Por Camila de la Fuente
Fotografía: Captura de pantalla.

La transparente escena que trascendió de la “entrevista” de Jonatan Viale a Javier Milei, en pleno escándalo por la estafa a través de la criptomoneda $Libra, dispara un debate en torno al ejercicio del periodismo y la política de medios del gobierno libertario, un panorama que analizan los especialistas Diego de Charras, Martín Becerra y Sebastián Lacunza.

Un periodismo cada vez más subordinado a intereses económicos, un gobierno que avanza en el desguace de los medios estatales y una libertad de expresión cada vez más debilitada. En esta nota Diego de Charras, vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y profesor de Derecho a la Comunicación; Sebastián Lacunza, periodista y exdirector de Buenos Aires Herald; y Martín Becerra, doctor en Ciencias de la Información, investigador del CONICET y profesor en la UNQ y la UBA, analizan cómo la concentración mediática, la lógica de la rentabilidad inmediata y la retirada del Estado de la regulación de la comunicación configuran un escenario donde la información se convierte en una mercancía más. Un contexto en el que, como dejó en evidencia la grosera escena entre Jonatan Viale, Javier Milei y Santiago Caputo, lo presentado como una entrevista periodística puede ser, en realidad, un guión pactado.

En este contexto, la financiarización del periodismo refuerza una dinámica en la que la información queda supeditada a lógicas de poder. Lacunza afirma: «Estamos en un periodismo que, en buena medida, forma parte de sistemas de poder político y económico, por lo que pactar preguntas, respuestas y silencios es habitual, aunque no quiere decir que sea generalizado. Este caso reviste la gravedad y la excepcionalidad de que muy rara vez queda grabado el momento en que un presidente le dicta la pregunta a un entrevistador».

Según De Charras, el sistema mediático argentino se caracteriza por un altísimo nivel de concentración en la propiedad de los medios tradicionales, con algo más de diversificación en el streaming y en la producción de contenidos independientes en plataformas digitales. “En cuanto al contenido, se observa un proceso de polarización en el mundo periodístico, que ha perdido prácticamente toda pretensión de objetividad y se caracteriza por un posicionamiento cegado, muy marcado en un sentido u otro, con una alta predominancia de la línea editorial liberal o de derecha, en algunos casos de extrema derecha”, analiza De Charras.

El debate sobre la objetividad de los medios y la independencia se aclaró un poco durante la discusión sobre la Ley de Medios, según Lacunza. “Se polarizó el ejercicio del periodismo y tuvo consecuencias negativas, pero también generó un despertar social respecto a una mirada ingenua sobre el manejo de los medios -señala-. Se reconfirma que los medios están atravesados por intereses y pactos económicos y políticos, aunque esto no sea unívoco ni determinante”.

La fragmentación de las audiencias y su tendencia a consumir información que refuerce sus propias creencias es otro factor que explica la dinámica mediática actual. “Hay audiencias que no solo tienden a confirmar sus prejuicios, sino que también toleran tropelías y vandalismo de su propio sector político. El video de Viale y el fraude que activó Milei con su tweet no afectan al tercio de la población que tiene una decisión irrevocable”, agrega el exdirector del Herald.

Las consecuencias del escándalo están en pleno desarrollo. “Para Viale, representa un golpe a su credibilidad ante ciertos segmentos de la audiencia y del sistema político», explica Becerra. En cuanto a Milei, agrega: «Lo deja expuesto y desautorizado por su asesor Santiago Caputo, dando la imagen de alguien que no tiene plena autonomía en su discurso. Su investidura queda horadada en términos de capacidad y facultad de decisión propia».

La filtración del crudo también expone una dinámica propia del negocio de los medios en la actualidad: la urgencia por generar contenido de alto impacto para maximizar ingresos en plataformas digitales. «Mi hipótesis es que la urgencia por generar material de alto interés, como una entrevista con el presidente y poder monetizarlos, promovió un descuido editorial”, explica Becerra.

“Algunos espacios periodísticos han tenido ciertas esferas de autonomía, aunque la independencia periodística, para mí, nunca existió como tal. Hubo momentos en los que esa pretensión de autonomía fue mayor, mientras que en contextos como el actual se ve fuertemente recortada y subordinada a los negocios económicos, cada vez más atravesados por la lógica de la financiarización y su expectativa de rentabilidad inmediata. Esto impacta directamente en la información y la comunicación, tratándolas como si fueran una apuesta más en la timba económica», analiza.

Milei apuesta por las big tech, lo que ha generado tensiones con los medios tradicionales. “Su predominancia en su agenda provoca molestia en los medios tradicionales, ya que acompaña su narrativa sobre periodistas ensobrados. Milei los involucra en lo que él llama la casta y los responsabiliza del estado deteriorado del país”, señala Becerra.

Esta tensión se suma a un conflicto más amplio, donde los medios tradicionales, en su mayoría conglomerados económicos, buscan mantenerse en el poder. Becerra añade que “cuando América se alínea con el gobierno y replica la línea de contenido político y opinativo de LN+, el conflicto puede atenuarse por intereses económicos contingentes gracias a concesiones y favores del gobierno”.

“Si se observan los grandes trazos de Clarín, TN, Canal 13 y Radio Mitre, se puede ver que las secciones de mayor audiencia, las principales notas de opinión y la tapa de Clarín, muestran una adhesión al gobierno que varía desde la leve disidencia hasta la militancia exacerbada. Esto es insoslayable, a pesar de que puedan existir intereses contrapuestos y medidas del gobierno que desagraden a Clarín o afecten su rentabilidad”, argumenta Lacunza.

Desregulación de la información

Según De Charras, una de las características del gobierno de Milei ha sido favorecer la concentración de medios, la privatización y sobre todo el ataque a los medios públicos. “Hemos visto un ensañamiento con la agencia de noticias Télam, con Canal 7 y con Radio Nacional”, señala.

“Milei reconfirmó la política de retiro absoluto del Estado de la regulación de la comunicación y de la información, lo que obviamente profundiza el dominio de quien ya ocupaba una posición hegemónica y que había sido prácticamente liberado de todas las ataduras por el Ejecutivo de Mauricio Macri”, señala Lacunza.

Para Becerra, “el desguace de los medios estatales reduce el federalismo y la circulación de contenidos fuera de las grandes ciudades. Se impone una lógica de lucro que marginaliza funciones sociales de los medios, tanto estatales como comunitarios, afectando la producción de contenidos federales, la experimentación con nuevos formatos y el mantenimiento de expresiones culturales como la música folclórica o clásica.” 

“Hay un proceso de ataque y desmerecimiento a la producción pública de información, dejando a una parte importante de la ciudadanía sin medios clave y sin una perspectiva fundamental para la diversidad informativa. Si bien la información no debe limitarse a los medios públicos, su ausencia vulnera esa diversidad. Cuando la producción informativa queda exclusivamente en manos de medios comerciales, se ve sesgada por la búsqueda de intereses y ganancias, lo que representa una pérdida significativa para la sociedad democrática”, denuncia De Charras.

En este contexto, el gobierno ha instalado su «batalla cultural» como una confrontación abierta en la que el periodismo, en un sentido amplio, se ha convertido en uno de sus blancos. “Esto ha determinado que se atacara prácticamente sin distinción a periodistas de líneas más o menos progresistas, de centro-derecha o de derecha, casi sin distingo. Y eso ha hecho que muchos periodistas o muchos líderes de opinión le hayan reclamado que ese tipo de agravios llegara incluso a los periodistas o a las periodistas que pensaban de un modo similar al del Presidente de la Nación”, explica De Charras. “La represión y la criminalización de periodistas, como ataques constantes incluso a oficialistas, es verdaderamente novedoso y afecta gravemente la libertad de expresión”, concluye Becerra.