Una verdadera grande de muzzarella

Una verdadera grande de muzzarella

A medida que pasa el tiempo, la pandemia también hace estragos en la economía. A pesar de la ayuda estatal, muchas empresas y muchos empleos quedarán en el camino. Sin embargo, las crisis, a veces, alumbran oportunidades, como la de la pizzería 1893, del barrio porteño de Villa Crespo, que ahora será gestionada por una cooperativa formada por sus trabajadores.

La situación de este comercio es un caso particular. Ubicada hace más de 25 años en la esquina de Scalabrini Ortiz y Loyola, la pizzería gozó siempre de popularidad en el barrio, de manera que muchos clientes habituales visitaban el lugar de manera constante. Pero a diferencia de los demás locales, la situación comenzó a ponerse adversa desde tiempos anteriores a la pandemia, debido a que la relación del dueño con sus empleados nunca fue buena.

“No pagaban las cargas sociales. Yo estoy hace 13 años y nunca me las pagaron, siempre decían que se habían adherido a un plan de pagos”, explica Ernesto De Arco, experimentado mozo de la pizzería. “Un compañero –continúa ejemplificando- fue a atenderse a la obra social y no lo admitieron porque no tenía al día las cuotas. Y había atrasos de hasta tres meses en los pagos del aguinaldo”.

Sumados a todos estos problemas, llegó la pandemia y tuvieron que actuar rápido: “Cuando autorizaron para abrir con la modalidad de delivery, la emergencia económica de los compañeros hizo que metamos presión para que abra el local porque el jefe no estaba dando señales. Así pudimos abrir y administrar todo”, explica De Arco, quien además detalla que su jefe se desligó completamente de la situación, sosteniendo que los pagos de sueldos eran imposibles y la situación irremontable.

La administración en equipo fue uno de los momentos más duros para levantar el negocio: “Con la recaudación del día íbamos guardando para poder comprar la materia prima para trabajar, y lo que quedaba lo repartíamos entre los compañeros y compañeras, si teníamos suerte nos hemos llegado a llevar 500 pesos y había días que no podíamos llevarnos nada”, comenta.

La idea de mantener la pizzería nunca se puso en cuestionamiento. De Arco expresa que la decisión fue colectiva, ya que no había respuestas ni buena predisposición por parte del dueño, Danilo Ferraz: “Nos trataba muy mal, era un tipo muy prepotente”.

Sin embargo, y pese a las adversidades a las que se tenían que enfrentar los empleados de 1893, los buenos comentarios y las ayudas no tardaron en llegar. “Los clientes y los vecinos del barrio nos apoyaron, de hecho hemos recibido muchos llamados para demostrarnos su apoyo y darnos fuerzas. Inclusive hubo gente que se puso a disposición para dar una mano en lo que necesitáramos”, dice De Arco. “También se acercaron referentes políticos de la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) y nos ofrecieron sus herramientas políticas para llevar adelante el conflicto, así que junto a estos referentes y abogados que nos han acompañado pudimos continuar. También el comunero Leonardo Lucchece se acercó para darnos una mano”, agrega.

Con respecto a la situación actual y qué futuro le depara a 1893, De Arco comenta que el proyecto y las intenciones de mantenerlo están más fuertes que nunca: “Estamos arrancando con la cooperativa, firmamos el contrato de alquiler recién a mitad de julio, nos puso muy contentos. Por suerte gracias al apoyo de vecinos tenemos una buena cantidad de pedidos, así que venimos muy bien.”

“Hoy somos 13 socios, los mismos que arrancamos cuando sucedió el conflicto. También están los cocineros y compañeros de salón, personal que se encarga de todo lo que administrativo, cajera y delivery. Somos las personas que se necesitan para trabajar con el salón lleno, por eso no es necesario por ahora que todos trabajemos todos los días, por la cantidad de ventas de hoy”,  comenta De Arco.

“Beneficio económico no estamos sacando mucho –subraya el mozo-, primero porque tuvimos que pedir plata prestada para juntar casi el millón de pesos que necesitábamos para firmar el contrato de alquiler, así que tenemos bastante para devolver. Por supuesto que atendemos las necesidades especiales de algunos compañeros y compañeras que tienen prioridades que no se pueden posponer, como compañeros que alquilan y no pueden demorar los pagos. Pero de a poco vamos a ir haciendo retiros con las ganancias que generemos, recién estamos empezando pero pronto vamos a poder sacar un beneficio todos los socios”, explica.

La mítica y reconocida pizzería de la zona de Villa Crespo logró levantarse, no solo de la adversidad que trajo el covid, sino de una situación que también arrastraba hace tiempo y que perjudicaba especialmente a sus trabajadores, principales responsables del engranaje que hacía que el negocio rindiera sus frutos. De a poco, el local se va asentando en buenas bases y pusieron como regla principal algo que es de destacar: el trabajo en equipo y el compañerismo como regla principal, y por sobre todas las cosas.

Toca madera

Toca madera

Este año, Maderera Córdoba creció en socios pero no pudo sostener el volumen de trabajo.

Un hall espacioso que parece hecho de madera, con piezas exhibidas como si fuese una galería de arte. Sumado a los armarios, mesas y bibliotecas, se exhiben casitas, sillas, letras, carteleras y hasta macanas de policía. Sobre el mostrador, un cartel gigante con protagonistas gauchescos declara: “Guapo es el que labura”. Mientras espera a ser atendido, quien visita Maderera Córdoba -una empresa recuperada y autogestionada por sus trabajadores-, ubicada al 3165 de la avenida porteña que le da su nombre, tiene una gran muestra de creaciones pulidas y sin pintar con los que entretenerse. Se nota, desde el primer momento, que en la elaboración de esos objetos hay un factor fuertemente humano.

Un contexto difícil, una dinámica particular

“Este año crecimos como empresa en cantidad de socios, pero de cualquier manera estamos un cuarenta por ciento abajo”, dice Guillermo Sabatella,  quien fue el primer presidente de la cooperativa. Se apoya en la mesa de una cocina separada de la oficina administrativa por un biombo antiguo con motivos. Al otro lado se escucha una radio que anuncia un 34,5% de pobreza. “Durante los primeros cinco años de existencia la cooperativa creció a tasas chinas”, remarca Sabatella, quien señala que se trataba de un local con mucha fama, ochenta años de existencia y que está ubicado sobre una avenida importante. “En ese momento, además, la economía en general acompañaba. A medida que vieron que funcionaba, los clientes se volvieron a acercar”.

En un taller espacioso y repleto de aserrín, Felipe Ramírez marca una tabla de madera con un compás y una regla. El carpintero, nacido en Bolivia, está en la cooperativa desde que se constituyó.  “Ya no tenemos encargos de muebles grandes, como antes”, dice sobre el zumbido de las máquinas que usan dos de sus compañeros para cortar tablones. “Aunque igual tenemos lo suficiente para poner  plata  a salvo”, agrega.

Maderera Córdoba ha trabajado con clientes como el Gobierno de la Ciudad o el Museo de Bellas Artes..  Pero Felipe nos informa que, además de los encargos de armarios, bibliotecas y camas, también se redujeron mucho los pedidos de grandes empresas.  “Se hacen cosas más chiquitas”, explica. “La mayoría es público que viene de la calle y entran a comprar algo”. Los clientes, dice, empezaron a desaparecer en “cuando entró Mauricio (Macri). Fue bajando de a poco. Fue gradual”.

Carlos Saso es el actual presidente de la cooperativa. En un rincón anexo del taller, junto a un muchacho que trabaja con una amoladora mientras escucha cumbia con un buen equipo de sonido, explica: “Nosotros con el dinero tenemos un reparto de igualdad, no como las empresas privadas. Y en otros años teníamos un sueldo bastante bueno en relación a las empresas del mismo rubro. Ahora no nos podemos aumentar nada”. El impacto que la inflación tuvo en el consumo no dejó exento a nadie, y los miembros de la cooperativa tienen el depósito de materiales casi vacío, encargando a sus proveedores los que necesitan para la ocasión. “No despedimos personas para ajustar gastos”, recuerda Saso  y añade:.“El retiro de dinero queda ahí y tratamos de sobrevivir con eso.

La dinámica de la maderera, cuenta Felipe, incluye que algunos días de la semana familiares de los cooperativistas vayan a trabajar y se lleven un dinero a cambio. Sin embargo, en los últimos años comenzó a escasear el trabajo que se les pudiera asignar. La preocupación de Felipe es basal. Quiere que aumente el trabajo “así estamos más tranquilos”.

“Yo te enseño a ser cooperativista, a laburar la madera, pero tenés que cumplir como un relojito», dice Sabatella.

Una década y media

Junto a la heladera hay un bol con agua y otro con comida para gatos. La mascota llegó prácticamente al mismo tiempo que se recuperó el edificio. “Era muy chiquito. Ahora tiene catorce años”, dice Guillermo. La cooperativa se conformó en 2003, cuando la hija del antiguo dueño abandonó el terreno luego haber declarado la quiebra. Fue una de las primeras empresas recuperadas del movimiento que se originó tras los coletazos de la crisis de 2001.

“Tuvimos la suerte de que el terreno no estaba a nombre de la maderera, sino de la hija del dueño. Entonces lo remataron, hicimos quilombo y la justicia de la Ciudad decidió pagar el terreno, que volvió a nosotros en función de la ley que nos amparaba”, narra Sabatella, quien se refiere a la Ley porteña 1529 del 25 de noviembre de 2004.

La ley, sin embargo, no evita que existan intenciones espurias sobre esos terrenos, ubicados en una zona muy bien valuada. Uno de los tantos carteles que decoran el hall, puesto en el año 2011, advierte sobre el veto de la Ley 4008 realizado por Macri cuando era jefe de Gobierno porteño, que prorrogaba por 6 años la expropiación de 29 emprendimientos productivos. “Siempre existe el riesgo de un ataque legal. Siempre hay alguien que les va a dar una mano, que nos va a complicar”, cuenta Saso. El Movimiento de Empresas Recuperadas  vivió en julio de este año  un nuevo embate cuando el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta propuso, a través de una circular, hacer caer las expropiaciones de cuatro empresas recuperadas bajo el argumento de que “no se ha cumplido con el objeto de la ley, que era mantener puestos de trabajo”.

La maderera tejió muy buenos vínculos con el barrio, con los proveedores y con otras de empresas recuperadas.

El factor humano

Como la cooperativa sirve de sustento para todos sus integrantes, sus reglas son generales.  “Yo te enseño a ser cooperativista, a laburar la madera, pero tenés que cumplir como un relojito. Si no, no funciona bien. Funciona porque podemos distribuir en cierto momento cierta plata. Independientemente de la mentalidad que tengas. Acá sos uno más de todo un grupo y tenés que laburar. De acuerdo a tu experiencia y a tus posibilidades, obvio”, explica Sabatella.

Esa dinámica es más importante todavía en un período de retracción de la economía que en buenos tiempos. “En este momento tenés que ser puntilloso, verificar que esté todo en condiciones. Verificar la calidad de cualquier cosa que comprás. Además siempre cuesta asignar o asumir responsabilidades, pero eso es común a todas las cooperativas”.

Maderera Córdoba sobrevive también porque no está aislada. La relación con el barrio ha sido muy favorable, dicen sus integrantes, quienes hace quince años tenían miedo de que una madrugada llegase la policía con “dos carros de asalto”. “Por las noches sacábamos las cosas. El dinero, las computadoras. Y nos la guardaba la gente de la Iglesia de la otra cuadra, el dentista de la esquina, el kioskero. Hasta que compramos la caja fuerte”, recuerda Sabatella.

Sin embargo,  el factor más importante fue el trato con los proveedores, quienes incluso estando en quiebra siguieron enviando camiones con mercadería “de fiado”, que la cooperativa pagaba cuando lo podía vender. “Cuando nosotros recién comenzamos -cuenta Saso-, ellos nos trajeron un camión de material surtido. Y nos dijeron que lo fuéramos pagando mientras lo íbamos vendiendo. Así hasta que salimos a flote. Esos quedaron como nuestros proveedores. Empezamos sin nada”.

La cooperativa funciona como una empresa más o menos exitosa, reinvierte el excedente sin que haya un dueño que se lo quede. “El capitalismo es eso”, dice Sabatella y subraya: “No quiero ganar más que otro, pero tengo que ganar. Tengo que sostener al tipo que está acá. A veces peleo con uno de los vendedores porque dice ‘lo que pasa es que es amigo’. Pero yo no lo puedo regalar”.

La maderera, cuenta Saso, se especializa en cortes de madera, aglomerado y melamina, así como en molduras, “que no se hacen en ningún lado”.  “Tenemos una estructura muy particular”, se enorgullece,  Sabatella. “Eso nos permite tener clientes de primera línea. Tenemos buenos carpinteros, buena mercadería y relativamente buenos precios

El movimiento de empresas recuperadas como salida

Maderera Córdoba existe en la red que formaron las empresas recuperadas para mantenerse y aprender entre sí a funcionar como cooperativas. Guillermo Sabatella detalla: “Nosotros éramos unos de los que estábamos en primera línea, por circunstancias fortuitas: el equipo que teníamos, el conocimiento y muchos proveedores dispuestos a trabajar con nosotros. Muchas cooperativas no tienen esa posibilidad”.

En el piso superior de la cooperativa existe un bachillerato de formación en economía social. Los miembros de la maderera acuden dos o tres veces al año para conocer a los estudiantes y aportar su conocimiento en materia de Cooperativismo. “Ahora lo que pasa es que el contexto no te facilita nada para hacer una cooperativa”, dice  Saso, quien asiste con regularidad a los encuentros del Movimiento de Empresas Recuperadas. “Ahora el gobierno dice que son inviables. Y varios sindicatos se oponen también porque siendo cooperativa no reciben aportes”, agrega.

Sabatella se acoda en el respaldo antes de reflexionar que es difícil pasar de patrón a obrero, pero mucho más difícil pasar de obrero a patrón: “Esa experiencia la ganás con los años. El que tiene 20, 25 años se queja un poco de cómo funciona», dice y explica que para integrarse como nuevo socio es necesario pasar un período de prueba de más de un año. “Para demostrar que sos buena persona”, afirma.

 

El Bauen, otra vez en peligro

El Bauen, otra vez en peligro

El pasado sábado 22 de junio, un hito histórico podría haber tenido lugar: tras 16 años, el Hotel Bauen tenía previsto reabrir las puertas de su sala de teatro con la presentación de la obra Yo, Feuerbarch, protagonizada por Manuel Callau y Francisco González Gil. Sin embargo, a horas del estreno, volvió a ser acorralado por la amenaza de desalojo. Este viernes vencerá el plazo que el Juzgado Nacional Comercial N° 9 le otorgó para llegar a un acuerdo con la empresa Mercoteles, que reclama la propiedad del inmueble. “Es una situación muy compleja e incierta”, revela Federico Tonarelli, vicepresidente de la cooperativa de trabajadores que gestiona el hotel.

Desde hace 15 años, el Bauen atraviesa una conflictiva situación. Luego de la quiebra declarada en el 2001, el emblemático edificio ubicado en la Avenida Callao fue recuperado por sus trabajadores, pero el litigio con los anteriores dueños nunca logró resolverse. Hasta el día de hoy, el espacio funciona de manera autogestiva como una coordinación de cooperativas: allí se albergan la redacción de las revistas Cítrica y La Garganta Poderosa, el colectivo teatral El Descubridor y un almacén del Movimiento Popular La Dignidad. Junto con la del hotel, estas cinco organizaciones suman 200 personas a cargo de distintas tareas.

Luego de reiterados pasos por la Cámara de Apelaciones y por la Corte Suprema, en el 2016 se logró sancionar la ley 27.344, la cual establecía la expropiación del establecimiento a favor de la cooperativa. La medida podría haber solucionado la situación, pero a fines de ese año el presidente Mauricio Macri decidió vetarla mediante el Decreto 1302/2016. “Eso retrotrajo la causa judicial nuevamente a foja cero, y nos volvió a dejar en situación de desalojo”, recuerda Tonarelli.

Si bien hubo nuevos intentos para revertir este panorama, la Corte rechazó el último recurso extraordinario que se presentó en diciembre del año pasado, por lo cual la propiedad y el empleo de los trabajadores están en peligro. La semana pasada, la jueza María Paula Hualde los convocó a una audiencia para comunicarle que, en el lapso de siete días hábiles, debían intentar llegar a un acuerdo con la vieja patronal. Esto implicaría que la cooperativa abandone el edificio a cambio de un resarcimiento económico. “Ellos tendrían que pagarnos una suma millonaria que no están dispuestos a ofrecer, por lo cual va a ser prácticamente imposible”, aclara el vicepresidente.

Una vez finalizado el plazo, que vence las primeras dos horas de este viernes 5, se podrá proceder al desalojo mediante una notificación previa, pero no está claro cuál será el camino a seguir: “A ciencia cierta, nadie sabe qué haría la jueza una vez que se venza este plazo; si nos daría 48 horas, si esperaría a que pasen las elecciones para ver el panorama general –dice Tonarelli-. Veremos cómo reacciona el juzgado”.

Por lo pronto, desde la gestión actual del Bauen se presentó una petición en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, explicando que el veto de Macri cercena el derecho al trabajo de quienes ponen el cuerpo e invierten en el hotel hace más de una década. Además, presentaron un nuevo proyecto de ley en el Congreso, “un calco de aquél que se aprobó en 2016”, señala Tonarelli, pero al ser este un año electoral, la coyuntura nacional no los favorece.

Frente a la tensión y la incertidumbre, los trabajadores también lanzaron una campaña en sus redes sociales, “Todxs por el BAUEN”, que busca visibilizar la situación actual para masificar el apoyo. En uno de los videos institucionales publicados, la presidenta Eva Lossada arenga a sus compañeros y al resto de la población a seguir defendiendo la propiedad del inmueble: “Es una gran familia esto de las cooperativas. Si nosotros no nos sostenemos, no nos sostiene nada, entonces tenemos que seguir adelante y luchar por esto que es algo digno. Como se dice, ‘lucha, cultura y trabajo’”.

El Bauen es de los trabajadores

El Bauen es de los trabajadores

El Hotel “Buenos Aires Una Empresa Nacional”, más conocido por sus siglas BAUEN, hace 14 años que sus trabajadores/as lo autogestionan de manera cooperativa y se fue constituyendo en un símbolo de las empresas  y fábricas recuperadas a partir de la crisis de 2001. Durante estos años, frenaron distintos intentos de desalojo. El año pasado el Congreso de la Nación llegó a sancionar la Ley de Utilidad Pública y Expropiación del hotel a favor de los trabajadores. A fines de 2016, mediante un Decreto el Presidente Mauricio Macri decidió vetarla. A principios de 2017, la jueza Paula Uhalde dispuso el desalojo por la fuerza del hotel con un fecha tope para el 19 de abril. A partir de ese momento, se retomó un plan de lucha para impedir esta nueva amenaza de desalojo. La solidaridad de distintos sectores sociales parece haber dado resultado: el 18 de abril, la Cámara de Apelaciones en lo Comercial suspendió esa orden de desalojo. Este miércoles, en la puerta del edificio, hay un festival de apoyo a la Cooperativa porque todavía no está dicha la última palabra.

Mirá la fotogalería de ANCCOM:

 

Actualizado 19/04/2017

 

“Es difícil, pero no imposible”

“Es difícil, pero no imposible”

“Vamos a poner el tema en agenda. Sabemos que es difícil, pero no imposible”. Los trabajadores de la cooperativa del hotel Bauen se plantean un desafío con final incierto: a partir de febrero pondrán en marcha una serie de actividades para intentar sumar apoyos en el Congreso que les permitan revertir el decreto presidencial que vetó la expropiación del edificio que, en pleno centro porteño, simboliza la resistencia social a la crisis social de 2001.

En pleno receso legislativo y mediante el decreto 1.302/2016 publicado el martes 27 de diciembre en el Boletín Oficial con la firma del presidente, Mauricio Macri, y del jefe de Gabinete, Marcos Peña, el gobierno vetó la ley que proponía que el inmueble de Callao y Corrientes pase a manos de los trabajadores. La medida golpeó a una de las cooperativas más emblemáticas de las surgidas al calor de la crisis del 2001, una de las 400 empresas recuperadas y autogestionadas por sus trabajadores en el país durante los últimos 15 años.

En diálogo con Anccom, el vicepresidente del colectivo, Federico Tomarelli, destacó el respaldo multisectorial a la lucha de los trabajadores del Bauen, y confió en que se convierta en la llave para dar marcha atrás con el veto presidencial. “Hemos recibido muestras de apoyo de distintas agrupaciones políticas y sociales y vamos confiados a conseguir la mayoría. Sabemos que las condiciones son difíciles, hay que conseguir los votos de dos tercios de la Cámara”, reflexionó.

 

¿Por qué creen que el gobierno vetó la ley de expropiación?

El Presidente entiende como algo absolutamente imposible de refrendar lo que nosotros hacemos, que es gestionar empresas. Es una cuestión ideológica, filosófica, política. Lo que sucede es que no puede traducir eso en los fundamentos de un veto, entonces argumenta el costo elevadísimo que le generaría la expropiación al Estado. Es una falacia, una estrategia armada a los fines de generar cierto descontento social. Se excusan en que no pueden gastar ese dinero en la expropiación del hotel. Nosotros suponíamos que podría aparecer el veto ya que el macrismo siempre se opuso a nuestras políticas, siempre estuvo en contra de lo que representamos nosotros. Nos molestó, pero no nos sorprendió.

¿Cómo continúa la lucha por preservar las fuentes de trabajo?

Nosotros buscaremos reconfirmar el proyecto en el Congreso, que se logre votar nuevamente, lo que dejaría sin ninguna posibilidad al veto presidencial. Sabemos que es muy difícil porque son muchos diputados, y, además, estamos en enero, con mucha gente afuera. La actividad más fuerte será a partir de febrero. Intentaremos, con distintas actividades, imponer el tema en agenda para que a partir del 1 de marzo, que es cuando empiezan las sesiones ordinarias, podamos llegar al Congreso.

¿Hay chances de revertir el decreto?

-Tenemos confianza en nuestro trabajo. Hemos recibido muestras de apoyo de distintas agrupaciones políticas y sociales durante todos estos días, así que vamos confiados a conseguir la mayoría. Sabemos que las condiciones son difíciles, hay que conseguir los votos de dos tercios de la Cámara, pero tampoco es imposible

El veto llegó después de mucho tiempo en el que tampoco se había votado la expropiación…

Probablemente con el gobierno anterior no se hubiese vetado el proyecto, pero también pensamos que en los doce años del gobierno anterior se podría haber aprobado la expropiación, y no sucedió. ¿Qué necesidad había de llegar a este punto cuándo se podría haber resuelto mucho antes? La política tiene sus propios tiempos y a veces no van de la mano de las necesidades ajenas.

– ¿Esperaban resistencias en el Parlamento?

– No. La cooperativa va a cumplir catorce años y desde hace diez que presentamos proyectos en el Congreso. Con el transcurso de los años, las iniciativas iban perdiendo estado parlamentario. Lo volvíamos a presentar con otros diputados ya que muchos de ellos dejaban de estar en la Cámara. En el mientras tanto, pulíamos el texto. Nunca dejamos de insistir porque teníamos la confianza de que era la solución política más adecuada.