Roban y destrozan al Isauro Arancibia

Roban y destrozan al Isauro Arancibia

“El Isauro Arancibia amaneció con una triste noticia”, comunicaron desde el centro educativo para chicos y chicas en situación de calle ubicado en el barrio porteño de San Telmo. Si ya estaban preocupados por la amenaza de demolición –debido a la construcción del Metrobus programada para inicios del 2017–, los docentes y estudiantes de la escuela recibieron otro duro golpe. En la madrugada del 13 de julio, la puerta lateral del edificio fue violentada para robar y destrozar el establecimiento. Se llevaron materiales del jardín maternal y maquinarias del emprendimiento gastronómico autogestionado por los jóvenes que asisten allí.

 

Según detallaron los trabajadores del centro educativo, luego de violentar la entrada ubicada sobre la calle Cochabamba y de destrozar varias puertas, los intrusos llegaron a las salas donde funciona el jardín maternal y robaron ropa de bebé, leche, pañales y juguetes. Además, rompieron los armarios y se llevaron materiales didácticos. “Había un montón de cosas. El día anterior habíamos recibido una donación de leches maternizadas y de cremitas para los bebes. Se afanaron todo”, contó a ANCCOM la docente Lila Wolman. También atacaron el lugar donde los estudiantes realizan los emprendimientos gastronómicos. Destruyeron armarios, se llevaron elementos que se utilizan para cocinar, comida que tienen los chicos para desayunar,  un horno industrial de mucho valor –donado por la Embajada Suiza–, dos microondas, cafeteras, y mercadería. “O sea, usaron un auto, o una camioneta. A la noche hay una chica de seguridad puesta por el Gobierno de la Ciudad, pero dice que no escuchó nada. Es rarísimo”, opinó Wolman. Según explicó Susana Reyes, directora del centro educativo, la empresa que se encarga de la seguridad es gestionada por el Gobierno y hace años que custodia el edificio. “No se puede creer lo que pasó. Incluso a la policía, cuando hicimos la denuncia, le resultó raro”, aclaró Reyes.

El 13 de julio a la madrugada fue violentada la puerta que se encuentra sobre la calle Cochabamba, destrozaron varias puertas, entraron al jardín de infantes, se  robaron ropa de los bebés, juguetes, violentaron armarios  y sustrajeron materiales didácticos, Ciudad de Buenos Aires, 13 de julio de 2016. Fotos de Néstor J. Beremblum / ANCCOM

El 13 de julio a la madrugada fue violentada la puerta de la calle Cochabamba, destrozaron varias puertas, entraron al jardín de infantes, se robaron ropa de los bebés, juguetes, rompieron armarios y sustrajeron materiales didácticos.

“Los chicos están destrozados. Todos los que están en el emprendimiento de cocina lloraban, porque dicen que esto les va a significar un gran retroceso, porque no van a poder trabajar”, lamentó Wolman. Pero agregó: “Tenemos que reciclar para seguir. No bajar los brazos. No lo van a conseguir”.

El episodio contra la Isauro Arancibia ocurre en el mismo mes en que una patota destrozó las instalaciones donde funciona el diario Tiempo Argentino y Radio América, sin impedimento policial, y al igual que el saqueo y destrozo de la parroquia de Isla Maciel, y el intento de detención de un hombre que viajaba en el tren con un cartel contra las políticas de ajuste del gobierno. “Ese mismo día le rompieron un vidrio al Club Atlético. No parecen chorros. Hay que tener una organización para llevarse todo esto. No sabemos quién fue, pero estamos preocupados, y asustados. Porque esto parece una provocación”, agregó Wolman. Laura Duguine, arqueóloga del Ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Club Atlético, contó a ANCCOM que horas antes el área administrativa de este Sitio de Memoria también sufrió un intento de robo. “Rompieron un candado, entraron a un área de tránsito del Gobierno de la Ciudad y ahí rompieron un vidrio para acceder a la sala de exhibición. No llegaron a pasar porque todavía había gente y los escucharon”, explicó. Por otro lado, también hubo un intento de ingreso a la plaza “30.000 compañerxs” frente al Sitio de Memoria que fue desalentado por personal de seguridad de dicho espacio.

“Los chicos están destrozados. Todos los que están en el emprendimiento de cocina lloraban, porque dicen que esto les va a significar un gran retroceso, porque no van a poder trabajar”, lamentó la docente Lila Wolman.


El Centro Educativo Isauro Arancibia logró detener, en 2014, la construcción del Metrobus de Paseo Colón que hubiera implicado la demolición del edificio. Ahora, las autoridades porteñas volvieron a la carga con el proyecto y otra vez el emprendimiento educativo se encuentra amenazado. Luego de lograr que el Gobierno de la Ciudad comience con las reformas edilicias comprometidas con el Instituto –con un presupuesto de 14 millones de pesos, aprobado en 2011 a partir de la venta de terrenos en Catalinas y a días de su inauguración, permanece en la incertidumbre ante el nuevo peligro de demolición que implica el trazado del Metrobus de la avenida Paseo Colón, previsto para 2017.


A pesar de haber realizado un pedido de informes sobre su situación, la comunidad del Isauro Arancibia no recibió ninguna  información oficial. “Respecto a la demolición no tenemos respuesta. Suspendieron otra vez la Comisión de Educación en la Legislatura. No entendemos qué pasa, por qué no laburan. Los que tienen el quórum son los del PRO, entonces ellos dicen que no, y es no. Es la tercera vez que nos cancelan. Encima ahora entran en feria y hasta agosto no tenemos posibilidad”, expresó Wolman. El viernes 24 de junio, en Radio del Plata, el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, habló sobre la construcción del Metrobus en Paseo Colón, y ante la pregunta de un oyente sobre la situación del Isauro Arancibia aseguró que “la idea es trasladarlo”. Afirmó que incluso ya está acordado el predio alternativo, que será en la misma zona y respetará las vacantes actuales. Sin embargo, según explicó Susana Reyes a ANCCOM, en el centro educativo no recibieron ninguna información al respecto. “No contestan. Suspendieron todas las reuniones. Larreta anunció que nos trasladarían pero nunca nos contactó para notificarnos, ni para hablar sobre el tema”.

«Larreta anunció que nos trasladarían pero nunca nos contactó para notificarnos, ni para hablar sobre el tema”, explicó la directora de la institución, Susana Reyes.

Este viernes a las 9.30 se realizará una conferencia de prensa en la sede del centro educativo –Paseo Colón 1318– para comunicar lo sucedido y debatir sobre la coyuntura que transita la escuela. La inauguración oficial de la sede reformada está prevista para los últimos días de agosto. “Nosotros vamos a seguir. Vamos a continuar trabajando y festejando todo lo que tenemos y todo lo que hemos conseguido. Esto no nos va a tirar abajo”, concluyó Reyes.
Actualizado 14/07/2016

Masacre de San Patricio: 40 años de memoria y de impunidad

Masacre de San Patricio: 40 años de memoria y de impunidad

A cuatro décadas de los asesinatos de los sacerdotes Alfredo Kelly, Pedro Dufau y Alfredo Leaden  y los seminaristas Emilio Barletti y Salvador Barbeito,  la comunidad de la parroquia honró su memoria con una serie de actividades, que tuvo su cierre el lunes pasado a la noche, cuando el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires, celebró la misa ante una multitud que desbordó la iglesia, ubicada en el límite de los barrios porteños de Villa Urquiza y Belgrano. El día anterior, una procesión había unido la ex ESMA con el templo, un hecho inédito que revela que la reivindicación de los “mártires palotinos” toma cada vez más impulso con el paso del tiempo.

Media hora antes de las 20, momento indicado para el inicio de la misa, no había un lugar disponible en la iglesia. El Cardenal Mario Poli hizo su entrada acompañado por quince obispos de distintas jurisdicciones, ataviados de blanco, y otros sacerdotes, entre los que se encontraba el padre José “Pepe” Di Paola.  En su camino, Poli bendijo a la multitud con la señal de la cruz hasta llegar al altar, en donde estaba colocada la alfombra roja sobre la que se había derramado la sangre de los religiosos hace cuarenta años. Durante la homilía, el cardenal leyó: “Los que se creyeron jueces sentenciando a muerte a los hermanos no sabían que los cristianos hacen bien y se los castiga como a malhechores, cuando nos castigan de muerte nos convierten en vida”. Si bien se refirió a las víctimas  en varias oportunidades como mártires dejó en manos del Vaticano su consagración bajo ese rol: “La Iglesia, con su sabiduría, sabrá decidir cuál es su lugar en el cielo”.

El día anterior, una procesión había unido la ex ESMA con el templo, un hecho inédito que revela que la reivindicación de los “mártires palotinos” toma cada vez más impulso con el paso del tiempo.

Los hechos

El 4 de julio de 1976 a las 8 de la mañana, los fieles de San Patricio se encontraron con las puertas cerradas de la iglesia. Frente al  desconcierto de los vecinos,  Rolando Savino, un joven al que el padre Leaden le había enseñado a tocar el órgano, trepó por una bandolera abierta de la casa parroquial, tomó las llaves y logró abrir las puertas. Minutos más tarde, en la planta alta se encontraría con una escena imposible de borrar: “La sensación se renueva año tras año, los recuerdo a ellos todos los días”, asegura.  La dictadura militar se apuró a distribuir un comunicado en donde responsabilizaba por el crimen al “extremismo”, versión que fue reproducida por importantes empresas mediáticas.

Sin embargo, vecinos del barrio habían visto movimientos sospechosos durante la madrugada y hombres armados merodeando los jardines parroquiales. Inclusive escucharon que algunos de esos sujetos le dijeron a un policía que estaba de guardia: “Si escuchás unos cohetazos no te metás que vamos a reventar a unos zurdos”. Consumado el quíntuple crimen, pintaron en las paredes frases agraviantes contra los religiosos y arrojaron sobre los cuerpos un afiche que representaba a “Miguelito”, el amigo de Mafalda, señalando un bastón policial y diciendo: “Este es el palito de abollar ideologías”.

Ya en democracia, distintos testimonios de ex detenidos desaparecidos y de algunos represores indicaron como principales sospechosos a los grupos de tareas de la Marina. Sin embargo, la causa judicial languideció y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final terminaron de congelarla. El periodista Eduardo Kimel, por su libro “La masacre de San Patricio”, fue el único condenado relacionado, porque el juez que debía investigar los hechos, Guillermo Rivarola, se sintió calumniado por aquel notable trabajo periodístico que ponía luz, entre otras cosas, en las razones por las cuales nadie había sido condenado.

La marcha o el “Camino del martirio”, como decidieron llamarla, fue convocada para el domingo pasado y partió de la ex ESMA.

El sermón de las cucarachas

La marcha o el “Camino del martirio”, como decidieron llamarla, fue convocada para el domingo pasado y partió de la ex ESMA, de donde se presume que salió el Grupo de Tareas que acabaría con la vida de los religiosos. El recorrido contó con cinco  paradas en  iglesias de Núñez y Belgrano,  cada una dedicada a honrar a cada uno de los religiosos. El final del trayecto fue el lugar del crimen, la iglesia de San Patricio, en donde se le rindió homenaje al padre Kelly, considerado por uno de los asistentes, el laico Francisco Javier Calabrese, como “un verdadero pastoralista, aquel encargado de llevar el dogma a la práctica”. Calabrese conoció a Kelly por ser amigo del párroco y recuerda las largas discusiones que mantenían: “Pero en el buen sentido, porque con ellos se podía hablar de cualquier cosa”, virtud adjudicada a la herencia del sacerdote fundador de la congregación, San Vicente Pallotti, por su “inmensa capacidad de escucha”.

A diferencia de otras marchas en defensa de los  Derechos Humanos violados por la dictadura militar, en esta el pedido de justicia incluyó el de perdón. Así lo dejaron asentado en la declaración de la comisión organizadora: “Verdad y justicia que no se oponen al perdón. Sin esta dimensión de perdón, no seremos fieles a ellos. Tampoco lo seremos si nos hacemos cómplices de la impunidad”.  En el texto queda claro que “verdad” y “justicia” anteceden a la idea del perdón.

En la iglesia de San Patricio,  punto final del “Camino del martirio”. El sobrino de Alfredo Kelly, Martín, quien conserva una fisonomía parecida a la de su tío, dice que no encuentra palabras para agradecer a las personas que esa noche llegaron a la parroquia y expresa: “No tengo derecho a estar triste, solo darle las gracias, que haya sido mi tío fue insignificante al lado de lo que fue para la comunidad, Alfi era un hombre de Dios, alguien mucho más grande que nuestra familia”.  En tanto, el padre Rodolfo Capalozza, sobreviviente de la masacre por haberse quedado  en lo de sus padres aquella noche en vez de ir a dormir a la iglesia, afirma: “El consuelo más fuerte es ver como la semilla que cayó a la tierra hizo fruto de eso: de hombres que dieron la vida, surgieron jóvenes siguen el camino de amor a la humanidad”, dice conmovido.

“Verdad y justicia que no se oponen al perdón. Sin esta dimensión de perdón, no seremos fieles a ellos. Tampoco lo seremos si nos hacemos cómplices de la impunidad”.

“Los cinco eran un blanco rentable, no fue nada al azar”, comenta el feligrés Calabrese en una de las paradas de la caminata y agrega: “La iglesia está rodeada de casas que valen más de 200 millones de dólares, era una parroquia en un lugar rico que abogaba por los pobres, y ellos tenían una gran influencia entre los jóvenes, era una parroquia complicante”. Muestra de ello es uno de los últimos sermones que dio Alfredo Kelly, pocos días antes de ser asesinado, y que trascendió como “el sermón de las cucarachas”. En pleno auge represivo, el párroco dijo, en mitad de la misa: “Hermanos: he sabido que hay gente de esta parroquia que compra muebles provenientes de casas de gente que ha sido arrestada y de la que no se conoce su destino. En todo el país surgen más y más de estos casos. Madres que no saben dónde están sus hijos, hijos que no saben dónde están sus padres, familias forzadas al exilio, señales de muerte por todos lados. (…) Quiero ser bien claro al respecto: las ovejas de este rebaño que medran con la situación por la que están pasando tantas familias argentinas, dejan de ser para mí ovejas para transformarse en cucarachas”.

En tanto, otro acto evocativo de los religiosos fue la elaboración de un mural sobre el pasaje “Mártires Palotinos”, a una cuadra de la Iglesia, por parte de vecinos, familiares y el Grupo Cultural Cruz del Sur. La obra representa a las víctimas con sus nombres, con la consigna “hoy son luz y vida” y con el lema  “Juntos vivieron y juntos murieron”. La frase, también se convirtió en el título del libro que Sergio Lucero acaba de publicar sobre las víctimas.

El final del trayecto fue el lugar del crimen, la iglesia de San Patricio, en donde se le rindió homenaje al padre Kelly.

Las investigaciones

Actualmente el caso de los Palotinos recorre dos vías: la judicial, en manos del juez federal Sergio Torres, a cargo de la megacausa ESMA; y la causa canónica impulsada por el padre Juan Sebastián Velasco como postulador y el vicepostulador y abogado Francisco Chirichella. Por partida doble, la posición de  Francisco I en la Santa Sede se vuelve estratégica, principalmente la canónica, capaz de consagrar a las víctimas mártires o santos, según las pruebas recogidas. Para santificarlos es necesario dar testimonio de dos milagros mientras que para decretarlos mártires tienen todos los requisitos necesarios, según el abogado Chirichela. “Dieron su vida por la justicia y la verdad a través del compromiso con el Evangelio. Y al momento de su muerte se encontraban indefensos, prueba de su actitud de vida pacífica”, explica.

¿Pero qué demora esta causa noble que data desde el 2001? Cuando Jorge Bergoglio era Cardenal y arzobispo porteño fue el principal impulsor para conformar un tribunal que reúna las pruebas necesarias que permitan llevar el expediente a Roma. En ese momento, la causa no prosperó y se diluyó en la falta de consenso e iniciativa de los obispos. Este año, sus feligreses decidieron retomarla y con más fuerza. Chirichella destaca la relación de amistad entre Afredo Kelly y  Bergoglio, quien fue su confesor hasta el último momento. “Estoy convencido que el Papa no es nuestro único aliado en Roma” y agrega : “Poner al altar a estos religiosos crea una contradicción dentro de la misma Iglesia, porque fueron asesinados por un gobierno que se proclamaba en función de los principios cristianos occidentales”. Hasta ahora, el primer y único mártir latinoamericano reconocido por el Papa Francisco fue, en 2015, el obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, quien en sus homilías dominicales se encargó de denunciar la violación a los derechos humanos y resultó asesinado mientras celebraba misa.

La semana pasada, el juez Sergio Torres -a través de la Cancillería-,  envió un exhorto al Vaticano para la desclasificación de archivos para determinar si existe el registro de los nombres de dos vecinos supuestamente excomulgados por tener algún tipo de vinculación con el crimen. En los recovecos del Vaticano y en el fuero íntimo de los represores se encuentran los datos para establecer justicia y superar el muro de impunidad que, sobre este caso y tantos otros, se ha construido por 40 años.

Actualmente el caso de los Palotinos recorre dos vías: la judicial, en manos del juez federal Sergio Torres, a cargo de la megacausa ESMA; y la causa canónica impulsada por el padre Juan Sebastián Velasco como postulador y el vicepostulador y abogado Francisco Chirichella.

 

Actualizada 06/07/2016

“A ninguno se le pasaba por la cabeza que podíamos perder”

“A ninguno se le pasaba por la cabeza que podíamos perder”

Julio “el Vasco” Olarticoechea recibe a ANCCOM en un bar de la esquina de su casa, cerca de la Facultad de Medicina. Esta semana ya concedió dos entrevistas en este bar. El hombre elegido para dirigir la Selección Argentina Sub-23 que competirá en los Juegos Olímpicos recuerda anécdotas del segundo y último campeonato mundial que ganó la Argentina. Saladillense, ex jugador de River, Boca, Racing, Argentinos Juniors, Mandiyú de Corrientes y el Nantes de Francia, el Vasco estuvo “a un peaje” –como dice él– de no ir al Mundial, pero decidió aguantarse a Bilardo y hoy es un agradecido de esa decisión. Defensor multifunción, diestro, rápido, disciplinado y preciso, disputó los siete partidos en México 86 y cinco en Italia 90, y no perdió ninguno. Hoy, a 30 años de la hazaña en el Estadio Azteca, gesticulando con las manos, se compenetra con cada recuerdo como si el tiempo no hubiera pasado.

¿Cómo recibiste la citación para jugar el Mundial?

A mitad del 83 me enojé. En un partido, éramos cuatro marcadores de punta, dos se lesionaron, quedamos yo y otro más. Como  jugaba de 3 o 4, pensé que me tocaba. No me citó y lo llamó a (Roberto) Saporiti. “¿Acá qué pasa?”, me pregunté. Esperé 15 días. Había una gira, “si no me lleva renuncio”, me dije. No me llevó y renuncié. Al año y medio, a dos meses y medio del Mundial, me vuelve a citar y ahí es la famosa anécdota donde me da la charla técnica en el peaje. Ya, ahí, medio que me iba convenciendo. Faltaba poco para el Mundial y pensé: “No lo voy a tener que aguantar mucho”. Mis amigos de Saladillo me decían: “¿Cómo no vas a aceptar?”. Conclusión, volví a entrenar. A las tres semanas nos fuimos. Rápido, porque Bilardo se quería ir. Le estaban “pegando” mucho acá. Y se quería ir cuanto antes. Allá estuvimos dos meses y medio, con la gira previa.

¿Considerabas que tenías que ser titular en ese plantel?

No. Bilardo siempre lo dijo: “El único titular era Maradona”. Todos los demás teníamos que ganarnos el puesto. Así fue. En la gira era titular (Néstor) Clausen. Cuando volvimos a México la altura me hizo muy mal, me partió, me ahogaba mucho. Cuando agarré ritmo, a las tres semanas, Bilardo ya había armado la línea de cuatro del fondo con Clausen y (Oscar) Garré.

¿Se sentían candidatos para ganar el título?

Una vez llegados y aclimatados la cosa empezó a mejorar como grupo. Y más cuando arrancó el Mundial. Empezamos ganando, el equipo empezó a aparecer y a soltarse. Veíamos que Diego estaba muy bien. Era un indicio de que podíamos. Era todo contagio, de uno al otro, contagio. Tuvimos charlas fuertes en el grupo, de esas que vienen bien para que un grupo se siga consolidando.

¿Cómo vivían las cábalas de Bilardo?

Cada uno tiene personalidades distintas y más con las cábalas. Hay muchachos que tenían muchas. Otros, como yo, no éramos muy partidarios. Pero había que entrar en el sistema de cábalas del equipo. Y yo, por ejemplo, siempre, aunque no  sé si por cábala o por los nervios, tenía que ir al baño antes de cada partido. O sea, estaban todos en el túnel y tenían que esperarme a mí.

¿Puede contar la cábala de las hamburguesas?

Dos días antes del primer partido, fuimos a un shopping. Caminando por el primer piso había una panchería y hamburguesería. Y dijimos: “¡Qué lindo para cambiar el menú!”. Porque comíamos siempre lo mismo, pastas, sopa y pollo. Bilardo aceptó. Estábamos siete u ocho con él. Comimos hamburguesas ese día, a los dos días ganamos y entonces se volvió cábala ir siempre a la hamburguesería del shopping, sentarnos todos en la misma mesa siempre… Había que salir un poco del encierro.

¿Es cierto que apenas salieron campeones Bilardo se fue al vestuario enojado porque les habían hecho dos goles?

Yo no lo vi. Lo contó (Oscar) Ruggeri esta semana. Seguro es verdad, no lo va a inventar. Tenía ese nivel de obsesión Bilardo. Para él fue terrible que nos hicieran dos goles de cabeza.

¿Bilardo lo sufría?

Sí, mucho. Por el tema de las críticas. Era un tipo tan laburador que, al margen de que te guste o no –a nosotros nos saturaba–, el tipo vivía para eso. Su vida era entrenar. Por eso tres horas de videos. Traía material de los rivales. No era habitual en esa época. Era un adelantado. Veíamos partidos de Europa, con una antena, en la AFA. Cuando ya sabíamos que el rival era Alemania, vimos un partido de ellos previo al Mundial.

Usted participó de una jugada importante pero poco reconocida contra Inglaterra, ¿la podría describir?

La “nuca de Dios” la llamo yo (risas). Cuando entró el negro (John) Barnes, grandote, nos empezó a desbordar por la izquierda. El gol de ellos vino por su lado. Y luego vino esta jugada, que fue bastante similar. Es un segundo en el que vos tenés que estar concentrado. Me avivé que si no cerraba, (Gary) Lineker me superaba. Cerré con lo justo tirándome de palomita y él se tiró sobre mí. Yo hice el gesto de pegarle con la nuca, la pelota quedó sobre la línea. Sentí que me pegaba la pelota. No sabía dónde estaba, porque caí adentro del arco con Lineker. Cuando vi que la pelota había salido fue un alivio, si no nos empataban ahí… el partido estaba complicado. Ellos se nos venían.

«Comíamos siempre lo mismo, pastas, sopa y pollo. Bilardo aceptó. Estábamos siete u ocho con él. Comimos hamburguesas ese día, a los dos días ganamos», recordó el Vasco.

¿Qué sintió con el segundo gol de Maradona a los ingleses?

Yo estaba bien abierto por izquierda. No me sorprendió que gambeteara a cinco jugadores. Estuve tres mundiales y un juvenil con él, lo vi hacer cosas increíbles. Una fue esa. Me hubiera sorprendido si Ruggeri salía gambeteando, de Diego no. Pero tomó dimensión porque fue un golazo y se lo hizo a los ingleses en un Mundial.

¿Tenían en la cabeza la guerra de Malvinas?

En la previa sí. Era un partido distinto. En lo que sentíamos. La ansiedad era otra, más fuerte. Normalmente salíamos a un horario, ponele a las 9, y ese día estábamos todos a las 8:30 en el patio, ansiosos por jugar. Se vivió distinto. Dentro de la cancha fue un partido normal. Vos tenés que ser inteligente para jugar ese partido. No podés salir a pegar patadas porque te expulsan.

¿Recuerda el tercer gol a Alemania en la final?

La corrida del “Burru” (Jorge Burruchaga) fue tan larga que se hacía increíble la tensión que ibas viviendo. Lo corría (Hans-Peter) Briegel, lo estaba por alcanzar, a Burru se le va un poco larga, y menos mal que el arquero se quedó en ese momento, sale medio despatarrado y justo Burru la puntea. Un alivio. A ninguno se le pasaba por la cabeza que podíamos perder. Aun cuando nos empataron. Estábamos súper confiados de que íbamos a ganar.

¿Qué sentían ese día, antes del partido?

Son partidos de mucha ansiedad pero no de nervios. El nerviosismo te lo provocan los primeros partidos, porque en esos si perdés te vas. En cambio, acá, el objetivo de llegar ya lo tenés. La final se disfruta. Estás ansioso pero no asustado. Llegás con la convicción de que lográs el objetivo. Y el equipo estaba bien, con Diego estábamos bien, no podíamos fallar.

¿Era un equipo armado alrededor de Maradona?

No. Era una mezcla. Sabíamos que siendo un equipo ordenado, compacto, la posibilidad de gol, en algún momento, iba a estar: con Diego, con Burruchga o con (Jorge) Valdano. Situaciones íbamos a tener. Más con Diego. Bilardo encontró el equipo con Inglaterra. Cuando entramos el “Negro” Héctor Enrique y yo le dimos otro dibujo táctico. Potenciamos la parte defensiva sin perder llegada. Porque nos permitía soltarnos a cualquiera. Yo llegaba, de atrás, Cuciuffo, que era el stopper, también. Si te fijás, en el primer gol de la final a él le hacen la falta de la que luego viene la jugada del centro de Burruchaga. Y el gol de (José Luis) Brown. En el segundo gol contra Bélgica Cuciuffo anticipa en campo nuestro, traslada, pasa la mitad de la cancha y se la toca a Diego, que después hace el gol. Cualquiera  se podía soltar. Cualquiera menos el “Tata” (Brown) porque era el líbero, y el “Checho” (Batista) tampoco. Ellos dos casi no pasaban la mitad de la cancha. Éramos un equipo difícil para los rivales porque al no tener muchos delanteros, no les dábamos referencia de área. Inclusive Valdano, en el gol contra Alemania (el segundo), arranca como 4, (Nery) Pumpido se la da con la mano, sigue para el medio, toca con Enrique, cruza para atrás y de ahí nace la jugada. Nosotros estábamos bien agrupados, recuperábamos y  salíamos.

¿Cómo era el grupo?

Hubo algunas tensiones. Porque en toda concentración larga, y más con Bilardo como tipo que te exige mucho, obviamente siempre hubo problemitas. Pero fue inteligente en reunirnos y charlarlo en la habitación. Más de una vez. Dos o tres veces. El plantel solo, no con Bilardo. Ese era un detalle a favor del grupo. Porque los grupos a veces se fortalecen con esas reuniones… o se rompen. Normalmente hay problemas, si vos los dejás pasar después es tarde.

¿Quiénes eran los referentes?

Ruggeri, Valdano, (Ricardo) Giusti, Batista, Pumpido. Te hablo de tipos pesados. Yo no era referente fuera de la cancha, sí adentro. Ellos eran tipos que convocaban a una reunión y tenían personalidad de líderes. Casi todos éramos capitanes en nuestros equipos. Yo aún, sin ser de esas características, en mis equipos me elegían siempre como capitán. Pero no tenía el carácter de Ruggeri. Era otro tipo de liderazgo.

¿Qué hacían para despejarse en los días de concentración?

A mí me gustaba la música. Me pasaba horas enteras grabando cassettes. De cassette a cassette. Le pedía a Diego que tenía pilas y de muchos hacía uno bueno. Y lo repartía a los demás. Música variada, desde Soda Estereo a Sergio Denis. Mi perfil es más romántico. No iba para el lado de la cumbia.

Fotos de Néstor J. Beremblum / ANCCOM

«Pero tomó dimensión porque fue un golazo y se lo hizo a los ingleses en un Mundial», aseguró Olarticoechea.

¿Conserva los videocassetes de la filmadora de Clausen?

(Risas) Ya pasaron a CD, y ahora hay que pasarlos a pendrive. Son los reportajes que ahora salen en la TV. Me los copiaron y otros los presté. Andábamos filmando cosas y se me ocurrió grabar reportajes a mis compañeros. Empezaba con una presentación: “Cómo te llamas”, “De dónde sos”… Seguía con una joda: “¿Cómo hiciste para estar dos meses sin sexo?”, y cosas así. Y después terminaba la nota con la parte seria: “¿Cómo estás para mañana?”, a 12 horas de jugar la final. Entonces ahí me contestaban con seriedad: “Ansioso”, “nervioso”… Cada tanto me gusta verlos, me conmueven, miro más esos reportajes que los partidos. Son largos, como dos horas y media. Entrevisté a todos. Y filmamos a los mozos, los cocineros, todos los chicos. Me acuerdo de un chiquito que lloraba porque nos íbamos, se emocionó.

¿Por qué hoy la Selección no consigue un título?

Esto te hace ver lo difícil que es llegar al séptimo partido y ser campeón. Durante tanto tiempo solo dos pudieron. Y han pasado grandes selecciones y técnicos. Se tienen que juntar un montón de cosas para llegar al séptimo y ganarlo. Esta selección está llegando con lo último de las energías. Vienen de campeonatos duros, largos, llegan con lo justo y se empiezan a desgarrar. Una de las cuestiones es lo físico. Cosa que nosotros no teníamos, porque nos preparaban bastante antes y jugábamos menos partidos por año.

¿Y por qué se los critica tanto?

Porque acá si no sos campeón sos malo, sos pecho frío. Si un técnico no sale campeón, no sabe nada de futbol. Los argentinos somos exitistas y resultadistas. Llegar a tres finales no es poco. Y comparan a Diego con Messi. Diego jugó cuatro mundiales, ganó uno. Y ganó porque nosotros como equipo éramos muy fuertes. En el 82, que yo también estuve en el plantel, fuimos muy confiados y hubo errores.

 

¿Lo sorprendió la renuncia de Messi?

No. Él ya había amagado, lo venía pensando, madurando, y el hecho de no ganar este campeonato y encima errar el primer penal… Todos vimos su actitud, su desesperación. Se bloqueó, se tiró al piso mientras los compañeros pateaban. Fue tan fuerte para él errar ese penal que se nubló, ahí se dio cuenta que no podían ser campeones y se bloqueó. En un momento que no se sabía que iba a pasar. Espero que cuando descanse y esté más tranquilo, recapacite.

¿Cuándo usted renunció pensaba en volver?

No, pensé que no volvía. Es más, cuando me arman la primera reunión, acá cerca, le dije que no a Bilardo. Que no quería seguir. Y me vuelve a convocar a aquella reunión en el peaje. Estaba convencido que no volvía. Pero luego lo pensé diferente.

¿Sus mejores recuerdos de México 86?

Uno cuando terminó el partido, nos abrazamos como locos, pero después me separé y me fui al banco de suplentes. Esto nunca lo conté. Agarré una bolsita de agua de esas que nos tiraban antes. Y me puse a tomar agua de la bolsita y a mirar la locura que se había generado. Que habíamos generado. No lo podía creer. Fue un momento de reflexión. Otro momento fuerte fue cuando llegamos acá, a la Argentina. La locura del aeropuerto. Fue increíble. No podíamos creer la cantidad de gente que había. Y después otro cuando llegué a mi pueblo, Saladillo. Llené la plaza. Fue increíble. Todos esos son momentos únicos e irrepetibles.
Actualizada 05/07/2016

Una Tribu clausurada

Una Tribu clausurada

Somos una casa con parlantes que amplifican el ritual del encuentro”. Así define el colectivo La Tribu al bar que funciona en la casona de Lambaré 873, en el barrio porteño de Almagro. La noche del 21 de junio, durante la semi-final de la Copa América –uno de esos rituales de encuentro más característicos de la cultura argentina–, el bar debió cerrar sus puertas. La Agencia Gubernamental de Control (AGC) decidió clausurar el establecimiento por la falta de un plan y un plano de evacuación aprobados por la Dirección General de Defensa Civil. La obligatoriedad de ese requisito había sido informada en la inspección anterior, a fines de mayo, momento a partir del cual el colectivo inició los trámites necesarios para presentar esos documentos al organismo estatal. A pesar de mostrar los papeles que indicaban la casi finalización de las gestiones, la AGC optó por desplegar la faja de clausura.

La Tribu es un colectivo de comunicación y cultura que funciona desde 1989 en el establecimiento actualmente clausurado. La mayoría de las actividades que allí se desarrollan se verán perjudicadas en los próximos días. El ciclo de cine, el de cortos “El Camalote”, presentaciones de muestras y de libros, el ciclo de poesía, las obras de títeres, el ciclo “Pororó” (cine para chicos) y obras de teatro, entre otras programaciones tuvieron que ser suspendidas. La radio FM 88.7 La Tribu, que emite desde hace casi tres décadas, continuará su transmisión.

La Agencia Gubernamental de Control (AGC) decidió clausurar el establecimiento por la falta de un plan y un plano de evacuación aprobados por la Dirección General de Defensa Civil.

“Bajo las normas vigentes nunca tuvimos una clausura. Es más, hemos sido felicitados por distintos inspectores por las condiciones en que tenemos el espacio cultural”, cuenta Rafael López Binaghi, uno de los integrantes del colectivo. En la inspección de fines de mayo, la AGC remarcó la necesidad de un plano y un plan de evacuación aprobados por Defensa Civil. Según explicó López Binaghi, el bar ya contaba con un sistema diseñado a esos fines, pero no estaba aprobado por el organismo. “Dando cuenta de la responsabilidad que exige tener un espacio abierto en el cual suceden actividades prácticamente todas las noches, que son de entrada libre y gratuita o a la gorra, y que dan espacio a un montón de expresiones artísticas que no tienen lugar en otro lado, nosotros intentamos tener las mejores condiciones posibles para recibir a todas aquellas personas que quieren participar. Así es que nos pusimos inmediatamente a trabajar para obtener los planos exigidos por los inspectores”, detalló.

Contactaron a un profesional habilitado por Defensa Civil –un ingeniero en seguridad e higiene– para diseñar el nuevo plan y el plano requerido. “Estábamos haciendo todo el proceso que tiene que realizarse para poder presentar los papeles. Eso implica, entre otros aspectos, revisar distintas cosas de la estructura del edificio y una capacitación con todas las personas que trabajamos cotidianamente. Aprendimos sobre manejo de fuego y situaciones de emergencia. Estábamos cumpliendo con todas estas cuestiones y nos faltaba un día para presentar los papeles, porque esto no se hace de un momento para el otro, sino que lleva un tiempo”, explicó López Binaghi. Sin embargo, para la AGC, que realizó la última inspección la noche del 21 de junio, no fue suficiente. “Ante el pedido y las distintas demostraciones que intentamos hacer de que estábamos trabajando en eso y nos faltaba muy poco para hacer la presentación en Defensa Civil no hubo ninguna posibilidad de diálogo. Los funcionarios del gobierno se mostraron totalmente intransigentes. La demostración de que lo estábamos haciendo es que presentamos los papeles un día y medio después de la clausura. Los inspectores vinieron el martes a la medianoche, y el jueves al medio día esto ya estaba entregado”, aclaró.

Ana Masiello, del colectivo La Tribu, consideró que más allá de la buena voluntad para realizar los trámites en el plazo requerido, es muy difícil lograrlo: “Los tiempos que nos exigen para cumplir con la reglamentación no tienen relación con los tiempos que ellos después te ponen para hacer el trámite. A nosotros nos dieron 15 días para resolver, pero Defensa Civil tarda mucho más que eso”, explicó. “Esto genera mucha bronca”, agregó López Binaghi. Y continuó: “Porque la única forma de cumplir con lo que ellos quieren es haciendo las cosas mal, apurando los procesos que tienen un montón de instancias, que tienen su propia burocracia de realización. Y tampoco te asegura poder hacerlo, porque dependes de los tiempos de otras instituciones y organismos del Gobierno de la Ciudad. Nosotros nunca asumimos ese camino porque decidimos hacer las cosas de la mejor manera posible”.

«Los funcionarios del gobierno se mostraron totalmente intransigentes».

La imposibilidad de diálogo, o de extensión de los plazos para presentar el requisito, generó gran angustia en el colectivo. “A nosotros nos genera mucha bronca, porque no da lo mismo estar clausurados o no. Levantar una clausura es un proceso muy complejo en el cual uno entra a un laberinto burocrático del que es complejo salir”, dijo el integrante del colectivo. “Además, acarrea un montón de costos para una organización: tener el espacio cerrado, tener una faja de clausura a la vista, decir que estamos clausurados y generar ideas en un montón de personas que tal vez piensen absolutamente cualquier cosa del porqué de todo esto. Pero además de los costos simbólicos existen obviamente otros económicos, porque el bar para nosotros es la fuente de ingresos más importante que nos damos en la autogestión para poder llevar adelante un colectivo como este. Sobre todo en este contexto en el cual algunos subsidios a los cuales nosotros habíamos accedido no fueron pagados por incumplimientos del gobierno, y en el que los aumentos de los gastos fijos, a partir de la suba en los servicios, nos afectan grandemente. Esta clausura es una herida al corazón de nuestro proyecto”, agregó.

Esa costumbre de clausurar

La clausura a los centros culturales que brindan espacio a manifestaciones artísticas que escapan de la lógica comercial es una política frecuente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, “parece no existir la misma rigurosidad para otras situaciones en las cuales las mismas agencias o instituciones del gobierno actúan. En los talleres textiles esto es claro. Nuestra clausura sucedió en el momento que salía la sentencia del juicio por Luis Viale. Y no es que eso pasó hace diez años y dejó de existir en la ciudad de Buenos Aires”, opinó López Binaghi. Y agregó: “Como colectivo La Tribu nos sentimos perseguidos porque realmente no tenemos antecedentes de una clausura. Cada vez (los inspectores) nos están visitando más asiduamente, y damos cuenta que esto es parte de un contexto en el cual a muchos otros espacios cercanos, amigos, conocidos, les viene sucediendo lo mismo –con excusas diversas, a veces con más y menos razón. Tiene que ver con una lógica que se va traduciendo en la cual espacios como este, que brindan actividades gratuitas y que tienen otra lógica de conformación y gestión, sufren las consecuencias. Se privilegian otras construcciones más cercanas al mercado”.

Según denunció el colectivo, la falta de información clara y precisa sobre las condiciones necesarias para llevar adelante este tipo de establecimientos es un problema que existe hace años. “No hay ninguna forma de asesorarte si no tenés una disponibilidad de recursos económicos. No hay un ente público o alguien que te pueda asesorar sobre qué cosas son las que necesitas, cómo las podés lograr”, explicó Ana Masiello.  “Si realmente después de los sucesos que tuvieron lugar en la ciudad de Buenos Aires queremos tener un mínimo de condiciones en los espacios culturales, habría un montón de caminos a recorrer para llevarlo a cabo. Pero eso no se puede lograr a partir de arbitrariedades. Un día viene un inspector y dice una cosa, otro día viene otro que dice otra cosa distinta sobre exactamente lo mismo. Eso genera que nunca puedas tener las condiciones suficientes para estar seguro de que no te van a clausurar o que no vas a tener ningún inconveniente de este tipo”, agregó López Binaghi.

La clausura a los centros culturales que brindan espacio a manifestaciones artísticas que escapan de la lógica comercial es una política frecuente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

La Tribu es un lugar de encuentro, intercambio y participación. En el bar, por ejemplo, se comercializan productos de redes de economía solidaria y consumo responsable. El centro de capacitación y producción es otro espacio de construcción colectiva que entiende que la comunicación no es una técnica, sino herramientas que se construyen en la práctica, por eso organizan “talleres y encuentros sobre distintos aspectos de la producción radiofónica y la gestión de medios comunitarios para capacitarnos y poder generar los medios de comunicación que deseamos entre todos y todas”, describen. Actualmente están habilitados como café-bar, y están haciendo el trámite para ser una sala de teatro no convencional y un centro cultural.

“Hay un sistema perverso que te va rodeando por legalismos técnicos o motivos económicos donde al parecer los estados ya no tienen que apelar a una censura de tipo directa, con las cosas que no responden a los intereses o la mirada que tienen de la cultura y el mercado en la que prepondera, sobre todo, el fin de lucro y el mercantilismo como lógica de organización. Existe un modo mucho más sencillo, que es el que estamos padeciendo en la actualidad: este tipo de arbitrariedades con respecto a las clausuras, la burocracia como modo de operar del Estado, y ni hablar del incremento de tarifas sin ni siquiera consultar cuáles son las necesidades y las realidades de espacios comunitarios, de clubes de barrio, y demás”, consideró Diego Skliar, otro integrante del colectivo La Tribu. Y concluyó: “Me parece que a partir del manejo de una economía de ajuste fuerte y de una burocratización creciente y punitiva con determinados sectores, terminan por conformar la política cultural que quieren sin tener que manifestar una persecución directa a los espacios. Ahí hay una política cultural. Son cosas que el macrismo ya en la ciudad venía implementando y ahora lo estamos viviendo a nivel nacional. No podemos hablar de un modo sistemático de operar contra espacios como los nuestros, pero la sumatoria de toda esta serie de políticas termina de conformar una dificultad enorme para el funcionamiento de espacios así”.

Actualizada 29/06/2016

Los obreros del fútbol

Los obreros del fútbol

Taxistas, promotores, maquinistas, comerciantes, colocadores de durlock. Esas son algunas de las ocupaciones de los futbolistas de Primera “D”, la última categoría del fútbol argentino, que es oficialmente amateur. Mientras siguen los festejos por el ascenso de El Porvenir, el último domingo, a la Primera C, ANCCOM destapa historias de vida de deportistas de dos clubes de la categoría más baja pero no por eso menos apasionada.

Tribuna carcelera

La potencia de sus piernas le basta para que de un salto y con ambas manos embolse una pelota que acaba de ser impulsada por una violenta volea de derecha. “¡Buena, buena, arquero!”, le grita uno de sus compañeros de entrenamiento. El personaje aludido es Juan Pablo Ghiglione, que a los 20 años es el arquero titular del Club Atlético General Lamadrid y trabaja de 8 a 13 como ayudante de conducción en los ferrocarriles,  un oficio heredado de su familia ferroviaria.

Ghiglione explica que su actual trabajo es una especie de capacitación para ascender a  maquinista. “Con la situación en la que está el país tuve que decidirme por ambas cosas hace dos años, pero mi sueño desde chico es dedicarme cien por cien al fútbol”, explica y agrega: “Ni siquiera  pienso en la plata ahora, porque en esta categoría no la hay, solo pienso en jugar y si a uno le va bien, después la plata llegará sola”. Como en la mayoría de los clubes de las categorías más bajas los jugadores cobran apenas un viático que les permite cubrir los costos de transporte y poco más. “Todo el sacrificio que se hace es por amor a este deporte”, asegura el arquero de “Lama”, quien está a préstamo de Chacarita Juniors.

“Con la situación en la que está el país tuve que decidirme por ambas cosas hace dos años, pero mi sueño desde chico es dedicarme cien por cien al fútbol”, dice Ghiglione

 

El estadio de Lamadrid parece una caja de zapatos por su tamaño; tiene una capacidad de 3.500 personas y está en el cruce de Desaguadero y Pedro Lozano, en pleno barrio porteño de Villa Devoto, justo enfrente del Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad de Buenos Aires, conocido como la “Cárcel de Devoto”

Nicolás Ay (22) es otro de los jugadores del club “carcelero”, como le dicen a Lamadrid. Juega de volante y se sumó el año pasado, tras quedar en libertad de acción de Chacarita. Ay trabaja de promotor de viajes de egresados, lo que le permite acomodar los horarios para cumplir con su labor y entrenar con su equipo. Los mediodía visita colegios y por las noches tiene que ir a las reuniones de padres; en el medio, practica con Lamadrid. Como en la agencia de viajes gana un sueldo a comisión, durante la semana intenta visitar la mayor cantidad posible de establecimientos primarios y secundarios. “A mí, el fútbol todavía no me permite vivir, pero estar hoy acá es prioritario porque alimenta la esperanza de que algún día me pueda dedicar por completo a esta actividad”, comenta este volante que se autodefine “con buena técnica” y como “jugador de equipo”.

A principios de los ’90, en Huracán había un zaguero aguerrido al que se le avizoraba un futuro promisorio. Pero una rotura de ligamentos cruzados le acortó su carrera, luego de haber disputado con El Globo 17 partidos en Primera, entre 1991 y 1993. El protagonista de la microhistoria es Héctor Rodolfo Balsa (44), quien hasta la reciente finalización del campeonato de Primera “D” se desempeñaba como entrenador de “Lama”. El “Polaco” Balsa conducía un plantel de 40 jugadores, integrado con muchos chicos surgidos de las divisiones inferiores del club, que se entrenaba en la cancha de Lamadrid o en el predio del Club Social y Deportivo Pintita, en Villa Soldati.

Sede del Club Atlético General Lamadrid en la previa del partido contra Victoriano Arenas

Sede del Club Atlético General Lamadrid en la previa del partido contra Victoriano Arenas

El DT combinaba los entrenamientos con su trabajo de distribuidor de pescado. “Me levantaba a las seis y hacía el reparto hasta las dos de la tarde. Recién después planificaba y dirigía el entrenamiento, todos los días, de lunes a domingo”, explica. “Hay que entrenar pese a todo, porque esto es una actividad más, como la de cualquier trabajador. Si no te entrenás, si no sos responsable, en cualquier trabajo te echan. Solo que aquí se hace lo que nos gusta”, concluye. Lamadrid terminó último en promedios en el campeonato que terminó ese fin de semana, aunque no será desafiliado por un año, como sucede con el peor equipo de esa categoría, porque esa sanción quedó suspendida para el torneo que acaba de finalizar. Sin embargo, Balsa dejó de ser el entrenador del equipo la semana pasada.

De casa al trabajo y del trabajo a la cancha

Detrás de la entrada del Autódromo de Buenos Aires “Oscar y Juan Gálvez” se encuentra el Parque Ribera Sur, cuyo acceso está a pasos del cruce de las avenidas Roca y General Paz. “¡Aguante Yupanqui, aguante Yupanqui!”, grita un grupo de chicos detrás de un enrejado que demarca un camino ondulado. En ese lugar, en la Cancha 1 del Parque Villa Riachuelo, entrena el plantel de fútbol del Club Social y Deportivo Yupanqui que, si bien es una institución con sede en Villa Lugano, entrena allí porque carece de instalaciones propias.

A las 15.30 empieza la preparación física y técnica del plantel. Unos conos anaranjados están distribuidos en un suelo demarcado por unas cintas blancas que organizan la ejecución de los ejercicios. Unos arcos en miniatura sirven para entrenar precisión y también para trabajar en grupos reducidos. Botines negros, colorados, rosas y amarillos se mueven por toda la cancha. Contrastan con las pelotas blancas que patean, pasan, recuperan y trasladan los futbolistas que se agrupan con pecheras rojas y celestes. En el arco derecho, el entrenador de arqueros da instrucciones a los cuatro porteros del equipo.

El cuerpo técnico de Yupanqui desembarcó en “El Trapero” –ese es el apodo del club- para los últimos cuatro meses del campeonato que acaba de terminar. Sus cinco integrantes trabajaron en el club ad honorem. “Hay muchas cosas que resignamos por la pasión del fútbol: dejamos a un lado la familia, la novia, los amigos, la plata, el descanso”, señalaba el director técnico de Yupanqui, Pablo Daniel Gigliotti (33), que es dueño de una fiambrería.

Asimismo, el entrenador resalta la importancia de formar personas antes que jugadores. “Hoy en muchos clubes se labura muy mal en inferiores, porque los formadores anteponen el exitismo al desarrollo del jugador como persona. Se planifica pensando en sacar puntos para enseguida pegar el salto y dirigir al primer equipo. Y no es que un técnico de inferiores no lo pueda hacer sino que lo que está haciendo está mal. Hay instancias en las que se debe resignar los resultados para formar primero personas de bien y después jugadores profesionales”, explica este técnico que comenzó su carrera en las inferiores del Club Liniers y luego transitó por la primera de Claypole, Deportivo Paraguayo, Riestra, Lugano y Lamadrid.

Yupanqui maneja el presupuesto más bajo de la categoría, pero para Gigliotti es un lugar ideal para trabajar porque carece de la presión de dirigentes y de barras. Juega de local en la cancha de Liniers, en La Matanza, que comparte con Paraguayo, otro club sin estadio propio.

Matías Di Maio (27) fue uno de los preparadores físicos de Yupanqui. Por fuera del club dicta clases de Educación Física en una escuela de fútbol y en una quinta privada. Además, como la profesión todavía no lo deja subsistir, maneja un taxi para poder alimentar a su hijo junto con su pareja. “A la noche –amplía-, cada uno en su casa, con el otro profesor, planificamos la actividad del otro día; llevamos estadísticas, hacemos seguimientos y elaboramos planes de alimentación. O sea: llevamos tarea al hogar”.

Cuando entrenan a un plantel, la actividad se proyecta teniendo en cuenta la situación laboral o educativa de cada uno de sus integrantes. Di Maio recuerda: “Jugábamos el lunes a las 15.30 y uno de los jugadores trabajaba hasta las 14, entonces durante los entrenamientos le redujimos las cargas físicas para que no se nos lesione. Pero nunca dejamos de exigirles que rindan al máximo aunque esto no sea igual a la alta competencia”.

El cuerpo técnico de Yupanqui se completaba con el ayudante de campo Leandro Santoli (32), quien trabaja de chofer del Gobierno de la Ciudad. En tanto, el otro preparador físico, Patricio Aspell (29), da clases de Educación Física en colegios de González Catán y Gregrorio de Laferrere, en la provincia de Buenos Aires, y cultiva semillas de huerta que provee a jubilados de PAMI.

«Cuando entrenan a un plantel, la actividad se proyecta teniendo en cuenta la situación laboral o educativa de cada uno de sus integrantes».

La primera de Yupanqui está conformada por un plantel de 32 jugadores, cuyas edades oscilan entre los 18 y 37 años. Muchos trabajan y algunos contribuyen en la economía del hogar desde su niñez. Uno de ellos es Mauro Comisso, un volante de 21 años que hizo inferiores en Chacarita y que, previo paso por Sportivo Italiano, terminó recalando en Yupanqui, en febrero pasado. Su abuelo, padre, hermano y tío conducen un taxi, y desde los 13 él ayuda en la reparación y la puesta a punto de los coches. Comisso comenta que el mes pasado también se convirtió en taxista. “Pero además de estar metido con la mecánica y ahora con la conducción, le estoy poniendo pilas al fútbol. Entreno acá y también voy al gimnasio por mi cuenta”, destaca quien recordaba su debut en el equipo titular el 23 de mayo último frente a Atlas, de General Rodríguez, club “famoso” por el reality televisivo que lo tiene como protagonista.

En otras latitudes, hacia el sur de Cali, existe un pequeño pueblo llamado Quinamayó, ubicado en la región del Valle del Cauca, Colombia. En esa zona nació, hace 23 años, Julián Andrés Lasso, media punta de Yupanqui en el certamen recientemente finalizado. Lasso debutó en la primera de “Los Diablos Rojos” de América de Cali en diciembre de 2013 y llegó a Argentina en 2014 para integrarse a la Primera de Instituto Atlético Central Córdoba. Después de ahí pasó a General Paz Juniors, que juega en la cuarta categoría de los torneos federales y terminó en Yupanqui.

“Mi papá tiene un campo de arroz en mi pueblo y en ese entonces entrenaba por la mañana en el América y por la tarde metía las manos en la tierra del arrozal”, cuenta este colombiano que anhela estudiar veterinaria tras retirarse del deporte. “Cuando llegué a Córdoba enseguida trabajé por la mañana, con otro compañero, en la construcción, colocando plaquetas con durlock y por la tarde entrenaba con Instituto”, completaba Lasso.

Una noche post entrenamiento, Balsa, el entrenador de Lamadrid, había dicho que lo motiva “Compartir sueños con chicos que esperan un mejor futuro, saltar de categoría, o sentir la adrenalina única e indescriptible por la que pasa todo jugador de fútbol”. Esa misma adrenalina que comparte tanto un millonario jugador de Primera División como un humilde volante de Yupanqui o de Lamadrid que se reparten el tiempo entre los entrenamientos y sus trabajos de taxistas, docentes u obreros.

Mauro Comisso durante el entrenamiento en la sede del Club Yupanqui

Mauro Comisso durante el entrenamiento en la sede del Club Yupanqui

Actualización 07/06/2016