Documentar la realidad

Documentar la realidad

Más de 30 películas se exhibirán en Doc Buenos Aires, un espacio que año a año ofrece un amplio panorama de documentales y actividades vinculadas con otra forma de narrar visualmente la realidad. La exposición busca acercar al público a otro tipo de cine, a la vez que se propone actualizar las novedades provenientes de festivales de otras partes del mundo, mientras que da lugar al estreno de películas nacionales inéditas.

El programador de la muestra, Luciano Monteagudo, destaca la importancia que tiene un evento de estas características para el cine documental “de creación”, que es distinto a los tipos de documentales que comúnmente se transmiten por cable o se difunden por Internet: “Los materiales que se presentan priorizan la subjetividad, la experimentación y un fuerte punto de vista sobre los temas y personajes que abordan”. La centralidad en las exhibiciones apunta a la aparición de nuevas escrituras y formas de lenguaje. En ese sentido,  Marcelo Céspedes, director de DOC Buenos Aires señala: “El foco de este año va a estar puesto en ver lo que está sucediendo en el mundo con los jóvenes realizadores a través de sus películas”.

Charla con Jean-Louis Comolli en la Universidad de Cine.

Charla con Jean-Louis Comolli en la Universidad de Cine.

Desde sus inicios, la muestra cuenta con el apoyo del INCAA,a la que se sumaron a lo largo de los años varias entidades, entre ellas la Sala Leopoldo Lugones del Centro Cultural General San Martín, la Fundación Proa y la Alianza Francesa de Buenos Aires. Estos tres espacios y el cine Gaumont serán las sedes del evento a las que se agregará ocasionalmente el Centro Cultural Borges, en el que únicamente se realizarán charlas y talleres. Estas actividades especiales tienen un valor significativo para Luciano Monteagudo: “Habilitan la posibilidad de discutir las obras con sus directores y asistir a charlas de grandes teóricos, como la que va a dar el francés Jean-Louis Comolli, director durante casi una década de los Cahiers du Cinéma.”

Muchas de las películas que se proyectarán en el festival serán repetidas en distintos días y horarios, en dos de las sedes, con el fin de que los espectadores tengan la oportunidad de elegir dónde y cuándo verlas. Refiriéndose a esta decisión, Céspedes aclara: “Queremos ser chicos pero también efectivos. No deseamos ser un festival de 200 películas que no llegan a verse todas”. En cuanto a los films, mediante una rigurosa selección se eligen aquellas novedades que han sido consagradas en grandes festivales del mundo y que no han llegado aún al país. Esta es una de las tareas de la otra programadora del festival, Carmen Guarini, que indica: “No tiene sentido proyectar películas que ya se exhibieron, les estaríamos restando espacio y posibilidad a que el público descubra obras que nunca se mostraron”.

Si bien el DOC Buenos Aires cuenta con un público muy variado que lo acompaña año tras año, que va desde sectores especializados de estudiantes de cine y directores hasta gente mayor que aprovecha este tipo de circuitos, hay una parte de los espectadores que se agrega en cada edición. Refiriéndose a las personas que se acercan por primera vez,  Guarini remarca: “Esperamos que se sorprendan, queremos ayudarlas a descubrir historias, miradas, narrativas que las emocionen y concienticen.”

En comparación con los primeros años de la muestra, Guarini  señala: “Había menos producción del cine argentino, entonces se traían mayor cantidad de materiales de Europa”. Esta vez, aunque sigue siendo mayor la presencia de documentales provenientes del viejo continente, también hay películas procedentes de Cuba y de Brasil. “Por suerte ha aumentado la participación tanto de Latinoamérica como la de Argentina”, agrega.

En esta edición, la muestra se abrirá y se cerrará con el estreno de dos documentales filmados por directores argentinos, acontecimiento que rara vez se ha dado en el DOC Buenos Aires. El  jueves 20 la entrada será gratuita para quien se inscriba previamente al mail info@docbsas.com.ar. Ese día se proyectará la película “El día nuevo” de Gustavo Fontán, mientras que una semana después el film de clausura será “El (im)posible olvido” de Andrés Habegger.

Foto del documental El (im)posible olvido, dirigida porAndrés Habegger.

Foto del documental El (im)posible olvido, dirigida porAndrés Habegger.

Esta realización aborda la historia de vida de su director, quien prácticamente no tiene ningún recuerdo anterior a sus nueve años, vinculado a su padre, Norberto Habegger, desaparecido en Río de Janeiro por el Plan Cóndor. Esa historia personal da pie a la trama de la película, según comenta el propio realizador: “Empecé a trabajar sobre la idea del olvido como contrapartida de la memoria. Dónde es que se alojan las cosas que se olvidan, en qué lugar del cuerpo o de la memoria residen”. De alguna manera, para el director habría una similitud entre la construcción de la memoria y el cine que la película habilita a pensar: “Son  pequeños datos, anécdotas y hechos históricos que uno va hilando para construir su propia memoria y en el caso de la película pasa lo mismo. Ambos son relatos y se construyen de la misma manera”, explica.

Este mismo año, “El (im)posible olvido” no pudo formar parte del BAFICI, tras presentar un corto avanzado que no quedó seleccionado. Si bien es sabido que esto puede suceder en cualquier festival, al cineasta le llamó la atención que otros documentales relacionados con la temática de los derechos humanos hayan corrido la misma suerte. Sobre esta situación, Habegger comenta: “Para mí no era nada casual que determinadas películas similares quedaran afuera, dado el nuevo perfil de la gestión a nivel nacional”.

Si bien en su momento estaba Darío Lopérfido como Ministro de Cultura y eso hizo sospechar a más de uno que se trató de un acto de censura, Habegger se distancia de esa postura: “Sé que el Ministerio de Cultura de la Ciudad tiene otro paradigma sobre las políticas de derechos humanos. La organización del festival depende de ellos así que, indefectiblemente va a estar asociado a qué tipos de películas dejan adentro y cuáles afuera. Pero no me animo a hablar en términos de censura”.

En cuanto a la muestra, Habegger destaca que su trabajo sea el de cierre por la importancia que tiene el DOC Buenos Aires: “Por un lado, le da lugar a documentales argentinos con una mirada autoral y por otro lado, trae un montón de documentales de afuera que si esta muestra no existiera nosotros no tendríamos oportunidad de verlos”.

Actualizado 18/10/2016

El yugo del tarefero

El yugo del tarefero

Manos callosas. Ojos desenfocados. Pies que compran ojotas en cuotas y se protegen de las heladas con alpargatas. Esos cuerpos desgastados, sin embargo, soportan. Como la yerba que cosechan, aguantan. A lo largo de un año, Diego Marcone acompañó a una cuadrilla de tareferos en la localidad misionera de Montecarlo y registró –con una cámara de presencia casi imperceptible– la cotidianeidad de un ciclo completo de cosecha de yerba mate en el documental Raídos. El film se presentó en el último BAFICI y obtuvo cuatro premios: mención especial de la Competencia Argentina; mejor película según la Asociación de Cronistas Cinematográficos Argentinos (ACCA); mejor montaje según la Sociedad Argentina de Editores Audiovisuales (SAE) y la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales (EDA); y mejor película argentina por el voto del público.

“Todos tomamos mate, tan propio de la imagen de la argentinidad –contó Marcone en diálogo con ANCCOM-. Pero la vida de la gente que labura y cosecha el mate no la conoce nadie, por lo menos en la zona de Buenos Aires. Yo, por ejemplo, nunca había visto una planta de yerba mate”. El proyecto nació a partir de una investigación de la socióloga María Luz Roa, quien indagó acerca de los procesos de constitución de la identidad y la emocionalidad de los jóvenes que se criaron en “barrios tareferos”. Estos asentamientos periurbanos, cuya actividad principal es el trabajo estacional en la cosecha de hojas de yerba mate, se afianzaron a mediados de los años noventa como consecuencia de la crisis de la industria yerbatera. El “sufrimiento del yerbal”, escribió Roa en su investigación, “se encuentra asociado a las duras condiciones que experimenta el cuerpo que se funde en el monte año tras año”. Lejos de una mirada miserabilista, Raídos es un documental de observación de cómo los tareferos conviven con ese sufrimiento y de cómo éste no se limita al yerbal sino que crece, silencioso, al interior de sus casas y de sus vidas y, también, a través de las generaciones.

Raídos es como llaman a las bolsas de arpillera de 100 a 120 kilos de yerba. Y raídos están también los propios tareferos, cuyos cuerpos no tienen descanso ni siquiera mientras esperan el comienzo de la próxima temporada de tarefa: las tareas de fumigación también hacen su aporte en el desgaste. “En vez de elegir el estudio, elegí esta cosa: me arrepentí como cincuenta mil veces, me arrepentí el resto de mi vida”, se lamenta Darío, mientras recolecta hojas de yerba mate en un campo de la Cooperativa Agrícola de Montecarlo. Su hermano mayor, que se transforma en padre durante la película, también es tarefero y carga con una oportunidad fallida de ser jugador de fútbol. En el menor, mientras tanto, se depositan los sueños de huida del resto de los personajes: Walter está a punto de terminar el colegio secundario y mudarse a Iguazú, donde buscará un trabajo que le permita ir a la universidad por la noche, aunque él sabe, también, todo lo que dejará en su barrio. La cámara invisible de Marcone documenta la intimidad de esa familia pero además incorpora otros testimonios y charlas cotidianas de los tareferos, lo que convierte a Raídos en una película coral desde el exclusivo punto de vista de los trabajadores.

Diego Marcone. Foto: gentileza de Diego Bogarin.

Diego Marcone acompañó a una cuadrilla de tareferos en la localidad misionera de Montecarlo y registró un ciclo completo de cosecha de yerba mate en el documental Raídos. Foto: gentileza de Diego Bogarin.

 

El primer viaje se hizo con un equipo junto a otro camarógrafo y otro sonidista, un total de cuatro personas, que estuvieron en Montecarlo sólo dos semanas de los cuatro meses y medio de rodaje. Luego, Marcone se quedaba solo con su cámara. “Lo principal fue pasar tiempo con ellos –reflexionó el director-. Pienso que tiene mucho que ver mi forma de ser: soy muy callado, muy tranquilo. ‘Es porteño pero no parece’, me decían. Y eso ayudó a que me aceptaran. Era primero compartir tiempo con ellos; y después, la cámara. No poner la cámara por delante de la persona. Y se fueron acostumbrando. Por ahí estaba en una casa y estaban tomando mate, y si empezaba a grabar, me seguían pasando el mate. Después en la edición tenía que buscar la manera de cortarlo”.

 Para lograr la cercanía que transmite el film, Marcone tuvo que desechar gran parte del guión original y construir una relación día a día con los protagonistas de la película. “Al principio, cuando tenía más presente el guión, quería lograr repeticiones de cosas que había visto mientras investigaba –explicó-. Pero perdían un montón de frescura si yo trataba de llevarlos a hablar de algo que no les surgía a ellos. Entonces me di cuenta de que lo que funcionaba era grabar, grabar, grabar, y por ahí de una conversación de dos horas servían cinco minutos pero iban a ser cinco minutos de verdad”. Tal es el caso de la charla sobre el costo de la yerba, que surgió espontáneamente a partir de la etiqueta en un paquete, y que Marcone confiesa haber gritado como un gol desde atrás de la cámara. En esa escena, los tareferos comparan el precio del kilo de yerba en el almacén –35 pesos que deben pagar billete por billete a pesar de ser ellos mismos quienes la cosechan día y noche– con los irrisorios 50 pesos que les dan por cada raído de 100 kilos.

Foto gentileza de Diego Marcone.

Raídos muestra a los tareferos, cuyos cuerpos no tienen descanso ni siquiera mientras esperan el comienzo de la próxima temporada de tarefa. Foto gentileza de Diego Marcone.

 

Durante el rodaje se acumularon cien horas de material crudo que demandó más de un año de trabajo de edición junto a Andrea Kleinman (asesora de montaje). “Cuando no sabía para dónde ir, lo que me hacía decidir era ser fiel a ellos, a lo que ellos me transmiten –contó el documentalista-. Y ellos están con música todo el tiempo, escuchan cumbia y reggaetón. Está en el aire esa música. Por ahí alguno de ellos tiene el celular con música mientras labura entonces es algo que está ahí”. La música extradiegética, junto a otros recursos narrativos, fortalece la emoción y la solidez del relato.

Los niños de los barrios tareferos crecen rodeados de raídos. Cargan en sus espaldas esos bultos de hojas de yerba mate. Se ríen, juegan. Por su dirección sensible y respetuosa, el documental no necesita denunciar con dedo acusatorio. Pero al espectador le retumbarán las palabras de los tareferos de hoy que recuerdan, con resignación, la diversión engañosa que representaba para ellos la tarefa cuando eran chicos. Sin embargo, ahí siguen. Esperan el amanecer al costado de la ruta, cuando llegue el camión que los llevará a las plantaciones y los traerá de vuelta a sus casas.

La próxima presentación de Raídos será en los barrios tareferos de Montecarlo. Aún no hay fecha de estreno comercial en Buenos Aires.  Marcone confía en que el buen recibimiento que tuvo la película en el BAFICI le asegurará un buen recorrido previo por festivales internacionales.

Actualizado 03/05/2016