Desde las redes sociales a la galería

Desde las redes sociales a la galería

Con más de 200 imágenes recopiladas a través de convocatorias abiertas al público, en la Fototeca Latinoamericana se presenta la sexta edición del Nano Festival, una muestra que desde su origen promueve exclusivamente la fotografía emergente. Nacido en las redes sociales como un sueño por realizar, este encuentro se propone acompañar las nuevas formas de presentar y hacer fotografía. Inserto en un paradigma digital, el festival es una propuesta accesible para quienes recién comienzan y buscan darse a conocer. Daniel Merle, fotógrafo, editor y fundador del Nano, explica que los expositores “tienen la posibilidad de mostrar sus trabajos por primera vez en un ambiente profesionalizado”.

Las convocatorias publicadas en las redes sociales recopilan imágenes bajo las temáticas “Padre”, “Las mujeres son hermosas” -homenaje al estadounidense Garry Winogrand- y “Nano busca un Autor”, que reúne diez fotos de un mismo participante. Merle, que craneó el proyecto junto a Fernando De la Orden, Manuel Fernández y Mateo Heras, explica: “Cuando se cierra la convocatoria, se realiza una curación colectiva que es el resultado del parecer de todos los integrantes, no del gusto de uno”.   

Como novedad, este año se otorgarán dos premios adquisición a los participantes, uno por parte de FoLa y el otro por Foto Doc, el taller de fotografía documental de Merle, que como un pequeño mecenas le da dinero a un artista para contribuir en su carrera sin otro compromiso, dice, que su gusto personal. “La elección es fácil, porque afortunadamente el nivel y la calidad de los participantes viene mejorando año a año”, celebra Merle.  

Esta edición también incluye los trabajos de dos autores invitados: Ariadna Lasser, que expondrá imágenes impresas por primera vez, y el finlandés radicado en Buenos Aires, Henrik Malmström, que mostrará “Sistemas de Basura”, una serie que retrata en primer plano objetos utilizados por cartoneros porteños para sostener las tapas de los contenedores callejeros para residuos.

La curaduría y convocatoria del festival pone en valor la sangre nueva del arte y, como consecuencia, en la selección dialogan distintas modalidades. Las convocatorias en homenaje a algún maestro realzan una imagen de cada participante, mientras que «Nano busca un autor» valora la continuidad en un mismo tema o tendencia estética. En esta edición podrá verse por primera vez “Recuerdos especulares”, un trabajo de Juan Pablo Librera, que lleva quince años de labor en el campo fotográfico.

En un contexto de producción visual masiva, donde “lo fotográfico” cada día es más difícil de definir, el Nano procura desentrañar los problemas de un ámbito con múltiples posibilidades. Con una impronta global y contemporánea este año se podrán comprar las obras exhibidas a un precio accesible -en comparación con el resto de las artes visuales-. “Tratamos de fomentar que la gente compre fotografía porque es una manera de ayudar a que los artistas puedan seguir produciendo”, dice Merle.

Con el mismo objetivo estará presente el colectivo La Incubadora, que expondrá sesenta y dos imágenes de grandes figuras de la fotografía argentina. Además se proyectarán catorce entrevistas a colegas coleccionistas -Juan Travnik y Afredo Srur, por ejemplo- en las que cuentan por qué valoran y atesoran fotos. Dentro de un cronograma de actividades que contempla el valor y la construcción de la autoría, el sábado se realizará una charla  debate titulada “Fotografía argentina actual. Entre el plagio y la apropiación”, con figuras como María José Herrera, directora general del Museo de Arte Tigre, o Juan Peraza Guerrero, autor e investigador de la imagen, entre otros.

Merle caracteriza al artista como alguien que “naturalmente busca reconocimiento” y plantea que este encuentro es un buen espacio para que muestre su trabajo y “conozca los mecanismos que rigen el mercado del arte”. Concluye Merle: “Hacer el festival es una tarea crítica”.

La muestra se puede visitar hasta el 18 de septiembre en Godoy Cruz 2620. La entrada es gratuita con inscripción previa vía web.

 

Actualizada 14/09/2016

 

Oscar Pintor, de la emoción al vuelo

Oscar Pintor, de la emoción al vuelo

Durante diez años estuvo alejado de la fotografía y una inundación en su casa, que afectó parte de su archivo en negativos, le despertó nuevamente el interés por sus imágenes. Oscar Pintor, miembro del Núcleo de Autores Fotográficos y referente dentro de su generación, dice ser «un fotógrafo que nunca se la jugó».

Discípulo de Humberto Rivas y ganador de premios Petrobras, Konex y Salón Nacional en 1985, Pintor creó y dirigió FotoEspacio, la galería del Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires. Sus trabajos hoy forman parte de patrimonios culturales en Argentina,  España, Bélgica, Francia y Estados Unidos. Y hasta el domingo 11 de septiembre puede verse, en la Fototeca Latinoamericana, la retrospectiva Pintor Inédito B&N, curada por Julieta Escardó y Marcos Zimmermann. Junto a la muestra, este sanjuanino nacido en 1941 presentó Pintor fotógrafo, el libro que repasa toda su obra en blanco y negro.

En las imágenes de Pintor se advierte un mismo clima que se sostiene en toda su obra. Escenas precisas llenas de espontaneidad selladas con calma. Cada recorte tiene una función individual y en él, el tiempo, silencioso y cálido, transcurre más lentamente. Cada encuadre es parte de un mismo relato que, al mismo tiempo, tiene una historia entera dentro de sí. Cada imagen de 6×6 insinúa la presencia de alguien que observa serena y minuciosamente.

Puerta y ventana. San Luis, 1984.

 

Pintor, reconocido como figura en la fotografía, un día dejó de sentir ese no sé qué y colgó la cámara. Ahora, despreocupado de las exigencias del mercado, disfruta de volver a encontrarse con su propia mirada y reflexiona sobre su actitud frente a la fotografía, que fue «más de esperar que de ir y mostrar». Dice Pintor: “La fotografía es encuadrar la realidad y encuadrarla la transforma en otra cosa, en algo mágico. Hay algo más que no sé qué es pero me emociona, me hace volar».

¿Qué tiene que tener una foto para que la elijas? ¿Sos muy exigente?
Sí, era muy exigente. Ahora también, de alguna forma eso no se pierde. Me entusiasmó empezar a revisar el archivo y rescatar fotos que yo había rechazado por autocrítico. Por otro lado, algunas me parecía que estaban bárbaras pero ahora las veo y nada. Es difícil. A veces hacés fotos que te gustan y después te das cuenta de que son insustanciales, y otras que nunca les di bola, las muestro y todo el mundo: “¡Ay wow!”  Y digo: «Bueno, si a todos les gusta algo debe tener». Pero es difícil la autocrítica, decir “esto sí», “esto no».   

Vaca en la selva. Jujuy, 1994.


¿Cuando llegaste de San Juan a Buenos Aires empezaste a fotografiar de otra forma?
No, porque no me consideraba fotógrafo en ese momento. Yo hacía fotos. No sabía lo que era la fotografía de autor. Veía fotos en revistas, ni siquiera sabía que había libros. Estaba tan alejado del ambiente que hacía fotos sólo porque me gustaba el simple hecho de hacerlas y revelarlas.

¿Cambió mucho tu forma de ver la fotografía con el tiempo?
No, pero lo que confieso es que estoy totalmente desorientado con la fotografía. No sé para dónde va, ni qué es, ni qué significa hoy. Cambio tanto y hay tanta imagen dando vueltas que es muy difícil. Estuve diez años sin hacer fotografía porque me parecía que todo lo que quería hacer o podía hacer ya lo había hecho. Me empecé a trabar hasta que dije «basta». Volví a la fotografía con las series de la inundación, que no tienen nada que ver con mis fotos.

La Fortaleza, Uruguay, 1988.

La Fortaleza, Uruguay, 1988.



¿Pensás en qué dicen tus fotos, de qué hablan?  
Trabajé siempre con el momento, con el instante. Ver la imagen y encontrar un encuadre que me dijera algo más de lo que estaba viendo. Así es como trabajo en general. Siempre me interesaron los interiores, los climas, la luz.

¿Sabés qué es lo que le gusta a la gente de tus fotos?
No, pero creo que en algún punto la gente se emociona. El valor que puede tener una imagen es que le emocione a alguien. Hay trabajos, cosas que son perfectas y fantásticas, pero no funcionan. Tipos que hacen cosas muy bonitas y lindas pero se quedan en eso. El tema de las segundas lecturas siempre me interesó y a lo mejor es eso lo que tienen mis fotos, que te enganchan para volar un poco.

Bombacha 1. Buenos Aires, 1993.

Bombacha 1. Buenos Aires, 1993.


¿Cómo fue tu vínculo con Humberto Rivas?
Yo hacía fotografía desde los 18 años porque me servía para mi trabajo como diseñador. No había descubierto lo que era realmente la fotografía de autor. Conocí a Juan Travnik, a Sara Facio y a Humberto Rivas -que desgraciadamente se fue antes de que llegaran los milicos- a través de la fotografía publicitaria, porque había hecho algunos trabajos con él como fotógrafo. Empecé a ver sus fotografías y él para mí fue un maestro. Me movilizó muchísimo y me llevó a trabajar. Cuando me pongo a ver y analizar mi fotografía encuentro partes bastante influenciadas por él. Lo conocí más en mis viajes a Europa porque él vivía allá y cuando él venía acá nos veíamos e intercambiábamos fotos. Yo tenía una admiración hacia él también como persona, era un tipo muy generoso para brindarse.

¿Hay autores nuevos que te gusten?
Sí, hay muchos que están trabajando bien. Creo que a los autores hay que verlos con un poco más de perspectiva y de tiempo. La fotografía es un poco exitista. Hay gente que trabaja un año y chau. Pocos siguen consecuentemente produciendo. De golpe ves tipos muy interesantes, pero hay que ver si siguen. Cualquiera hace una foto. El tema es quién tiene una mirada consecuente en el tiempo. En el Buenos Aires Photo ves miles de imágenes y no son muchos los que siguen y empiezan a tener una obra fuerte.

¿Sentís que te faltó hacer alguna foto?
A la distancia, ahora que las veo -porque las tuve que plasmar en un libro- en general con la mayoría estoy conforme. No es que sean gran cosa pero tampoco pretendo ser «el” fotógrafo. Pero sí me conformo, sino no lo haría. Algunas me gustan mucho. Pero yo siempre digo que si te tengo que elegir fotos que realmente valen la pena, son diez. Tengo ciento cincuenta en el libro pero si me dijeran «tenés que elegir cuales pueden quedar», no creo que sean más.  

Pintor Inédito B&N puede verse hasta el 11 de septiembre en la Fototeca Latinoamericana, Godoy Cruz 2626. www.fola.com.ar