Por Paloma Sol Martínez
Fotografía: Paloma Sol Martínez

ANCCOM miró el segundo debate presidencial junto a un grupo de ciudadanos de diversas edades y pensamientos políticos. Aseguraron que no se llevaron mucho, que los candidatos no contestaban lo que les preguntaban y propusieron sus propios cuestionarios.

 

Comienza el segundo debate presidencial del 2023, a tan sólo dos semanas del pase de los argentinos por las urnas. Al igual que el domingo 1°, un grupo de personas de generaciones, situaciones socio-económicas y orientaciones políticas distintas se reúnen a presenciar el evento frente a la televisión, invitadas por ANCCOM

Es una de las primeras noches de calor del año en la Ciudad de Buenos Aires y la temperatura atraviesa las paredes. Las espaldas se posan, más que el domingo anterior, contra los respaldos del sillón y de las sillas. Hoy se los nota a todos un poco más cansados y las palabras cuestan más de lo usual durante la primera media hora de debate. 

Sus caras, a modo de premonición, ya aparecen algo amargadas. Juzgando por las opiniones de la vez pasada, no es difícil deducir que los integrantes de este debate no guardan demasiada expectativa sobre la jornada de hoy. 

Sin embargo, de a poco, las opiniones comienzan a fluir; algunas de ellas hacia la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich. Las palabras de Bullrich son retratadas y recibidas de distintas formas en el grupo. Carolina, de 22, al principio sostiene que la nota muy nerviosa a pesar de sus intentos por mostrarse más fuerte y ordenada; más tarde coincidiría con Gabriela en que se la ve mucho más firme que la última vez. Rodolfo, por su parte, asiente ante la promesa de que, bajo el mandato de la candidata, el orden va a ser el primer fundamento; mientras tanto, Sergio la nota más agresiva y no se declara muy fan. Francisco, de 23, tampoco. Responde un irónico “ah, bueno, ¡muy bien!”, cuando Bullrich habla de bajar la edad de imputabilidad a los 14 años. 

-Además dijo que nos protegió contra las mafias. No sé, me parece a mí eh, que los jubilados nunca fueron una mafia- comenta.

Muy pronto, los candidatos a presidente demuestran no tener tiempo que perder. Los esfuerzos de los dirigentes parecen dedicarse, sistemática y exclusivamente, a tirar palos a todos los demás. Es la estrategia del día. En el proceso, la formulación de propuestas concretas decae, y las respuestas se tornan difíciles de encontrar. Schiaretti consulta a Bullrich por sus intenciones respecto a la infraestructura en el norte de Argentina; Bullrich responde, sí, pero sus palabras no hablan ni del norte, ni de infraestructura. 

-Es muy grosero, hizo de todo menos responder- dice Gabriela entre risas. 

-¡Sí, sí! -responde Fran- No dijo nada, sólo le pegó a los demás, se supone que eso tiene que hacerlo en la réplica, no acá. 

-Es tremendo como no hay ida y vuelta en las preguntas -coincide Sergio-. Nadie dice demasiado. 

-Es que tienen escritos todos los derechos de réplica de todos los candidatos, de todos los temas, para retrucarlo en cualquier cosa -hipotetiza Fran-, porque se nota que ni se escuchan entre ellos. Uno dice algo y el otro ya tiene el derecho de réplica escrito

que no tiene nada que ver con lo que dijo. Bullrich se puso a hablar de Insaurralde en una réplica sobre seguridad. 

-Sí, el derecho de réplica se está usando para extender la parte de la emisión de la opinión. Es muy evidente -concuerda Gabriela-.

El grupo coincide también sobre la importancia de las formas, particularmente en el debate de hoy; ante la deficiencia en el contenido, la silueta de lo que se dice cobra una importancia fundamental. En ese sentido, Massa es admirado por esta tribu de televidentes: cree que se ordena muy bien, muestra una oratoria superior a la mayoría de los candidatos, tiene mucha práctica encima. 

-Para mí debe vivir mirándose al espejo y practicando- dice Rodolfo.

-Pestañeá… Pestañeá… Pestañeá…-le pide por lo bajo Gabriela al candidato.

Massa no es el único que destaca en sus formas; el grupo resalta también a Patricia Bullrich. 

-Cambió su manera de hablar -dice Fran-, es evidente que la están empujando a ser más agresiva, a que pelee. De alguna manera le están diciendo eso. Para mí los asesores le dijeron: “Milei vende porque es violento, hagamos lo mismo”. 

Algo que toma lugar en esta ocasión, más que en la anterior, es el hincapié en el debate en sí. En sus formatos, en cómo mejorarlo, en su impacto sobre la sociedad. Caro expresa que sí cree en la influencia del debate en la intención de voto, mientras que Fran, por ejemplo, sostiene que ese sólo es el caso para los indecisos, y los que ya están determinados van a hacer de todo por atajarse a lo que diga su candidato. 

-Para mí no sé qué tanto sirve el debate a la hora de votar, es algo que no puedo saber -reflexiona Gabriela-. Pero sí creo que sirve para leer las personalidades de los candidatos, por más guionados que estén. Igual es difícil, porque todos van llevando las temáticas hacia el lugar que manejan. A Milei le preguntan del medio ambiente y el tipo termina hablando otra vez de economía, ¿no? Porque es donde se siente cómodo. 

-Y para mí están demasiado contenidos -opina Rodolfo-.O sea, tanta regla le sacó el gusto. Habría que dejarles, no sé, diez minutos libres para que se puteen entre ellos. 

-Vos fijate qué cagones y qué predeterminados son todos. Porque ¿qué hubiera sido un buen derecho a réplica? Decirle a Massa ‘vos sos un hijo de puta que dos semanas antes largás todas estas medidas para conquistar a la gente a último momento y cagarla el 11 de diciembre’. Y nadie le dijo eso -argumenta Gabriela.

-Es lo que se estaba diciendo el otro día, que este es como el modelo de debate más seguro para los candidatos. Está todo esquematizado y las preguntas, acordadas -responde Fran. 

Los candidatos dan curso a la sección sobre seguridad. Cuando terminan, Gabriela observa que todos -menos Bregman- fueron bastante por derecha. Coinciden con Rodolfo en que la temática es muy compleja y los candidatos tomaron en su mayoría el camino fácil, queriendo tratar el problema desde el síntoma más que desde su raíz. 

Pero no todo es tan serio y no todo gira en torno a los candidatos más populares en las encuestas. El grupo nota a Schiaretti incluso más que la vez anterior -algo no tan difícil de lograr, considerando que el domingo pasado el cordobés por poco no pasa totalmente desapercibido-. Los comentarios sobre el candidato vacilan entre la pena, la admiración y la comicidad. Pena cuando nadie le pide réplica, lástima cuando Massa le pregunta por el Mundial 2030, dando la sensación de que no se le ocurrió nada para preguntarle; admiración cuando habla de federalismo o del futuro de los jóvenes, y finalmente pena de nuevo: “Es coherente pero no tiene fuerza política” dice Caro, y Ludmi y Gabriela asienten lastimosamente. Los memes han abundado en la última semana respecto al indisimulable amor de Schiaretti por Córdoba. Acá también este humor parece encontrar su público. Entre chistes e imitaciones frente al televisor, la lástima deviene risa. 

Sucede también que la risa aleja las exigencias de responsabilidad hacia los candidatos y abre paso a un trato más humano. Ante otros candidatos, la percepción no es la misma. La responsabilidad y los reclamos son más evidentes, explícitos y justificados ante aquellos que cuentan con una función central en las redes político-estatales actuales. Es el caso de Massa. Fuera de ciertas cabezas que asienten cuando habla -por ejemplo, parece gustar lo de que la justicia rinda cuentas ante la sociedad- sus aportes son señalados constantemente con el dedo, un dedo que osa atravesar la tele de un sopetón.

-No pestañea, es verdad eh- observa Caro.

Massa habla de incluir a Hamas en la lista que Argentina califica como organizaciones terroristas, y Francisco responde cómicamente: “Genial, buenísimo, eso me sirve mucho para la situación del país”. Caro y Ludmi comparten una carcajada. 

Los demás momentos que ganan la risa del grupo sobran, y los fallidos -como el “a todas y a todas” de Massa, la “pantomina” (según el sic de Milei), o el “cavar más fondo el pozo” de Bullrich- y las metáforas -desde hacer puré hasta comparar las reservas del Banco Central con el ‘-10’ en el Chinchón- se llevan el premio.  

“¿Tienen alguna posibilidad de hacer un mea culpa y que eso lleve consecuencias y decisiones para poder modificar este rumbo?” Por ejemplo, les preguntaría concretamente: ¿Se te ocurrió bajarte un poquito el sueldo? ¿Sacarte la mitad de tus asesores? ¿Tener el presentismo mínimo?”. dice Gabriela.

Una pregunta en particular despierta al grupo. Si estuvieran ahí, en el debate, y les dieran la posibilidad de preguntar lo que sea, ¿qué preguntarían? Fran y Ludmi dicen que le preguntarían a Milei por la educación sexual integral. Caro no sabe bien qué preguntaría; a Rodolfo le pasa algo parecido.

-No sé si me saldría una pregunta -reflexiona Rodolfo-, es como que para preguntar algo vos tenés que esperar una respuesta. Y yo sé que la mayoría de las cosas que te van a poder decir son vaguedades o mentiras directamente. Así que aprovecharía para putearlos un poco, y para hablarle al resto de los que están ahí. 

-Yo sí les preguntaría -responde Gabriela saliendo de su simpática narcolepsia-. Vos partís de toda gente que de alguna u otra manera  es responsable de lo que está pasando en Argentina. Entonces, la pregunta que yo querría hacer es: “¿Tienen alguna posibilidad de hacer un mea culpa y que eso lleve consecuencias y decisiones para poder modificar este rumbo?” Por ejemplo, concretamente, “¿se te ocurrió bajarte un poquito el sueldo? ¿Sacarte la mitad de tus asesores? ¿Tener el presentismo mínimo?” Si vos tenés todos esos gestos como político, me parece que vas a poder tener un montón de otros gestos buenos para y por la gente.

El debate termina, y las últimas palabras de la jornada tocan brevemente el tema del voto en blanco: por qué sí, por qué no, en qué instancia lo haría cada uno. De acá al 22 de octubre quedan pocas semanas, menos de las que se pueden contar con una sola mano. La volatilidad del país admite, a esta altura, cualquier cosa; de hoy hasta que toque soltar al candidato o candidata hacia el interior de las urnas, un voto en blanco puede pasar de blanco a marrón, de marrón a rosa, de rosa a turquesa, y así por todos los colores, hasta que la fuerza de la inercia, la decisión, el miedo, la fe, alguna de ellas o todas juntas, muevan las manos de los ciudadanos dentro del cuarto oscuro y hagan decidir por uno. Quedan dos semanas. Por hoy, sólo resta ir a dormir.