el trabajo: “Lo que a mí me manden hacer yo lo hago. Hay cosas que hago mejor y otras que no tanto, pero si hay que estampar, coser, arreglar las máquinas, atender el local, salir a la calle a vender, ir a buscar las telas, las tintas, a nada le digo que no”, aclara el participante de No nacimos delincuentes, el ciclo radial de temática asociada a la revinculación social de ex detenidos que se emite por Radio Libre FM 99.3 y que también pertenece a Hombres y Mujeres Libres. “El ciudadano común -sostiene- vive de un trabajo para vivir y mantener a su familia. Nosotros, los presos, no estamos exentos de esa realidad”. Y agrega: “Es fundamental que en los contextos de encierro existan capacitaciones laborales reales, no ficticias como pegar manijas de bolsitas, sino un trabajo genuino en función de las capacidades y potencialidades que tenemos todos”. Y también advierte del compromiso que le debe tocar al resto de la sociedad: “Cuando el preso sale está emocionalmente sensible y rechaza todo aquello que pueda serle útil, y ahí es cuando se hace necesario la existencia de más cooperativas, más apoyo del Estado y de la sociedad en general, que suele estigmatizarnos. Entonces no hay que dejar de trabajar tanto puertas afuera como adentro”.  

Los miembros de Hombres y Mujeres Libres realizan periódicamente ferias en las que toman contacto con otras cooperativas y con el público que conoce poco estas asociaciones alternativas. Ellos piensan que la reinserción se hace colectivamente, por eso buscan transmitir la experiencia a todos. Así quienes se encuentran detenidos puedan tener la opción del trabajo asociado y sin patrones. Para, como ellos mismos dicen, dejar atrás lo que fue el encierro, en beneficio del conjunto social.             

 

  

 

Baja costura

Baja costura

Baja costura, escrita por Soledad Galarce y dirigida por Mariano Caligaris, devuelve al teatro su función primigenia: la crítica social. Presentada por primera vez en 2011 y reestrenada a principios de este mes, cuenta la historia de dos jóvenes diseñadoras de clase alta que se sirven de un taller clandestino para fabricar sus prendas.

La obra tiene el apoyo de la cooperativa La Alameda –que lucha contra el trabajo esclavo– y es interpretada por Moyra Agrelo y la propia Soledad Galarce en los papeles de Delfina y Catalina.

El público entra a la sala y se encuentra con moldes, hilos, telas y máquinas, como si en vez de un teatro ingresara en un taller. Las dos protagonistas bailan y festejan vestidas con alta costura, cuando de golpe se deben enfrentar a la realidad: una faja de clausura que las hará volverse, paulatinamente, en las costureras de su propia maquila.

Luego vendrá la alienación, los restos de comida rancia que sus trabajadores les dejaron hace apenas unas horas y el polvo que irá llenando sus pulmones. “Elegí la problemática porque tiene que ver con mi contradicción: yo soy vestuarista y disfruto de la ropa y de la moda como expresión de una sociedad. Sin embargo, se le contrapone lo que hay detrás y allí es donde empiezan a surgir las preguntas”, afirma Soledad, quien por su trabajo tomó contacto con una costurera peruana y en ese momento nació Baja costura.

SOLEDAD GALARCE, DIRECTORA DE LA OBRA "BAJA COSTURA"

“Elegí la problemática porque tiene que ver con mi contradicción: yo soy vestuarista y disfruto de la ropa y de la moda como expresión de una sociedad. Sin embargo, se le contrapone lo que hay detrás y allí es donde empiezan a surgir las preguntas”, afirma Soledad Galarce

“Cuando la conocí, ella trabajaba en un sótano en el barrio de Once donde había entre cuarenta y cincuenta máquinas. La gente alquilaba las mesas, dos metros cuadrados para cada uno, y en ese sótano gigante comían. De repente, se tiraban a dormir, y también había nenes. Estaban todo el día ahí adentro, no había ventanas, sólo un ventilador en  una esquina”, recuerda.

A Soledad la impactó ver ropa de primeras marcas en esas mesas, pero más enterarse cuánto ganaban las mujeres. “Por una prenda que salía 300 pesos, les pagaban 2. Ni siquiera un 10 por ciento”, afirma.

La obra comienza mostrando los prejuicios de las dueñas del taller, que despiertan las risas de los espectadores, y termina con fragmentos audiovisuales y documentales de trabajadores bolivianos que pudieron liberarse de la esclavitud. “Las máquinas de coser, las telas, las tijeras, todo esto, además de ser un material cercano, me parecía teatralmente interesante.

Al principio fue un ejercicio estético pero luego empezamos a investigar y entonces apareció el tema de los talleres clandestinos”, puntualiza Soledad, para lo cual se vinculó con la organización La Alameda.

Guillermo Conde, militante de la organización y ex trabajador de la fábrica Soho, explica que lo que puso al tema en el tapete público fue el incendio del taller clandestino de  Luis Viale 1269, en Caballito, ocurrido en 2006, en el que murieron dos adultos y cuatro niños, todos de origen boliviano.

Desde entonces fueron denunciadas 113 marcas ante la Ciudad y la Defensoría del Pueblo. ¿Quiénes tendrían que actuar? La Subsecretaría de Trabajo y la Agencia Gubernamental de Control, las dos dependientes del Ejecutivo porteño.

“El problema está desviado –sostiene Conde– porque la justicia sólo realiza allanamientos pero nadie sabe qué pasa con los costureros que terminan en el taller del primo, del cuñado, del hermano… Es un ´hacer como si´”. Conde se queja de la falta de políticas de Estado que ayuden a las víctimas y de que ningún empresario vaya preso. Después del incendio de 2006, La Alameda presentó en la Legislatura porteña el proyecto de Ley de Auditoría de Marcas pero aún está en comisión.

Con esta normativa, según Conde, se acabaría el círculo vicioso de delito organizado que permite la existencia de los talleres clandestinos que se nutren, sobre todo, de inmigrantes bolivianos. “Les ofrecen el paraíso. La primera coima que tienen que pagar es la del micro especial que los trae sin escala hasta Buenos Aires. Pasan por la frontera y siete provincias. Los bajan a todos en Liniers, los distribuyen en remises y cuando llegan a los talleres les sacan el documento. Los primeros sueldos son para costear la comida y el viaje”, relata Conde y agrega: “Hay perversamente una doble manipulación porque vienen con la familia y por eso no pueden hacer nada para irse. Están indocumentados y con miedo porque les dicen que acá la policía deporta”.

SOLEDAD GALARCE, DIRECTORA DE LA OBRA "BAJA COSTURA"

«Baja costura», escrita por Soledad Galarce y dirigida por Mariano Caligaris, devuelve al teatro su función primigenia: la crítica social.

Un costurero en blanco, por hora, debería cobrar unos 60 pesos. “¿Cómo hacen los dueños de las marcas para que ninguna prenda, por unidad, les salga más de 10? Nadie se lo pregunta porque lo que no se quiere discutir es la cadena de valor, que es una cadena de valor trucha sobre la base de los costureros en negro.

Dentro del convenio colectivo aparecen unos 30 mil costureros. Con esa cifra no podría abastecerse ni La Salada”. Soledad Galarce opina que hasta los años 80 años existía una industria textil medianamente formal, pero en los 90 “se estableció lo trucho como las reglas del juego”, y esto vale para las condiciones de los empleados.

“Hay cooperativas que promueven el trabajo en blanco pero son poquitas, unas veinte nomás. La situación debe cambiarse con política. El triángulo del horror son la policía, los empresarios y el Estado, y el problema además es local y global”.

La obra de teatro incluye en la dramaturgia escenas de explotación: desde el incendio en la Triangle Shirtwaist en Nueva York, el 25 de marzo de 1911, cuando 123 trabajadoras de la confección murieron calcinadas porque las puertas de salida estaban cerradas, hasta el caso de Bangladesh, donde hoy decenas de grandes marcas multinacionales utilizan mano de obra esclava –mujeres y niños en su mayoría– para los productos que después venden a valores astronómicamente superiores en el primer mundo.

La autora y protagonista de Baja costura considera que “últimamente no se ve mucho teatro de denuncia” y apuesta a movilizar a los espectadores: “Si vamos a hacer una obra más, por lo menos que sirva para hablar de algo”, destaca.

Baja costura se presenta los sábados a las 20.30 en el teatro La Casona Iluminada (Corrientes 1979). Actualizada 15/09/2015

obra teatro Baja Costura, la Casona Iluminada 1979 12 de Septiembre 2015 20:30 hs., actúan Moyra Agrelo y Soledad Galarce

La obra tiene el apoyo de la cooperativa La Alameda –que lucha contra el trabajo esclavo– y es interpretada por Moyra Agrelo y la propia autora, Soledad Galarce