Por Agustín Bagnasco
Fotografía: Estefania Denise

Los periodistas neerlandeses Frits Jelle Barend y Jan Van der Putten fueron los que entrevistaron a las Madres de Plaza de Mayo, por primera vez, durante el Mundial 78. Sus testimonios trascendieron al mundo. Ahora estuvieron en Buenos Aires por un reconocimiento a su labor. ANCCOM conversó con ellos.

Los periodistas neerlandeses Frits Jelle Barend y Jan Van der Putten fueron reconocidos ayer en la Biblioteca de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por haber difundido en 1978 los crímenes de la dictadura cívico militar. Se trata de los reporteros que durante el Mundial disputado en la Argentina, entrevistaron a las Madres de Plaza de Mayo y lograron que todo el planeta supiera lo que se escondía debajo del entramado de mentiras y distracciones elaborado por los represores.

Durante el el evento estuvieron presentes la embajadora de los Países Bajos, Annemieke Verrijp; los legisladores Emmanuel Ferrario, Matías López, Victoria Montenegro y Claudio Morresi; la secretaria de Derechos Humanos de Río Negro, Evangelina Salazar; la subsecretaria derechos humanos y pluralismo cultural de la Ciudad de Buenos Aires, Pamela Malewicz y el director de la Casa Ana frank, Héctor Shalom. 

“Lo que hemos hecho, no es menos que nuestro trabajo. Nuestro trabajo es escribir, hacer reportajes sobre lo que pasa en el mundo – explica Barend ante ANCCOM–. En ese momento me dije que no podía venir como periodista de deportes, tenía que escribir lo que pasaba en Argentina”.

Cuando el gobierno de facto logró quedarse con la sede del Mundial, fijó la inauguración del campeonato para el jueves 1 de junio, de modo que todos los periodistas se concentraran en lo que ocurría en El Monumental. Frits y Jan decidieron ir en contra de la corriente y acercarse hasta la plaza donde todas las semanas las mujeres se reunían para denunciar las desapariciones.

“No nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos, nos han quitado lo más preciado que puede tener una madre. Angustia porque no sabemos si están enfermos, si tienen frío, si tienen hambre. Y desesperación, señor, porque ya no sabemos a quién recurrir”, denunciaba esa tarde de junio Marta Moreira de Alconada ante las cámaras de la televisión holandesa.

“Todas me decían ‘Por favor, escribe qué pasa con mi hija, con mi madre, con mi nieto’. Nunca voy a olvidar ese momento”, confiesa Barend. No habla solo como reportero, detrás de su desafío al poder se esconde la historia de un hijo de la generación que sufrió el Holocausto: toda su familia fue asesinada por la ingeniería del terror diseñada desde Berlín.  Por ese motivo, al llegar a Buenos Aires rápidamente comprendió que tenía que asumir el objetivo de trabajar para que los genocidas no volvieran a salirse con la suya.

“Antes de venir, me preparé muy bien. Mis abuelos también habían sido asesinados, entonces para mí era una obligación humana hacer esto”, señala.

La primera sospecha de que estaban molestando al Gobierno llegó cuando quisieron transmitir sus notas a través del Télex. Mientras que con sus colegas el servicio demoraba media hora, con Frits y Jan tardaba más de cuatro.

La confirmación llegó cuando se dieron cuenta de que el equipo de prensa del campeonato les mentía con las fechas de los viajes de la selección de su país, para mantenerlos alejados del evento.

Con el miedo de ser alcanzados por las fauces de la represión, alertaron en su embajada de lo que estaba ocurriendo. Desde Europa les informaron que, si les pasaba algo, no se jugaría la final del Mundial. La amenaza de suspender el show montado por Jorge Rafael Videla fue lo que les permitió continuar con su trabajo.

“Lo que hemos hecho, no es menos que nuestro trabajo: escribir, hacer reportajes sobre lo que pasa en el mundo – explica Barend–. En ese momento me dije que no podía venir como periodista de deportes, tenía que escribir lo que pasaba en Argentina”.

Luego de la final, la Junta Militar invitó a la delegación neerlandesa a una cena de honor. Cuando Barend se enteró, consiguió una acreditación perteneciente a un jugador y se infiltró en el evento. Apenas ingresó al salón donde se realizaba la fiesta, se dirigió rápidamente hacia donde estaba Videla y le preguntó por los desaparecidos. La respuesta fue que las Madres mentían. El falso futbolista comparó la situación con lo que había ocurrido en la década del 1940 en su país. El dictador volvió a ser escueto:

Son cosas que pasan

“Fue algo espontáneo, pero también peligroso. Nunca olvidé los ojos de las abuelas, madres, hermanas. Eran ojos de personas que habían perdido sus amores, no podían mentir”, recuerda.

 

El riesgo del negacionismo

Al hablar sobre su historia personal y el parecido con lo que ocurrió en Argentina, Barend alerta: “Estoy preocupado con lo que pueda pasar después de las elecciones, porque hay un candidato que dice que los desaparecidos fueron ocho mil personas. Es muy peligroso. Argentina merece un presidente que respete la democracia”.

En la misma línea, Van Der Putten sostiene: “No es casualidad que en esta fecha hayamos sido invitados por la Casa Ana Frank a venir. Nosotros, con nuestros testimonios directos, intentamos hacer pensar a la gente que quizás la democracia es el bien más grande en la sociedad. Sin democracia no hay nada, solo destrucción, terror, maldad, infelicidad y todo lo que un ser maligno no quiere”.

Y añade: “Lo esencial es que la conmemoración que se realizó hoy sirva para sacar las conclusiones y lecciones para este presente y no dejarse arrastrar por slogans vacíos, absurdos y fakes news. Los políticos tienen que tener ideas, no slogans”.