“Yo decía: ‘Soy hija de la subversión’”

“Yo decía: ‘Soy hija de la subversión’”

Hija de desaparecidos, creció convencida de que en los años setenta había habido, en la Argentina, una guerra entre buenos y malos. A los 22 supo que no era hija de sus apropiadores. Tres años después, se enteró de que era hija de Hilda Torres y Roque Montenegro, militantes del ERP asesinados por quien ella creía que era su padre, Herman Tetzlaff. María Sol, criada para ser madre y quedarse en su casa, un día decidió dejar sus prejuicios y acercarse al otro lado de la historia. Desde ese momento, comenzó a ser Victoria, una activa militante de la organización Kolina que no quiso ser víctima y que transformó su tragedia en impulso para construir un futuro mejor.

Cuando era chica, ¿sintió que algo la distanciaba de sus apropiadores? ¿Tuvo una infancia “normal”?

Nunca, hasta que la causa avanzó, tuve dudas sobre mi supuesto vínculo biológico con mis apropiadores. Hoy, a la distancia, definir la normalidad de mi infancia es difícil, porque crecí en Campo de Mayo y mi apropiador era militar, represor. Mi infancia estuvo atravesada por muchas situaciones de violencia pero que estaban muy naturalizadas. Para mí eso era normal.

¿Hubo algún acontecimiento que ahora, a la distancia, pueda resignificar como un llamado de atención de lo que le estaba ocurriendo?

Después de la verdad e ir acomodando la historia, uno empieza a recuperar momentos de la infancia que marcaban algo de registro de lo que había pasado. Por ejemplo, una vez, a los 5 años, salí a caminar y me quedé sentada mirando los pastizales altos. Cuando mi apropiadora me preguntó qué estaba haciendo, le contesté que estaba pensando en la vida y en la infinidad. Una inquietud muy profunda para una nena tan chica. Como ese, hay muchos recuerdos que me aparecen, pero recién ahora puedo asociarlos y darles sentido. En ese momento, era muy chiquitita como para entender las cosas que me pasaban.

Durante los tres años en los que sabía que no era hija de tus apropiadores, pero no quiénes eran sus padres, ¿tenía dudas, miedo?

Fueron los años más largos y difíciles. Yo tenía incorporado lo que fue “la guerra contra la subversión”, quiénes eran los buenos y quiénes los malos, y el rol de Tetzlaff, mi papá en ese momento. Para mí, él había sido un héroe que había luchado contra ellos. Todo lo que nos estaba pasando tenía que ver con una venganza por parte de las Abuelas (de Plaza de Mayo), esas mujeres que habían criado mal a sus hijos y que mentían, porque yo pensaba que los desaparecidos estaban en Europa. Ellas venían por mi papá. Toda esa ideología funcionaba como una barrera enorme que no me permitía pensar ni siquiera humanamente. Si esas personas habían desparecido, se lo habían buscado. Pero, aunque vos no quieras, juega mucho lo inconsciente. Hay algo adentro tuyo que negás, bloqueás y lo corrés porque sabés que te necesitan defendiendo a tu familia. Cuando bajás la guardia, surgen preguntas. ¿Y si es cierto? ¿Si tus abuelos viven? ¿Cómo eran? ¿A quién se parece tu hijo? Adentro de tu cabeza tenés, todo el tiempo, una guerra interna. Por eso, si bien la confirmación es dolorosa, difícil, también empieza a responder un montón de esas preguntas.

Tengo entendido que no le gusta decir que hizo un click, pero en algún momento empezó a identificarse con Victoria más que con María Sol…

No me gusta la palabra click porque parece muy simple y en realidad no hay un momento, hay muchas situaciones que van generando que vos puedas reacomodarte de otro modo para empezar a reconstruir tu identidad. Siempre digo que en 2000 aparecí, no recuperé mi identidad. Lo que hicieron fue encontrarme, notificarme, pero yo no recuperé mi identidad en ese momento. Tenía una enorme carga ideológica, un amor infinito por mis apropiadores. Era muy difícil entender, viniendo desde el otro lado de la historia, qué es lo que hacían mis viejos como militantes del ERP. Me acuerdo de la cadena nacional de Néstor Kirchner cuando recuperaron la ex ESMA. Dejé la tele y escuché que leyó un poema de Joaquín Areta. Fue la primera vez que pensé cómo la subversión, eso que para mí era tan horrible, podía pensar o escribir cosas tan lindas. Ese discurso empezó a romper un poco la estructura que me envolvía y permitió que me acercara a las Abuelas desde una postura menos a la defensiva. En 2000 decía “soy hija de la subversión”; dos años después, empecé a decir “soy hija de subversivos”, pensando ya en personas. Y después eran Toti e Hilda, dejando el “papá y mamá” para mis apropiadores. En 2007, en una de las muchas pesadillas que tenía en esa época, yo intentaba salir de un departamento y no podía porque la entrada estaba tapada por ladrillos que tenían escrita la palabra “pared”. Sentía como si una mano enorme me ahogara, una presión fuerte en el cuello. Cuando le conté, la psicóloga de Abuelas me dijo: “Qué raro… con las letras de pared se forma la palabra padre”. Ahí entendí que lo que a mí me ahogaba era seguir diciéndole mamá y papá a mis apropiadores. Ellos no eran mis papás. Y ahí, naturalmente, empecé a decirles mamá y papá a mis papás y a presentarme como Victoria.

¿Cómo fue que pasó de sentirse ajena a la política a ser una militante full time?

Entrar al Ministerio de Desarrollo Social me cambió la vida. Ahí ves lo inmenso del trabajo social, te acercás a la realidad, me permitió entender más de qué se trató la historia. También pude correrme de mí misma. Sí, tuve una infancia difícil, a mis papás los secuestraron y los desaparecieron. Es duro, pero hay un montón de otras situaciones y realidades terribles. Eso te pone en otro lugar, te obliga a involucrarte, a tratar de cambiar algo, dejar de ser víctima. Te podés quedar llorando por algo inmodificable o te ponés a trabajar para tratar de modificar lo que viene.

¿Cree que el modelo actual repite algún patrón de los setenta?

Siempre son los mismos. Sus empresas se hicieron ricas con ese modelo económico. Pareciera que no, pero tiene mucho que ver. Hoy no van a estar tirando personas desde aviones, no les conviene. Hoy hay otras prácticas. Te estigmatizo, te dejo sin laburo, te vas a morir de otra manera. Es lo que están haciendo hoy con Milagro Sala. No la matan, la meten presa, disuelven las cooperativas y se sientan a ver cómo el pasto se va comiendo todo.

30/01/2017

“No podemos hacer otra cosa que ser coherentes”

“No podemos hacer otra cosa que ser coherentes”

“Mi nombre es Miguel El Tano  Santucho, lo puedo decir porque conozco mi identidad”, empieza Miguel. “Es como un cassette que tengo grabado”, dice entre risas mientras le hace señas al mozo para pedir un café.
Miguel es hijo de Cristina Navajas, desaparecida en 1976, y busca a su hermano o hermana nacida en cautiverio. Junto con su abuela, se dedicaron a la búsqueda y a difundir la consigna de Memoria, Verdad y Justicia.
En un bar del barrio de Once, invita a sumergirse en lo más profundo de su historia personal, que hace eco en la historia y actualidad nacional. “Me llamaron Miguel porque tenía un tío que fue abatido en la Selva Tucumana unos meses antes de que naciera y su nombre de guerra era Miguel”, comienza.

 

O sea que ya tu nombre viene bastante cargado.

 

Sí, y sobre todo el apellido: Santucho es el apellido de una familia que, lamentablemente, fue víctima directa del terrorismo de Estado.

 

¿Cómo entrás vos en la historia de los Santucho?

 

Yo nací en octubre del 75 y en julio del 76 secuestraron a mi mamá,Cristina Navajas. En la casa nos dejaron a nosotros, de casualidad. Estábamos con mi hermano más grande y mi primo, tuvimos la suerte o la desgracia de que nos dejaran ahí. Mi abuela Nélida nos pudo ira buscar y un tiempo después nos establecimos en Roma con mi papá, Julio Santucho. Junto con nuestras pertenencias había cartas que mi vieja le escribía a mi viejo. Él se había exiliado, militaban en el PRT y estaba en el extranjero. Ella ahí contaba que daba por seguro que estaba embarazada. Esa información después la pudimos confirmar con testimonios. Uno de ellos diceq ue en un traslado estaban tiradas en el piso varias compañeras y mi vieja le dijo a una, desoyendo las órdenes de hacer silencio, su nombre, donde militaba y que estaba embarazada. Eso para mí fue una indicación clara de mi vieja de decir: “Búsquenme y busquen a mi hijo”. 

 

¿Tenés alguna información certera sobre la vida y el paradero de tu hermano?

 

No, lo que sí sé es que los últimos nietos recuperados pertenecen al mismo rango de edad y tuvieron circuitos parecidos al que debería haber tenido mi hermano. Estoy ansioso por saber si aparece.
También sé que ella mantuvo el embarazo y fue vista hasta los 6 meses de gestación en el Protobanco y después, en el 77 en el Pozo de Banfield, la vieron ya sin embarazo. En el medio, posiblemente pasó por Campo de Mayo, así que esos dos últimos lugares pueden ser los de nacimiento.

 

Decías que sentiste una indicación clara de tu mamá para que los busquen, ¿cuándo decidiste volver al país y responder a su pedido?

 

Volví en el 92. Siempre supe que hubo desaparecidos pero para mí era un relato, yo no lo vivía, no lo sentía. Me hablaban de una familia numerosa, de los primos, pero hasta que no los ves es como que no están. Además, mi viejo se volvió a juntar y tuvo una hija, así que vivíamos en una familia aparentemente normal. Cada tanto mi abuela viajaba, por la militancia en Abuelas, y aprovechaba para visitarnos. Hasta que a los 15 años se generaron las condiciones para volver. Yo siempre quise venir a Argentina y empecé a insistir. El año que volví fui a una marcha de secundarios y me pasó algo que marcó mi adolescencia y mi vida: en la desconcentración, un pibe hizo una pintada que decía: «Santucho vive», junto con la estrella roja. Ahí sentí que entré al túnel del tiempo y volví a mi casa pensando: “Tengo que vivir acá, hay algo que no conozco y que me pertenece”. Finalmente, al año siguiente volví al país definitivamente, fui a parar a la casa de mi abuela -que mucho no la conocía- y a esa edad no era el mejor plan. Mi hermano mayor se quedó en el extranjero y hasta el día de hoy sigue allá.

 

¿La relación con tu abuela se ligó mucho con la causa de la desaparición?

 

Tuve una relación muy linda con mi abuela, porque ella derivó en mí muchas cosas. Me veía interesado y con ganas de reconstruir, así que ella delegó mucho en mí. Además, mi familia materna es muy chica, así que mi abuela concentraba toda la figura que había estado buscando realmente. Ella falleció sin saber nada de su nieto y yo sentí la necesidad de retomar la búsqueda y ocupar su lugar. Me presenté a la Asociación y dije que quería seguir la búsqueda que había comenzado ella. En realidad, Abuelas es una gran familia, se maneja todo a través de la conexión afectiva y emocional. No entras por mérito, sino por pertenencia.

 

Las relaciones trascienden lo político y se ligan más a lo emocional.

 

Totalmente, también me pasó en  H.I.J.O.S, donde después de haber vivido mucho tiempo ser hijo de desaparecidos de una manera conflictiva, de repente pude darme cuenta del valor que tenía, de los muchos que éramos. También nos generó un tipo de relación particular, donde lo afectivo tiene un valor primordial. 

 

¿Qué te pasa cuando encuentran un nieto que no es tu hermano? ¿Te genera un sentimiento agridulce?

 

En un momento utilizaba el término «envidia sana» y después me di cuenta de que no existe. Para mi pasó a ser una alegría compartida. Obviamente espero que me toque, para cumplir con mi abuela y cerrar un ciclo. Pero el compromiso seguiría: mi hermano está entre todos los que faltan,y aunque lo encontrara no podría dar la búsqueda por terminada. Así que es un poco como una hermandad. En un espacio donde hay tantas ausencias por encontrar, tantos vacíos para llenar, cada vez que encuentran a uno es como llenar mi vacío también. 

 

¿Cómo se hace para que las generaciones que nacen en un país con desaparecidos no lo naturalicen y lo tomen como un proceso cerrado?

 

En las charlas resalto ese aspecto. Es tan presente este tema, que el hecho de que haya personas con la identidad falseada salta generaciones. Yo tengo una hija en el secundario, que podría tener un compañero con un apellido que no es de él, porque su padre puede haber sido apropiado. Tu compañero puede estar viviendo con una identidad que no le corresponde. Siempre hablo en primera persona, contar la experiencia propia genera más identificación y creo que funciona mejor. En general siempre me llamó la atención el interés y la recepción que hay. 

 

A pesar de las respuestas positivas que recibiste, sigue habiendo una parte de la sociedad que no cree en su lucha, ¿qué pensas de esa postura?

 

Me molestan las cosas con intencionalidad política como lo que dijo (el exministro de Cultura porteño Darío) Lopérfido o (el secretario de Derechos Humanos de la Nación Claudio) Avruj, porque están queriendo deslegitimar algo que está comprobado: hubo un genocidio perpetrado por el Estado y es el Estado el que tiene que asumir la responsabilidad de recuperar a los nietos y poner el nombre de cada uno de los desaparecidos. Ahora, sobre las opiniones que puede haber en el sentido común, creo que esa es la batalla cultural que hay que ganar, ahí está lo pendiente. He tenido discusiones con gente que me planteaba que tenía que superarlo, como si fuera un problema mío. Lo que queda por instaurar en el sentido común es que nuestra búsqueda es un reclamo legítimo y necesario para todos. El legado de las Madres debería ser tomado por el conjunto de la sociedad, garantizarle una continuidad colectiva.

 

Bajo un gobierno como el actual, ¿crees que puede subsistir esa idea?

 

Cuando yo empecé a militar en el 96 nos parecía imposible todo lo que tenemos hoy, pero nosotros recuperábamos la consigna del Mayo Francés: Seamos realistas, pidamos lo imposible. No podemos hacer otra cosa que ser coherentes con nosotros mismos, y tuvimos la capacidad de llegar a la gente con pedidos desde el sentido común. ¿Qué persona no puede entender que una madre busca a su hijo secuestrado? Son cosas tan básicas que se destruye todo el castillo de sospechas, de dudas. Siempre fueron buscados con amor, para recuperar historias, con un sentimiento positivo. Esa es la batalla que hay que dar, instalar que hay una necesidad real para nosotros y el colectivo de personas, de poner un contrapeso a lo que fue la dictadura y el terror.

 

¿Te parece que es posible ganar esa batalla cultural?

 

Siento que eso sigue siendo un desafío. Hay amplios sectores de la sociedad argentina que son reaccionarios y no se puede luchar contra una herencia de generaciones y generaciones centradas en el individualismo. Son defectos arraigados que no se pueden cambiar en cinco años. Pero si creo que hay una lectura distinta de lo que pasó, a partir de los juicios, del trabajo de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y del encuentro del nieto de Estela (de Carlotto). Pero sigo sosteniendo que la batalla cultural la tenemos que dar nosotros. Hay muchísimas expresiones que se suman, los artistas, los profesores, vos que decidís hacer la entrevista sobre este tema también la estás dando. Sigue pendiente pero no tan lejos. 

 

¿Cómo impregna tu vida  la desaparición de tu mamá y de tu hermano?

 

Creo que marcó mi vida, sin duda. Sobre todo porque canalicé mucho. Mi hermano se quedó en el exterior y no se interiorizó en el tema y mi viejo por mucho tiempo prefirió negar la posibilidad de que tuviera un hijo desaparecido. Siento que de alguna manera tengo una carga más grande, pero no es el centro de mi vida. No siento que me diferencie de los demás, hago todo esto porque asumí la responsabilidad, pero si nunca lo encuentro al menos puedo sentir que lo intenté.

 

¿Nunca le planteaste este tema a tu familia? El hecho de encargarte casi solo de la búsqueda.

 

Yo le dije a mi hermano y un poco lo sabe, que somos la contracara de la misma moneda. Lo que él hace de quedarse allá, es una forma de procesar el sufrimiento. También es una pérdida la de él, no pienso que yo asumí una carga y él está feliz allá, no tengo rencor en ese sentido. No me arrepiento de las decisiones que tomé, haber venido a la Argentina no fue un error. 

17/01/2017

Papel Prensa: 40 años de impunidad

Papel Prensa: 40 años de impunidad

Bajo la consigna “El robo del siglo”, integrantes de la agrupación H.I.J.O.S. organizaron un acto el pasado miércoles en reclamo por los cuarenta años de lo que denuncian como una sustracción ilegal de Papel Prensa S.A. El encuentro tuvo lugar a las 18, frente a la puerta al diario Clarín, ubicado en Finochietto y Tacuarí. Organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos, acompañados por cientos de personas, dieron el presente alrededor de un improvisado escenario y sus oradores.

La causa judicial que investiga a las autoridades de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, acusados de haber cometido delitos de lesa humanidad -en connivencia con los militares durante última dictadura- para apropiarse ilícitamente de la empresa, hoy se encuentra congelada en el Juzgado Federal Nº 10, a cargo del juez Julián Ercolini. Tras  cuatro décadas de silencio e impunidad por parte los culpables, la venta forzada de la mayor empresa productora de papel del país continúa impune.

 

“Los empresarios que dieron el golpe de Estado junto a los genocidas, en 1976, fueron también parte del plan económico-criminal de (el entonces ministro de Economía José Alfredo) Martínez de Hoz, estamos hablando de los Macri, los Pérez Compac, los Magnetto y tantos otros grupos. Pero en particular, de los vinculados a la prensa, que además de ser el órgano de propaganda de la mentira y el terror, fueron los que influyeron en el derecho a la información de generaciones. Fueron los que escribieron el decreto-ley de radiodifusión con (el dictador Jorge Rafael) Videla y son los mismos que hoy vulneran el acceso a la comunicación con (el presidente Mauricio) Macri, con la modificación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual”, denunciaba el comunicado que integrantes de la agrupación H.I.J.O.S. leyeron entre los aplausos rabiosos de los manifestantes.

multitud en el acto

Organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos, acompañados por cientos de personas, dieron el presente alrededor de un improvisado escenario y sus oradores.

Los presentes

Frente al escenario se acomodaron Rafael Ianover -quien fuera el ex vicepresidente de Papel Prensa antes de su expropiación-, Lidia Papaleo, viuda de David Graiver, quien llegó acompañada por su hermano Osvaldo Papapelo y su sobrina Carolina, y la presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Ángela Lita Boitano.

También estuvo presente Jorge Thierbach, Secretario Adjunto de la Federación Gráfica Bonarense, quien desde los micrófonos expresó que la esquina elegida «era precisamente el lugar donde debía realizarse el acto, para poder resignificarla. Porque así como la ex ESMA hoy es un lugar de memoria, verdad y justicia, este lugar a partir de la concurrencia de todos nosotros debe pasar a ser un sitio donde también estas tres palabras cobren vigencia.”

Lidia Papapelo dialogó con ANCCOM y contó que se considera una persona optimista y que cree que “tras diez meses de este gobierno y pese al golpe que significó perder las elecciones y todo lo que hemos pasado, nos estamos acercando a un militancia con una compresión de la realidad completamente abierta y escuchando otras voces. Considero que es muy importante la militancia joven, creo que eso es lo más importante que nos dejó el gobierno de Cristina”. Enseguida, agregó: “Si algo sacudió a la sociedad, fue la militancia directa, aquella que comenzaron las madres y las abuelas. Hoy tenemos a favor que el poder es atacado por los medios alternativos de comunicación y por la militancia que la gente hace a diario. La militancia es lo único que logra que las barreras se corran.”

 

Durante la jornada se hizo entrega del “Premio Vil 2016″ a Héctor Magnetto, condecoración que consistió en una lapicera gigante confeccionada con trozos de diario, la cual fue llevada en andas por un multitud hasta la puerta del diario. La parodia buscó emular a aquella lapicera con la que Lidia Papaleo fue obligada a firmar la entrega de su empresa bajo la amenaza de muerte de sus hijos, el 2 de noviembre de 1976.

» Los empresarios vinculados a la prensa, que además de ser el órgano de propaganda de la mentira y el terror, fueron los que influyeron en el derecho a la información de generaciones».

Los civiles de la dictadura

Entre los oradores estuvo presente Victoria Montenegro, hija de desaparecidos y militante política, quien reflexionó acerca de la importancia de que la sociedad conozca la verdadera historia detrás de la venta de Papel Prensa. “Esta gente -concluyó- es la misma que ofició como cómplice civil durante aquella dictadura perversa; son quienes esperaron muchos años para no tener que precisar de las botas y los tanques para poder poner en el gobierno a un partido político que le sea totalmente funcional a sus intereses. Son los mismos que mienten sistemáticamente y que mandan a la gente a su casa, que les dicen que no se metan en nada. Son los mismos que intentan borrar la memoria de nuestros desaparecidos y los que intentan volver a instalar la maldita Teoría de los Dos Demonios.”

Por su parte, Rafael Ianover opino que “esto fue realmente un despojo absurdo y vergonzoso, porque frente al valor que tenía el paquete accionario privado de Papel Prensa -que le pertenecía al señor David Graiver-, pagaron un precio vil, más precisamente 8,3 millones de dólares y tan sólo la máquina principal, que tiene cien metros de largo, totalmente automatizada e importada desde Finlandia, costó 6 millones de dólares”. Y agregó que “el golpe del 24 de marzo de 1976, además de haber cometido el genocidio de desaparecer y torturar a miles de personas, también se dedicó a apropiarse de forma ilícita de bienes de un importantísimo valor, acción que fue realizada en connivencia con un grupo de civiles que dicen tener ´un gran diario, el gran diario argentino´. Un diario, cuyos directivos, están acusados y sospechados de haber cometido crímenes de lesa humanidad, no puede ser jamás un diario grande.”

Ianover expuso que en su libro sostiene la hipótesis acerca de que la muerte de David Graiver podría haber sido un atentado y compartió una anécdota de aquel duro momento: “Tras la muerte de David, un día me invitaron a una cena en la casa del ingeniero Doretti y Martín Segovia, que era el presidente de Papel Prensa, tras una conversación trivial, me preguntó qué tenía planeado hacer con las acciones que figuraban a mi nombre. Y yo le contesté que esas acciones debían participar del inicio de la sucesión del señor David Graiver. En ese momento, considero, se inició el plan B de la gente de Clarín. Tras dicha reunión, comenzaron a detener a todos los integrantes del grupo, exactamente fueron 23 los detenidos injustamente, con el agravante de la tremenda tortura que le infligieron a la señora Lidia Papaleo junto con el fallecimiento de uno de los herederos de Gravier, que murió en la mesa de tortura cuando le aplicaban la picana eléctrica.”

El exvicepresidente de la papelera hace responsables a los directivos de Clarín de los delitos de los que él y sus allegados fueron partícipes y finaliza su discurso diciendo que teme, por su avanzada edad,  que “este crimen quede impune.”

Osvaldo Papeleo fue uno de los últimos oradores y llamo a que Papel Prensa sea un símbolo, “pero no por un hecho económico, la lucha no debe buscar demostrar que se robaron una empresa, lo que se debe denunciar acá es que mataron y torturaron para apropiarse ilegalmente de algo”.

Pablo Llonto

“Esta no es una esquina más para mí, ni para mis hijos e hijas y agradezco a quienes han pensado en hacer un acto para reivindicar a los compañeros y compañeras presentes que fueron víctimas del secuestro, la tortura, la apropiación y la coacción”, dijo Pablo Llonto.

La esquina de Ana

El encuentro estuvo acompañado por la confección de un mural y la colocación de una placa en memoria de la periodista Ana Ale, “la luchadora contra la opresión de Clarín”. Ana encabezó durante diez años una batalla por el derecho a representación gremial de sus compañeros de prensa y fue también Secretaria General de los trabajadores del diario. Fue despedida -junto a otros 117 compañeros- en noviembre del 2010 por decisión de Héctor Magnetto, Ernestina Herrera de Noble y del entonces gerente de personal, Jorge Figueiras. En febrero del 2005 falleció producto de un cáncer. Muchos de sus compañeros estuvieron presentes durante el acto y la recordaron con cariño, entre ellos quien fue su compañero y amor, el periodista Pablo Llonto.

Llonto, quien oficia hoy de abogado querellante en la causa Papel Prensa como así también de representante legal de Osvaldo Papaleo, expresó: “Esta no es una esquina más para mí, ni para mis hijos e hijas y agradezco a quienes han pensado en hacer un acto para reivindicar a los compañeros y compañeras presentes que fueron víctimas del secuestro, la tortura, la apropiación y la coacción”. Y agregó: “Esta esquina también fue testigo de un encuentro donde se conmemoraron diez años de impunidad, el diario que se llena la boca hablando de república y democracia, perseguía y prohibía a sus trabajadores que votaran. Todas las comisiones internas de Clarín fueron despedidas. Y fue por el impulso de aquel pequeño gran acto que hicimos, que hoy los jóvenes trabajadores del grupo Clarín lograron su tercera elección de Comisión Interna y tienen un delegado, después de luchar arduamente por democracia y la defensa de los derechos de los trabajadores.”

Llonto pidió que el juez Ercolini cite a indagatoria a Ernestina, a Magnetto y a Bartolomé Mitre, principal accionista de La Nación, y llamó a organizarse en grupos para ir a golpear puertas al Poder Judicial. Hacia el final, anunció: “Hemos presentando ante la justicia un pedido para que nos citen a aquellos trabajadores de Clarín que escuchamos cuando el número dos del diario, Eduardo Durrutti, contó a otros compañeros, cómo al día siguiente del accidente de aviación donde falleció David Graiver, en agosto del ’76, él que entonces se encontraba en los Estados Unidos, recibió un llamado del mismo Magnetto en persona, en donde le pedía que se asegurara de que las acciones de Graiver en Papel Prensa se encontraban allí, porque Clarín las quería.”  

 

Actualizado 09/11/2016

La incesante lucha de las Abuelas

La incesante lucha de las Abuelas

Familiares de detenidos desaparecidos, amigos, militantes de los derechos humanos, algunos legisladores y muy pocos funcionarios participaron del homenaje. Como contrapartida, estuvieron muchos de los 121 nietos recuperados que, con diversas formas, expresaron su gratitud a la institución que brega por restituir la identidad de los cerca de 500 chicos nacidos en cautiverio y apropiados por los represores. El más explícito fue Manuel Goncalves, quien tuvo a su cargo la conducción del acto: “Estamos acá –dijo- porque estas mujeres nos han buscado con enorme amor, y nos han encontrado”. Salud.

 

“La traición es uno de los motores de la Historia”

“La traición es uno de los motores de la Historia”

“Los militares, pese a ignorar la fecha y el lugar de la acción guerrillera, sabían desde mediados de septiembre de 1975 que había algo muy grande en marcha. Pero no impidieron el plan. ¿Acaso tenían un interés especial en que ese algo se produjera?”  Sobre la respuesta a esa pregunta indaga el periodista Ricardo Rogendorfer en su último libro, Los doblados, que Editorial Sudamericana acaba de publicar. “Los doblados” eran personas que se habían convertido en soplones para salvar su pellejo, espías infiltrados en las organizaciones revolucionarias que reportaban al Ejército. “Hay ciertos autores -explica Ragendorfer- que con liviandad afirman que el ataque montonero al Regimiento de Formosa, ocurrido el 5 de octubre de 1975, fue el hecho que motivó que los militares dieran el Golpe de Estado del ‘76, y esa es una hipótesis digna de la revista Billiken, porque los decretos de aniquilamiento que otorgaban a las Fuerzas Armadas las facultades represivas en todo el territorio nacional fueron redactados con anterioridad en base a un plan golpista que ya existía”.

Para la producción de Los doblados, que llevó diez años, Ragendorfer trabajó tanto con documentos de origen militar, como con documentos de Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Realizó más de cincuenta entrevistas a antiguos militantes y jefes de organizaciones armadas, y también entrevistó a los represores Carlos Españadero, Albano Harguindeguy, Carlos Dalla Tea y al agente chileno Enrique Arancibia Clavel, enlace entre el Batallón 601 de la Argentina y la DINA pinochetista, entre otros.

Se trata de una exhaustiva investigación periodística narrada como novela policial, o, más bien, como película de acción. Una de las hipótesis de fondo que sostiene el autor a medida que avanza en la historia es que cuando las Fuerzas Armadas obtienen facultades represivas, toman el control operacional del país. “De algún modo, en ese preciso momento –el 6 de octubre de 1975-, el poder pasó de la Casa Rosada al Edificio Libertador –dice Ragendorfer-. Yo pienso que en ese momento empezó la dictadura y que lo del 24 de marzo fue como una mudanza”.

¿Cuáles son los documentos inéditos que utiliza para el libro?

Uno de ellos fue la llamada directiva 404/16, que es una orden de combate que el Ejército redacta y distribuye a través de 24 copias únicamente, que planteaba cómo iba a ser la metodología del terrorismo de Estado. Ese documento se realiza inmediatamente después de haberse firmado los famosos decretos de aniquilamiento que extendían a nivel nacional los atributos represivos que el Ejército tenía en Tucumán, que fue una especie de laboratorio del terrorismo de Estado.

¿Dónde fue hallado ese documento?

Lo encontré en una caja del Archivo Nacional de la Memoria. Es decir, sobre ese documento se hablaba mucho, pero no existía ninguna de esas 24 copias, hasta que de casualidad descubro una. También, otro de los documentos importantísimos a los cuales tuve acceso fue el archivo del espía chileno Arancibia Clavel, una especie de agente de enlace entre la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) del Chile pinochetista y el Batallón 601, fundamentalmente en lo referido al Plan Cóndor. En ese sentido Arancibia Clavel, que además estaba involucrado en el secuestro del general chileno Carlos Prats -razón por la cual estuvo condenado-, había hecho un archivo en base a todos los partes informativos que él enviaba semanalmente desde Buenos Aires al servicio exterior de la DINA. Era una especie de espía oficial de Chile en Argentina, y lógicamente eso fue de algún modo su pasaporte a la desgracia. El archivo que le encuentran es una especie de bitácora del Plan Cóndor, que muchos años después, ya en democracia, lo encontró en un sótano de Tribunales la periodista chilena Mónica González, que estaba investigando el asesinato de Prats en Argentina.

¿Cómo empezó a trabajar el tema?

Empecé a trabajar con Los doblados cuando aún ni imaginaba que terminaría escribiendo un libro. El puntapié inicial de este libro fue una serie de entrevistas que le hice al mayor Carlos Españadero en 2005, que termina siendo un actor fundamental de esta historia. Es un tipo del Batallón 601, que por un lado tenía a su cargo una pequeña y auspiciosa red de infiltrados que él mismo había reclutado y entrenado y, por otro lado, pese a su baja jerarquía, era una especie de estratega en las sombras del Batallón 601.

¿Cómo llegó a Españadero?

Lo llamé por teléfono. Yo había leído una entrevista que le hicieron, porque en su momento Osvaldo Bayer lo había acusado de haberle cobrado a un teólogo alemán -cuya hija Elisabeth Käsemann estaba acá desaparecida- veinticinco mil dólares para recuperar su cuerpo sin vida. Lo busqué en la guía y lo encontré. En esa misma nota, él señalaba su relación con el Oso Ranier, uno de los infiltrados en el ERP (uno de los protagonistas del libro). En ese momento le dije a Españadero que a mí me interesaba fundamentalmente –y lo dije con estas palabras- “la lucha contra la subversión”, un término que sabía que le caería simpático, y que me interesaba sobremanera  que me hable sobre el Oso Ranier. Y él me contestó: “Un héroe de guerra”. Nos encontramos en Los 36 Billares. Fueron entrevistas que le hice para la revista Caras y Caretas.

¿Qué fue lo que más le impactó de lo que le contaron en la serie de entrevistas que realizó a represores?

Hay muchas cosas. Una de las historias más alucinantes es la historia del Coronel José Osvaldo Riveiro, el segundo jefe del Batallón 601, que tiene que ver con el secuestro del militante chileno del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Jean Claudet Fernández. Entrevisté a muchos represores para este libro, y normalmente de los represores únicamente se conoce el nombre, el lugar donde prestaron servicios, las aberraciones que cometieron y algunas otras cosas por el testimonio de algunas víctimas. Y a mí me interesaba otro corte de esos personajes, un corte que tiene que ver con lo personal de ellos. Cada uno de ellos es una muestra cabal de lo que Hannah Arendt llamaba la “banalidad del mal”. O sea, no son bestias con garras, no son monstruos. Lo terrible y lo monstruoso justamente es que son personas normales que después de torturar vuelven a sus casas como de cualquier otro trabajo, acarician la cabeza de sus hijos, cenan y se van a dormir. Fundamentalmente mi idea era no presionarlos demasiado, no ser incisivo, porque las cosas que hicieron ya se saben y a mí me interesaba que hablen de otras cosas porque, digan lo que digan, aunque hablen del clima, de algún modo demuestra lo que son. Discutir con ellos es como discutir de astronomía con alguien que cree que la luna es un pedazo de queso gruyere.

¿Por qué eligió para el libro el período entre 1975 y 1976?

A priori tomé ese lapso porque era el período en que las infiltraciones estaban a la orden del día, ya que con posterioridad, a través de secuestros y torturas, los militares obtenían la información que necesitaban en las mesas de tomento. El tema de los infiltrados me sirvió para desentrañar dos cosas: por un lado, la estructura, las modalidades operativas y los personajes del Batallón 601; y por otro, uno de los temas que está en discusión, porque hay ciertos autores que con liviandad afirman que el ataque montonero al Regimiento de Formosa, ocurrido el 5 de octubre de 1975, fue el hecho que motivó que los militares dieran el Golpe  de Estado, y esa es una hipótesis digna casi de la revista Billiken, puesto que los decretos de aniquilamiento que otorgaban a las Fuerzas Armadas las facultades represivas en todo el territorio nacional fueron redactados con anterioridad en base a un plan golpista que ya existía.

¿Fueron determinantes “los doblados” para la derrota de la guerrilla?

Fácticamente el caso del Oso Ranier, que es el que precipita Monte Chingolo, desde luego que fue un golpe muy duro a nivel operativo para el ERP, y más en la época en la cual eso sucede. Pero yo pienso que, pese a ello, habría también que aclarar que las infiltraciones abarcan un período inmediatamente previo a la desaparición masiva de personas. En ese sentido, para entonces, las dos organizaciones armadas más grandes que había en el país, o sea ERP y Montoneros, estaban envueltas en una crisis muy grande. Tal vez debido a una serie de errores políticos que derivaron en excesiva militarización. Si bien creo que el efecto de los infiltrados fue bastante nocivo para esas organizaciones, la debacle de éstas fue fruto de situaciones, hechos y de circunstancias mucho más complejas que la presencia de determinados infiltrados.

¿Por qué cree –tal como menciona en el libro- que la figura de la traición, en los ’70, no ha sido muy estudiada?

Realmente no lo sé. La figura de la traición es una figura universal de la condición humana. En ese sentido yo diría, como decía Marx de la economía, la traición es uno de los motores de la Historia. Dentro del contexto del terrorismo de Estado, ha sido un tema recurrente como fenómeno, pero pienso que hasta ahora no ha sido debidamente estudiado. La temática del terrorismo de Estado es de por sí maldita, sobre la cual aún prevalecen teorías irreconciliables como la Teoría de los Dos Demonios, o la existencia lisa y llana del Estado terrorista. Y, el tema de la traición es una cuestión maldita dentro de una temática que de por sí es maldita.

¿Tuvo alguna devolución sobre el libro de algún protagonista de esta historia?

Algunas personas vinculadas a las organizaciones armadas se comunicaron conmigo. Por ejemplo una sobrina de Patricio Biedma, el segundo jefe del MIR, uno de los protagonistas de esta novela, diciendo que le había podido mostrar a su padre –el hermano mayor de Patricio, secuestrado acá en Buenos Aires- algunos aspectos que no conocía de él. Por ahora no recibí ninguna puteada, pero no creo que la familia del coronel Riveiro esté muy contenta con este libro.

En el libro cuenta que el Batallón 601 tenía a su cargo la dirección táctica y estratégica de la “guerra sucia”. Recientemente el presidente Mauricio Macri se refirió a la última dictadura con los mismos términos militares. ¿Qué piensa sobre esto?

Por empezar, el término “guerra sucia” lo comenzaron a utilizar por los militares, cuando era inocultable el hecho de que acá había una práctica indiscriminada del terrorismo de Estado. Entonces, tenían que dar algún tipo de argumentación para atenuar la criminalidad de sus actos y recién entonces, por el ‘77 o el ’78, se empieza a hablar de “guerra sucia”, o “dirty war”: son términos sacados de los manuales norteamericanos. De todos modos, al igual que la Teoría de los Dos Demonios, que es una teoría un tanto falaz… Acá no hubo guerra, fue una cacería contra la sociedad argentina. Antes de la utilización del término “guerra sucia”, los militares no hablaban de guerra, hablaban de “lucha contra la subversión”, no hablaban de “enemigos”, hablaban de gente “subversiva”. En ese sentido no hubo una guerra, además porque ni ERP ni Montoneros fueron reconocidos como fuerzas beligerantes. Pero el hecho de que se caracterizara a esto como una guerra  tiene, por parte de los militares, un sustento teórico, que es el siguiente: según la Doctrina de Seguridad Nacional a la cual ellos adscribían, y según las enseñanzas de los franceses y norteamericanos, quienes entrenaron a los militares argentinos en lo que se llamó la guerra revolucionaria o la guerra contrainsurreccional, los tipos estaban convencidos que esto era una guerra pero también de que no enfrentaban a un ejército regular sino un ejército cuyos combatientes se mimetizaban en la población. En consecuencia, ellos sostenían que la fortaleza de la guerrilla estaba en la retaguardia, es decir, en la sociedad civil, entonces la atacaban. Mientras determinadas voces y más precisamente la del Gobierno actual, empiezan a levantar el estandarte de la Teoría de los Dos Demonios y de la guerra sucia, en paralelo se hace lo imposible para detener el juzgamiento de la sociedad civil y de los empresarios que tuvieron que ver con la dictadura. En ese sentido, que Macri no se refiera al terrorismo de Estado como tal, tiene que ver con una concepción ideológica –tanto de Macri como de un vasto sector de la sociedad- que tiene ese discurso. Los radicales tienen ese discurso, si vamos al caso.

Ricardo Rafendorfer, periodista, escritor e investigador especializado en policiales, es autor de La Bonaerense (1977) junto a Carlos Dutil y de La secta del gatillo (2003), entre otros libros. Trabaja en diferentes medios y soportes desde hace ya casi 40 años. Su trayectoria y experiencia es ineludible a la hora de hablar de la estructura de las fuerzas policiales, servicios de inteligencia y políticas de Seguridad, los ribetes del periodismo y los intereses que se ponen en juego.

¿Cuál es su visión acerca del rol de los servicios de inteligencia en la actualidad?

Pienso que en todos los lugares del mundo, y fundamentalmente desde el siglo XIX en adelante, los servicios de inteligencia fueron y serán la cloaca del Estado, se dedican a los negocios sucios del Estado. Y no son organismos infalibles: la CIA se comió lo de las Torres Gemelas…Si los principales servicios de inteligencia del mundo tienen sus fallas garrafales, puesto que uno de sus objetivos es prever y anticipar determinados cataclismos, imaginémonos lo que puede ser un servicio de inteligencia en un país periférico como este, que además toma los dictados o la letra que le pasan los servicios de inteligencia de Occidente. Los servicios son una fuente inagotable de conflictos, más que una fuente para solucionarlos.

En cuanto a las gestiones de Patricia Bullrich y Cristian Ritondo en los ministerios de Seguridad de Nación y Provincia, respectivamente, ¿cuál es su lectura de lo que han mostrado de su gestión?

El sueño de la seguridad macrista tiene dos vertientes: una, disciplinar a la sociedad, y otra, controlar el espacio público; es decir, los narcos son tan amenazantes como los manteros para este gobierno. Pero, por otra parte, se ve bien en provincia de Buenos Aires que la apuesta del macrismo está en lograr una congruencia con las corporaciones policiales, hechas en base al autogobierno policial, lo cual es un camino algo suicida. En ese sentido, ¿qué le pasa a Vidal? Su llegada a la gobernación fue tan sorpresiva que no había preparado debidamente su política hacia la policía y dejó intacta la estructura que había heredado del anterior gobierno, nombrando a (Pablo) Bressi en lugar de (Hugo) Matzkin: Bressi es un hijo putativo de Matzkin. Eso causó una especie de conflicto interno dentro de la policía, ya que muchos integrantes del comisariato tenían ilusiones depositadas en que a través del cambio de gobierno pudieran escalar posiciones de poder. Y no, todo quedó igual. Es evidente que esa situación conflictiva salpica al gobierno de Vidal y prueba de ello es la ola de secuestros, la cantidad de zonas liberadas. ¿Por qué creés que se va a vivir a un ex centro clandestino de detención como es la  VII Brigada Aérea? ¿Porque es cómodo? ¿Porque es lindo? No. Porque está -creé ella- a resguardo de la Bonaerense.

Y desde el libro La Bonaerense hasta la fecha, ¿cambió en algo la estructura de esa fuerza?

No, de ningún modo. En el único momento que comenzó a cambiar este asunto fue en la época de (Carlos) Arslanián, que fue una experiencia inconclusa porque el nombramiento de Carlos Stornelli como reemplazante de Arslanián, cuando asume Scioli, convirtió a la reforma de Arslanián en una contrarreforma. De todos modos, la reforma también tenía sus puntos flojos: basándose acertadamente en que se debía cortar la ruta del dinero que iba de abajo hacia arriba a través de una estructura piramidal, con muy buen criterio Arslanián decidió descuartizar esa estructura y hacer siete u ocho departamentales autónomas, volar la figura del jefe y romper ese triángulo. Pero, lógicamente, la Bonaerense es como el agua, toma la forma del envase que la contiene y lo que en otras épocas era una empresa perfectamente aceitada, en esas épocas devino en una cantidad de hordas policiales autónomas que se disputaban entre sí el delito en la provincia de Buenos Aires. La contrarreforma que vino después consistió en restaurarle a la Bonaerense los atributos que había tenido en sus peores épocas.

¿Cambió en algo el género policial en el tiempo que lleva trabajándolo?

De algún modo cambia todo el tiempo la temática policial, porque cambian no sólo las modalidades del delito sino el modo en que la sociedad asimila este tipo de cosas. Es muy distinto el modo en que impactaba el delito en la década del ’50 que en estas épocas, donde hay un subgénero, para mí nefasto, que es la “inseguridad”, tal como llaman a la sección policial en el diario La Nación. Por otra parte, la profusión y la hegemonía que tienen los medios audiovisuales sobre la noticia con la repetición. Yo empecé a trabajar en periodismo de casualidad, con posterioridad me empecé a dedicar más a este género o sección, también de casualidad. Desde luego hubo causas profundas que tal vez yo haya descubierto después pero fue algo del orden del azar. Actualmente, si tuviese que escribir una receta de cocina le daría la estructura de un policial.

¿De qué herramientas de su personalidad se sirve fundamentalmente para investigar?

De la curiosidad, que es el atributo más importante que te debe tener un periodista.

 

Actualizada 30/08/2016