En la segunda audiencia del año de la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II declaró Carlos Fabián Rivarola. Fue el único testimonio, aunque se habían previsto cuatro. Tras la muerte del imputado Vázquez Sarmiento, aún no se decide la continuidad de las querellas por su causa.
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“Me dejaron arrodillado al pie de los tres muertos”, expresó el testigo Carlos Fabián Rivarola, único testimonio de la audiencia de este viernes, secuestrado en septiembre de 1976 a sus 16 años, sobre el momento más doloroso que atravesó en aquel calvario, el asesinato de su amigo Gabriel Lazaro Gutierrez: “Uno de los guardias me pidió que me arrodílle y a esa altura pensé que me mataban”. Relata que al sacarle la venda de los ojos y había 3 cadáveres: “Cantá, mirá lo que le hice a tu amigo, decime lo que quiero saber o terminas igual”, le dijeron. “Cuando me muestran a Gabriel muerto, algo que me va a quedar patente, es que estaba descalzo, con un zapato menos, manchado de sangre y con varios impactos de bala”. Sobre ese vínculo, dijo: “Teníamos una amistad, una pasión por lo que hacíamos. Mi valor sentimental era hacia Gabriel, que le decíamos el bocón, Gabi o Gabito. Mi dolor más grande fue verlo muerto”.
Uno de los temas centrales de la declaración del sobreviviente fue la culpa y el remordimiento que sufrió durante los años posteriores al cautiverio: “A mi vieja la paraban por la calle y la increpaban ‘¿por qué tu hijo está vivo y mi hija sigue desaparecida?’. No pude hacer vida normal luego de mi liberación. Todo quedó asociado a este gran problema. Cuando llega septiembre, son momentos de revolver el pasado, cosas que pasaron hace mucho tiempo pero todavía afectan. Lo que viví es algo que aún me persigue, me genera angustia. A veces me pregunto porque no me mataron. Los militares no me robaron solo el año que estuve preso, me quitaron mucho más: mi juventud, los amigos, mi vida posterior. No pude volver a ser la persona que era”.
“’Dale máquina’, le dice uno a otro. Siento que me desvisten, me atan con alambres de manos y piernas. Me empezaron a dar picana eléctrica”, continuó su relato el testigo acerca de los diferentes episodios de tortura perpetrada por la Fuerza Aérea en su período de cautiverio durante el cual fue trasladado desde la Comisaria de Castelar y la 1° Brigada Aerea de Palomar, intermitentemente.
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Son aquellas sesiones de torturas las que hoy le generan remordimiento y culpa. En estas le preguntaban por compañeros de volanteadas y pintadas, tarea que Rivarola tenía a cargo controlar, por lo que llevaba anotado en papeles los nombres y las direcciones de quienes participaban. “En los interrogatorios me preguntaban por lo que hacíamos y quiénes me acompañaban. Si ellos tenían esa información era porque alguno de los nuestros nos había denunciado. En ese momento, todos se convirtieron para mí en enemigos: los que me torturaban y también los propios. Y yo no estuve a la altura de las circunstancias. Tenía pánico. En cierta manera he colaborado en esos interrogatorios, entre la tortura y la picana eléctrica, para tratar de sobrevivir. Fue la manera que encontré en ese momento de preservarme. Pero es un karma que voy a llevar el resto de mi vida”.
Sobre el momento de su liberación, contó: “Me saqué la capucha. Traté de correr dos metros y no lo pude hacer. Me encontré en la estación de tren de Rubén Darío. No sabía si me iban a venir a buscar de nuevo. Estaba completamente ido”. Pidió unas monedas a una mujer, buscó un teléfono y logró contactarse con su padre. Tiempo después pudo contactarse con la familia de su amigo: “Me contaron que Gustavo tras mi detención no huyó porque estaba seguro que yo no lo delataría. Eso me quitó mucha culpa y cargo de conciencia. Ese día me quité la mochila que cargué por años”.
En una declaración previa que realizó en el juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 3 ante el juez Daniel Rafecas, Rivarola había identificado en un álbum de fotos a un hombre con rasgos muy parecidos a quien lo secuestró “en un auto 128 color cremita que nunca voy a poder olvidar”. Pelo corto, bigotes anchos, mandíbula puntiaguda: la imagen de aquella declaración coincide con la de José Juan Zyska, ex cabo de la 1° Brigada Aérea de Palomar, quien ahora, mientras el fiscal y el testigo revisan la declaración previa, fuma tranquilamente gozando de prisión domiciliaria, sin conmoverse por el sufrimiento del testimonio ni por los momentos en que Rivarola debe detenerse para respirar, tomar aire y recomponerse para continuar. Antes de dar por finalizada la audiencia, Rivarola dedica un momento para agradecer al tribunal por “dar luz sobre lo vivido, a pesar de que hayan pasado tantos años desde entonces, e incluso desde que declaré ante el juez Rafecas”.
En el comienzo de la sesión, el abogado querellante Pablo Llonto realizó una petición al tribunal en favor de que, tras la muerte de Vázquez Sarmiento, único imputado por el cual su parte está presente en el juicio, continúe el proceso contra su persona haciendo uso del derecho a la reparación de las víctimas, actuando como querellas. Este derecho contempla el que las personas damnificadas puedan participar activamente del proceso legal de investigación. El resto de las querellas se posicionó en favor, por entenderlo como parte del derecho a la reparación de las víctimas. En este sentido, aún se espera una definición por parte del tribunal.
En referencia a esta solicitud se expresó en diálogo con ANCCOM el fiscal federal Félix Crous: “El pedido de las querellas respecto a la continuación del juicio en lo que atañe a Vázquez Sarmiento, fallecido, invocando el derecho a la verdad, es factible”, y agregó que hay antecedentes de otros juicios en los que ni ante fallecimiento o incapacidad sobreviniente se descuida un derecho antecedente al de a la punición como lo es el derecho de las víctimas al conocimiento de la verdad. De la misma forma sostuvo: “Hay aquí además una responsabilidad del Estado en no haber juzgado a Vázquez Sarmiento, porque la demora en el inicio del juicio obedeció a dificultades que el Tribunal expuso que no pueden cargarse contra los derechos de las víctimas”, señaló Crous.
Fue una audiencia virtual plagada de fallos técnicos, en la que se preveían al menos cuatro declaraciones y sólo pudo hacerlo uno de los testigos: dos declaraciones fueron desistidas por falta de información relacionada al caso y un tercer testigo tampoco pudo hacerlo por el límite de tiempo de la audiencia, que se dió por terminada al mediodía porque el TOF 5° está también abocado a la causa del ex centro clandestino Campo de Mayo. Al respecto, Félix Crous sostuvo: “Idealmente deberíamos tener más de una audiencia por semana y deberían ser más extensas. Pero los tribunales están convocados a varios juicios en simultáneo, lo que es absolutamente contraproducente en cualquier juicio: dispersa la atención de los jueces y demora todos los procesos. Faltan vacantes para ser cubiertas, son insuficientes los tribunales, pero esto es un problema estructural que atañe a todo el sistema de justicia. Sin embargo, es menos de lo que querríamos y más de lo que solemos encontrar, por lo cual, estamos razonablemente satisfechos en este contexto y con estas salvedades”. Para finalizar se refirió a la posibilidad y el deseo de que el juicio pueda saldarse en lo que resta de 2025.
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La próxima audiencia de esta megacausa se programó para el martes 11 de marzo.