Todos los sábados desde que inició el aislamiento, Hernán Casciari, escritor y fundador de la Editorial Orsai, ofrece su show “Streaming con Delivery”. Lo hace a través de la plataforma Youtube, con menú a la carta y delivery gratis. Casciari cuenta historias mientras juega con los formatos creativos que le ofrece el encierro administrado. Te da un show por internet y si estás en Mercedes (y no hace frío) te puede llevar a un autocine. Esto ocurre todos los sábados a las 22 mientras no para de generar comunidad.
¿Cómo funciona la idea del show por streaming?
Empezamos a hacerlo el día siguiente al inicio de la cuarentena, creo que fue el sábado 21 de marzo, la cuarentena empezó el 20, y lo veníamos preparando desde una semana atrás. Suspendí todas las presentaciones antes de que el gobierno dispusiera el aislamiento obligatorio. No quería poner a la gente en la situación de tener que juntarse si no quería, aunque no estuviera todavía prohibido. Nosotros empezábamos una gira por Norteamérica en abril, íbamos a hacer México, Miami y Nueva York, y en mayo íbamos a hacer una gira por Europa con Horacio Altuna [historietista cordobés], haciendo cuentos dibujados, por seis ciudades de España y dos de Francia. Suspendimos todo eso, más todas las presentaciones en Argentina. Inmediatamente tomamos la decisión de hacer el show en formato de streaming los sábados, sin saber cuántos sábados se iba a extender. El show ofrece un “recital de cuentos” de aproximadamente dos horas en vivo por Youtube, pero además agrega una idea nueva: el delivery gratis para cada uno de los asistentes virtuales.
¿Cómo surgió la propuesta de delivery gratis?
Nos costaba mucho decidir de qué manera monetizarlo porque, por lo menos en el ámbito latino, el público no está educado para pagar intangibles, entienden siempre que los intangibles tienen que ser gratuitos. Entonces tomamos la decisión de poner un tangible por encima, poner algo palpable, algo que el otro pueda tocar. Lo que hice fue escribir un tuit diciéndole a los gerentes de Rappi, Glovo, Uber Eats y Pedidos Ya: «Tengo una idea buenísima, el primero que me llame se la queda». Obviamente, me llamaron los cuatro y empezamos a negociar cuál de ellos era capaz de dar el cupón de más dinero para cada uno de mis espectadores. Ganó Pedidos Ya, con nueve dólares. Desde ese momento, cada persona que me compra un streaming, recibe un cupón de nueve dólares. Nosotros empezamos a las diez de la noche, así que tipo seis o siete de la tarde te llega el cupón de comida que vos ingresas en la aplicación de Pedidos Ya, y más o menos, entre las ocho y las nueve, te llega lo que pediste. Obviamente, funciona excelente.
«Escribí un tuit a Rappi, Glovo, y Pedidos Ya: `Tengo una idea buenísima, el primero que me llame se la queda´», cuenta.
El primer espectáculo presencial
El pasado 5 de septiembre, Casciari presentó su show “Streaming con Delivery” transmitiendo al aire libre desde su ciudad natal, Mercedes, provincia de Buenos Aires. A nivel nacional fue el primer espectáculo presencial desde el inicio del aislamiento, con capacidad para 300 autos con dos personas convivientes en cada uno y en formato autocine.
¿Cómo fue esa experiencia?
Lo primero que hice fue hablar con la Municipalidad de Mercedes para preguntar en qué fase estaban y saber también en qué fase podíamos hacer nosotros un evento. Empezamos a organizarlo con un mes y medio de anticipación. En septiembre, Mercedes entró en una fase en donde esto era posible, así que el primer sábado inauguramos lo que creo que fue el primer espectáculo presencial en Argentina. Por supuesto, la gente estaba adentro de sus autos, con distancia social. Finalmente fueron unos 300 vehículos, con dos personas adentro cada uno. Yo estaba en un escenario y, al mismo tiempo, transmitía para todo el mundo el streaming del sábado. Eso lo vamos a repetir algunas veces. Creo que me apuré a hacerlo, por las ganas que tenía, pero me recontra cagué de frío, entonces vamos a seguir haciéndolo ahora en noviembre cuando empiecen los calorcitos. El frío que pasé no me lo puedo olvidar, pero fue conmovedor y muy divertido.
Durante la pandemia, cientos de artistas, comediantes, músicos y actores se vieron obligados a cambiar la forma de presentar sus shows. Los streamings por las distintas plataformas se volvieron la opción más viable.
«A mí me costó dos semanas encontrarle la vuelta a lo virtual y a la ausencia», describe Casciari.
Adaptarse a lo virtual
¿Te parece que este contexto obliga a resignificar la manera en que se transmiten las expresiones artísticas?
Me parece que cada vez que pasa algo más o menos global, permanente, paradigmático, te cambia la vida y tenés que adaptarte. Lo que pasa es que no todas las generaciones viven estas transiciones. Algunas generaciones viven sus noventa años sin que haya ninguna transición fuerte. Pero a nosotros nos toca una transición fuerte. Con respecto a lo presencial o lo virtual y la ausencia o no de público, a mí me costó dos semanas encontrarle la vuelta, entender que no iba a escuchar un aplauso después de cada cuento, o que no iba a presenciar, a vivenciar la carcajada donde yo sabía que tenía que estar. Cuando te acostumbrás a ese ida y vuelta en un teatro, vos estás contando un cuento y sabés que después de tal palabra el público se ríe, hacés ahí un silencio ya previsto, automático, y después seguís. A veces alguien te dice algo y entonces encarás desde ese lugar. No tener ese frontón, hace que sea otro deporte. Es como que estés muy acostumbrado a jugar al tenis y te metan en una cancha de paddle. Cuando la pelota va para atrás, hay una pared y vuelve. Bueno, tenés que adaptarte a que está esa pared y la pelota vuelve. Esas adaptaciones te cuestan dos partidos, o sea, perdés dos partidos de paddle. Después empezás a jugar. Y cuando empezás a jugar te podés convertir en un gran jugador de paddle, o decir «no me gusta este deporte», y quedarte en tu casa. A mí me gusta jugar a cualquier cosa, así que no me importa mucho el tema de que «cambia esto» o «cambia lo otro». A mí lo que me gusta es contar cuentos, mientras eso se pueda hacer, me parece bien. Ahora, si un día aparece un determinado fenómeno que me impide contar cuentos, ahí se va a poner, para mí, bastante peliagudo, pero mientras me dejen contar cuentos debajo del agua, te cuento.
¿Qué rol puede jugar la ficción a la hora de sobrellevar estos tiempos de aislamiento social?
Yo no creo que sea la ficción, sino la evasión. Consumir estructuras narrativas que no hablen de lo que nos preocupa, me parece que es el mejor resumen. Porque un documental de Netflix, sobre un deportista, que no es ficción, también es evasión. A mí me parece que lo fundamental es que tengamos a mano muchas bolsas de evasión en estos tiempos, porque si no te queman el cerebro el noticiero, la tele, los diarios, la grieta, con barbijo, sin barbijo, mil muertos, ochocientos muertos, que en Suecia pasa esto, en Uruguay pasa lo otro… te quema la cabeza. Si no te evadís de eso, sin dejar de prestarle atención ni de darle importancia al momento histórico que estamos viviendo, si no te sumergís un rato en la evasión, terminás siendo un loco que camina por la calle con una cacerola, y eso habría que evitarlo dentro de lo posible.
«Con la pandemia, en la Argentina evolucionamos entre siete y doce años en tecnología», asegura Casciari.
A veces se dice que podemos salir mejores de esta pandemia. ¿Qué pensás sobre esto?
Hay algo que me parece que es incontrastable, y que creo que nadie podría contradecir, que es lo siguiente: nosotros hoy en la Argentina evolucionamos entre siete y doce años en tecnología, en la forma en que la sociedad entiende la tecnología. Anteayer vi una vieja de 81 pagando rabanitos en la verdulería de un chino con QR. Listo, ya está. Para mí, muchas gracias, pandemia, nos empujaron doce años para adelante en tecnología, en utilización de redes sociales para la educación, en home office en la administración pública, en viejas pagando helados por QR… me encanta. Después hay un costo social que hay que evaluar y etcétera. Pero recién en 2033 hubiéramos estado, tecnológicamente hablando, donde estamos hoy; y yo soy muy feliz. Es muy importante también saber que vamos a llegar mucho más rápido en educación el año que viene a lugares, que vamos a destrabar el tráfico en la Capital Federal porque la gente se va a preguntar «¿por qué carajo tengo que ir a la otra punta de la Ciudad a llenar un Excel todos los días?». Bueno, ¿sabés que la gente no sabía que era una ridiculez lo que estaban haciendo? No lo sabía. Lo están aprendiendo. Hay gente que está diciendo, «ah, me puedo ir a vivir a San Antonio de Areco, puedo salir de este departamento de mierda, porque no es necesario que yo esté acá». Bueno, bienvenida esa idea, bienvenido ese futuro. Nos costó una pandemia, pero bienvenido.
En Confesión, su próximo libro, una niña se enamora de un Videla adolescente.
Martín Kohan es uno de los escritores argentinos más vigentes y activos. Docente, escritor, ensayista y crítico literario, entendió a los doce años que no tendría futuro como arquero porque era, en sus palabras, “bajito y enclenque”: “Tuve una segunda oportunidad en la cancha de fútbol cinco”, dice mientras se acomoda los anteojos con el meñique y el pulgar en un gesto que va a repetir durante toda la charla. Avisa que va a gesticular mucho con las manos. Que habla muy rápido y se va por las ramas. Que no le gustan los cafés literarios y que prefiere ir a leer en lugares como La Orquídea, donde se encuentra ahora. En más de una hora de conversación, habla sobre la figuración del escritor, el Plan Nacional de Lecturas 2020, los dos nuevos libros que publicará este año y de cómo Twitter puede ser un terreno de controversia más fértil que dañino.
Este año publicás dos libros: Confesión y Me acuerdo.
Me acuerdo es un formato de escritura que inventó un escritor norteamericano llamado Joe Brainard. Yo leí primero el de un escritor francés, Georges Pérec, que hizo su propio Me acuerdo a partir del de Brainard. Y a mí no me gusta la escritura autobiográfica.
Solés crear protagónicos muy distintos a vos.
Y narradores que no me expresan. No me atrae ni expresarme ni narrarme. La ideología que yo tengo, está. Pero no hay alguien que expresamente la toma y la enuncia. A mí narrar cosas que me han pasado es lo que menos me interesa. El formato de Me acuerdo es distinto. Tiene que ver con hacer listas. El Me acuerdo es una lista de recuerdos. Es algo tan abierto… ni siquiera como la memoria, que te da otra articulación, una selección. Tampoco es narrativo. Eso fue muy estimulante. Hay cosas mías, pero solo enumera cosas que siguen el orden del recuerdo, que es arbitrario. Respeté el orden en que los recuerdos fueron apareciendo. La memoria social selecciona lo relevante. El listado de recuerdos no tiene un criterio de relevancia. Algunas cosas son importantes para mí y para nadie más, otras para nadie. Otras para todos.
¿Y en cuanto a Confesión?
Difícil de explicar: la novela tiene tres partes. En la primera y en la última hay confesiones. Hay una chica de 12 años en un pueblo de la provincia de Buenos Aires que es Mercedes. Lo que aparece en la novela es su despertar erótico, que es ambiguo porque la edad es ambigua. Y hay un vecino que ella ve pasar por la puerta de su casa. Ese vecino que pasa es Videla, que era de Mercedes. Y que tiene en ese momento 16. Después hay varias capas. Si le dieras la palabra a la niña sería una cosa, pero el que narra es el nieto de ella, que narra lo que la abuela recuerda. Eso me permitió jugar con lo que la chica advierte y no advierte que le pasa, lo que la adulta ya grande advierte y no advierte que le pasaba y el narrador, que es el nieto. Ni la mujer adulta explica lo que pasaba del todo, ni el narrador lo explica del todo. En el medio se narra un atentado que hubo contra Videla en el 77’, una bomba puesta bajo la pista del aeropuerto. Y en la tercera parte hay otra confesión.
Me acuerdo, el otro texto que Kohan lanzará este año, se basa en una lista de hechos que recordó de su vida.
Dijiste una vez que te descubriste escritor. Que estabas más ligado al acto de escribir que al de ser uno.
Lo decía en función de los que piensan en una fantasía de infancia: “¿Cuándo decidiste o te propusiste ser escritor?” Y yo creo que nunca. Y por contraste escucho muchas veces a quienes dicen: “Yo de chico lo veía a Cortázar, de chico fui a la Feria del Libro y pensé qué lindo sería estar ahí”. Ese deseo no lo tuve jamás. Me refiero a una cierta identidad social. La condición de escritor no me atrajo nunca. A cambio, desde muy chico, escribir me gustaba muchísimo. Y en sexto grado algo que yo había escrito circuló entre mis compañeros y la situación de que me leyeran se me grabó. De alguna forma mi impulso sigue siendo que escribir me apasiona, y no todo lo que se juega en el orden de la figuración social del escritor.
¿Qué problema hay con esa figuración social?
La encuentro contradictoria. Me llama la atención la fascinación por los escritores. Por verlos, por fotografiarlos, escucharlos hablar, por su nombre. En las ferias del libro se nota muy claramente cuándo ese vínculo con los escritores tiene su articulación con la lectura y cuándo en cambio ocupa el lugar de la lectura. Que es cumplir con el ritual de un capital cultural adquirido por alguien a quien la literatura no lo entusiasma. Muchas veces eso se ve compensado o hasta reemplazado con ir a la Feria del Libro. Escuchar charlas, actividades que cubren esa zona de capital cultural de quien necesita sentir que tiene cultura literaria. A mí esos espacios me interesan y participo de ellos porque los concibo como espacios de intercambio literario. Discutir sobre literatura me gusta. Pero no los pienso como espacios de figuración.
El caso de Borges es paradigmático: el lugar social de los escritores puede ser más fuerte que el de la literatura. Borges era más conocido y admirado que leído. Y cuando era deplorado por razones políticas, solo se ponía en cuestión el carácter ideológico de su literatura: se suponía que era elitista. Así y todo no de lo desconsideraba literariamente. Había una combinación de admirar al escritor y desconocer su obra. “Borges: un genio”. Cuando era chico había un programa llamado “Grandes valores del tango”. Era bastante decadente, como el tango de ese momento. Conducía Silvio Soldán. Borges fue a ese programa y en mi casa lo vieron como un momento de repunte cultural: estaba Borges. Pero si eso no traspasa, no contacta con la lectura de los libros de Borges, no significa demasiado.
Dialoga con la construcción de un ícono nacional y ya.
A veces una cosa va en contrapunto con la otra en lugar de reforzarla o incluirla: El ícono. A veces es el fetiche del escritor lo que se pone en juego. O el fetiche de ser escritor. Y de leer y escribir poco o nada.
«Me llama la atención la fascinación por los escritores. Por verlos, por fotografiarlos, por escucharlos», se sorprende,
Este año se retoma el Plan Nacional de Lecturas. En una edición participaste con “Muero contento”, un cuento sobre el sargento Cabral. Saltando ese fetichismo por el “haber leído” del que hablábamos, ¿qué considerás que podría ser útil para promover la lectura en este Plan Nacional?
Que los libros lleguen es una condición. No es suficiente, pero es necesario.
Primero lo material.
A mí me toca, por un laburo en FLACSO, ir a distintos lugares del país y ver cuáles son los distintos libros que hay en distintas ferias del libro. O cuales son los stands de las librerías o de la librería, porque a veces hay solo una en una ciudad donde de todos modos se hace una feria del libro. ¿Qué clase de feria del libro hay en una ciudad donde casi no hay libros? O llegan desactualizados, o solamente los del circuito más comercial. A veces llegan las novedades pero querés leer algo de hace cinco años y ya no está. Ni hablar de libros y autores que no son del circuito que mueven las grandes editoriales por su rendimiento económico. Más el precio del libro.
Un país como el nuestro es muy extenso y desigual geográfica y socialmente. Ahí tenemos un punto de partida indispensable: Si no hay libros no hay lectura posible. Y aunque las nuevas tecnologías abren otras posibilidades, tampoco esas tecnologías están al alcance de todo el mundo.
Reintegrar el Plan de Lecturas respecto de su desintegración o debilitamiento a manos de Macri me parece un paso a valorar enfáticamente. Que los libros lleguen y nadie los lea no prueba que el Plan de Lectura haya que desarticularlo, que es lo que hicieron. Ahora: no basta con que los libros estén ahí. Hay una serie de instancias que tocan a los docentes, críticos, bibliotecarios, todos aquellos que podemos y tenemos que estar involucrados en el estímulo, y en crear condiciones de posibilidad para la lectura. Que es algo muy accesible.
Algo que aúne lo logístico, lo pedagógico…
Es un hábito, una práctica. Y hay, producto de ciertas formas del prestigio social que la literatura tiene -prestigio fuerte y hueco a la vez- un efecto de inhibición. De nuevo la referencia es Borges. Bajo la formulación de la admiración, se constituye una suerte de tótem inalcanzable. En vez de ser un factor de atracción para la lectura, pasa a ser un factor de disuasión. Eso se puede extender a varios autores o a la literatura misma. “Es difícil, no voy a entender, me distraigo, no me concentro”. La tarea de revertir ese tipo de posiciones, de reconvertirlo en algo atractivo y estimulante, son los pasos siguientes a que los libros estén ahí.
Y la industria editorial, ¿cómo juega?
En términos generales, es difícil pensar que de no haber rédito económico podemos contar con la industria del libro. Las editoriales más chicas van a tener las limitaciones de sus propias posibilidades. Ahí es donde la función del Estado es crucial. Vos podés promover una feria del libro que no esté surtida solamente por los grandes sellos editoriales. Y eso en muchos casos se hace.
Muchos de los libros más interesantes de estos años han salido en sellos medianos o pequeños. Mucha parte de la porquería comercial se está publicando en editoriales grandes. Hay un margen de maniobra en escuelas, bibliotecas, festivales, ferias del libro. Pero en un país como el nuestro, las políticas de Estado son decisivas. Para el circuito comercial, cierto tipo de libros “no vale la pena” llevarlos a cierto tipo de lugares donde probablemente haya un lector o dos para esos libros. Y a mí esos dos lectores me interesan.
¿Creés que sea posible?
Las condiciones del gobierno de Macri me parecen difíciles de empeorar. En gobiernos democráticos, ¿podría haber algo culturalmente más empobrecedor que lo que ocurrió durante el macrismo? Que ganara Biondini, quizás. Pablo Avelluto es una persona muy capaz. Es alguien que viene de la industria del libro, que la conoce. Por lo tanto, es un cínico. Aunque él obviamente alega que no es así, y que las condiciones no habrían empeorado.
Otro debate: qué literatura forma parte de ese canon. Cómo se promueve, qué editoriales, de qué modo se eligen los autores. Pero ya es un debate al interior del campo literario, o de la discusión de una política cultural. Y cómo romper la distancia de la veneración. Tenés que quebrar primero ese fetiche del escritor y de la lectura. Porque todo fetiche pone una combinación de veneración con distancia. Así que necesitamos una literatura más concreta, sencilla, real, auténtica. Es raro que de todo lo que existe en la literatura que no te guste nada. Hay libros que son un embole. Reformulalo en estos términos: “Pasá a otro. Si a vos te gusta este tipo de serie, este tipo de música, este tipo de cine, es muy probable que te guste este tipo de literatura. Fijate, me parece que la vas a pasar bien”.
¿Y cómo reformulamos esto, por ejemplo, con Twitter?
Yo leo mucho Twitter. Y me parece que es una disputa que hay que dar. No creo que los 240 caracteres te obliguen a la formación de lo elemental, a la agresividad, la violencia, la tosquedad. Los que son violentos es porque son violentos. No le echen la culpa a Twitter. Hay aforismos que son inteligentísimos y el aforismo tiene el formato de un tweet. Hay tuiteros que plantean, que desarrollan y articulan sus ideas y hay intercambios que demuestran que no es el medio el que te condena a ser un violento o a ser un imbécil. Los violentos que asuman su violencia y los imbéciles que asuman su imbecilidad.
Muchas de las formas de expresión de las redes tienen una predisposición a la violencia, que es la impunidad del anonimato. Poder decirle cualquier ferocidad a otro. Ese otro se sabe quién es y el que enuncia no. Entonces estás en una posición de francotirador. Kennedy está ahí y vos sos nadie. Entonces el dispositivo puede atraer al cobarde. Lo podés humillar y agredir públicamente estando a salvo. Hay gente que no tiene ninguna dignidad.
Pero lejos de una condena en pleno, yo creo que hay que disputar ese espacio y esa tecnología. No estamos condenados a que sea solamente eso.
«Seguimos demandando un salario de cuidado y que se mejore la atención para las violencias machistas», dice Dillon.
El 3 de junio de 2015, cientos de miles de manifestantes se encontraron en las plazas de todo el país para exigir un freno a la violencia machista. Sin saberlo, estaban viviendo un momento bisagra en la Argentina. Ese día fue histórico y marcó un antes y un después para la sociedad, propulsando una revuelta feminista de organización y toma de conciencia. Aquel primer Ni Una Menos cristalizó en las calles un grito que se venía gestando lentamente y provocó un estallido social que aceleró un cambio necesario. La marea feminista fue creciendo de manera exponencial, haciéndose sentir en cada espacio y proponiendo una transformación de la realidad entera.
Este año, debido a la pandemia del covid 19, no se podrá salir a las calles. Aún así, más de 60 organizaciones feministas se reunieron en asambleas virtuales y armaron una serie acciones para que el reclamo no pase desapercibido. “Nos sostienen las redes feministas. Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” es la consigna para este año.
Marta Dillon, integrante del Colectivo Ni Una Menos y editora del suplemento “Las 12” del diario Página 12, hace un recorrido por lo alcanzado en estos últimos años y para pensar acerca de la movilización virtual.
Tras cinco ediciones consecutivas de marchas multitudinarias y plazas repletas de personas, este año el reclamo colectivo Ni Una Menos no copará las calles. ¿Cómo va a ser la manifestación este año?
Vamos a hacer un vivo en las redes tratando de abarcar todos los hechos que han sucedido desde el 3 de junio de 2015: desde los paros feministas, las huelgas internacionales feministas, el armado de la intersindical, la emergencia de activismos como el de la diversidad corporal, la columna antirracista y otros. Tenemos anotadas más de 48 personas para este vivo que va a durar más o menos cuatro horas. En el medio habrá un ruidazo y la lectura en vivo del documento que se leerá desde distintas organizaciones. También invitamos a colgar banderas y pañuelos de las puertas, de las ventanas, cuando salgamos a la calle para hacer visible que seguimos organizadas y que cuando decimos Ni Una Menos estamos denunciando la violencia machista pero también reconociéndonos entre nosotras y entre nosotres como aliades para seguir en la lucha.
¿Qué particularidades tiene el reclamo este año?
Estamos atravesando una crisis de cuidados. Sabemos que son principalmente las identidades femeninas las que estamos llevando la mayor carga de las tareas de cuidado, tanto en el sistema de salud como dentro de nuestras casas o en las organizaciones territoriales. Hay una enorme carga de trabajo sobre las espaldas de las compañeras y eso necesita visibilización. También seguimos demandando un salario de cuidado y la posibilidad de que se mejore el sistema de atención para las violencias machistas, que está totalmente colapsado. Otro punto importante es el tema de la deuda que es algo que venimos denunciado desde los feminismos porque es un sistema de obediencia. Muchas no pueden salir de los círculos de violencia justamente porque tienen la vida expropiada en función de tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento.
La consigna para este año tiene mucho que ver con lo que estabas diciendo de que nos cuidamos entre nosotras.
Así es. Sabemos que muchas de las compañeras que sobreviven cotidianamente a la violencia machista es porque tienen otra compañera que está cerca, que las alienta a denunciar, que las ampara en su propia casa o que consigue generar las redes para poder decirle basta a la violencia machista aun en este contexto tan cerrado que estamos atravesando. Nos cuidamos entre nosotras y entre nosotres. Y demandamos al Estado, por supuesto, pero sabemos que dependemos y que confiamos y que nos sostenemos cotidianamente por nuestras redes.
«Muchas tienen la vida expropiada al tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento», señala Dillon.
¿Qué cambios observás desde ese primer Ni Una Menos?
Me parece que hubo un cambio en la escucha y cambió la tolerancia a la violencia machista. Hubo un estallido y después hubo un proceso de crecimiento, un proceso revolucionario en muchos sentidos. Se fue entendiendo que la violencia machista y los femicidios no son hechos que tienen que ver con relaciones interpersonales sino con una matriz política, cultural, económica. Se empezaron a politizar espacios que no estaban ligados al feminismo o donde el feminismo tenía muchos problemas para hacerse oír, como los sindicatos, las escuelas secundarias, en los contenidos culturales.
¿Y qué cambios notás dentro del movimiento feminista?
Lo que ha sucedido en los últimos cinco años es enorme. Estamos discutiendo desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo. Las redes feministas se han fortalecido y multiplicado. Empezaron a surgir otros activismos que ya venían dándose pero que, dentro de esa marea feminista que tiene esa capacidad de transformarse y de abarcar y de integrarse con otras narraciones, tuvieron otra visibilidad, otros diálogos y otra potencia. El paro nos permitió pensarnos ya no solamente desde el lugar de víctimas de violencia o de sujetas de asistencia social, sino como productoras de valor y con capacidad de cambiarlo todo y de detener el mundo. Las tareas de cuidado, la división sexual de trabajo, no son conceptos nuevos pero que se pusieron en acto de otra manera en la calle. Y eso después volvió a las casas, a los barrios, a las plazas, a los lugares de trabajo en forma de discusión, de politización, de entender los propios vínculos.
Se estima que el número de femicidios ha crecido en comparación con años anteriores. ¿Qué pasa con la violencia machista en la situación que se está viviendo actualmente?
Sí, los femicidios y las denuncias por violencia aumentan, se hace evidente algo que venimos denunciando desde siempre: que la familia cerrada a los parámetros heteronormativos es la tierra fértil para las violencias, donde la autoridad de padre no es discutida, donde niños y niñas no son sujetos sino objetos y donde las mujeres tienen que sostener la reproducción de la vida como si eso fuera una disposición natural y no un trabajo. La casa no es un refugio para todo el mundo. Fue una de las cosas que se rompió desde el primer Ni Una Menos: que no hay un territorio privado donde las cosas se arreglan dentro, si no que eso también es político y sacar la intimidad del encierro de las casas es lo que nos asegura poder enfrentarnos a la violencia machista. En este contexto de pandemia, donde los varones que construyen sus masculinidad en términos hegemónicos no tienen el afuera para sentirse valorados, descargan sus impotencias dentro de las casas. Lo que no puede ser expresado en las calles implosiona en los hogares y se transforma en violencia machista.
¿Qué rol juega el Estado en todo esto?
Todo esto que estamos hablando repercute en demandas concretas al Estado, que es responsable cada vez que no llega a tiempo a contestarlas. Cada femicidio es una falla del Estado en la protección de esas mujeres o travestis. Cuando hablamos de prevención, pensamos en la ESI (Educación Sexual Integral); en la necesidad de campañas permanentes sobre la prevención de la violencia machista; hablamos de la falta de mensajes dirigidos hacia los varones; hablamos de la falta de una justicia con perspectiva de género. El Ministerio (de Mujeres, Géneros y Diversidad) es una respuesta institucional a una enorme movilización feminista pero no puede ser la única respuesta a nuestras demandas, porque son transversales. La Ley Micaela es una herramienta pero que no puede resolverse solamente con una capacitación de un día, sino que tiene que ser un cambio de perspectiva totalmente estructural.
¿Qué te parecen las medidas que se fueron tomando en la cuarentena?
Me parece que todo es insuficiente. Vos denuncias violencia y te llevan a un refugio y después ¿qué haces? ¿De dónde vienen tus ingresos, dónde vas a vivir, qué pasa si tenés hijes? ¿Qué tipo de red se construyó desde el Estado para los hogares donde hay una sola mujer a cargo y hay niños menores? Falta un plan integral, que entiendo que se está trabajando y que se va a presentar pronto por parte del Ministerio con compromiso de otros ministerios. Nunca en todos estos 70 días que llevamos de cuarentena se mencionó a la violencia machista o a la sobrecarga en las tareas de cuidado de las mujeres en los comités de crisis. Así como se reconoce a los médicos tendría que haber habido la misma mención de lo que significa tener que estar encerrada todo el día en tu casa con la persona que te agrede habitualmente. Tampoco hubo mención sobre lo que sucede con los niños y niñas que están en familias donde hay un abusador sexual o con adolescentes y jóvenes LGBT que están en sus casas y son rechazados por sus familias. El discurso es productor de desigualdades y de jerarquías y de falta de entender la salud como un entramado.
«Lo de los últimos años es enorme: discutimos desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo.»
Hace algunas semanas hubo una polémica por una supuesta liberación de presos. Ni Una Menos se declara antipunitivista, ¿qué tienen para decir sobre esta situación?
Dentro de las personas que cambiaron su régimen de libertad restringida, hubo algunas que habían cometido delitos de violencia sexual que fueron a prisión domiciliaria porque se cuenta con la complicidad del sistema penitenciario. Creen que quienes han cometido esos delitos no son en realidad delincuentes peligrosos para la sociedad, sino que han tenido problemas con su mujer, como dijo el gobernador de La Rioja (Ricardo Quintela). Esto habla de cómo todavía no se considera a la violencia machista como un problema político ni estructural. Ahora, que la derecha hable de femicidio solamente para generar pánico social es algo que no podemos aceptar y de ninguna manera se puede decir eso en nuestro nombre. Creemos que la cárcel no puede ser que la única respuesta frente a la violencia machista y frente a los horrores que produce el patriarcado. Pero alimentar sistemas de tortura no va a proteger las vidas de las mujeres, lesbianas, travestis y trans. Habría que revisar quiénes están presos y por qué. Y quiénes están presas: la mayoría de las mujeres y travestis están por narcomenudeo, o sea por delitos relacionados con la pobreza. Se necesita imaginación para pensar la justicia por fuera de la cárcel: una revisión social profunda, prevención y un sistema que pueda ser reparador para las víctimas y que emita mensajes pedagógicos para la sociedad. Hay cosas que no tienen más tolerancia.
Marta Dillon recuerda bien el estallido que significó ese primer Ni Una Menos, incluso para las que ya estaban organizadas hace años. El movimiento feminista, que originariamente debatió sobre el cuerpo, la salud sexual, la paridad y las violencias ahora problematiza y analiza también el colonialismo, el racismo, el equilibrio ecológico y los modos de producir valor. Es mucho lo conseguido desde ese entonces: la Ley Micaela, la Ley Brisa, la Ley de Paridad, el debate por el aborto legal, seguro y gratuito, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, entre otras. Pero, sobre todo, la conquista más grande es el haber logrado que esas voces se escuchen, tengan eco y nunca más vuelvan al silencio. Hijas y nietas de las Madres y Abuelas, de los encuentros y de la organización popular el grito en las calles solo parece expandirse y promete nunca abandonar la lucha. Este 3 de junio, será con esta agenda.