La transparencia que oscurece

La transparencia que oscurece

El acceso a la información pública es el derecho de toda persona a pedir información que se presume pública. En Argentina, está reconocido por el decreto 1.172, sancionado en 2003 por Néstor Kirchner. En abril de este año, el Poder Ejecutivo envió un proyecto de ley que ya obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados. De aprobarse también en el Senado, permitiría que los pedidos de acceso se puedan realizar en los tres poderes y en el Ministerio Público y derogaría el decreto que actualmente regula la materia. Sin embargo, diversos sectores, entre los que se encuentran organizaciones no gubernamentales como la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), entre otras, señalan que el proyecto tiene falencias.

 

Una de las preocupaciones manifestadas por las organizaciones es la amplitud de las excepciones contempladas por el proyecto en el artículo 8, superiores a las previstas por el decreto 1.172. Especialmente, la incorporación del inciso m, según el cual podrán negarse a brindar información todas las empresas que tengan régimen de oferta pública, es decir, cuyas acciones coticen en bolsa. Según Diego De Francesco, coordinador del área de acceso a la información de ADC, esto iría en contra del fallo de 2015 de la Corte Suprema que obligaba a YPF a hacer públicos sus contratos con la petrolera norteamericana Chevron. De Francesco espera que algunos aspectos del proyecto puedan mejorarse con la reglamentación, pero no cree que sea el caso. “El inciso m no veo que pueda salvarse por reglamentación porque está muy claro lo de empresa con régimen de oferta pública”, se lamentó.

 

“Las empresas que hacen oferta pública están reguladas por la ley de la Comisión Nacional de Valores”, asegura Karina Banfi, diputada por la Unión Cívica Radical y experta en acceso a la información pública. Banfi fue redactora de la Ley Modelo sobre Acceso a la Información de la Organización de Estados Americanos (OEA), que fija los estándares internacionales en la materia.

 

Sin embargo, Guillermo Schiebler, titular del juzgado Nº 13 en lo Contencioso y Administrativo, no concuerda con lo expresado por la diputada radical. “La información que se pide puede ser “qué tipo de instalación tiene una empresa en algún barrio” y eso no es información que le den a la CNV. Esa excepción es incomprensible, es una excusa para que no den información”, acusó.

 

Por su parte, Banfi señala que el inciso m puede ser redundante con el c, según el cual se puede negar un pedido de acceso que se relacione a “secretos industriales, comerciales, financieros, científicos, técnicos o tecnológicos cuya  revelación pudiera perjudicar el nivel de competitividad o lesionar los intereses del sujeto obligado”. Pero, según el juez Schiebler, es difícil saber si algo afecta la competitividad o no. “Si vos sos una empresa de servicios públicos y usas una tecnología antigua que es ambientalmente tóxica pero es más barata y alguien te pide información y sale a la luz que estás usando esta tecnología obviamente va a afectar la competitividad porque te van a pedir que pongas tecnología más nueva y cara. Hay cosas que parecen estar hechas a pedido de aquellos que no quieren entregar información”.

 

Tanto Schiebler como De Francesco consideran que otra excepción muy preocupante de la ley es aquella que establece que puede no entregarse información que contenga datos personales, es decir, nombre, número de documento o dirección. El decreto 1.172 tiene como excepción “datos personales de carácter sensible”, aquellos que afectan la intimidad de la persona. Para Schiebler la redacción del proyecto del Ejecutivo en este aspecto es restrictivo. “Cualquier data que tenga un nombre, un DNI o una dirección no te la van a dar, que es la excusa que ponía siempre antes la administración. Y esta es una cosa muy sutil y en la práctica te bloquea”. Schiebler afirma que el proyecto se contradice con un fallo de la Corte Suprema de Justicia en el que se le ordenó al Ministerio de Desarrollo Social que entregue información acerca de planes sociales brindados durante 2006 y 2007.

 

Otro de los aspectos cuestionados del proyecto es el órgano de aplicación. Se prevé la creación de la Agencia de Acceso a la Información (AAI) e, inicialmente, la designación y remoción del director del organismo recaía en el Poder Ejecutivo. Esto sufrió una modificación en el Congreso. “Para la remoción había un dictamen no vinculante de una bicameral que se crea al efecto. Era peligroso porque si la persona encargada de la Agencia quería hacer algo que al gobierno de turno no le gustara lo podía remover sin más. Lo que logramos en  la sesión es que el dictamen de la bicameral sea vinculante”, cuenta De Francesco. Esto implicaría que la designación sigue a cargo del Presidente, pero para la remoción intervendría el Poder Legislativo.

 

Respecto a este punto, Banfi afirma que lo más importante es que la Agencia de Acceso a la Información no se politice. “Para que realmente un órgano de control funcione tiene que tener un foco principalmente en la idoneidad y en la independencia de las tomas de decisiones técnicas que tiene que tener este órgano de control en el momento en que el ciudadano reclama. Cuando esto se politiza, es ahí donde pierde este carácter de independiente”.

 

Schiebler cree que el dictamen vinculante es un avance. “En eso sí es mejor que el decreto, que no tenía autoridad de aplicación. Lo que pasa es que vos terminas viendo lo que sucede: en la Oficina Anticorrupción te ponen a una ex diputada del gobierno y en la Unidad de Información Financiera te ponen a dos abogados que defienden a los principales bancos acusados de lavado de dinero”.

 

Banfi considera que el organismo de control “tiene un diseño adecuado a las posibilidades de la Argentina”. Sin embargo, De Francesco opina que “cualquier órgano de control debería ser colegiado y con representación de la oposición para controlar y hacer efectivo un derecho que el poder de turno va a tratar de retacear”.

 

De Francesco piensa que es importante que se sancione la ley porque ya ha habido intentos frustrados de conseguirla. “Esperamos que por vía reglamentaria se puedan lograr algunas mejoras o definiciones”. Mientras que Schiebler opina: “Para mí, estamos mejor con el decreto. Por más que te digan que no alcanza al Poder Judicial y al Poder Legislativo. Hay un montón de fallos, hay otras normas y la Corte y los tribunales han entendido que hay un deber genérico de dar información. La ley tiene que salir lo mejor posible, porque si sale una ley mala después no la modificás más”.

 

 

Actualizada 02/08/2016

 

 

Sí se puede…cerrar Discapanch

Sí se puede…cerrar Discapanch

Miles de trabajadores circulan a diario como autómatas por las distintas líneas de trenes y subtes del barrio porteño de  Retiro. Disponen de tan poco tiempo que apenas si pueden detenerse unos minutos en algún puesto de comida al paso de los alrededores. Allí, en el hall central del Ferrocarril General Bartolomé Mitre, se destaca un local de comida rápida que es atendido por eficaces trabajadores con discapacidad. Se trata de Discapanch, una de las tantas empresas gastronómicas que hoy se encuentra en riesgo de cerrar sus persianas y mantener sus fuentes laborales, como consecuencia de los aumentos indiscriminados en los servicios y la suba en el contrato de alquiler.

 

Los costos

“El problema es no solo para Discapanch sino para todas las pymes. Aumentan los proveedores, los impuestos, los servicios y, en menor medida, los salarios. Y todo ese aumento en los gastos fijos no se puede trasladar a los productos que vendemos porque la gente tiene poco poder adquisitivo. Termina siendo una trampa sin salida”. Así lo asegura Saúl Macyszyn, dueño fundador de Discapanch.

Macyszyn denuncia que se ha multiplicado por cinco la tarifa de servicios que pagaba en las últimas facturas. “La boleta de luz registraba 2.000 pesos y ahora pago 11.000, lo mismo el gas y el agua. Aducen que el aumento se debe a que se trata de un local comercial. Pero pido que me acompañen en esta reflexión: esto es un comercio que está generando trabajo social, hay una función social de darle empleo a personas que seguramente han sido discriminadas en otros empleos. Esto no es un consumo de energía individual en mi casa”.

Macyszyn logró recibirse de Analista de Organización y Métodos, tarea de la que pudo trabajar varios años, hasta que el salto tecnológico redujo esa actividad que fue remplazada por la de analista de sistemas.

Macyszyn logró recibirse de Analista de Organización y Métodos, tarea de la que pudo trabajar varios años, hasta que el salto tecnológico redujo esa actividad que fue remplazada por la de analista de sistemas.

Por su parte, la concesión de los locales comerciales de las distintas estaciones de tren está a cargo de la Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado (SOFSE), en la órbita del Ministerio de Transporte de la Nación. Actualmente, este organismo proyecta de convertir en hall de Retiro en un shopping. “Están sacando a los comercios chicos que no pueden convertirse en centros comerciales de categoría aumentándoles el alquiler entre un 37 y un 50 por ciento. Están previendo que el valor del alquiler debe contemplar este cambio de imagen, que va a demandar mayor marketing y que va a suponer mayor venta y consumo”, señala Macyszyn, también presidente de la Asociación Microemprendimientos Solidarios.

“Estamos dialogando antes de llegar a un conflicto judicial. Las fuentes de trabajo para personas con discapacidad están protegidas por dos leyes nacionales: la ley 26.378 de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la ley 4.308, aprobadas internacionalmente ante la ONU. Por eso, busco un acuerdo para llegar a una modernización que mi empresa pueda pagar y mantener todas las fuentes de trabajo de mi empresa”, afirma.

 

Orígenes

Sobre la barra de la derecha hay una larga vitrina con cada nota periodística que hace referencia a la vida de Saúl Macyszyn. “Evita me salvó la vida cuando me accidenté a los 10 años. Un camión se había descontrolado, se subió a la vereda y me atropelló contra un alambrado, me produjo múltiples lesiones y  discapacidades, como la amputación de un brazo, disminución de la vista y de la motricidad de las piernas. Evita conoció mi caso y la situación social de mis padres, que eran muy humildes, y le pidió al doctor Ricardo Finochietto que me atendiera, un adelantado en materia de cirugía en la Argentina”, rememora este hombre de mirada franca detrás de sus grandes lentes. “Estaba convaleciente y no podía caminar. Evita me regaló un trencito para estar entretenido y rodeado de amiguitos”, agrega con nostalgia.

“Nosotros no nos sentimos discapacitados, nos sentimos personas con capacidades diferentes"  afirmaba Walter Gabriel Versaci.

“Nosotros no nos sentimos discapacitados, nos sentimos personas con capacidades diferentes» afirmaba Walter Gabriel Versaci.

Macyszyn se casó y tuvo tres hijos. En 2000 creó la Asociación Microemprendimietos Solidarios para colaborar en el bienestar de las personas con discapacidad, ofreciendo asesoramiento y capacitación gratuitos. Integró la Mesa de Diálogo en una comisión del Senado de la Nación sobre discapacidad como asesor honorario (sin remuneración), hasta que el organismo fue disuelto por la vicepresidenta Gabriela Michetti.

Macyszyn logró recibirse de Analista de Organización y Métodos, tarea de la que pudo trabajar varios años, hasta que el salto tecnológico redujo esa actividad que fue remplazada por la de analista de sistemas. Así, durante siete años, Saúl estuvo sin empleo fijo. En cada entrevista “era discriminado porque me faltaba un brazo”, dice mientras cubre su calva del frío de la estación con su boina negra. “De repente, me di cuenta que la única persona que podía darle empleo a Saúl Macysyn era Saúl Macysyn”, agrega con una sonrisa.

Así, en 1998, nació Discapanch como un modesto puesto de venta callejera de panchos, que estaba atendido por la familia Macysyn. Recién en 2001 Saúl pudo acceder, con el dinero de la venta de su casa, a la concesión de uno de los locales de la estación Retiro.

“‘Ahora voy a tomar personas con discapacidad’ -me dije. Voy a demostrarle a la sociedad que no tiene porqué discriminar. Si se les da una buena capacitación y una disposición ergonómica laboral adecuada -adecuar el lugar de trabajo y otorgar las herramientas para que la discapacidad no interfiera en la labor-, terminás teniendo un trabajador excelente”.

Cerca de un centenar de trabajadores han sido parte de las empresas de Macyszyn. Actualmente, Discapanch opera con 12 empleados, y diez de ellos son personas con discapacidad. El sueldo más bajo es de 13 mil pesos, según informa Macyszyn, quien por su parte se opone a la quita de subsidio para los discapacitados que han conseguido empleo formal.

 

Los trabajadores

Entre quienes trabajan en Discapanch se encuentra Walter Gabriel Versaci, de 41 años. Trabaja hace siete años como cajero. Está a cargo de un hijo de 13 y de sus ancianos padres. Versaci, que nació con hemiplejía congénita,  recuerda: “Trabajaba de modo informal en otro local de comida y también hacía changas para sobrevivir”. Y aclara: “Nosotros no nos sentimos discapacitados, nos sentimos personas con capacidades diferentes. Nos da bronca e impotencia que este lugar pueda cerrar. Toda empresa tiene que tener como mínimo un cinco por ciento de personas con discapacidad entre su personal y eso se cumple en pocos lados”.

Guillermo Martín Aguirre tiene 41 y es otro de los empleados que está defendiendo su fuente de trabajo. Cumple funciones como cajero  hace siete años y tiene dos hijos. “Trabajé en un maxikiosko, hacía changas y en la mayoría de los lugares donde fui a pedir empleo me cerraban la puerta apenas me veían”, asevera Aguirre y explica su estado: “Tengo un problema de nacimiento en la muñeca, pero eso no me impide ejercer funciones porque tengo mucha movilidad. Me manejo muy bien y soy muy eficaz. Acá en Discapanch me pude desarrollar y ayudar a mi familia y me siento bastante bien con eso”.

En tanto, Guillermo Claudio Molina nació con focomelia, una enfermedad que le produjo una malformación en los brazos. Tiene 31 años, una nena de 11 y un nene de 5. Entró a trabajar en la panchería en diciembre de 2014 como ayudante de cocina. “Fui ayudante de albañilería, de pinturería, fui vendedor ambulante, fui parte de la Lotería Solidaria también”, dice y agrega: “No sufrí discriminación de modo directo, pero se sabe que por atrás existe y que no te llaman porque ya te juzgaron como una persona que no va a poder con la tarea que se le mande o que no va a dar con la presencia que demanda una empresa. Directamente te niegan la posibilidad de demostrar que sí podés y con eso te niegan también la integración social”.

El joven Maximiliano Escobar tiene 21 años y hace seis meses consiguió su primer empleo como ayudante de cocina. Maximiliano perdió el 80 por ciento de su capacidad auditiva y aún así contribuye con la economía de su familia. Busca darle el mayor bienestar posible a su padre quien padece diabetes y está atravesando por un cáncer cerebral. “Un poco mi enfermedad me afecta para realizar ciertas tareas; por ejemplo, intenté estar en la barra atendiendo pero me pasa que no puedo reaccionar a tiempo frente a lo que me están pidiendo. Justamente porque no puedo escuchar. Pero acá Saúl y mis compañeros me tienen paciencia y me ayudan en todo lo que pueden”, manifiesta Maximiliano.

Saúl Macyszyn, titular Panchería Discapanch. Martes 28 de junio de 2016, Ciudad de Buenos Aires. Fotos Rocío García/ ANCCOM

“Estaba convaleciente y no podía caminar. Evita me regaló un trencito para estar entretenido y rodeado de amiguitos” afirmaba Saúl Macyszyn.

 

El futuro

Desde que se desató el conflicto con SOFSE, Discapanch tuvo una serie de inspecciones por parte de la Administración Federal de Ingresos Públicos, de Control Bromatológico de los Alimentos y del Ministerio de Trabajo. “Siempre tuvimos inspecciones cada dos meses, pero de repente se desata este conflicto y surgieron un montón de inspecciones casi al mismo tiempo”, dice Macyszyn y añade: “No encontraron nada para sancionarnos, lo único que me dijeron es cambiar una mesada de madera por una de acero inoxidable, que me metió en un gasto más de 70.000 pesos para adecuarme a las exigencias de la inspección”.

Finalmente Macyszyn concluye: “Discapanch está trabajando en el límite de ser deficitario y en el mes de julio con el pago de aguinaldos Discapanch será deficitario. Así que ojalá este mensaje lo escuche Gabriela Michetti, que disolvió la Comisión de Discapacidad y lo escuche también el ministro de Trabajo Jorge Triaca y el de Transporte Guillermo Dietrich: todo gobierno debe otorgar una distinción a toda PYME que genere una función social, no solamente con la discapacidad sino con toda problemática social. No por recaudar más se puede descuidar la política social de un gobierno”.

 

Actualizada  26/07/2016

Lo esencial también es visible a los ojos

Lo esencial también es visible a los ojos

Invisible a los ojos es el amor y el compromiso en la realización de una obra que demuestra que se pueden hacer grandes piezas artísticas si el objetivo que convoca es noble.  Invisible a los ojos es el deseo de trastocar la lógica comercial editorial que generó tanta adhesión y entusiasmo que hubo que materializarlo. Invisible a los ojos  ya no es invisible: es un proyecto latinoamericano de alta calidad, gratuito y colaborativo, al que se puede acceder a través de la web y que también se puede comprar en su versión en papel.

Convocados por la admiración compartida hacia El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y en ocasión de cumplirse 71 años del fallecimiento del autor, en abril de 2015, un grupo de jóvenes emprendedores decidió hacer una adaptación ilustrada de la obra. Los creadores de esta iniciativa son los diseñadores gráficos  Juanma Garrido y Tatiana Pollero,   la licenciada en Ciencias de la Comunicación Micaela Sánchez Malcolm y la programadora Tamara Méndez Zebe.

Publicado originalmente en abril de 1943, El Principito está clasificado como libro infantil, aunque se transformó en un clásico para todas las edades y se convirtió en una de las obras de origen francés mundialmente más reconocidas. Saint-Exupéry fue piloto durante la Segunda Guerra Mundial. Su obra es el resultado de las múltiples experiencias que vivió en sus misiones, especialmente aquella en la cual, a raíz de un aterrizaje forzoso en el desierto del Sahara, sufrió una severa deshidratación con la que casi pierde la vida.

En Argentina, la Ley de Propiedad Intelectual estipula que una vez transcurridos setenta años a partir del fallecimiento de un autor, su obra pase a dominio público y queden liberados los derechos para la reproducción, explotación y difusión de su trabajo. La liberación de los derechos de El Principito trajo aparejada la explotación del acontecimiento por las editoriales para hacer una serie de lanzamientos, reediciones y merchandising.  “Lo que nos convocó a todos fue un posteo de Juan”, cuenta Tamara, programadora del sitio web de Invisible a Los Ojos, en el que se encuentra publicado el libro para su descarga digital o su compra en papel. A comienzos del 2014, Juanma Garrido había hecho un comentario en Facebook quejándose del oportunismo editorial. “Si bien el posteo fue el núcleo del proyecto, esto nace de mucha gente que estaba molesta con otras versiones que salieron con la liberación del libro; en cuanto cedieron los derechos aparecieron los buitres” comenta, y agrega: “Un día llegué a mi casa y pensé: ‘Si está pasando esto no nos quejemos porque alguien lo está haciendo. Si queremos quejarnos, hagamos una versión mejor de lo que nadie haya hecho antes y regalémosla, a ver qué pasa. Porque gran parte de la crítica venía de la venta del libro’”.

Micaela Sánchez Malcom y Tatiana Pollero, editoras de Invisible a los ojos.

Micaela Sánchez Malcom y Tatiana Pollero, editoras de Invisible a los ojos.

La sorpresa fue que muchos de sus colegas y amigos realmente estaban dispuestos a realizar lo que Garrido había plasmado en un comentario. “Cuando aparece una consigna detrás de la que alguien se siente identificado y apelado, sale un producto como el nuestro. Hay un montón de gente esperando las ideas correctas, las banderas para hacer lo que mejor sabe hacer, que es producir estas piezas”,  señala el diseñador. El problema, entonces, se transformó en organizar esas buenas disposiciones. “El laburo creativo no puede faltar, pero no alcanza con eso, hay una parte importantísima que es la gestión y que tiene un gran valor”, agrega.

En ese momento, el diario La Nación había publicado una versión de El Principito ilustrado por Nik. “Costaba cinco veces más que el original que estaba en el mercado. Mientras que el mismo diario, publicaba un editorial cuestionando que son pocos los años que tienen los herederos para explotar los derechos de la obra, cuando en paralelo estaban publicando el libro”, señala Micaela Sánchez Malcolm, una de las editoras de Invisible.

Para ese entonces eran cuatro: Juan y Tatiana, encargados del equipo de diseño, y Micaela y Tamara, encargadas de la producción. “Comenzamos convocando ilustradores, la idea era un ilustrador por capítulo, pero se presentaron tantos que tuvimos que hacer una selección. También definimos el formato, los tamaños y la calidad de las obras. Por otro lado, redactamos un documento utilizando Creative Commons, en el que los artistas nos cedían el derecho de uso de sus dibujos. No hubo ganancia de ningún aspecto, lo único que hubo fue tiempo invertido para hacer algo más lindo. Fue mucho trabajo, noches enteras sin dormir revisando portfolios y hablando con todos”, cuenta Micaela.

Por su parte, Tamara diseñó el sitio web y se encontró con otros desafíos: “Fue complicado ver cómo hacíamos un libro web, no había tantos modelos de formatoy lo tuve que inventar todo. Le di prioridad a esto aunque no vi un centavo, me gustaba la idea de que no fuese hecho por plata, me gustaba como mensaje.”

Matías Sánchez es uno de los 160 ilustradores seleccionados para acompañar cada capítulo del libro. Cuenta: “Son 27 capítulos y todos esperábamos quedar seleccionados cuando salió la convocatoria; cada uno tenía que presentar sus trabajos para participar y fueron más de 600 los trabajos recibidos de toda América Latina. Finalmente se seleccionaron 160, con varias imágenes por capítulo. Cuando se dio la oportunidad, pude hacer parte del diseño del libro, infografías, dibujos y hasta un logo. También los sombreros, las puestas del sol, y un par de íconos que fui agregando en el interior.”

“Comenzamos convocando ilustradores, la idea era un ilustrador por capítulo, pero se presentaron tantos que tuvimos que hacer una selección. También definimos el formato, los tamaños y la calidad de las obras».

En la publicación original, las ilustraciones son realizadas por el autor y también se encuentran afectadas por la Ley de Propiedad Intelectual. Lo mismo sucede con la traducción, que originalmente en habla hispana la realizó Bonifacio del Carril para la editorial Emecé. Por eso las editoras tuvieron que realizar, además de la convocatoria de ilustradores, su propia traducción de la obra, lo que le dio una impronta muy particular en un español argentinizado.

Tanto éxito tuvo la presentación del libro en formato digital que Tatiana y Micaela decidieron comenzar una campaña colaborativa de recaudación de fondos para la impresión del libro. La venta se inició en noviembre de 2015, a través de la plataforma Ideame, que es un sitio web para la recaudación a través de crowfounding, en donde un proyecto que aún no se realizó se presenta para que quienes estén interesados en financiarlo puedan aportar económicamente a través de su compra anticipada. Micaela explica: “La campaña en Ideame era para imprimir 1.000 libros. Con la venta de 600 ejemplares podíamos imprimir 1.000 y nos quedaban 400 para donar. La campaña se disparó tanto que pudimos imprimir 2.000, el doble de lo que esperábamos. Y cientos de esos libros fueron donados a escuelas y hospitales. Algunas dificultades que trajo la campaña son que una parte de lo recaudado lo perdimos en los costos disparados por la inflación y las comisiones de Ideame y Mercadopago.”

Malena Ambas es estudiante de Comunicación Social y coordinó las tareas de producción y gestión en la segunda etapa del proyecto. Ella apuesta a que Invisible a Los Ojos sea el puntapié inicial para realizar diferentes ediciones: “La plataforma estuvo buenísima e hizo posible que se haga el libro. Gran porcentaje de la primera tirada será donado y un porcentaje de esa primera tirada más un remanente de la imprenta lo estamos vendiendo en nuestro propio sitio. Estamos con muchas ganas y expectativas de hacer otros proyectos colaborativos de la misma manera.” Con esta metodología, Ediciones Invisible pudo sortear el obstáculo de no contar con financiamiento y, a la vez, controlar que el excedente económico de las ventas fuese destinado a la impresión de nuevos ejemplares.

Uno de los factores sorpresa que trajo este proyecto, dice Micaela, fue contar con la colaboración de Alejandro Dolina en el prólogo y Pablo Bernasconi para el diseño de la tapa. “Estoy muy contenta de haber formado una comunidad de ilustradores; este libro está gracias a que ellos se sumaron, confiaron y lo impulsaron. Hubo mucho compromiso y disponibilidad, priorizando este proyecto y con mucha paciencia de la gente, algunos que quizá todavía no lo pudieron ir a buscar. Pero la comunidad estuvo presente, desde Bernasconi que nos cedió la ilustración hasta Dolina que nos escribió un prólogo bellísimo”, agrega.

Para Matías Sánchez también hubo cambios en su vida profesional. “Había empezado hace dos años a dedicarme a esto y es el primer libro en el que está mi trabajo. Es una carta de presentación para mostrar lo que hago”, cuenta y confiesa: “Ahora que el trabajo está un poco difícil empecé a tomar la ilustración un poco más en serio y hacerla una parte de mi vida. Siento que este proyecto me abrió una puerta.” Por su parte, la gente de Invisible ya tiene un nuevo proyecto: una versión ilustrada de cuentos de Edgar Allan Poe.

Tanto éxito tuvo la presentación del libro en formato digital que Tatiana y Micaela decidieron comenzar una campaña colaborativa de recaudación de fondos para la impresión del libro. La venta se inició en noviembre de 2015, a través de la plataforma Ideame.

Actualizada 19/07/2016

Del autismo al trabajo

Del autismo al trabajo

“Lo que más me gusta hacer en el Taller de Estampados es imprimir y diseñar personajes como Clumby Rose, Super Clumby, Pura o Yoda. Inventar personajes me sirve porque cuando sea grande quiero ser diseñador de videojuegos. Voy a incluir a todos los personajes en un juego para consolas”, cuenta Facundo Ezequiel Boero de 15 años. Trabaja en Estampados Brincar, un taller de aprendizaje de oficios de la Fundación Brincar por un Autismo Feliz que nació en 2013 por la inquietud de un grupo de familias y terapeutas de adolescentes y jóvenes con trastornos del espectro autista (TEA). La organización tiene como objetivo brindarles herramientas que, si bien pueden considerarse parte de una terapia, los preparen para la vida adulta con habilidades profesionales y laborales.

Junto a Facundo trabajan en el taller alrededor de 22 jóvenes de entre 12 y 30 años, quienes participan en todas las tareas de estampado de objetos: desde el diseño y la elección de las imágenes hasta la  facturación y contabilidad que desarrollan quienes tienen mayor nivel funcional. El taller del barrio de Floresta trabaja durante la semana con adolescentes que desarrollan cada una de las tareas necesarias para cumplir con los pedidos que llegan a la estampadora.

De acuerdo a sus gustos y capacidades se les asigna a cada uno una lista de tareas para realizar en el día. “Todos tienen su momento de aprendizaje minucioso sobre cada actividad y luego está el tiempo dentro del grupo, que implica otro nivel de aprendizaje para trabajar la socialización y la tolerancia. Vimos muchos avances en este sentido, logramos que muchos chicos que hacían terapias en solitario pudieran incluirse y poder trabajar en grupo”, recuerda Noelia Soto, terapista ocupacional y Directora de Estampados Brincar.

Martín García, de estampados BRINCAR.

Martín García, de estampados BRINCAR.

A medida que los chicos completan la tarea del día cada uno es recompensado por su trabajo, según sus gustos: Juan Vernon Petre (14) por ejemplo, elige conversar o ver cómo los demás juegan a la Wii; Manuel Santiago Pérez (14) dice que si bien también elige jugar con la Wii la mayoría de las veces pide dinero: “Quiero juntar plata para comprar un viaje a EEUU (Miami). Me gusta la playa y comprar cosas de tecnología como una compu o un Ipad”. De todas formas, más allá de sus elecciones, todos son remunerados económicamente por sus tareas.

En Argentina no existen estadísticas ni registros acerca de la cantidad de población autista y menos aún de  jóvenes  TEA insertos en el mercado laboral. Según la Organización Mundial de la Salud  los trastornos del espectro autista (TEA) “se caracterizan por dificultades en la comunicación e interacción social,  así como por un repertorio de intereses y actividades restringido y repetitivo”. Soledad Zangroniz (una de las fundadoras de Brincar, por un autismo feliz) es mamá de Ramiro de 12 años y explica: “Se trata de un ‘espectro’ porque no hay rasgos idénticos en todas las personas. Cuando conocés una persona con autismo, no conocés a todo el autismo porque la gama es enorme. Todos son distintos aunque compartan similares dificultades. Por ejemplo, algunos  niños no hacen contacto visual o no responden a su nombre, otros tienen dificultades para comunicarse y en general todos son más reticentes a relacionarse con sus pares”.

Estampados Brincar es un taller de aprendizaje de oficios de la Fundación Brincar por un Autismo Feliz nació en 2013.

Varios familiares de personas TEA miembros de Fundación Brincar coinciden en que durante la infancia surgen las primeras alertas. Luego del diagnóstico, los niños junto a sus familias pueden comenzar la terapia que corresponda según las características del paciente, pero al entrar en la adolescencia se abren nuevos interrogantes respecto de cómo será la vida adulta de estas personas conviviendo con diagnósticos tan diversos. Como indica la neuróloga Celica Ysrraelit, madre de Manuel (9): “Este tipo de discapacidades no son evidentes a simple vista. Es decir, vistos desde afuera son adolescentes que hacen un berrinche y se tiran al piso en el supermercado y la gente no termina de entender la situación. Es muy difícil concientizar a la sociedad sobre la inflexibilidad, la ansiedad o las obsesiones que sufren”, reconoce.

Actualmente, la Fundación Brincar lanzó la campaña “Yo Puedo” para concientizar sobre la vida adulta de las personas dentro del Espectro Autista. Como explica Zangroniz: “Queremos instar al Estado para que preste atención a estas personas con autismo que pueden y necesitan una ocupación y también a las empresas para mostrarles todo este costado de aptitudes positivas , virtudes y capacidades que tienen las personas con TEA para que se animen a emplearlas”.  Si bien las características de los pacientes con TEA son muy diferentes, hay ciertos rasgos que comparten y que controlados y trabajados durante la infancia pueden permitirles especializarse en un tipo de oficio o tarea que les de satisfacción personal en un futuro.

En Argentina no existen estadísticas ni registros acerca de la cantidad de población autista y menos aún de jóvenes TEA insertos en el mercado laboral. En la foto, Manuel Santiago Pérez.

A partir de su experiencia como neuróloga, Ysrraelit sintetiza tres aptitudes básicas que, si bien pueden resultar problemáticas en el día a día de los pacientes TEA, controladas y trabajadas en terapia les permitirá en la adultez desarrollar características beneficiosas para ciertas profesiones: “Son muy metódicos, ordenados y rutinarios, por lo tanto para algunas tareas más monótonas que a muchos nos podrían aburrir ellos son excelentes. Ademá, como en general no saben mentir, son muy transparentes y honestos”.  Y agrega: “También tienen mucha capacidad de abstracción y pueden concentrarse mucho en una tarea que los motive aún en un ambiente ruidoso o en el que cualquiera de nosotros se dispersaría con facilidad”. Por último y lo que tanto Celica como los demás familiares miembros de Brincar enfatizan, es la capacidad que tienen las personas TEA para poder desarrollar una mirada alternativa ante cierta realidad. “Hay muchos que tienen coeficiente alto y muchos que no, pero lo que sí comparten es la capacidad de pensar soluciones a partir de una mirada distinta. Pensado dentro de un trabajo, tener a alguien que te pueda ofrecer una solución alternativa te suma un montón. Si todos vemos las cosas igual, todos vamos a dar la misma solución, ellos tienen la capacidad de pensar una solución de manera diferente y allí está la posibilidad de dar un salto cualitativo”, sintetiza Celica.

El objetivo de Brincar es que las personas con TEA no sean estereotipadas de acuerdo a lo que no son capaces de hacer, sino poner el acento en las cosas que sí pueden hacer y en las cuales son muy buenos debido a las características de su personalidad. “Desde muy chiquitos están frente a la exigencia y la evaluación de lo que no pueden, haciendo montones de terapias, esperando adaptarse. Pero cuando se comienza a trabajar nos damos cuenta que son más capaces de lo que creemos, ellos mismos nos enseñaron a no ponerles un techo porque siempre superaron nuestras expectativas”, recuerda Noelia Soto.

Varios de los familiares miembros de la Fundación Brincar acuerdan en que es muy importante que el entorno familiar esté preparado para encarar con ellos el comienzo de la vida adulta y, en este sentido, el objetivo es trabajar la autonomía y para que sean capaces -de a poco y de acuerdo a sus progresos en el tratamiento- lograr cierta independencia. Tal como agrega Noelia Soto respecto del trabajo en el Taller de Estampados: “Percibir que son útiles les genera seguridad, autoestima y mucho orgullo sobre todo cuando ven a la gente con productos que ellos hicieron. Esas caras no las habíamos visto nunca”.

Sebastian Cuezzo.

«Si bien las características de los pacientes con TEA son muy diferentes, hay ciertos rasgos que comparten». En la foto, Sebastian Cuezzo.

Además del costado terapéutico de las tareas que se realizan como el embolsado, sublimado de prendas, estampado de tazas, entre otras tareas, el trabajo en el taller los acerca a la experiencia de un ambiente laboral, donde deben convivir con otras personas y esto para pacientes como ellos, con dificultades de socialización, es muy importante. Facundo Ezequiel Boero recuerda: “Antes entraba corriendo y ahora puedo entrar caminando. Antes mi lenguaje era horrible, grosero. Al principio quería tocarle los pies a todos y eso lo cambié porque entendí que eso aleja a la gente porque se sienten perturbadas.  Ahora me llevo mejor con mis amigos y tengo más paciencia”.

La comunicación y la socialización con el entorno es una de las dificultades que suelen compartir quienes se encuentran dentro del espectro autista. Por eso, incluirlos en un ambiente laboral donde pueden descubrir las cosas que les gustan hacer y desarrollarlas resulta muy importante para que ellos mismos se piensen como miembros de la sociedad, adviertan que pueden trabajar, planificar un futuro y lograr cierta independencia. Soledad Zangroniz rescata el papel de la familia acompañando el crecimiento de quienes tienen diagnosticado TEA: “Las personas de más alto funcionamiento quizás puedan expresar sus gustos y deseos. En otros casos seremos los padres y los terapeutas quienes prestemos atención a qué los hace felices y allí tener un abanico de posibilidades que ofrecerles. Así trabajamos la parte laboral, sobre lo que les gusta”.

El camino para ser independientes a pesar de las dificultades que presenten y haciendo hincapié en las aptitudes positivas es lo que se intenta desarrollar en el Taller de Estampados Brincar, dejando a los mismos adolescentes que descubran cuáles son sus capacidades y deseos a futuro. Juan Vernon Petre (14), tras pensar unos minutos, comenta: “Dibujar me gustó desde chico. Cuando sea grande creo que quiero ser diseñador de historietas. Ya tengo una historieta propia con un personaje principal llamado Federico. También me gusta contar el dinero y manejar el Google Drive”. Así mismo,  Manuel Santiago Pérez (14) dice cómo se imagina en un futuro: “No sé bien que voy a ser cuando sea grande pero puede ser algo relacionado con la música porque me gusta mucho. Escucho a Los Beatles y a Diego Torres. A veces grabo CD de música para regalar, me piden las canciones y yo las busco”.

 

Actualizada 22/06/2016

“La violencia de género es un problema cultural”

“La violencia de género es un problema cultural”

Selva Almada es entrerriana, nacida y criada en el pueblo de Villa Elisa. A los diecisiete años viajó a Paraná y se recibió como profesora de literatura. Diez años después, se mudó a Buenos Aires, ciudad en la que -dice- le encanta vivir. Escribió Una chica de provincia, El viento que arrasa y Ladrilleros. “No sabía que a una mujer podían matarla por el solo hecho de ser mujer –escribe–pero había escuchado historias que, con el tiempo, fui hilvanando. Anécdotas que no habían terminado con la muerte de la mujer, pero que sí habían hecho de ella objeto de la misoginia, del abuso, del desprecio”.

El libro de crónicas Chicas muertas –publicado en 2014– está centrado en tres casos de femicidio de los años 80 ocurridos en el interior del país cuando esa palabra todavía se desconocía. “Mi intención cuando escribí el libro fue recuperar la memoria de esas tres mujeres”, cuenta Almada en su casa ubicada en el barrio de Flores. Detrás de ella, hay un cuadro en blanco y negro, en el que se distingue un ilustrador –que en realidad puede ser un hombre o una mujer– dibujando sobre su hoja, en la penumbra de la noche y en completa soledad.

Chicas muertas es tu primer libro de no ficción. ¿Qué fue lo que te motivó a escribirlo?

El caso de Andrea Danne fue el disparador. Ella era una chica que vivía en San José, a veinte kilómetros de mi pueblo, y que a los diecinueve años fue asesinada mientras dormía en su cama. La noticia me impactó muchísimo, yo tenía trece años y era el primer caso de femicidio con el que tomaba contacto. Pensando en perspectiva, lo que más me impactaba –sin saber que me impactaba, ni por qué– no era tanto que tuviese casi mi misma edad, sino que la habían matado dentro de su casa. Eso lo pensé muchos años después, cuando escribí el libro. Que la mataran dentro de su propia casa contradecía lo que siempre nos habían enseñado desde chicas sobre el peligro, que estaba afuera, y por eso no había que hablar con extraños, ni andar por lugares desconocidos. Le daba otra dimensión al tema, había una cosa simbólica muy fuerte que tenía que ver con lo que es la violencia de género: el que te mata es alguien en quien vos confiás o confiaste alguna vez, no es un asesino serial como las series de televisión. Siempre tenía ese caso en la memoria; y cuando empecé a escribir ficción, en un cuento que se llama «La chica muerta» –publicado en Una chica de provincia en 2007– reconstruí lo que yo me acordaba que había pasado. Al escribir sobre esa historia me dieron ganas de saber más sobre el caso, porque además ya en esa época prestaba más atención a este tipo de casos de mujeres asesinadas y cada vez me sentía más interpelada. En ese momento también leía mucha crónica. Y creo que se juntaron esas cosas.

¿Y cómo llegaste a los otros dos casos?

Con el de María Luisa Quevedo me topé medio de casualidad a través de una noticia en un diario del Chaco, en la que se recordaban los 25 años de su asesinato. Ella tenía quince años cuando su cuerpo apareció ahorcado en una represa. Ahí fue cuando pensé en un libro de crónicas, no de casos recientes, sino que tuviesen más de veinte años. El caso de Sarita Mundín fui a buscarlo, me parecía que el libro iba a tomar más cuerpo con tres historias. Ese caso, en sí mismo, reviste otra complejidad. Ella estuvo desaparecida casi un año, encontraron su cuerpo en el lecho de un río y en ese momento se le dio su identidad. Diez años después, la madre, que nunca se convenció de que esa fuera su hija, pidió un estudio de ADN; se lo hicieron y dio negativo, lo repitieron, y volvió a dar negativo. Esa es la cuarta chica del libro que en realidad no sabemos quién es, y tampoco hay certezas de que Sara Mundín esté muerta. Son tres casos de los años 80, que quedaron impunes, y en los cuales las víctimas son adolescentes jóvenes. Los tres son también anteriores al caso de María Soledad Morales, que es el primer caso de asesinato de una chica en un pueblo de provincia que toma estado público nacional y que marcó un paradigma en el tratamiento de estos casos.

 

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Con la beca que le dio el Fondo Nacional de las Artes, Almada viajó a las tres provincias donde fueron los crímenes: Chaco, Córdoba y Entre Ríos. Entrevistó a familiares y amigos de las víctimas, revisó diarios de la época para saber cómo se había construido la noticia en aquel momento y qué seguimiento había tenido, y leyó los expedientes donde también pudo rescatar los testimonios de quienes ya estaban fallecidos –como el médico que vio el cuerpo de Andrea Danne inmediatamente después del crimen, y sus padres–.  “Al haber pasado tantos años, lo que recordaban muchas veces se contradecía con lo que ellos habían declarado en aquel momento. Eso me pareció interesante: cómo el familiar reconstruye su propio recuerdo”, cuenta Almada.  

Al momento de empezar a escribir las historias, Almada buscó en su biblioteca la crónica A sangre fría de Truman Capote. Releyó el comienzo: aquella narración bucólica le disparó el principio y el final de su libro.

¿Por qué elegiste la geografía provinciana para hablar sobre la violencia de género?

Está en sintonía con la geografía que trabajo en las ficciones. Eso no quiere decir que esto sólo pase en el interior; la violencia de género atraviesa los lugares, las geografías y las clases sociales. A partir de historias de mujeres del interior, hay una representación de lo que nos pasa a la mujeres en Argentina.

¿Hay particularidades?

Hay ciertos lugares del interior donde la sociedad patriarcal está mucho más habilitada. En la ciudad, quizás hay más herramientas. La mujer de un pueblo del interior, por falta de educación o incluso por vergüenza, tal vez no dice nada si su marido le pega. Las mujeres están mucho más desprotegidas y a veces no tienen a quién acudir, porque siendo un lugar donde todos nos conocemos, muchas veces la mujer va a denunciar y el policía es amigo de su marido.

¿Con qué desafíos te encontraste como escritora a la hora de escribir sobre algo real?

Lo que más difícil me resultaba era tener un tono periodístico; como había hecho una investigación, sentía que tenía que ponerme en ese lugar de cronista-periodista. Los primeros intentos de escritura fueron por ese lado, pero me sonaba una voz muy impostada. Hablé con mi editora, Ana Laura Pérez  -que viene del periodismo y dirige la colección de no ficción de Random- y me dijo que no tenía porqué hacerme la periodista: yo era una escritora de ficción que iba a escribir un libro de no ficción. Y ahí me di cuenta de que las herramientas estilísticas que uso para escribir una novela, podían ser las mismas pero con la diferencia de que estaba hablando sobre historias que sucedieron en la realidad.

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Uno de los recursos que Almada utiliza en su libro es el no uso de comillas, ni mayor margen de espacio, para las citas. Todas las voces tienen entonces la misma jerarquía: la cronista, los testimonios, los informes de autopsia y los expedientes, incluso una tarotista que Almada consultó cuando ya se había terminado su beca y que aparece en el libro casi como un personaje literario.

Construís una narración intimista, cruzando las historias de esas chicas con tus propias vivencias como mujer. ¿Cómo te atraviesan en lo personal?

Cuando empecé a escribir la primera versión del libro, comenzaron a colarse esos aspectos más autobiográficos. Se me venían anécdotas o pensamientos sobre cómo me hubiese sentido yo en esa situación o qué hubiese hecho. Pero me daba la sensación de que eso no tenía que estar en la narración, porque se relacionaba con mi vivencia personal. Sin embargo, mi editora, a quien le iba compartiendo lo que escribía- me dijo que lo dejara porque le daba otra perspectiva. Y después me di cuenta que el relato funcionaba así. A mí nunca me pasó que un novio me pegara, nunca sufrí una violación, ni estuve en verdadero peligro de muerte por una situación como ésas. No a todas las mujeres nos ha pasado algo tan extremo. Pero sí todas, alguna vez, vivimos una experiencia que tiene que ver con la violencia machista; experiencias que son más imperceptibles porque están más naturalizadas, pero que son las que van tejiendo una trama que después permite un femicidio.

Si el femicidio es la forma más explícita y extrema de la violencia de género, ¿cuáles son esas otras formas más discretas y solapadas?

Las que se dan en el nivel del lenguaje: el ninguneo sutil de algunos hombres hacia las mujeres o hacia la manera de pensar que tienen esas mujeres. El apriete psicológico, la manipulación y la posesión, disfrazados siempre de amor y por eso difíciles de detectar. Los estereotipos femeninos que se reproducen constantemente en la televisión y desde la publicidad son también espantosos: la mujer envidiosa, la competitiva, la consumista que se gasta toda la plata del pobre marido en ropa, hasta el detergente todavía lo promociona una mujer.

Incluso, volviendo al lenguaje, todos tenemos incorporado decir “hijo de puta” o “la puta que te parió”…

Bueno, esas son las expresiones de las que no se salva nadie; decimos muchas cosas sin pensar. La violencia de género es un problema tan cultural, que desmontarlo va a llevar muchísimo tiempo; tiene que haber un cambio radical de las cabezas.

¿Qué pensás sobre el tratamiento que hacen los medios de comunicación sobre este tema? ¿Cambió la construcción de este tipo de noticias de los años 80 a hoy?

Lamentablemente, no mucho. El caso de María Luisa Quevedo, en el que se construyó toda una telenovela que la gente seguía a diario, no difiere mucho de lo que hoy se hace. Se sigue tratando el tema con mucha falta de respeto; excepto en Página 12, que me parece un referente en ese sentido porque siempre trató estos casos de manera impecable, con mucha seriedad y con periodistas especializadas. Hace cinco años, el término “femicidio” sólo lo usaba Página 12; después, abrías cualquier otro diario y hablaban de “crimen pasional”, aun en casos muy conocidos, como el de Rosana Galeano, cuyo ex marido la había mandado a matar. Y cuando el caso llega a la televisión, empieza a darse una banalización. Sobre Melina Romero, hablaban de sus piercings o de que había dejado la escuela; sobre Daiana García, que había ido en short a buscar trabajo; sobre Micaela Ortega, la nena de doce años que mataron hace poco, que tenía cinco perfiles falsos de Facebook. Enseguida se estigmatiza a la víctima poniendo en tela de juicio su vida privada,  e instalando finalmente en la cabeza de la gente la idea de que «también ella algo de culpa tuvo». Y los medios, justamente, deberían contribuir a instalar lo contrario.

Una contradicción entre el repudio a los femicidios y la construcción de estereotipos que terminan legitimando esos mismos femicidios…

Hay contradicciones constantemente. Es como un absurdo: el mismo medio que en su noticiero cubre el Ni una menos, tiene en su programación a Tinelli. Lo de Barbi Velez y Federico Bal, lo banalizaron totalmente. Rial, que es un gran maltratador de mujeres por lo menos en lo verbal y psicológico, aparece hablando con una supuesta propiedad sobre la violencia de género. Entonces en los medios se mezcla todo. A mí lo que me da un poco de temor es la corrección política. Se vuelve correctamente político hablar de un tema sobre el cual, sin embargo, no se profundiza. La corrección política mata la verdadera reflexión. Hoy nadie va a decir que está bien que le peguen a una mujer, porque no es políticamente correcto. Pero hay que profundizar el debate y revisar las acciones de cada uno sobre este tema; no alcanza con sacarte la foto con el cartel de Ni una menos.

¿Qué deberíamos cambiar, por lo menos en lo cotidiano, para desarticular la violencia machista?

Tiene que haber una reflexión constante sobre el tema. Podemos exigirle al Estado políticas públicas, pero también cada uno tiene que ver desde su lugar qué hacer para ayudar a desmontar este asunto o qué está haciendo para fomentarlo. Pensar los usos que hacemos del lenguaje y nuestras propias conductas; y no permitirlas en otros, ni en otras, porque también a veces somos las mujeres las que reproducimos esa violencia.

¿Se avanzó en algún aspecto desde la época en la que sucedieron los crímenes de tu investigación hasta hoy?

Hubo un avance. Ahora existe una ley que castiga con más dureza al femicida; los asesinatos se nombran como femicidios, y no crímenes pasionales como se decía hasta hace muy pocos años; hay visibilización a través de las marchas de Ni una menos, en las que participa tanta gente. Son un paso, pero el problema es cultural.  Hay que difundir un discurso antimachista en todo lo que podamos. Y la educación, en este sentido, tiene un rol muy importante. Hay escuelas en las cuales desde la propia Dirección se establece, dentro de lo que no se debe hacer y en la misma línea de otras prohibiciones -como no usar celular o no masticar chicle-, que “las chicas no usen calza” porque “distraen a los varones”. Así como ponen a la mujer en el lugar de provocadora por llevar determinada ropa, también ponen al varón en un lugar espantoso que es el de potencial violador. 

Y los géneros están estereotipados desde que nacemos: a las nenas nos visten de rosa y a los nenes de azul…

Sí; me acuerdo que hace unos años, cuando mi sobrino estaba en el jardín de infantes, fui a una clase abierta en la que la maestra nos mostraba la ciudad que habían construido. Era como un barrio, donde los nenes habían aprendido las señales de tránsito para manejar el auto, y las nenas, habían hecho las compras y paseado a los bebés.

¿Por qué elegiste el título Chicas muertas?

Surgió primero del cuento que había escrito, “La chica muerta”. Cuando empecé a escribir los borradores, los archivaba como “Chicas muertas”. Y en los expedientes que leí sobre los casos, se nombraba en algunos momentos a la víctima como «la chica muerta». Entonces me empezó a gustar cada vez más. En un momento también pensé como título «La cosecha de mujeres», que es una canción de cumbia colombiana:

Se acaba la papa, se acaba el maíz/ se acaban los mangos, se acaban los tomates/ se acaban las ciruelas, se acaban melones/ se acaba la sandía y se acaba el aguacate/ Y la cosecha de mujeres, nunca se acaba.

Es una canción linda y alegre, pero si la pensás con otra lectura es tremenda, habla de las mujeres como frutas que se cosechan de los árboles. Pero era un título ambiguo; y prefería “Chicas muertas”, aunque me parecía bastante fuerte y no sabía si a la editorial le iba a convencer o no. Le comenté a mi editora las dos opciones que había pensado y a ella también le gustó más “Chicas muertas”. Era un título duro y violento, pero era de lo que íbamos a hablar.

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Almada sigue conversando mientras acaricia a su gata Corazón. El mate quedó quieto. De fondo, sigue estando el cuadro del ilustrador: tiene líneas blancas, onduladas, que contrastan con un relleno negro. Esa es la imagen que se percibe a una cierta distancia; porque si uno acerca la mirada y la detiene en las figuras que forman las líneas, va a descubrir que al cuadro lo habitan también otros personajes, y que para Almada, “están como al acecho”. El ilustrador, o mejor la ilustradora, no está sola.

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Actualmente, Selva Almada está escribiendo un libro de crónicas sobre el rodaje de Zama –una película de Lucrecia Martel-, y una novela, que espera terminar en diciembre.

Actualizada 08/06/2016