Por Tais Grimberg
Fotografía: Rocío Prim

La escritora argentina Mariana Enríquez se presentó, a sala llena, en la Feria Internacional del Libro y habló acerca de su última publicación Un lugar soleado para gente Sombría. También lo hizo sobre los fantasmas de su generación, los negacionismos, el cambio de paradigma y la actualidad.

La escritora Mariana Enríquez se presentó en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires el domingo 5 de mayo, y conversó sobre su último libro de cuentos Un lugar soleado para gente sombría. Ante una sala llena, fue introducida por el director de la Feria, Ezequiel Martínez y conversó con el autor Juan Mattio sobre algunos tópicos de su literatura: Fantasmas, horror corporal, inteligencia artificial y contexto actual. Los desaparecidos y las crisis económicas de los 80 y 90 “son los fantasmas de mi generación”, aseguró la autora.

Falta más de media hora para las cinco de la tarde, horario programado para el inicio de la charla, pero la fila que espera entrar a la sala José Hernández en el predio de La Rural ya es más que extensa; da vueltas por la antesala, pasa por un pasillo y continúa al aire libre bajo una garúa, donde el personal de organización de la feria entrega ya la segunda tanda de números para el ingreso.

Es que una actividad pública con Enríquez no es algo que suceda muy seguido los últimos años, en los que se ha terminado de consagrarse como una figura destacada de la literatura argentina, específicamente la literatura argentina de terror, y ha alcanzado también el éxito internacional. Su último premio fue el Grand Prix de l’Imaginarie a “Mejor novela extranjera” por Nuestra parte de noche, en 2022, el galardón conocido como el Gran Prix de la ciencia ficción. En 2019, la misma novela ya había sido multipremiada en España con el Premio Herralde de la novela, el Kelvin 505, el Celsus a la mejor novela de ficción, y el Premio a la crítica narrativa. “Siempre me preguntan como director de la feria qué escritores vienen de afuera. Y muchas veces nos olvidamos de los grandísimos escritores y escritoras que tenemos en nuestro país”, describió  Martínez al presentar a la autora, una vez que la sala colmó capacidad.

Enríquez habla de ellos como trauma y culpa; pero también como el fantasma social y personal. Entonces se zambulle en el tópico y trae una anécdota personal de su adolescencia para ejemplificar. Cuenta que amigas suyas, cuyos padres habían sido detenidos y desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar, jugaban al juego de la copa y preguntaban por sus progenitores. Enríquez también habla de la relación con sus propios padres, y de cómo ambas cosas son fenómenos de los noventa: “Esos claramente son los fantasmas de mi generación. Mis padres en algún punto estaban bastante ausentes, pero en el sentido de que se comen toda la crisis, primero el trauma de la dictadura y después la crisis económica de los ochenta, por lo tanto no eran los padres que estaban viendo lo que veía yo en la tele, eran padres medio espectrales en tanto padres”, señala la autora.
En el relato Mis muertos tristes de su nuevo libro se conjuga algo de todo eso: “Creo que es muy personal, era un cuento político pero también era un cuento personal”, continúa Enríquez y agrega: “Una de las chicas me decía: ´Mi mamá ya sé que está muerta, ya encontró los huesos el Equipo Argentino de Antropología Forense, pero yo cada vez que escucho tacos de determinada manera, pienso que es ella. Porque por más que hayas visto el cuerpo lo que viste es un esqueleto. O sea, vos no viste muerta a tu mamá. Muchas veces no recuerda a su mamá, pero lo que quiero decir es esta cosa generacional, de que te encontrás caminando por la calle con el nombre de tu mamá en una baldosa, o sea, se convierte en otro tipo de fantasma muy grande, pero a la vez es tu mamá´. Entonces ahí empiezo a pensar un poco también en esos fantasmas personales”.

Los autores también abordaron la temática del body horror, u “horror corporal”, una subsección del género de terror que se enfoca en aspectos corporales. Enríquez dice que, en algunos de sus cuentos, explora cómo sacar el horror desde lo natural que le pasa al cuerpo. Plantea que “el cuerpo hoy está muy alejado” por la prevalencia de lo digital y que “podés moverte en un mundo sin tu cuerpo”.
En ese sentido, Enríquez toca el tema de la inteligencia artificial (IA). Cree que hay “un exceso de confianza en la naturaleza y un exceso de buenas intenciones y de amarse a sí mismo” ya que “vos creés tanto en tu cuerpo y estás tan confiado en el ser humano, que inventás una máquina que te va a sacar el trabajo, la creatividad. (…) La creación de este tipo de inteligencia artificial o de darle este uso, es haber perdido el control”. También habla de la pérdida de control sobre nuestro propio cuerpo y dice que perder el control ante la IA “es terrorífico”.

El público quiere saber qué opina Enríquez sobre la actualidad política. La autora responde que considera que hubo una falta de precaución ante la posibilidad, y ahora realidad, del ascenso al poder de la ultraderecha en Argentina y que hubo falta de diálogo: “Se fosilizó tanto un discurso que es verdadero, que se dejó de hablar de muchísimas cosas”. Señala que “al hablar demasiado de la cuestión con un monodiscurso, dejamos de convencer. La gente no se termina con nosotros” y concluye que “no verla venir es un problema porque es dejar de leer al otro”. Aunque la autora dice que el panorama actual la deprime, también cuenta que ella intenta “entender lo que pasa en vez de juzgarlo”.

Finalmente, la autora habló sobre los negacionismos, particularmente el negacionismo sobre el cambio climático: “Con el cambio climático es mucho más tranquilizador decir que no está pasando”. Además, expresa que “en este momento el discurso público es muy complicado”, tanto por la hipervisibilización en redes de todo lo que publican personas de interés público, como por el hecho de que “la lógica cambió muy rápido. Son muchos léxicos juntos que tenemos que aprender. O sea, el léxico de la pandemia: Pfizer, cuántas dosis tenés. De eso pasamos a tener que aprender el léxico de Conan, entonces es un momento donde el lenguaje está irritable”.

La autora relaciona la velocidad de los léxicos con los negacionismos: “Para mucha gente es más fácil que te digan ´no, está todo bien´ y hay un punto donde estas derechas le están diciendo a un montón de gente que está todo bien. Es mucho más fácil decir ´no, en realidad los militares no mataron, fue más un combate´ que decir ´tuvimos un Estado genocida´. Es mucho más fácil olvidarlo, es una cosa que me preocupa mucho porque me parece que es un problema de lenguaje también, un cambio de paradigma muy profundo”.