Ediciones alternativas: estrategias y experiencias

Ediciones alternativas: estrategias y experiencias

La dimensión económica de la publicación y la problemática de la distribución fueron los temas recurrentes.

Durante el viernes 5 y sábado 6 de abril se llevó a cabo el Primer Encuentro Latinoamericano de Proyectos Editoriales no Convencionales, donde el ámbito académico se abrió por un rato para dar lugar a la experiencia práctica. El evento fue organizado por el Colectivo Anomia, una revista digital y también un espacio que nuclea personas relacionadas con los procesos editoriales. Las jornadas se realizaron en el auditorio de Lectura Mundi en la Universidad de San Martín (UNSAM) y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y, según los datos del colectivo organizador, hubo 80 anotados formalmente para el primer día y 130 para el segundo, además del público espontáneo que se sumó a las charlas en curso y a los puestos de venta de quienes exponían.

En las diez mesas del encuentro se trataron temáticas como la circulación no convencional de los documentos, las licencias y derechos de autor, los espacios editoriales para la inclusión, iniciativas con niños y jóvenes autores, entre muchas otras. Expusieron representantes de diferentes propuestas cuyos puntos en común eran algunas veces difusos, como explicó a ANCCOM Natalia Andrea Mera, del Colectivo Anomia y especialista en literatura infantil y juvenil: “Estos proyectos son inclasificables, la definición está dada por la naturaleza de su origen: el deseo. Son personas que están haciendo algo que les gusta y se comprometen con ello”. Igualmente, fue evidente que los proyectos compartían la intención de trabajar contenidos o soportes que se encuentran excluidos de la industria editorial masiva. Pablo Amadeo, participante de Pixel Editora y director de arte en la serie de fanzines Popova de esta editorial, dijo: “Cuando hicimos Popova fue porque empezamos a ver algo esencial que es la vacancia, pensamos un proyecto editorial allí donde no había”. Este argumento se repitió en muchas otras ponencias como la de la revista Efecto Kuleshov donde Javier Rodríguez, director, planteó: “Queríamos hacer una revista cultural de la que no encontramos mucho, apuntábamos a un público parecido al nuestro y tampoco queríamos ir detrás de la agenda sino que era una revista homenaje a todo lo que nos gustaba o lo que nos estaba gustando”.

El objetivo del encuentro fue visibilizar la variedad de proyectos que existen al margen de las grandes cadenas.

Uno de los exponentes estrella del encuentro fue Hernán Casciari, fundador y director de la revista Orsai, quien participó de la mesa sobre producción editorial vinculada con la gestión cultural, en la que también estuvieron Rocambole y Efecto Kuleshov. “Decidí contarles de qué manera, en el año 2010, le pedí a un grupo de gente que leía mis cuentos gratis en internet un millón de dólares”, dijo Casciari al comenzar su presentación y leyó las publicaciones que había realizado en su blog y que fueron el puntapié inicial de Orsai. El modelo de revista cultural que plantea el escritor y periodista es novedoso, además de por la calidad de su contenido y las 210 páginas que conforman su edición impresa, porque permitió a los realizadoras independizarse de los circuitos de producción masiva a través del emprendimiento personal y del apoyo económico del público lector. En entrevista con ANCCOM Casciari compartió: “Orsai es principalmente un hobbie, es algo que hacemos entre cuatro amigos. Después invitamos escritores e ilustradores a componer la revista”. Su originalidad también radica en que el grupo puede llevarla a cabo eligiendo autónomamente los temas, más allá de aquello que parezca dictar el mercado. Sobre la forma de elegir y pensar el material, Casciari sostuvo: “Lo que hacemos es juntarnos, charlar y cuando se nos ocurren ideas para pedirles a autores, se las pedimos; jamás pensamos en el público sino en nuestras propias inquietudes. Es algo que hacemos con mucho placer”.

La dimensión económica de la publicación y distribución editorial marginal fue una problemática que se evidenció en muchas de las ponencias. Lograr la circulación de materiales a precios accesibles a todo el mundo y la falta de medios para la financiación en muchos casos puso un freno a la sustentabilidad de los proyectos, como es el caso de la Kuleshov que en este momento no se está produciendo. Según Elizabeth Graviotto, también conocida como la Ladrona de Libros, quien dirige una librería en su propia casa, “hay una crisis económica muy grande y hay menos posibilidades de alquilar locales, por eso hay más showrooms. Los diarios lo titulan como la nueva moda pero es que todo está cada vez más caro”. Sin embargo, estos proyectos intentan hacerle frente a las complicaciones a través de distintas estrategias, muchas veces transformándose para continuar. Los representantes del Grupo Rorscharch de lectura y estudio de historietas sostuvieron que lo más importante para ellos es no traicionar lo que quieren publicar para ganar dinero y agregaron: “No sé si somos un proyecto, a veces es una cosa, a veces es otra: somos según lo que nos convenga”.

Según el Colectivo Anomia el objetivo del encuentro fue nuclear y visibilizar la variedad de proyectos editoriales que existen en la actualidad al margen de las grandes cadenas y también dar el espacio para la discusión de temáticas relacionadas. En otras palabras lo que se buscó fue “ver qué sucedía con toda esa diversidad encontrándose ahí”, como dijo Natalia Mera. Aunque pequeño, este primer encuentro le permitió al público conocer más a fondo las historias y problemáticas que afrontan los grupos que buscan salirse de la norma en un mundo donde la concentración de la producción editorial es cada vez mayor.

Pasan las estaciones, pero no el tiempo

Pasan las estaciones, pero no el tiempo

Benjamín Garay y Pavel Tavares dirigen «Ojos de mar».

Ojo de mar, uno de los documentales que compite en la categoría Vanguardia y Género en la 21ª edición del BAFICI, nació del interés compartido de dos estudiantes de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires (UBA) que descubren cómo las estaciones son capaces de intervenir en la vida de las personas que habitan entre las montañas del norte neuquino. ANCCOM dialogó con sus directores, Pavel Tavares y Benjamín Garay, quienes describieron el origen del proyecto, cómo fue el acercamiento a los personajes y qué expectativas les genera haber llegado al festival de cine independiente de Buenos Aires.

El sonido del viento o el de las cascadas se interna en los  rostros y miradas. El film acerca animales y grandiosos paisajes que transportan al espectador a la Patagonia Argentina.

Fue un viaje en bicicleta por el lugar lo que despertó las ganas de documentar esa zona: “Visualicé que había muchos temas de nuestro interés, como las minorías, la cultura bien arraigada a la zona, la frontera misma”, comenta Garay.

A Tavares le llegó un mensaje de su compañero de estudios diciendo que tenían que hacer algo en ese sitio. Comenzó a investigar y encontró muchas cosas parecidas al lugar donde nació, en Brasil. “El sertão brasileño, San Sebastián, la crianza de chivos, el terreno, el clima un poco seco, eso me atrajo mucho”, recuerda.

En total viajaron siete veces. En 2015 fue el primer scouting y en el verano de 2016 realizaron el primer rodaje: “Ese material completo era como para hacer 10 tipos de documentales distintos. Uno observacional, uno de entrevistas.  Estuvo bueno porque nos ayudó a darnos cuenta cuál era el camino que más nos interesaba y que podía representar la manera que nosotros queríamos mostrar el norte neuquino”, describe Benjamín.

La última etapa de rodaje fue en enero de 2017 y el año pasado lo terminaron, no sin dificultades, propias de un proyecto “brutalmente independiente”, como lo definen. El tiempo también fue determinante. Dado que era una tesis y debían terminarla en un año Consiguieron la manera de financiarse mientras los recursos no llegaban: el trueque, “Llegábamos a un pueblito, les ofrecíamos un servicio de video y en cambio nos daban un lugar para quedarnos”, cuenta el brasileño.  Lo mismo iban haciendo en otros pueblos y de esa manera fueron conociendo a muchas personas. Durmieron en escuelas y hasta en el destacamento de bomberos.

Ambos tenían una cercanía muy grande con todos los personajes. Las familias con las que más se relacionaron terminaron siendo las protagonistas. “Un día recién llegados sentimos olor a torta frita que venía de un kiosco. Ahí, una señora, doña Rosa, nos abrió las puertas, nos invitó un té y nos contó un montón de historias. Ese noche nos quedamos a dormir en su casa”, recuerda Garay. Y detalla que la filmación fue completamente colaborativa. Preguntaban a las personas qué acción querían verse haciendo. Cada uno con sus tiempos y oficios destinados a la subsistencia, lejos de los apremios tecnológicos.

La idea de retratar a gente mayor tiene que ver con que los jóvenes se están yendo a las ciudades. “Rubén, uno de los personajes principales, dijo que no quería que su nieto sea criancero porque es una vida muy sufrida”, describe Garay y agrega: “El hombre ya modificó ese ambiente. Hay toda una plantación de pinos enormes que no es autóctona. Los pumas de la zona aumentaron en cantidad y arrasan comiéndose todo”.

Los directores definen al proyecto como «brutalmente independiente».

Los directores explican que lo que ellos fueron a filmar no funciona como una comunidad, sino que es una zona. Algunas de las personas que viven entre las montañas suelen ir al  pueblo, otras no. Los familiares de vez en cuando los visitan. Uno de los  crianceros que realiza trashumancia, actividad muy característica de la zona, es uno de los protagonistas. Lleva a pastar a los animales, desde las bajas a las altas cumbres, en busca de las mejores pasturas y después vuelve en el invierno.  “Son vivencias muy solitarias”, explican.

En el documental se puede ver la celebración de la Fiesta de San Sebastián, el único evento multitudinario. “Es una celebración que comparten  con Chile y toda esa zona. Hay una leyenda relacionada al pasaje de San Sebastián a los dos lados de la cordillera. Es un evento que percibimos, que mezcla mucho de la cultura criolla católica, pero también tiene mucho de pagano por la musicalidad,  por el uso del lugar y de los espacios”, comenta Tavares.

Todos los viajes que hacían los directores mostraban el material a quienes habían sido filmados en las montañas y se mostraban agradecidos: una y otra vez dijeron a los autores que la película fue hecha para ellos: “Nuestro deseo es ir allá en caravana para proyectarla, luego de estrenarla en algunos festivales. Queremos volver, extrañamos mucho, la gente es increíble. Varias personas ya fallecieron, por eso el documental está dedicado a ellas. Verlas en grande es conmovedor, porque en ese momento eran nuestros abuelos, queremos lograr homenajearlos”, confiesan.

Con respecto a las expectativas del festival los directores sostienen que están ansiosos por el intercambio, quieren saber qué sienten los demás. “Mucha gente siguió nuestro camino, necesitamos de muchas personas para terminar este proyecto”, concluye Garay.

“¿Quién mató a mi hermano?”

“¿Quién mató a mi hermano?”

Lucas Scavino, codirector de la película sobre Luciano Arruga, «¿Quién mató a mi hermano?».

Este domingo 7 de abril se estrena en el Bafici el documental ¿Quién mató a mi hermano?, codirigido por Lucas Scavino y Ana Fraile. El largometraje narra la desaparición forzada de Luciano Arruga y el camino de lucha transitado por su hermana, Vanesa Orieta, y su grupo de familiares y amigos. “Es fuerte, pero a la vez bastante importante para empezar a tener una mirada distinta sobre la problemática –dijo Scavino-. Creo que es una historia muy sensible, más allá de lo dura. Deja un aprendizaje a través del dolor. No tiene golpes bajos, y hay un rescate muy fuerte de la dignidad de las personas, sobre todo”.

Scavino, que es egresado de la Universidad del Cine, se mostró muy entusiasmado con la presentación en el festival. “Hay expectativa, y mucha gente que la quiere ver, que ya está escuchando de la película hace cinco años”, señaló. El codirector afirmó que contar la historia de Arruga a través del cine es una gran oportunidad para “sensibilizar, y no solo a un público militante, comprometido, que ya sabe y está convencido. Es que pase una señora por Belgrano, mire, se meta, conozca, se de cuenta. Y si a esa persona le cambia su mirada sobre un pibe que pasa con una gorrita por la calle, es bastante”. 

Comenzaron a filmar en 2014, y a su vez trabajaron con el archivo que ya venía recolectando el grupo de familiares. Scavino contó que a la vez que registraban el material, iban buscando cumplir con los requisitos para que la película tuviera el apoyo del Instituto del Cine. “Con Ana teníamos la idea de que esta película tuviese la mayor trascendencia, fuera del país incluso. Mandarla a festivales, vincular a familiares que de alguna manera estuviesen también en una situación similar a la de Vanesa en cuanto a ser víctimas de desapariciones forzadas, o de algún tipo de crimen por parte del estado. En ese plan empezamos a trabajar, y acá estamos. Fueron muchos años, mucho esfuerzo”.

En palabras de Lucas, la creación del documental fue un proceso de reelaboración constante, al punto que el mismo día en que fueron a presentar el guión al Instituto del Cine encontraron el cuerpo de Luciano enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita. “Estamos hablando de una desaparición en democracia, vos leés diarios y portales y hay muy poca presencia de eso, de algo que ocurre –señaló-. No es una cuestión menor. Se fue modificando siempre la percepción que teníamos de lo que iba a ser la película.  Cuando uno va elaborando el guión, la realidad después te lo va dictando, y a medida que vas registrando vas continuamente poniendo de alguna manera en juego qué es lo que querés contar y cómo estás contando”.

“Es fuerte, pero a la vez bastante importante para empezar a tener una mirada distinta sobre la problemática, dijo Scavino, codirector de la película sobre Luciano Arruga.

Scavino es montajista, y ¿Quién mató a mi hermano? es su primera película como director.  En relación a esta experiencia cuenta que “la función del editor generalmente es la de ser como un consultor, un observador, y a la vez un técnico especializado. Es una labor ciertamente objetiva, sobre lo que quien esté dirigiendo quiera contar. Y en este caso era raro porque yo tenía que ejercer esa función y a la vez estaba trabajando desde la dirección, estableciendo qué cosas dirigir”.

La codirección con Ana Fraile fue fundamental, destacó, ya que le permitió “mantener cierta objetividad”. Sobre el trabajo en conjunto dio a conocer que “en la práctica el vínculo principalmente con Vanesa y con el grupo de familiares lo iba afianzando más Ana, y yo estaba como uno o dos pasos detrás. Como manteniendo cierta distancia. Cuando establecés un vínculo emocional con la persona después es difícil distanciarte para ser objetivo, entonces creo que nos complementamos bastante bien en eso”.

Scavino sostuvo que la realización del documental le repercutió sobre todo “en lo humano”, en haberse identificado “con un grupo de jóvenes con tanta voluntad, con tanta fuerza y convicción para reclamar lo que es esencial. Están reclamando una cosa esencial, que no debería estar reclamándose en un estado democrático –enfatizó-. Creo que eso me hizo crecer como persona. Creo que también ese crecimiento es a nivel mucho más amplio, no solamente personal, en mi relación con Ana. Creo que crecimos bastante los dos en ese sentido”.

A su vez Scavino resaltó el rol de la mujer en la película, tanto por las protagonistas de la historia de lucha, como al hablar de la codirectora. “Es una película donde muchas mujeres están al frente –aseveró-. Mi propia codirectora Ana está al frente también. Tengo mucho respeto por eso, para mí es fundamental esa mirada femenina sobre la vida, está muy ligada a la película. Y de cuestionar privilegios, y cuestionar lugares de poder en general”. 

Scavino se mostró absolutamente comprometido con la búsqueda de verdad y justicia por la desaparición forzada de Luciano Arruga, y expresó que haber realizado este largometraje junto con Ana Fraile es su manera de aportar, y de poner al servicio de la causa sus conocimientos.  “Es muy importante que la causa se active, que se encuentre a los responsables, que se los juzgue, se los condene –concluyó-.  Si la película ayuda a mover la causa, y si fuerza a instalar el tema, y construye de alguna manera redes y vínculos a nivel internacional con otros familiares o con otras instituciones u organismos del estado, mucho de lo que imaginábamos o lo que nos proponíamos va a estar realizado”.

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¿Quién mató a mi hermano?
será exhíbida en el cine Multiplex de Belgrano el domingo 7 de abril a las 17:25; el miércoles 10 de abril a las 16:55; y el domingo 14 de abril a las 15:10.

 

Una cita con la historia del Jazz en la Argentina

Una cita con la historia del Jazz en la Argentina

Gentileza Prensa La Gran Orquesta

¿Puede un proyecto audiovisual nacer de una situación fortuita? ¿Cómo una ópera prima puede surgir de la punta de un ovillo? ¿Por qué el fruto del trabajo de investigación se convierta en un estreno de cine? Esa es la historia de Gran Orquesta, el primer largo de Peri Azar, una directora con vasta trayectoria en producciones de cortometrajes.

“Es una película que arranca rescatando un archivo histórico de una manera fortuita. Iba caminando por la calle, vi un contenedor de escombros y en el medio había un baúl antiguo, hermoso pero muy pesado. Cuando pude bajarlo, lo abrí y descubrí adentro carpetas impecables con grabados que decían Héctor y su Jazz”.

Con lo que se topó Azar fue ni más ni menos que con la obra de una orquesta dirigida por Héctor Lomuto, que junto a sus hermanos Enrique y Francisco, hicieron sus primeras incursiones en el mundo de aquel sonido nacido en New Orleans a principios del Siglo XIX.

La banda además contaba con Pablo Ferraresi (saxo y clarinete), Samuel Víctor Paz (flauta y saxo sopranino), Mario Sagradini (guitarra), Enzo Ricci (contrabajo), Luis Varela (batería), Ernesto Martin (piano), Martin Darré (arreglos) y comenzaron a sonar y grabar en 1944. “El hallazgo fue en el año 2000 y el baúl quedó guardado. Pero me decidí a hacer algo con esto. El problema fue que no encontré casi nada sobre Héctor y su Jazz. Había un blog de la hija de uno de los integrantes de la banda, pero nada más”, cuenta Peri. “Mucha gente se acercó. Hay muy poca gente que ha investigado. Pero al ser tan chiquito el ambiente, se generó algo muy lindo y me ayudaron mucho. Aun así la  etapa de investigación y la de producción fue muy complicada”, detalla la directora.

Gentileza Prensa La Gran Orquesta

Gran Orquesta se ha realizado casi enteramente por la labor de la directora. Excepto el sonido, a cargo de Renato Alvarado Plaza, Alejandra Casal y Juan Moseico, la realizadora ha estado a cargo en cada una de las etapas de la película: cámara, producción, edición, montaje y dirección. “Me uní mucho a las familias de los músicos. Eran las únicas instituciones y fuentes que yo tuve acceso. Y eso está cargado de mucha subjetividad. Pero fue de gran apoyo al estar sola”, confiesa Peri.

Como es su ópera prima, el estreno de Gran Orquesta moviliza muchas emociones para Azar: “Genera muchos sentimientos encontrados. Hay mucha gente que no va a poder ver la película, como mi papá,  mi productor ejecutivo, Edwin Arévalo, y mucha gente que formó parte de la investigación y me ayudó que era ya mayor”.

Poner en pantalla esta cantidad de información, vínculos, investigación e historia es uno de los desafíos que afronta el largometraje que dura apenas 70 minutos. “La duración de las cosas no es lo que más me preocupa -asegura Azar-. La obra te exige el tiempo que necesita. Con Gran Orquesta, la sensación es que es la punta de un iceberg para que el espectador que la vaya a ver pueda conocer un poco más de la historia del jazz en la Argentina.”

La puesta en escena, a su vez, toma importancia al tratarse de una narrativa histórica. “Fue una decisión complicada porque tenía un cuerpo de entrevistas enorme y no quería dejar a nadie afuera. Pero no quise hacer una película de datos duros sobre la historia del jazz en la argentina, sino de sensaciones. Entonces no podía tener 20 entrevistados con sus nombres en pantallas. Así hice un coro de conversaciones que hablan de esa memoria y reconstruyen una idea de los años 40, pero que no importa de quien viene”, se explaya Azar.

Según la directora, el montaje fue la etapa más dura: “A pesar de tener un guión y una buena investigación, cuando te sentás con el material, se comporta de maneras muy extrañas y de modos mágicos. La película te habla y no lo podés llegar a ver hasta que lo terminás. Es un resultado casi accidental, porque hasta que no te decidís, no terminás de saber con qué te vas a encontrar”.

El nexo entre el material audiovisual sin editar y el editor o, en este caso, directora  y editora que son la misma persona a la vez, se convierte en un vínculo muy fuerte: “Se enfrentan dos subjetividades. Muchas veces lo pensás como un bloque de mármol que tenés que tallar, y hasta que no te animás a hacerlo pedazos y darle la forma que querés, no podés hacer nada..”

Gran Orquesta sedujo mucho a BAFICI desde sus inicios. Según Azar, el festival le viene solicitando la película desde hace ya tres años. “Realmente no encontraba la película. Costaba mucho terminarla y decir: es ésta.”

El largometraje compite en la misma categoría, con Casos Complejos (Omar Forero), Mr. Leather (Daniel Nolasco), Cartero (Emiliano Serra), La Fundición del Tiempo (Juan Álvarez Neme), Los Días de la Ballena (Catalina Arroyave Restrepo), Antes Que Llegue el Ferry (Juan Caunedo) y La Asfixia (Ana Bustamante) en la 21ª edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires.

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Gran Orquesta se exhibirá por primera vez este viernes 5 de abril, a las 20.25 en la sala 6 del cine Miltiplex Belgrano (Vuelta de Obligado 2199, CABA) y repetirá funciones todo el fin de semana: sábado 6 de abril, a las 14.50, también en sala 6 y domingo 7 de abril, a las 23 horas, en la sala 8 del mismo cine. El domingo 7 también habrá una función gratuita, al aire libre, en el anfiteatro de Parque Centenario, a las 19 y la directora de la película ya confirmó la fecha de su estreno comercial para el 7 de mayo en el cine Gaumont.

 

Simplemente teatro

Simplemente teatro

Risas, entusiasmo, pasión, pero sobre todo dedicación, es lo se puede percibir de Pequeño Rex, un elenco formado hace un año por chicos con discapacidades diferentes que deja en claro que el teatro es algo que no entiende de barreras y que no hay edad ni condiciones requeridas para poder expresar lo que uno siente arriba del escenario.

Ubicados en Flores, en el Hogar y Centro de Día Los Jazmines, y tras presentarse por primera vez en el III Festival Internacional de Teatro y Discapacidad este grupo abrió sus puertas a ANCCOM para contar desde adentro su preparación y trabajo.

Con su obra titulada Mundo difícil, Pequeño Rex trata diversos temas como los prejuicios sociales, el amor, la actualidad del país y situaciones de la vida cotidiana. Sentados en ronda y de a uno, los actores van enseñando sus personajes  y demostrando orgullosos el avance que fueron adquiriendo luego de un año de ensayo. Rocío Pinella, codirectora del grupo, confiesa que ver la evolución de sus alumnos y que ellos mismos reconozcan los frutos de lo que lograron es lo que más la potencia a continuar con este proyecto. “Estamos juntos en esto, es algo de ida y vuelta en donde todos proponemos ideas y participamos para la construcción de la obra”, explica.

Su director, Darío Szraka, recalca que ellos no buscan ser inclusivos sino más bien amplios: “Sabemos que el grupo tiene sus particularidades, pero son éstas mismas las que representan su identidad y su lenguaje. Nuestra propuesta es hacer teatro. No queremos que sean condescendientes con nosotros, simplemente porque logramos hacer una obra, la idea es que el público se siente y disfrute de la función”.

“Estamos juntos en esto, es algo de ida y vuelta en donde todos proponemos ideas y participamos para la construcción de la obra”, explica Rocío Pinella.

Por otro lado, Carlos Nievas, uno de los integrantes del elenco, afirma que el reconocimiento del público es lo que lo llena y le permite seguir actuando. “Actuar es una forma de expresar nuestros sentimientos y que la gente reconozca el trabajo es algo que te alienta a ir en busca de más”. También Rosa Faraone quien forma parte del grupo, comparte su entusiasmo y resalta que “representar distintos personajes y jugar a ser otra persona es algo que le encanta hacer y en donde se siente feliz”.

“A pesar de que sabemos que es complicado, tenemos la fantasía de poder abrir las puertas de la institución al público y hacer funciones a la gorra. Creo que sería interesante ese vínculo con gente que venga a ver esta clase teatro experimental”, concluye Darío Szraka.

Las víctimas, los victimarios y los indiferentes

Las víctimas, los victimarios y los indiferentes

Diana Wang, sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, reeditó su libro Los niños escondidos. Del Holocausto a Buenos Aires, donde reúne los testimonios del exilio de infantes que iniciaron una nueva vida en esta ciudad. En charla con ANCCOM, la autora relata cómo desde su propia experiencia entendió que quienes pueden cambiar la historia son los testigos indiferentes”.

Empecé a escribir cuando estalló la bomba en la AMIA. Mi mamá me llamó y me dijo: ´Nos quieren matar otra vez´. Yo sentí que ella disparó con todo: el ´nos´ me involucraba y el ´otra vez´ remitía a la Shoá, al Holocausto”.

Habían pasado cuarenta y siete años desde que la familia Wang se embarcó hacia el único lugar donde consiguieron tramitar la visa. Llegar a la Argentina desde Polonia un par de años después de terminada la guerra implicó mentir: tuvieron que decir que eran católicos, porque por ese entonces los judíos tenían muy restringida la entrada, pocos habían ingresado diciendo que lo eran.

Diana, que en ese momento tenía dos años, llegó sólo con su mamá y su papá, su hermano Zenus había sido entregado a una familia católica para que pudiera sobrevivir y desde entonces nunca más lo vieron.

Dueña de un apellido que remite al nombre de una pequeña población ubicada en el sur de Alemania, Diana creció en el país, se recibió de terapeuta especializada en vínculos de parejas y hasta ese 18 de julio del 1994, cuando su mamá la llamó, había decidido no pensar en ciertas cosas.  

Cuando corté y entendí lo que estaba pasando, sentí la necesidad de hablar: que la Shoá no fueron solamente los campos de concentración, que hubo distintas formas de sobrevivir, que nos tuvimos que esconder, cambiar de identidad. Tuve que recordar que quienes estuvieron en los campos casi ni lo lograron”.

En ese momento Diana supo que ese principio de hermetismo estaba quedando atrás: Se necesitan muchas décadas para volver a hablar… y, en ese momento entendí que no pasa porque ´no hay palabras´, por ´el trauma que generó´. Hay palabras. Es otro tema. De sufrimiento podemos hablar. Tenía que entender qué nos había estado frenando”.

Y de a poco lo fue logrando: durante esos años conoció a otros hijos de sobrevivientes, viajó a Polonia, se integró a la Fundación Memoria del Holocausto, asesoró en el proyecto de toma de testimonios de la organización internacional creada por el cineasta Steven Spielberg para recopilar testimonios de sobrevivientes de la Shoá de todo el mundo y ahí conoció a un grupo de personas con una historia similar a la suya que se reunían con periodicidad y se acopló a ellos. Así empezó todo.

Es que ese momento se fracturó la confianza en el sistema social, vos estás parada sobre un piso, una especie de pacto social tácito, y pensás que las fuerzas del poder te van a proteger. Cuando esa gente es la que te quiere matar, se te fractura ese piso, hay un desgarramiento de tal magnitud, que cuando salís de esa situación, lo que necesitas es recomponer tu vida, volver a armar ese piso fracturado. Entonces recién cuando la confianza empieza a restablecerse podes volver a hablar. Es una cosa de otro nivel”.

Diana empezó a escribir y organizó este libro en treinta relatos, todos parte de ese grupo que se llamaba Los niños de la Shoá y los reunió de una manera muy particular, porque todos había venido acá escapando, llegaron con su familia a la Argentina, pero cada uno tenía su propia historia. Sentí que tenían la potencia de que cualquiera que lo lea pueda identificarse con esas situaciones, sólo tenía que encontrar el cómo. Cuando empecé a organizarlos me fue más fácil desgranarlos. Lo que sucedió en el Holocausto tenía una enorme fertilidad docente porque hay mucho que se puede enseñar y no veía en ese entonces que se hacía adecuadamente, sólo se enseñaban situaciones de horror, que había mucho morbo. En todos los testimonios encontraba tres puntos de vista: el de la víctima, el del victimario y también quien veía todo y no hacía nada“.

Diana descubrió que desde el punto de vista de las víctimas es fascinante esto que hoy llaman resiliencia, pero que va más allá de eso: yo encuentro en las vidas posteriores de las víctimas vidas normales, como las de cualquiera. La Shoá fue un hecho horrible en sus vidas, pero no parece ser un trauma indeleble como nos gusta pensar. No necesariamente fue así. Yo te diría que sí empezó a hacerlo cuando pudieron hablar de eso. Empezó a ser un eje importante en sus vidas, que antes se habían encargado de que no lo sea”.

Desde el punto de vista de los perpetradores explica que le resulta interesante ver su comportamiento como el de personas normales, comunes y corrientes que de pronto se hacen cómplices de un plan asesino y que lo ejecutan. El qué pasa con ellos, porque de ahí podes aprender, porque es lo que sigue pasando en todos los hechos genocidas posteriores a la Segunda Guerra, ahí no terminó”.

Yo siempre digo que aquel ´Nunca más´ es otra vez y otra vez y otra vez. Me parece fértil enseñar cómo una determinada propaganda, ideología autoritaria y una determinada forma de procesarlo, hace que la gente haga cosas que no sabía que era capaz de hacer. El procesar tiene que ver con la manera que se incorpora la propaganda y el lavado de cerebro y eso me parece fundamental para la docencia porque los mismos principios diseñados e instalados por el Ministerio de Propaganda nazi, son los que se usan hoy para vender un lavarropas. La propaganda y la publicidad tienen los mismos principios. Yo cuando voy a la escuela secundaria y les pregunto a los varones si el desodorante ´Axe´ les resulta más atractivo que los otros y entienden inmediatamente lo que les estoy diciendo”.

Y como último eslabón, desde el punto de vista de la sociedad en general, los que pueden cambiar las situaciones son los testigos indiferentes. Igual que en bullying: está quién ataca y quién es atacado y la ronda de quienes se ríen es con la ronda con la que hay que trabajar. Esto es lo más importante”.

El libro, que tuvo su edición original hace quince años, se reeditó ahora con un nuevo capítulo, un testimonio más y la foto de su hermano Zenus en la portada, la única imagen suya que conservan.