El profe del Diez

El profe del Diez

Por Franco Ojeda

Fotografías: Gentileza Telam

«Yo estaba condenado a una vida intrascendente y aburrida y él la transformó en una vida maravillosa que ni en el mejor de los sueños la hubiese imaginado”, dice Signorini.

Jalisco, México, está a 7.778 kilómetros de Buenos Aires. Allí, donde Diego Maradona alcanzó la cumbre del fútbol mundial, se encuentra el hombre que lo preparó, Fernando Signorini. “El Profe” o “Ciego”, como afectuosamente le decía el pibe de Fiorito, trabaja actualmente para el Chivas de Guadalajara.

En coautoría con Luciano Wernicke y Fernando Molina, Signorini acaba de publicar Diego desde adentro, un libro editado por Editorial Planeta en donde cuenta su historia junto a Maradona, desde el momento en que se conocieron en Barcelona hasta su experiencia en la Selección Argentina.

“Fue el 28 de junio de 1983”, rememora con una sonrisa. Nacido en 1950 en Lincoln, provincia de Buenos Aires, a mediados de los 80 Signorini partió hacia Barcelona para estudiar los entrenamientos del entonces DT azulgrana César Luis Menotti. Era un día caluroso cuando el Profe vio que de un auto bajó Maradona un poco nervioso porque los portones del club estaban cerrados. Al ver la situación, Signorini dijo: “Viste Diego, después dicen que a los que madrugan Dios los ayuda”. “Tenés razón –le contestó el diez–, soy un verde, es la primera vez que llego temprano y está todo cerrado”.

Luego de ese primer encuentro, siguieron en contacto y Signorini se ganó el afecto y la confianza de Maradona. “A partir de esas reuniones empezamos a establecer una relación basada en la cordialidad, respeto y sobre todo lealtad”, subraya el Profe. El 24 de septiembre de 1983 marcó un antes y un después en el vínculo. Ese día, Diego sufrió la fractura del tobillo izquierdo en un partido contra el Athletic Bilbao, tras un tremendo patadón de Andoni Goikoetxea. Signorini participó del proceso de recuperación, considerado como milagroso porque Diego regresó a los campos de juego 100 días después de su paso por el quirófano.

“Fue un privilegio haber participado, porque de los miles de profesionales, Diego me eligió a mí para ejercer como preparador físico de un futbolista, una figura que hasta ese momento no existía”, señala Signorini. “Era asombrarme de las respuestas casi inmediatas y ante diferentes estímulos. Fue una recuperación que muy difícilmente la hubiera logrado una persona común y eso me dio la pauta que él no era uno más. Era un animal de competición, un gallo que quería pelear, que le peleaba a la mala suerte”, agrega.

 

Diego puso de rodillas a toda la industria construida alrededor de Italia ´90

Fernando Signorini

 

Ho visto a Maradona

Maradona es sinónimo de Nápoles. No sólo desplegó allí su mejor juego en el continente europeo, logrando títulos a nivel local e internacional, sino se transformó en el abanderado de lucha del sur, históricamente relegado frente a la opulencia del norte de Italia. Se metió en el corazón de los tifosi napolitanos que lo inmortalizaron con el cántico “Ho visto a Maradona”, entre tantas ofrendas.

“Su llegada fue como si pateás un hormiguero. Explotó todo, porque de verdad fue una catarata de afecto. Yo sigo pensándolo y no lo puedo creer”, asegura Signorini tocándose la frente al recordarlo. “Había tanto cariño con Diego que hasta, a veces, era un poco exagerado”, opina alegremente el Profe y sostiene: “El hombre es un animal de costumbres y por suerte tengo la facilidad de adaptarme a cualquier ambiente”.

Luego de la victoria de Argentina frente a Alemania en la final de México 86, adentro del vestuario, Signorini motivó a Maradona para el siguiente objetivo: “Él estaba en la ducha, luego del festejo, mientras yo sostenía el trofeo. Él me decía un montón de cosas de la copa, pero yo le dije ‘ya está, esto ya pasó, así que ahora tenés que prepararte para el próximo objetivo, el Scudetto’. Su reacción fue obvia. ‘¿Por qué no te vas a la puta que te parió? Dejame festejar’”.

Hacia 1987, las situaciones extradeportivas acechaban la figura de Maradona y fue Signorini quien ofició de soporte anímico e intervino en algunos de sus conflictos. “Teníamos una relación mutua de empatía. No sé por qué él tenía tanta confianza en mí, pero no tuve problemas en interceder por él y decir las cosas por su nombre. Diego en muchas ocasiones dijo que yo lo ayudé a mantener los pies en la tierra. Creo que fue exagerado, pero eso se debe a la relación de respeto mutuo”, afirma Signorini. En esa temporada, Maradona terminó de consolidar su mito obteniendo la primera Liga Italiana para el Nápoli.

Cuatro años más tarde, con el primer doping positivo y una suspensión de 12 meses, Maradona puso fin a su etapa en el fútbol italiano. “Fue la situación más triste que me pasó con Diego, porque fue el fin de una relación de mucho amor entre él y los napolitanos”, evoca Signorini.

«Diego era un animal de competición, un gallo que quería pelear, le peleaba a la mala suerte”, dice Signorini.

Diego y la Selección

            México 86 fue el primer mundial de Signorini junto a Maradona. Lo prepararon con el apoyo de un fisiólogo italiano. “Diego comenzó a visibilizar el Mundial antes que nadie. Por eso nos preparamos tres meses antes, porque él sabía a dónde iba a jugar”, remarca Signorini en relación a la climatología y el nivel de oxígeno en suelo azteca. “Ese contexto adverso podría ser beneficioso para Diego porque no iba a padecer las marcas asfixiantes a las que él estaba acostumbrado”, explica. “El Mundial está hecho para vos o para Platini, eso depende de vos”, le dijo Signorini, quien usaba al volante francés de la Juventus para motivar a Maradona.

“Me di cuenta que era su Mundial cuando él dijo a la prensa: ‘Yo seré la figura´ –cuenta Signorini–. Yo sabía que, si Diego no se lucía, el equipo lo iba a hacer. Entonces usé esa manera de desafiarlo y siempre considero que un gramo de tejido cerebral pesa más que 76 kilos de músculo. Por eso, cuando dijo esa frase, pensé ‘agárrense que el león dio el zarpazo’”. El rol de capitán y líder no sólo futbolístico sino también anímico del Seleccionado fue fundamental. “Tenía un carisma, una sonrisa, su mirada era contagiosa, sus gestos, su optimismo para apoyar a sus compañeros… La verdad fue un ser tocado por la varita”, se emociona Signorini.

En Italia 90 el contexto era diferente. Maradona venía de ganar su segundo Scudetto y era visto en el norte como el enemigo número uno. En ese torneo, las lesiones en el tobillo fueron un condicionante para su juego, pero lo suplió con otra faceta. “Diego era capaz de soportar el dolor, él no tenía obstáculos porque para él lo más importante era la Selección”, destaca Signorini, quien sostiene que el partido más importante de esa copa ocurrió en Nápoles, en la semifinal contra Italia. En una conferencia de prensa previa al partido, Diego se animó a criticar el falso nacionalismo italiano y esto caló hondo en los hinchas del Nápoli. “A través del fervor y todo el agradecimiento que ellos tienen por Diego, gran parte de ellos estuvieron contentos de que Diego pusiera de rodillas a toda la industria construida alrededor de ese torneo”.

La preparación para Estados Unidos 1994 fue la más conmovedora. Maradona decidió entrenarse en un campo en La Pampa para encontrar paz y tranquilidad. “Fueron los mejores diez días que pasé junto a él –manifiesta Signorini–. Era un lugar que lo volvía a poner en contacto con la naturaleza y lo hacía recordar sus años en Fiorito. Al principio no quería estar ni un minuto, pero luego no se quería ir más de ahí por el cariño que recibió de la gente del lugar”. Según el Profe, la salida de Diego durante aquel mundial fue desmoralizadora para el conjunto argentino que no se pudo recuperar de su ausencia: “Fue la mejor Selección a nivel individual que se conformó, pero su partida aplacó todas las ilusiones”.

En 2008, Diego regresó a la Selección como entrenador y Signorini lo acompañó como preparador de ese equipo que participó en Sudáfrica 2010. “Fue la guinda del postre y que él haya confiado en mí para preparar a esos jugadores, yo no le puedo pedir más a la vida”, agradece Signorini, quien, con modestia, prefiere no decir qué fue Diego en su vida, pero con una sonrisa responde: “Yo estaba condenado a una vida intrascendente y aburrida y él la transformó en una vida maravillosa que ni en el mejor de los sueños la hubiese imaginado”.

“A ninguno se le pasaba por la cabeza que podíamos perder”

“A ninguno se le pasaba por la cabeza que podíamos perder”

Julio “el Vasco” Olarticoechea recibe a ANCCOM en un bar de la esquina de su casa, cerca de la Facultad de Medicina. Esta semana ya concedió dos entrevistas en este bar. El hombre elegido para dirigir la Selección Argentina Sub-23 que competirá en los Juegos Olímpicos recuerda anécdotas del segundo y último campeonato mundial que ganó la Argentina. Saladillense, ex jugador de River, Boca, Racing, Argentinos Juniors, Mandiyú de Corrientes y el Nantes de Francia, el Vasco estuvo “a un peaje” –como dice él– de no ir al Mundial, pero decidió aguantarse a Bilardo y hoy es un agradecido de esa decisión. Defensor multifunción, diestro, rápido, disciplinado y preciso, disputó los siete partidos en México 86 y cinco en Italia 90, y no perdió ninguno. Hoy, a 30 años de la hazaña en el Estadio Azteca, gesticulando con las manos, se compenetra con cada recuerdo como si el tiempo no hubiera pasado.

¿Cómo recibiste la citación para jugar el Mundial?

A mitad del 83 me enojé. En un partido, éramos cuatro marcadores de punta, dos se lesionaron, quedamos yo y otro más. Como  jugaba de 3 o 4, pensé que me tocaba. No me citó y lo llamó a (Roberto) Saporiti. “¿Acá qué pasa?”, me pregunté. Esperé 15 días. Había una gira, “si no me lleva renuncio”, me dije. No me llevó y renuncié. Al año y medio, a dos meses y medio del Mundial, me vuelve a citar y ahí es la famosa anécdota donde me da la charla técnica en el peaje. Ya, ahí, medio que me iba convenciendo. Faltaba poco para el Mundial y pensé: “No lo voy a tener que aguantar mucho”. Mis amigos de Saladillo me decían: “¿Cómo no vas a aceptar?”. Conclusión, volví a entrenar. A las tres semanas nos fuimos. Rápido, porque Bilardo se quería ir. Le estaban “pegando” mucho acá. Y se quería ir cuanto antes. Allá estuvimos dos meses y medio, con la gira previa.

¿Considerabas que tenías que ser titular en ese plantel?

No. Bilardo siempre lo dijo: “El único titular era Maradona”. Todos los demás teníamos que ganarnos el puesto. Así fue. En la gira era titular (Néstor) Clausen. Cuando volvimos a México la altura me hizo muy mal, me partió, me ahogaba mucho. Cuando agarré ritmo, a las tres semanas, Bilardo ya había armado la línea de cuatro del fondo con Clausen y (Oscar) Garré.

¿Se sentían candidatos para ganar el título?

Una vez llegados y aclimatados la cosa empezó a mejorar como grupo. Y más cuando arrancó el Mundial. Empezamos ganando, el equipo empezó a aparecer y a soltarse. Veíamos que Diego estaba muy bien. Era un indicio de que podíamos. Era todo contagio, de uno al otro, contagio. Tuvimos charlas fuertes en el grupo, de esas que vienen bien para que un grupo se siga consolidando.

¿Cómo vivían las cábalas de Bilardo?

Cada uno tiene personalidades distintas y más con las cábalas. Hay muchachos que tenían muchas. Otros, como yo, no éramos muy partidarios. Pero había que entrar en el sistema de cábalas del equipo. Y yo, por ejemplo, siempre, aunque no  sé si por cábala o por los nervios, tenía que ir al baño antes de cada partido. O sea, estaban todos en el túnel y tenían que esperarme a mí.

¿Puede contar la cábala de las hamburguesas?

Dos días antes del primer partido, fuimos a un shopping. Caminando por el primer piso había una panchería y hamburguesería. Y dijimos: “¡Qué lindo para cambiar el menú!”. Porque comíamos siempre lo mismo, pastas, sopa y pollo. Bilardo aceptó. Estábamos siete u ocho con él. Comimos hamburguesas ese día, a los dos días ganamos y entonces se volvió cábala ir siempre a la hamburguesería del shopping, sentarnos todos en la misma mesa siempre… Había que salir un poco del encierro.

¿Es cierto que apenas salieron campeones Bilardo se fue al vestuario enojado porque les habían hecho dos goles?

Yo no lo vi. Lo contó (Oscar) Ruggeri esta semana. Seguro es verdad, no lo va a inventar. Tenía ese nivel de obsesión Bilardo. Para él fue terrible que nos hicieran dos goles de cabeza.

¿Bilardo lo sufría?

Sí, mucho. Por el tema de las críticas. Era un tipo tan laburador que, al margen de que te guste o no –a nosotros nos saturaba–, el tipo vivía para eso. Su vida era entrenar. Por eso tres horas de videos. Traía material de los rivales. No era habitual en esa época. Era un adelantado. Veíamos partidos de Europa, con una antena, en la AFA. Cuando ya sabíamos que el rival era Alemania, vimos un partido de ellos previo al Mundial.

Usted participó de una jugada importante pero poco reconocida contra Inglaterra, ¿la podría describir?

La “nuca de Dios” la llamo yo (risas). Cuando entró el negro (John) Barnes, grandote, nos empezó a desbordar por la izquierda. El gol de ellos vino por su lado. Y luego vino esta jugada, que fue bastante similar. Es un segundo en el que vos tenés que estar concentrado. Me avivé que si no cerraba, (Gary) Lineker me superaba. Cerré con lo justo tirándome de palomita y él se tiró sobre mí. Yo hice el gesto de pegarle con la nuca, la pelota quedó sobre la línea. Sentí que me pegaba la pelota. No sabía dónde estaba, porque caí adentro del arco con Lineker. Cuando vi que la pelota había salido fue un alivio, si no nos empataban ahí… el partido estaba complicado. Ellos se nos venían.

«Comíamos siempre lo mismo, pastas, sopa y pollo. Bilardo aceptó. Estábamos siete u ocho con él. Comimos hamburguesas ese día, a los dos días ganamos», recordó el Vasco.

¿Qué sintió con el segundo gol de Maradona a los ingleses?

Yo estaba bien abierto por izquierda. No me sorprendió que gambeteara a cinco jugadores. Estuve tres mundiales y un juvenil con él, lo vi hacer cosas increíbles. Una fue esa. Me hubiera sorprendido si Ruggeri salía gambeteando, de Diego no. Pero tomó dimensión porque fue un golazo y se lo hizo a los ingleses en un Mundial.

¿Tenían en la cabeza la guerra de Malvinas?

En la previa sí. Era un partido distinto. En lo que sentíamos. La ansiedad era otra, más fuerte. Normalmente salíamos a un horario, ponele a las 9, y ese día estábamos todos a las 8:30 en el patio, ansiosos por jugar. Se vivió distinto. Dentro de la cancha fue un partido normal. Vos tenés que ser inteligente para jugar ese partido. No podés salir a pegar patadas porque te expulsan.

¿Recuerda el tercer gol a Alemania en la final?

La corrida del “Burru” (Jorge Burruchaga) fue tan larga que se hacía increíble la tensión que ibas viviendo. Lo corría (Hans-Peter) Briegel, lo estaba por alcanzar, a Burru se le va un poco larga, y menos mal que el arquero se quedó en ese momento, sale medio despatarrado y justo Burru la puntea. Un alivio. A ninguno se le pasaba por la cabeza que podíamos perder. Aun cuando nos empataron. Estábamos súper confiados de que íbamos a ganar.

¿Qué sentían ese día, antes del partido?

Son partidos de mucha ansiedad pero no de nervios. El nerviosismo te lo provocan los primeros partidos, porque en esos si perdés te vas. En cambio, acá, el objetivo de llegar ya lo tenés. La final se disfruta. Estás ansioso pero no asustado. Llegás con la convicción de que lográs el objetivo. Y el equipo estaba bien, con Diego estábamos bien, no podíamos fallar.

¿Era un equipo armado alrededor de Maradona?

No. Era una mezcla. Sabíamos que siendo un equipo ordenado, compacto, la posibilidad de gol, en algún momento, iba a estar: con Diego, con Burruchga o con (Jorge) Valdano. Situaciones íbamos a tener. Más con Diego. Bilardo encontró el equipo con Inglaterra. Cuando entramos el “Negro” Héctor Enrique y yo le dimos otro dibujo táctico. Potenciamos la parte defensiva sin perder llegada. Porque nos permitía soltarnos a cualquiera. Yo llegaba, de atrás, Cuciuffo, que era el stopper, también. Si te fijás, en el primer gol de la final a él le hacen la falta de la que luego viene la jugada del centro de Burruchaga. Y el gol de (José Luis) Brown. En el segundo gol contra Bélgica Cuciuffo anticipa en campo nuestro, traslada, pasa la mitad de la cancha y se la toca a Diego, que después hace el gol. Cualquiera  se podía soltar. Cualquiera menos el “Tata” (Brown) porque era el líbero, y el “Checho” (Batista) tampoco. Ellos dos casi no pasaban la mitad de la cancha. Éramos un equipo difícil para los rivales porque al no tener muchos delanteros, no les dábamos referencia de área. Inclusive Valdano, en el gol contra Alemania (el segundo), arranca como 4, (Nery) Pumpido se la da con la mano, sigue para el medio, toca con Enrique, cruza para atrás y de ahí nace la jugada. Nosotros estábamos bien agrupados, recuperábamos y  salíamos.

¿Cómo era el grupo?

Hubo algunas tensiones. Porque en toda concentración larga, y más con Bilardo como tipo que te exige mucho, obviamente siempre hubo problemitas. Pero fue inteligente en reunirnos y charlarlo en la habitación. Más de una vez. Dos o tres veces. El plantel solo, no con Bilardo. Ese era un detalle a favor del grupo. Porque los grupos a veces se fortalecen con esas reuniones… o se rompen. Normalmente hay problemas, si vos los dejás pasar después es tarde.

¿Quiénes eran los referentes?

Ruggeri, Valdano, (Ricardo) Giusti, Batista, Pumpido. Te hablo de tipos pesados. Yo no era referente fuera de la cancha, sí adentro. Ellos eran tipos que convocaban a una reunión y tenían personalidad de líderes. Casi todos éramos capitanes en nuestros equipos. Yo aún, sin ser de esas características, en mis equipos me elegían siempre como capitán. Pero no tenía el carácter de Ruggeri. Era otro tipo de liderazgo.

¿Qué hacían para despejarse en los días de concentración?

A mí me gustaba la música. Me pasaba horas enteras grabando cassettes. De cassette a cassette. Le pedía a Diego que tenía pilas y de muchos hacía uno bueno. Y lo repartía a los demás. Música variada, desde Soda Estereo a Sergio Denis. Mi perfil es más romántico. No iba para el lado de la cumbia.

Fotos de Néstor J. Beremblum / ANCCOM

«Pero tomó dimensión porque fue un golazo y se lo hizo a los ingleses en un Mundial», aseguró Olarticoechea.

¿Conserva los videocassetes de la filmadora de Clausen?

(Risas) Ya pasaron a CD, y ahora hay que pasarlos a pendrive. Son los reportajes que ahora salen en la TV. Me los copiaron y otros los presté. Andábamos filmando cosas y se me ocurrió grabar reportajes a mis compañeros. Empezaba con una presentación: “Cómo te llamas”, “De dónde sos”… Seguía con una joda: “¿Cómo hiciste para estar dos meses sin sexo?”, y cosas así. Y después terminaba la nota con la parte seria: “¿Cómo estás para mañana?”, a 12 horas de jugar la final. Entonces ahí me contestaban con seriedad: “Ansioso”, “nervioso”… Cada tanto me gusta verlos, me conmueven, miro más esos reportajes que los partidos. Son largos, como dos horas y media. Entrevisté a todos. Y filmamos a los mozos, los cocineros, todos los chicos. Me acuerdo de un chiquito que lloraba porque nos íbamos, se emocionó.

¿Por qué hoy la Selección no consigue un título?

Esto te hace ver lo difícil que es llegar al séptimo partido y ser campeón. Durante tanto tiempo solo dos pudieron. Y han pasado grandes selecciones y técnicos. Se tienen que juntar un montón de cosas para llegar al séptimo y ganarlo. Esta selección está llegando con lo último de las energías. Vienen de campeonatos duros, largos, llegan con lo justo y se empiezan a desgarrar. Una de las cuestiones es lo físico. Cosa que nosotros no teníamos, porque nos preparaban bastante antes y jugábamos menos partidos por año.

¿Y por qué se los critica tanto?

Porque acá si no sos campeón sos malo, sos pecho frío. Si un técnico no sale campeón, no sabe nada de futbol. Los argentinos somos exitistas y resultadistas. Llegar a tres finales no es poco. Y comparan a Diego con Messi. Diego jugó cuatro mundiales, ganó uno. Y ganó porque nosotros como equipo éramos muy fuertes. En el 82, que yo también estuve en el plantel, fuimos muy confiados y hubo errores.

 

¿Lo sorprendió la renuncia de Messi?

No. Él ya había amagado, lo venía pensando, madurando, y el hecho de no ganar este campeonato y encima errar el primer penal… Todos vimos su actitud, su desesperación. Se bloqueó, se tiró al piso mientras los compañeros pateaban. Fue tan fuerte para él errar ese penal que se nubló, ahí se dio cuenta que no podían ser campeones y se bloqueó. En un momento que no se sabía que iba a pasar. Espero que cuando descanse y esté más tranquilo, recapacite.

¿Cuándo usted renunció pensaba en volver?

No, pensé que no volvía. Es más, cuando me arman la primera reunión, acá cerca, le dije que no a Bilardo. Que no quería seguir. Y me vuelve a convocar a aquella reunión en el peaje. Estaba convencido que no volvía. Pero luego lo pensé diferente.

¿Sus mejores recuerdos de México 86?

Uno cuando terminó el partido, nos abrazamos como locos, pero después me separé y me fui al banco de suplentes. Esto nunca lo conté. Agarré una bolsita de agua de esas que nos tiraban antes. Y me puse a tomar agua de la bolsita y a mirar la locura que se había generado. Que habíamos generado. No lo podía creer. Fue un momento de reflexión. Otro momento fuerte fue cuando llegamos acá, a la Argentina. La locura del aeropuerto. Fue increíble. No podíamos creer la cantidad de gente que había. Y después otro cuando llegué a mi pueblo, Saladillo. Llené la plaza. Fue increíble. Todos esos son momentos únicos e irrepetibles.
Actualizada 05/07/2016