La antropóloga Paula Sibilia reflexiona sobre su libro “Yo me lo merezco” en el que analiza la intensificación del ego en los tiempos actuales. El rol de las redes sociales y los dispositivos tecnológicos.
Asistimos a la era en la que circulan discursos centrados en el bienestar, la autoestima, la felicidad y la libertad y, paradójicamente, nos aquejan cada vez más las frustraciones, las fragilidades, las inseguridades, los miedos. ¿Cómo se expandieron la impotencia, la ansiedad y la depresión en un mundo donde el empoderamiento y la independencia son presentados como valores fundamentales?
Paula Sibilia, antropóloga, docente, ensayista, investigadora y autora de Yo me lo merezco: de la vieja hipocresía a los nuevos cinismos, conversó con ANCCOM en relación a este fenómeno sobre el cual indaga en su libro.
“Ese ‘yo’ de ‘Yo me lo merezco’, que se encuentra cada vez más intensificado, me interesa mucho como síntoma de la contemporaneidad. Las redes sociales e Internet son un factor importante en ese proceso de poner al ‘yo’ en primer plano. Los celulares son prácticamente un espejo, una pantalla, los selfies, esa inflación del ‘yo’, la autoestima, la autorrealización, todos esos valores que ponen al ‘yo’ de cada uno de nosotros en primer plano. Me parece que eso desajusta, desbarajusta la ecuación entre lo individual y lo colectivo”, sostiene la autora. Considera que en este momento transitamos por un equilibrio inestable entre el ‘yo’ y los otros. Y que, además, esta tensión tiene que convivir con el imperativo de la productividad, vinculado al capitalismo exacerbado, al neoliberalismo, al productivismo incentivado, lo que trae aparejada la frustración. Esta frustración aparece al eliminarse los límites al deseo propio: “No hay más barreras a lo que yo puedo desear o a lo que puedo aspirar -explica Sibilia- incluso desde un plano más banal: la cantidad de cosas que quiero hacer, la cantidad de series que quiero ver, la cantidad de novios de Tinder que quiero tener, la cantidad de comida que quiero consumir”.
Estos discursos se impregnan en slogans publicitarios, la autoayuda, los mensajes de los coaches motivacionales. Son “muletillas para la subjetividad neoliberal que tiene mucho que ver también con el tipo de lenguaje usado en las redes sociales de Internet: que sea corto, eficaz, capaz de terminar con un argumento de un modo breve. Cada época tiene sus estilos de lenguaje, sus estilos discursivos, sus tonos y nuestra época está muy marcada por ese tipo de discurso”, indica la autora.
En Yo me lo merezco, Sibilia se plantea “tratar de pensar si el dilema propio del sujeto moderno seguía en pie en el mundo contemporáneo”. Analiza que en la modernidad, el individuo se estructuraba en el precepto del “yo debo”, atravesado por “el malestar de la civilización”, concepto que toma de Sigmund Freud. “El individuo es definido como un ciudadano que tiene que sacrificarse o reprimirse en sus instintos y en sus deseos para poder vivir en sociedad. O sea, mis derechos terminan donde empiezan los derechos del otro. Entonces se hacen pactos, se firman acuerdos como las constituciones y otros contratos sociales, para poder vivir en comunidad. Hay que sacrificar ciertos deseos individuales para poder convivir con los demás”, dice la antropóloga.
En cambio hoy, pasamos de aquel malestar a “un sufrimiento que tiene que ver, no con la restricción de la norma social, sino con la falta de límites, con el exceso.” Y la idea de que nunca estaremos satisfechos nos lleva a la frustración. “El suelo moral nos dice ‘tendrías que poder, y si no podés la culpa probablemente no sea tuya’, o sea, ‘no es por mi culpa que no puedo, si debería poder, si el mundo me deja. Entonces ¿por qué no puedo?’ Y lo que se habilita es culpar al otro”.
En la modernidad solía triunfar, al menos moralmente, indica la autora, “la colectividad, el bien común, la nación, la patria, la familia, el trabajo, los sindicatos, en fin, todos los colectivos que formaron la sociedad moderna. Mientras que en este cambio de sociedad, toma protagonismo la idea del “yo”, con frases como: “Si yo quiero y me lo merezco, ¿por qué tengo que sacrificarme? Si yo quiero, ¿qué importan los demás?”, plantea Sibilia.
La antropóloga considera que esta transformación en el suelo moral que legitima este tipo de discursos en la actualidad “es un cambio que viene construyéndose hace décadas, por lo menos desde los años 60 y 70, donde veo un punto de clivaje en el cual hay toda una serie de rebeliones en contra de esa moral burguesa que tuvo su hegemonía durante los siglos XIX y XX”. Cuando todo esto se desestabiliza nace la sociedad contemporánea, en la que es mucho más difícil llegar a consensos. A este fenómeno Sibilia lo llama “crisis de una realidad social compartida”, que no es más que el rompimiento de ciertas verdades que tenían su estabilidad garantizada en función de los consensos logrados a partir de una serie de criterios. Con este rompimiento surgen los negacionismos científicos, las fake news, la posverdad. “No es ni verdad ni mentira. Supuestamente. Porque de acuerdo con los criterios modernos podríamos decir que es mentira. Sin embargo se inventó esta palabra para nombrar esta supuesta verdad, entre comillas, que es una verdad para la cual no funcionan los criterios que teníamos antes. Entonces, ¿cuál es el criterio, ahora? El criterio es el ‘yo’, o sea, ‘si yo lo creo’, ‘si yo quiero que sea verdad, por lo tanto es verdad’. Lo cual es bastante problemático para llegar a acuerdos con los demás”.
Como consecuencia de este fenómeno, Sibilia observa el desvanecimiento de “un medio ambiente propicio a una realidad social compartida. Entonces proliferan realidades alternativas, las teorías de la conspiración, las burbujas de Internet. Es un problema, porque esta sociedad dejó que el ‘yo’ tuviera más fuerza o más legitimidad moral que el bien común o el conjunto de la sociedad. Se abrió la posibilidad de un mundo mucho más fragmentado, mucho más atomizado, mucho más polarizado. Si cada uno va por su lado, es muchísimo más difícil que podamos llegar a acuerdos juntos. Esto trae aparejada una crisis en la democracia”.