Trabaja en el Mercado Central, es madre de mellizos y se consagró campeona argentina de fútbol

Trabaja en el Mercado Central, es madre de mellizos y se consagró campeona argentina de fútbol

Carolina Troncoso la tiró larga por la derecha, le ganó en velocidad a la lateral de River y tiró un centro bajo al área. Recibió Andrea Ojeda de espaldas al arco, marcada de cerca, y pivoteó rebotándola hacia atrás. A la altura de la medialuna del área, con el número 16 en la espalda, apareció Lorena Benítez a la carrera para entrarle de lleno a la pelota y clavar un derechazo inatajable contra el palo derecho. Transcurrían tan sólo 30 minutos del primer tiempo y ya Boca goleaba a River 3 a 0 en la final del primer torneo semiprofesional de fútbol femenino argentino. Todas corrieron a festejarlo con ella, que terminó aplastada debajo de una montaña de compañeras que gritaban desaforadas.

“No soy de pisar el área o gambetear a la arquera. La mayoría de mis goles fueron remates de afuera, pero bueno, no son muchos”, se sincera Benítez. Con 22 años, la volante central es una prodigio del fútbol femenino nacional: formó parte del seleccionado que jugó el histórico Mundial de Francia en 2019, fue referida como una de las mejores jugadoras de futsal en el mundo y, la semana pasada, le fue otorgado el premio a Mejor Jugadora del Torneo tras la final que ganó Boca en un descomunal 7 a 0 frente a River.

Las luces se encendieron sobre su fútbol, pero también sobre su maternidad -es madre de mellizos: Renata y Ezequiel- y su trabajo en el Mercado Central. Sin embargo, Lorena no acuerda en que el camino de una jugadora deba ser ese. En esta entrevista con ANCCOM, reflexionará sobre la necesidad de una profesionalización completa del fútbol femenino. Recordará sus orígenes humildes y el camino que abrió ella a la fuerza para ingresar a ese mundo -todavía- abrumadoramente masculino. Con voz cansada luego de un largo día de trabajo y entrenamiento, hablará de fútbol, contará sus sueños y develará sus deseos personales.

Lorena Benítez fue galardonada como la Mejor Jugadora del primer torneo argentino semiprofesional de fútbol femenino.

Boca salió campeón invicto y sin goles en contra. Tanto en la semifinal con San Lorenzo como en la final con River, dos rivales de peso, dominaron completamente el partido. ¿A qué se debió este rendimiento tan alto?

Creo que al esfuerzo nuestro. Desde que empezamos a entrenar durante la pandemia teníamos bien en claro lo que queríamos. Sabíamos que este campeonato iba a ser muy importante porque era el primer torneo semiprofesional, pero también fue clasificatorio a la Copa Libertadores. Pudimos demostrar la preparación y las ganas que teníamos en la cancha y ganando el campeonato.

Normalmente, el fútbol femenino se juega en las canchas auxiliares de los clubes. Pero la final la jugaron en el Estadio José Amalfitani, la cancha de Vélez Sarsfield. ¿Se sintió el cambio por disputar el partido en un campo de juego más amplio?

Sí, obviamente. Nos cuesta un montón a nosotras jugar en los estadios porque obviamente el césped es distinto, las dimensiones de la cancha también. No estamos acostumbradas. Aunque no se notó por las ganas que teníamos y porque corrimos desde el primer minuto.

¿Esa fue también una de las dificultades que tuvieron cuando jugaron el Mundial en 2019?

Sí, aparte también de que los otros países tenían otra preparación. Es muy notorio en comparación a lo que es Argentina. Yo había dejado de trabajar hacía una semana antes de viajar; nosotras queremos vivir tranquilamente de esto, dedicarnos cien por ciento a lo que es el fútbol.

¿Qué cambios paulatinos fueron viendo a partir de la semiprofesionalización del fútbol femenino?

Los espacios, más que nada en el club, que nos fuimos ganando. Por ahí, en vez de una cancha de entrenamiento, ahora tenemos dos o tres a disposición. También una sala de kinesiología, una sala de rehabilitación, de pileta, de hielo. Todas esas cosas que antes no las teníamos para la preparación de un equipo son fundamentales. Lo mismo la alimentación, más entrenamiento, todas esas cosas las fuimos ganando poco a poco.

¿Y qué haría falta para que Argentina pueda ponerse a la par del resto de los países?

Los sueldos, más que nada. Que todas podamos vivir realmente de esto y que ninguna jugadora tenga que salir a trabajar de otra cosa. Una persona que sale a trabajar de madrugada, a la mañana, o lo que sea, no rinde lo que realmente tiene que rendir. Entonces, hace falta que podamos vivir de esto y todas nos dediquemos por completo al fútbol.

Bueno, vos trabajás en el mercado central. Con la profesionalización del fútbol, ¿tenés la necesidad económica de seguir trabajando ahí?

Lo que nosotras ganamos no alcanza, más como está el país. No sé si llega a un dos por ciento de lo que gana el masculino. Yo soy madre de mellizos y quiero lo mejor para ellos. Entonces, mi intención es salir a trabajar para que ellos puedan estar bien y nosotras -su pareja, Verónica Rivero- también.

«Lo que ganamos no alcanza», subraya Benítez.

¿Cómo lo complementás el trabajo con el fútbol, el futsal y tu familia?

Yo entro a trabajar a las 9 de la mañana hasta las dos de la tarde. De ahí salgo directo a entrenar. Entrenamos tres horas al día, seis días a la semana. Llego tipo a las 19 o 20 horas a mi casa, tengo una hora, hora y media de viaje dependiendo el tráfico. Y, por último, que los nenes me dejen descansar. Es bastante poco lo que llego a dormir a veces. El año pasado dejé de jugar al futsal directamente.

¿Por qué?

Porque el club donde jugaba, Kimberley, se desafilió en el femenino. Ahí se desarmó todo el plantel. Igualmente siempre estuve pensando en el descanso que necesitaba y el tiempito para estar con los mellis.

Yendo al plano personal, ¿cómo era tu familia cuando eras chica?

Nací en Lomas de Zamora y viví toda la vida en Luis Guillón. Mis padres son paraguayos, como toda mi familia, que es muy humilde. Terminás remando todo vos sola. Mis padres obviamente me apoyaban en lo que quería, pero también tengo siete hermanos. Cuando estaba en la Selección, en la sub-17, la remaba sola. Y bueno, siempre lo que ganaba era muy mínimo, llegaba a juntar para poder quizás comprarme un botín o ayudarla a mi mamá a comprar las cosas. Una familia muy humilde que por suerte pudo salir adelante. Hoy con lo poco que puedo llegar a generar con el trabajo y el fútbol los sigo ayudando.

¿A qué edad comenzaste a interesarte en el fútbol?

Desde muy chica. Uno de mis hermanos, que andaba atrás mío siempre, me enseñó a patear y demás. Después, mis tíos también siempre estuvieron atrás mío enseñándome a jugar desde muy chica. Jugué en el club del barrio, de la esquina de mi casa, con los varones. De ahí fui a una escuelita de fútbol femenino cuando tenía 11 años y ahí conocí a un entrenador de chicas que en ese momento estaba en San Lorenzo y fui a jugar ahí. Así empecé.

Varias veces contaste que te costó jugar en el club de tu barrio por ser mujer.

Sí, en mi categoría fui más que nada un poco rechazada. En categoría 98, el técnico no quería que yo jugara por ser mujer. Después tuve la oportunidad de que en la categoría 99 me abrieran las puertas de lo que es el fútbol ahí en el club. Así que estuve jugando desde muy chica con ellos. Por supuesto que me sacaban los aritos y me llamaban “Lorenzo”.

En otras palabras, te hacías pasar por varón para poder jugar al fútbol.

Sí, más que nada para que los otros equipos tampoco me rechacen. Mi técnico sentía que estaba al mismo nivel que los chicos, entonces él siempre estaba contento de que yo jugara. Y obviamente también porque quizás yo le servía.

¿Tenías ídolos a esa edad?

No, mucho fútbol no miraba. Sí Messi, toda la vida. Por cómo juega, por la persona que es. Siempre me llamó la atención en todo sentido, más allá de que jugamos en posiciones totalmente distintas. Al único que miré siempre fue a él. Cuando ya conocí el mundo del fútbol femenino y llegué a jugar en San Lorenzo, empecé a tener referentes de ahí, como Florencia Quiñones. También miro mucho a mis jugadoras. Me asombra la forma de jugar de Florencia Bonsegundo. Pero después no, mucho fútbol no miro.

El 2019 fue un año particular para vos: fuiste madre a la misma vez que jugaste un Mundial. ¿Cómo lo viviste?

El Mundial era algo que no me esperaba, jamás se me había cruzado por la cabeza. No había tenido la oportunidad de estar en la selección mayor porque estaba haciendo el tratamiento de fertilización asistida. Y fue algo realmente increíble, porque un Mundial es el sueño de cualquier jugadora o jugador. Por suerte pude estar ahí. Y por suerte pude estar en el nacimiento de mis hijos. Los disfruté poco pero bueno, creo que el hecho de haber estado cuando nacieron fue el momento más maravilloso de todos.

La buena racha continuó, porque la semana pasada fuiste elegida como la mejor jugadora del torneo con gol en la final incluído. ¿Cómo definirías tu forma de jugar? ¿Sos de pisar el área como en esa jugada?

No, me dicen a veces que le pegue de afuera. Yo creo que no es mi juego. Me gusta jugar un poco más retrasada, tener la cancha de frente, dar pases, asistencias. Creo que el gol no es lo mío. No soy de pisar el área o gambetear a la arquera. La mayoría de los goles fueron de remates de afuera, no son muchos. En la final, la adrenalina del partido me hizo terminar llegando al área y convertir.

Cambiando de tema, también sos madre. ¿Cómo vivís la maternidad? ¿Cómo ven tus hijos que seas jugadora?

Es algo realmente muy hermoso porque creo que tener hijos no se puede explicar. Es un amor aparte de todo. Aparte del deporte, de la pareja. Los disfruto el tiempo que puedo estar con ellos y ellos obviamente disfrutan estando con su madre. Creo que se les nota la alegría cada vez que me ven jugar en la tele y gritan “mamá, mamá”, porque es lo único que saben decir hasta ahora.

¿Qué esperás para ellos en el futuro?

Que sean felices con lo que decidan hacer, con lo que realmente se les presente en el camino. Y ojalá tomen buenas decisiones, pero eso es algo que realmente una no lo puede decidir.

Esto también se relaciona a cómo una futbolista tiene que sobrevivir. Alguna vez contaste que, aún teniendo uno de los mejores salarios en Boca, igual necesitabas otro trabajo para mantener a tu familia. ¿Cómo ves el panorama del fútbol femenino argentino?

Hay que mejorar en muchas cosas. Va a ir creciendo poco a poco, como realmente tiene que ser. No está bueno tampoco pegar unos saltos gigantes, sino ir disfrutando lo que se nos va presentando en el camino. Sí, siempre crecer y no estancarse. En algún momento, no sé si nosotras, pero quizás las que vienen atrás, van a poder vivir de esto.

Hablando particularmente del juego, ¿son distintos el fútbol masculino y el femenino?

Son muy distintos. Los hombres tienen otra fuerza, tienen otro ritmo. El juego en sí es el mismo. La diagonal hay que hacerla igual, los cambios de frente si pueden hacerse se tienen que hacer igual. Lo que cambia mucho es el ritmo y la fuerza que tienen los hombres. Pero después es el mismo deporte y es la misma pasión.

¿No creés que haya ninguna ventaja de lo femenino?

No sé. Me parece que quizás nosotras lo sentimos de otra manera. No sé si llamarlo así, pero creo que también al no ser profesionales, jugar por lo que realmente nos gusta y hacerlo como hobbie, nos lleva a que una lo sienta el doble, digamos.

Hablás de vivirlo de otra forma. El martes pasado jugaron Tristán Suárez contra San Telmo por el ascenso a la Primera Nacional y se podían ver en el partido patadas, gritos, insultos, mañas. ¿Eso sucede en el fútbol femenino?

Me parece que los hombres son un poco más sobreexigentes en esas cosas. Creo que se calientan un poquito más también. Nosotras sí nos pegamos, pero no creo que con una doble intención o algo así. Creo que disfrutamos de lo que hacemos y siempre tratamos de hacerlo de la mejor manera.

Tenés 22 años y una carrera larga por delante. ¿Qué esperás del futuro?

Seguir creciendo, obviamente. Jugar quizás en Europa. Ese el sueño de cualquier futbolista también. Seguir jugando mundiales. Apostar siempre a más.

¿Tuviste ofertas de Europa?

Sí, pero creo que todavía no estaba preparada para ese momento. Prefiero prepararme mejor.

¿Preparar en qué sentido?

En cuanto a lo físico, a la cabeza. En poder llevar a la familia. Un montón de cosas, decisiones que tenés que tomar.

¿Tenés algún sueño en particular?

Creo que ya he vivido un montón de cosas, como el Mundial, que es algo máximo. Ojalá pueda seguir viviendo de lo que es el fútbol o, mejor dicho, llegar a vivir realmente lo que es el fútbol.

“Las futbolistas somos trabajadoras precarizadas”

“Las futbolistas somos trabajadoras precarizadas”

Macarena Sánchez.

Nacida hace 27 años en Santa Fe, Macarena Sánchez llegó a la Ciudad de Buenos Aires a cumplir su sueño en “la gran ciudad”. Logró entrar en el UAI Urquiza donde en siete años cosechó cuatro campeonatos de AFA –el último incluido– y una medalla de bronce en la Copa Libertadores. El 5 de enero, en el receso del Torneo de Primera División 2018-2019, su director técnico le informó que quedaba afuera del plantel por una “decisión futbolística”. Lo inoportuno e irregular es que Macarena no podrá inscribirse en otro equipo hasta la apertura del libro de pases, lo cual la dejará sin jugar por los próximos seis meses.

Ante esto, Macarena inició un reclamo histórico al club y a la AFA para que se reconozca su relación laboral como jugadora profesional. Su caso revolucionó las redes sociales: cientos de asociaciones y jugadoras de todo el mundo le dieron su apoyo demostrando que la lucha por la igualdad de derechos entre varones y mujeres no reconoce fronteras. Macarena lo sabe y puso su voz y su cuerpo para ser escuchada. En diálogo con ANCCOM, habla sobre el camino recorrido y las principales problemáticas que afrontan a diario las mujeres que se abren paso en el fútbol en la Argentina: “Nos acostumbraron al rigor del silencio –afirma–, pero llega un momento en que tenés que poner en la balanza si pesa más lo personal o el presente de un montón de chicas y el futuro de generaciones por venir. Esto último pesó más para mí”.

¿Pensaste que tu caso iba a tener tanta repercusión?

Pensé que iba a ser grande pero no de esta magnitud. Me sorprendió para bien porque sirve no sólo para visibilizar mi caso sino la situación del fútbol femenino en general.

Recibiste mucho apoyo de chicas que viven situaciones similares en otros países…

Es un problema a nivel mundial, salvando las distancias, ya que hay países donde está más profesionalizado el deporte pero de todas maneras se dan situaciones de desigualdad. Desde la brecha salarial hasta temas de estructura, no hay ningún país donde se esté en paridad de condiciones con los hombres. Acá en Argentina estamos a años luz de ciertos países.

¿Cómo sobrellevás el alto nivel de exposición en estos días?

Es muy difícil, UAI Urquiza es el club donde jugué siete años. Pero no me arrepiento, lo volvería a hacer porque sé que es para el bien de todas. Viví un montón de cosas en el fútbol, amo jugar al fútbol, es mi pasión, pero si no llega la oportunidad en otro club voy a seguir dando mi lucha desde otro lugar para que otras generaciones no tengan que pasar por lo que estamos pasando nosotras.

¿Tuviste alguna respuesta del club o de AFA respecto a la intimación que presentaron tus abogadas el 18 de enero?

De AFA me contestaron formalmente por escrito el 31 de enero, negando la relación laboral y los distintos puntos expresados en nuestra intimación. Niegan por ejemplo estar incumpliendo con las normativas de la FIFA en materia de igualdad de género y las obligaciones de no discriminación hacia las mujeres. Del club no recibí respuesta alguna, nadie más volvió a contactarse conmigo.

¿Por qué el club tomó una decisión tan abrupta en medio del torneo?

No me lo esperaba, menos a mitad de campeonato, sin posibilidad de reorganizarme, no es correcto. Sobre los motivos, me transmitieron que era una decisión futbolística  y me tuve que quedar con eso, no me dijeron nada más. Pero pensar en el motivo, si fue o no por cuestiones deportivas, es correr el foco, a fin de cuentas la consecuencia es que me quedé sin club.

¿La decisión de denunciar esto fue tuya o personas de tu entorno te animaron a hacerlo?

Nació un poco de mí y hablándolo con mi hermana, que es una de mis abogadas. Con el correr de los días decidí llevarlo más allá para que no quede como un caso más, como sucede habitualmente en el fútbol femenino que vivimos estas injusticias y terminan en la nada porque no tenemos un apoyo legal, nada que nos ampare. Muchas de las chicas no cuentan con recursos. Al no ser tomadas como profesionales, Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) no nos toma dentro de su gremio. Ni ellos, ni los clubes, ni AFA nos escuchan, estamos solas cuando suceden estos casos.

¿En qué se diferencia la dinámica deportiva del fútbol femenino con una práctica amateur?

Una de las cuestiones es el contrato. Nosotras solo firmamos una ficha de inscripción por un año al inicio de cada torneo, el cual no tiene valor contractual. Sin embargo, no dejamos de ser trabajadoras por eso, estamos en todo caso precarizadas en una situación laboral no regularizada. Cumplimos con todo lo que nos exige el club: tenemos horarios como los hombres, no podemos faltar, vamos a entrenar como mínimo cuatro veces por semana tres horas más el día de partido, o hasta hacemos doble turno. La mayoría somos del interior, no podemos visitar a nuestras familias porque tenemos que jugar. Creo que las mujeres lo vivimos con muchísima más pasión, es enorme el esfuerzo que hacemos. Somos jugadoras, trabajadoras y lo vivimos como profesionales porque lo sentimos así.

¿La vara que mide a la mujer deportista es más alta?

Es esa doble exigencia de tener que demostrar que somos capaces de competir, de alcanzar objetivos. Es un esfuerzo constante para demostrarle a la sociedad que estamos capacitadas para ocupar un lugar que históricamente ha sido de los hombres. Lamentablemente se termina romantizando nuestra precarización. Un diario capaz te titula “Qué orgullo la jugadora que entrena, trabaja y estudia”, pero hay una realidad detrás de eso, nos están esclavizando, hacemos este esfuerzo porque no nos queda otra. Yo salgo a laburar y juego al fútbol porque no tengo otra opción, con solo jugar no puedo vivir.

¿Cómo fue tu experiencia al venir a entrenar a Buenos Aires?

Me costó mucho la adaptación en cuanto a lo deportivo y al cambio de vivir en una gran ciudad lejos de mi familia. De por sí el mercado de jugadoras se mueve y está muy centralizado dentro de Buenos Aires en un circuito muy cerrado. Hoy es muy complejo para las chicas de las provincias venir e insertarse por múltiples cuestiones ya sea por el  alojamiento, porque son menores, por el desarraigo o los temores de la familia. Yo vine para cumplir un sueño. Los agarré a mis viejos y les dije que quería jugar en un club y ganar una copa. Ellos me apoyaron desde el primer momento.

¿Te encontraste con otro nivel de exigencia?

En lo futbolístico el torneo acá es mucho más competitivo, el nivel de entrenamiento y exigencia es más alto, está más desarrollado que en el interior donde todo es más precario, los recursos son aún más escasos. La mayoría de las chicas de los clubes del interior dependen de la liga de cada provincia que cuenta con menos recursos, porque el único que depende de AFA es el torneo que jugamos acá en Buenos Aires. Yo empecé a jugar en UAI a los 20 años y me di cuenta que me había entrenado mal durante 10. Desde los seis que juego a la pelota pero hasta los quince no tenía dónde hacerlo, no había ningún club que me abriera las puertas entonces no me quedaba otra que jugar en una plaza. Recién a los 15 pude comenzar a jugar en uno de los pocos clubes que tenía equipo femenino en Santa Fe.

¿Cómo hace una jugadora de fútbol para llegar a fin de mes?

Vivimos de hacer otras cosas porque el sueldo de una jugadora de fútbol no es ni la mitad del básico en Argentina. Algunas tienen la posibilidad de que su familia las ayude económicamente, no trabajan pero por lo general estudian. Hay muchos casos inclusive donde las jugadoras tienen que pagar para jugar, ya sea abonando una cuota societaria, pagándose el transporte, la ambulancia, cosas que obligatoriamente las tiene que pagar el club porque está en el reglamento de AFA, una ambulancia, un policía, un médico, pero que muchas veces no se cumple. Entonces las chicas tienen que salir a laburar para pagarse sus gastos porque si no no se presentan en el partido, pierden los puntos y tienen consecuencias.

¿Qué otras problemáticas urgentes padece el fútbol femenino?

Una de las más grandes es la cobertura médica. La mayoría no tiene obra social, se lesionan en un entrenamiento o en un partido y se tienen que pagar su propia operación, el club no se hace cargo de nada, menos de los meses de rehabilitación. Muchas veces las jugadoras se recuperan mal y se vuelven a lesionar. Otra falencia es la falta de estructura de escuelitas y juveniles, no se tiene en cuenta a la mujer jugadora desde chica. Las niñas tienen que practicar el deporte de manera informal porque no tienen un lugar donde desarrollarse. Es un gran problema porque es una edad donde es importante adquirir conocimiento, de más grande cuesta mucho más. Es fácil decir que las jugadoras son malas, que no juegan al mismo nivel o no son rápidas o fuertes. No se puede pretender que una mujer tenga la misma fortaleza física que un hombre si empieza a entrenar bien a los 20 y ellos nacen, les regalan la pelota y a los cinco ya pueden ir a una escuelita.

Son problemas que requieren una solución de fondo…

Sí. Los clubes deberían tener un proyecto serio, a largo plazo. No hablo de la salida fácil, de hacer 20 contratos por equipo, nos desligamos y es profesional. Las chicas necesitan un lugar donde entrenar, los materiales necesarios, una obra social, ser conscientes que un jugador de alto rendimiento tiene que comer bien. Son cuestiones básicas que los hombres las tienen al alcance de la mano.

¿Te preocupa que los tiempos de la profesionalización no sean los de las necesidades presentes?

Entiendo que la profesionalización es a largo plazo pero mientras tanto hay chicas lesionadas a las que no les pagan las operaciones. Algo hay que hacer, son derechos básicos. Se escudan en que el fútbol femenino no vende, pero tenés que invertir para que venda, buscar sponsors, atraer gente, televisación. Es falta de voluntad, no quieren que la mujer ocupe los mismos espacios que el hombre, porque los recursos están pero se centraliza en el fútbol masculino.  

¿Qué opinás sobre el DNU que transformó la Secretaría de Deportes en una “agencia”?

Es más de lo mismo de lo que hace este Gobierno, privatiza, toma el deporte como una oportunidad de negocios en beneficio propio. No lo hacen por desconocimiento, lo hacen por conveniencia y porque les va a ser redituable económicamente. Tenemos un gobierno de empresarios que no se preocupan por el bien de la sociedad. No invierten o recortan políticas contra la violencia de género, ¿van a invertir en el deporte? ¿Qué va a pasar con el CENARD? Esa es la casa de los deportistas olímpicos argentinos que se rompen el alma para entrenar.

¿Qué representa para vos el feminismo?

Me cambió la vida y la mentalidad completamente. Siento que siempre fui feminista pero no le había podido poner nombre antes. Desde chica me molestaron las diferencias, injusticias y privilegios. El feminismo me empujó a  animarme a hacer lo que hice, creo que hace un par de años no lo hubiera hecho. Pasé muchas situaciones de destrato o maltrato y no fui capaz de plantarme porque sabía que el otro tenía más poder que yo. Las mujeres en este ámbito han sido siempre relegadas y el feminismo es un movimiento que va en contra de eso, que lucha por la igualdad, te da la fortaleza para hablar siendo consciente de que los beneficios tienen que ir más allá del beneficio personal, es por un bien colectivo.

¿El miedo es el principal rival a vencer?

Muchas jugadoras callan por temor a perder lo poco que tienen, a mí me pasó, se lo que cuesta poder tener un lugar en este deporte y no hablas por miedo a las consecuencias. En gran parte es culpa de los dirigentes que juegan con ese miedo y con la presión que recae sobre nosotras.

En un tuit invitaste a que te escribieran todas aquellas jugadoras que sufrieron o sufren situaciones de injusticia o desigualdad. Tuviste más de 200 respuestas, ¿alguna te llamó la atención?

Se trata de las situaciones y problemáticas que venimos conversando que se replican en distintos clubes. Si bien yo viví muchas en carne propia, no dejan de sorprenderme ciertas historias como la de una chica que me escribió que las hacían limpiar el vestuario antes de jugar porque el club sólo se los limpiaba a los hombres. Quizás para algunos sea una pavada, pero es de una violencia simbólica muy fuerte.

¿Influyó en tu visión actual estar cursando Trabajo Social en la UBA?

Antes de entrar a la UBA pensé que era una persona de mente abierta pero me di cuenta que no, que me faltaban un montón de cosas por aprender. Cursar en una universidad pública te hace conocer muchas realidades, pibes que no tienen por ahí ni para comprar un apunte, gente mayor que se decide a arrancar una carrera, compañeros de otros países, chicos que van a las corridas después de laburar. A mí me abrió la cabeza y me dio un nivel de conciencia social que antes no tenía.

¿Qué expectativas tenés respecto a la participación de la Selección Argentina femenina de fútbol en el mundial de este año en Francia?

Confío en que les va a ir bien, hicieron una buena Copa América, a pulmón. Es histórico que hayamos clasificado al Mundial perteneciendo a una liga amateur, si bien muchas de las convocadas son profesionales porque juegan en otros países donde tienen preparación y dinámica superiores. En nuestra Selección tenemos grandes individualidades, el tema es que el equipo como grupo no se conoce dentro de la cancha. Se encuentran 15 días antes del Mundial mientras hay selecciones que están hace dos años preparándose. Es claro que no competimos en igualdad de condiciones cuando el resto de los planteles se dedican de lleno al deporte y tienen la cabeza y el cuerpo cien por ciento en eso, con una estructura deportiva, económica y de salud que las respalda para que lleguen de la mejor manera.

«Vamos Villas vamos»

«Vamos Villas vamos»

Villas Unidas nació de una iniciativa de la Escuela de Entrenadores César Luis Menotti.

Se abren las puertas de la ambulancia y de ella bajan corriendo, una de tras de otra, las 17 jugadoras que se dirigen al vestuario para vestir la camiseta violeta de Villas Unidas. Tienen solo 15 minutos para cambiarse, calentar un poco los músculos y  prepararse mentalmente para enfrentar a su rival. “Vamos, vamos, la que ya esté lista a la cancha”, dice el profe Gustavo Levine que, mientras les pide que se apuren, con sus manos y un inflador manual, intenta llenar de aire las pelotas que se utilizarán para el partido. Talleres de Remedios de Escalada, el equipo contrario, ya entrado en calor, se retira tranquilamente al vestuario para prepararse, mientras el recién llegado, ya con el uniforme y los botines dispuestos para el juego, aunque todavía algunas con el cabello a medio recoger y otras con las medias casi a mitad de pierna, intentan calentar y terminar de organizarse. El preparador físico da indicaciones puntuales mientras arma de forma rápida un pequeño circuito de entrenamiento.

“Solo tenés 10 minutos”, le dice el árbitro al  DT. “Por favor, dame los 15 que permite el reglamento”, suplica el profe. Es así que con el tiempo cumplido, las jugadoras se toman las últimas fotos, saludan al rival de la mano y suena el pitazo que da inicio al encuentro.

Llegar sin morir en el intento

Empieza el día y con él todos los preparativos para el encuentro. La calurosa mañana del domingo, con el sol en todo su esplendor, reafirma que hoy se transpirará mucho más la camiseta. La cita es a las 14 en el Complejo Polideportivo Pomar, ubicado en el barrio porteño de Floresta. De este lugar sale el micro que llevará a todo el plantel del equipo femenino de fútbol de Villas Unidas a enfrentar a Talleres, en el predio D10 en Pilar, lugar en el que Villas ejerce su localía por el Torneo de Primera C del campeonato femenino organizado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

“Subamos todo al micro y salimos”, dice Levine, el director técnico del equipo. Los preparadores físicos empiezan a pasar, del auto del DT al micro, cajas de manzanas, de naranjas, varios racimos de bananas, termos y botellas de agua. Las jugadoras se reúnen entre tanto en la plaza que está en las afueras del complejo con algunos familiares que las acompañan. Se saludan y comentan entre ellas anécdotas de cómo estuvo su semana.

Un “nos vamos” se escucha a la par de los motores del micro. El fuerte sonido se debe a que es un vehículo algo viejo, con la pintura un poco desgastada y con pinta de que ya debería de salir de circulación. “Yo pensé que iban a mandar el que siempre nos lleva” comentan entre las chicas, al ver de nuevo al transporte que las habían usado el partido pasado. “Lo que pasa es que el micro que siempre nos lleva está en reparaciones”,  comenta Gustavo Quezada, psicólogo del plantel. Con todos a bordo, con ambiente de fiesta y risas que caracteriza a las jugadoras, a las 14:30 arranca el micro camino a Pilar, con tiempo suficiente para llegar. El conductor emprende el viaje con atuendo veraniego, un cigarrillo en su oreja y reggaetón de fondo en la radio. Estima llegar en una hora.

“¿Qué querés “China”? ¿Banana, manzana?”,  comienza a caminar, preguntar y entregar Emiliano Weinstock, preparador físico de las chicas, además de empezar a rotar botellas de agua. “Es importante que coman algo liviano y se hidraten”,  explica.

A veinte minutos de recorrido el micro se detiene por indicaciones del DT, quien se baja para esperar a dos jugadoras más que estaban por llegar. Una de ellas es Fiorella Roldán, la 10 del equipo. Al subir saludan calurosamente a cada una de sus compañeras y entre comentarios se ríen. El micro retoma el recorrido. Hace unos kilómetros cuando se escucha un “Profe, sale humo”. Son las jugadoras que se encuentran sentadas en la parte del fondo las que dan el aviso mientras el humo empieza a invadir todo el micro junto con el olor a aceite quemado. “Vamos, todas abajo con calma, dejen las cosas y salgan”,  son las indicaciones de Levine que junto al preparador físico empiezan a dirigir la evacuación. Es así como, en plena Panamericana, el micro se detiene para no volver a arrancar.

El micro de Villas Unidas se quedó en la Panameriana y las jugadoras debieron llegar en un colectivo de línea.

Son las 15:30, hora estimada en la que debería estar el equipo en Pilar, para descansar de todo el viaje, cambiarse y calentar. La mayoría de las jugadoras tienen también cansancio acumulado. “Yo tengo dos horas de viaje. Tomo dos colectivos y un remis para llegar al Pomar”,  cuenta Paola Parra, una de las arqueras, quien vive en González Catán y viaja desde el barrio con Sofía Alzogaray. Como ellas, otras vienen de Quilmes y  Florencio Varela.

Después de varios llamados, la decisión del Levine es dividirse en grupos para tomar varios Uber que lleven a todos a Pilar. Con ayuda de los preparadores y, cargando al hombro las botellas, las cajas de frutas, los implementos deportivos y los uniformes, caminan hacia la bajada de la autopista para llegar a un lugar seguro. “Aquí es la parada del 203. Ese nos lleva a Pilar”, comentan algunas de las chicas sin perder la energía y motivación. “¿Será que vamos en ese?”,  duda el profe pero al ver llegar el colectivo, lo para y se acercan para hablar con el chofer. Con el visto bueno, todas comienzan a subir y se desactiva el plan Uber.  El colectivo se llena de golpe. “Este nos deja cerca profe, pero tenemos que caminar”,  dice Sofía, tiene 19 años y hace cuatro meses que forma parte del equipo, combinando el entrenamiento con la cursada en la escuela. “Yo juego desde los 6 años pero en el barrio, hasta que ya grande me animé a jugar en el Deportivo Italiano y allí Gustavo me vio y me trajo para acá”,  cuenta.

El reloj marca las 16:30 y un viaje que se pensaba sería de una hora, pasó a extenderse a dos. “Ya vamos a llegar”,  se le escucha decir al DT, además de pedirles que a su llegada se apuren en cambiarse porque no van a tener tiempo para entrar en calor antes del partido, que estaba pactado para las 17.  Finalmente se ve la parada y al bajarse todo el plantel, el colectivo queda vacío. “Hacia la ambulancia que está estacionada”,  indica Gustavo mientras las chicas suben apretujadas a ese vehículo, que es el que alquila el club para que esté presente durante el partido;  el resto del pasaje se encarga de llevar las frutas, la bebida y el equipamiento a dos autos de conocidos. Y así, en un ambulancia,  llegan a la cancha las jugadoras de Villas Unidas

González Catán, Quilmes y Florencio Varela son algunos de los territorios que habitan las chicas de Villas Unidas.

La recompensa al esfuerzo

A Las 17:15 se da inicio al partido y la indicaciones del profe Levina no se dejan esperar: “Bien Dahi”, “afuera equipo”, “tranquila Lucía”, “bajá Natalia”, “esperala un poquito”, “armar la barrera”, “vamos Lucía”, “que no patee el centro,  China”.

Los primeros 45 minutos son de un juego aguerrido, con buenos pases y con un vendaval de goles: tres para el local y dos para el visitante. En el entretiempo se dirigen al vestuario para descansar y recibir las indicaciones del DT sobre cómo encarar la segunda parte.

Ya en el segundo tiempo y con un juego un poco más picante empiezan las lesiones. “Esperá que ya va el médico”, le gritan las chicas de Villas que están en el banco de suplentes a Natalia Gamarra, tras recibir un pelotazo en el estómago que la deja sin aire. Llegan más goles, uno para cada equipo. “Vamos Villas, Vamos”, le cantan las jugadoras que están fuera de la cancha y unos pocos familiares que se encuentran en una tribuna lejana. Cerca del final y con una jugadora de Talleres en el piso, se presenta una discusión entre el árbitro y el director técnico de ese equipo, que termina con la expulsión del entrenador «tallarín». Se reanuda el partido pero siguen las discusiones “No me digas qué hacer, fijate vos lo que hacés”,  se escucha recriminarle una de las jugadoras de Talleres a su compañera. «Esto es común”,  comenta  Yesica la China Zelaya al ver el episodio del equipo contrario. “Dentro de la cancha todas tenemos discusiones pero fuera de ella somos todas amigas”,  afirma. Al igual que algunas de sus compañeras, empezó a jugar desde pequeña y siempre lo hizo en equipos mixtos.  “Por más de cuatro años participé en ligas barriales con equipos integrados por hombres y solo tres mujeres. Creo que eso ayudó mucho en mi estado físico.”

Suena el pitazo final y las jugadoras de Talleres se van molestas mientras que las de Villas se abrazan eufóricas y cantan: “Vamos Villas a ganar”. El marcador favorece al local, dejando un resultado de 4-3, con dos tantos de Natalia Gamarra, quien está hace seis meses está en el club y trabaja de niñera en la semana. “El trabajo con Gustavo es muy bueno, siempre nos trata muy bien”, revela. Los otros dos golazos desde fuera del área fueron por cuenta de Fiorella Roldán, quien celebró el primer gol abrazando a entrenador.

El detrás de Villas

Villas Unidas nació hace un año, por una iniciativa mixta: por un lado, la Escuela de Entrenadores César Luis Menotti, entre los que se encuentran famosos referentes del futbol masculino, entre ellos Fernando Signorini, quien fuera el preparador físico de la Selección Argentina y de Diego Armando Maradona en sus años de gloria. Por el otro, un puñado de organizaciones sociales que buscan darle la oportunidad a los niños y jóvenes de los sectores más vulnerados de aprender, disfrutar y promocionar su desarrollo futbolístico.

Villas Unidas es el único club en el mundo del fútbol de ascenso que se organiza y se mantiene gracias a las ayudas sociales y donaciones y que  apuesta a la inclusión social y de contención para los más necesitados. Actualmente cuenta con el equipo de fútbol femenino, que disputa el torneo del ascenso de la Primera C de la AFA, en un año clave, porque por primera vez esa institución lanzó la liga profesional jugada por mujeres, en cuya categoría superior juegan UAI Urquiza (el último campeón), Boca, River, Racing. Defensores de Belgrano y otros equipos. Claro que en el ascenso la realidad es muy diferente a la que los planteles de la primera división.

“La dirigencia se ocupa permanentemente de nosotros como cuerpo técnico y de las chicas como jugadoras. Todos los partidos ponen un micro, es un club que no le cobra a las jugadoras, que se hizo cargo del costo de la cobertura médica obligatoria que tiene AFA, que pagó el pase de club de cuatro de ellas, les aporta dinero en efectivo para que carguen la SUBE”,  describe Levine.

En cuanto a los mitos generados sobre el desempeño de las mujeres en el fútbol, el preparador físico Weinstock afirma: “Hay pocas diferencias, solo un poco desde lo físico por tema de género, por la explosividad y fuerza que caracteriza al hombre, pero después las chicas tienen las virtudes de la concentración, obediencia y disciplina, que cuesta siempre trabajarlo con los hombres”. Además considera que lo importante para el plantel no es el resultado de los partidos ya que lo que realmente tiene valor es el proceso y crecimiento de cada una de las jugadoras.

Villas Unidas sabe que debe trabajar todos los aspectos de sus jugadoras para mantener un equipo consolidado, ya que según lo dicho por el Técnico,  “el plus que tiene Villas es que las chicas provienen de barrios populares, de ver el fútbol como un juego, como posibilidad de ganar dinero rápido por jugar en los barrios. Cuando se insertan en el fútbol oficial, de AFA y de una primer división, el panorama cambia sustancialmente y el cuerpo técnico tiene que tener todo esto en cuenta para trabajarlo”.  Por eso, el plantel también cuenta con un entrenador de arqueras, un psicólogo para trabajar el entrenamiento de los vínculos, mejorar la comunicación y trabajar el liderazgo. Además contemplan la necesidad de incorporar una nutricionista, pensando en armarles un plan de acuerdo al contexto social de las jugadoras y de sus necesidades.

El proyecto de Villas crece poco a poco, intenta ser muy abarcativo: en marzo de 2020 su equipo infantil masculino participará en las ligas de la AFA, además de estar desarrollando la categoría senior y en un futuro las inferiores femeninas del club.

De regreso al inicio

El encuentro ha finalizado y las chicas se retiran para celebrar en el vestuario con cupcakes traídos por el Levine. El ánimo en el regreso, que nunca estuvo abajo por más de los inconvenientes del día, es de fiesta  por el partido ganado. “Se viene un equipo duro”,  comentan: Tigre, puntero del torneo. Por ahora disfrutan, conversan, se divierten. No se preocupan demasiado: en su mundo, muchas veces solo se vive un día a la vez.

El fútbol femenino tiene historia

El fútbol femenino tiene historia

Las pioneras del fútbol nacional celebraron el Día de la Futbolista.

“Mis cuatro paredes estaban repletas de pósters de jugadores de todos los equipos. Pero me hubiera gustado tener pósters de Marta Soler, de Betty García, de Elba Selva”, dice la fundadora de Pioneras del Fútbol Femenino en Argentina, Lucila Sandoval. En 2016 esta ex arquera de Independiente decidió que era indispensable recuperar la historia de las mujeres en el fútbol. Luego de tres años, la organización consiguió que la Legislatura porteña declarase el 21 de agosto como el Día de las Futbolistas Argentinas. 

Es usual que se tenga presente toda clase de datos, anécdotas y estadísticas sobre equipos de fútbol masculinos a lo largo de los años en Argentina. Sin embargo, no es tan común -o al menos no lo era hasta hace poco tiempo- conocer la historia del fútbol femenino. Cuando en 1988 Sandoval fue a firmar su primer fichaje vio un cuadro de la selección femenina de 1971 en el mundial de México. “Yo nací en el 70, me sorprendía pensar que yo estaba gateando y había mujeres jugando un mundial”, cuenta la arquera y subraya: “Esas mujeres habían quedado olvidadas y con ellas, todo su recorrido”. Esa generación desmalezó el camino para nosotras”.

La tarea que encara Pioneras, de recolectar y compartir el recorrido de las jugadoras, busca crear un marco de referencia, un espacio de identificación para las nuevas generaciones. Su fundadora reconoce que “si no hubiera habido esta movida feminista, no se hubiera podido visibilizar tan rápido nuestra causa”. Dentro de un deporte considerado mayormente masculino, las mujeres también fueron haciéndose su lugar a través de la lucha. “Antes, a nadie le hubiera interesado rescatar la historia de viejas locas que jugaban al fútbol. Ahora, son mujeres que construyeron la historia del deporte. Ahí está la diferencia”, dice Sandoval. 

El exsecretario de Depòrtes de la Nación, Claudio Morresi, estuvo junto a las pioneras del fútbol argentino.

21 de agosto

En 1971, la Selección argentina fue invitada a México para jugar el Mundial de Fútbol Femenino. El equipo no tenía director técnico y sus integrantes nunca habían jugado con botines: “Cuando nos los dieron tuvimos que caminar un poco, parecía que teníamos taco alto”, cuenta la ex futbolista Elba Selva. Para poder pagar las cartas que enviaban a su familia algunas de las jugadoras cantaron en bares o firmaron autógrafos. “A pesar de que hemos pasado algunas cosas malas, todo lo bueno es lo que más recuerdo”, dice Selva. 

La goleadora comenzó a jugar al fútbol cuando era pequeña en el barrio fabril en el que vivía y aún hoy, a sus 74 años, continúa ejercitando cotidianamente en el polideportivo de General Rodríguez. “En mi barrio eran todos varones, me quedaba a jugar con ellos o no jugar”, cuenta.  Según relata, en su época no era común ver a mujeres en la cancha y muchas veces la mandaron a lavar los platos. “Pero como me gustaba, nunca me importó lo que me decían, a mí me interesaba el fútbol”, señala. 

Cuando la convocaron para ir a México, al principio se negó: “Tenía un bebé de 2 años y antes de perder a mi familia, prefería perder el fútbol aunque se me partiera el alma”. Sin embargo, su marido insistió en que no podía perderse aquella oportunidad única y que se organizarían para cuidar del niño. Selva entiende que este fue “un caso único, porque en ese tiempo era difícil, se lo agradecí siempre”.

Dos generaciones de futbolistas se reunieron en la celebración.

El 21 de agosto de 1971 la Selección jugó contra las inglesas y ganó con cuatro goles de Elba Selva. “Sobretodo me emocionó la gente, me quedó en el alma y no se me va a borrar nunca cuando gritaban ‘Ar-gen-tina’”, comenta. Fue este hecho el que Lucila Sandoval tomó como hito histórico para proponer el Día de las Futbolistas, aprobado este año en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en proceso de aprobación en otras partes del país. “Esto que salió en la Ciudad lo festejan las jugadoras de toda la Argentina”, sostiene la arquera. 

Las integrantes de Pioneras reconocen que la profundización del feminismo en los últimos años ha sido indispensable para la difusión y mejora del fútbol femenino. Elba Selva se arrepiente de no haber contado su historia antes, porque quizás hubiera servido para agilizar el proceso. Aún así, falta mucho camino por recorrer, “tenemos que ser más profesionales que nunca”, dice Sandoval y espera que la profesionalización de este deporte permita que todas y todos tengan los mismos derechos y atribuciones porque “están llevando el mismo escudo”. El fútbol femenino tiene historia y tiene un futuro: “Tenemos un hito histórico, tenemos una fecha, tenemos próceres”, arenga Sandoval.

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