


El espíritu amateur sigue intacto
A casi 5 meses de que se decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio, múltiples fueron los comercios e instituciones que debieron reinventarse para subsistir y no caer en el olvido. Los clubes, venerados tantas veces por ser el alma de los barrios, se vieron en la necesidad de “ponerse la camiseta” y “salir a darlo todo” en pos de hacerle frente a este duro golpe y permanecer intactos en los corazones de la comunidad.
Manuel Tascón, secretario general del club Imperio Juniors del barrio Villa Santa Rita es rotundo: “En general, estamos en una terapia intensiva sin respirador, al borde del cierre final del club.” Explica que este, al encontrarse más ligado a la educación que a la competencia deportiva, resolvió su cierre de actividades antes del decreto, en simultáneo con las escuelas, y que si bien se sigue sosteniendo a base de actividades virtuales, nunca llegan a ser comparables con las presenciales. El club mantiene una visión más social que económica, intentando acompañar a sus socios en estos duros momentos. Se mantiene una constante comunicación con ellos vía WhatsApp y redes sociales, en la que se promueve seguir abonando la cuota, aunque con resultados exiguos.
La mayoría de los clubes ya vivieron varias crisis. El club Argentinos de Del Viso venía de estar vapuleado por una economía que le dio la espalda durante el gobierno de Cambiemos. Gustavo Gioseffi, referente y ex presidente del club explica que al día de hoy “la masa de cuotas representa tan solo un 15% de la economía mensual del club. No depende ni queremos que dependa exclusivamente de eso. Nuestro proyecto de club se basa en cómo tener infraestructura y servicios de calidad, sin que termine excluyendo a las mismas personas para quienes fue hecho: chicas y chicos del barrio”. La institución busca terminar con la segregación social proveyendo de un espacio a disposición de cada uno de sus miembros que los haga sentirse dignos. Para poder palear los aumentos de servicios públicos y otros gastos necesitaron apoyo gubernamental y municipal como así también de empresas y cooperativas de la zona. En estos momentos, organizan ollas comunitarias con ayuda del municipio de Pilar.

Argentinos de Del Viso no percibe ningún tipo de subsidio. Sus actividades son gratuitas y funciona en base a voluntarios.
Para Rolando Solofrano, presidente del Club Sahores de Villa del Parque, la clave es la identidad que se forja alrededor del club y su comunidad. Según sus dichos, los clubes de barrio ofrecen un servicio de compromiso social. Entiende también que esa función, durante la pandemia, pueda no ser tomada como prioridad para quienes han visto disminuirse sus ingresos. Según cuenta, la entidad está recaudando en estas fechas apenas un 20% de lo que recibe en un período normal. Enfatiza en que Sahores puede mantenerse en pie gracias a los pocos socios que al verse identificados con la situación del club eligen seguir abonando la cuota. En el barrio es insignia del grupo de vecinos y locales de la zona, junto a los cuales realizan distintas actividades a favor de quienes realmente la están pasando mal; como bolsones de comida que son destinados a algunas familias y profesores del grupo; y comidas que venden entre la comunidad.
Solofrano resume el compromiso entre el club y su comunidad al afirmar que “tenemos una identificación directa con el barrio. Somos un club en una zona donde hay justamente muchísimos clubes. Sin embargo, nosotros tenemos (y esperamos que esto se mantenga cuando podamos volver a abrir) muchísima cantidad de socios, y una identificación total con ellos. Somos un conjunto, vamos todos para el mismo lado. La verdad que también hay un compromiso de los empleados, se hace difícil recaudar como antes, pagamos cuando llegamos; y aún así y todo nos aguantan y reconocen el esfuerzo.”
El Ercilla, del barrio porteño de Liniers, también sobrevive a partir de actividades culturales en formato virtual, como sesiones de lectura compartida promovida por los propios vecinos. Natalia Márquez, secretaria de la Comisión Directiva, cuenta que luego de estar mucho tiempo cerrado, en 2010 pudo reabrir sus puertas y recuperar a sus socios, y destaca que hoy se mantiene a partir del apego emocional de los vecinos.
Es tal el afecto de la comunidad hacia el club que los profesores que dictan actividades allí no lo hacen persiguiendo un fin económico. Ellos encontraron la plataforma de Mercado Pago como una variante para que quienes pudieran continuaran colaborando, aunque los resultados son escasos. Cabe destacar que en el propio buffet había sido concesionado a una cooperativa gastronómica que genera también ingresos para que el club pueda terminar obras de infraestructura pendientes. En palabras del equipo directivo: “Acá hay un compromiso barrial, militante con el club, social. Ahí donde vemos una posibilidad de trabajo y quien la quiera tomar, que se organice y la tome, pero siempre en un sentido solidario y para hacer crecer el club y no para enriquecimiento individual.”
A pesar de haber superado distintas crisis, hoy los clubes ven con suma preocupación la imposibilidad de llegar a cubrir los sueldos tanto de empleados administrativos como profesores. No obstante, el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), mediante el cual el Estado se hace cargo del 50 por ciento de los haberes, actúa como un bálsamo.
El Club Atlético Platense, que tiene sus sedes en Vicente López y en Saavedra, lucha para que la deserción de sus socios en esta etapa sea inferior al 10 por ciento. No tienen ilusiones de regresar a la normalidad en el corto plazo. A partir de abril se vieron imposibilitados de pagarles a los profesores de las distintas disciplinas y por esta razón los socios decidieron abonarles ellos mismos a partir de un aporte grupal. Si bien Platense no percibió ningún subsidio, fue beneficiado con un crédito destinado a los clubes de barrio que les aprobó el ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, con el cual planean mejorar las condiciones edilicias de sus sedes.
Los directivos Platense ponen su foco en los chicos menores a 17 años que mantienen lazos con la institución de distintas maneras, entre ellas vía Zoom. Para Carlos Fernández, miembro de la Subcomisión de Handball, se percibe un gran abatimiento sobre todo en los más jóvenes, por esta razón entiende que como institución se deben ocupar de ellos desde varios aspectos: “Tenés que trabajar la parte física, pero también la mental y recreativa de los chicos, para que les guste y estén contentos y quieran ingresar. Hay mucho cansancio”. El club también organizó el grupo “Platense Ayuda”, en donde socios y jugadores voluntarios juntan alimentos no perecederos, ropa, verduras y carne entre otras cosas para quienes los necesiten.
En el caso del club Ercilla, es sólo un docente el que percibe una suma de medio salario mínimo, vital y móvil a partir del Plan Potenciar Trabajo (exclusivo para personal de la economía popular que no se encuentre registrado) y, de forma voluntaria, lo destina exclusivamente para la institución.
Para el Club Sahores, el ATP ha sido una ayuda importante. Su presidente explica que “cayó tanto la recaudación que si nosotros nos quedásemos quietos, no cobra nadie”. Tiene un profundo sentimiento optimista a partir de ver cómo los profesores se desenvuelven a través de dar clases vía Zoom y cómo los chicos se conectan y el club sigue estando presente sus vidas.
No es la situación que vivió Imperio Juniors durante los primeros meses de cuarentena, al no haberse reglamentado aún la Ley para Apoyo y Fomento de Clubes de Barrio, y no recibir ATP pese a haber presentado la documentación correspondiente. En palabras de uno de sus directivos: “Estábamos en un limbo. Siento que se olvidaron de nosotros, que no existimos como club”. Finalmente pudieron acceder a la asistencia nacional, aunque para esa altura ya estaban atrasados con los sueldos. Si bien el ATP llegó no fue suficiente, por lo que debieron completar el faltante de la deuda con dinero que recaudaron –y que aún recaudan- a partir de la solidaridad de los socios. La institución mantiene el espíritu de barrio, en sus puertas no hay un molinete que impida la entrada a quien lo desee o necesite, y aún no haciendo promociones especiales, tiene una mora muy baja con escasos controles administrativos.
El club Argentinos de Del Viso no percibe en la actualidad ningún tipo de subsidio al tener una estructura pequeña a base de voluntarios. La gran cantidad de actividades que ofrece son gratuitas. Los profesores perciben un sueldo pequeño a partir de aquellas actividades por las que se cobra una cuota.
En cuanto a los servicios públicos, en todos los clubes pasaron a segundo plano, acumulando en este tiempo deudas o planes de pagos con altos intereses, que no tiene miras a ser resuelto hasta que se retome la actividad.
Por otro lado, en cuanto a los protocolos para reabrir, en general se condicen con lo recomendado por los ministerios de Salud y de Deporte. La mayoría de los clubes ya tiene ideado determinados controles básicos; como el uso del tapabocas, el alcohol en gel, la toma de la temperatura y la distancia social.
El sentimiento general de los directivos entrevistados es levemente optimista, a pesar del abandono que sienten por parte de los distintos entes reguladores. Cada uno de los consultados enfatizó la necesidad de no bajar los brazos ante este caos por y para su gente: de poder seguir ofreciéndoles a sus socios el refugio que buscan y se merecen.

El día que Diego se transformó en leyenda
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La NBA, más allá del básquet
Imaginemos que vamos a un espectáculo deportivo donde el partido que veremos no es lo más importante. Donde los jugadores no son los únicos protagonistas. Por más increíble que parezca, existe una liga en el mundo del básquet que le escapa a cualquier tipo de competencia convencional. La NBA encabeza la elite de la pelota naranja desde hace 60 años, no sólo en calidad deportiva sino también en popularidad. Así, cuenta con un detrás de escena que hace posible un total de 82 partidos para cada uno de los 30 equipos de la liga, según el calendario oficial.
ANCCOM asistió al Barclays Center de Brooklyn para vivir el encuentro entre los Brooklyn Nets y los Toronto Raptors, último campeón de la NBA. Los locales contaron con grandes apariciones (Caris Levert, alero, 20 puntos; Joe Harris, Escolta, 19) y a fuerza de buen juego asociado y desequilibrio en ataque, lograron llevarse el partido por 101-91.
Rápidamente, al ingresar al recinto se comienza a ver la puesta en escena. El público empieza a poblar de a poco un estadio pensado para 19 mil espectadores, que a juzgar por su tamaño parece más pequeño.
El encuentro comienza a las 19:30. Diez minutos antes del partido, el estadio cuenta con más espacios vacíos que ocupados. Los equipos se alistan, salen a calentar y la situación sigue igual. Pero a la hora de cantar el himno todo cambia. El ritual se repite en cada uno de los 2460 partidos de la temporada, más los de la fase final. En este caso, el primero en cantarse es el canadiense, por la presencia de los Raptors. Todos los espectadores se ponen de pie. La arena se viste de rojo y blanco. Se puede ver la bandera con la hoja de maple en la pantalla gigante que luce el estadio en su parte superior. Se disparan luces hacia donde se encuentran ubicados los fanáticos del conjunto visitante, que con una mano en el corazón entonan el verso “Oh, Canadá”.
Acto seguido, llega el turno del himno estadounidense. Los jugadores norteamericanos acompañan a sus fanáticos y un grupo de soldados de la guardia civil se despliegan sobre el parqué. Algunos colocan su mano en el pecho, pero casi la totalidad del estadio levanta su cabeza para mirar la bandera con estrellas, franjas rojas y blancas desplegadas en la pantalla de cientos de pulgadas que mira a todos los presentes, colgada del techo del Barclays Center. El entretenimiento comienza a cobrar protagonismo.
Arranca el partido y el escenario cambia su piel. Van cinco minutos y los asientos vacíos comienzan a ocuparse, en su mayoría por familias. Todos con algo para comer y beber. Las cervezas y gaseosas se cruzan con hamburguesas, papas fritas, mariscos y hasta algún tipo de pasta. Todo esto es, si uno lo desea, traído a su asiento por los empleados del Barclays Center, más allá de que existen, según detalla la web del estadio, más de 40 puestos de comida y bebida a disposición. La pelota es admirada, pero la comida y el confort también son protagonistas.
Hay tiempo muerto para los Nets y parece que algo se repetirá a lo largo de todo el partido. Cada momento por fuera de la acción del partido es utilizado a favor del entretenimiento. El tiempo muerto dura tan sólo un minuto y es protagonizado por Ally Love, una joven que, con micrófono en mano, recorre las primeras filas del Barclays Center dando a conocer a través de los parlantes del estadio, la percepción de los fanáticos sobre el partido. Allí también aparecen los clientes de American Express, que por ser acreedores de sus servicios financieros, se han asegurado un lugar en la pantalla gigante que cuelga del techo del estadio. Y de repente. ¡Wow! John ha ganado pases para ver al equipo y un beneficio usando su tarjeta de crédito.
El partido sigue su ritmo habitual, pero a cada interrupción se le corresponde un entretenimiento. Cualquiera sea. Desde un lanzamiento de camisetas a la tribuna, un pedido de aliento para que los jugadores levanten el nivel, o un espectáculo de break dance. Lo que lleva a pensar y a concluir, que el público de NBA necesita entretenimiento en todo momento. Sin importar qué. Todo reviste una cierta lógica cuando pensamos en la duración del espectáculo en su conjunto. El partido consta de cuatro cuartos de 12 minutos cada uno, lo que, sumado a las interrupciones lógicas de mitad de partido, tiempos muertos y faltas, entre otras interrupciones, se terminan acumulando un total de dos horas desde que se ingresa al estadio, hasta el momento en que se lo abandona.
La liga estadounidense recubre y esconde un ritual donde, como en cualquier deporte, lo que importa es que triunfe el equipo del que se es fanático. Sin embargo, necesita del show para sobrevivir. El mercado se cuela en los poros de un juego que de por sí, parecería no deleitar lo suficiente. El cotillón y el entretenimiento, termina siendo su marca registrada.

La inmobiliaria Larreta sigue funcionando

Un gimnasio, un estacionamiento, una cancha de fútbol y tres de tenis se ven amenazadas por el proyecto inmobiliario.
El Darling Tennis Club, fundado en 1918, se ve amenazado por el actual Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La construcción de un emprendimiento inmobiliario en parte del territorio de la asociación civil infringe la ley de Clubes de Barrio y Pueblo (27.098) y, a su vez, acarrea dificultades para los socios, los vecinos de la comuna y el medio ambiente. La institución ubicada en Brasil 50, barrio porteño de La Boca, posee cuatro hectáreas de longitud de las cuales tres están escrituradas y fueron compradas por la institución deportiva y una, integrada a la sede, pertenece a la Administración General de Puertos. Con permiso de uso desde 1977, esos ocho mil metros, que eran un baldío, fueron remodelados y aprovechados por las autoridades del club.
“Por cuestiones de seguridad, la Administración General de Puertos junto con el barrio Catalinas Sur nos pidieron poner en valor esa porción del terreno y, a cambio, recibir un permiso de uso eterno pagando una cuota mensual que hoy roza los 1.200 dólares. Llegamos a un acuerdo y allí edificamos un gimnasio, el estacionamiento, tres canchas de tenis y una de fútbol”, relata Daniel Calabrese, presidente del Darling Tennis Club.
Durante la década de 1990, Puerto Madero fue un boom de construcciones lujosas que provocó que la zona se encarezca año tras año. Así, el crecimiento inmobiliario llegó hasta los alrededores del club y, en 2017, Cambiemos decidió hacer un convenio entre el Gobierno de la Ciudad y el de la Nación vía la Legislatura porteña. Con el incremento del valor de los terrenos, la administración de Horacio Rodríguez Larreta pactó el levantamiento de torres de entre 60 y 90 metros de altura en los suelos del Estado.
“Nos presentamos ante las audiencias e inferimos que estamos protegidos por la Ley de Clubes de Barrio y Pueblo. El artículo 18 plantea que, en caso de que los terrenos sean fiscales y estén dentro de la sede del club, los mismos deben ser asegurados a la institución. Sin embargo, el convenio salió igual. Esto se debió a que sólo pudimos convencer a los legisladores de la oposición pero no a los oficialistas que eran mayoría”, explica Calabrese.
El Darling Tennis inició acciones judiciales y presentó una demanda contra la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) ante los Tribunales Federales. En paralelo, pidió una cautelar para que, cualquier acción que se quisiera iniciar, el juez la detuviera. La misma fue rechazada en primera instancia con el motivo de que no había ningún peligro. Luego fue a Cámara, donde también la impugnaron, lo que derivó en que las autoridades del club arremetieran contra los jueces.
“Ahora estamos yendo a la Corte Suprema. En estos momentos, la demanda sigue el curso normal de un juicio y está en períodos de prueba”, declara Calabrese y recuerda: “Cuando cumplimos 100 años, vino a vernos el vicejefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli, y dijo que el club no iba a perder nada. A los 15 días, Mauricio Macri lanzó el decreto para completar el circuito y así realizar la venta del terreno”.
A pesar del conflicto en pugna, los directivos nunca cortaron relaciones con el Gobierno de la Ciudad sino que trabajan en conjunto. “Vienen los chicos de las escuelas y les damos un servicio social que asumimos cuando compramos los terrenos. Nos comprometimos a realizar acciones solidarias con los niños de la Isla Maciel y de la Villa 31 en nuestro Centro de Alto Rendimiento emplazado en los terrenos fiscales”, cuenta el presidente del Darling.

«Hacemos acciones solidarias con los niños de la Isla Maciel y de la Villa 31 en los terrenos fiscales”, cuenta Calabresse.
Un acuerdo concertado con el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires posibilita que los alumnos de los colegios aledaños, de jornada extendida, almuercen en el Darling y usen las instalaciones para realizar educación física. También, incorporaron a un jardín de infantes para que los más pequeños vayan una vez por semana a disfrutar del aire libre debido a que, en La Boca, los espacios verdes son casi inexistentes.
El compromiso del Darling Tennis Club con el medioambiente impulsó a un relevamiento de los árboles que habitan la sede. Junto con la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable más la Dirección de Bosques, realizó un inventario para dar inicio a la reforestación. “En todo el país se plantan árboles vistosos pero no los autóctonos de la zona, por lo tanto, la idea es repoblar con especies originales”, fomenta Calabrese. La investigación concluyó en que el promedio por metro cuadrado de árboles que tiene el club es mayor al de la ciudad.
“Hacer torres acá no sólo implicaría cambiar toda la estética del club, también nos perjudicaría con la sombra y el viento que para el tenis es terrible”, describe el directivo y agrega: “Perderíamos los espacios donde emprendemos las acciones solidarias, es decir, las tres canchas de alto rendimiento. Siempre nos sentamos a escuchar y negociar pero no podemos perder el estacionamiento porque en esta zona está prohibido en los lugares púbblicos y eso conllevaría a un éxodo de socios que nos conduciría a dejar de existir”.

Agustín Calleri, presidente de la Asociación Argentina de Tenis, salió en respaldo del reclamo del Darling.
Flavio Rey, uno de los 750 socios del Darling Tennis Club, rememora: “Llegué a la institución por unos amigos hace nueve años, venía del ámbito del fútbol y empecé a practicar tenis. Tomé clases y ahora tengo la oportunidad de jugar en varias categorías con los mejores de acá. Me emociono cuando hablo del club porque me dio muchísimo y es duro e inexplicable cómo pueden pensar en sacarnos parte del espacio verde”.
Laura Ciuffo, socia desde hace pocos meses, arribó al Darling a través de la recomendación de unos conocidos. “El club es una especie de isla paradisíaca en el quilombo que es Capital Federal. Me parece una barbaridad que lucren con espacios verdes y familiares, este es un pulmón de aire puro para la ciudad. Es terrible que negocien con cosas que le quitan calidad de vida a la población”, manifiesta.
“Con toda mi alma voy a defender al club porque es mi segundo hogar, mi lugar en el mundo. Lo hemos mantenido con mucho esfuerzo y es muy doloroso que quieran vender los terrenos. No se trata sólo del tenis, acá encontrás cariño, un espacio para compartir y charlar de diversos temas que hoy en día con la tecnología se complica”, argumenta Rodolfo “Rolo” Alimena, uno de los socios más antiguos que expuso su desacuerdo con respecto a la construcción de las torres en la Legislatura porteña.
Ante el anhelo del Gobierno de Larreta de subastar las tierras fiscales usufructuadas por el club, la Asociación Argentina de Tenis (AAT) se convirtió en el sostén del Darling. “En marzo nos juntamos para que nos brinden apoyo, tanto de la Asociación en general como de su presidente, Agustín Calleri, en particular. Él hizo que se visibilizara en los diferentes periódicos la situación que vivimos para no cambiar los espacios verdes por cemento, ni perder canchas de tenis”, concluye Calabrese.

«Vamos Villas vamos»
Se abren las puertas de la ambulancia y de ella bajan corriendo, una de tras de otra, las 17 jugadoras que se dirigen al vestuario para vestir la camiseta violeta de Villas Unidas. Tienen solo 15 minutos para cambiarse, calentar un poco los músculos y prepararse mentalmente para enfrentar a su rival. “Vamos, vamos, la que ya esté lista a la cancha”, dice el profe Gustavo Levine que, mientras les pide que se apuren, con sus manos y un inflador manual, intenta llenar de aire las pelotas que se utilizarán para el partido. Talleres de Remedios de Escalada, el equipo contrario, ya entrado en calor, se retira tranquilamente al vestuario para prepararse, mientras el recién llegado, ya con el uniforme y los botines dispuestos para el juego, aunque todavía algunas con el cabello a medio recoger y otras con las medias casi a mitad de pierna, intentan calentar y terminar de organizarse. El preparador físico da indicaciones puntuales mientras arma de forma rápida un pequeño circuito de entrenamiento.
“Solo tenés 10 minutos”, le dice el árbitro al DT. “Por favor, dame los 15 que permite el reglamento”, suplica el profe. Es así que con el tiempo cumplido, las jugadoras se toman las últimas fotos, saludan al rival de la mano y suena el pitazo que da inicio al encuentro.
Llegar sin morir en el intento
Empieza el día y con él todos los preparativos para el encuentro. La calurosa mañana del domingo, con el sol en todo su esplendor, reafirma que hoy se transpirará mucho más la camiseta. La cita es a las 14 en el Complejo Polideportivo Pomar, ubicado en el barrio porteño de Floresta. De este lugar sale el micro que llevará a todo el plantel del equipo femenino de fútbol de Villas Unidas a enfrentar a Talleres, en el predio D10 en Pilar, lugar en el que Villas ejerce su localía por el Torneo de Primera C del campeonato femenino organizado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
“Subamos todo al micro y salimos”, dice Levine, el director técnico del equipo. Los preparadores físicos empiezan a pasar, del auto del DT al micro, cajas de manzanas, de naranjas, varios racimos de bananas, termos y botellas de agua. Las jugadoras se reúnen entre tanto en la plaza que está en las afueras del complejo con algunos familiares que las acompañan. Se saludan y comentan entre ellas anécdotas de cómo estuvo su semana.
Un “nos vamos” se escucha a la par de los motores del micro. El fuerte sonido se debe a que es un vehículo algo viejo, con la pintura un poco desgastada y con pinta de que ya debería de salir de circulación. “Yo pensé que iban a mandar el que siempre nos lleva” comentan entre las chicas, al ver de nuevo al transporte que las habían usado el partido pasado. “Lo que pasa es que el micro que siempre nos lleva está en reparaciones”, comenta Gustavo Quezada, psicólogo del plantel. Con todos a bordo, con ambiente de fiesta y risas que caracteriza a las jugadoras, a las 14:30 arranca el micro camino a Pilar, con tiempo suficiente para llegar. El conductor emprende el viaje con atuendo veraniego, un cigarrillo en su oreja y reggaetón de fondo en la radio. Estima llegar en una hora.
“¿Qué querés “China”? ¿Banana, manzana?”, comienza a caminar, preguntar y entregar Emiliano Weinstock, preparador físico de las chicas, además de empezar a rotar botellas de agua. “Es importante que coman algo liviano y se hidraten”, explica.
A veinte minutos de recorrido el micro se detiene por indicaciones del DT, quien se baja para esperar a dos jugadoras más que estaban por llegar. Una de ellas es Fiorella Roldán, la 10 del equipo. Al subir saludan calurosamente a cada una de sus compañeras y entre comentarios se ríen. El micro retoma el recorrido. Hace unos kilómetros cuando se escucha un “Profe, sale humo”. Son las jugadoras que se encuentran sentadas en la parte del fondo las que dan el aviso mientras el humo empieza a invadir todo el micro junto con el olor a aceite quemado. “Vamos, todas abajo con calma, dejen las cosas y salgan”, son las indicaciones de Levine que junto al preparador físico empiezan a dirigir la evacuación. Es así como, en plena Panamericana, el micro se detiene para no volver a arrancar.

El micro de Villas Unidas se quedó en la Panameriana y las jugadoras debieron llegar en un colectivo de línea.
Son las 15:30, hora estimada en la que debería estar el equipo en Pilar, para descansar de todo el viaje, cambiarse y calentar. La mayoría de las jugadoras tienen también cansancio acumulado. “Yo tengo dos horas de viaje. Tomo dos colectivos y un remis para llegar al Pomar”, cuenta Paola Parra, una de las arqueras, quien vive en González Catán y viaja desde el barrio con Sofía Alzogaray. Como ellas, otras vienen de Quilmes y Florencio Varela.
Después de varios llamados, la decisión del Levine es dividirse en grupos para tomar varios Uber que lleven a todos a Pilar. Con ayuda de los preparadores y, cargando al hombro las botellas, las cajas de frutas, los implementos deportivos y los uniformes, caminan hacia la bajada de la autopista para llegar a un lugar seguro. “Aquí es la parada del 203. Ese nos lleva a Pilar”, comentan algunas de las chicas sin perder la energía y motivación. “¿Será que vamos en ese?”, duda el profe pero al ver llegar el colectivo, lo para y se acercan para hablar con el chofer. Con el visto bueno, todas comienzan a subir y se desactiva el plan Uber. El colectivo se llena de golpe. “Este nos deja cerca profe, pero tenemos que caminar”, dice Sofía, tiene 19 años y hace cuatro meses que forma parte del equipo, combinando el entrenamiento con la cursada en la escuela. “Yo juego desde los 6 años pero en el barrio, hasta que ya grande me animé a jugar en el Deportivo Italiano y allí Gustavo me vio y me trajo para acá”, cuenta.
El reloj marca las 16:30 y un viaje que se pensaba sería de una hora, pasó a extenderse a dos. “Ya vamos a llegar”, se le escucha decir al DT, además de pedirles que a su llegada se apuren en cambiarse porque no van a tener tiempo para entrar en calor antes del partido, que estaba pactado para las 17. Finalmente se ve la parada y al bajarse todo el plantel, el colectivo queda vacío. “Hacia la ambulancia que está estacionada”, indica Gustavo mientras las chicas suben apretujadas a ese vehículo, que es el que alquila el club para que esté presente durante el partido; el resto del pasaje se encarga de llevar las frutas, la bebida y el equipamiento a dos autos de conocidos. Y así, en un ambulancia, llegan a la cancha las jugadoras de Villas Unidas

González Catán, Quilmes y Florencio Varela son algunos de los territorios que habitan las chicas de Villas Unidas.
La recompensa al esfuerzo
A Las 17:15 se da inicio al partido y la indicaciones del profe Levina no se dejan esperar: “Bien Dahi”, “afuera equipo”, “tranquila Lucía”, “bajá Natalia”, “esperala un poquito”, “armar la barrera”, “vamos Lucía”, “que no patee el centro, China”.
Los primeros 45 minutos son de un juego aguerrido, con buenos pases y con un vendaval de goles: tres para el local y dos para el visitante. En el entretiempo se dirigen al vestuario para descansar y recibir las indicaciones del DT sobre cómo encarar la segunda parte.
Ya en el segundo tiempo y con un juego un poco más picante empiezan las lesiones. “Esperá que ya va el médico”, le gritan las chicas de Villas que están en el banco de suplentes a Natalia Gamarra, tras recibir un pelotazo en el estómago que la deja sin aire. Llegan más goles, uno para cada equipo. “Vamos Villas, Vamos”, le cantan las jugadoras que están fuera de la cancha y unos pocos familiares que se encuentran en una tribuna lejana. Cerca del final y con una jugadora de Talleres en el piso, se presenta una discusión entre el árbitro y el director técnico de ese equipo, que termina con la expulsión del entrenador «tallarín». Se reanuda el partido pero siguen las discusiones “No me digas qué hacer, fijate vos lo que hacés”, se escucha recriminarle una de las jugadoras de Talleres a su compañera. «Esto es común”, comenta Yesica la China Zelaya al ver el episodio del equipo contrario. “Dentro de la cancha todas tenemos discusiones pero fuera de ella somos todas amigas”, afirma. Al igual que algunas de sus compañeras, empezó a jugar desde pequeña y siempre lo hizo en equipos mixtos. “Por más de cuatro años participé en ligas barriales con equipos integrados por hombres y solo tres mujeres. Creo que eso ayudó mucho en mi estado físico.”
Suena el pitazo final y las jugadoras de Talleres se van molestas mientras que las de Villas se abrazan eufóricas y cantan: “Vamos Villas a ganar”. El marcador favorece al local, dejando un resultado de 4-3, con dos tantos de Natalia Gamarra, quien está hace seis meses está en el club y trabaja de niñera en la semana. “El trabajo con Gustavo es muy bueno, siempre nos trata muy bien”, revela. Los otros dos golazos desde fuera del área fueron por cuenta de Fiorella Roldán, quien celebró el primer gol abrazando a entrenador.
El detrás de Villas
Villas Unidas nació hace un año, por una iniciativa mixta: por un lado, la Escuela de Entrenadores César Luis Menotti, entre los que se encuentran famosos referentes del futbol masculino, entre ellos Fernando Signorini, quien fuera el preparador físico de la Selección Argentina y de Diego Armando Maradona en sus años de gloria. Por el otro, un puñado de organizaciones sociales que buscan darle la oportunidad a los niños y jóvenes de los sectores más vulnerados de aprender, disfrutar y promocionar su desarrollo futbolístico.
Villas Unidas es el único club en el mundo del fútbol de ascenso que se organiza y se mantiene gracias a las ayudas sociales y donaciones y que apuesta a la inclusión social y de contención para los más necesitados. Actualmente cuenta con el equipo de fútbol femenino, que disputa el torneo del ascenso de la Primera C de la AFA, en un año clave, porque por primera vez esa institución lanzó la liga profesional jugada por mujeres, en cuya categoría superior juegan UAI Urquiza (el último campeón), Boca, River, Racing. Defensores de Belgrano y otros equipos. Claro que en el ascenso la realidad es muy diferente a la que los planteles de la primera división.
“La dirigencia se ocupa permanentemente de nosotros como cuerpo técnico y de las chicas como jugadoras. Todos los partidos ponen un micro, es un club que no le cobra a las jugadoras, que se hizo cargo del costo de la cobertura médica obligatoria que tiene AFA, que pagó el pase de club de cuatro de ellas, les aporta dinero en efectivo para que carguen la SUBE”, describe Levine.
En cuanto a los mitos generados sobre el desempeño de las mujeres en el fútbol, el preparador físico Weinstock afirma: “Hay pocas diferencias, solo un poco desde lo físico por tema de género, por la explosividad y fuerza que caracteriza al hombre, pero después las chicas tienen las virtudes de la concentración, obediencia y disciplina, que cuesta siempre trabajarlo con los hombres”. Además considera que lo importante para el plantel no es el resultado de los partidos ya que lo que realmente tiene valor es el proceso y crecimiento de cada una de las jugadoras.
Villas Unidas sabe que debe trabajar todos los aspectos de sus jugadoras para mantener un equipo consolidado, ya que según lo dicho por el Técnico, “el plus que tiene Villas es que las chicas provienen de barrios populares, de ver el fútbol como un juego, como posibilidad de ganar dinero rápido por jugar en los barrios. Cuando se insertan en el fútbol oficial, de AFA y de una primer división, el panorama cambia sustancialmente y el cuerpo técnico tiene que tener todo esto en cuenta para trabajarlo”. Por eso, el plantel también cuenta con un entrenador de arqueras, un psicólogo para trabajar el entrenamiento de los vínculos, mejorar la comunicación y trabajar el liderazgo. Además contemplan la necesidad de incorporar una nutricionista, pensando en armarles un plan de acuerdo al contexto social de las jugadoras y de sus necesidades.
El proyecto de Villas crece poco a poco, intenta ser muy abarcativo: en marzo de 2020 su equipo infantil masculino participará en las ligas de la AFA, además de estar desarrollando la categoría senior y en un futuro las inferiores femeninas del club.
De regreso al inicio
El encuentro ha finalizado y las chicas se retiran para celebrar en el vestuario con cupcakes traídos por el Levine. El ánimo en el regreso, que nunca estuvo abajo por más de los inconvenientes del día, es de fiesta por el partido ganado. “Se viene un equipo duro”, comentan: Tigre, puntero del torneo. Por ahora disfrutan, conversan, se divierten. No se preocupan demasiado: en su mundo, muchas veces solo se vive un día a la vez.