La trata de personas puesta en escena

La trata de personas puesta en escena

Los espectadores entran a la “ratonera” y un ambiente de complicidad los envuelve, no son meros observadores. La puesta de Flores de Tajy apunta a visibilizar la trata de personas y la prostitución pero también a señalar con un dedo a los clientes. “Se habla mucho de la frase ´sin clientes no hay trata´, lo cual es una realidad y es al cliente a quien le hablo desde mi humilde lugar, pero creo que detrás de esta frase se encuentra la necesidad del Estado de hacer la vista gorda”, dice Sol Bonelli,  la dramaturga y directora de esta obra de teatro declarada de Interés por el Consejo Nacional de las Mujeres.

La Naty está perdida, en algún lugar del tiempo y el espacio. Fue secuestrada y tras su primera violación por parte de un cliente llamado Miguel,  interpretado por Pedro Jeréz, se está transformando en una prostituta. “Con Naty lo principal fue buscar el tono,  de dónde viene esta chica que arrancó muy chiquita. Empecé a armar, a ir construyendo con pedazos, que es un poco lo que le pasa  a ella.  Su tema es una cuestión de supervivencia: adaptarse o morir”, cuenta Florencia Patruno, quien interpreta al personaje principal de la obra, el que crea más empatía con su público a través de diálogos que rozan el surrealismo y narrando leyendas paraguayas.

«Su tema es una cuestión de supervivencia: adaptarse o morir”, cuenta Florencia Patruno, quien interpreta al personaje principal de la obra.

“Cuando definí que La Naty sea una paraguaya y que hablara frases en guaraní era para que el espectador no sepa todo lo que se está diciendo, hay algo en lo que se queda afuera. Me gustaba ponerlo en ese lugar donde no sabe lo que significa la frase y al investigar en la cosmogonía guaraní descubrí el curupí, un duende con un falo gigante que asusta a las mujeres con que se las va a llevar y las viola, es como una especie de violador serial y cuando lo leí pensé que el curupí eran todos los clientes que entran en el prostíbulo para La Naty”, dice Sol Bonelli. ”Me encanta la posibilidad del idioma de dejarte fuera de la realidad y a la vez crear esa otredad que es La Naty, que es lo otro “ agrega. “Tajy” quiere decir “lapacho” en guaraní, por lo que ya desde el título de la obra se remarca la conexión de la misma con ese idioma.

Antes de realizar la obra la directora y dramaturga realizó una profunda investigación sobre la prostitución a través de entrevistas a las sobrevivientes de redes de trata como Sonia Sánchez y Alika Kinan, viendo videos y colaborando con la ONG “Vínculos en red “. Allí descubrió una de las consecuencias de la prostitución: la disociación a la que tienen que enfrentarse las mujeres, su antes y después de su inmersión en ese mundo. “Alika cuenta mucho cuando a ella la llevan de Córdoba a Ushuaia, lo primero que hacen es preguntarle: ‘¿Qué nombre te elegiste?’ Tiene que ver mucho con la disociación, los proxenetas te piden que dejes de ser vos para poder recibir esa violencia”, cuenta Sol.

Este hecho nos hace comprender un poco más el mundo de Flores de Tajy donde nadie habla con su nombre, pero sí sabemos que hay un transexual, que es Cris, que hay una suerte de “prostituta acostumbrada”, representada por Candela Suárez López que es “ La Loba “ y que está La Naty, a quien comienzan a llamarla como “Madreselva”. “Cris y La Loba son el status quo, Cris tendrá las mejores formas será muy maternal pero es quien dice ´las cosas son así’. En cada monólogo hay sonido de selva no porque esté rodeado el lugar de selva sino  porque la selva vive en La Naty y es ese salvajismo lo que le permite sobrevivir”,  cuenta Bonelli.

Antes de realizar la obra, la directora y dramaturga realizó una profunda investigación sobre la prostitución a través de entrevistas a las sobrevivientes de redes de trata.

Candela Suarez López, “La loba”, preparó su personaje viendo canales de prostitutas en youtube y al respecto dice: “Me parece que ‘La Loba’ está en un limbo moral y jurídico. Es ‘la prostituta por elección’, a la cual me pareció muy difícil interpretar sin juzgarla, sin emitir ningún juicio sobre ella. También escuché mucho a Sonia Sánchez,  leí sus libros,  sus historias, lo que me hizo meterme un poco más en el ambiente pesado de la prostitución”.

Las noches y los días pasan ensombrecidos en “la ratonera”, con poca alimentación, entre las drogas y los gemidos estos tres personajes se van conociendo y van contándose sus miserias.  Es en el Día de la Madre cuando Cris siente –ya que hace años que no tiene contacto con ella- que su madre murió y que La Naty recuerda que tuvo un hijo y que se lo sacaron. “Cuando me puse a escribir el guión, en verdad hice un monólogo que terminó siendo la parte de La Naty. El embrión de la obra es la frase ´un día yo voy a hacer buena madre´, que surge en el contexto de un taller y  me dije: ‘¿Quién dice esto?’ Y me imaginé el cadáver de un cliente, a la paraguaya y a todo el mundo de la trata. Me pareció muy fuerte que estaba hablando de la maternidad, uno de mis objetivos principales, pero en un contexto terrible. Una piensa siempre en la parte de las mujeres explotadas sexualmente  pero  nos olvidamos todo lo que le hacen a esos cuerpos. Embarazándolas las retienen,  las tienen agarradas”, cuenta Sol.

Pedro Jerez interpreta el papel del consumidor prostituyente y sobre la preparación para su personaje dice: “Fue un proceso bastante largo poder explorar una parte desconocida, ir hacia ese personaje que simboliza el patriarcado. Mi personaje no se pregunta en ningún momento si lo que hace está bien o mal sino que sólo acepta esas reglas sin tener en cuenta al otro, como si le gustara. También vi una serie que escribió Sol Bonelli que se llama ’Se trata de nosotros en la  que se toca esta temática y pude tomar ciertas características de alguno de los protagonistas”

Al hablar del personaje masculino, Bonelli cuenta: “La prostitución gruesa se abastece de la pobreza, del abandono, de la desidia estatal. Para mí, todos son víctimas y victimarios, por lo menos en la obra. La Naty se convierte en asesina por vengadora. Ella no se está acostando con vos porque quiere; lo está haciendo porque le estás dando plata. Justamente por eso me parecía que el cliente tenía que tener su costado de debilidad porque es un pobre infeliz que está solo y que quiere amor”

Con respecto a su responsabilidad como autora, Bonelli afirma: “La prostitución es un lugar común. Está completamente naturalizado en nuestra cultura. Por eso, desde un lugar de feminismo innato me comprometí con la tarea de hacer esta obra. Ir a ver esta obra o no es una cuestión cultural, esto se está incrementando y si no hacemos algo nuestras hijas van a ser prostituidas”.

Flores de Tajy puede verse en el teatro NÜN (Velazco 419, CABA) los domingos de agosto  a las 21.00.

Actualizado 17/08/2016

“Nosotras nos deslomamos como cualquier chabón”

“Nosotras nos deslomamos como cualquier chabón”

Micaela Turek (28) y Lorna Tavella (26) forman parte del equipo de futsal de Bomberos, de Ramos Mejía. Hace cuatro años que juegan juntas. Al igual que muchas otras chicas, no sólo se enfrentan al rival de cada semana sino también contra una cultura machista que les pone obstáculos. Micaela es arquera y cuenta que de nena ya jugaba con amigos en el complejo Coconor. Lorna, por su parte, conoció el fútbol por su hermano.

Turek se queja de que no les dan nada. “Necesitamos que un club nos reciba para competir y nos permita jugar con su nombre”, explica. Junto con Tavella comenzaron jugando en Fénix, luego pasaron a Nueva Chicago y ahora representan a Bomberos. Los cambios de camiseta fueron debido a que las instituciones optaron por no continuar con la disciplina de fútbol femenino, algo que hasta Boca Juniors hizo para no afrontar los gastos.

Ambas jugadoras coinciden en que “mantener el equipo ya es un logro”. Por más que juegan dentro de AFA y en la categoría superior, ellas mismas solventan sus camisetas, pagan la cancha para entrenar, los traslados y el médico reglamentario que debe estar en cada partido. El ritmo de entrenamiento y el esfuerzo no se condicen con el apoyo que reciben. Tavella cuenta que entrenan tres veces por semana, una hora y media cada vez, además del día de competición. Para prepararse, el club les cede su cancha una vez por semana, el resto de los días corre por cuenta de las jugadoras rebuscárselas cómo y dónde practicar.

Los planteles de futsal femenino debieron esperar hasta el 7 de junio pasado para comenzar el torneo 2016, tres meses después que los varones debido a que “a la AFA no le interesa tenernos organizadas”, afirma Turek. “No  somos prioridad”, subraya.  Según Tavella, “hay dos representantes del futsal femenino en AFA, pero no tiene fuerza, dice.

Lorna Tavella, Ayelen de la Merced y Micaela Turek, integrantes del Club Bomberos de La Matanza.

Lorna Tavella, Ayelen de la Merced y Micaela Turek, integrantes del Club Bomberos de La Matanza.

Pese a que el desinterés institucional por el futsal femenino es generalizado, hay diferencia entre equipos. Hay clubes, por ejemplo, que pagan viáticos, algunos cuentan con gimnasios de entrenamiento propio y otros brindan la indumentaria. “Si bien no viven de este deporte, se les hace más fácil que a nosotras”, puntualiza Turek. El diferente peso de las camisetas en AFA hace que ciertos equipos puedan fichar jugadoras fuera de tiempo o hasta hacer jugar a chicas que no están habilitadas.

Los seleccionados nacionales no escapan a la discriminación. Entre el 15 y el 22 de julio de este año se desarrolla el primer Sudamericano Sub-20 de futsal femenino en Colombia. El único país de la Conmebol que no presentó equipo es la Argentina. La razón esgrimida: falta de recursos. Son 40.000 dólares lo que costaba enviar al plantel. Tavella no cree en las explicaciones de AFA: “Hay desinterés.  Si ellos (los dirigentes de AFA) ya saben que se va a jugar este torneo, deberían tenerlo diagramado. La FIFA le da dinero a la AFA para que dedique directamente al fútbol femenino. Son millones que no vemos”.

Turek integró el seleccionado mayor que en 2015 jugó la Copa América en Uruguay. “Nos convocaron en octubre, entrenamos en noviembre, en diciembre competimos y se terminó la Selección. Se desintegró cuerpo técnico y plantel. No hay entrenamientos ni seguimientos de jugadoras hasta la próxima competencia”. Turek recuerda la comitiva de siete personas, entre administrativos y dirigentes, que asistió al torneo y que ellas no sabían qué rol cumplían. Durante los partidos recibían la “ropita dobladita y la botella de bebida energizante” pero durante la preparación AFA les prestaba el predio de Ezeiza solo de 8 a 18 sabiendo que todas las jugadoras trabajan para sustentarse. Frente al reclamo, la respuesta de AFA fue: “Acá a la noche se come y se duerme”. Los viáticos fueron insuficientes o no se cobraron nunca. Por los días de competición, les dieron el equivalente de 25 dólares (en pesos). Y por los días de entrenamiento, les prometieron 100 pesos por jugadora que todavía les adeudan.

«Nosotras nos deslomamos como cualquier chabón. Entendemos que no generamos la misma guita, pero en parte es porque nadie se pone el deporte al hombro», asegura Turek.

En los selectivos para el representativo argentino de los Juegos Olímpicos de la Juventud (Sub-18) Buenos Aires 2018, que se realizó en San Juan, quedó en evidencia la segregación. Allí participaron chicos y chicas de todas las provincias, de entre 13 y 14 años, de los cuales se eligió a los mejores para conformar los equipos de 2018. Pero mientras los varones se hospedaban en el mismo lugar donde se realizaba el torneo, precisa Tavella, las mujeres debieron alojarse en un hotel lejano. A las 9 de la mañana las buscaban en micro, las llevaban a competir en el turno matutino, pero hasta las 21 no las llevaban de vuelta porque el micro sólo viajaba una vez. “Las chicas tenían que estar todo el día esperando. Los padres terminaban llevándolas en taxis o remises por su cuenta”, describe. “Además, las mujeres tenían problemas con las camisetas y la ropa, algo que a los hombres no les pasaba, y el trofeo de campeón de las chicas era mucho más chico que el del segundo puesto de los varones”. La AFA, en este caso, le pasó la responsabilidad al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, organizador de los Juegos de la Juventud, y el Ejecutivo porteño a la AFA.

Hoy, a pesar de todas las trabas, se proyecta para 2017 una divisional B de futsal femenino de, al menos, ocho equipos, que se sumarán los 14 que ya existen en la Primera A. Y varios de los reclamos de las chicas confluyen en un grupo llamado “Jugadoras organizadas” que tiene una página en Facebook.

“Nosotras  nos deslomamos como cualquier chabón. Entendemos que no generamos la misma guita, pero en parte es porque nadie se pone el deporte al hombro. Hay mucho crecimiento. En cualquier complejo vas a ver que en una de seis canchas hay un equipo de mujeres. Ya nadie se sorprende de ver chicas jugando. Hay minas jugando por todos lados, pero falta predisposición para que crezca en calidad. Entrenamos tres veces por semana, jugamos una o dos, laburamos, ponemos la guita. Nos las bancamos todas y cuando pedimos algo el trato es diferenciado”, concluye Turek.
Actualizada 19/07/2016

Vivir para contarlo

Vivir para contarlo

Adrián Furman mira una foto que ocupa toda la pantalla de su celular: es un retrato de su hermano Fabián, con moño y sonrisa, en la fiesta de casamiento, una de las últimas fotos que tiene de él. “Yo ahora tengo 48 y él acá tenía 30. A veces trato de imaginármelo, él ahora tendría 52 años. Para mí ésta es la imagen de él, no cambia. Quedó congelado en el tiempo”, dice sin despegar la mirada del teléfono. Los dos trabajaban en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Fabián atendía a familiares de fallecidos en el cuarto piso en la parte de adelante. Adrián liquidaba sueldos y jornales en la oficina de personal del segundo piso, en lo que era el fondo del edificio.

Sonríe Adrián al recordar el tipo de humor que le divertía a su hermano: “Tenía un humor muy ácido, muy negro. Él trabajaba en Sepelios y eso era muy chocante. Pero él y su compañero Norberto lo tomaban con mucho humor y entre ellos jodían, hacían bromas, se reían bastante de esa situación. Vos lo veías y era una persona seria pero tenía un humor muy bueno”. Del Departamento de Sepelios no sobrevivió nadie. De Servicio Social tampoco. “Del tercer piso para arriba no quedó nadie. Éramos un grupo de amigos. Cada tanto nos encontrábamos fuera de AMIA. Y, de repente, gran parte de mi vida la arrancaron, la cortaron”, relata Adrián.

9:53

El 18 de julio de 1994 comenzó como un día completamente normal para la familia Furman. La tarde anterior habían visto la final del mundial de fútbol de Estados Unidos. “Fabián había venido a casa, no sé si a ver el partido o pasó un ratito, se me borra de la cabeza”, rememora Adrián. Lo más probable era que hubiese pasado a buscar el taxi que trabajaba en sociedad con su padre, Jacobo “Yaco” Furman (quien también había sido empleado en la mutual judía hasta 1992). Los lunes solían ser los francos de Fabián pero aquel lunes fue a trabajar y, como todas las mañanas antes de ir a AMIA, el hijo mayor pasó por la casa de sus padres a dejar el auto para que Yaco lo manejara durante el día. “Mi mamá siempre se levantaba y lo saludaba cuando le daba la llave a mi papá por la ventana. Ese día se quedó en la cama. Y hasta el día de hoy se recrimina porque ese día no se levantó y no lo saludó”, cuenta Adrián, quien entraba a trabajar a las ocho, llegaba, acomodaba sus cosas y subía a ver a su hermano y a Norberto.

“Tipo nueve de la mañana habré subido, estuve con ellos, tomamos un café y a las nueve y cuarto bajé a seguir trabajando. Media hora después fue la explosión”, relata Adrián y recuerda que al principio pensaron que había explotado uno de los equipos de aire acondicionado centrales que estaban siendo instalados. “Fue un momento de oscuridad que explotó todo; se llenó todo de humo y de un olor a amoníaco que no te dejaba respirar; se cayeron vigas; se cayó todo el techo, escombro, vidrios. Lo primero que atiné a hacer fue tirarme abajo del escritorio”, cuenta.

Cuando el humo se disipó y la luz empezaba a volver, el intendente del edificio, una persona que había estado en el Ejército en Israel, los fue guiando para salir del lugar. En el patio del segundo piso había un puente que comunicaba a otro edificio de AMIA sobre la calle Uriburu. Cruzaron ese puente y salieron a los techos vecinos. “Recién cuando nos paramos en el techo de un edificio y miramos para la calle Pasteur nos dimos cuenta de lo que había pasado. Estaba todo destruido. Parecían escenas de la guerra en países de Europa. Parecía la Segunda Guerra Mundial. La mitad del edificio de la AMIA no estaba más. Y ahí me di cuenta de que mi hermano estaba en un lugar que ya no existía”, evoca Adrián y afirma que, a partir de ese momento, su vivencia pasó a un segundo lugar y la única preocupación era encontrar a su hermano. Dice que para él “fue una eternidad” pero no pasaron más de 20 minutos desde el momento de la explosión hasta que pudieron salir a la calle Uriburu a través de un hueco en la pared que habían hecho los bomberos: “Ya era todo un caos. Gente por todos lados, policías, bomberos, gente que pasaba y que venía a ayudar pero nadie sabía qué hacer”.

“Fue un momento de oscuridad que explotó todo; se llenó todo de humo y de un olor a amoníaco que no te dejaba respirar; se cayeron vigas; se cayó todo el techo, escombro, vidrios. Lo primero que atiné a hacer fue tirarme abajo del escritorio”, cuenta.

Su tío tenía un negocio a una cuadra de la mutual que sirvió de punto de encuentro para la familia Furman. Allá fue Adrián con la esperanza de reencontrarse con su hermano. Sus padres, que habían escuchado la noticia por la radio, no tardaron en llegar. “Lo principal era buscar a Fabián, no había otra cosa que buscarlo. Algunos decían que lo habían visto salir. Cuando escuchamos que estaba en el Hospital de Clínicas fui corriendo a ver qué pasaba. Iba,  venía. Iba, venía. En un momento habían vallado la zona y no me dejaban volver a entrar y entre todos pedíamos por favor que me dejen pasar. A las tres horas volví a entrar al edificio por donde había salido. Ahí tuve una perspectiva un poco mejor de lo que había pasado pero igual era inentendible. La mitad del edificio estaba y había un hueco y la otra mitad no estaba más. Y ahí pensaba primero en mi hermano, y en amigos, conocidos, compañeros, quién estaba, quién pudo salir, quién no pudo salir”, recuerda Adrián en voz baja, con una tranquilidad que contrasta con su relato.

Mientras hubo sol, Adrián y su padre iban de un lado a otro. Su madre se quedó todo el día en el negocio de los tíos. A las seis o siete de la tarde, cuando la noche empezaba a asomar, se hizo fuerte la idea de “Ya no hay nada que hacer acá”. Pero Adrián, que había perdido el miedo a la oscuridad, no quería irse: “Lo que me acuerdo es que me subieron a una ambulancia, me dieron un calmante y ahí es cuando bajé un poco los niveles, me subieron a un taxi y me llevaron a casa”. Allá lo estaba esperando Cynthia, con quien luego se casó y tuvo dos hijos pero en ese momento era su novia desde hacía menos de cuatro meses: “Muchas en su lugar se hubieran escapado. Fue un momento muy difícil, bancarse a una persona que recién conocía, con todo el drama que se venía…”.

Después, la incertidumbre. Durante los siguientes siete días Adrián no salió de su casa: “Esperábamos noticias. Iban mi papá o mis tíos a averiguar. Pero cada día que pasaba o cada hora que pasaba, la esperanza era cada vez menor. El domingo a la noche, ya madrugada del lunes, nos avisaron que encontraron el cuerpo. Estaba junto a Norberto, su compañero. Los encontraron a los dos juntos”. A casi una semana del ataque, Fabián Furman fue uno de los últimos en ser hallados. Los encargados de reconocer el cuerpo en la morgue fueron los tíos: “Según lo que contaron, la cara de él era de tranquilidad; no era una cara de susto ni nada. No sé si me lo dijeron para que me sienta mejor o no. Siempre traté de imaginarme cómo habrá sido ese momento para él. Fue uno de mis pensamientos durante muchos años: ¿qué habrá sentido?”, dice Adrián mientras lucha contra su propia mirada, para no perderse.

A partir de ese día, el mundo de Adrián se vino abajo. “Nada tenía sentido en ese momento”, cuenta. Su experiencia como sobreviviente, además, quedó inmediatamente en un segundo plano: “Lo que me había pasado a mí ni me importaba. Nunca asumí mi rol de sobreviviente. Recién ahora estoy pensando: ‘Yo fui sobreviviente de la AMIA. Salí de ahí caminando, por ahí con algunos cortes en la mano, pero salí caminando’. Y mi pregunta es siempre: ‘¿Por qué yo salí y él no salió?’ Mi relación con Dios a partir de ese momento fue más que nada de cuestionamientos y preguntas. Ni creo ni no creo. Me quedé en el medio”, reflexiona Adrián, veintidos años después.

Memoria y Justicia

Graciela prende una vela todos los 12 de noviembre, en el aniversario del nacimiento de su hijo mayor que no llegó a cumplir 31 años. Adrián, que en ese momento tenía 26, siente que es ilógico cada año que pasa después de sus propios 30. Pero la fecha familiar para recordar a Fabián es el 18 de julio. “Es el día en que todo se vincula a él –explica Adrián–. Terminan los actos, voy a la casa de mis viejos, estamos un rato juntos, tomamos unos mates. Igual él está presente todos los días. Desde el año 94 no hay día de mi vida en que deje de pensar en lo que pasó y en él”.

Al principio, Adrián se negaba a participar en actos y agrupaciones. Y sólo hablaba del tema cuando le preguntaban. Pero jamás contaba por iniciativa propia que era un sobreviviente ni que su hermano había fallecido en la AMIA. “Tardé mucho en aceptar lo que había pasado. Me lo callaba, me lo guardaba. Empecé y dejé terapia varias veces, para satisfacer la insistencia de los demás. Lo único que sentí que un poco me cambió y me ayudó a salir fue cuando me contactaron con el Hospital Ameghino de Salud Mental. Estuve yendo un año ahí. De a poco fui largando los problemas. Pero todavía siento la carga. Me tuve que acostumbrar a vivir con esto, lo voy a llevar toda la vida”, este proceso que relata Adrián coincide con su decisión de entrar a la Asociación 18J, familiares, sobrevivientes y amigos de las víctimas donde ya participaban sus padres y cuya idea es la lucha, buscar la verdad y la justicia.

En la intimidad de la casa, el padre asumió el rol de contención. “Él se comió toda esa angustia para poder apoyar a mi mamá que fue a la vista la que más sufrió. Trataba de contenerla, de apoyarla, de estar bien para ayudarla a ella. Creo que en la soledad ahí le salía toda la angustia pero nunca iba a demostrar ante los demás que estaba muy mal”, observa Adrián.

Adrián muestra la foto de su hermano: «Para mí ésta es la imagen de él, no cambia. Quedó congelado en el tiempo”.

Su mamá, en cambio, tuvo la necesidad de contar, de participar y de estar en todo lo que podía. Incluso se juntó con otros familiares y formaron parte de la querella. “Tenía que estar todo el tiempo mostrando que estaba ahí, buscando la justicia, la verdad, que nunca se olvide. Necesitó canalizar de esa manera su angustia”, analiza Adrián. También recuerda que cada tanto su madre tenía caídas anímicas en las que dormía todo el día y resultaba muy angustiante para la familia, hasta que entendieron que había que esperar a que pasen esos momentos, y a que recargara energías para seguir. Graciela nunca dudó de que el camino era hablar, verbalizar. “Ella fue de la idea de contar a todos. Cuando Ariel, mi otro hermano, tuvo a mi sobrina, la primera nieta, mi mamá la cuidaba y siempre le fue contando desde chiquita lo que había pasado, y por ahí mi cuñada no quería que le cuente pero ella le contaba”, resume Adrián, cuyos dos hijos también saben todo lo que pasó. Ayer, por primera vez, lo acompañaron ambos al acto convocado por la Asociación 18J en Plaza de Mayo. “El mayor hace tiempo que me acompaña. El más chiquito es la primera vez. Hasta ahora no había caído en vacaciones y yo prefería que vaya a la escuela y que lo escuchen ahí. Pero este año me pidió venir”, cuenta Adrián con una sonrisa.

Después del atentado, Adrián volvió a trabajar a la AMIA: “En ningún momento pensé en no volver”. Estuvo en el edificio de Ayacucho hasta el año 1996, cuando se empezó a hablar de la reconstrucción de Pasteur 633. “Dije: ‘Yo a Pasteur no vuelvo’. Renuncié y ahí empezó toda una cadena de trabajos que fue siempre cambiante, ninguno me gustaba, deambulaba de un lado para otro”, recuerda. Recién pudo volver a entrar al edificio en 2004, cuando lo invitaron a un desayuno por el décimo aniversario: “Cada paso que daba ahí adentro era terrible, cada espacio físico, cada lugar donde yo pasaba. Me imaginaba qué era antes ese lugar, qué había, qué no había. Después tampoco volví a entrar por mucho tiempo. Al principio ni siquiera podía pasar por la cuadra. Toda la zona me moviliza”, confiesa Adrián.

“Lamentablemente hace 22 años que pasó y estamos igual que el primer día o peor. Porque todas las pistas que podrían haber encontrado ya no están más, no existen, las perdieron, las borraron o las escondieron. Yo pienso que nunca se va a saber lo que pasó. No hay voluntad y no hay nadie que diga: ‘Bueno, vamos a investigar bien, caiga quien caiga’. Por eso cada vez soy más negativo”, confiesa Adrián Furman. Cree que todo sigue por la memoria porque la justicia, insiste, no sabe si va llegar: “Si no fuera por nosotros o por otras agrupaciones, cada año se iría diluyendo hasta que llegue un punto en que se olvide. Tengo que tomar la posta de mis viejos y tratar de que esto nunca se olvide, no sé si voy a poder, ellos no sé dónde la sacan pero tienen muchísima fuerza y hacen muchísimo más que cualquier otro. Espero poder seguir adelante como hacen ellos”, desea en voz alta. “Para mí, lo importante, es que la memoria de mi hermano quede siempre presente”, subraya.

“Él es mi hermano mayor y yo el chiquito”

Algunas fotos. Un reloj. La campera negra que usó ese lunes y que después formó parte de una muestra itinerante. Una birome. La billetera. Y el VHS del casamiento, al que Adrián aún no se atreve a darle play porque “todos los amigos de la AMIA están en el video”. Eso es todo lo que conservan de Fabián Furman, el resto de la ropa se regaló. “A veces me desespero porque quiero acordarme de la voz de él, cómo era la voz de él y se me borra”, se apena Adrián y se apura en asegurar que tiene el mejor recuerdo de su hermano. “Para mí, era el mejor. Ahora tengo 48, entrando en la vejez, pero él sigue siendo mi hermano mayor y yo el chiquito”.

¿Cómo era Fabián?

Para mí él era un ejemplo, era una excelente persona, bueno, muy trabajador, siempre estaba cuando lo necesitabas. Yo lo tenía muy arriba. Nunca se lo dije. Era mi hermano mayor y muchas cosas de las que él hacía me servían como ejemplo o como motivación. Terminaba de trabajar en la AMIA siete u ocho horas y agarraba el taxi de mi papá y seguía trabajando hasta las ocho o nueve de la noche. Pensaba en progresar, en salir adelante. Teníamos amigos en común, la gente del trabajo, y no te digo todos los fines de semana pero fin de semana por medio salíamos todos juntos a alguna casa o cumpleaños. Además de mi hermano también era un gran amigo. Es como que de repente te arrancan todo lo que tenés.

¿Qué le gustaba hacer cuando no trabajaba?

Le gustaba recibir gente en su casa, era anfitrión, hacía asados, le gustaba mucho cocinar. Ya cocinaba cuando vivía en la casa de mis viejos y después cuando se mudó era el cocinero de la casa. En ese momento él pensaba mucho en progresar y en trabajar, pensando que, en un futuro, no les falte nada. Trabajaba hasta quince horas por día. Y los fines de semana también, porque por ahí hacía los turnos en Sepelios.

Fabián se había casado en 1992. “Eran muy felices ellos. Estaban muy bien. Se los veía como una pareja muy fuerte. Habían comprado una casa que la hicieron a pulmón los dos, la reformaron. Me acuerdo siempre de esa casa, porque era como el símbolo de él. Me acuerdo un momento en que todos trabajamos ahí, los amigos de AMIA venían a ayudar a pintar, a picar paredes, a ayudar a levantarla. Y después de eso yo no pude volver nunca más. Mi cuñada vivió un tiempo ahí pero después se mudó”.

A Adrián no le gusta el mes de julio, dice que quiere que pase rápido. Sin embargo, habla lento, pausado, recuerda con tranquilidad, como reviviendo cada minuto, cada detalle. Tal vez prefiera el recuerdo tácito, aunque confiesa que cada vez habla más y disfruta de las sorpresas de la memoria. A pesar de su escepticismo con respecto a la justicia, hay algo del orden de la esperanza que sigue en pie. Y es que, si uno mira detenidamente, en el fondo de sus ojos transparentes está también latiendo Fabián. Y Norberto. Y Claudio. Y Agustín. Y Paola. Y el mozo de la esquina. Y cada una de las 85 historias que necesitan no sólo de esa mitad de la AMIA que sobrevivió a la explosión sino también de cada uno de nosotros para no ser olvidadas.

Actualizada 19/07/2016

Ruidazo contra el tarifazo

Ruidazo contra el tarifazo

Pasadas las 19.45 de ayer la llovizna comenzaba a sentirse en la esquina de Scalabrini Ortiz y avenida Corrientes, en el barrio porteño de Villa Crespo. Cinco vecinas se encuentran y preguntan: “¿vendrá alguien más?” Juntas corren al encuentro de otras personas que se van acercando a esta intersección, motivados por la convocatoria en redes sociales, con el objetivo de hacerse escuchar ante el gobierno nacional y reclamando el cese de los aumentos en las tarifas de servicios públicos.

Una  primera pancarta con la leyenda “Macri pará la mano. No al tarifazo” sirve de punto de encuentro para los vecinos que, ya en mayor cantidad, comienzan a acercarse. El compás de algunas bocinas motiva los primeros ruidos y aplausos. Silbatos, cornetas, llaves agitándose, bidones de plástico… todo sirve para hacerse escuchar.

En la esquina de Triunvirato y Monroe, Villa Urquiza, el mal tiempo también conspira contra la convocatoria. Luego de un breve momento de desilusión, pero con el retraso previsto de todos los eventos multitudinarios, comienzan a llegar los carteles, los aplausos, las latas, los redoblantes y algunos bombos. Un hombre trae dos boletas de gas hechas en gigantografía: la previa al aumento, de 700 pesos, y la última, de 5.600.  Otro, que viene caminando con él, menciona el caso de un joven vecino que vive solo a quien le llegó un tarifa de 7.000 pesos: “El pibe trabaja en una pizzería… nadie sabe cómo va a hacer con el sueldo que tiene”. Gran parte de las conversaciones giran en torno a la imposibilidad de poder costear estos aumentos. No se habla de una rebeldía deliberada, sino de una inviabilidad de la realidad concreta.

Centenas se reunieron en Medrano y Corrientes y en Scalabrini Ortiz y Corrientes.

Centenas de personas se reunieron en las esquinas de Medrano y Corrientes y Scalabrini Ortiz y Corrientes.

Mientras golpea con un martillo el poste del semáforo de la avenida Corrientes, bajo una llovizna persistente, Walter relata: “Pasé de pagar 130 pesos de gas a 900. ¡Tienen que retrotraer las tarifas y hacer un verdadero estudio sobre los costos! Los servicios públicos los tienen que subsidiar los que más tienen, no nosotros, los usuarios”.

La convocatoria por redes sociales con el hashtag #NoAlTarifazo #Ruidazo había comenzado hacía un par de días y se esperaba una gran convocatoria, pero la inminente lluvia pronosticada hacía dudar sobre su éxito a los propios asistentes. Sin embargo, pasadas las 20, la avenida Corrientes ya se encontraba cortada en su totalidad por aproximadamente 200 personas. Más pancartas y mensajes hacia el gobierno repetían los reclamos respecto a la suba de los servicios públicos, pero ningún móvil de televisión se acercó a este punto de encuentro en el barrio de Villa Crespo.

A varios kilómetros de ahí, al igual que en el resto de las concentraciones, un cartel expresa uno de los reclamos fundamentales de la manifestación: “Luz – Gas – Agua – No son un negocio. Son un derecho”, mientras una mujer oculta entre múltiples frazadas, personificaba la cotidianeidad de muchos de los presentes, mientras ironiza: “Viste que el presidente ya explicó que no podemos estar en remera y en patas”.

La convocatoria fue movilizada a través de las redes sociales con el hashtag #Ruidazo y #NoAlTarifazo hace pocos días (Foto: Obelisco).

Hacia las 21 la convocatoria en Scalabrini Ortiz y Corrientes logró reunir a más de 400 personas, todas ellas manifestándose con pancartas y cantos respecto a la suba de tarifas. “Che Macri, che Awada: Tiranos una frazada”, se leía en un cartel sostenido por una madre con su hija en brazos, haciendo referencia a las palabras del Presidente en uno de sus últimos discursos donde alentaba a los ciudadanos a moderar el uso de la calefacción en sus hogares para no sufrir los aumentos. Valeria Stagi es empleada de un local que vende artículos de cotillón ubicado en Scalabrini Ortiz 269, a pocos metros de donde se produce el corte de calles. Inesperadamente este comercio se vio beneficiado con algunas ventas en medio de la convocatoria: “Puse algunas cornetas en el mostrador, a la vista, porque varias personas entraron a comprar algo para hacer ruido”, dice. Según cuenta a su local también lo afectó la suba de luz: “Sé que en esta factura vinieron alrededor de pesos 4.000 pesos y el dueño tiene pensado hacer el reclamo a Edenor”.

Gladis Garello es jubilada y fue a la convocatoria acompañada por su marido, también jubilado: “No traje cacerola para no evocar a los antiguos cacerolazos, porque esa forma de manifestarse siempre tuvo que ver con la elite”. Argumenta que le gustaría meterse entre la multitud que supera las 400 personas en Scalabrini Ortiz y Corrientes pero no se encuentra bien de salud y prefiere resguardarse del frío y la llovizna bajo uno de los techos de las paradas de colectivo. “Nosotros somos el pueblo, yo solo traje un manojo de llaves para hacer ruido, aunque sea bajo este techo”, explica. Agrega que en su caso la última factura de gas que le llegó fue de 600 pesos, cuando en la anterior había pagado 100: “Esto es una medida dictatorial. La gente se cansó. En vez de que las inversiones las hagan los empresarios ricos quieren invertir con la nuestra plata, con nuestro esfuerzo”, reflexiona.

Los empleados de Metrogas aconsejaron no pagar esta factura hasta tanto no se sepa realmente si corresponden los aumentos o no (Foto: Zona Obelisco).

Osvaldo vive con su esposa en un PH en Villa Crespo y recuerda que hace un par de días tuvo que acercarse a las oficinas de Metrogas para avisarles que no va a poder abonar la última factura  por un monto de 8.200 pesos: “El año pasado para el mismo período pagué 800 pesos. Mi señora y yo trabajamos todo el día y no estamos casi nunca… ¡No puede ser que gastemos eso de gas!”, agrega y completa:  “Yo vine a esta misma esquina en diciembre de 2001 a pedir que se vayan todos. Y ahora estoy acá de nuevo. Esto significa lo mal que está la gente, esto es el comienzo”.  En charla con ANCCOM reflexiona que fueron los mismos empleados de Metrogas quienes le aconsejaron no pagar esta factura hasta tanto no se sepa realmente si corresponden los aumentos o no.

Luego de dos horas de continuos cantos y ruidosa manifestación, la mayoría de los vecinos de Villa Crespo comenzó a regresar a sus hogares, bajo condiciones meteorológicas hostiles. Se alejan del punto de encuentro en Scalabrini Ortiz y Corrientes mientras continúan aplaudiendo y haciendo ruido. En la esquina solo quedan algunos pocos a la intemperie y contados paraguas resisten la fuerte llovizna y el frío de la noche entonando la última canción: “Ole-le Ola-la, si este era el cambio, el cambio no va más”.

Zona Medrano y Corrientes y en Scalabrini Ortiz y Corrientes.

Walter, uno de llos manifestante contó que “Pasé de pagar 130 pesos de gas a 900. ¡Tienen que retrotraer las tarifas y hacer un verdadero estudio sobre los costos!».

En Urquiza, otro jubilado se suma al pogo improvisado entre los más jóvenes: “Vengo pagando los aumentos de agua, luz y gas. Te juro que aunque cobre aguinaldo, las cuentas no las puedo pagar. Porque Macri nos cagó, las tarifas liberó, Aranguren la puta que te parió”. Varios también recuerdan, como el vecino de Villa Crespo, haber estado en esa misma esquina a fines de 2001, pero rescatan que la situación no es la misma. Sin embargo, esta apreciación no se traduce en gran optimismo: “Si esto sigue así, vamos a terminar igual y más rápido que aquella vez”. Esa conciencia estuvo siempre presente y no se diluyó en ningún momento, aunque tampoco lo hizo la fuerza de los cantitos y la presencia sólida de los 400 vecinos y vecinas que estuvieron durante casi tres horas reclamando por sus derechos.

Actualizado 15/07/2016

 

Roban y destrozan al Isauro Arancibia

Roban y destrozan al Isauro Arancibia

“El Isauro Arancibia amaneció con una triste noticia”, comunicaron desde el centro educativo para chicos y chicas en situación de calle ubicado en el barrio porteño de San Telmo. Si ya estaban preocupados por la amenaza de demolición –debido a la construcción del Metrobus programada para inicios del 2017–, los docentes y estudiantes de la escuela recibieron otro duro golpe. En la madrugada del 13 de julio, la puerta lateral del edificio fue violentada para robar y destrozar el establecimiento. Se llevaron materiales del jardín maternal y maquinarias del emprendimiento gastronómico autogestionado por los jóvenes que asisten allí.

 

Según detallaron los trabajadores del centro educativo, luego de violentar la entrada ubicada sobre la calle Cochabamba y de destrozar varias puertas, los intrusos llegaron a las salas donde funciona el jardín maternal y robaron ropa de bebé, leche, pañales y juguetes. Además, rompieron los armarios y se llevaron materiales didácticos. “Había un montón de cosas. El día anterior habíamos recibido una donación de leches maternizadas y de cremitas para los bebes. Se afanaron todo”, contó a ANCCOM la docente Lila Wolman. También atacaron el lugar donde los estudiantes realizan los emprendimientos gastronómicos. Destruyeron armarios, se llevaron elementos que se utilizan para cocinar, comida que tienen los chicos para desayunar,  un horno industrial de mucho valor –donado por la Embajada Suiza–, dos microondas, cafeteras, y mercadería. “O sea, usaron un auto, o una camioneta. A la noche hay una chica de seguridad puesta por el Gobierno de la Ciudad, pero dice que no escuchó nada. Es rarísimo”, opinó Wolman. Según explicó Susana Reyes, directora del centro educativo, la empresa que se encarga de la seguridad es gestionada por el Gobierno y hace años que custodia el edificio. “No se puede creer lo que pasó. Incluso a la policía, cuando hicimos la denuncia, le resultó raro”, aclaró Reyes.

El 13 de julio a la madrugada fue violentada la puerta que se encuentra sobre la calle Cochabamba, destrozaron varias puertas, entraron al jardín de infantes, se  robaron ropa de los bebés, juguetes, violentaron armarios  y sustrajeron materiales didácticos, Ciudad de Buenos Aires, 13 de julio de 2016. Fotos de Néstor J. Beremblum / ANCCOM

El 13 de julio a la madrugada fue violentada la puerta de la calle Cochabamba, destrozaron varias puertas, entraron al jardín de infantes, se robaron ropa de los bebés, juguetes, rompieron armarios y sustrajeron materiales didácticos.

“Los chicos están destrozados. Todos los que están en el emprendimiento de cocina lloraban, porque dicen que esto les va a significar un gran retroceso, porque no van a poder trabajar”, lamentó Wolman. Pero agregó: “Tenemos que reciclar para seguir. No bajar los brazos. No lo van a conseguir”.

El episodio contra la Isauro Arancibia ocurre en el mismo mes en que una patota destrozó las instalaciones donde funciona el diario Tiempo Argentino y Radio América, sin impedimento policial, y al igual que el saqueo y destrozo de la parroquia de Isla Maciel, y el intento de detención de un hombre que viajaba en el tren con un cartel contra las políticas de ajuste del gobierno. “Ese mismo día le rompieron un vidrio al Club Atlético. No parecen chorros. Hay que tener una organización para llevarse todo esto. No sabemos quién fue, pero estamos preocupados, y asustados. Porque esto parece una provocación”, agregó Wolman. Laura Duguine, arqueóloga del Ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Club Atlético, contó a ANCCOM que horas antes el área administrativa de este Sitio de Memoria también sufrió un intento de robo. “Rompieron un candado, entraron a un área de tránsito del Gobierno de la Ciudad y ahí rompieron un vidrio para acceder a la sala de exhibición. No llegaron a pasar porque todavía había gente y los escucharon”, explicó. Por otro lado, también hubo un intento de ingreso a la plaza “30.000 compañerxs” frente al Sitio de Memoria que fue desalentado por personal de seguridad de dicho espacio.

“Los chicos están destrozados. Todos los que están en el emprendimiento de cocina lloraban, porque dicen que esto les va a significar un gran retroceso, porque no van a poder trabajar”, lamentó la docente Lila Wolman.


El Centro Educativo Isauro Arancibia logró detener, en 2014, la construcción del Metrobus de Paseo Colón que hubiera implicado la demolición del edificio. Ahora, las autoridades porteñas volvieron a la carga con el proyecto y otra vez el emprendimiento educativo se encuentra amenazado. Luego de lograr que el Gobierno de la Ciudad comience con las reformas edilicias comprometidas con el Instituto –con un presupuesto de 14 millones de pesos, aprobado en 2011 a partir de la venta de terrenos en Catalinas y a días de su inauguración, permanece en la incertidumbre ante el nuevo peligro de demolición que implica el trazado del Metrobus de la avenida Paseo Colón, previsto para 2017.


A pesar de haber realizado un pedido de informes sobre su situación, la comunidad del Isauro Arancibia no recibió ninguna  información oficial. “Respecto a la demolición no tenemos respuesta. Suspendieron otra vez la Comisión de Educación en la Legislatura. No entendemos qué pasa, por qué no laburan. Los que tienen el quórum son los del PRO, entonces ellos dicen que no, y es no. Es la tercera vez que nos cancelan. Encima ahora entran en feria y hasta agosto no tenemos posibilidad”, expresó Wolman. El viernes 24 de junio, en Radio del Plata, el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, habló sobre la construcción del Metrobus en Paseo Colón, y ante la pregunta de un oyente sobre la situación del Isauro Arancibia aseguró que “la idea es trasladarlo”. Afirmó que incluso ya está acordado el predio alternativo, que será en la misma zona y respetará las vacantes actuales. Sin embargo, según explicó Susana Reyes a ANCCOM, en el centro educativo no recibieron ninguna información al respecto. “No contestan. Suspendieron todas las reuniones. Larreta anunció que nos trasladarían pero nunca nos contactó para notificarnos, ni para hablar sobre el tema”.

«Larreta anunció que nos trasladarían pero nunca nos contactó para notificarnos, ni para hablar sobre el tema”, explicó la directora de la institución, Susana Reyes.

Este viernes a las 9.30 se realizará una conferencia de prensa en la sede del centro educativo –Paseo Colón 1318– para comunicar lo sucedido y debatir sobre la coyuntura que transita la escuela. La inauguración oficial de la sede reformada está prevista para los últimos días de agosto. “Nosotros vamos a seguir. Vamos a continuar trabajando y festejando todo lo que tenemos y todo lo que hemos conseguido. Esto no nos va a tirar abajo”, concluyó Reyes.
Actualizado 14/07/2016