Por Agustina Mattioli
Fotografía: Valentina Gomez

El gobierno, con la complicidad del Poder Judicial, prohibió un recital de Milo J que se iba a relizar en el Espacio de la Memoria Ex-Esma cuando 20.000 adolescentes y jóvenes hacían fila para ingresar. Policías y carros hidrantes amenazaban con la represión. Repudio de organismos de derechos humanos y artistas.

A pesar de las horas de acampe, las largas filas y la emoción de miles de adolescentes y jóvenes, la música de Milo J no sonó este miércoles 12 en la ex−ESMA. El show gratuito que el joven artista tenía programado en el Espacio para la Memoria (ex ESMA) fue suspendido por orden judicial, tras la presentación de una medida cautelar del gobierno nacional que argumentó supuestas irregularidades en la organización del evento. La decisión cayó como un baldazo de agua fría sobre unos 20.000 jóvenes que esperaban ansiosos para ingresar al predio y provocó una ola de indignación entre organismos de derechos humanos, familiares de víctimas del terrorismo de Estado y el equipo del cantante.

Desde la Secretaría de Derechos Humanos, a cargo de Alberto Baños, sostuvieron que el evento no contaba con las habilitaciones correspondientes. Sin embargo, los organizadores desmintieron tajantemente esas acusaciones. «Es totalmente falso. Se pidieron todos los permisos, se trabajó en un plan de evacuación y se contó con el apoyo del personal del lugar», aseguró Aldana Ríos, manager —y mamá— de Milo J en la conferencia de prensa realizada en la vereda de la avenida Libertador, en el frente del Espacio de Memoria, entre el público aun presente y medios de comunicación.

Algunos adolescentes llevaban dos noches acampando a la espera del recital.

 

Bronca

Desde la noche anterior, decenas de chicos acamparon para asegurarse un buen lugar en la preescucha de 166 Deluxe, el nuevo álbum de Milo J. Pero el evento nunca comenzó. La orden judicial llegó a pocas horas de que comience, y con ella, un operativo policial que incluyó camiones hidrantes y motos. «Nos amenazaron con reprimir a los chicos que estaban esperando para ingresar», denunció Ríos.

La noticia llegó a los asistentes cerca de las 16 a través de las redes oficiales de Milo J, y despertó reacciones que incluyeron lágrimas, impotencia y gritos de protesta contra la decisión del gobierno. «Vimos pibes que pasaron dos noches bajo la lluvia, durmiendo para poder verlo, irse llorando, irse a los gritos, muy enojados», relató Candela Fernández, de la agrupación Nietes.

Este fue el caso de de Aixa Álvarez, una joven de San Luis de 19 años, que esperaba con sus amigos ansiosa por ver al artista que la cautivó por “la mentalidad que tiene para su edad” y gracias a quién pudo conocer la Ex−ESMA: “Muchos de los que vinieron son menores de edad, así que también fue una oportunidad para que ellos le preguntaran a sus padres qué es la ESMA, qué pasó acá”, expresó.

Milo J. pidió a sus seguidores que se retiraran para evitar que se concrete la amenaza de represión.

 

Entre los que se quedaron en las inmediaciones del evento, también se encontraba Nicolás El Lakkis, de 33 años, acompañado de su sobrina Milagros, fanática de Milo. «Me parece muy grave que se suspenda un show de música. No era nada del otro mundo. Creo que hay un gobierno que le teme a la cultura, que le teme a que la cultura reúna gente en un espacio de memoria, y por eso suspendieron el evento», expresó con indignación. Además, Nicolás forma parte de un bar cultural cooperativo dentro del Espacio Memoria, por lo que también expresó el impacto de la decisión en su propio trabajo: «Teníamos mercadería comprada, todo listo para hoy. Nos afecta económicamente, pero también políticamente. Tanto que hablan de libertad, pero nos impiden escuchar la música que queremos. Esto no es libertad».

 

Falsa libertad

Para los organismos de derechos humanos, la suspensión del show es una fuerte muestra del avance del negacionismo. «El hecho de que miles de jóvenes vinieran al espacio de memoria era un hecho sumamente importante en un momento en que también estamos perdiendo soberanía y derechos», sostuvo Fátima Cabrera, representante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Por su parte, Manolo Franco, sobreviviente de la ESMA, tomó la palabra y dejó un mensaje de resistencia: «Hoy el negacionismo debe pensar que nos hizo un gol, pero yo digo que vienen perdiendo por goleada. Hoy miles de jóvenes entendieron que esta fue una negación política de permitir que conozcan parte de la verdad y se haga la transmisión de la memoria».

«Que miles de jóvenes vinieran al Espacio de Memoria era un hecho sumamente importante en un momento en que también estamos perdiendo derechos», sostuvo Fátima Cabrera, de Madres de Plaza de Mayo.

 

«Nos amenazaron con reprimir a los chicos que estaban esperando para ingresar», denunció Ríos, madre y manager de Milo J.

Este evento significaba más que un simple show. «La censura que sufrió Milo es gravísima. La decisión de tocar acá no fue política ni partidaria. Vinimos a un espacio de memoria donde nos sentimos contenidos», sostuvo su madre y manager. El artista, que ya había expresado en otras ocasiones su compromiso con la memoria y los derechos humanos, eligió la ex−ESMA por su carga simbólica y por su historia personal: su familia también fue víctima de la dictadura.

La cancelación del show generó un efecto contrario al buscado por el gobierno de Javier Milei: en lugar de silenciar la memoria, la potenció. «Ojo, porque esto ya pasó. Ojo, porque si mañana alguien canta una canción que no les guste, también pueden censurarlo. Ojo, porque pueden cortar un sonido, apagar luces, interrumpir un recital y hasta detener a los asistentes. Esto no nos puede volver a pasar», advirtió Ríos.

En un contexto de despidos masivos en organismos de derechos humanos y de recortes en políticas de memoria, la suspensión del show de Milo J se convirtió en un símbolo de la tensión entre el gobierno y los espacios de memoria. Llegando al final de su declaración, la madre del artista hizo una breve pausa, miró firmemente al frente en dirección a uno de los tantos vehículos policiales que custodiaban el lugar y exclamó con fuerza: “¿Tanto miedo les da un chico de 18 años?”.Los aplausos llenaron el espacio y un grito de “nunca más” pudo oírse desde la audiencia.

Mientras el gobierno justifica su decisión y los organismos de derechos humanos preparan una respuesta legal, miles de jóvenes se fueron del Espacio Memoria y Derechos Humanos con un aprendizaje inesperado. No vieron a Milo J en vivo, pero vivieron en carne propia lo que significa la censura. Y, quizás, entendieron más que nunca la importancia de la memoria.